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Capítulo 32

[Fortaleciendo la Hermandad]

Sonreiste al llegar a casa, era un riesgo enorme hacer esto, habías investigado y sabías con certeza que eso podría ser subido a redes, había tres rondas donde la mejor banda recibía el honor del reconocimiento y participación como modelos en una de las más reconocidas editoriales sin dejar de lado un pago por cada participación sin importar si ganas o pierdes.

Muchos se retiran por la presión de tener que escribir dos canciones y dominarla en tres semanas.

Esto ya estaba ganado para ustedes puesto que tenías algunas canciones escritas por tí y Kaede que tenían que adaptarse, eran tres canciones, lo difícil era ponerle sonido y escoger cual había que cantar.

—QUITATE —gritó Urogi tras de tí para empujarte a un lado y correr a la sala.

Por suerte habías caído sobre Aizetsu y no dolio demasiado, te rehusaste a pelear, no tenias los animos, con desinterés viste la razón por la cual Urogi había corrido de manera tan desesperada.

—¿Qué estas viendo? —preguntaste, puesto que estaba muy pegado a la televisión.

—VA A SER EL CONCURSO DE CADA AÑO SUMIKO —contestó en un gritos de emoción— DIOOOS LAS CUTE GIRLS VAN A PARTICIPAR.

Karaku se apoyó a lado tuyo con desinterés ante esa reacción tan infantil, vaya que amaba la música.

—Pff las "Cute girls"? Más gay no pudiste haber sonado —mascullo Karaku.

La cabeza de Urogi se fue para atrás cual exorcista, claramente ofendido por el hecho de que juzgarán su banda favorita.

—Chupala, nadie te habló, por mis diosas no me importa nada maldito jotito —contesto para volver su atención hacia esa banda.

karaku chaqueo la lengua y se fue a su habitación sin discutirle ya nada, todos sabían que cuando se trataba de algo como sus canciones favoritas era imposible discutir con él.

—¿Es cierto que allí dan "la fama eterna"? —continuaste dejando tu mochila en el piso.

—Obvio —respondió emocionado anotando las fechas a pesar de posiblemente tenerlo en la mente— las cute girls participaron y desde entonces bum.

—Nunca había escuchado ese torneo —confesaste dudosa.

—Claro, con tus cosas esas del maquillaje y cosas no te puedo decir nada por ignorante.

Cruzaste los brazos frunciendo levemente el ceño para irte a la cocina, no ibas a gastar tu energía en él.

Dentro de esta ya estaba Sekido quien cocinaba, tu madre y padre siempre estaban en trabajo hasta noche, no era de extrañar, tenía eso de cocinar a pesar de tener los recursos para comprar a domicilio.

—[Joder, se ve impecable] —pensaste, observando como empezaba  a picar verduras y tenía afuera las pechugas de pollo todo esto en un orden.

Tomaste un jugo del refrigerador y te acercaste, tal vez ellos no estaban dispuestos a cambiar, pero tú sí.

—Pued-.

—No —te interrumpió antes de que pudieras hablar—no vas a salir, no voy a darte dinero y no te voy a prestar mis consolas.

Levantaste una ceja suspirando con cansancio, sería cansado descubrir el motivo de su odio hacia tí, enjuagaste tus manos sintiendo el peso de su mirada cayendo sobre tí, ya tenías tu pelo recogido en una coleta.

—Lo que quería decir, era de que si podría ayudarte —sonreiste levemente apoyandote en la encimera.

—¿Tú? —con cuchillo en mano te apuntó teniendo en su rostro una expresión de duda y sorpresa.

—Mmm si —con el dedo moviste el cuchillo a la tabla de picar.

—¿Por qué? Sabes bien que no te daré nada —sus ojos te vieron de arriba abajo esperando cualquier suplica de permiso.

—Lo sé pero la verdad es que no tengo tareas y quería ver cómo era cocinar contigo, nada más te he visto cocinar con nuestra madre.

—¿Como se que no quieres envenarlo o algo así? —la comisura de sus labios formo una tenue sonrisa como si hubiese dado en el clavo y volvió a cortar las verduras.

—¿Acaso no recuedas nuestro tratado de paz?

Con el extremo del ojo te dió una mirada al ver que hacías mención del secuestro.

—Solo quiero ayudarte aunque sea un poco —proseguiste— aunque ya depende de tí si es que me quedo o no.

Su desconfíaza era obvia, era la primera vez que mencionabas esas falsas promesas de un cambio positivo en su hermandad.

—Bien, quédate —soltó el cuchillo y se giro a tí— esperó no estropez nada.

—No tengo porque, relájate un poco, soy tu hermana, no tu némesis.

Reiste un poco de tu propia frase aunque claro a él no le dio ninguna gracia.

—Se nos hace tarde, encargate de sazonar la sopa y meter la verdura cuando yo te diga, ahora mete las papas, ya pique todo —ordenó para girarse hacía el pollo.

[... ]

Incomodamente después de unos minutos meneabas la sopa Sekido era demasiado estricto respecto a como debías poner todo, a la temperatura y hacía donde tenias que menear, mentirías si dijeras que seguir sus órdenes eran sencillas, estabas algo cansada.

Y la sopa en aquella gran olla apremiaba tu olfato.

Aspiraste el delicioso aroma, tu lado rebelde no pudo resistir la tentación poniendo una sonrisa ladina para mirar hacia atrás, Sekido estaba lavando un sartén en lo que salía el pollo, era el momento, con el cucharón tomaste algo de caldo y lo acercaste a tus labios.

—¡Sumiko! —exclamó Sekido de manera que saltaste hacía tras soltando la cuchara a la sopa hirviendo, haciendo que las gotas salpicaran todo tu brazo.

—¡AH! —gritaste de dolor con el ardor de la gran parte de tu antebrazo.

Comenzaste a llorar por el ardor corriendo al lava manos empujando a Sekido a un lado y poner tu brazo en el agua apretando los ojos por el dolor.

—Maldita sea —maldijo Sekido con un deje de ¿preocupación?.

—[El cucharón cayó a su sopa, allí va el griterío] —pensaste decaída.

No fue hasta que un frio en la zona irritada por el líquido relajó mínimamente aquella agonía.

Abrís te los ojos para encontrarte los de Sekido quien tenía una rodaja de tomate sobre la quemadura en la fría agua del grifo.

Tus ojos hinundados por las lágrimas se agrandaron suavemente al ver con más claridad su expresión preocupada con un deje de molestia.

—Agh esto me pasa por aceptarte en la cocina —se dijo como un reprendimiento así mismo— ¡Y tú! ¡¿Como diablos pudiste soltar la cuchara?!

—Me asuste —admitiste cerrando los ojos.

Genial, tu brazo con el cual tocabas estaba herido, no podrias ensayar parada mínimo en unos tres días.

—Te pudo haber llegado al rostro, no vuelvas a hacer esas tonterias.

—Pero no paso, mi rostro esta bien.

—Claro que lo está Sumiko, todo por tú afán de ayudar —entorno los ojos poniendo contacto visual— ¿En primer lugar porque aguantas esto y porque lo haces? Llevo atormetandote  una hora entera sobre reglas que me invento.

—¿Como? —bajaste la mirada, no esperabas comprensión de él— lo hice porque quería pasar tiempo contigo.

—Suena ridículo.

—Lo se pero es verdad, solo quería eso —mordiste tu labio inferior aguantando varias lágrimas— nada más, no fue mi intención arruinar tu comida.

Cerró los ojos frustrados, como si se contuviera más reclamos, la cercanía te motivaba a abrazarlo pero no te atrevias, ya te sacaría de una.

[...]

Ya sentada arriba de la encimera bebias tu jugo de manzana sosteniendo tu brazo vendado.

—Sekido —llamaste preparada— Cuando era bebé ¿Mamá alguna vez llegó quererme?

Sekido quien freia el pollo volteo la cara por la repentina pregunta.

—Nose —confesó— al principio te tenía en su cuarto, pero a los dos meses te empezó a dejar en la habitación de nosotros, no soportabas estar en la cuna así que llorabas demasiado, siempre un dolor de cabeza.

—No sabía que llegue a dormir cn ustedes.

—Si, así fue el primer año, hasta que te empezó a dejar en tu cuarto.

Bajaste la mirada, ni siquiera en los primeros meses sabías si es que te había dado pecho o formula con tu padre.

—Pero —interrumpió el algo sonrojado con ese ceño fruncido— nosostros si te amamos como quiera.

Apoyaste la cabeza en tu hombro y sorbiste tu jugo, era las primeras veces que lo decía de manera tan abierta.

Te bajaste de la encimera y corriste hacía el abrazandolo de sorpresa

—No sabes lo feliz que me hizo hablar contigo hermano —apoyaste tu cabeza en su pecho cerrando los ojos ante el calor de su cuerpo viendo como había respondido tu abrazo— te amo.

Claro, esto sin percatarte de su extraño comportamiento, portando una escalofriante sonrisa ladina, suavemente aspiraba tu pelo, ese embriagante olor a fresas que satisfaccia su olfato, las manos sobre tu espalda baja y esa mirada cegada por obsesión.

Teniendote en sus brazos.

—Oh..yo también te amo Sumi...


Exacto, si ustedes se sintieron incómodas, yo me sentí el triple escribiendo este cancer anal

Miren, como ya estoy en el turno de la mañana hago lo mejor posible para aprovechar la tarde pero joder, primera semana de segundo semestre y ya andan amenazando de que me van a quitar un examen 😭 maten a mi prepa.

Ya mañana actualizó su risitos y pues las que me faltan

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