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22: Confesión y recuerdos.

—Como sea... Estuve yendo un tiempo para darle dinero. Él me pidió ese favor y no me negué. Cuando llegué ese día ya había decidido no ir más ni darle dinero, pero él se lo tomó muy mal. Discutimos y me golpeó —dijo Celio con desgano.

La confesión de Celio sobre su relación con Bianco y los detalles de la agresión física desencadenaron un ambiente tenso y cargado de emociones en la sala. Los ojos de Jerome reflejaban una mezcla de molestia y decepción al percatarse de que su hijo ocultaba algo más. En ese momento, todos los ojos se dirigieron hacia Frank, quien se sobresaltó y estuvo a punto de derramar su taza de chocolate caliente. Jerome lo analizó detenidamente, esbozando una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—Dime, Frank, ¿eso es todo? ¿Hubo algo más? —inquirió Jerome, y Frank se vio en una encrucijada. Por un lado, sentía la necesidad de revelar la agresión sexual que sufrió Celio y darle un cierre a ese oscuro episodio. Sin embargo, temía las posibles consecuencias que eso podría acarrear para Celio. No sabía cómo reaccionaría el pelinegro una vez que su padre supiera la verdad. Además, era consciente de que el duque ya tenía conocimiento de su intervención en el asunto, de lo contrario, no le preguntaría directamente.

—Déjalo, papá. Frank no sabe nada, ni siquiera estuvo allí desde el principio —mintió Celio, rogando en silencio para que su padre no profundizara más en el tema. No quería que se enterara de lo sucedido con Bianco, ya que, en cierta medida, se lo consideraba responsable de haberse involucrado.

Jerome no estaba dispuesto a aceptar más mentiras. Su enfado ante las manipulaciones de su hijo era evidente.

—No mientas más, Celio. Estoy lo suficientemente enojado con tus engaños como para que sigas intentando ocultar algo tan evidente —reprendió Jerome, y el pelinegro se quedó sin palabras. Nunca antes había visto a su padre enojado de esa manera, y su madre permanecía en silencio, sin decir una palabra.

Entonces, Frank decidió hablar, rompiendo el silencio cargado de tensión en la sala. Sabía que era el momento de enfrentar la verdad, aunque temía las consecuencias.

—Yo entré a la habitación cuando la situación era muy grave. Y en parte, lo que Celio dijo es cierto: discutieron y Bianco fue el primero en atacar físicamente —comenzó Frank, captando la atención de todos en la sala. Celio desvió la mirada y trató de ignorar las palabras del rubio. Jerome prestó atención total al relato del rubio—. No quisiera exponer a Celio a algo que claramente no desea escuchar, y lo entiendo, pero esto, como usted bien dice, es grave. —Jerome asintió, mientras Celio se encogía en su lugar. Marion también estaba pendiente de las palabras de Frank—. Bianco agredió sexualmente a Celio. Logré detenerlo antes de que empeorara.

Las palabras de Frank generaron un estado de pánico en la sala. Jerome miró a su hijo, quien parecía perdido en sus pensamientos. Siempre había querido protegerlo de ese tipo de sufrimiento, pero ahora se encontraba en una situación en la que solo podía intentar resolver el asunto sin causarle más daño.

Por primera vez, Frank vio en el rostro de Jerome una sonrisa genuina, dirigida hacia él. No sabía si era por revelar la verdad o por haber ayudado a Celio. En ese momento, se sentía abrumado y confundido, sin poder procesar todos los acontecimientos.

Marion se levantó y corrió a abrazar a Celio. Las lágrimas brotaban descontroladamente de sus ojos mientras lo estrechaba entre sus brazos. Celio no parecía dispuesto a decir nada en ese momento; estaba atrapado entre la molestia y la angustia, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para expresar su torbellino emocional. Ni siquiera se atrevió a mirar al rubio.

—Celio, sabes muy bien lo que tenemos que hacer ahora. Sé que no estás dispuesto a exponerte de esa forma... —dijo Marion, con la voz entrecortada por la emoción y el temor por el bienestar de su hijo.

Celio interrumpió su madre, expresando una determinación inquebrantable en su tono de voz y una mirada decidida en sus ojos. Sorprendió a todos con su firmeza y madurez.

—Sé lo que tengo que hacer —afirmó Celio, dejando en claro que no permitiría que el miedo lo dominara. En ese momento, Jerome sintió un profundo alivio y se dio cuenta de que su hijo había crecido y se había fortalecido lo suficiente como para enfrentar cualquier desafío que se presentara—. No se preocupen. Además, tengo un excelente compañero a mi lado —añadió, sonriendo mientras tomaba el brazo de Frank. El rubio respondió sin vacilar y afirmó su apoyo incondicional.

—Haré todo lo que esté a mi alcance para ayudar a Celio.

Una mirada de complicidad y gratitud pasó entre Celio y Frank, cargada de sinceridad y emoción. Celio y Frank se encontraron en ese instante en una conexión especial, fortalecida por la confianza y el apoyo mutuo. Miraron a los demás en la sala, quienes guardaban silencio, absorbidos por el momento de revelaciones y decisiones trascendentales.

Los días otoñales se desvanecían lentamente, mientras el viento frío anunciaba la llegada inminente del invierno. La mansión de los Briand se envolvía en una atmósfera nostálgica y melancólica, mientras los árboles se desnudaban de sus hojas y el paisaje se transformaba en tonos dorados y grises.

El pasar de los días era marcado por la creciente intensidad del frío. Las mañanas se volvían más frescas y las noches se vestían con un manto gélido que envolvía la propiedad. El vaho de la respiración se convertía en una señal constante de la cercanía del invierno.

Jerome anunció con entusiasmo que la velada se llevaría a cabo la próxima semana, mientras consultaba su itinerario meticulosamente organizado. Marion, absorta en su catálogo de moda, levantó la vista al escucharlo hablar.

—Por cierto —dijo Jerome, girándose hacia Marion—, Celio estará en la universidad en este momento. Es una lástima no poder presenciar lo que le hará a Pete —comentó, soltando una risa llena de orgullo.

Marion frunció el ceño ligeramente y apartó el catálogo de moda, mirando a Jerome con gesto de desaprobación.

—No digas esas cosas. Además, no creo que lo lastime al extremo de dejarlo en el hospital —respondió Marion, expresando su preocupación.

Jerome le dedicó una sonrisa juguetona y enigmática, dejando entrever su intención retorcida.

—Eso sería demasiado fácil. Creo saber lo que hará y me gusta la idea —objetó Jerome, provocando la curiosidad de Marion—. No creo que haya pasado una semana entera recopilando información sobre Terry solo para golpearlo. No, lo que hará es algo mucho más entretenido...

Marion encogió los hombros resignadamente, familiarizada con la peculiar forma de justicia que compartían Jerome y Celio. Aunque podía resultar retorcida en ocasiones, al menos no causaban daño físico cuando se trataba de venganza pura. Sabía que no podría convencer a Jerome de cambiar sus planes, por lo que decidió confiar en su criterio y esperar a ver cómo se desarrollaba la situación.

Huele a VENGANZA.

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