✞| 𝑫𝒊𝒔𝒓𝒆𝒔𝒑𝒆𝒄𝒕𝒇𝒖𝒍 ᵀᵃⁱʲᵘ |✞
ꜰᴇᴍ ʀᴇᴀᴅᴇʀ x ᴛᴀɪᴊᴜ sʜɪʙᴀ.
ᴘᴇᴅɪᴅᴏ ᴘᴏʀ⇢ rockerpines espero te guste ♥️
ᴡᴏʀᴅ ᴄᴏᴜɴᴛᴇʀ⇢ 1313.
ᴘʟᴏᴛ⇢ 𝖳𝗋𝖺𝗍𝖺𝗌 𝖽𝖾 𝖾𝗏𝗂𝗍𝖺𝗋 𝗅𝖺 𝗉𝖾𝗅𝖾𝖺 𝖽𝖾 𝗅𝖺 𝖳𝗈𝗆𝖺𝗇 𝖼𝗈𝗇𝗍𝗋𝖺 𝗅𝗈𝗌 𝖡𝗅𝖺𝖼𝗄 𝖣𝗋𝖺𝗀𝗈𝗇𝗌, 𝗉𝖾𝗋𝗈 𝗅𝗅𝖾𝗀𝖺𝗌 𝖽𝖾𝗆𝖺𝗌𝗂𝖺𝖽𝗈 𝗍𝖺𝗋𝖽𝖾 𝗒 𝗌𝗈𝗅𝗈 𝗉𝗎𝖾𝖽𝖾𝗌 𝖺𝗒𝗎𝖽𝖺𝗋 𝖺 𝖽𝖾𝗌𝗊𝗎𝗂𝗍𝖺𝗋 𝗅𝖺 𝗂𝗋𝖺 𝖽𝖾 𝖳𝖺𝗂𝗃𝗎.
ᴡᴀʀɴɪɴɢ⇢ 𝗌𝗎𝖻𝗆𝗂𝗌𝗌𝗂𝗈𝗇, 𝖽𝗈𝗆𝖳𝖺𝗂𝗃𝗎, 𝗍𝗈𝗑𝗂𝖼 𝗋𝖾𝗅𝖺𝗍𝗂𝗈𝗇𝗌𝗁𝗂𝗉, 𝗌𝗂𝗓𝖾 𝗄𝗂𝗇𝗄.
En cuanto supiste lo que sucedía, trataste de llegar lo antes posible a la iglesia. En tu boba cabeza, creías que podías evitar la pelea contra la ToMan, que Taiju te amaba más que a sus delirios de grandeza y se sometería a Mikey Sano. Cuando, más bien, jugabas el papel de distracción en su vida, como una bocanada de aire al estar ahogándose. Sí, eras indispensable para él, más no el significante a dejar de lado sus ambiciones.
Al hacerte paso por las amplias puertas, en tu panorama se hizo presente su inmensa espalda llena de tatuajes. Estaba sentado en el suelo, su respiración agitada de la ira, sus músculos tensos y su cabeza gacha. El aura del lugar extremadamente pesada, culpa de su actual ataque de furia.
Caminaste despacio hacia él, observando con atención los destrozos dentro de la capilla, no había rastros de Koko ni Inupi, o alguno de los miembros de Black Dragons. Así que asumiste que lo abandonaron al ser derrotado.
—Tai... —lo llamaste, casi en un susurro y te agachaste a su lado, un poco asustada de su reacción. Él jamás te había puesto una mano encima, pero tus instintos no podían evitar reaccionar a tu clara desventaja física. Taiju era una bestia, llevándote al menos cuarenta centímetros de diferencia, y su porte tan intimidante te hacía comportarte como un conejito indefenso. —¿Estás... ?
Te callaste en cuanto una gigantesca mano te tomó por el cuello, acercándote a su rostro. No pudiste evitar soltar un leve chillido de sorpresa, aunque sus dedos no aplicaban presión alguna. Rozó tu nariz, enfocando su mirada en tus labios carnosos.
Observaste sus rasgos, en un inútil intento de descifrar qué sentía su tosco ser. Cuando un beso brusco interrumpió tu análisis, su lengua se interpuso entre tus labios, obligándote a apegarte aún más a él, quedando diminuta en su pecho grueso.
—Cierra la boca—gruñó al separarse.
Pudiste notar el dolor en sus ojos, y las emociones consumiéndolo que no lograba manejar. Taiju era un hombre orgulloso y engreído que, rara vez que algo le salía mal, no podía lidiar con sus sentimientos de humillación e impotencia. Tampoco le gustaba compartirlas, por lo que la mayoría de esas veces el desquite era alguna pandilla, otras veces era cogiéndote hasta descargar todo eso entre tus paredes. ¿Cuál crees que sería hoy?
Taiju no tardó en dar tu espalda contra el mármol del suelo, mientras su otra mano estiraba tus bragas hasta arrancarlas. La falda del uniforme se enrollaba en tu cintura, y tu camisa ya estaba arrugada sobre tus pechos, la lengua de Taiju se deslizaba entre ambos haciéndote soltar varios suspiros.
Algunos mechones de cabello azul caían por su rostro, dejándote a la vista un gran hematoma en su cuello, que se ponía peor al pasar los minutos. Pasaste tus dedos por la zona bastante preocupada, y, decidida a pararlo, tomaste su muñeca para quitarlo de entre tus bragas y sentarte.
—Taiju, deben revisarte—la mano en tu cuello volvió a ponerte en tu lugar, justo debajo de él, retorciéndote con su toque. — Hablo en serio, debes ir...
Dos de sus dedos se hicieron paso sin problema por tus paredes viscosas, haciéndote perder por completo cualquier noción de responsabilidad. Taiju conocía tan bien cada centímetro de tu anatomía que, su tacto en el lugar correcto, podía hacerte derretir entre sus brazos.
—Dije que cerraras la boca—acotó, bastante molesto por tu desobediencia. No quería explicarte la historia de ese golpe, perdió a todos sus hombres por culpa de ese golpe... ¿Y si te perdía a ti también por su falta de fuerza? Jamás lo sabrías, quien rumoreara sobre eso o te dijera la verdad moriría.
Sus dedos se profundizaron aún más en tu interior, curvándose hacia tu punto g y golpeándolo sin respiro alguno, con su pulgar estimulaba el clítoris. Los jadeos no paraban de escaparse entre tus labios, tus uñas rasguñaron la piel de sus bíceps, tu respiración era irregular al punto de agitarte, y tus ojos no podían mantenerse abiertos.
Eras una obra de arte, aunque no supiera cómo decírtelo, con las mejillas rojas y los ojos vidriosos de placer, tus pechos danzando al ritmo de tus espasmos. Tenerte era como un placebo a su lado oscuro, que siempre rezaba sus peores inseguridades. Sus labios se enredaron con los tuyos en un beso lento, lleno de deseo y amor, mientras tu orgasmo se desparramaba por cada rincón de tu cuerpo.
Prácticamente no te diste cuenta cuando te volteó, solo el frío del mármol contra tu mejilla te dio una pista de que estabas en cuatro, con la cintura arqueada y el culo hacia arriba, a merced de las manos de Taiju, que lo estrujaba como si fuera la almohada más esponjosa del mundo. Entonces sentiste como su miembro te estiraba placenteramente.
Por lo general, era tardío que te acostumbraras a su grosor, así que tenía mucho cuidado en las primeras estocadas, porque tu pobre estrecho coño no podía soportar tal tamaño. Consiente de lo pequeña que eras a su lado, trataba de limitar su fuerza, lastimarte sería un pecado atroz que lo mataría. Pero, a veces, el deseo de cogerte violentamente le quemaba las entrañas.
El vaivén comenzó despacio, dándote el tiempo para recuperar un poco de tu orgasmo anterior, desgraciadamente ya estabas demasiado ida para prevenir lo que venía. Tus desorbitados ojos vieron una de las manos inmensas de Taiju apoyarse junto a tu cabeza, mientras tomaba ambas muñecas con la otra y las posicionaba en tu espalda baja. De una estocada tu mundo dio vueltas, los vitrales que mostraban los milagros de Jesús parecieron distorsionarse, incluso observarte con desaprobación.
Tus paredes se apretaron alrededor de él, con cada estocada sus caderas se encontraban bruscamente contigo, su mano apretándote las muñecas. Los jadeos y gemidos hacían eco por las paredes de la capilla, tu aliento era tan pesado que te costaba respirar, el sudor recorría la espalda de Taiju manchando sus tatuajes, y sus oídos zumbaban del aturdimiento.
La garganta comenzaba a dolerte, al parecer estabas gritando de la euforia y no te habías percatado, la saliva chorreaba el piso debajo de tu cabeza, el cosquilleo en tu vientre no desaparecía. Lo que sentías era tan embriagador, todo tu ser a merced de Taiju por el placer que te estaba dando, con la ansiedad de sentir cada vez más.
Algo caliente cayó sobre tu otra mejilla, en un intento de contenerse un poco, Taiju mordió tan fuerte su labio inferior que lo hizo sangrar. El liquido rojo recorrió tu aterciopelada piel hasta desplazarse sobre el mármol, manchando aún más el lugar sagrado con su lujuria desmedida.
La mordida lo despabiló un poco de la situación, permitiéndole apreciar tu cabello desordenado, y tus ojos cruzados, el delicado cuerpo sumiso bajo él, temblando de la sobreestimulación. El choque de sus caderas contra tu trasero se hicieron más desenfrenadas y torpes, provocando espasmos entre tus paredes, haciendo reaccionar a cada nervio entre ellas hasta que estallaron.
Soltó un gruñido gutural en cuanto cremaste a su alrededor en plena convulsión de tu orgasmo, Taiju miró hacia abajo, encontrando su abdomen empapado de tus jugos. La imagen fue tan fuerte que tuvo que salir para no correrse abruptamente en tu interior. El semen se derramó sobre tus muslos, deslizándose lentamente por tus piernas.
Siendo sincera contigo misma, no te importaba que la vanidad de Taiju lo obligara a esconderte cosas, o que nunca pudieras interpretar sus emociones por su cara de piedra. Lo que sí te intrigaba, era cómo ese hombre se jactaba de ser un cristiano ortodoxo, incluso después de dejarte chorreando en el suelo de su propio templo.
Aunque claro que no se lo reclamarías, por miedo a que no lo quisiera repetir. Sería una pena habiéndole faltado ya el respeto a cada santo de la religión en su propia casa.
El próximo seguro es de Mikey o Izana, dependiendo de quién esté más inspirada.
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