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Prólogo: Una dolorosa verdad

Percy

Estaba caminando hacia la sala del trono, con un solo propósito en mente: pedirle a Atenea la mano de Annabeth en matrimonio, y no iba a aceptar un no por respuesta. 

Caminé hacia las puertas enormemente grandes. La cual no tengo idea de por qué necesitarían una, ya que siempre aparecen en destellos de luz o algo por el estilo.

Cuando estaba a punto de abrir la enorme puerta. Escuché a mi padre gritar. Mi curiosidad pico casi al instante, por lo que recordando aquella vez que espíe a escondidas hace ya mucho tiempo atrás, decidí escuchar un poco a escondidas.

—¡¿CÓMO PUDISTE HACERLE ESTO?!

Al instante escucha a voz de mi padre y no es sonaba para nada contento.

—Oh, vamos. Es sólo una pequeña broma, para darle más sabor a las cosas.— Estaba seguro de que aquella voz era Afrodita por ese tono sensual tan natural. 

Otra razón es que sólo Afrodita es de las pocas diosas que conozco que es capaz de bromear cuando otras personas —o dioses— le gritan.

—¡ESTE ES MI HIJO DEL QUE ESTAMOS HABLANDO! ¡¡ÉL SEMIDIOS QUE SALVÓ NUESTROS TRASEROS!!, ¡¿Y ASÍ ES COMO LE PAGAS?!— Rugió Poseidón.

Espera un momentito, ¿están hablando de mí? 

Vamos a ver...

Hijo de Poseidón: ✓ Sep.

Salvador del Olimpo: ✓ Sep.

Incapaz de soportarlo más, abrí las puertas. De todos modos, no era agradable escuchar a la gente, y mucho menos a los atletas olímpicos. 

Exceptuando a Hestia, los dioses se toman demasiado en serio su orgullo y ego. 

En el momento en que me vieron, todo el caos calmó y todas las miradas se centraron en mí. 

Bueno, al menos ahora no necesito llamar su atención, Caos sabe lo difícil que es lograr que los dioses escuchen a un semidios.

— No es por ser maleducado ni nada por el estilo pero, ¿puedo saber, por qué están discutiendo sobre mí?— Pregunté frunciendo el ceño.

Mi padre tenía el ceño fruncido, lo que significa que no fue algo agradable.

—Bueno, Percy, ¿cómo debería decir esto?— me dedico una mueca de tristeza y suspiró —. Afrodita tuvo la brillante idea de influir y manipular tus emociones y las de Annabeth, esto con el único fin de que ambos tuviesen sentimiento el uno por el otro. Según sus palabras era para hacer tu vida amorosa más «emocionante».

Las palabras de Poseidón hicieron que mi corazón diera un vuelco. Tragando un pesado nudo en mi garganta, me volví para verlo.

—¿Ésto es una especie de broma? No hay ninguna posibilidad de que todo lo que Annabeth y tenemos sea debido a la intromisión de una diosa, ¡simplemente no es posible!

Poseidón soltó un pesado suspiro.

—Niño, te lo diré sin rodeos, la única razón por la que Annabeth aceptó tus sentimientos fue porque Afrodita así lo hizo— miró a la diosa mencionada con furia —. Annabeth solo sintió un afecto fraternal hacia ti, pero Afrodita decidió manipularlo para convertirlo en algún tipo de amor.

Afrodita se encogió de hombros con una mirada indiferente.

—Solo fue una pequeña bromita Poseidón, ya supéralo.

Respiré entrecortadamente.

—Entonces... ¿Annabeth realmente no me amaba?— murmuré, sintiendo mi mundo, así como la vida que había planeado al lado de Annabeth, romperse en pedazos.

La mirada de Poseidón se suavizó, mirándome con tristeza y simpatía.

—Así es hijo mío, te aconsejo que no profundices en la relación con Annabeth porque quién sabe cuándo Afrodita decida detener su magia, sabes perfectamente que ella disfruta ver corazones rotos hoy en día, al igual que sus hijas.— Siseo mordazmente.

La diosa del amor lejos de parecer avergonzada, sonrió con orgullo.

En ese momento, mi corazón se rompió. Mi mente tratando de comprender lo que acababa de escuchar. 

Annabeth no me amaba en absoluto. 

Todo fué obra de Afrodita y su necesidad de jugar con mi vida amorosa.

—Percy, ¿estás bien?— preguntó mi padre, rompiendo mi trance.

—Oh— parpadeé ligeramente —, si estoy bien.— Mentí.

—Percy, lamento que ésto haya tenido que pasar, pero era lo mejor o de lo contrario Annabeth y tú se habrían lastimado el uno al otro en un futuro cercano.

Simplemente baje la cabeza y permanecí en silencio, haciendo hasta lo imposible para retener las lágrimas en mis ojos.

—Está bien, ahora que hemos terminado con el drama familiar.— Zeus me miró —. Perseus, ¿a qué se debe tu visita al Olimpo?

—Esperaba poder hablar con Lady Atenea, en privado.— Dije, tratando de mantener un tono de voz tranquilo.

—Muy bien, ya que esta reunión terminó, entonces te dejaré con Atenea. ¡Se suspende la reunión del consejo!— Zeus bramó antes de desaparecer en un resplandor eléctrico. 

Los otros dioses se fueron poco después, dejándome solo con Atenea mientras ella se transformaba hasta alcanzar un tamaño humano frente a mí.

—Lady Atenea.— Dije haciendo una ligera reverencia.

La diosa de la sabiduría me miró con ojos grises, los cuales, dolorosamente, me recordaron a los de Annabeth.

—Perseus, sé por qué estás aquí hoy.— Ella dijo —. Lamento tu pérdida. Después de lo que hiciste por Annabeth. Realmente creía que la amabas y te habría dado mi consentimiento si me lo hubieras pedido en el futuro.

—Está bien, Lady Atenea. No fue su culpa, pero tengo otra petición. Espero poder tener su ayuda.

—Mientras sea razonable. Después de lo que pasó...— Atenea se detuvo.

—Espero que le des la noticia a Annabeth. Lo último que deseo dejar la impresión de que jugué con sus sentimientos.

—Eso el algo que puedo hacer, ¿algo más que desees que le transmita?— Preguntó Atenea. 

No era propio de ella, ni de ningún dios en general, ser tan servicial. Quizás todavía tengan algo de corazón.

—¿Sería posible teletransportarme de regreso al Campamento Mestizo?— le pregunté a la diosa.

—Es lo menos que puedo hacer— accedió, luego sus ojos brillaron ligeramente —. Y gracias por ser considerado con los sentimientos de Annabeth.

Logré esbozar una débil sonrisa mientras ella colocaba su mano sobre mis hombros. 

/-/

Cuando abrí los ojos, estaba en mi cabaña. Escuché el sonido de la bocina y me di cuenta de que era hora de cenar. 

Fui hacia el comedor, pero mientras caminaba, me di cuenta de que tenía demasiados recuerdos entre Annabeth y yo juntos en este lugar. 

Me duele cada vez que pienso en esos momentos. 

No pude soportarlo. 

Hice mi sacrificio a Poseidón y a los dioses —arrojé todo al pozo— antes de regresar a mi cabaña. 

Rápidamente empaqué mis cosas y le escribí una carta a Quirón. 

Esperando que entienda mi situación.

Esperé hasta que llegó la hora de dormir. Lo hice porque los campistas no saldrían de su cabaña a menos que quisieran ser devorados por las arpías. 

Estaba listo para irme cuando escuché un golpe en mi puerta. La abrí y me encontré con el rostro de Grover.

—Hey, Percy, me preguntaba por qué estabas tan callado y molesto después de tu visita al Olimpo.

—No es nada realmente G-man— mentí.

—Vamos, hermano, después de pasar tanto tiempo conmigo sabes que puedo sentir tus emociones y, afrontémoslo, apestas mintiendo.

Logré esbozar una débil sonrisa y le expliqué lo que había sucedido antes.

Después de explicarle, obligué a Grover a jurar que no revelaría esta información a nadie.

No queriendo agitarme más, estuvo de acuerdo y me dijo que estaría a mi lado todo el camino. Me alegró saber que al menos alguien es fiel a mí.

Se fue poco después de consolarme y me senté en mi cama.

"¡¿Por qué el destino debe hacerme esto?! ¿No he hecho suficiente bien para merecer al menos un poco de felicidad? Solo pedí ser alguien a quien amaba. ¡¿ES ESO DEMASIADO PEDIR?!"— grité en mi mente mientras las lágrimas caían de mis ojos.

Miré la hora: las 12 am.

Decidí que era hora de irme y tomé mis pertenencias: algunos conjuntos de ropa, algo de néctar y ambrosía y mi cuerno de Minotauro. Subí la colina y clavé mi carta en el árbol.

Mire hacia atrás dándole un último vistazo al que fue mi hogar desde que tenía 12 años.

Solté un tembloroso suspiro y me dí la vuelta.

Oficialmente, había abandonado el Campamento Mestizo.

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