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Seis:

El trayecto desde el aeropuerto se realizó en el helicóptero privado de los Kim, con el propio Namjoon al mando del control. 

Una mala elección de asiento situó a Jeongyeon justo detrás del piloto, quedando a merced de Irene y Nayeon. Si las miradas pudieran matar, supuso que moriría de heridas múltiples antes de que aterrizaran, provocadas por ese par de omegas.

Cuando Kim insistió en que todos se pusieran auriculares con micrófonos para poder hablar por encima del ruido, comenzó a preocuparse de que Irene pudiera formular preguntas incómodas sobre su matrimonio y que Nayeon contradijera lo que la alfa ya había dicho.

Por suerte, en cuanto Kim se puso los auriculares, se lanzó a un monólogo inagotable sobre el estado de la isla cuando la compró veintitrés años atrás, y cómo había sido su visión y su genio financiero los que la habían convertido en una empresa multimillonaria como lo era en la actualidad.

Hasta el momento nadie había sido capaz de intervenir, y Jeongyeon se sintió agradecida por haber oído la historia tres veces en tres días, si el viejo alfa titubeaba, podría empujarlo con algo como "Sr. Kim, cuéntele a Nayeon cómo usted..." antes de que Irene pudiera abrir la boca y ponerlas en un aprieto. Les regaló con una vista de los rasgos naturales de la isla, y de los artificiales que contribuyen al Illusion Resort Complex. 

Nayeon se mostró complacida, pero no hasta el punto de que Kim Namjoon se sintiera confiado a elevar su ya exagerado precio por la venta de la isla. Era un alivio saber que, sin importar lo irritada que estuviera con Jeongyeon, jamás permitiría que sus sentimientos fueran un estorbo en medio de las negociaciones. Quizá fuera una romántica empedernida, cuya forma de pensar resultaba incomprensible, pero era la persona más leal que Jeongyeon conocía. Bajo ningún concepto le fallaría a ella o a Jyp Resort Corporation.

—Nayeon-ssi, me temo que, como Jeongyeon nos avisó que vendrías hace unas pocas horas, no tendremos disponible una de nuestras suites más grandes hasta mañana por la mañana... —Le indicó el alfa, mientras la ayudaba a subir a un carrito motorizado de golf para realizar el trayecto desde el helipuerto hasta el hotel. —No obstante, si consideras que la suite actual de tu esposa es un poco pequeña para dos personas, a pesar de ser una de las más prestigiosas —Se apresuró a añadir. —, entonces a Irene y a mí nos encantará que pasen la noche en nuestro ático —Le sonrió a su omega. —¿No es así, cariño?

A la faceta perversa que había en Nayeon le hubiese gustado atribuir la expresión en blanco en la cara de "Cariño" como prueba de que era tan estúpida como había creído, pero lo más probable es que no hubiera oído la invitación de su alfa, concentrada en enviarle miradas ardientes a Jeongyeon sin siquiera disimular esas asquerosas feromonas dulces de piña, ¡Iuj! Le ponía ojos a esa tonta alfa, incluso a espaldas de Kim. Sospechaba que en cuanto Jeongyeon se quitara la camisa, mostraría las quemaduras de su escrutinio. Kim Irene era tan sutil como el diamante del tamaño de una pelota que llevaba en su mano izquierda.

—Es precioso, ¿verdad? —Comentó la pelinegra, al notar la dirección de los ojos de Nayeon, plantándole la enorme piedra ante la cara. —Nam eligió el diamante, pero yo diseñé el engaste.

—Es... es único. —Habló la omega castaña, antes de añadir —Jamás había visto tanto detalle en oro blanco.

—En realidad, es platino. Soy alérgica a los metales baratos, ¿verdad, cariño? —Le sonrió a su alfa cuando la ayudó a subir al carro.

—Para sufrimiento de mis contables, que no tienen idea de lo mucho que un alfa desea complacer a la omega que ama —Río entre dientes y le guiñó un ojo a Jeongyeon. —Creo que sería buena idea dejar que ellas se sienten juntas atrás, de ese modo podrán charlar de joyas y moda todo lo que quieran, mientras nosotros hablamos de negocios. 

Nayeon no debatió el comentario sexista, notando que a Jeongyeon no le entusiasmaba más que a ella la idea de Kim.

—Veo que no eres muy aficionada a las joyas, Nayeon. —Habló Irene, en cuanto se pusieron en marcha. —No he podido evitar notar que no llevas ningún anillo de bodas.

Jeongyeon sintió un nudo en el estómago ante la pregunta de esa omega entrometida y el tono de su voz. Eso era lo que había estado temiendo. Se esforzó por oír lo que decía Kim sobre unos movimientos recientes en el mercado de valores y la conversación en el asiento de atrás.

—¡Oh, pero me encantan las joyas! —Repuso Nayeon con una risa encantadora que Jeongyeon reconoció como falsa. —Pendientes, brazaletes, anillos... lo que digas. Tengo docenas. ¿No es verdad, Alfa? —Preguntó, sin darle ocasión para responder y Jeongyeon salivó al oírla referirse a ella de ese modo tan íntimo, ¿era necesario? —Por desgracia, tiendo a hincharme cuando vuelo, de modo que no puedo llevar nada que me apriete. ¿Ves? —En prueba, estiró las manos hasta dejarlas entre los dos asientos, para que Kim también las viera.

Al mirarlas, Jeongyeon supuso que los dedos largos y elegantes podrían haber estado mínimamente hinchados, pero sólo lo habría notado alguien que la conociera muy bien, aunque Irene no quedó muy convencida.

—No se preocupen, regresarán a la normalidad en unas horas. —Continuó ella, como si todo el mundo se hubiera quedado boquiabierto y horrorizado. —Y podré volver a ponerme mis anillos. He de reconocer que me siento desnuda sin ellos. —Habló nuevamente fingiendo pesar.

—Sé lo que quieres decir —Coincidió Irene. —No hay nada como un anillo de boda para hacer sentir a una persona realmente casada. Lo cual, desde luego, es el motivo por el que tantos alfas se niegan a llevar uno... Dime, ¿Jeongyeon usa el suyo? —La antes nombrada notó la pausa forzada y apenas contuvo la tentación de decirle "Déjalo ya, Irene, tú sabes que no lo llevo".

Sólo pudo suponer que Nayeon debió sacudir la cabeza, ya que la siguiente pregunta de Irene fue un espanto.

—¿Y eso no es un motivo de preocupación para ti? —Alzó los ojos aquella omega que no daba crédito a su respuesta.

—No. ¿Por qué debería de serlo? —Habló Nayeon con naturalidad. Obvio qué si fuera su alfa la pondría de los pelos, pero como lo fingía, le daba igual que se pusiera tal anillo. No había tal crisis, si no.

—Oh... Bueno, no hay ningún motivo, por supuesto... supongo —Repuso Irene con un gran titubeo teatral. —Es que la mayoría de las omegas que conozco, se sentirían engañadas si sus alfas no quisieran llevar el anillo de bodas. Después de todo, no sólo declara que queda prohibido para otras omegas, sino que es la declaración definitiva de su absoluto compromiso con su matrimonio.

Y Nayeon jamás había oído tanta verdad en la boca de una omega como Irene, pero se trataba de una farsa, por supuesto que todo lo que las salvara estaba bien. La omega castaña sonrió encantadora.

—¿De verdad? Qué extraño... —Jeongyeon contuvo una risa ante el tono incrédulo de Nayeon. "Como si no pensaras lo mismo" pensó la alfa a un céntimo de entornar los ojos. —Todos los omegas y alfas que yo conozco consideran que los votos del matrimonio son la declaración definitiva de su compromiso. —Frunció los hombros.

—Recuerda lo que te dije, Nayeon-ssi —intervino Kim, cuando entraron en la elegante recepción del edificio principal del hotel. —Nos encantaría tenerlas como invitadas esta noche si...

—¡Oh no, Señor Kim! Ni se nos pasaría por la cabeza irrumpir en su espacio privado. Después de todo, usted y Jeongyeon están enfrascados en discusiones de negocios, y soy una firme partidaria de mantener separadas las relaciones profesionales de las personales —"¡Aunque Irene carece de semejantes inhibiciones!", pensó al notar que la omega en cuestión dirigía sus ojos de dormitorio y sus gestos sexys en la dirección de su "Amada esposa". 

Como las cosas siguieran así, tendría que pegarse a Jeongyeon las veinticuatro horas o seguir a Irene con un cubo con agua fría. 

—En realidad, Señor Kim —Ofreció la mejor de sus sonrisas. —, me fascinan esas cabañas que sobrevolamos en el otro extremo de la isla. ¿Existe la posibilidad de que Jeongyeon y yo podamos alojarnos en una de ellas?

—¿Una cabaña? —La pelicorta se mostró más sorprendida por la petición, que Kim.

—Oh cariño, sé que odias no poder recibir un servicio de habitaciones inmediato. —Habló Nayeon, rodeando uno de sus largos brazos con ambos de los suyos. —Pero después de pasar las últimas cinco semanas rodeada de botones y empleados, me encantaría relajarme en una atmósfera un poco menos comercial. El aislamiento y la soledad de una cabaña alejada del hotel principal me parecen celestiales. Y bueno... En realidad no hemos podido estar a solas desde que regresé de mi viaje. —Aseguró compartiendo una mirada que a los ojos de la alfa, quiso ser cómplice.

La risita de Kim le indicó que había interpretado sus palabras del modo en que ella deseaba, mientras que el destello de aprobación en los ojos de Jeongyeon significaba que había comprendido el mensaje más sutil dirigido a ella "cuanto más lejos estuvieran de los Kim, mejor".

—Es una idea estupenda, mi amor... —La voz de Jeongyeon sonó baja y con la consistencia de la miel. La abrazó por detrás y la pegó a su cuerpo besándole el cuello y el lóbulo de la oreja. —Estoy de acuerdo, una cabaña sería perfecta.

Jeongyeon desempeñaba tan bien su papel de esposa, que Nayeon vió mariposas al sentirla en su espalda y mirarla a los ojos cuando se giró, sin soltarse de su abrazo.

Cuando la alfa siguió contemplándola como si aguardara alguna respuesta, Nayeon se preguntó si quizá las esposas agradecidas debían besar a sus alfas en ocasiones como esa, pero decidió dirigirle una sonrisa radiante. Dados los efectos secundarios del beso que le dio en el aeropuerto, cuanto menos tontearan con eso, mejor.

—¿Y bien, Señor Kim? —preguntó Jeongyeon, sin soltarla. —¿Hay alguna cabaña disponible? 

—Lo averiguaremos enseguida. Y si la hay, me ocuparé de que dispongan de servicio de habitaciones las veinticuatro horas, y no de siete de la mañana a diez de la noche. —agregó con amabilidad.

—Es usted muy generoso. —Agradeció la alfa. —Pero será completamente innecesario. Después de estar cinco semanas lejos de mi omega, el único servicio de habitaciones que necesitaré durante la noche no requerirá una llamada a recepción, puede estar seguro.

Nayeon casi se atraganta por el rubor que invadió en su rostro, cuando la sonora carcajada de Kim reverberó y sonó por el vestíbulo del hotel, atrayendo toda la atención hacia ellos. Metida bajo su abrazo, se sentía como una muñeca y posesión de esa alfa tonta.

Entonces lo supo, ella lo estaba disfrutando. De buena gana se habría soltado de su "afectuoso" abrazo y de la falsa caricia de sus dedos en su baja espalda, para largarse del hotel. Por mucho menos le habría roto sus bonitos y demasiado perfectos dientes. Pero recordó su misión y le pasó un brazo por la cintura, pellizcándola sin que nadie la viera. Con fuerza, mucha fuerza.

Aunque Jeongyeon no mostró señal exterior de que le había causado algún dolor, la soltó en el acto y se reunió con Kim y un beta uniformado en la recepción del hotel, dejándola sola en mitad del vestíbulo, sintiéndose aún más observada. 

Al dirigirse hacia unos sillones de bambú, se encontró con la expresión furiosa de Kim Irene, que aguardaba un ascensor. En ausencia de su alfa, la increíblemente atractiva morena no hizo ningún intento por ocultar el desagrado que le producía Nayeon, y el mensaje que irradiaban sus ojos chocolate habría sido obvio para cualquier mujer de más de quince años. "Te lo advierto, sé lo que quiero y pretendo conseguirlo".

A Nayeon no le cabía ninguna duda de que si Irene estuviera soltera, Jeongyeon habría aceptado en un segundo lo que le ofrecía, sin importar que estuviera en viaje de negocios o no, pues la omega pelinegra era su tipo. Hermosa, piernas largas, bien parecida... de acuerdo, muy bien parecida. Pero así como no había duda de que Irene conocía que poseía las armas sexuales para librar batalla por la atención de Yoo Jeongyeon, había algo que no sabía y que Nayeon sí; a pesar de su fama de mujeriega y de sus legendarias relaciones sexuales, para Jeongyeon el matrimonio ajeno era sagrado.

Además de que sabía que en cuanto Jeongyeon tomaba una determinación, nada ni nadie podía conseguir que la cambiara. Irene podía mostrarse tan decidida como Juana de Arco y lanzarle desafíos silenciosos hasta que su silicona se derritiera, pero la cuestión era que, sin importar cuánto meneara las caderas, frunciera los labios o mirara a Jeongyeon con esos hermosos ojos, no le serviría de nada.

Contuvo la risa al imaginar hasta dónde podría llegar Irene en su intento por intentar convencer a Jeongyeon, de que necesitaba de su atención.

Así como aceptaba que en una contienda de atractivo sexual con Irene, ella estaría prácticamente desarmada, la omega perversa que llevaba dentro no pudo resistir la malvada diversión de observar a esa mujer fatal agotarse en una guerra de seducción que le era imposible ganar. Con la compra de Illusion Island en juego, Nayeon podía tener dos cabezas y un cuerpo retorcido, que Jeongyeon no se iba a arriesgar a mirar dos veces a Irene aunque la tuviera desnuda de cuerpo entero frente a ella. Pero la otra no lo sabía, y con sus curvas voluptuosas y boca fruncida preparaba confiada todos sus torpedos.

"Bueno, puedo parecerte un bote de remos, Kim Irene —Pensó Nayeon —, pero veremos al final, quién sale volando del agua."

Hola, buenas noches...

Publicaré uno más, luego♡

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