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—Adelante Izzy, pasa. —habló contento el bajista al ver a su amigo del otro lado de la puerta.

Stradlin hizo caso, ingresó a la casa sonriendo por la felicidad que le causaba estar ahí. La última vez que vio a su amigo fue un y medio meses atrás, en el hospital donde dio a luz a su primera hija.
Después de semanas que le parecieron eternas estaba en la casa de la familia de visita. Había traido consigo un pequeño presente para la bebé y un pequeño budín de limón que quería compartir para la merienda.

—Ponte cómodo, voy a terminar de vestir a Emily. —dijo el rubio antes de subir las escaleras de su hogar.

El guitarrista asintió y se sentó en el sofá de la sala. Observó su alrededor con detenimiento, había estado sólo dos veces allí. Le parecía un lugar cálido y bien decorado, muy diferente al departamento que Duff compartía con Slash antes de casarse.

—¿Cómo estás, Izzy?

La voz de ese alfa hizo que le prestara atención de inmediato. Jason se acercaba a él para saludar alegremente. Parecía contento con su visita. Llevaba ropa deportiva y una mochila que se veía cargada, seguramente tenía que entrenar.

—Muy bien, ¿Qué hay de ti? —preguntó para matar el rato hasta que su amigo volviera.

—Bien igual, con pocas horas de sueño gracias a dos omegas —rio un poco y apoyó su espalda sobre el barandal de la escalera. Parecía esperar a su esposo para avisarle que ya se iba.

—Supongo que así es la paternidad.

—Es hasta que nos acostumbremos. —luego de hablar, ató sus rastas un poco largas en una coleta. Izzy tenía que admitir que se le veían muy bien.

En ese momento Duff volvió a la sala con su pequeña bebé entre los brazos. —¿Ya te vas, amor? —preguntó visiblemente afectado por su partida.

—Sí, vuelvo en unas dos o tres horas. —recibió contento un beso cálido de su esposo. —Cuídalos por mi, Iz. Nos vemos luego.

El guitarrista rítmico asintió. —Ve tranquilo, hasta luego.

—Suerte, mi amor. —fue lo último que le dijo el omega menor antes de verlo salir de la casa. Después de eso, se sentó junto con su amigo en el sofá.

—Es muy pequeñita. —comentó Stradlin al ver la bebé recostada sobre el pecho de su amigo, ella se veía casi dormida.

—¿Quieres sostenerla por mi mientras nos preparo algo de té?

—Claro. —la tomó con cuidado sobre sus brazos, viéndola directo a los ojos con ternura. Estaba seguro de que tenía la misma mirada de dulzura y simpatía que el bajista.

—Se nota que le caes bien, siempre llora cuando la sostiene otra persona que no sea su mamá. —mencionó Duff antes de ponerse de pie.

—Es raro que te llames "mamá" a ti mismo.

—Bueno, vas a tener que acostumbrarte. —se encogió de hombros después de decir aquello. Sin más fue hacia la cocina.

El pelinegro se quedó solo con la niña y no pudo evitar sentir cierta tristeza. Ella era el símbolo más puro del amor que el rubio tenía con su esposo. Eso lo desalentaba un poco. Recordaba bien todos los encuentros que había tenido con Duff y se sentía desmoronarse de a poco. Ya habían pasado dos años desde la última vez que pudieron tocarse entre ellos... y lo extrañaba. Estaba convencido de que McKagan, o bueno Smith, ya ni siquiera los recordaba. Entendía que fuese así, había pasado ya por varias grabaciones nuevas, algunos conciertos emocionantes, una boda de ensueño, dos semanas de una bonita luna de miel, nueve meses de un embarazo feliz, siete horas de un parto tranquilo y poco más de un mes de recuperación relajado. Había transcurrido ya el el tiempo suficiente como para que diera vuelta a la página.

Michael volvió a la sala de estar con dos tazas llenas de té caliente que colocó sobre la mesita ratona frente a ellos. —Aquí tienes.

—En mi mochila traje algo para compartir, toma a la niña. —le dijo antes de entregarle a la pequeña Emily, quien se veía un poco ansiosa.

—Bien, ya sabes dónde están los platos y los cubiertos por si necesitas cortar algo. —habló con una sonrisa.

Izzy buscó el budín entre sus cosas y fue directo a la cocina para cortar algunas rebanadas y colocarlas sobre un plato de porcelana. Miró a través de la ventana que le permitía observar el patio trasero bastante amplio. Pudo notar un columpio para bebés sobre el gran árbol que estaba ahí. Estaba seguro que no estaba allí la última vez que estuvo en esa casa. Seguramente Jason lo había colocado hace no mucho con la esperanza de jugar con su hija en algunos meses.

Pudo escuchar a la bebé lloriquear y a su amigo hablar en una vocecita que le recordó la forma en que su madre le hablaba cuando era un niño pequeño. Sabía que los omegas hacían eso con sus cachorros para calmarlos.
Al regresar con el plato encontró al rubio amamantando a su hija, la cual estaba recostada sobre uno de sus brazos y sostenía con sus pequeñas manos la camiseta de su madre. Podía sentir su aroma mucho más fuerte que antes, pues el liberaba sus feromonas para la comodidad de su hija. No quiso decir nada al respecto de la situación y sólo dejo el plato junto con las tazas.

—Espero que no te moleste, todavía no tiene una rutina para comer y eso. La pediatra dijo que pasará un tiempo hasta que eso ocurra.

—Tranquilo, ya he visto tus pechos antes. —en ese instante, Izzy deseo que la tierra lo tragara. Para su buena fortuna, el menor soltó una carcajada para nada escandalosa.

—Bueno, tienes razón. —tomó una porción del budín y le dio una mordida. Amaba el sabor del limón en los postres. —Mierda, está delicioso.

—Me alegra que te guste. —él optó mejor por comenzar a beber su té para evitar que se enfriara.

—Sabes, uno cree que tiene hambre en el embarazo pero es peor ahora —hizo una pequeña pausa. —. Antes eran los antojos y eso, ahora me siento muy hambriento cada vez que voy a comer.

—Mhm, recuerdo que siempre querías cosas saladas, sobre todo sándwiches y eso.

—Sí, quiero decir, era todo el tiempo. Estoy feliz de poder comer sushi, fue una tortura tenerlo prohibido.

—Solías beber mucho alcohol incluso cuando estabas muy enfermo, me sorprende que hayas podido aguantar tantos meses sin tu comida favorita.

Duff se rió un poco. —Pude soportarlo de alguna forma.

Ambos se quedaron en silencio por un momento. Fueron unos minutos en los que el mayor decidió tomar una de las rebanadas del budín y el bajista empezó a beber su té.

—Oye, Izzy —el mencionado levantó la vista. —¿Crees que a los chicos les molestaría si la llevo un día al estudio? Ya sabes, del otro lado del panel no se escuchan los instrumentos y no creo que ella se porte mal. —dejó la taza en la mesita otra vez y le permitió a su hija tomar su dedo mayor con una de sus manitos.

—No creo que les moleste en verdad. Todos estamos felices por ti. —aquello último le costó decir un poco.

El rato pasó y pronto los dos estaban muy pegados en el sofá viendo televisión. Emily dormía profundamente en una pequeña cuna transportable a un lado de ellos. Izzy no podía evitar ver cada varios segundos hacia el menor. Tenía sus piernas cubiertas por un jean que ajustaba sus muslos de una forma tan tentadora. Sin pensarlo mucho, llevó una de sus manos al muslo derecho del rubio.

—¿Qué haces? —se rio un poco nervioso.

—Sólo... —comenzó a acariciar con lentitud la zona. —Te pusiste más gordito después de tener a tu bebé.

Duff se sentía extraño ante el tacto y aquellas palabras, era algo que su esposo le había dicho algunas veces ya cuando lo tocaba. Su labio inferior temblaba por los nervios. Tomó entre sus manos las mejillas del más bajo y lo miró a los ojos decidido.—¿Qué te pasa?

—Quiero volver a tenerte.

El bajista lo besó de golpe de una manera dulce, posiblemente para acabar con esa tensión entre ellos. Duró varios minutos aquel beso cariñoso. Cada tanto paraban para respirar y volver a comenzar. Izzy mantenía sus manos sobre la cintura del más alto, mientras que el otro lo abrazaba por el cuello.

—Sabía que no ibas a poder cumplir con tus promesas. —dijo el pelinegro al separarse. Se relamió los labios, el sabor a cereza del lápiz labial del otro había quedado en su boca.

Duff sentía su corazón latir desesperado. Parecía casi horrorizado por lo que acababa de hacer. —No vamos a llevar esto más lejos. —afirmó alejándose de a poco.

Stradlin tomó uno de los mechones de cabello del otro para jugar con este. Se quedó en silencio por unos momentos para pensar que diría. —Sólo un beso más. —le pidió.

Mckagan suspiró y cedió, permitiéndole al guitarrista comenzar con el beso ahora. Esta vez fue mucho más desesperado, más caliente. El rubio fue apresado entre los almohadones del sofá y el cuerpo del otro omega. Su aroma lo sofocaba para ese punto. Algunos minutos después ya estaba envuelto entre los brazos ajenos.
El bajista golpeó la espalda del mayor cuando empezó a sentirse excitado, no quería calentarse por obra de alguien que no fuera su esposo.

—Y-Ya fue suficiente. —aseguró intentando recuperar su respiración. Su invitado se movió para darle espacio y así tranquilizarse de una vez.

Izzy acomodó su cabello y tomó una servilleta de la mesita para limpiar su boca, ese el lapiz labial rojo había manchado parte de su casa. —Sí, luego de hoy ya puedo olvidarme del asunto. —tomó su taza para beber nuevamente el té ya frío.

—No lo olvides, sólo supéralo. —le quitó la servilleta y la dobló al medio, luego dejó un beso sobre esta. Estiró su mano para alcanzar un bolígrafo de una mesita al lado del sofá. Escribió la fecha del día y su nombre. —Y guarda esto con cariño. —le devolvió el papel al terminar.

El pelinegro sonrió. Por dentro, extrañaría a su amante toda la vida pero no podía seguir pensando en él todo el tiempo. —Lo haré. —se dejó abrazar con ternura, disfrutando de ese tan anhelado tacto que se prometía no volver a desear.

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