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Capítulo 6

Su visita al supermercado estaba por terminar, pero él aún seguía caminando, más lento de lo normal, por los pasillos con estantes llenos de productos.

Miraba detenidamente ingredientes y nuevos productos pensando en si podría incluirlos en alguna nueva receta para el restaurante o pensando si le sería de utilidad para llevarlo a casa y debía de preguntarse si era lo suficientemente resistente para soportar la torpeza de Namjoon. Hacía eso de vez en cuando, solo que en ese instante había una razón detrás.

No quería llegar a la casa.

Desde que Namjoon inició su noviazgo con Hoseok, el beta había estado durmiendo en casa del pelirrojo. Le alegraba ver a su amigo tan feliz, pero esa era la tercera noche seguida en los tres días que tenían de relación y a él le abrumaba un poco llegar a la casa grande y totalmente vacía.

Tenía tres años viviendo en casa del menor, desde que Minjae se mudo de Daegu a Seúl y se quedó a vivir en el departamento que antes compartía con Jin. Su amigo alfa había insistido en ese entonces que él se quedara, diciendo que se dormiría con su hermano menor en una habitación de las dos que había, pero Namjoon dio una solución; que usara una de las tres recámaras de la casa que sus padres le regalaron cuando se graduó de la universidad.

En ese entonces le había parecido la mejor de las ideas, pero después de tres años aún seguía pensando en ese lugar como la casa de Namjoon y el lugar donde habitaba por el momento, aunque le encantaba vivir ahí y era muy fácil convivir con su amigo nunca se atrevió a llamarla su hogar porque sabía que en algún momento tendría que irse.

Suspiro dejando de vuelta en el estante la lata que sostenía y avanzó al siguiente y último pasillo, si no encontraba algo con lo que tomarse su tiempo ya no le quedaría más opción que dirigirse a pagar los productos que llevaba en el carrito de compras.

Antes de que girara y de que el pasillo quedara en su campo de visión, su nariz captó el aroma que aún después del paso de los días no podía sacarse de la mente.

Aroma a playa.

Jungkook.

Apenas apareció el nombre en su mente cuando el perfil del alfa pelinegro quedó a la vista. Traía puesto un traje completamente negro, incluso la camisa que iba debajo del saco, y sostenía una caja de cereal en cada mano mientras los grandes ojos pasaban su mirada de una a la otra.

Estuvo mas que tentado a dar la vuelta y salir corriendo hacia su auto pero la mirada del alfa se encontró con la suya deteniendo su capacidad de pensar por unos segundos.

Si su cerebro no hubiera dejado de funcionar tal vez habría fingido que no se dio cuenta de su presencia, como hacía cuando no tenía la suficiente energía para hablar con algún conocido que se encontraba en la calle, en su lugar se quedó parado justo al inicio del pasillo con ambas manos sosteniendo el carrito de compras y probablemente una mueca boba en su rostro.

— Ho-ho-hola.

La voz suave que recordaba cuando el menor habló en el restaurante llenó sus oídos y pasaron al menos tres latidos de su corazón para que respondiera la reverencia que el alfa le había dado.

— Hola.

Pasó su peso de una pierna a otra sintiéndose totalmente inferior cuando veía lo bien que se ajustaban las ropas al cuerpo del pelinegro, delineando los muslos gruesos y el pecho ancho, y recordando que la playera negra que él portaba era inmensamente grande para su estructura, además de que había tomado los pantalones cortos más viejos que tenía y que dejaban descubiertas sus pálidas y poco atractivas piernas.

Si, ese parecía el momento perfecto para morir de vergüenza.

Empezó a avanzar lentamente viendo el estante a su izquierda y pensando que era mejor quedarse callado en lugar de que salieran de su boca algo realmente tonto y vergonzoso. Mordió con firmeza una parte de su labio inferior para detener cualquier comentario que pasara por su mente mientras analizaba las cajas de galletas que estaban frente a él.

— Di-diculpe Yoongi-hyung...

Casi da un salto cuando la voz suave del pelinegro se escuchó a su espalda, en su lugar solo dejo caer la caja que sostenía en ese momento y la que encontró en manos del pelinegro cuando se dio media vuelta.

¿Cómo se movió tan rápido como para levantarla del piso?

Alguien tenía que ponerle un cascabel al menor o de lo contrario le daría un infarto la siguiente vez que sucediera.

Como si fuera a pasar una segunda vez, no tienes tanta suerte.

Sus mejillas se calentaron cuando esa molesta voz en su mente le hizo entender que realmente le estaba gustando ese encuentro y que en serio quería que se volviera a repetir.

— L-l-lo siento hy-hyung, n-n-no fue mi-mi in-intención a-a-asustarlo.

— Esta bien, no pasa nada. — Dio un paso hacia atrás pegándose al estante cuando el embriagante aroma del alfa quedó tan cerca que solo tenía que inclinarse un poco para que su nariz quedará enterrada en medio del pecho ancho del pelinegro. — ¿Qué me decías?

— Eh.. ah.. yo-yo solo que-quería t-tomar una de e-e-esas cajas.

Los dedos largos señalaron a un lugar cercano a su lado derecho pero él no volteó para ver a lo que estaba señalando, no podía desviar la vista de los ojos grandes que brillaban reflejando la iluminación del supermercado.

Dio un par de pasos de manera lateral, tal vez se veía ridículo pero lo prefería si eso significaba no tener ningún tipo de contacto con el pelinegro, era más que suficiente estar aguantando la respiración por momentos para evitar el fuerte aroma que estaba incitando a su dormido omega para que se levantara.

Nunca antes le había costado tanto trabajo mandar a su lobo tan al interior que por momentos dejaba de sentirlo tal vez pasó un par de veces mientras aprendía a hacerlo pero con la práctica había mejorado, sin embargo todo en Jungkook estaba jugando en su contra para que su parte animal se estuviera resistiendo.

El aroma relajante, la voz suave y el innegable atractivo de ese alfa, tenía que alejarse de todo eso.

— Me tengo que ir, hasta luego. — Se inclinó en señal de despedida, sin darle tiempo de contestar, y apresuró el paso al mismo tiempo que empujaba el carrito de compras.

Cuando por fin pagó el total de la cuenta y con sus compras ya embolsadas, disminuyó el ritmo a su andar habitual y recorrió el estacionamiento hasta donde su auto lo esperaba.

Casi suspira de alivio por estar lejos de la esencia que aturdía a su tonto y persuasible omega causando que este luchara contra su autocontrol para mostrar su cuello al alfa.

Tomó varias pequeñas respiraciones intentando llenar sus pulmones del viento caliente que soplaba esa noche pero parecía no estar funcionando para que los rastros del aroma a playa seguía picando de manera persistente en su nariz causando que sus sentidos se concentraran en la tranquilidad que le transmitía.

Colocó las últimas bolsas de sus compras en el maletero y lo cerró, quizás utilizando un poco más de fuerza de la necesaria, y se acomodo en el asiento del conductor aun sin ganas de llegar a una casa enorme y vacía que no le pertenecía.

Giro la llave pero el auto no hizo ningún ruido que indicara que estaba encendido, quitó la llave y volvió a colocarla esperando que fuera una falla de su parte al no girarla de manera correcta pero por segunda, tercera y cuarta ocasión tuvo exactamente los mismos resultados.

La diosa Luna me escucha justo cuando hago este tipo de peticiones absurdas.

Dejó caer su cabeza hacia adelante permitiendo que su frente quedara contra el volante y dejando que un resoplido de frustración saliera desde el fondo de su pecho.

Me arrepiento, si. Por favor quiero llegar a casa y dejarme caer contra mi cómodo colchón, por favor, por favor.

No estaba seguro de si hablaba con su auto inanimado o con los dioses que se burlaban de él mirando cómodamente desde cualquier lugar en el que se pusieran para ver como sufría, solo enderezo su cuello nuevamente y repitió el mismo procedimiento que había hecho antes mientras mordía su labio inferior.

Pero nuevamente nada.

Bien. Ahora tendría que llamar a una grúa, espera por quien sabe cuanto tiempo para que llevaran su auto hasta un taller mecánico y él mismo pedir un servicio que lo llevara a casa con todas sus compras, no estaba seguro de a qué hora llegaría a su cómoda cama y tampoco podía estar seguro de si su auto sería arreglado con la suficiente rapidez para no tener que pedir otro servicio por la mañana para ir al restaurante, o peor aún, hablarle a Jin para que pasara por él.

No, definitivamente no tendría la suficiente energía como para soportar con su amigo tratando de hacerlo reír cuando él probablemente estaría muriendo de sueño.

Frustrado con el calor dentro del encerrado espacio de su coche y sin la posibilidad de prender el aire acondicionado o bajar las ventanas, salió con su celular en la mano y sintiendo que dejaba la piel de la parte posterior de sus muslos pegada en el asiento forrado de falso cuero.

Cuando llegara a casa tendría que recordar quemar los pantalones cortos que traía en ese instante para no seguir usándolos, porque los conservaba era un misterio, nunca le había gustado cómo lucían sus piernas y le quedaban demasiado cortos para su gusto, pero aun así no se había deshecho del maldito pedazo de tela.

Cerró la puerta de su auto y se apoyó en ella con el aire caliente de la noche soplando en su piel expuesta. Tomo su celular para buscar algún servicio de grúa que estuviera cerca pero su lobo se agitó en su interior una fracción de segundo antes de que la suave voz y el intenso aroma llegaran a él.

— M-me alegra ha-haberlo alcanzado, Yoongi-hyung.

Jungkook se acercó hasta que estuvo lo suficientemente cerca para extender el brazo que sostenía una bolsa del supermercado, y también para que todos sus sentidos se llenaran de todo lo que quiso alejarse unos minutos atrás.

Pasó su vista de la tímida sonrisa que le mostraba el menor hacia la bolsa que sostenía entre ellos, preguntándose a dónde había ido su cerebro.

— ¿Qué es eso? — pregunto al más alto, aun indeciso de si debía mover su mano para aceptar lo que sea que le estuviera dando o encerrarse en su auto.

— Usted tenía estas ga-galletas en la mano cuando l-l-lo asuste, supongo que por eso olvido comprarlas, así q-que las traje para usted.

Acepto la bolsa con las mejillas calientes, pues era eso o explicarle al alfa frente a él que miro tan atentamente la caja de galletas porque era demasiado cobarde para mirarlo a los ojos cuando le parecía tan atractivo.

— Deja.. deja que te dé el dinero-

— No. Fui el culpable d-de asustarlo así que p-por favor acéptelas.

— Gracias... — su voz se fue apagando conforme salía cada sílaba y después solo se quedó en silencio viendo la sonrisa contraria que había dejado de ser tímida.

Los labios del pelinegro se estiraban sobre su cara dejando a la vista las dos hileras de blancos dientes y los ojos formaron dos medias lunas bordeadas por unas arrugitas en las esquinas y en el puente de la nariz.

Su corazón se saltó un latido o dos ya no podía estar seguro de lo que su cuerpo estaba haciendo.

— Bueno.. eh, y-yo.. ya lo dejo hyung, pa-para que pueda ir a casa.

— ¿Eh?.. — Cierto, aun no llamaba a la grúa y eso significaba que llegaría más tarde a casa. — Ah, si. — Sabía que estaba frunciendo su ceño pero le molestaba pensar en todo lo que tenía que pasar antes de llegar a su cómoda cama para descansar.

— ¿Sucede algo hyung? — Su mirada volvió a reunirse con la contraria y realmente pudo sentir como toda la molestia se disipaba por un momento frente a esos ojos curiosos.

— No, solo.. estaba recordando que debo de llamar a una grúa.. para mi auto... no quiso encender.

¿Desde cuando daba explicaciones sobre lo que iba a hacer? ¿Desde cuando le interesaba satisfacer la curiosidad de esos grandes y brillantes ojos que lo observaban?

— Oh.. Yo puedo revisarlo, s-si u-u-usted quiere.

Asintió con torpeza y espero en un lado mientras veía como el pelinegro retiraba su saco y arremangaba sus mangas para revisar lo que andaba mal. Durante algunos minutos el menor estuvo revisando su coche y él pasó ese tiempo dando miradas furtivas hacia la expresión concentrada que mostraba en su rostro, y puede que sus ojos también se desviaran unas cuantas veces hacia los antebrazos con marcadas venas.

— Hyung, el alternador es la causa, tendrán que cambiarlo. Le hablaré a-a la grúa del departamento de p-policías, llegarán m-más rápido.

Jungkook sacó su celular y después de intercambiar unas cuantas palabras con quien estaba al otro lado de la línea giro con otra de esas sonrisas que hacían que su corazón se saltara algunos latidos.

— Vienen hacia acá, ya les dije su matrícula para que recogieran su coche. — Se acercó con largos pasos y quedó tan cerca que él temía tocarlo si se movía. — Ya p-podemos irnos cuando pasemos s-sus compras a mi auto, le aseguro que su coche estará bien.

— Yo pediré un servicio para que me lleve, no es necesario-

Antes de que terminara sus palabras, las llaves que antes estaban en su mano derecha le fueron quitadas y su maletero fue abierto, él solo se quedo viendo como las bolsas de sus anteriores compras eran tomadas en los brazos del menor y sin más opción lo siguió con pasos lentos, esperando tener la suficiente fuerza para seguir manteniendo dormido a su lobo pues ahora estaría en un lugar cerrado con el aroma que tanto aturdía sus sentidos.

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