
Nueve:
¡No hagas nada! ¡Debía estar bromeando! Jeongyeon sintió como si le faltara un segundo para experimentar una fusión total. ¿Qué demonios le había sucedido a la mujer fría y rígida que había besado en el aeropuerto?
—¡Cielos! Espero no interrumpir nada.
La alfa dudó de que el sonido de la voz de Irene se hubiera registrado en su mente, de no haber sido por el hecho de que provocó la retirada de la boca ardiente y el cuerpo cálido de Nayeon, que segundos antes estaba completamente pegado al suyo. Pero incluso en el momento en que su aturdido sistema intentaba por recuperar el equilibrio, la omega responsable de su desequilibrio emocional parecía impasible, si no fuera por ese dulce y apabullante aroma a frambuesas.
—En absoluto, Irene —dijo la castaña, que añadió en un susurro alto dirigido a Jeongyeon. —¿Lo ves? Te dije que sólo teníamos tiempo para algo rápido —La tomó de la mano y la arrastró hasta donde Irene se hallaba junto a un carrito de golf.
—Lo siento, Irene —Habló la pelicorta, intentando acomodar su semblante —¿Hemos confundido la hora? Estaba segura de que el Señor Kim indicó que nos reuniríamos en el bar a las siete y media.
—¡Oh, no, Jeongyeon! —Apoyó la mano en su brazo para tranquilizarla. —¡Tienes toda la razón! Pensé que lo mejor era recogerlas, por si tenían problemas para localizar el hotel. —Dijo con aparente inocencia, pero Nayeon sabía que sólo quería estar más tiempo junto a la alfa. Que ingenua se veía esa mujer.
—Oh, supuse que solo había que seguir las señales que pasamos cuando vinimos aquí por la tarde, ¿no? —Nayeon pensó que Jeongyeon había planteado la pregunta con absoluta inocencia, pero cuando le apretó el codo y volvió a sonreír, añadió. —No, en serio Irene, ha sido un detalle que vinieras a buscarnos.
—Sí lo ha sido —Acordó Nayeon con una mueca burlona.
—Por desgracia Nayeon, tendrás que sentarte en la parte de atrás. Jeongyeon estaría demasiado apretada en un espacio tan reducido, tiene unas piernas muy largas. Con franqueza, ser tan alta en ocasiones puede resultar un inconveniente. No tienes ni idea de lo afortunada que eres al ser tan baja.
Aún sin contar los tacones de diez centímetros que llevaba, el metro sesenta y ocho de Nayeon no la calificaba como una pigmea. Apenas se contuvo de señalar que Irene también era afortunada, ya que su casi metro setenta y pocos le permitía el lujo de ocultar demasiados kilos adicionales y un exceso de silicona. Pero no quiso rebajarse a su nivel y con una sonrisa en los labios, Nayeon se sentó en la parte de atrás.
Irene aguardó, hasta que Jeongyeon ocupó su sitio, así poder deslizarse a su lado, aprovechando al máximo la abertura de su vestido y así exhibirse con todo gusto. Nayeon no supo si se sintió asqueada o divertida por el descarado exhibicionismo de la mujer.
"¿Y Jeongyeon había tenido una aventura con esa mujer?" pensó.
Más tarde, Nayeon decidió que estaba siendo la noche más larga de su vida, y lo triste era que todavía no habían empezado el primer plato.
No hacía falta ser un genio para reconocer que Kim estaba tan estúpidamente embobado por su tercera esposa, o al menos por sus atributos físicos, que era ajeno al hecho de que ella sólo tenía ojos para "su esposa". Siempre que la vista de Kim se desviaba a los pechos demasiado expuestos de su omega, que no paraban de moverse, seguro que por el esfuerzo de respirar en un vestido tan ceñido, ella miraba con expresión tórrida a Jeongyeon.
—Jeongyeon me ha dicho que llevan casadas seis meses... —Comentó Kim mientras le llenaba su copa de champán y a continuación la suya. —¿Cómo te las arreglas estando casada con una alfa tan ocupada como ella? Sé que Irene siempre dice que lo pasa muy mal cuando voy en viaje de negocios, y le cuesta mucho divertirse. —Nayeon se preguntó mentalmente "¿Quieres apostar algo?", pero al fin le contestó al alfa con cordialidad.
—Bueno, yo también trabajo, así que casi siempre me encuentro igual de ocupada que ella —Repuso orgullosa de su cargo. Quizás no tendría tiempo para estar extrañando a nadie ni aunque le amara, siempre tendría que hacer de todos modos. Se rió internamente de recordar sus pendientes y por supuesto, para no llorar, al saber que debería regresar de ese paraíso a retomar y solucionarlos a todos.
—La verdad es que Nayeon trabaja demasiado... —Intervino Jeongyeon, presionando los labios. —Fui yo quien se sintió sola cuando viajó recientemente. Por eso... —Añadió con una sonrisa en su dirección —, me sentí encantada cuando aceptó reunirse conmigo aquí. —Le tomó la mano sugerente.
Nayeon se quiso desmayar, ¡Basta! ¿Cómo rayos lograba que esa sonrisa se viera tan irresistible? Comenzaba a comprender lo fácil que era para cualquiera caer ante sus encantos. Ahora que le ponía atención de cerca...
—Naturalmente, al ser la ahijada de Park Jinyoung... —En cuanto esas palabras salieron de la boca de Irene, Nayeon comenzó a prepararse para defenderse de alguna insinuación de nepotismo, pero la morena no iba por ahí. —Imagino que habrás tenido una gran boda.
—No. —Tardó un poco en responder. —Fue una ceremonia íntima y sencilla —Lo cual, por desgracia, chocó con la respuesta de Jeongyeon.
—Sí, nos casamos en una catedral —Exageró la pelicorta y Nayeon le miró con los ojos muy abiertos.
—De verdad... —Las respuestas contradictorias hicieron que Irene sonriera como el gato de Garfield y enarcara una ceja. —¿Una catedral? —Presionó los labios hacia ella.
—Eh, sí, Nayeon es católica —Explicó Jeongyeon, con premura. —Y siempre había dicho que quería casarse en misa nupcial. Por supuesto, como no soy demasiado religiosa, me encantó poder aceptar algo tan importante para ella —Por suerte ninguno de los Kim dio la impresión de captar el sutil matiz en su voz, que prometía que iba a pagar por no ceñirse en esa ocasión a sus famosos planes de celebrar la boda perfecta.
—Bueno, chica, con la experiencia de tres matrimonios a mi espalda, diría que tomaste la decisión correcta —Kim estalló en una carcajada y le guiñó un ojo. —Cede en las cosas que no te importan, mantente firme y elige los regalos con inteligencia para obtener la ventaja en las cosas que sí te importan. —Al parecer impasible ante la implicación de que la cooperación de su esposa se podía comprar.
Irene sonrió y volvió a centrarse en Nayeon, quien no se abstuvo de tomar la mano de Jeongyeon ante el comentario de aquel viejo alfa. La alfa acarició el dorso de su mano para transmitirle calma y Nayeon disfrutó de su agradable aroma a canela ¿ella estaba intentando darle calma?
—Así como puedo apreciar ante la consideración y sensibilidad de Jeongyeon, sigo estando un poco confusa... Sé que la catedral de Seúl está considerada como el lugar para muchas de las bodas católicas de la alta sociedad, pero es una de las pocas en el país. No es lo que yo habría elegido para... ¿Cómo lo describiste, Nayeon? "¿Una ceremonia íntima y sencilla?"
—Tienes toda la razón Irene, esta catedral es famosa por las grandes bodas de la alta sociedad, puesto a que es exclusiva. —Coincidió la omega, que miró a Irene sin parpadear. —Por eso mis padres eligieron casarse allí, pero a pesar del tamaño y la grandiosidad, Jeongyeon y yo invitamos sólo a nuestros amigos más íntimos. Para nosotras, todo sobre la boda fue una decisión sentimental más que social o pragmática —La perfecta mentira le hizo ganar una palmadita en la rodilla de parte de Jeongyeon, por debajo del mantel de la pequeña mesa redonda.
—Un gesto conmovedor —habló Kim. —Irene, es posible que no lo sepas, —Continuó —, pero tanto los padres de Jeongyeon, como los de Nayeon murieron en el mismo trágico accidente. Nos impactó a todos los que pertenecemos a la industria hotelera y turística.
—¿Conocía a mi padre, Señor Kim? —preguntó Nayeon, sorprendida.
—Oh, en persona no querida. Pero en la industria se lo consideraba un joven alfa que llegaría muy lejos. Lo mismo que al tuyo, Jeongyeon —Añadió con presteza. —La rivalidad existente entre dos de los más brillantes y ambiciosos ejecutivos de Jyp era seguida por los cazatalentos para reforzar sus propias filas —Sonrió. —Pero, para decepción de todos, la lealtad de sus padres estaba con Jinyoung —Sacudió la cabeza. —Es una tragedia que ambos murieran tan jóvenes. Y al mismo tiempo...
Jeongyeon deseó que Nayeon alzara las pestañas caídas, para así tener una idea de cómo se sentía. No pasó por alto la ansiedad en su voz cuando Kim mencionó a su padre, y así como ella no se engañaba acerca de lo implacablemente ambiciosos que habían sido sus propios padres, desconocía cómo recordaba Nayeon a los suyos.
Cuatro años menor que ella, sólo tenía seis cuando la nave en la que navegaban con unos hoteleros extranjeros, había explotado en medio de la nada. Con la excepción de la madre de Nayeon, todos los que iban a bordo murieron al instante. Im Seah lo hizo dos días más tarde en el hospital.
Sólo entonces se le ocurrió que Nayeon y ella jamás habían hablado de ellos en todos los años que pasaron juntas al cuidado de Park. No le cabía duda de que éste las quería mucho a ambas, pero el viejo solterón jamás había animado las exhibiciones de emociones o sentimientos. Se preguntó si eso había sido bueno o malo para una personalidad emotiva como la de aquella omega quien, con su corta edad, se había negado a abandonar el lecho de su madre moribunda hasta que no dió su último suspiro.
Al mirar el sencillo anillo de oro que adornaba la mano izquierda de ella, comprendió que había mucho que desconocía de ella, y de pronto deseó conocerla... y mucho.
El plato principal apareció y desapareció en una atmósfera cargada de mentiras y al parecer de inagotables botellas de champán. A medida que éste se apoderaba más de Kim, menos inclinado se sintió el alfa mayor al alzar la vista del escote de su esposa o a notar que ella cada vez se aproximaba más a Jeongyeon. Cualquier intento por centrar su mente en los negocios era descartado con comentarios como: "Dejemos eso para la oficina" o "Mi Irene se angustia cuando antepongo los negocios a ella".
Nayeon estaba a favor de cualquier cosa que angustiaba a "su Irene", que había acercado la silla hasta el punto en que podía jugar con los pies de Jeongyeon. Lo sabía porque unos momentos antes tuvo la sorprendente, pero satisfactoria, experiencia de interceptar un pie descalzo femenino con el tacón del zapato. Por supuesto, en una actuación inspirada, se había disculpado con efusividad ante el grito de dolor de Irene, aduciendo que había intentado eliminar un calambre.
—Es evidente que tienes mala circulación —dijo Irene con ojos cargados de odio. —Deberías tomar más sal —esbozó con una sonrisa malvada. —Aunque a tu edad podría ser síntoma de algo más insidioso.
—¿De veras? Siempre pensé que la sal era perniciosa. No es que dude de ti, Irene —Añadió la castaña. —Sé que con tu edad y experiencias superiores eres mucho más experta que yo en el tema de la circulación —Claro que esa respuesta le había hecho merecer una mirada severa de Jeongyeon.
—¿Sabes, cariño? —Comentó Irene, llenando la copa de champán de su alfa, aunque quedó medio vacía antes de que la botella volviera a la cubitera. —Debemos organizar salir a navegar con Jeongyeon mientras esté aquí. Es evidente que ama el mar, y nosotros no aprovechamos demasiado el barco.
—Eso es porque estoy demasiado ocupado en la oficina, cariño —Fue la pastosa respuesta de su marido. Movió las cejas. —Y cuando no es ese el caso, ambos estamos ocupados, ¿eh?
Nayeon ni siquiera fue capaz de plantar una sonrisa en su cara cuando el alfa le dió en las costillas, al tiempo que fracasaba en guiñar un ojo. Bajo ningún concepto era una santa, pero cualquier oportunidad de hablar de negocios se había deteriorado en proporción directa con la capacidad de Kim de controlar lo que bebía o su coqueta omega. No paraba de esperar que Jeongyeon pusiera fin a la velada, pero por lo que podía notar, esa alfa no parecía perturbada por la futilidad de la cena, aunque en los últimos veinte minutos le hubiera lanzado miradas de petición de ayuda.
Pero no tenía ni idea de cómo esperaba que lo hiciera. Como Irene aún no había llegado a la fase de subirse a su regazo y arrancarle la ropa, en ese punto, y a pesar de lo atractivo que resultaría tirarle la cubitera a la cabeza, sería considerado un acto de agresión. A menos que...
Jeongyeon estuvo a punto de morderse la lengua por la sorpresa y el impacto del zapato de Nayeon al conectar con su espinilla.
—Jeonguie, cariño, me encantaría bailar —La alfa titubeó, tratando de calibrar si podía andar luego de ese golpe —Oh, por favor, ¿Podemos? —Casi ronroneó, mientras le pasaba las uñas por el dorso de la mano con una eficacia seductora que pudo con el dolor palpitante que la pelicorta experimentaba en la pierna izquierda y le sensibilizó una sección superior de su anatomía. —Después de todo, esta es nuestra canción.
—Claro, mi amor. Lo acabo de notar —Jeongyeon tomó la mano de Nayeon y le sonrió a sus acompañantes. —Si nos disculpan, regresamos en un momento...
Ese par larga chispas♡
Descansa hoy, mañana seguiré hasta que la inspiración regrese, te quiero, tu JazUnnie🌻
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro