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Veinte:

Nayeon siguió su mirada indignada hacia las puertas de cristal del aeropuerto, y al ver a Jihyo se sintió aliviada.

—¡Jihyo! —Gritó, aunque no pudo agitar la mano porque Jeongyeon se la sujetó en el aire.

—Yo te habría dejado en casa —Habló la alfa con frialdad, haciendo que se remueva ante la firmeza de su agarre.

—No seas ridícula, Yoo —Se soltó de su agarre —Vives en la otra punta de la ciudad. La tarifa del taxi habría sido exorbitante.

—¿Cuándo te ha empezado a preocupar una tarifa de taxi? —Espetó, sin poder evitar sonreír —Desde que te robaron el auto, tú has gastado más que nadie en taxis.

—Punto que nunca has dejado de recordarme —Replicó la omega, al identificar su diversión —No hay modo de complacerte, ¿verdad?

—Eso no es cierto, Nayeon. Estas noches lo conseguiste... varias veces. —Comentó con toda intención, haciendo a la castaña ruborizarse de inmediato.

—No estoy interesada en hablar de lo sucedido allá. Nunca más. —Meció su bonito cabello, en negación.

—Es una pena, porque dentro de unos meses quizá tengamos que hablar de técnicas de parto y...

—¡No estoy embarazada! —La interrumpió, escandalizada.

—Eso esperamos. Por desgracia, la esperanza no es una medida fiable para evitarlo. —Comentó la pelicorto, con aquella sonrisa burlona.

—¡Hola, chicas! 

Para Nayeon, la llegada de Jihyo no podría haber estado mejor sincronizada. No sólo le evitó tener que responder, sino que coincidió con la desaparición por segunda vez en las entrañas del edificio de las maletas de la alfa.

—¿Cómo fue el viaje, Jeongyeon-ah? —Consultó la joven, con aquella expresión en la que volaban corazones de sí.

—Fructífero —Contesta Nayeon, decidida a abortar cualquier conversación que pudiera iniciar entre ese par —Toma —Adelantó el carrito con su equipaje y agarró a Jihyo por el codo —Muy bien, vámonos. ¿Dónde has estacionado?

Si Jeongyeon ofreció alguna respuesta a su "Nos vemos", Nayeon no la oyó por encima del caos emocional que reinaba en su interior, pero sintió sus ojos en ella todo el trayecto hasta la salida.

—¿Qué pasa? —preguntó Jihyo, notando una tensión entre la alfa y su amiga, pero sobre todo en la actitud de Nayeon.

—Nada. —Canceló la omega, acomodando su largo cabello al otro lado del hombro.

—Entonces, ¿Qué prisa tienes y por qué me presionas el codo con tanta fuerza, como si quisieras cortarme la circulación? —Se quejó poniendo sus ojos en dirección de su codo maltratado.

—Lo siento —La castaña la soltó e intentó relajar el cuerpo.

—De acuerdo... ¿Qué pasa entre Jeongyeon y tú?

—Nada. —Canceló una vez más, para fastidio de Jihyo.

—Vamos, Nayeon. Estás hablando conmigo. Sé cuando te sientes molesta y la tensión que había entre ustedes dos no me la he imaginado. —Señaló, volteando los ojos.

—Muy bien —Sonrió al tiempo que soltaba un suspiro resignado —Tienes razón, estoy molesta... Hirai Momo estuvo alojada en la isla. —Explicó luego de tomarse un instante.

—¡Santo cielo! —Jihyo quedó boquiabierta —Bromeas, ¿verdad?

—No. Momo y su recién adquirida esposa estuvieron allí. A propósito, gracias por venir a recogerme. Yo invito la comida china de camino a casa.

—Buen intento, pero olvida la comida —Le regañó su amiga —Sólo quiero que me cuentes lo que sucedió en Illusion Island. Hasta el más mínimo detalle por insignificante que te parezca. Repito... ¿Qué pasa entre Jeongyeon y tú? —insistió, detallando en la expresión más agria de lo normal en aquella alfa.

—Ya te lo he dicho... nada.

—Exacto. Así que empieza a contarme algo.

—Jihyo, no hay nada que contar. De verdad. Ningún drama. La situación se hizo un poco incómoda cuando apareció Momo.

—¿Por qué?

—¿Por qué, qué? ¿Por qué fue Momo allí?

—¡Por qué la incomodidad entre Jeongyeon y tú! Deja de hacerte la tonta Nayeon-ah, te conozco muy bien... —Le regañó.

—¡Cielos, Jihyo! ¿Tú por qué crees? —Espetó, decidiendo que hacerse la ofendida era lo mejor en vista de la tenaz curiosidad de su amiga. 

—No resultó muy fácil estar en la misma isla en esas circunstancias. Y, si no lo has olvidado, Jeongyeon no se alegró mucho cuando le conté lo que sentía por Momo. Al tenerlas en la isla, no dejó de recordarme que estaban casadas y que yo había ido a trabajar. Imagino que si percibiste tensión entre nosotras, es porque me molestó que me tratara como a una especie de muñeca poco seria —Nayeon se felicitó por su respuesta sincera, pero ambigua, aunque por la expresión de Jihyo, dió a entender que no estaba del todo convencida, por lo que añadió. —Y tampoco ayudó que la última esposa de Kim haya sido una antigua amante de Jeongyeon. 

—¡Qué!

—¡Sí! Estábamos todos. Te lo aseguro, Jihyo, Jeongyeon y yo no hemos hecho otra cosa que andar de puntillas, ¿Es de extrañar que estemos un poco tensas? No resultó fácil concentrarse con las negociaciones, cuando ambas nos veíamos constantemente enfrentadas con nuestro pasado emocional.

—Cielos Nayeon, no me sorprende que tengas ojeras. Apuesto que te alegra que todo haya terminado. —Empatizó con ella.

—Sí... —O al menos eso quería creer, pensó Nayeon.

Los últimos momentos de sueño que le quedaban de lo poco que había dormido, se desvanecieron cuando la vió ante su puerta.

—¿Qué rayos haces aquí? —Volteó los ojos apenas enfocar en su cabello corto.

—¿Siempre abres en pijama, sin preguntar quién es? —Gruñó la alfa, dando un paso dentro.

—A esta hora —Intentó no pensar en el hecho de que estaba mejor en carne y hueso que en sus fantasías somnolientas —Me pareció seguro asumir que las únicas personas que podían estar tocando a mi puerta serían los bomberos, que venían a evacuarme por las llamas que devoraban mi casa.

—Espero que eso no signifique que ya habías empezado a preparar el desayuno —Dijo, logrando de algún modo pasar junto a ella para avanzar por el pasillo hacia dentro del apartamento —Porque de camino he traído algunos pastelitos.

—¿Por qué lo has hecho? —Reprochó ella.

—Para ahorrarte tiempo. Ya sabes lo quisquilloso que es Park con la puntualidad.

Sintiéndose como en un sueño, Nayeon cerró los ojos y volvió a abrirlos. Todo seguía igual.

—¿Qué pasa? Se suponía que debíamos reunirnos con él, a las siete y media en la oficina. —Le recordó la omega somnolienta.

—Y así es. Pero decidí que lo mejor era pasar a recogerte.

Debía estar bromeando. Vivía en la otra punta de la ciudad y a sólo veinte minutos de la oficina. Desde la casa de Nayeon se tardaban cuarenta y cinco minutos en llegar, siempre que no hubiera mucha congestión de tráfico en el centro de la ciudad.

—Jeongyeon, ¿estás...?

—¿Dónde tienes el mando de la televisión, Nayeon? Me gustaría ver las noticias mientras desayuno. —Comentó dejando su portafolio y analizando en donde tomar asiento.

—Ponte cómoda... —ironizó cuando señaló hacia el sofá, incapaz de manejar la situación hasta no haberse duchado —Pero no te molestes en preparar nada. Sólo beberé café.

—Debes comer, Nayeonnie... —Refutó la alfa, demasiado erguida esta vez.

—No. No, si no quiero. —Canceló la omega.

—¿Dónde guardas el café descafeinado? —Puso dos servicios en la mesa, como si no la hubiera escuchado.

—No tengo. —Contestó con expresión de asco. ¿Quién rayos bebía algo tan asqueroso?

—Oh... bueno, en ese caso imagino que beberemos té o algo así. Luego puedes comprar descafeinado. —Informó, moviéndose por el espacio, analizando los pasos a seguir.

—No lo haré —Replicó la omega, irritada por el modo en que se había adueñado de su cocina —Odio el descafeinado. Ni siquiera empiezo a respirar hasta no haber consumido una taza y media de buen café negro.

—Bueno —Se encogió de hombros —A partir de ahora tendrás que practicar respirar desde el momento en que te despiertes. Pero no te preocupes, ya que no conozco a nadie que haya muerto por dejar el café ¿Sí? Pues la gente que ha muerto a manos de alguien desesperado por su dosis de cafeína corre el peligro inmediato de aumentar en uno —La pelicorto le sonrió con expresión condescendiente, al tiempo que servía unos pastelitos en los platos.

—¡Jeongyeon-ah! Te he dicho que no quiero desayunar. —Gruñó la omega, entornando los ojos hacia ella.

—Lo sé. Pero, como decía siempre el padrino, el desayuno es la comida más importante del día. Y apuesto que un mordisco a este pastelito te hará cambiar de idea. ¿Cómo quieres el té? ¿Amargo o dulce? —Consultó con aquella sonrisa encantadora, haciendo que la furia en aquella omega se incremente por mil.

—¡Jeongyeon! —La agarró del brazo para llamar su atención —¡No quiero un té, ni descafeinado, ni pastelitos que te alteran la mente! Sólo quiero café. C-A-F-É. ¿Vale?

—No, Nayeon... —Meció la cabeza.

—¿Qué? —Masculló confundida.

—La cafeína no es buena para el bebé, así...

—¿Qué no es bue...? ¡Oh, por el amor del cielo! ¡No estoy embarazada! —Haciéndole entender a Jeongyeon su enojo.

—No lo sabemos con seguridad —Respondió con calma —Y hasta entonces, lo mejor es no correr ningún riesgo. Anoche pensé mucho en ello, y así como ambas esperamos lo mejor, debemos estar preparadas para lo peor. —Caminó a su lado, como si estuviera exponiendo en una junta —El hecho de que no lo planeáramos, no elimina nuestras responsabilidades, razón por la que, si estás embarazada, nos casaremos de inmediato. A propósito... —Continuó, mientras comenzaba a preparar el té —También hablé con una abogada amiga mía, y al parecer hay un período de espera entre la solicitud de una licencia para poder casarse. La buena noticia es que se puede evitar en ciertas condiciones, y estoy segura de que Park conocerá a alguien que nos acelere el proceso. —Comentó aquella alfa con ligereza.

—Jeongyeon... ¿estás tomando alguna medicina? —Preguntó la omega, con toda intención.

—No, ¿por qué? —Frunció el ceño —Oh, ya entiendo. Quieres saber si existe la posibilidad de que afecte a mi esperma. Relájate, aunque si de verdad te preocupa puedo someterme a algún análisis...

No había querido volverla loca, pero, como continuara de esa manera, quien terminaría encerrada en una celda acolchada sería ella, ¡Pero después de haberla ahorcado por ser una maldita alfa tonta y necia!

Hola hola hola...

¿Uno más? 

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