Diecisiete:
—¡Espérenme! —La visión de Nayeon corriendo por el muelle hacia el crucero, hizo que Jeongyeon sintiera una oleada de alivio.
Cuando llegó el momento de tener que irse al embarcadero, la omega seguía encerrada en su cuarto. De modo que cuando la alfa llamó a la puerta y le expuso cuáles eran los planes para esa tarde, interpretó su falta de respuesta, aparte de una vehemente a: “¡Bien, espero que naufraguen y las devoren los tiburones!”, como una negativa silenciosa a acompañarla y, por primera vez en su carrera profesional, estuvo a punto de anteponer los sentimientos personales a los negocios y cancelar la excursión náutica, para intentar reparar los daños de una amistad que valoraba por encima de todas las demás. Más lo único que la detuvo, fue saber que no había modo de razonar con Nayeon hasta que se calmara y supuso que le quedaba una espera de dos décadas para ello.
Miró de reojo a Irene cuando Nayeon saltó a la cubierta y vió que, a diferencia de ella, distaba mucho de sentirse complacida por la inesperada llegada de su “esposa”. Y tampoco fingió lo contrario cuando Nayeon la saludó.
—¿Qué haces aquí? —Demandó la vampiresa y Jeongyeon agradeció estar al aire libre, o sabía que ese fuerte aroma expondría su disgusto, aunque esta no le importase en lo absoluto.
—¿Como? —Nayeon llevaba unos pantalones cortos y la miró por debajo de una gorra de béisbol gastada. Aun así, su expresión y tono habrían puesto en su sitio a la realeza. Sorprendió a Irene, pero no hasta el punto de disculparse.
—Jeongyeon comentó que no vendrías —Explicó, con voz que sugería que eso le había gustado. Miró a la alfa en cuestión, con ojos acusadores y añadió —Dijo que te sentías mal. Otra vez.
—Y así era —Respaldó la castaña a su mentira.
—Entonces, ¿qué haces aquí? —Desafió Irene —No me parece adecuado que te sometas al calor del sol y a los vaivenes de un barco. Es evidente que tienes una constitución poco robusta, siendo patéticamente delgada y todo eso.
—¡Oh, por lo general Nayeon tiene una salud excelente! —Intervino Jeongyeon, para evitar la demoledora respuesta de la omega —Pero, ya sabes, cómo pueden ser los mareos por la mañana. Ella... —Calló en cuanto notó que Irene ya no era el blanco de la mirada iracunda de Nayeon.
—¿Está embarazada? —La sorpresa de Irene fue tan aguda, como las dagas visuales que le lanzó Nayeon.
—Bueno, eh... —Intentó remediar el error cometido por ser una alfa tonta y bocona —... es decir, creemos que lo está. Hmm... Podría estarlo. Bueno, podría ser. Eh... aún no ha sido confirmado. ¿Verdad, cariño?
—No, cariño. Razón por la que deseaba mantenerlo en secreto por ahora... —Le sonrió con expresión asesina.
—Lo siento, amor —Intentó esbozar una sonrisa tímida. —Pero no hay motivo para molestarse, estoy segura de que Irene no le comentará nada a nadie. ¿Verdad, Irene?
—¡Dudo que alguna vez esté tan necesitada de conversación! —El tono despectivo se vió acompañado por un escalofrío y una mirada gélida —Si me perdonas, Jeongyeon, dejaré que ambas solucionen sus diferencias personales en privado. Y de verdad creo que sería mejor que convencieras a tu omega de que no nos acompañara. No quiero que la tarde me la estropee una posible embarazada vomitando por la borda.
—Oh, no te preocupes, Irene —Habló Nayeon esta vez —Creo que el hecho de que aún no haya vomitado, demuestra que tengo un estómago excepcionalmente fuerte. —Riendo con la poca esperanza de que Irene confundiera el comentario por una broma.
Jeongyeon sujetó el codo de Nayeon y se la llevó a popa.
—No dejes que te irrite —Musitó la pelicorta, por lo bajo —Ella no merece la pena.
—No es ella quien me irrita. ¿Por qué demonios has dicho que estaba embarazada? ¿Ya se te safó el tornillo y te volviste completamente loca? ¿O qué? —Consultó con un gruñido. Jeongyeon corrió la mirada, algo apenada.
—Fue lo primero que se me ocurrió para justificar tus constantes indisposiciones. —Espetó, en desacuerdo consigo misma. Aquel había sido un estúpido error de parte de su paranoia.
—¡Pues deja de decir que estoy enferma! ¡Inventate excusas mejores! —Respondió la omega, escandalizada. La pelicorta le miró con demasiada seriedad.
—Mira, debía tener alguna explicación para tu ausencia ahora mismo. Decirle que habíamos discutido hubiera sido como regalarle un millón de dólares, ¿No crees? Y para serte sincera, no esperaba que aparecieras.
—Para serte sincera —Imitó la omega —... no esperaba aparecer, no estoy con ánimos de hacer favores...
—Pero has venido —Sonrió, y alargó la mano, incapaz de contenerse de acariciarle la sedosa mejilla con los nudillos —Gracias, Nayeonnie. Lo aprecio.
—¡No lo hagas! —Se apartó bruscamente de su caricia y cruzó los brazos debajo de su pecho —Sólo he venido, porque este trato es importante para Jyp y en especial para el padrino. —Argumentó —A él no le gustaría que lo estropeáramos por dejar que nuestras diferencias personales se interpusieran entre nosotras. Además... —Añadió con expresión renuente —Te debo una disculpa.
—¿Sí? —preguntó la alfa, verdaderamente asombrada.
—No te entusiasmes —Advirtió —La doy a regañadientes. Pero la cuestión es que no fue justo echarte toda la culpa por lo que pasó anoche entre las dos. Anoche me diste la oportunidad de retirarme, y si hubiera prestado atención a mi cabeza y no a mis hormonas, lo habría hecho. Creo que me excedí en mi reacción, porque en el pasado sólo me he acostado con dos alfas...
—¡Nayeon, para! No necesito oír eso. —¡Demonios! ¡Ni siquiera quería pensar en Nayeon en brazos de alguien más! La alfa sacudió la cabeza para perder esos pensamientos.
—No. Desde luego —Se mordió el labio con cierto pudor, y se encogió de hombros —En cualquier caso, quería que supieras... bueno, que me hiciste un gran favor.
—¿Sí? —Soltó la pelicorta.
—He estado tan obsesionada con el compromiso y la duración en mis relaciones pasadas, que probablemente me he privado de algunos momentos de sexo estupendos, y...
—¡Nayeon! —Le regañó Jeongyeon, con su mirada.
—¿Qué? —Abrió mucho los ojos, desconcertada.
—¿Qué quieres decir con qué…? —La miró con ojos furiosos —¿Acaso no te das cuenta de lo que estás diciendo?
—Digo que has tenido razón en todo momento, Jeongyeon —Respondió con calma —La variedad es la sal de la vida. Y... —El guiño y la mueca que le hizo, debían ser clasificados de "X" —Gracias a ti, a partir de ahora Im Nayeon va a buscar las comidas picantes.
Jeongyeon jadeó con asombro ante sus palabras y se decidió a huir de su lado o no podría detener el impulso monumental por sacudirla hasta que pierda esas estúpidas ideas nuevamente dentro de su mente.
Ya después de navegar junto a Kim Silicona, tal como la había bautizado Nayeon, regresaron a la cabaña.
Descartada la esperanza de poder lograr dormir algo en el sofá, esa noche, Jeongyeon miraba el techo.
Sólo eran palabras, por supuesto. Cuando tuviera que llevarlas a la práctica, era imposible que Nayeon se metiera en la cama con alguien sólo por el sexo. No, Nayeon no era de ese tipo y ella debía saberlo. El anuncio de ese día había sido un mecanismo de autodefensa para convencerlas a las dos de que lo sucedido la noche anterior no había sido de gran importancia.
No obstante, era una maldita bendición que ambas estuvieran en esa isla, casadas para todos los efectos, porque la historia demostraba que Nayeon era famosa por ser impulsiva. Si hubieran estado en el Ciudad de Seúl, resultaba concebible que hubiera intentado sazonar su vida antes de haber analizado las consecuencias de sus actos. Con un poco de suerte, en cuanto cerraran el trato con Kim Namjoon, volvería a fomentar el ideal del amor eterno y una casita con vallas.
—Jeonguie, ¿estás despierta?
La alfa se sentó de golpe ante el sonido de su voz suave. Apretó los dientes al verla, iluminada por la luna, una buena extensión de piernas desnudas bajo una camiseta grande y trató de contener su aroma y la excitación espontánea de su loba.
—¿Podemos hablar un minuto? —Aunque su lívido le sugería otra cosa, y durante más de un minuto, asintió —No sé cómo decir esto...
—¿Decir qué, Nayeon? —Preguntó con voz ronca. La vacilación que percibió en su voz le aceleró el pulso.
—Es acerca de lo de anoche... y lo que comentaste en el barco.
—¿Qué pasa con lo sucedido anoche? —En ese momento le palpitaba algo más que el pulso, pero debía ser fuerte.
—Bueno... —La miró con ojos tímidos, antes de bajar la cabeza —Me preocupa que tal vez me hayas dado mala suerte. Bueno, en realidad, a las dos.
—¿Mala suerte?¿Cómo? —preguntó la pelicorta, ahora confundida.
—Al decirle a Irene que estaba embarazada.
—¿Quie... quieres decir que... podrías estar em... embarazada? —Tragó saliva —¿Embarazada de verdad? —La última palabra se oyó más como un murmullo débil, que como una suposición.
—¡Maldita sea! Sabía que no tendría que haberlo mencionado. Ahora tú también estás preocupada —¿Preocupada? ¿Es que acaso bromeaba? Se había quedado catatónica —Por favor, Jeongyeon —Instó la omega —Que no te domine el pánico. Sólo existe una posibilidad muy remota de que lo esté.
—Pero... pero usamos condones. ¿Por qué crees...? ¡Oh, demonios! Uno se salió después de... —Se tapó los labios muy abiertos, aunque no pudo hacer lo mismo con sus ojos igual de extendidos.
—Sé que en su momento nos pareció gracioso. Pero me puse a pensar en lo sucedido, y al reflexionar... bueno... Mira, Jeongyeon —Continuó —Es probable que mi reacción sea exagerada. De hecho, estoy segura de que no se me habría ocurrido, si tú no se lo hubieras mencionado hoy a Irene —Le palmeó la pierna en un gesto para darle confianza, pero el calor de su mano en su muslo, bastó para atribuir su aumento de temperatura a otras cosas, que a una inminente maternidad. Sin embargo, cuando apoyó la mano en la suya, ella se levantó como impulsada por un resorte y forzó una risa
—En realidad, creo que me estoy comportando como una tonta. Las posibilidades de que esté... —Sacudió la cabeza —Todo es ridículo. Olvida que lo mencioné y...
—¡Qué lo olvide! ¡Demonios, Nayeon! Podrías pedirme que dejara de respirar... —Saltó del sofá y se puso a ir de un lado a otro. “Nayeon está embarazada de mi cachorro”
Jeongyeon intentó imaginar su vientre liso, hinchado con la criatura. No pudo. Pero al mismo tiempo sintió una oleada de estímulo recorrer sus venas. Pensó... pensó... ¡Maldición, no podía pensar! Hasta respirar le costaba en ese instante.
Ante la prueba de la evidente y extrema agitación de la alfa, Nayeon se sintió dominada por la culpa. Lo que le había dicho no se hallaba más allá de las posibilidades de lo posible, pero fue la maldad lo que la motivó a añadir que estaba preocupada. No era verdad. Las probabilidades de que tuvieran un cachorro eran casi tan remotas como que la pelicorta le dijera que se había enamorado perdidamente de ella.
Como la había herido mucho, quiso castigarla. La había impulsado a pensar en lo bien que desempeñaría el papel de esposa y que le haría el amor como si fuera el tesoro más preciado del mundo, para luego anunciar en público que iban a ser madres. Era como si le hubiera proporcionado su sueño más descabellado, para arrebatárselo momentos después. La odiaba por ello, pero, al mismo tiempo la amaba demasiado para disfrutar con su sufrimiento.
—Jeonguie... por favor. No tiene sentido inquietarse. Yo... tengo la convicción de que no estoy embarazada, ¿De acuerdo? —Musitó apenada por su expresión de terror y desconcierto.
—No, no es verdad. Que estés segura —Su boca era una línea sombría al mirarla.
—De acuerdo. Pero... es muy improbable.
—Improbable no significa imposible —Dejó de caminar y se detuvo ante ella. Necesitó toda su fuerza de voluntad para no besarla —¿Cuándo lo sabrás?
—Hmm... En nueve o diez días.
—Muy bien. Bueno, si estás... embarazada, yo... —Tragó saliva con esfuerzo —Yo... estoy dispuesta a casarme contigo, puedes estar segura de que no te dejaré sola con...
—Si me lo pides, te diré que no —interrumpió Nayeon con sus palabras, aunque su corazón y su loba se excitaron más que su cabeza ante tan noble ofrecimiento.
—¿Qué? ¿Por qué lo harías?
—Porque no me motiva el sacrificio humano, Jeongyeon —Le irritó que ella pareciera tan sorprendida.
—¿Estás diciendo que casarte conmigo sería un sacrificio? —Consultó y su voz fue muy grave al producir aquello.
—¡Por el amor del cielo, alfa tonta! Has dejado bien claro que jamás has querido casarte y...
—Sí, pero lo decía de forma voluntaria. Esto es distinto. Si llevas a mi bebé, entonces casarme contigo es una obligación. De hecho, estaría preparada para casarme con cualquiera en estas circuns... ¡grrrugh! —Cuando el trasero de Jeongyeon impactó contra el suelo, Nayeon siguió su inesperado gancho de derecha con una descripción furiosa y colorida de su herencia, resaltándola con una serie de patadas lanzadas al azar sobre áreas de su perpleja forma.
—¡Por lo que a mí respecta, maldita idiota... —Patada —...puedes meterte tus obligaciones... —Patada —...en tu maldito trasero... —Patada —¡Eres una idiota Yoo Jeongyeon! —Patada —¡No me casaría contigo ni aunque estuviera embarazada de diez meses de quintillizos y ya tuviera siete de tus hijos! Un...
Jeongyeon aferró su tobillo en mitad de una patada, desequilibrándola lo suficiente como para que cayera encima de ella. De inmediato la omega se puso a luchar para liberarse.
—Suéltame, ¡hija de...!
—Shhh, Nayeon, ya. Tranquila, cariño.
—Nada de cariño para ti... —Aporreó un puño contra su hombro —¡Insensible, arrogante, idiota! —El hombro recibió otro golpe —¡Suéltame! —Brava le había salido esa omega.
—¡No! ¡Oye! ¡Nayeon ya para! —Insistió, sujetándole las muñecas.
—¿Por qué? —Demandó, sin dejar de intentar soltarse.
—Porque no es bueno para el bebé que te alteres tanto —Al instante, ella se quedó quieta, y la alfa sólo pudo discernir en su expresión, confusión y angustia.
—Jeongyeon... yo...
—¿Qué? —Insistió ella.
—Nada —Meneó la cabeza —Es que, aunque estuviera embarazada, lo poco que sé sobre el tema, indica que puedo realizar un ejercicio suave.
—Bueno, como yo no sé nada sobre el tema, aceptaré tu palabra. Pero... —Se frotó la frente con frustración—Lo que me preocupa es mi salud. Y como tengo una renuencia instintiva a defenderme de una mujer posiblemente embarazada, ¿Crees que podrías dominar tus impulsos homicidas hasta que lo sepamos con certeza?
La omega se incorporó para quedar sobre ella, y las manos a la cintura alzaron aún más la ya corta camiseta. Nayeon dio un paso adelante que acercó sus hermosas y desnudas piernas a unos centímetros de su contacto.
—¡Renuencia instintiva, un cuerno! ¡Tus instintos son tan lentos que ni siquiera viste llegar el puñetazo! —Esbozó ella, con una sonrisa complacida.
—Tienes razón, no lo vi —Concedió, pero no hablaba sólo de su poderosa derecha.
En los últimos días Nayeon había logrado desequilibrarla física y emocionalmente, hasta tal punto que ni siquiera la idea de poder ser madre le resultaba tan devastadora como habría esperado una semana atrás.
Desde luego, quizá parte de la calma que sentía se debía al hecho de que Nayeon no había saltado de placer ante su promesa de casarse con ella, si de verdad estaba embarazada. Aunque podría haber mostrado algo de gratitud. Hace unos días estaba dispuesta a casarse con esa imbécil de Hirai sólo porque creía estar enamorada de ella.
Momentos después ella se despidió de forma apenas audible, pero Jeongyeon sabía que le sería imposible dormir. Podía dedicarse a pensar en algo sobre lo que nada podía hacer en ese momento o tratar de centrarse en el motivo que la había llevado a Illusion Island, y dar los primeros pasos positivos para conseguir que Kim bajara el ridículo precio que pedía por el complejo.
Lo más inteligente era decidirse por la segunda opción, que pudiera realizarlo ya era otra cuestión.
Hola, te dejo aquí la actualización que te había prometido.
Que descanses bien, te quiero mucho, tu JazUnnie🌻
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