15: "Festeja tu culpa".
Después de la ruptura, tanto Celio como Frank se sumergieron en sus deberes universitarios, tratando de ocupar sus mentes y mantenerse enfocados en sus responsabilidades académicas. Aunque compartían el mismo entorno universitario, hacían todo lo posible por evitar encontrarse y mantenerse alejados el uno del otro.
Los días de Celio transcurrían entre clases, tareas y estudios. Se esforzaba por mantener la concentración en sus materias, pero de vez en cuando su mente vagaba hacia los recuerdos de su relación con Frank.
Frank, por su parte, también se mantenía ocupado con sus actividades académicas y otras no tantas. Se dedicaba a estudiar y participar en proyectos universitarios, salir y beber con alguna chica que lo invitara a pasar el rato por las noches, tratando de distraerse de los pensamientos relacionados con la ruptura. Aunque intentaba ignorar a Celio, no podía evitar sentir una sensación de nostalgia y tristeza por la pérdida. A veces, se preguntaba cómo estaría Celio y si él también estaría lidiando con las mismas emociones.
A medida que pasaban los días, la distancia entre Celio y Frank se volvía cada vez más evidente. Evitaban cruzarse en los pasillos y evitaban mencionarse en conversaciones con amigos. A pesar de la tristeza y el anhelo, ninguno de los dos se atrevía a dar el primer paso para intentar reconciliarse o al menos aclarar sus sentimientos. Tal parecía que ambos estaban dispuestos aceptar aquella ruptura como parte de sus vidas.
Ambos se aferraban a sus deberes universitarios como una especie de refugio, tratando de llenar el vacío emocional con el estudio y las actividades académicas, o los placeres momentáneos. Sin embargo, en momentos de silencio y soledad, sus pensamientos inevitablemente se dirigían hacia el otro, recordando los momentos compartidos y cuestionando si habían tomado la decisión correcta.
Para ese momento, la fiesta de bienvenida de la facultad, llegó. Celio ya había negado su asistencia, después de todo, los festejos y celebraciones solo le provocaban aburrimiento. Además, no se sentía con ánimos de salir más que a la cocina de su casa por un aperitivo nocturno.
—¡Te lo prohíbo! —refunfuñó Beth y apretó una almohada con sus manos—. Sabes que nuestros superiores estuvieron mucho tiempo organizando la fiesta y realmente quieren que asistas —comentó mientras miraba a su amigo.
Beth había irrumpido en la casa del pelinegro cuando se enteró de que no asistiría a la fiesta. Incluso llevó a Charlotte y Ava para que la ayudaran a convencer al Duque, pero este no parecía dar el brazo a torcer.
—Tan gruñón... —masculló Ava mientras le apretaba la mejilla al pelinegro. Celio protestó, quitándosela de encima.
—Tampoco podemos obligarlo a ir —agregó Charlotte y se sentó a un lado de la pelirroja, quien todavía molestaba al Duque—. O sea, él es más hogareño y, en realidad, no le he visto en ninguna fiesta cuando íbamos al colegio.
—¡Es verdad! —exclamó Ava y apretó el rostro de Celio entre sus manos—. ¿De repente elegiste el camino de un monje? —inquirió, soltándolo para que respondiera.
—Piérdete —escupió Celio mientras masajeaba su rostro—. Y no, solo que prefiero estar en mi cama antes que en una fiesta de mocosos engreídos —alegó, poniéndose de pie. Beth se golpeó el rostro con la mano abierta y Charlotte empezó a reír.
—Celio, tú eres un mocoso engreído —confesó la pelinegra entre risas, pero se le borró al ver la expresión molesta del Duque.
—Hablas mucho, Smith, pero no dices nada importante —reprendió Celio, a lo que la mencionada se encogió de hombros con una media sonrisa en su rostro. Ava se carcajeó y la castaña suspiró con desgano, pero no derrotada.
Beth estaba dispuesta a sacar a Celio de su cueva y llevarlo a la fiesta para que socializara más. Temía que se convirtiera en un ermitaño a ese paso. De por sí este enano no sale de casa estando bien, pero ahora que está mal...
—Olvídenlo, aunque pasen horas dándome razones para ir, no iré —sentenció Celio y tomó un bocado de su pastel de chocolate—. Ahora, largo, que tengo que estudiar.
—Si es para el examen de ciencias, es hasta el próximo mes —opinó Ava y le mostró una pícara sonrisa—. ¿Por qué andas tan deprimido? ¿Martes adelantado? —inquirió con los brazos cruzados y una expresión de burla.
Todos observaron a la pelirroja e intentaron descifrar lo que quiso decir. Charlotte, en todo el silencio, se acercó a Ava para susurrarle.
—Mercurio retrógrado, querida. —Ava se sobresaltó, pero no cambió su expresión de burla.
—Sí, eso; mercurio retrógrado. Lo que sea, pero debe afectarte, por eso estás así —expresó Ava.
Celio mantuvo su expresión de desconcierto.
—Escucha, si mercurio es retrógrado ahora no es mi maldito problema. Y lo que me pase no es asunto tuyo, así de sencillo —gruñó el pelinegro y se tiró sobre la cama, haciendo mucho ruido—. Ah, y apaguen la luz cuando se vayan. Estoy muriendo...
Las chicas se miraron, tratando de encontrar una razón para que el chico saliera. Ava, sin tener muchas ideas, se lanzó sobre el Duque y lo apretó en un abrazo, del cual, el pelinegro quería escapar.
—¡Vamos a la fiesta, pequeño gruñón! —Soltó la pelirroja con euforia—¿Sí? Vamos, acepta, acepta, acepta —repitió mientras estrangulaba a Celio, quien empezó a dar manotazos en busca de librarse.
Beth quiso ayudar, pero Ava la miró con furia y siguió atacando a Briand. Charlotte estaba preocupada, no por Celio, pero sí por Ava. No sabía qué haría el chico una vez que se soltara.
—Suelta... —masculló Celio. Luchó un poco y luego se quedó quieto—. Me rindo, iré —dijo y Ava lo soltó. Entonces, el más bajo se dio vuelta y empujó a Ava sobre la cama para doblar su brazo y mantenerla así, boca abajo—, pero si vuelves a intentar algo así, te arranco esta extremidad.
—S-sí... —musitó Wilson y sintió su brazo adolorido. No podía girarse y tampoco lo quiso hacer, seguramente Celio la estaba observando con la peor cara.
—¡Bien! —exclamó Beth y se alzó con felicidad—. Gracias por el sacrificio, Ava —agradeció con una enorme sonrisa y Charlotte asintió—. Vamos, necesito ver tu armario para saber qué te pondrás —señaló y tomó al chico para llevárselo hasta otra habitación.
Charlotte empezó a reír y ayudó a Ava. Ella le regaló una media sonrisa mientras frotaba su muñeca.
—Puedes decir muchas cosas sobre ese enano, excepto que tiene poca fuerza —renegó la pelirroja—. ¡Casi me saca el brazo! ¡No te rías!
Si puedo festejar la culpa que siento, entonces, no está tan mal...
Juasjuas.
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