Epílogo
— Gracias por cuidarlos Tae.
— Como no cuidar a mis lindos sobrinos y así ayudarte con tu sorpresa para Kookie, además los gemelos siempre son una buena compañía para mi pequeño Yungsoo.
Giró su vista hacia el corral donde sus gemelos de casi dos años jugaban con el cachorro de dos años y medio que Tae había adoptado. Su amigo beta había demostrado su gran amor por los niños desde el primer instante en que había conocido a Minjoon, quien fue el primer cachorro en nacer entre su círculo de amigos, y simplemente quedó más claro aún cuando se convirtió en el tío favorito de sus gemelos, de la pequeña de Jin y Jimin y del segundo cachorro de Namjoon y Hoseok. Todos se pusieron sumamente felices cuando un día Minjae y Taehyung llegaron con un pequeño de dos años que habían adoptado a inicios de ese año, y viendo el amor que brotaba de sus risueños ojos solo era cuestión de tiempo para que la pareja adoptarán un segundo pequeño miembro de la familia.
— Los niños te adoran Tae... y en cambio yo soy el tío odiado.
— Eso no es verdad, ellos también te quieren Yoongi-hyung.
— No mientas, lloran cada vez que los sostengo en brazos. — Vió perfectamente como el menor presionaba sus labios juntos hasta que formaron una línea fina. — Se supone que mi aroma de omega les debería de transmitir paz y todo eso pero Minjoon, Seojoon, Jiwoo y tu pequeño de inmediato se dan cuenta de cuando yo soy quien los sostiene y comienzan a llorar.
Una risa ligera escapó de los labios finos del beta y él no pudo evitar contagiarse de ella.
— Creo que me equivoque de carrera, debí de haberme dedicado a cuidar cachorros adorables — mencionó el menor con su vista fija en los tres pequeños que ya estaban cayendo dormidos unos encima de otros.
— Los niños te adoran, pero se con certeza que no te equivocaste de carrera, eres excelente en lo que haces.
— Gracias Yoongi-hyung.
Las mejillas sonrojadas del beta podrían haber sido material para que el se burlara un poco, pero su atención total se centro en la puerta de entrada y había una razón con nombre y apellido.
Jungkook estaba llegando a casa finalmente.
Cuatro semanas separado de su alfa pelinegro habían pasado demasiado lentamente. Si el menor si quiera mencionaba otra misión de rastreo por parte de su trabajo en una ciudad alejada, realmente estaba dispuesto a esconderlo de sus superiores para evitar que se volviera a ir de su lado.
El llanto de Seoyun fue lo único que logro atravesar la emoción de su lobo. Su pequeña estaba demasiado apegada a Jungkook y era obvio que se daría cuenta de su llegada tan pronto como el relajante aroma a playa lleno la sala.
Su mirada conectó con la de su mocoso y una capa de lágrimas entorpecio su visión. Amaba tanto eso ojos que lo miraban con tanto amor.
A pesar de que sus pulmones estaban limitados en el apretado abrazo que su alfa le estaba dando, realmente no había respirado mejor en esas últimas cuatro semanas.
— Gatito, te extrañe tanto. — No contestó simplemente porque ningún sonido saldría de sus labios sin que se pusiera a llorar y Taehyung aun seguía ahí. — Ire a ver a nuestros pequeños Gatito-hyung, porque una linda cachorrita no dejará de llorar hasta que la sostenga.
Con una risita de por medio, asintió levemente y se separó del abrazo que había reconfortado su alma por completo. Sólo podía sentirse completo cuando Jungkook y sus cachorritos estaban con él.
— Yo me llevare a mi pequeño Yungsoo ahora, de cualquier manera Doyoun y Seoyun ya no prestaran atención ahora que su papá llegó.
— Además tienes que ir a encontrarte con Minjae antes de que comience a conducir con la sirena encendida por todo Seúl en busca de su esposo y su hijo.
Le dio un codazo para nada discreto a su mocoso pelinegro que le encantaba burlarse de lo inexperto y sobreprotector que era Minjae con su Taehyung y su cachorro. La pareja aún tenía camino por recorrer, pero nadie podía negar el amor que sentían uno por el otro.
Se despidió del beta y del cachorro agradeciendo una vez más al menor por cuidar de sus gemelos y devolvió su atención a su mocoso que mecía a su pequeña Seoyun mientras veía dormir profundamente a Doyoun.
Se acercó y dejó un beso en la mejilla del más alto notando como este hacía un tierno movimiento con su nariz mientras olfateaba el aire a su alrededor sin encontrar rastro de su esencia pero fingió no haber visto la duda reflejada en los bonitos ojos y se dirigió escaleras arriba para preparar la sorpresa que le daría al menor.
La habitación no había cambiado mucho en esos últimos años, a excepción de que su ropa estaba acomodada en el armario que antes sólo había pertenecido a Jungkook y que una gran fotografía estaba situada a un lado de la puerta, el momento de su boda había sido perfectamente capturado por Taehyung y amaba ver esa foto donde ambos lucían un traje blanco y sostenían a sus cachorros que en ese entonces tenían solo cinco meses de edad.
Había sido uno de esos días que amaba recordar en su mente, junto al momento en que vio por primera vez a sus cachorro, el momento en que conoció a su mocoso pelinegro y junto a ese momento donde le daría una sorpresa a su esposo.
Su ducha no demoró en lo absoluto pues solo necesitaba quitar el neutralizador de su piel. En pocos minutos ya se encontraba vestido y con el cabello ligeramente seco mientras esperaba a que su esposo subiera a la habitación de los dos.
Los pasos ligeros de su menor mientras subía las escaleras están casi imperceptibles, su sentido del olfato y el lazo que compartían fueron los que le indicaron que Jungkook subía apresurado hacia la habitación.
Cuando la puerta se abrió pudo ver la mueca de sorpresa que causó que esos ojos se volvieran un poco más grandes.
— Ga-Gatito... — en un rápido movimiento tenía a su alfa pelinegro arrodillado con su nariz pegada a su vientre —... ¿E-Estás...?
Asintió a la pregunta no terminada con emoción recorriendo el lazo de ida y vuelta.
— Tengo cuatro semanas.
Un beso robo su aliento y una abrazo arrolló su cuerpo. Se sentía flotando entre los brazos de su alfa, siempre se sentía bien estar con su Jungkook envuelto entre el fuerte y relajante aroma a playa que llenaba sus pulmones de la mejor manera.
Dirigió su nariz a ese punto en el cuello del menor donde había dos cicatrices en forma de media luna que nunca desaparecerían a pesar de que su alfa sanara rápidamente. Su marca de omega era lúcida con orgullo por su esposo al igual que el lucía su propia marca.
No estaba obligado a ser un omega lindo como había prometido ser de pequeño. Solo necesitaba ser el mismo para encontrar en su camino a su mocoso alfa pelinegro que terminó convirtiéndose en su destino a seguir.
Su alfa destinado.
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