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Once:

Ambas ya habían regresado a la cabaña, después de que Jeongyeon se percatara de la presencia de Momo en el Hotel.

—¡No vas a ponerle fin a este matrimonio, Nayeon! ¡Y no hay más que hablar! —Exclamó la alfa, arrojando la llave de la cabaña con tal fuerza que resbaló por la mesa hasta caer a los pies de ella. 

Mientras Nayeon la recogía, la alfa se dirigió al bar.

Park siempre les había dicho que el autocontrol era el elemento más crucial para retener la ventaja en todas las situaciones. Vivir de acuerdo con ese lema nunca había sido fácil para la omega, a pesar de la naturalidad con la que Jeongyeon y el padrino lo habían conseguido. Aunque en el caso de la pelicorta, hasta ese momento no recordaba haberla visto nunca tan enojada e irritada a la vez. Por lo general era ella quien se exaltaba y la alfa mantenía una calma estoica cercana a la indiferencia.

Había que reconocer que al principio se tomó la noticia con su normal ecuanimidad, explicándoles al borracho Kim y a su suspicaz esposa Irene, que Nayeon no se encontraba bien y que deseaba llevarla a descansar. Pero el regreso del hotel a la cabaña, había sido una imagen borrosa de vegetación tropical para Nayeon, porque Jeongyeon la arrastró por el sendero estrecho sin parar de musitar cosas.

—¡Hablo en serio! Permaneceremos casadas. ¡Fin de la historia! —Decidió por sobre la mirada que Nayeon le dedicó.

—Sabes que el hecho de que Momo se encuentre aquí lo cambia todo... —Hizo caso omiso de la mirada asesina que la alfa le dirigió, mientras abría una botella de cerveza. —Hablémoslo de forma racional. Las tres.

—¿Las tres? —Le tembló la mano y se quedó con la botella a medio camino de la boca. —¿No olvidas a alguien? —preguntó alzando una ceja. 

—¿A quién? —Nayeon frunció el ceño.

—¿El nombre de Myoui Mina te hace sonar, digamos que, alguna campanilla nupcial? —preguntó la pelicorta con ironía, antes de beberse el trago que había dejado a medio camino.

—Mina no está aquí, Jeonguie... —Al menos, era lo que ella creía.

—Estás segura, ¿no? —Soltó una risa algo cruel para el gusto de Nayeon.

—Sí. Momo estaba sola. —Dijo con una seguridad admirable para la alfa.

—¿¡Quieres despertar de una vez, Nayeon!? Eso no significa que su esposa no se hallara desnuda bajo las sábanas, esperándola arriba, ¿no? —Musitó con sequedad y Nayeon le reprochó con la mirada.

—Jeongyeon... —Gimió ante esa imagen.

—¿No, Nayeon? —Repitió con notable exasperación. —Puede que desees creer que el matrimonio de Hirai no es... un matrimonio de verdad, pero no lo sabes con seguridad. ¿Verdad? —Insistó cuando ella no le respondió la primera vez.

—¡De acuerdo! Si te hace feliz, no. Supongo que es posible que Mina estuviera arriba esperando por ella. —dijo alzando los hombros con disconformidad.

—Más que posible, si conozco a Hirai. —Alzó la botella en un brindis como muestra de una cruda ironía.

—¡Se acabó! Tu no la conoces, así que no discutiré eso contigo. —Respiró hondo para calmarse y se recordó que era natural que Jeongyeon estuviera molesta por la inevitable pérdida de la compra de Illusion Island. —Mira Jeongyeon... —Añadió, sorprendida de poder sonar tan tranquila —, aunque Mina se hallara arriba... eso no cambia nada, ¿de acuerdo?

—¡Qué no cambia nada! ¡Maldita hipócrita! —Le recriminó con los ojos muy abiertos.

—Yo... yo... —El asombro y la indignación hicieron que tartamudeara. —¡No lo soy! ¿Cómo te atreves, imbécil...? 

—¿Cómo llamarías a una persona que ridiculiza a alguien por algo y que luego se da la vuelta para anunciar que ella va a hacer lo mismo? —Le retó entonces la alfa, con los ojos demasiado abiertos.

—¿A quién ridiculice? —preguntó la omega, no dando crédito a sus estúpidas palabras.

—¡A Irene! Pero olvídate de eso... —Agitó la botella. —Probemos con esto, ¿Cómo llamas a alguien que promete hacer algo por alguien y luego se retracta cuando encuentra otra cosa que le gusta más? ¿Eh? —Demandó. —¿O a alguien que le da la espalda al hombre que la crió la única vez que él cuenta con ella? ¿Cómo, Nayeon?

—¡No eres justa! ¡No es mi culpa que esto le vaya a costar al padrino el negocio! ¡Tú eres quien quiso que fingiéramos que estábamos casadas, idiota! —Le recrimina ahora con molestia.

—¡Sí, pero no soy yo quien le pone fin porque me vuelve loca una tonta alfa casada, y no quiero admitir que han estado tonteando conmigo! —La feroz acusación pareció reverberar en la habitación. Jeongyeon supo que se había pasado con sus palabras, cuando Nayeon no replicó en el acto con algún comentario sarcástico ¡Maldita sea! ¿Qué le sucedía? Estaba sacando las cosas de quicio. 

La situación requería un replanteamiento lógico, pero en vez de eso había dejado que su temperamento la hundiera en una ciénaga. Ella se la quedó mirando con ojos nublados por el dolor. Era evidente que Hirai le importaba de verdad. 

—Lo siento, Nayeonnie. Fue un golpe bajo, perdóname, por favor.

La realidad era que lo sentía por mucho más, aunque reconocer algunas de las cosas que le pasaban por la cabeza no ayudaría en nada. Esa noche la había sacudido, incluso antes de que la estúpida de Hirai Momo hubiera entrado en la ecuación. El único pensamiento que tenía en la pista de baile había sido saber si Nayeon había fantaseado alguna vez con hacer el amor con ella. 

Jeongyeon se agachó para sacar otra cerveza de la mini nevera y el sonido alto e inesperado de una risa dulce, hizo que alzara la cabeza con brusquedad sin pensar en el borde de la barra.

—¡Ah! —Se quejó y posó sus dedos allí en el punto palpitante sobre su cabeza.

—¡Bien merecido te lo tenías!

La cara de la omega exhibió una mueca de satisfacción malvada, que hizo que la alfa pensara si le había estado leyendo la mente. Jeongyeon pensó que era lo que le faltaba.

—¿Sangra? —preguntó, cuando la pelicorta bajó la mano y la inspeccionó.

—Lamento decepcionarte. Lo peor que podemos esperar, es un dolor de cabeza más tarde. —Bromeó la misma, retomando el trago de su botella.

—Quizá eso disminuya tu exceso de lívido, que proyecta un matiz sexual en todo —Musitó. ¡Luna!, pensó Jeongyeon ¡Ella le había leído la mente! —Apoya la botella en la cabeza. —Le aconsejó, con media sonrisa burlona.

—¿Eh? —Parpadeó la pelicorto, regresando de sus pensamientos.

—El frío ayudará a la hinchazón. —indicó Nayeon, señalando en dirección hacia la botella. 

—¿Mi lívido? —Razonó luego de un rato.

—¡Así es! —Se burló Nayeon. —Ni en el polo norte lo conseguiría. Me refiero a tu cabeza. 

—Oh, es verdad —Siguió su consejo e hizo una mueca ante el contacto. —Explícate.

—El frío parará...

—¡Eso no! Explica qué te resultó tan gracioso hace unos momentos. —Volteó los ojos.

—Oh claro. Tu suposición de que me retiraba de nuestro "matrimonio" porque estoy loca por Momo —Le clavó la vista como láseres al rojo. —Jamás dije eso.

—Tú dijiste...

—Sé exactamente qué dije —indicó alzando el mentón con altivez. —Y no fue eso. Tu lo entendiste mal.

—¿Entendí mal "Odio decirte esto, Jeongyeon, pero nuestro matrimonio se acabó. Hirai Momo acaba de entrar en el ascensor"? —Relató con la expresión evidentemente incrédula.

—¡Sí! —Exclamó. —¿Ves? ¡Lo entendiste todo mal alfa tonta! —Cruzó la estancia con el ceño fruncido. —Deja que te vea la cabeza. —No sé oía ninguna simpatía evidente en su voz, pero los ojos tenían una expresión claramente más suave. 

Jeongyeon apartó la botella e inclinó la cabeza, y unos segundos después los dedos de ella se movieron entre su pelo para tantear el pequeño chichón. La sensación hormigueante que experimentó, podría haber sido causada por el golpe, pero, en ese caso lo mismo le habían sucedido a sus hormonas, porque era como si estuvieran en Disney. Unos profundos ojos miraron los suyos mientras continuaba acariciándole el cráneo.

—¿Te duele mucho? —preguntó con voz blanda por la preocupación. —No parece muy hinchado.

—¿No? —preguntó ella, para darle al siguiente pensamiento "Si sigues así, no tardará en hincharse", y de inmediato se aclaró la garganta. —Es como el infierno... —En realidad, la mejor comparación era el cielo, pero no se había quedado del todo estúpida.

Nayeon le quitó la botella de la mano y con suavidad la apoyó contra la zona golpeada. Acción que la aproximó más a la alta y al estar entre sus suaves curvas y la barra, reactivó el recuerdo de la sensación de tenerla moldeada a su cuerpo en la pista de baile.

—La cuestión, Jeongyeon —Dijo, sin tener la menor idea del efecto que obraba en ella —, es que Hirai Momo sabe que yo no estoy casada, ni contigo ni con nadie.

—Mhm... —Volvió a respirar hondo, tratando de identificar su aroma, que comenzaba a envolver sus sentidos. —¿Y?

—¿Y? —Se impacientó y dejó la botella con fuerza sobre la barra y plantó la cara a unos centímetros de la de la alfa —Puede que engañemos a Sir Lujuria y a Irene Lascivia, pero no a Momo. ¿Comienzas a entender algo de lo que quiero decirte?

Lo único que deseaba Jeongyeon en ese momento era poner las manos en sus caderas, pegarla a ella y lamer esos labios fruncidos hasta que se separaran para tomarlos en su boca. De pronto ella se dirigió al otro extremo de la habitación y su fantasía se vió arrancada cruelmente.

—¡No puedo creer que Momo haya elegido este hotel! —Musitó como una queja. —Demonios, ni siquiera sé cómo pensamos que saldría bien aunque ella no hubiera venido.

—Nayeon... Esto puede funcionar.

—Déjalo, Jeongyeon. Nos hemos visto atrapadas en nuestra propia red de mentiras y...

—No, todavía no.

Nayeon suspiró. Cuando se trataba de negocios, con la excepción de Park, Jeongyeon era la persona más monotemática que conocía, lo cual probablemente fuera bueno, ya que esa noche ella no había pensado para nada en los negocios. En el pasado había aceptado el atractivo de Jeongyeon como la noche sigue al día, pero en menos de veinticuatro horas la atracción hacia la alfa parecía más ardiente y cegadora que el sol.

—Nayeonnie, escúchame... estoy segura de que podemos sacarlo adelante si unimos nuestras cabezas.

El tema le invocó a Nayeon una imagen que no tenía nada que ver con la cooperación intelectual y que casi rozaba la copulación, por lo que sacudió con vigor la cabeza. En menos de un abrir y cerrar de ojos la alfa recortó la distancia que las separaba y la agarró de los hombros

—Vamos cariño, sabes lo importante que esto es para el padrino —Insistió. —Toda su vida ha estado tratando de comprar una isla. Se morirá si pierde esta oportunidad...

—Esto Yoo, es chantaje emocional. —Tartamudeó cuando las manos de ella subieron hasta su cuello y le alzaron la cabeza para que la mirara. —Mhm... Reconozco que se sentirá decepcionado, pero no podemos evitarlo.

—Sí que podemos. —Afirmó, su proximidad y contacto hicieron que las feromonas de la omega sugirieran, cosas que habrían hecho que Irene pareciera tímida con los hombres. —Te estás rindiendo con mucha facilidad.

En ese momento libraba la batalla de su vida contra las tentaciones que jamás había esperado sentir ante Jeongyeon. Era como de la familia, por todos los cielos.

—Estoy siendo sensata y realista. —Se preguntó a sí misma y a la vez alejándose de Jeongyeon "¿Alguna vez había pronunciado palabras más ciertas?" —No hay modo en que podamos sacar esto adelante. Fue una idea totalmente loca desde el principio, pero ahora es imposible.

—Nayeonnie por favor, escúchame. Tenemos que analizarlo con calma, ¿Por qué no preparo una copa, nos sentamos y consideramos las opciones que tenemos? 

Para Jeongyeon resultaba muy fácil hablar de calma, porque no se encontraba como ella, que su nivel de control la estaba traicionando debido a que estaba a punto de desnudarse y arrojarse sobre ella y pensaba "¿Acaso estoy borracha?" No parecía probable, ya que había bebido pocas copas de champán, aunque sería una forma ideal de explicar cómo se sentía. Si en la pista de baile había pensado que era vulnerable, no se comparaba con lo que sentía en ese momento. Permanecer cerca de ella e introducir más alcohol en un cuerpo ya embriagado era una locura.

—No quiero una copa, y se supone que no debes beber tras recibir un golpe en la cabeza.

—Bueno, de acuerdo. Entonces preparo café y...

—¡No, Jeongyeon! ¡No quiero nada! —Sintiéndose una tonta por el deje de histeria en su réplica, respiró hondo antes de adoptar un tono más racional y compuesto. —Mira, coincido en que al menos por el padrino deberíamos hablar...

—Bien. Entonces...

—Pero esta noche no. Es tarde y me encuentro demasiado cansada para pensar con claridad. ¿Entiendes?

Jeongyeon sentía cualquier cosa menos cansancio. Y, para ser franca, pensar era lo último que quería que esa omega hiciera. Estaba convencida de que en la pista de baile ella no había estado pensando, por lo menos hasta que apareció la idiota de Hirai. Sintió una nueva oleada de furia. ¿Qué demonios veía en esa cretina? Al oír el suspiro de ella, se recompuso mentalmente y alzó la vista para verla en el umbral del dormitorio.

—Perdona, ¿qué has dicho? —Le miró la pelicorta, confundida.

—Que hablaremos por la mañana. Buenas noches. —Cerró la puerta antes de darle una oportunidad para responder, pero al rato salió con una almohada pegada al pecho. La alfa ya había logrado abrir el sofá. —No pongas esa expresión tan abatida —Sonrió, con la cara ya sin maquillaje. —¿Quién sabe? Tal vez después de una buena noche de sueño podremos encontrar un modo para seguir en la carrera por la isla.

—A ti te resulta fácil decirlo... —Musitó. —Tú no tienes que dormir en este colchón de desdicha.

—Es verdad. Y como todo esto del matrimonio fue idea tuya, podría ser dura y decir que tú te habías hecho la cama y que no deberías quejarte por dormir en ella. Pero no lo haré... —El rostro se le iluminó con una expresión maliciosa. —¡Porque no hay sábanas!

—Bromeas, ¿no? —Espetó la pelicorta con incredulidad.

—No. Aunque la buena noticia es que tienes una almohada. ¡Toma! —La almohada chocó contra la cara de Jeongyeon en el mismo instante en que la puerta del dormitorio se cerraba.

Volveré, no creas que no volveré. 

Espérame, tu JazUnnie🌻

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