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—Eres un idiota.
—Ya cállate.
—En serio, Michael, ¿Cuándo vas a ocuparte de ti mismo?
Duff dio vuelta la cara, observando hacia la ventana abierta con cierta melancolía el movimiento de la ciudad en plena hora pico. Su cuerpo se encontraba todavía cansado por la reciente operación en su páncreas. Sentía que toda su visión de la vida se estaba desmoronando tan rápido como la había construido.
—Me preocupo por ti, tarado. Entiéndelo. —continuo el guitarrista. Le parecía que la forma en que ahora lo ignoraba era propia de un niño pequeño. —Ahora deja de discutir conmigo y cometo esto, costó dinero y no voy a dejar que lo desperdicies. —le acercó aún más el sándwich de pollo y salsa barbacoa que había comprado de un lugar que sabía que su amigo amaba. —Iré al baño. Espero que le hayas dado algunas mordidas cuando vuelva.
El bajista suspiró. —Está bien. —habló al ver como se marchaba. Tomó el plato para empezar a comer. Sentía que su estómago iba a reventar si ponía algo ahí dentro, pero ya habían pasado varios días desde que había salido del hospital y su médico insistía en que comenzara a consumir alimentos sólidos. Le prestó bastante atención a los ingredientes que contenía el sándwich, Slash definitivamente conocía bien sus gustos. Sin más le dió un mordisco, quedó encantado de inmediato por el sabor tan delicioso.
—Muy bien, así me gusta. —comentó el de rulos mientras volvía a acercarse a la cama. Palmeó el hombro de Duff, sus manos estaban un poco húmedas, seguramente no las había secado bien. —Tienes que tomar tus medicamentos luego de esto, voy a buscarlos.
—Escucha, amor, no tienes que hacer esto.
—¿De qué hablas? —se dio la media vuelta, quedando parado en el umbral de la puerta.
—No tienes que cuidarme todo el día. Puedo pagarle a una enfermera para esto, no tienes por qué perder tu tiempo.
—No creo estar perdiendo el tiempo aquí.
Lo dejó solo otra vez y Duff pudo sentir sus ojos llenarse de lágrimas, como lo hacían cada poco tiempo desde que salía con ese guitarrista. Había algo que lo hacía llorar, sentirse vulnerable ante el amor que le demostraba en cada pequeño detalle. Él le había demostrado tener toda la razón cuando le dijo que no tenía que consumir tanto alcohol todos los dias, su cuerpo decidió no aguantar más sus costumbres tan malas.
—Los dejo aquí, amor. —colocó ambas pastillas a un lado del vaso de agua en la mesa de noche.
McKagan terminó de comer bastante rápido bajo la mirada curiosa de su novio; pero no le importó darle explicaciones, simplemente quería esos analgésicos de una vez.
—¿Quieres que te ayude con algo? —preguntó al ver como quería ponerse de pie.
—No, sólo iré al baño y ya vengo. —de todas formas su pareja lo ayudó a levantarse.
Hudson decidió entonces que era un buen momento para que ambos tomaran una siesta juntos. Aprovechó para bajar las persianas y sacar las revistas de encima de la cama; le resultaba gracioso de alguna forma la cantidad de basura que era capaz de leer su novio cuando se aburría.
—¿Qué se supone que haremos? —preguntó el rubio una vez que ya estaba en el cuarto. Retomó su lugar en la cama, estaba seguro de que los medicamentos estaban comenzando a hacer efecto ya que empezaba a sentirse cansado.
—Vamos a tomar una siesta. —se quitó su camiseta, hacia el suficiente calor como para dormir sin ella. Al sentarse en la cama también se deshizo de sus zapatillas y calcetines. Si no se quitó su bermuda, fue únicamente porque el bajista estaba demasiado débil como para que las cosas se pusieran calientes.
A Duff le agradó mucho la idea, movió las sábanas y extendió sus brazos para recibir entre ellos al moreno, quien de inmediato se unió a él después de apagar la luz del cuarto.
—Te adoro, bizcochito. —le recordó en un suspiro Slash, frotando su cabeza contra el pecho del más alto.
Y otra vez estaba llorando. Ahora por la sensación de sentirse arrinconado en un ambiente cómodo, lleno de amor. Creía que tal vez no se merecía todo esto. Era un maldito alcohólico que los había metido en problemas a todos por eso, alguien que solía fijarse en sí mismo. No se creía una persona lo suficientemente amable o dulce como para ser amado.
—Aww, bebé —besó su cuello cariñosamente a la vez que metía su mano debajo de la camiseta del otro. Acarició su pecho suave, entre sus dedos pulgar e índice tomó uno de los pezones.
Duff no supo si aquello era un apodo dulce o una forma de decirle llorón, pero sí supo lo bien que se sentía como su cuerpo estaba siendo estimulado. Sentir el calor ajeno junto con las caricias lo relajaban todavía más. Le permitió al guitarrista subir su camiseta completamente y poner en su boca el pezón que no tocaba. La sensación fue completamente agradable para él. Suspiraba más que complacido, estaba disfrutando tanto esa "siesta". Comenzó a acariciar sus rizos con ternura, entrenando sus dedos entre estos.
Pocos minutos después, Slash no sintió más la mano de su novio sobre su cabello y ello le llamó la atención. Notó que se había quedado dormido y supo que no tenía que tocarlo más. Acomodó otra vez su camiseta y se dispuso a dormir con él.
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