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☾| 𝑽𝒊𝒓𝒈𝒊𝒏 𝑲𝒊𝒍𝒍𝒆𝒓 ˢʰⁱⁿⁱᶜʰⁱʳᵒ |☾

ꜰᴇᴍ ʀᴇᴀᴅᴇʀ x ꜱʜɪɴɪᴄʜɪʀᴏ.

ᴡᴏʀᴅ ᴄᴏᴜɴᴛᴇʀ⇢  2273.
ᴘʟᴏᴛ⇢ 𝖢𝗈𝗆𝗈 𝖻𝗎𝖾𝗇𝖺 𝖺𝗆𝗂𝗀𝖺 𝖽𝖾𝖼𝗂𝖽𝖾𝗌 𝖺𝗒𝗎𝖽𝖺𝗋 𝖺 𝖲𝗁𝗂𝗇𝗂𝖼𝗁𝗂𝗋𝗈 𝖺 𝗉𝖾𝗋𝖽𝖾𝗋 𝗌𝗎 𝗏𝗂𝗋𝗀𝗂𝗇𝗂𝖽𝖺𝖽, 𝗒 𝗍𝗎 𝗍𝖾𝗋𝗆𝗂𝗇𝖺𝗌 𝗉𝖾𝗋𝖽𝗂𝖾𝗇𝖽𝗈 𝖾𝗅 𝖼𝗈𝗋𝖺𝗓𝗈́𝗇 𝗉𝗈𝗋 𝖾́𝗅.
ᴡᴀʀɴɪɴɢ⇢ ᴄᴀʀ sᴇx, ᴠɪʀɢɪɴ sʜɪɴ, ғʀɪᴇɴᴅs ᴛᴏ ʟᴏᴠᴇʀs.  

Dos pares de ojos observaron tu redondo trasero asomarse por el corto y deshilachado short que traías puesto. Casi ni pestañearon cuando, inconscientemente, pasaste tus manos por la tela, manchando tu glúteos con el aceite del auto que arreglabas. 

—Si los ve mirarla así los va a matar— advirtió Shin, al ver a Waka y Takeomi apreciar uno de tus más hermosos dotes genéticos. 

Aún así, no le hicieron caso. Conocían tu carácter brusco, después de todo, eres parte del grupo desde los quince años. Ser tus amigos no los hacía ciegos, a pesar de que Shinichiro dijera lo contrario.

—Francamente, no sé cómo lo haces, Shin. Tienes esta vista la semana entera y no te vuelves loco—comentó Takeomi, dirigiendo su atención a Sano. Shinichiro no hizo más que encogerse de hombros. 

Por su lado, Wakasa observó tus muslos pensativamente, escuchando al unísono la conversación entre sus dos amigos. Y, en consecuencia a ambas percepciones en que se encontraba, decidió actuar. Caminó con pereza a tu encuentro, esperando a que termines de patear las ruedas de la máquina que, parece, no puedes hacer andar.

Mechones de tu cabello caían perdidos por tu rostro de la coleta que te habías hecho, tu pecho subía y bajaba agitado de la frustración, gotas de sudor deslizándose por tu piel. Le diste una mirada a tu amigo, esperando lo que sea que viniera a decirte ese inexpresivo. 

—No tengo todo el día, dime de una puta vez qué quieres, Kasa. —Te agachaste para continuar revisando el motor del auto.

 —Shinichiro. ¿Vas a dejar de evitar la realidad?—La voz masculina y sepulcral se distorsionó un poco a causa de la paleta en su boca. Pero ese leve balbuceo no te impidió comprender el mensaje. —No entiendo, no puedes salir lastimada, solamente te estás privando de lo divertido por orgullosa. 

[ ... ]

Te limpiaste un poco el aceite con una toalla mojada. Desde que Wakasa abrió su boca, instintivamente tus ojos iban hacia donde sea que se hallara Shinichiro, ahora cada mínima cosa que hacía te parecía atractiva. Es decir... siempre te pareció lindo, pero es tu amigo, tu vecino de la infancia, al que ayudaste a conquistar veinte chicas, y que viste sonreír con tristeza ante cada uno de esos rechazos. Y allí estaba, con el ceño fruncido tratando de sacar las cuentas del local, balbuceando números, como si fuera un niño al que le enseñan las tablas por primera vez. "Pero es lindo" esa frase volvió a hacer eco en tu cabeza.

Te molestaba estar pensando tanto, no solías hacerlo. ¿Cómo era que Shinichiro lograba apaciguar esa ferviente impulsividad tuya tan carente de raciocinio? Si él fuera cualquier otro hombre irías de frente, se acostarían una noche y no lo verías otra vez. Pero cómo hacías eso con Shinichiro si no era como los demás.

—Shin, —lo llamaste con suavidad. Él no tardó en dirigir su atención hacia ti, recargado en el mostrados de la tienda, con el lápiz entre los dientes y el flequillo negro cayendo sobre su nariz. Te acercaste despacio, apoyándote sobre el lado opuesto del mueble, quedando cara a cara con él. —Estuve pensando... ¿no quieres dejar de ser virgen?—tus dedos recorrieron las venas marcadas de sus manos, sin atreverte a mirarlo a los ojos. Tus mejillas probablemente estaban rojas, y tu corazón latía tan fuerte que aturdía. Shinichiro se irguió al instante, dejando atrás su postura agobiada y despreocupada.

No era algo que no hubieran hablado, su inexperiencia era un chiste frecuente entre los miembros fundadores de Black Dragons, una sátira de su mayor fracaso. Pero nunca te lo tomaste en serio, no sonabas amistosa, sonabas excitada. ¿Acaso le estabas tirando una indirecta?

Carraspeó algo incómodo, con un nudo en el estómago. Una nube de pensamientos sucios empañó su mente, el solo imaginar la mínima posibilidad de que lo desearas estaba alterando su sistema nervioso.

—¿A qué viene esa pregunta, ___?

Sonreíste por la ternura que te provocó el nerviosismo de Shinichiro, la ansiedad probablemente lo carcomía y se moría por salir a fumar un atado completo de cigarrillos. Tus instintos dominantes tomaron revancha contra esa patética vergüenza que te había poseído. No tardaste en acorralar a tu amigo contra la pared. 

—A que me gustaría ser la primera que te coja... —dijiste por lo bajo, rozando sus labios. Tus dedos recorrieron los pliegues de su camiseta blanca. 

La sorpresa en el rostro de Shinichiro no parecía precipitarse, aún seguía sin caer en  la situación. Sus ojos oscuros recorrieron tus facciones, en búsqueda de cualquier indicio de que estuvieras jugando con él. Se alteró un poco al ver que ningún gesto le indicó que mentías.

Pasó saliva, bajando su mirada a tus labios carnosos invitándolo a darse un festín con ellos. ¿No estaría soñando? ¿En serio su primer acostón iba a ser con el amor de su infancia? Las fantasías de tantas noches se harían realidad. 

Te tomó de la nuca y unió sus labios con los tuyos, desesperado por invadir todos sus sentidos con tu esencia. Quería ser consumido por tu ser, quería ser completamente tuyo, olvidando cada vez que su complejo de inferioridad susurró a su oído que eras inalcanzable, y nunca te fijarías en alguien tan débil como él. Pero aquí estabas, arrinconándolo cual gacela moribunda. 

La adrenalina drenaba su sangre, lo hacía sentirse drogado, adicto a tu cercanía. Si le dijeran que un solo roce de tu piel le quitaba un mes de vida, te besaría hasta agonizar, sería la muerte más placentera. Pero, entonces, te apartaste abruptamente y el terror congeló su corazón. 

Te miró a los ojos, esperando el inminente rechazo, que jamás llegó. En su lugar fue empujado hacia uno de los autos que, se suponía, debería estar arreglando, en vez de tenerte a ti sobre su regazo. Le robaste un perezoso beso, tus manos se escabullían hasta el bulto en sus pantalones, acariciando su erección sobre la tela. Un suspiro de placer se escapó entre los labios de Shinichiro, entrecerrando los ojos empañados de lujuria, tu roce se sentía tan bien. 

Sus dedos comenzaron a recorrerte tímidamente por debajo de la camiseta, tu piel cálida y sedosa bajo el tacto de sus yemas, el sexo podía ser algo cotidiano para los demás, pero para él tocarte era como pisar la luna. 

Te apartaste, dejándolo agitado y con el alma ardiendo de deseo. Mientras te observaba quitarte rápidamente los shorts y las bragas, su miembro comenzaba a doler tanto que parecía que rompería el pantalón. Así que decidió ahorrar tiempo imitando tu acción, desabrochándose la bragueta para liberar su masculinidad oprimida.

Tus ojos casi se salen de tus orbitas al verlo, tu mirada pasó bruscamente de Shinichiro hacia la monstruosidad entre sus piernas un par de veces, intentando que tu cerebro se hiciera a la idea. Sano te sonrió con diversión, tomándote de la cintura para que te posicionaras otra vez sobre él. 

—¿Tuviste eso escondido todo el tiempo? —dijiste boquiabierta. Tus ojos fijos en los suyos, sin terminar de comprender qué acababas de ver.

Shin pareció razonar tus palabras, torció un poco la cabeza y luego miró su polla, erguida entre ambos, con presemen deslizándose por su largo, y gruesas venas que lo recorrían desde la base hasta la cabeza. Te sentías bastante intimidada, incluso cuestionaste si lo podrías manejar aun con tu ardua experiencia en ello.

—¿Tan grande es? Creí que era promedio.

—¡Promedio! —soltaste una incrédula carcajada. —Shini, hasta podrías ser un actor porno famoso.

El comentario lo hizo reír. Esa risa gutural y masculina, que siempre estaba presente en tu día a día, ahora aumentó tu éxtasis, vibrando desde tus oídos hasta tu pliegues mojados y ansiosos por sentirlo. Interrumpiste su risa con un beso desesperado, mientras levantabas un poco tus caderas y tomabas su miembro delicadamente entre tus dedos, lo alineaste con tu entrada. Dispuesta a hacerlo entrar de una sentada. 

—¿Listo, Shin?—susurraste contra la piel de su cuello. 

—Espera, aún no te haz prepa... ¡Ah!

Los ojos de Shinichiro se pusieron en blanco, rodando hacia la base de su cabeza, un jadeo salió de su garganta. Acababas de tomar su polla completa en menos de un segundo, sin siquiera molestarte en estirarte un poco antes. La calidez y estrechez lo azotaron, y pareció un infierno contenerse para no correrse al solo ponerlo. Te sentías deliciosa, mejor de lo que se hubiera imaginado. 

Por tu parte, era difícil acostumbrarte a su tamaño. No fue la mejor idea tomarlo así, pero ya no podías aguantar más, así que comenzaste a mover tus caderas con lentitud. Su miembro en tu interior hacía fricción con cada punto sensible, y su grosor te estiraba tan bien que sentías los espasmos a punto de estallar. 

Observaste a Shinichiro, completamente ido de la realidad, su respiración agitada e irregular. Mechones de su flequillo caían despeinados y sudorosos sobre su rostro, te dedicó una sonrisa desbordante de satisfacción, que te hizo sonrojar como la mierda. 

—¿Por qué tan roja, ___? ¿Acaso te gusto tanto?—bromeó, con la voz entre cortada y jadeos de por medio.

Su socarronería duró otro salto de tu parte sobre su polla. Haciéndolo retorcerse y hundirse contra el asiento de cuero. Sonreíste, apretándote más contra su pecho.

—Yo también puedo hacer eso, bonita.

Arqueaste una ceja, dándote por ganadora del juego, después de todo ¿qué podía hacer un virgen sin experiencia? Claro que se te olvidó el gran detalle entre sus piernas, y los interesantes libros eróticos que leía su hermana. 

Las grandes manos de Shinichiro te tomaron de las caderas, afirmándolas contra su pelvis, dando comienzo a un vaivén bastante torpe e irregular, que con cada embestida iba tomando más confianza. 

Okay, no estaba mal, era bastante bueno para un principiante. Con cada rebote tu gemidos iban subiendo un tono, hasta que en tu partitura ya no hubo un solo silencio, sino blancas ligadas en ambas claves. Una sinfonía básica que a Shinichiro le encantaría escuchar cada día por el resto de su vida, y jamás se hartaría.

Con los sentidos un poco más estables, Shinichiro decidió descubrir un poco más tu anatomía, levantando sobre tus pechos el ajustado top que traías. Tus pechos salieron rebotando libres frente a él, lo observaste llevarse uno a su boca y lamerlo como a un dulce, erizando cada vello en tu cuerpo. Se deslizó un poco en el asiento para tener mejor movilidad, tomándote con ambas manos del trasero, apretándolo con ganas y tanta fuerza que dejaría marcas.

Las embestidas evolucionaron a un ritmo mucho más ofensivo y violento. Atacando cada rincón placentero en tu interior con su largo, a su vez estimulando cada punto erógeno con sus labios. Sin permitirte un respiro, te sentías tan agobiada que no sabías en cuál de esas caricias concentrarte. 

Shinichiro estaba ido, desesperado por provocarte todas las sensaciones posibles. Los estímulos externos que le brindabas le impedían reaccionar de esa neblina infinita de placer, tus labios carnosos contra su mentón, tus hermosos ojos regalándole miradas de lujuria, tu cercanía y el hecho de que te amó desde que eras una niña robando sus juguetes. Que seas tu hacía especial estar perdiendo la virginidad en un auto, con el olor a aceite y humedad rodeándolos. 

—Shin... —lo llamaste agitada, con la poca voz que te quedaba. —¡Voy a, voy a...! 

Parecías una colegiala siendo follada por primera vez en los vestidores de la escuela. Al escucharte decir aquello, su obsesión porque te vengas sobre él creció, sus instintos masculinos se desquiciaban, enceguecidos por hacerte correr como ningún hombre lo había hecho. Los golpes se hicieron tan contundentes y bruscos que te costaba respirar, los espasmos comenzaron a incendiar tu cuerpo como si fuera un bosque, hasta estallar en un orgasmo que te hizo ver la galaxia y flotar entre las estrellas en ella.

Aunque estuvieras tan inmiscuida en correrte, no dejaste la presencia de Shinichiro atrás. En realidad, él estaba perdido en esa galaxia contigo, acompañándote, amando tu cuerpo como si de una deidad se tratara. Así que lo besaste, devorando sus labios torpemente, demostrándote a ti misma que Shin no era otro del montón, sino el indicado.

Él también se dejó llevar por el éxtasis del orgasmo, derramándose en tu interior esponjoso, mojado y cálido. Anonadado por una catarata de sensaciones y sentimientos demasiado complejos para describir, o que incluso jamás encontraría palabras para identificarlos. Quizá tu eras esa descripción, tu ser era la única palabra descriptible a tanto goce.

El momento de frenesí acabó con sus labios incapaces de separarse, besos dulces y lentos, que interrumpían la soledad del descanso para sus cuerpos colapsados y satisfechos.

[ ... ]

Dos pares de ojos observaron tu redondo trasero escondido en unos shorts más largos de los que acostumbrabas llevar, consternando bastante a tus amigos. 

—¿No les parece que ___ se está vistiendo raro estos días?—preguntó Takeomi confundido. Algo que era cierto, últimamente traías jeans, o blusas largas que tapaban parte de tus muslos y pecho.

Shinichiro se encogió de hombros a su lado, dándole otra calada al cigarrillo entre sus dedos, apreciando la vista de tu culo erguido espectacularmente ante sus ojos. Wakasa miró atento cada uno de sus movimientos, tanto tuyos como de Shin, pasando de mejilla su paleta. Hasta que, al agacharte un poco más, una marca roja en la piel de tus glúteos mandó al demonio la inexpresividad del rubio. 

Sano le dedicó una sonrisa a Wakasa, soltando despacio el humo del cigarro. Kasa le devolvió la expresión genuinamente feliz por él. Gesto que a penas duró tres segundos, luego la sorpresa se disipó de su rostro y volvió a tener las mismas facciones desinteresadas de siempre. Pero, por dentro, rebosaba de alegría por ver a sus dos amigos juntos de una vez por todas.

Me tardé en terminar este shot porque se alargó más de lo esperado. Estuve repitiendo personajes, y la verdad eso no es muy de mi agrado, así que el próximo capítulo va a ser sí o sí de alguno nuevo. 

En fine, espero lo disfruten.

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