11: "Malos entendidos".
Frank estaba parado en medio del departamento, sintiendo cómo el aire se volvía pesado a su alrededor. Sus ojos se llenaron de incredulidad y su corazón comenzó a latir con fuerza, como si estuviera atrapado en una jaula. La habitación, una vez llena de calidez y amor, ahora parecía fría y desolada.
La sensación de abandono se apoderó de él, envolviéndolo como una sombra ominosa. Se sentía como si el suelo se abriera bajo sus pies, dejándolo caer en un abismo de confusión y dolor. Cada latido de su corazón parecía recordarle que había perdido algo precioso, algo que nunca esperó perder.
La incredulidad se convirtió en una mezcla de angustia y desesperación. Quería correr tras Celio, explicarle lo que realmente había sucedido, asegurarle que todo era un malentendido. Pero ya era demasiado tarde. Celio se había ido, dejándolo solo en un mar de emociones incontrolables.
La frustración se mezcló con el remordimiento. Frank se culpaba a sí mismo por no haber tenido la oportunidad de dar su versión de los hechos. Sentía como si su voz hubiera sido silenciada, como si sus palabras no tuvieran importancia. Había sido dejado sin la oportunidad de explicarse, de arreglar las cosas, y eso le causaba un dolor insoportable.
Un sentimiento de vacío se instaló en su pecho, dejándolo sin aliento. Se preguntaba cómo todo había llegado a este punto, cómo habían pasado de ser dos personas que se amaban a estar separados por un abismo de malentendidos y dolor. Sentía como si un pedazo de su ser hubiera sido arrancado de su interior, dejándolo incompleto y perdido.
Supo, desde un comienzo, que Celio era alguien complicado. Sin embargo, estaba dispuesto a ser paciente con él, aunque falló en eso desde que le gritó. Nunca fue su intención hacerlo, solo que le era difícil su carácter, sobre todo con Celio, quien lograba exasperarlo en cuestión de segundos.
Rápidamente, tomó la llave del departamento y salió corriendo. Esperaba encontrar a Celio todavía en el lobby o fuera. Cuando llegó no pudo encontrarlo, así que, salió a la avenida transitada. No duró mucho, pero logró verlo subirse a un taxi e irse a algún lado, quedaba en dirección opuesta a su casa. Solo había un lugar al que podía ir en esa dirección y no le gustó para nada la idea.
De repente, empezó a llover y la ventanilla se empapó de gotas que parecían dibujar miradas tristes y desoladas. Soltó un suspiro de resignación. No supo si dejar a Frank de esa forma, estuvo bien, pero tampoco quiso tener una conversación basada en gritos. Sabía que el rubio tenía un carácter violento, aunque él tampoco era un santo, pero sabía manejar mejor sus emociones e impulsos. Era consciente de que su actuar, muchas veces, era el motivo por el cual la gente lo despreciaba, sin embargo, eso lo tenía sin cuidado.
—Señor... —lo llamó el conductor, a lo que Celio se giró para verlo—, ¿ingreso por este pasaje? —preguntó el hombre. Celio observó el camino y prefirió bajarse allí y seguir a pie.
Bajo el cielo gris plomizo, las nubes cargadas de lluvia se derramaban sobre la ciudad, creando un velo de agua que caía incesantemente. Las calles estaban desiertas, solo interrumpidas por el sonido persistente de las gotas golpeando el pavimento. En medio de este escenario melancólico, Celio caminaba solo, sumergido en sus pensamientos.
Sus pasos eran lentos y pesados, como si cada gota de lluvia que caía del cielo fuera un peso adicional que debía soportar. El agua empapaba su cabello oscuro, pegándolo a su rostro, y sus ropas se adherían a su cuerpo, revelando la silueta pequeña y delicada que lo caracterizaba.
El rostro de Celio estaba sereno pero triste, reflejando una mezcla de dolor y determinación. Sus ojos brillaban con un brillo melancólico, mientras sus labios se curvaban en una leve mueca de tristeza. Estaba triste, pero tenía algo que hacer ahora. Así que, caminó con determinación, sin importarle que su duro caminar provocara que los charcos le salpicaran la ropa.
Por fin, se encontró nuevamente frente al cartel de luces de neón. Era una imagen similar a la de aquella vez y se tensó, sin embargo, eso no lo detuvo. Cruzó la calle oscura y poco concurrida, vio al mismo grupo de ebrios a un costado del lugar, burlándose de cualquier cosa y dejando toda su vida por una botella de licor barato.
Sus ojos observaron la entrada destartalada y fría, y sujetó con firmeza el pomo de la puerta, sin embargo, una mano sujetó su brazo con firmeza. Al girarse, se topó con la cabellera clara de Guess. No tuvo tiempo de hacer nada y Frank empezó a arrastrarlo en dirección opuesta al motel.
—¿Qué estás haciendo? —inquirió. Ahora no tenía idea de cómo es que Frank llegó a encontrarlo.
—Solo camina —ordenó el rubio y se mantuvo firme, sin soltarlo. Notó claramente la molestia en sus ojos y no pudo decir nada más. Sabía que eso le molestaría si se enteraba, pero no creyó que se enteraría.
Al final, Frank lo llevó hasta el departamento de nueva cuenta. Lo arrastró hasta el pasillo, donde lo soltó bruscamente.
—¿Qué buscas volviendo a ese lugar? —cuestionó el rubio. Su tono serio y molesto, logró inquietar al pelinegro. Ahora sí, le preocupaba lo molesto que se encontraba Frank—. ¡¿Qué mierda buscas yendo de nuevo?!
—Cállate. Ni siquiera es algo que deba contarte, ¿no? ¿O quieres que hablemos de cosas que no se cuentan? —inquirió Celio con burla. No le gustaba tentar a su suerte, pero Frank..., Frank, estaba siendo un idiota a los ojos de Celio.
—¡¿Qué quieres decir con eso?! —Frank pareció enfurecer y empezó a acercarse al pelinegro—. ¡Intenté explicarte y te fuiste! Maldita sea... —musitó—. Solo dime por qué regresaste.
—Porque quise —respondió Celio y Frank tembló. No esperaba esa respuesta, no pensaba con claridad. Ahora todo era muy confuso para él.
—Mierda, Celio, estás haciéndome enojar, te lo digo en serio —advirtió Frank y tomó de los hombros al Duque—. ¡¿Y qué esperabas?! ¡No puedes regresar allí solo porque sí, sabes muy bien cómo terminó la última vez! ¡¿Y si no llego a tiempo para ayudarte?!
Celio se mantuvo en silencio por varios segundos. No tenía intención de responder a esos gritos. No entendía la paranoia de Frank, después de todo, si decidía ir o no era su problema, sobre todo, si terminaba herido. Nunca esperó tener a Frank como un guardián ni nada parecido porque pensaba en que sería capaz de defenderse si así lo quisiera. Estaba claro que no todo salía de acuerdo a sus planes, pero era su problema por meterse en ese lío.
—Nadie pidió tu ayuda, tampoco la necesito.
Omaigad. ¿Creen que exista salvación para este par?
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