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Trece:

Cuando Nayeon se unió a Jeongyeon en el patio, esta calculó que unos veinte minutos habían pasado. Verla recién salida de la ducha y libre de maquillaje, le resultó casi tan excitante como cuando llevaba puesta su blusa. Pero a pesar de apreciar su figura en la tumbona, fue incapaz de contener una mueca de disgusto cuando levantó la taza fría de café y se puso a beberlo.

—Hay un microondas en la cocina, ¿sabes? —Señaló la alfa, con diversión.

—No, así está bien. Lo que necesito es el contenido, no la temperatura. Tomaré uno caliente cuando vayamos al hotel a desayunar. —Musitó la omega, con seguridad.

—No iremos... —Le informó y se ganó una mirada desconsolada de la castaña. —No podemos arriesgarnos a encontrarnos con Hirai.

—Puedes llamarme poco profesional, Jeongyeon —Bajó la mirada —, pero no pienso morirme de hambre por defender los intereses de Jyp. ¡Eso es llevar las cosas demasiado lejos!

—Trazas la línea de dedicación a la empresa en nuestro matrimonio, ¿Eh? —Rió la alfa, con diversión e ironía.

—Hmm... Si realmente hubiera sabido en qué me metía, la habría trazado más cerca de casa... ante la puerta de mi despacho —Afirmó con una firmeza admirable.

—Relájate, tranquila. No te pido que des tu vida por la empresa... En cualquier caso, hoy no. 

—Cielos, gracias, pero con Irene esperándome no me siento tranquila.

—¿Recuerdas que en un gesto de magnanimidad Kim nos concedió servicio de habitaciones las veinticuatro horas? Pues vamos a aprovechar su ofrecimiento y evitar el hotel durante los próximos días. —Determinó sin problema —Quizá eso no impida que Irene aparezca de forma inesperada, pero debería solucionar el problema de Hirai y su omega —Ante su gesto de enarcar la ceja explicó. —Sé con certeza que debe volver a la oficina en tres días. Si tenemos en cuenta las molestias que se tomó para conseguir el ascenso, no va a arriesgarlo empezando por faltar en su primer día en ese puesto.

—Te equivocas, Jeongyeon...

—¿Crees que arries...?

—No, no. —Interrumpió Nayeon —Me refiero a sus vacaciones. Su secretaria me dijo que volvería en dos semanas.

—¿Cuándo te lo contó? —Frunció el ceño.

—El día después de mi regreso. El día antes de que te pidiera que... Mhm...

—Sí, sé lo que me pediste. —Cortó con sequedad, con cierto enojo que ni ella misma entendió. No necesitaba recordatorios de lo lejos que estaba dispuesta a llegar esa omega por Hirai, no otra vez. —La cuestión es que cuando ese día pasé por el despacho de Hirai, sin saber que se había ido de luna de miel... —Añadió, adrede —, me informaron de que estaría fuera una semana. Lo cual significa que, como máximo, tendrá que irse de aquí en tres días.

—Quizá lo entendiste mal.

—Lo mismo se aplica a ti.

—Imagino que es posible —Se encogió de hombros y miró el café. —Me hallaba en un estado muy emocional.

La pelicorta no le encontró sentido a explicarle que tenía ganas de golpear unas cuantas cabezas después de dejarla en su despacho, para dirigirse a la planta del departamento de diseño. Menos mal que Hirai no había estado allí o ella sería la primera elegida. 

—Jeongyeon... —Comentó con la vista baja. —¿Hasta dónde llegarías por la ambición? —La alfa apretó los dientes y maldijo en silencio. Tuvo el impulso de largarse o decirle otra vez que Hirai no la merecía —¿Y bien? —Ella insistió, haciéndola repensar una buena respuesta.

—Si me preguntas si me casaría para...

—No, no. —Cortó, rápidamente. —Me... me refiero... ¿Considerarías utilizar a tus hijos del modo en que todo el mundo piensa que hicieron nuestros padres? 

La triste incertidumbre que Jeongyeon vió en los ojos de Nayeon, le rompió el corazón. Lo último que esperaba es que sacara las circunstancias por las que habían sido criadas por Park Jinyoung.

—Me pregunté en su momento qué efecto tendría en ti el comentario de anoche, de Kim. —La omega no respondió, se la veía pensativa mientras estudiaba el contenido de la taza de café. —Nunca antes habíamos hablado de nuestros padres, tú y yo.

—Para serte sincera, y a pesar de lo horrible que pueda sonar, casi nunca pienso en ellos. —Apretó los labios. —Solía hacerlo, pero lo dejé porque me sentía culpable.

—¿Por qué? —Aquello sonó absurdo a los oídos de la alfa.

—Tengo dos álbumes llenos de fotografías de ellos y yo cuando era pequeña. Antes los miraba todos los días y deseaba que estuvieran vivos para poder tener una familia de verdad —Se encogió de hombros. —Luego, más o menos al cumplir los doce años, empezó a molestarme pensar que era desleal con Park. Jamás se me pasó por la cabeza que mis padres le hubieran pedido que fuera mi padrino como una estrategia profesional. No hasta que escuché a algunos ejecutivos hablar de ello en una barbacoa durante una celebración.

—¿Qué edad tenías cuando sucedió? —preguntó con preocupación, acercándose a ella.

—No sé... once, doce quizás. Le pregunté a la señora Oh si era verdad... —Susurró con tristeza.

—¿Y qué te contestó la Terrible Sunny? —A Jeongyeon le alegró que Nayeon soltara una risita.

Oh Sunjon había sido la niñera y ama de llaves que Park había contratado cuando las dos se fueron a vivir con él. La mujer brusca, pero amable se había jubilado hacía doce años, cuando Nayeon terminó la preparatoria, pero había seguido manteniendo contacto con sus dos antiguas pupilas.

—Oh, por supuesto me dijo que era una tontería y que si era feliz viviendo con el padrino, eso no debería representar ningún problema. Después, dejé que los rumores me resbalaran. Pero, si pudiera disponer de un deseo, no sería que mis padres no hubieran muerto, sino saber con absoluta certeza que me querían. Que no le pidieron a Park que fuera mi padrino para que papá se ganara el puesto que debatía con tu padre. El padrino se merecía algo mejor... y yo también. —Suspiró profundo antes de alzar la mirada y verla. —Es tu turno. ¿Te has preguntado alguna vez qué sentían tus padres?

—No.

La respuesta breve y la mirada impenetrable de Jeongyeon, le indicaron que había contestado y que no iba a ofrecer nada más. Justo cuando la omega iba a cambiar de tema, la alfa soltó una risa seca.

—¡Qué demonios! Si voy a comparar cicatrices con alguien, ¿quién mejor que tú para hacerlo?

Como era evidente que no le entusiasmaba nada hablar de sus padres, Nayeon supo que lo más considerado sería decirle que no era necesario, pero calló, ya que de pronto anhelaba saber todo lo que pudiera sobre esa alfa y que ignoraba.

—Todos mis abuelos estaban muertos cuando nací yo. Mi madre era hija única y mi padre sólo tenía una hermana menor, a la que rara vez veíamos, ya que papá y ella no congeniaban demasiado. Annie vivía en una comuna en el norte de Nueva Gales del Sur, y era tan hippy y de espíritu libre como mi padre un tiburón corporativo y un arribista. —Rió Jeongyeon ante los recuerdos, pero su risa no era para nada de añoranza—Por algún motivo, vino a visitarnos cuando yo tenía ocho años. Para mí, una joven estudiante de la clase media alta, no podía ser más alienígena y extraña que si fuera verde y tuviera antenas en la cabeza. —El leve titubeo indicó que examinaba recuerdos que se habían vuelto borrosos por la falta de uso.

—En ese momento Annie estaba pasando por una fase en que la muerte y la familia le obsesionaban. Y, desde luego, la reencarnación. No paró de hablar de ese tema. Durante meses después de su visita, me fue imposible pasar delante de un perro o un gato sin preguntarme quién habría sido en una vida anterior... —Sonrió la pelicorta, en esa ocasión con diversión y ternura sobre su versión mini. —En cualquier caso.. —Continuó con expresión de nuevo impasible —, una noche estábamos cenando todos, cuando Annie anunció que mis padres debían estar plenamente preparados para su muerte y que deberían redactar sus testamentos para asegurar mi futuro, nombrándola mi tutora ante el caso de que murieran juntos. Bueno, cuando mis padres dejaron de reír, le dijeron que ya tenían hechos los testamentos. —Arrugó la frente antes de proseguir—Parafraseando a mi madre, no sólo garantizaban mi bienestar cuando pasaran a la próxima vida, sino que también garantizaban mi futuro en ésta vida, nombrando a Park como mi tutor. —Clavó sus duros ojos aceitunados en ella. —Como puedes ver Nayeon, a diferencia de ti, a mí se me ahorró la angustia de preguntarme cuál era la motivación de mis padres al nombrar a Park como mi tutor. 

Era imposible pasar por alto la aspereza en la voz de Jeongyeon, y la omega no supo cómo responder a ello. Tras un silencio que amenazaba con durar una eternidad, la alfa volvió a hablar.

—Tenía diez años cuando aconteció el accidente. Era lo bastante mayor como para saber que mis padres no eran perfectos, o que ni siquiera se parecían a los de mis compañeros de clase, ya que ninguno se ofrecía voluntario para realizar alguna tarea en la escuela o cosas así. —Meció la mano como lamento —Como adulta, puedo mirar atrás y reconocer que no tuvieron un matrimonio feliz, pero me es imposible afirmar que permanecieron juntos por algo tan noble como darme una infancia estable. Fueron las ambiciones profesionales de mi padre y su éxito financiero lo que los mantuvo unidos. Nada más. En cierto sentido, su muerte durante una recepción de la empresa fue un modo extraño, pero adecuado de partir. Lo irónico es que probablemente lo mejor que hicieron jamás por mí fue usarme como medio para acercarse a Park, porque para mí él es más padre que lo que ninguno de ellos fue capaz de ser. —Sonrió genuinamente, de lado —Y todas las historias de que nuestros padres competían entre sí siempre me han parecido plausibles, porque sé exactamente qué tipo de alfa era mi padre. No sé cómo era el tuyo, de modo que no puedo aventurar sus motivos; quizá no quería que el mío tuviera una ventaja sobre él; quizá hacer que Park fuera tu padrino surgió por algún motivo sincero. No lo sé, pero sí sé que las dos hemos sido muy afortunadas por tener a Park, Nayeonnie. —La alfa sonrió, no era necesaria ninguna respuesta verbal. —La contestación a tu pregunta original, que es hipotética, ya que no tengo intención de tener hijos, es no. No usaría a mis hijos para progresar en mi carrera, como tampoco me casaría por conveniencia para conseguir un ascenso y... —Sonrió al fin. —... eso me obliga a señalar que si Hirai Momo hubiera tenido una disposición similar, no nos hallaríamos en este aprieto.

Aliviada al oír que la amargura se había evaporado de su voz, estaba más que dispuesta a evitar sondear más su pasado y a centrarse en sus problemas presentes.

—Aunque tú tengas razón y yo me equivoque en la fecha de regreso de Momo, ¿cómo puedes evitar ir al hotel? Kim va a insistir en reunirse contigo allí para disponer de la ventaja de ser local.

—Esa es la parte del plan que aún estoy meditando. Es nuestra mala suerte que Hirai no aprovechara el descuento a los empleados y fuera a uno de nuestros hoteles... —Volteó los ojos con molestia.

—¿Por qué no llamamos a Park para que compruebe cuánto tiempo se quedará Momo aquí? —Sugirió ella.

—Los únicos teléfonos conectados con el continente están en el ático de Kim y en la oficina principal del hotel. No puedo correr el riesgo de que me oigan explicarle a al padrino por qué quiero saberlo. 

—Podemos probar con el móvil...

—Lo intenté cuando llamé para pedir que vinieras y apenas tiene cobertura.

—No puede ser tan mala. Después de todo, estoy aquí.

—Sí... —La miró un largo rato— Pero lo atribuyo a mi cuota anual de buena suerte —Ella sintió una súbita timidez y se forzó a soltar una risa incrédula. —Hablo en serio, Nayeonnie.

El pulso se le aceleró, alzó la taza vacía y fingió beber un trago de café, sólo para romper el contacto visual sin que resultara demasiado evidente. Buscó desesperada algo impersonal que decir para llenar el silencio. Al no encontrar nada, comenzó a urdir una excusa factible para levantarse y marcharse. La excusa se la dió un inesperado crujido del estómago.

—No digas nada —Advirtió cuando la alfa enarcó una ceja con gesto divertido.

—Eh... yo no hice ningún ruido.

—Voy a pedir el desayuno —Se incorporó. —¿Quieres algo especial?

—Bueno, eso depende... —Repuso, al tiempo que realizaba una lenta evaluación de su cuerpo antes de volver a mirarla a los ojos. —¿Tu pregunta se refiere al desayuno o es algo... más general?

—Jeongyeon, ¡Al desayuno! —Esperó no tener la cara totalmente ruborizada como la sintió. ¿Por qué de repente su mente empezaba a darle a cada comentario inocente un matiz sexual? Comprendió que ella había preguntado algo y le pidió que lo repitiera, ya que no había oído nada.

—He dicho que, como sólo te estás ofreciendo a pedir el desayuno, me tendré que conformar con algo aburrido, como fruta, café y bacon con huevos.

Su risilla la siguió hasta el interior de la cabaña, aunque retuvo en la cabeza el tono seductor de su respuesta inicial durante mucho más tiempo.

Jeongyeon dejó a un lado la propuesta de compra que había estado intentando estudiar en cuanto oyó una llamada a la puerta y a Nayeon yendo a abrirla. Entró en la cabaña justo cuando ella empujaba un carrito con platos cubiertos en dirección a la cocina.

—¡Justo a tiempo! —Comentó, levantando las tapas. —Me estoy muriendo de ham... ¿Qué...? —Calló con expresión de desagrado y observó a la sonriente castaña que aún no había visto el contenido de la bandeja. —No te entusiasmes demasiado... —Advirtió. —¡Todo está crudo! 

—Lo sé. —indicó la omega con expresión radiante. —Lo pedí así.

—¡¿Qué?! —Exclamó la alfa, con terror.

—Cuando llamé, preguntaron si lo quería hecho o crudo. Dije...

—Adivino lo que dijiste, Im Nayeon. ¿Lo que quiero saber es por qué? —Jadeó con tristeza hasta en el estómago. 

—Para poder prepararlo yo misma, desde luego. 

—¡Oh, Dios! —Fue una auténtica plegaria para una intervención divina.

—Al principio no imaginaba por qué la cocina era tan completa... —Continuó. —Pero al parecer Kim ha tenido esta idea fabulosa para la gente que considera que cocinar es una actividad de recreo y a la que, como a mí, le encantaría hacerlo durante su estancia.

A Jeongyeon no le cabía ninguna duda de que a Nayeon le gustaría cocinar en cualquier parte, pero la verdad era que no podía. Y sin descartar que cocinar podía ser una actividad de recreo para algunas personas, ella, y probablemente todos los gobiernos extranjeros, habrían clasificado sus esfuerzos como experimentos con armas químicas.

—Cariño, creo que lo mejor es que pidiéramos nuestras comidas preparadas.

—¿Por qué? —preguntó la omega, hundiendo el entrecejo.

—Hmm... Porque representará menos molestias. No tenemos lavavajillas y...

—Eso no es problema, Jeonguie. —Le interrumpió la omega —Todo vuelve al hotel. Después de todo, nadie considera lavar platos, una actividad de recreo.

—Nayeon, cariño... —Intentó con toda suavidad. —Sigue siendo mucho trabajo para ti. De verdad que odio verte ocupada en...

—¡Para ya! —Estalló enfadada. —No soy estúpida. Tus objeciones se deben a que crees que no sé cocinar, ¿Verdad? ¡Vamos, sé sincera! ¿Verdad? —Exigió.

—No. —Dijo, ¿Quería sinceridad? —No se debe a que crea que no sabes cocinar, se debe a que sé que no sabes cocinar. 

—¡Te he dicho que he estado tomando clases de cocina! —Se defendió Nayeon.

—¿A cuántas has asistido? —preguntó haciendo un mohín al divisar por centésima vez, si algo estaba apto para comer sin la intervención de la omega.

—Medio semestre. —Respondió de inmediato.

—¿Cuántas clases, Nayeon? —Insistió volteando los ojos.

—Cinco, ¿de acuerdo? Asistí a cinco lecciones antes de mi último viaje. Y si no hubiera tenido que viajar, ya casi habría acabado la fase de principiante. Para tu información, mi maestro dijo que yo era una verdadera promesa.

—Lo mismo me dijo mi profesor de ciencias de octavo, y dos años más tarde casi hago volar el laboratorio, cariño... —Repuso la alfa, con todo su humor.

—Bueno, si eres tan inútil, mantente alejada de la cocina. ¡Toma! —Le empujó un plato con bacon y dos huevos crudos. —No me importa cómo te los comas, si te los llevas al hotel o te los metes por...

—¡Por amor al cielo, Nayeon! No es un pecado que alguien no sepa cocinar. ¿Por qué volverte loca por hacer algo para lo que no has nacido? ¿Cuál es tu obsesión por demostrar que puedes cocinar? ¿Acaso crees que saber montar un suflé te hará más femenina o atractiva, eh? —preguntó la alfa, ahora con desesperación.

—¡Deja mi feminidad en paz! ¿De acuerdo? Y para tu información, soy felíz con ella. ¡Cuando no lo sea, estudiaré procedimientos de implante de pechos y no libros de cocina! —Le dijo entre dientes.

—¿Qué? —preguntó la alfa, ahora confundida.

—Y además... —Agitó un tenedor ante su cara. —, no intento probar nada ante nadie y menos ante ti, Yoo Jeongyeon. Disfruto cocinando, me relaja y hace que me sienta creativa... —La alfa dió un paso atrás y permaneció muda. —Y un día seré tan buena que abriré mi propio restaurante y cuando lo haga —Entrecerró los ojos con férrea convicción en su contra —, voy a contratar al guardia de seguridad más grande y duro, y le daré instrucciones para que, especialmente tu, no tengas permitido entrar. —La pelicorta no pudo evitar sonreír. —¿Qué es tan gracioso? —preguntó, aún señalándole con el tenedor.

—Un restaurante, ¿eh? Bueno, sí, supongo que es posible... 

—¿De verdad? —La expresión de ella se animó en el acto.

—Mhm. Por supuesto, tendrás que esperar que el guardia de seguridad sea barato... —Le guiñó un ojo. —Porque, cariño, con tu fama de cocinera el seguro te comerá todos los beneficios.

—¡Eres una idiota Yoo Jeongyeon! —Refunfuñó dominada por el dolor y la furia, empujó el carrito en su dirección y salió de la cabaña mientras la alfa saltaba sobre una pierna y se agarraba la otra, maldiciendo.

Durante un momento la omega pensó que iba a decirle algo que la animara, algo como "supongo que es posible... con trabajo duro y decisión". ¡Pero que rayos esperaba de alguien como esa tonta alfa! Tenía que seguir machacándola. ¡Cómo si ella fuera una experta! Probablemente no había entrado en una cocina desde que descubrió que no tenían camas. 

Nayeon siguió un sendero que había a su derecha, demasiado indignada para considerar las exóticas plantas tropicales y los enormes árboles como algo que no fuera un lugar para ocultarse en caso de que Jeongyeon decidiera perseguirla. Pero cuando plantó el pie descalzo sobre una rama lanzó un juramento, y estudió con más detenimiento la densa vegetación de la isla, preguntándose si no debía revisar su plan. ¿Qué podía ser peor? ¿Enfrentarse a una serpiente escurridiza y venenosa o a Jeongyeon? Nerviosa, miró por encima del hombro, luego rió. ¡Cómo si hubiera alguna diferencia perceptible!

Al comparar a Jeongyeon con los reptiles más mortíferos del mundo, no fue consciente de la luz del sol cada vez más intensa, hasta que parpadeó ante su brillo cuando la vegetación terminó. Alzó la mano para protegerse los ojos y contempló una escena de tanta belleza y tranquilidad que eliminó gran parte de la tensión acumulada en su cuerpo.

Se hallaba en el extremo exterior de una playa de arena blanca con forma de herradura, bañada por un agua tan centelleante que parecía aguamarina líquida.

—Bastante espectacular, ¿eh? —preguntó detrás de ella.

—Hasta que tú apareciste. —Habló sobresaltada.

—Mira, lo siento Nayeonnie...

—Los actos hablan mejor que las palabras, así que demuéstralo y/o piérdete, idiota. —Murmuró aquello último.

—Oh vamos, Nayeonnie... —Un manantial de chispas estalló en el interior de la omega, cuando las manos de Jeongyeon se posaron en sus hombros desnudos. —Escucha...

A la omega, el corazón le latía con tanta fuerza que ahogaba todo sonido y como si eso no fuera suficiente, sus hormonas traidoras habían pasado al modo festivo y la tentaban para que se apoyara más contra ella.

—No pretendía molestarte, ¿Entiendes? —Continuó. —De verdad, pensé que bromeabas con lo del restaurante, nunca antes lo habías mencionado y...

—No... solo no hablo de ello, porque prefiero evitar las burlas...

Jeongyeon gimió mentalmente cuando Nayeon parecía a punto de llorar. Si alguna vez se había sentido una estúpida mayor, no recordaba cuándo.

—Aparte de ti, jamás se lo mencioné a nadie. Pero no te preocupes, no volveré a cometer el error de expresar mis sueños en público. Ni siquiera te lo habría dicho a ti, si no me hubieras enfadado tanto —Hundió los hombros. —Reaccionaste como si querer prepararte el desayuno fuera el crimen del siglo, como si fuera a envenenarte adrede o algo parecido. Jamás haría algo así... —Susurró aquello último.

—Oh no cariño... lo siento. La verdad es, no fue tanto la idea de que cocinaras, sino que... —La alfa no emitió palabra alguna, solo su mente divagó en lo que realmente pudiera explicar a Nayeon, "¿Qué, idiota?", se burló su loba. "¿Que de pronto te diste cuenta de que aunque es incapaz de preparar un bocadillo de mantequilla de cacahuetes, comerías cristal para conseguir meterla en tu cama? ¡Vamos, dile eso! Responderá de miedo ante esa explicación". La alfa tragó, sumergida en la profunda penumbra de su mirada.

—¿Qué? —insistió la omega.

—Es toda esta loca situación... —Improvisó, haciéndola girar para que la mirara —, de verdad lamento haberte herido, Nayeonnie y si... —De pronto ella la agarró por el cuello de la blusa y redujo la distancia entre ellas a menos de un milímetro. Tenía los ojos tan abiertos como platos, y la alfa experimentó al mismo tiempo alarma y excitación. —Nayeonnie, ¿qué...?

—Shhh... —Siseó. —Esta situación de la que hablas está a punto de alcanzar su clímax. Momo está bajando, en dirección hacia nosotras, por el sendero que hay detrás de ti.

—¿A cuánta distancia se encuentra? —Contuvo el impulso instintivo de dar la vuelta y maldijo.

—A unos veinte metros. ¡Y acercándose! Tal vez podamos desaparecer en la playa —Le aferró el brazo y se volvió hacia esa dirección. —¡Vamos, vamos!

—¡No! —Jeongyeon la detuvo. —Si corremos notará nuestra presencia y solo lograremos llamar su atención, Nayeon.

—¡Y si no, también nos identificará! —Otra vez tiró de su brazo, pero su resistencia la frustró de nuevo.

—Nayeon, este es el único camino para salir de la playa, si se planta aquí, estaremos paralizadas hasta que se marche. ¡Podría tardarse horas!

—¡Bien, nos arriesgaremos a una insolación! —Musitó, empezando a creer que el único modo de mover a Jeongyeon era llamar a Momo para que la agarrara del otro brazo. —¡Vamos muévete! —Aunque tiró con todas sus fuerzas, fue un ejercicio inútil ante la superioridad física de la alfa —¡Jeongyeon-ah! —Susurró frenéticamente cuando la más alta la pegó a un árbol por el que Hirai pasaría en unos segundos. —¿Qué-qué crees que haces? —Musitó cuando estuvo tan cerca de sus labios, que casi los tocaba.

—Besarte. —Respondió la alfa, sin poder apartar los ojos de su boca —Considérate advertida está vez... 

Bueno, oficialmente se convirtió en un delicioso hábito. 

Ahora sí me iré a dormir, jajsjsjs te quiero, descansa tu♡

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