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❅𝑳𝒂 𝒄𝒉𝒊𝒄𝒂 𝒅𝒆𝒍 𝒕𝒐𝒎𝒂𝒕𝒆 𝒄𝒉𝒆𝒓𝒓𝒚

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Despertó de golpe cuando el delicioso aroma a madera golpeó su sentido del olfato. Miró por la ventana notando la nieve caer suavemente sobre su ventana, suspiró casi como si le doliera, el frío calaba cualquier parte de su cuerpo lo que lo hizo sentir extrañamente acompañado.

La cama pronto le cansó y se dispuso a tocar la ventana acariciando la textura congelada de su habitación. Respiró un poco vaporizando el vidrio por un instante.

Estaba emocionado y no sabía exactamente porqué.

Parecía ser un buen día.

Las calles de Konoha nunca antes se habían visto tan hermosas o quizás había sido el tiempo en el que había permanecido lejos de la aldea. Cuando era niño amaba el invierno de una forma poco común, Itachi solía decir que era por la inminente soledad a la que estaban destinados y le hacía sentir menos solo, meno miserable. De igual forma, no pensaba mucho que fuese eso, probablemente era la manera en la que las personas solían volverse más nostálgicas con sus seres queridos o en la que la diversión de los niños contagiaba a los adultos.

Nunca supo.

Los recuerdos de su antigua vida pronto golpearon su mente, recordaba vagamente a Itachi,su primer y único amigo, aquel que había dado su vida para detener a Akatsuku y había masacrado a la mitad de su clan intentando evitar un golpe de estado que se había llevado acabo un par de años después. Recordó vagamente su propia misión con el señor feudal que no le había permitido interceder cuando Fugaku inició una guerra y por supuesto también recordó todas las vidas que se habían perdido en el camino.

Ciertamente la vida solía ser cuestionable, sin embargo, sabía que no tenía que tomarlo personal porque así era la vida: extraña y maravillosa.

Muchas de las cosas habían cambiado durante ese tiempo, sí, nunca fue una persona social y carecía de cierto carisma que podría ayudarlo como lo tenía Obito, no obstante, la soledad había golpeado con fuerza esos últimos meses haciéndolo sentir cada vez más susceptible a sus propios demonios.

Parecía que volvía a conocer la aldea que le vio nacer, estaba más grande, colorida y llena de vida; las calles parecían ser completas desconocidas y las personas no les interesaba su presencia, claro que ayudaba el hecho de que no vestía con el símbolo Uchiha en sus ropas, al final del día siempre había sido leal a Konoha.

Quizás eran prejuicios pero estaba seguro que el noventa por ciento de los aldeanos aún aborrecían a su clan.

No tienen nada de qué preocuparse, está es una segunda oportunidad para todos había dicho Naruto con una aura llena de solemnidad y sabiduría, Naruto estaba seguro que los perdonarían en especial a Obito. Ese día partió el chico rubio y ruidoso a un viaje inexacto junto a Jiraya tras la pérdida de Sakura. Sasuke solo le había regalado una sonrisa a los Uchiha, todos necesitaban sanar sus heridas y de ser posible volver a vivir.

Fue doloroso en partes iguales.

Al menos tenia a Obito de compañía.

O para no sentirse peor.

Porque Obito había traicionado a la aldea pero tenía la sensatez para enmendar sus errores.

Y lo vio caminando con Kakashi, ambos conversaban, Shisui se sintió mejor, Obito tenia más amigos de lo que pensaba.

Su historia fue trágica y parecía que no lograba recuperarse del todo, lo seguía viendo vagar por las calles de la aldea a media noche o visitar la tumba de Rin con frecuencia, estaba dolido y culpable, Obito era su peor verdugo.

Solo esperaba que encontrara un poco de paz.

Caminó y caminó por las calles, había barrios que no reconocía y otros tantos que le asombraban por la cantidad de personas viviendo una vida en constante libertad. Los niños jugaban, las personas reían, se amaban, entre tanto, él observaba  lo que siempre deseó cuidar: los aldeanos vivir una vida tranquila y en paz.

Durante largos minutos caminó entre las personas hasta llegar al centro de Konoha, el lugar estaba siendo adornado por un par de ninjas e incluso simples aldeanos, había escarcha de colores, luces adornando el bonito lugar y lo más importante, personas compartiendo un poco de su tiempo. Reconoció a unos cuantos cargando flores y a otros tantos preparando una pequeña comida para ayudar.

Eso era lo que amaba de Konoha. Su gente.

Entonces su estómago hizo ruido.

Buscó con la mirada un lugar para comer Ichiraku Ramen estaba lleno pues las grandes recomendaciones del héroe de Konoha eran bien sabidas. Sonrió cuando encontró a Obito ceder un lugar a Hanabi Hyuga.

Shisui no lo diría o no al menos no en voz alta, estaba sumamente orgulloso de hombre en el que Obito logró convertirse.

—Oye —la voz chillona lo saca de la ensoñación en la que se encontraba— oye.

—¿Eh?

Mierda. Entonces la vio, la reconoció de inmediato cuando ella frunció el entrecejo, era la misma chica que había visto en el cementerio, tenía la misma ropa perteneciente al grupo de Interrogación, la pudo observar con más detenimiento.

Y ¡vaya que era bonita!

Mucho más de lo que pudo pensar. Tenía su flequillo largo cayendo por su ojo derecho degustando una imagen más madura, sus brillosos ojos eran azules como el mismo celeste eran adornados por un delineado discreto y sus labios estaban tintados de un bello color cereza. Su cabello caía por sus espaldas captando su aroma en un instante.

Sintió el rojo de sus mejillas cuando ella arqueo las cejas aun más.

Ella sonrió cuando notó su reacción.

—Disculpa, —quiso golpearse por lo torpe que había quedado ante la chica— estás tomando mi paquete de tomate cherry.

Espera, ¿qué?

Su mano se encontraba encima de la de ella, ambos tomando la última cajita con tomates cherry de un pequeño local. La mano era mucho más delgada que la de él y se sentía tan suave a comparación de ligeros cortes en su piel.

Ella se sonrojó un poco cuando nos se miraron y la respiración se detuvo por un pequeño segundo que pareció horas.

—Son míos —expresó ella colocando sus brazos debajo de sus senos en son de reproche, Shisui no comprendió— los jitomates, son míos. Yo los vi primero.

Shisui sintió sus ojos abrirse a la par. No era importante, pero era de alguna forma de las pocas cosas que le recordaban a Itachi, porque Sasuke amaba los jitomates, Itachi amaba a Sasuke y él amaba a Itachi.

Shisui no dijo algo.

—¿Te comió la lengua el ratón? —dijo ella burlona y con una sonrisa coqueta.

—Puedes comprar otros —bien, no era el mejor caballero pero son duda intentaba sentirse acorde, además, comer lo dangos que Itachi solía comer, no estaban dejando buenos estragos en él, gracias harina.

Ella entrecerró sus ojos.

—¿Yo? Y ¿por qué tú no? —exigió saber cuando se hizo hacia el frente bastante cabreada, estaba hambrienta y no deseaba cocinar después de media jornada de trabajo. Debes comer bien, el regaño de su madre golpeaba en su mente.

—Porqué los tome antes que tú.

Y es un mentiroso que miente, porque ella los había tomado antes.

Y ambos lo saben.

—Eso no es suficiente.

Shisui bufó, ella era desesperante.

—Puedes buscar otros.

Bien, quizás nadie le había dicho que no podría llevarle la contraria a alguien tan temperamental como Ino Yamanaka.

—¡Eres un patán! —Chilló cabreada.

La bonita chica estaba por poco golpeándolo. Demonios.

—Y tú una exagerada.

—Eres un hijo de... —ella le arrebató de las manos la pequeña caja, saliendo triunfante— de seguro ni si quiera lo comerás, y serás de esos que dejan la comida. ¡Estoy segura!

—Ino —escuchó una voz detrás de ella un poco preocupado.

—¡Chōji! —la rubia se sobresaltó— conseguí los jitomates que amo.

Ella pronto se convirtió en una niña pequeña, pues abrazaba al hombre de gran tamaño y daba saltos de felicidad. Shisui sintió sus mejillas enrojecer, solo un poco.

Esa chica era extraña. Chōji o quien supuso su nombre sonrió alegremente y le dio palabras de apoyo ves, te dije que todavía había. Shisui lo observó directamente, él no estaba molesto por la rubia estaba feliz y sabía que haría cualquier cosa por verla de esa forma.

—Deberías dejar que él se los quede, mamá prometió prepararte algo —intentó su amigo convencerla.

—¡Por supuesto que no!

—Ino —regañó Chōji dando un codazo a su amiga.

Shisui sintió la mirada de la chica estudiando su persona. Sus grandes ojos brillantes sobresalían de entre todo el ruido que producía la imagen en su mente. Ella lo observaba de pies a cabeza y entonces ella con toda la confianza del mundo se acongojo en su lugar, con si cabeza entre sus hombre y un pequeño puchero en sus mejillas, sus mejillas rosadas, no fue difícil para Shisui comprender que ella había notado lo verdaderamente triste que se encontraba.

Shisui la vio cambiar de un azul brillante a una pequeña oscuridad golpear en sus bonitos ojos, siempre brillantes. Ella lo sabía, sabía su constante y profundo dolor con el que vivía día a día.

Ella bajó su mirada y él se sintió culpable.

—¡Hey! ¿A dónde vas? —cuestionó la mujer una vez que su amigo correspondió el abrazo. Shisui comprendió que sobraba en ese momento, él no tenía un amigo con quien compartir algo tan simple como eso.

Ya no lo tenia.

—Quédate la comida, chica del tomate cherry.

Shisui caminó sin voltear hacia atrás aún con la mirada de ella sobre sus hombros.

Ella se sintió triste. Al final, no sirvió de nada los cherry en su mano. Algo dentro de sí le decía que aquellos tomates le traían paz tal cual a ella, no obstante, sabía que su significado era otro completamente diferente, ella sabía que detrás de aquel rojo había una historia triste y melancólica que no se atrevía a decir.

—Vamos Ino, mamá nos espera.

Ino agradeció a Chōji en silencio. A veces dolía, a veces no.

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Shisui sonrió eso era lo que habían prometido proteger: la vida.

Y eos incluía a aquellos amantes del jitomate cherry.
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Caminó por unas calles una vez que el anochecer brilló, buscaba aquel wstambr rojo que tanto había estado buscando las semanas anteriores. Estaba casi segura que el dichoso hilo estaba agotado o en el peor de los casos ni siquiera existía el color para su trabajo el color cherry que Ino tanto le había existido.

Buscó aquí y allá.

Y nada de nada.

Tal vez debía encontrar otro hilo, al final solo necesitaba tejer una sola bufanda para regalar en el festival de invierno. Ya tenía todos los regalos hechos, incluso Neji había ayudado un poco aunque su punto fuese un rotundo fracaso sabia que lo había hecho por una emotiva ocasión; solo faltaba para él, para la persona que aún guardaba en su mente y corazón.

A veces se preguntaba porque la vida la había mandado a amar a alguien que no podía tener. Ingenua, se respondió cuando entendió que Naruto nunca había hecho nada para enamorarla o ilusionarla.

En realidad, había construido castillos en el aire.

Al final del día había sido su culpa, nada más.

Pero, parecía su corazón no querer encontrar

—¡Aléjate de ella!

El grito llamó la atención de las pocas personas que se encontraban en la calle, era casi escasas pero no lo suficiente para evadir el problema. Era un hombre arrebatando las bolsas a otro, no los reconoció de inmediato y por el contrario, la discusión era por otra chica embarazada que cargaba un par de bolsas.

Hinata abrazó sus hilos y los colocó sobre su pecho gracias a los constantes gritos.

—Solo deseaba ayudar.

—¿Ayudar? ¡Por tu culpa muchas personas murieron! O acaso se te olvidó que tu iniciaste una guerra.

El corazón de Hinata se apretujo cuando el hombre bajó la mirada, angustiado y con vergüenza.

Entonces lo reconoció, era Obito Uchiha, claro que era él. Aquella cicatriz que sanaba pasó a paso, el abanico en su espalda y el cabello negro como el carbón al igual que sus ojos, tan profundos. Sin saber exactamente porque, sintió el dolor de Obito y le hizo recordar un poco a Naruto.

De nuevo se repetía la historia.

—Una disculpa, no fue mi intención —murmuró como pudo.

—Bien lárgate.

—Fuiste un grosero —reclamó la chica embarazada— no debiste hacer eso...

Hinata siguió nuevamente con sus blancos ojos al Uchiha, lo vio perderse entre el gentío y entonces como si fuese casualidad él la miró. Ambos orbes chocaron unos con otros y ella sintió su corazón no detenerse por el dolor sino por la taquicardia que estaba por provocarle el rojo intenso de sus ojos.

Era tan rojo que sobrepasaba cualquier tono que pudiese encontrar.

Abrazó el estambre, quizá la bufanda de Naruto podía esperar.

Había alguien más que necesitaba de una.
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Cuando llegó a su pequeño departamento, se sorprendió cuando entré la nieve del suelo se encontró una pequeña caja de madera. La sostuvo con sus dedos, etaba helada y tenía una nota junto a una hermosa cosmos en ella.

"Lamento mi comportamiento, lo necesitas más que yo, disfruta de los tomates.
Cuida de una flor cosmos.
Pd: mi nombre no soy la chica del tomate cherry, soy Ino Yamanaka."

En aquella nota estaba pintado un pequeño corazón.

Acarició la flor. La cosmos significaba armonía y paciencia, ella lo intuyó.

¿Cómo sabía que vivía ahí?

Duh, qué más daba, definitivamente aquel regalo mejoró su noche de invierno.

—Gracias, Ino Yamanaka —murmuró cerrando la puerta detrás de sí.

Ahora el tomate cherry no solo era por Sasuke, que le recordaba a Itachi; ahora era diferente y estaba seguro que ambos lo sabían.

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