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25: Luego de la tormenta...

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Dos días después de la detención de Pete, las aguas comenzaron a calmarse. El escándalo había sido intenso, tal como Celio esperaba. No se escondió en ningún momento, por lo que estaba dispuesto a enfrentar las consecuencias. Era consciente de que su reputación se había visto afectada, pero para él valía la pena.

Como último recurso, la familia Terry decidió revelar un video que mostraba a Celio y a un "joven misterioso" saliendo del Queen Motel. Esto desató una frenética persecución mediática hacia la familia Briand, pero gracias a que Pete Terry aún era el centro de atención, también fue aplastado por la presión mediática.

Curiosamente, ninguno de los miembros de la familia Briand habló con los medios. No era por miedo, sino porque estaban más ocupados ocupándose de sus asuntos personales y resolviendo los problemas internos que habían surgido a raíz de los acontecimientos. Además, la fiebre por descubrir qué había sucedido en el Queen Motel comenzó a disminuir cuando la policía fue convocada al departamento de Bianco, quien se había suicidado.

No fue una sorpresa para nadie, pero las especulaciones comenzaron a surgir. Todas las miradas apuntaban al misterioso joven encapuchado que se vio entrar al lugar, pero nadie lo había visto salir. La incertidumbre y el misterio que rodeaba su identidad solo alimentaron las conjeturas y teorías que circulaban en los medios y entre la gente.

A medida que los días pasaban, el interés por el caso fue disminuyendo gradualmente. Los medios comenzaron a buscar nuevas historias y escándalos que cubrir, dejando atrás el drama que rodeaba a la familia Briand. Aunque, no del todo. A medida que se acercaba "La Velada Invernal", el ambiente se llenaba de expectación y murmullos. Faltaban tan solo cuatro días para el gran evento, y la gente comenzaba a emocionarse y comentar al respecto.

Sentados juntos, Celio y Frank compartían un momento tranquilo mientras conversaban en una cafetería. Frank mencionó cómo a su madre le habían encantado las invitaciones para "La Velada Invernal", y Celio asintió, observando a Frank de reojo.

Celio y Frank habían logrado superar sus problemas al hablar abiertamente entre ellos. Aunque a veces eran torpes para expresar lo que sentían en el momento preciso, habían llegado a un acuerdo y habían planeado una estrategia para abordar futuras discusiones. Ambos estaban decididos a no alejarse el uno del otro, dispuestos a darlo todo para que su relación funcionara.

Celio dejó su taza sobre la mesita y se recostó sobre el pecho de Frank, quien cariñosamente acariciaba su cabello. Luego, Frank depositó un suave beso en la frente de Celio. Pasaron mucho tiempo así, disfrutando de la compañía del otro, hasta que el rubio bajó lentamente hasta el delicado cuello de Celio, dejando pequeños besos. Se deleitaba con el aroma natural de Celio, amaba su suavidad y la forma en que encajaba perfectamente en sus brazos.

Mientras las manos de Frank se deslizaban bajo la ropa de Celio y acariciaban su piel desnuda, Celio susurró el nombre de Frank. La ternura y el amor se entrelazaban en cada gesto y caricia, ambos tratándose con delicadeza y devoción. Y, de un momento a otro, el rubio le arrebató los anteojos al duque, solo para besarlo con mayor pasión.

El ambiente se llenó de una atmósfera íntima y cálida mientras Celio y Frank se entregaban el uno al otro, compartiendo momentos de conexión y pasión. En ese instante, todo lo demás quedaba en segundo plano, y solo existían ellos dos, envueltos en el amor que habían construido juntos.

Frank pareció vacilar sobre si seguir adelante o no, por lo que retiró lentamente sus manos del cuerpo de Celio. Sin embargo, Celio levantó la mirada y lo observó con una sonrisa confiada. Aquella sonrisa fue una respuesta para Frank, quien unió sus labios con los de Celio en un beso desordenado pero cálido.

El cuerpo ágil y travieso de Celio entre sus dedos lo seducía inconscientemente. Se movía para evitar que escapara de sus manos pequeñas. Celio, el hermoso chico de ojos rojos del que estaba locamente enamorado, ahora lo invitaba a un emocionante baile envuelto en pasión y calor. Había habido varios momentos como este antes, pero estaba seguro de que la imagen y la sensación que estaba experimentando en ese momento no tenían comparación, no con la belleza que irradiaba el hermoso pelinegro con su determinación y labios feroces.

Rápidamente, Celio se despojó de su suéter y camisa, luego se subió sobre las piernas de Frank, exponiéndose a él de la manera más natural. Continuaron besándose y Celio lo tomó del cuello para evitar que escapara. Sin camisa, su elegante y sobrio cuerpo curvilíneo se mostraba sobre el rubio.

El rubio palpó la piel ansiosamente, explorando lugares que antes no habían sido suyos. La sensación de pertenencia que lo inundaba en ese momento era idílica. Sus labios bailaron sin control en las clavículas de Celio, dibujando patrones intrínsecos y enrojecidos. Solo tomaron unos minutos para escuchar los encantadores sonidos que el duque dejaba escapar.

El cuello quedó atrás y Frank tomó con suavidad la cuna de sus sentimientos. El rubio mordió con más intensidad, dejando el lugar enrojecido, pero el pelinegro solo mostraba una enorme sonrisa de satisfacción. Frank estaba completamente perdido en la belleza que Celio emanaba.

Frank tomó el cuerpo de Celio y lo llevó hasta la habitación. No dejaron de besarse ni por un momento. Con amabilidad, Frank recostó al pelinegro y le quitó los pantalones junto con la ropa interior. Expuesto de esa manera, Celio no se sintió avergonzado. Mientras estuviera con Frank, no tenía nada de que avergonzarse.

El rubio se quitó la sudadera y la arrojó a un lado. Se inclinó sobre el pequeño cuerpo y lo besó. Curiosamente, el pelinegro, abrumado por la sensación de ser poseído con imperio, fuerza y rapidez, se centró en jugar y seducir al chico que tenía encima. Mostrándole cuanto anhelaba su toque, con movimientos gráciles, expuso su cuerpo como los pétalos de una flor al despertar al sol. Incitó a Frank al lugar donde lo deseaba.

La propuesta no fue rehuida, sin embargo, cuando Frank se inclinó un poco más, el pelinegro lo detuvo, colocando un pie sobre el amplio pecho y empujándolo. Huyó de sus caricias con una sonrisa traviesa. Un jadeo de frustración se pudo escuchar del rubio, pero luego sonrió, tentado por el peligroso juego al que se había embarcado el pelinegro. Pero Celio no tenía intenciones de exasperarlo, aunque debía admitir que le estaba gustando demasiado esa previa a lo que se avecinaba.

Frank inspiró profundamente cuando se sintió abrumado por el abrasador calor, Celio lo incitaba en esa posición, listo para ser capturado por su ser. Pero debía ser cuidadoso y no perder el control. Se estiró hasta la mesita de noche y sacó, del cajón, loción y un par de paquetes pequeños y brillantes. Celio sabía muy bien de qué se trataba y esperó pacientemente.

Con delicadeza, Frank, acarició con sus dedos el cuerpo desnudo de Celio, este le respondió con un leve jadeo. Abrió la botellita de loción y preparó cuidadosamente el sitio. Con el dedo índice delineó el contorno y los costados húmedos por el lubricante, y, absorto, observó las contracciones ante su toque. Verlo así de maleable entre sus brazos solo le provocaban descontrol, aunque era preciso disponerlo para lo siguiente.

—¿Qué estás esperando? —La voz suplicante de Celio lo dejó sin aire por un momento. Su indómita y extravagante pareja no estaba dispuesto a quedarse en silencio, mucho menos cuando mordía su labio tan fuerte, esperando a que lo sostuviera de la manera más pura que existía. Frank no dudó en soltar una suave risilla.

—Estoy en eso... —murmuró para luego dirigirse a sí mismo y prepararse con rapidez, pero sensatez.

Frank se sostuvo con un brazo y, solo un vaivén lento, fue suficiente para que Celio lo abrazara, enterrando sus dedos en la ancha espalda, y el rubio descubrió un placer oculto que le proporcionaban el ardor de aquellas líneas en su espalda. Una fascinación única.  

Se vienen cositas. 

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