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12: "Asuntos de ninguno".

Frank apretó los puños con fuerza, sintiendo cómo la ira fluía por sus venas. Su mandíbula se tensó y sus ojos se entrecerraron, reflejando el tormento emocional que estaba experimentando en ese momento. Las palabras de Celio resonaban en su mente, hiriéndolo profundamente y encendiendo una llama de furia en su interior.

Sin poder contenerse, se acercó rápidamente a Celio, su voz cargada de indignación.

—¡No puedes simplemente decirme eso y esperar que me quede callado! —exclamó, su tono lleno de una mezcla de decepción y enojo. Sus palabras eran afiladas como cuchillas, cada una cortando profundamente en la mente de Celio.

El rostro de Frank estaba enrojecido, su respiración agitada mientras trataba de controlar su furia contenida. Sus manos temblaban ligeramente, deseando poder descargar su ira de alguna manera.

—¿Cómo puedes simplemente decir eso y quedarte tan tranquilo? —preguntó, su voz cargada de resentimiento.

Los ojos de Frank brillaban con una mezcla de tristeza y enojo, mientras su mirada se clavaba intensamente en los ojos de Celio.

—Creí que éramos diferentes, que confiábamos el uno en el otro —continuó, su voz temblorosa—. Pero ahora veo que estaba equivocado. ¡Pensé que estábamos logrando algo y dices que no me necesitas! ¡Sigue siendo la misma mierda de antes!

La frustración se apoderaba de Frank, sus palabras fluían como un torrente de emociones reprimidas.

—Me duele saber que piensas tan poco de mí, que hayas llegado a conclusiones tan rápidamente —dijo con amargura. Sus palabras eran un reflejo de su profundo dolor y decepción. Frank luchaba por encontrar las palabras adecuadas, tratando de expresar todo lo que sentía en ese momento—. Pero, aun así, parte de mí espera que podamos encontrar una manera de solucionarlo.

Con cada palabra pronunciada, Frank liberaba parte de su enojo, permitiéndose expresar la devastación que sentía en su interior. Su mirada penetrante no se apartaba de Celio, esperando una respuesta, una explicación o al menos algún indicio de remordimiento. Cualquier cosa que le diera la mínima pista de que Celio no quiso hacer eso realmente, pero solo pudo ver unos ojos rojos vacíos.

El silencio llenó el espacio entre ellos, interrumpido solo por la respiración agitada y el sonido tenso de la habitación. Frank anhelaba desesperadamente una reconciliación, pero también sabía que necesitaban tiempo y espacio para sanar las heridas que se habían creado. La desconfianza era un abismo que los separaba, como una barrera que impuso, sin meditarlo, Celio.

Con su voz llena de determinación, Frank concluyó: —No sé si siquiera puedes confiar en mí... —Celio no supo qué responder y Frank no quiso esperar una respuesta—. Como sea, me voy.

—E-espera, Frank —murmuró Celio, pero el rubio ya se había marchado sin mediar una palabra más. Celio se sentó en el sofá y cubrió su rostro con las manos, suspiró y miró el techo. La pela con Frank fue peor de lo que esperaba y quedaron en muy malos términos.

(...)

Frank tropezó torpemente al entrar a su departamento, luchando por mantener el equilibrio mientras su mente estaba nublada por el alcohol. Su caminar era inestable y sus movimientos descoordinados, evidenciando el efecto de la embriaguez en su cuerpo.

El aroma a alcohol impregnaba el aire a su alrededor, mezclándose con la tensión que se respiraba en el ambiente. Sus ojos enrojecidos y vidriosos reflejaban el descontrol emocional que lo consumía en ese momento.

Celio se despertó y miró la hora en su celular. Eran las 04:00 am. Y estaba allí, esperándolo en silencio, con una mezcla de preocupación y decepción en su rostro. Frank intentó mantenerse erguido, tratando de disimular su estado, pero sus ojos se encontraron con los de Celio y la verdad quedó al descubierto.

Frank intentó acercarse a Celio, pero sus movimientos torpes y descoordinados solo provocaron que diera un paso en falso, tambaleándose peligrosamente cerca de la caída. Celio extendió rápidamente sus brazos, tratando de sostenerlo, pero Frank se alejó, negándose a aceptar su ayuda.

La mirada de Celio era un torbellino de emociones, una mezcla de frustración, preocupación y amor. Sus ojos recorrieron el rostro desencajado de Frank, buscando respuestas y tratando de entender qué había llevado a su amado a ese estado de autodestrucción.

Frank, en su estado de embriaguez, luchaba por articular sus pensamientos y emociones. Sus manos temblorosas intentaban expresar lo que su voz no podía, pero solo lograban transmitir una sensación de caos y confusión.

El ambiente estaba cargado de tensión y resentimiento. Celio no podía evitar sentirse mal, mientras Frank se debatía entre la culpa y la necesidad de ser perdonado. Las palabras se atascaban en su garganta, incapaces de encontrar una salida clara.

El Duque no pudo evitar notar el cabello desordenado de Frank, sus ropas desacomodadas y las evidentes marcas de besos en su cuello. Había labial en gran parte del cuello de su camisa blanca y desprendía un leve aroma a frutas.

—¿Dónde estabas? —murmuró Celio, sosteniendo al rubio en sus brazos como podía. Lograba sentir el olor del alcohol y el de un perfume dulzón. Entrecerró sus ojos y suspiró, esperando la respuesta de Frank. Sin embargo, de repente, Frank tomó su rostro y lo besó torpemente. Estrujó las mejillas del pelinegro, lo sostuvo de la cintura para evitar que escapara, y lo besó.

Celio se sorprendió, no era un beso como los otros, parecía desesperado y cargado de molestia. Su rostro le dolía por el agarre del rubio, pero no podía moverse, solo pudo empujarlo con sus brazos, aunque eso tampoco surtió efecto. Cada segundo que pasaba, el beso se volvía más feroz y Celio no sabía cómo seguirle el ritmo. Se removió en busca de recuperar el aliento, sin embargo, Frank lo aprisionó sobre el sofá y pasó sus manos al abdomen del chico, acariciándolo con ansias.

—D-detente —ordenó Celio. Su voz entrecortada se ahogó en un suave sollozo que soltó al sentir las manos de Frank explorando su cuerpo debajo de la ropa—. ¡Lo digo en serio! —gritó y empujó con todas sus fuerzas al más grande, quien se detuvo. Lo vio ponerse de pie y caminar torpemente hasta su habitación.

De un momento a otro, Frank se detuvo y se giró para mirar al Duque. Sus miradas se encontraron y Celio no supo cómo encararlo.

—Donde haya estado, no es asunto tuyo —musitó el rubio y se perdió en la oscuridad de su habitación. La sala se hundió en un silencio profundo, ahogando a Celio y todos sus pensamientos en un solo momento. 

O.o Todo mal con este par. Impresionante. 

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