10: "Nada que decir".
Aquella tarde, Celio decidió quedarse nuevamente con Frank. Era un hecho que vivía más en ese departamento que en su casa, pero sus padres no se opusieron a ello. Se encontraba en la sala, comiendo unos macarrones mientras hacía los apuntes para el próximo parcial. Estaba bastante relajado, ya que, entendía a la perfección la materia.
El tema de su familia ya había quedado resuelto, aunque pensaba en lo que le había dicho Frank: "El hijo del Duque fue encontrado dos semanas después... Hasta donde ella sabía, tu padre estaba ileso". No estaba seguro de si Frank no le contó la verdad de eso por algún asunto interno con su madre, o si el chico no sabía aquello. De todas formas, no tenía nada de que preocuparse, pues no era obligación de Frank decirle toda la verdad. Y estaba bien.
Escuchaba música con los auriculares puestos. Le resultaba más fácil concentrarse así. Estaba tan sumido en su tarea que no escuchó cuando la puerta se abrió y alguien entró. No se dio cuenta hasta que sintió una presencia y, quitándose bruscamente los auriculares, se volteó para encontrarse con los ojos verdosos de una chica que no conocía.
—Ah... Eh, yo, bueno... —balbuceó la muchacha. Estaba cargada de bolsas y llevaba puesto un atuendo veraniego. Medio sonrió y acomodó su cabello oscuro—. Creí que no había nadie. —Ella se coloró. Celio todavía no sabía qué decir—. ¿Eres el compañero de Frank? Quiero decir, ¿comparten el departamento?
—Más o menos. ¿Quién eres? —inquirió Celio con una muy mala expresión. La chica pareció asustarse, ya que, retrocedió levemente.
—Soy Clear Frezzan, una baronesa —contestó la morena y dejó las bolsas sobre el suelo—. ¿No me recuerdas, Celio? Tomamos la misma clase de Antropología —cuestionó con obviedad.
Claro que no la recordaba. Ni siquiera recordaba a una familia de baronesas con ese apellido. Ella siguió mirándolo por un tiempo.
—Sí, bueno. ¿Cómo entraste? —Quiso saber el pelinegro. Clear dio un saltito ante el duro tono con el que le habló. Sabía que Celio era una persona muy difícil de tratar, pero no creyó que tanto.
—Eh, yo tengo una copia de la llave. Me la dio Frank cuando estábamos saliendo —respondió con rapidez y alzó su mano, mostrando la pequeña y brillante llave.
Celio soltó un suspiro. Acomodó sus materiales de estudio mientras que ella se mantuvo de pie, observándolo.
—Solo vine a devolverla. Digo, no la necesito para nada más. ¿Podrías entregársela? —preguntó Clear, dejando la llave sobre la mesa de la sala. Rápidamente, tomó sus bolsas y se preparó para marcharse—. Por cierto, me dijeron que hay una fiesta de la facultad el fin de semana. Y quieren que invitemos a los que más podamos, y eso te incluye —comentó y salió presurosa del departamento. Celio olvidó la propuesta y se centró en la llave.
¿Cuántas copias habrá entonces?
Al llegar al departamento, no esperó que estuviera tan silencioso. De hecho, esperaba que Celio estuviera en la sala, haciendo cualquier cosa, pero no fue así. Le pareció curioso, así que se acercó a la mesita y se encontró con una llave del departamento. Su ceño se frunció.
—¿Celio? —llamó, pero nadie respondió. Dejó su mochila sobre el sillón y fue hasta la habitación. Entró con cuidado y se encontró al pelinegro, sentado en la cama, anotando algo en su cuaderno. Tenía los auriculares puestos, así que entendió por qué no lo escuchó.
Cerró la puerta y caminó lentamente hasta acercarse al chico, quien, antes de que pudiera hacer algo, se volteó para mirarlo fijamente. Su mirada lucía molesta, pero dudosa. No entendió qué pasaba, pues, hasta donde sabía, el asunto de su padre estaba resuelto.
—¿Qué sucede? —preguntó Frank, sentándose a un lado de Celio. Este se quitó los auriculares y suspiró. Se volteó hacia el rubio y le dio un beso suave en los labios.
—Nada, solo estoy cansado —respondió el Duque y Frank supo que mentía—. Ah, y vinieron a entregarte una llave del departamento. —Los ojos celestes se agrandaron, evidenciando sorpresa. Celio resopló.
—¿Te dijo su nombre? —Quiso saber Frank. Se puso de pie rápidamente y esperó la respuesta. El pelinegro se mantuvo callado un tiempo. Pensaba en que, Frank, ni siquiera preguntó quién era, solo pidió su nombre. Es consciente de que ellas tienen sus llaves todavía.
Frank empezó a impacientarse y estuvo por reiterar su pregunta, pero Celio lo interrumpió levantándose de la cama.
—Clear Frezzan, dijo que ya no la necesitaba —contestó Celio y empezó a guardar los libros en su mochila. Lo único seguro en ese momento era que no se quedaría esa noche—. Bueno, ya te di el mensaje, así que, me voy —anunció y cargó la mochila. Frank pareció entrar en razón y detuvo al Duque, tomándolo del brazo.
Celio paró en seco y esperó a que el más grande hablara, pero pudo notar que estaba pensando demasiado. Como si quisiera hablar sin decir nada. Se soltó del agarre y caminó hasta la sala, siendo perseguido por el rubio. Ninguno habló mientras que el pelinegro se alistaba para salir, colocándose el buzo negro que llevó ese día.
—Espera, ¿por qué te vas? ¿No ibas a pasar la noche aquí? —cuestionó Frank con un tono agresivo. Celio se encogió de hombros y giró para mirarlo.
—Es cierto, pero tengo algo que resolver antes —se excusó, logrando hacer que la confusión del Príncipe creciera, junto a su enfado. Lo notó por su repentina expresión oscura—. Lo que sea. Hablamos después. —Celio no quería irse, pero si Frank se rehusaba a contarle acerca de Clear y la llave, entonces, no tenía nada que hacer allí.
—Si es por lo de la llave, al menos, quédate a escucharme —musitó el rubio. El pelinegro se giró y sonrió, aunque eso no era ningún alivio para Frank.
—¿Y qué te hace pensar que es por la llave? —cuestionó Celio. De repente, Frank lo tomó bruscamente del brazo y lo miró fijamente.
—¿Me estás jodiendo? ¡Es obvio que es por la llave! ¿Crees que soy idiota? —exasperó Frank, si soltarlo. Sin embargo, el Duque se soltó de un solo tirón y frunció el ceño.
—Me parece que esta no es la charla que quiero tener, así que, adiós —sentenció Celio y salió del departamento sin más. Frank no lo siguió. Estuvo mal que reaccionara de esa forma, no quiso gritarle ni mucho menos agredirlo de ninguna manera, pero el Duque lograba sacarlo de sus casillas sin hacer mucho. Era tan complicado explicarse cuando Celio solo decidía irse sin dar un porqué.
Por otro lado, Celio bajó hasta el lobby del lugar y se encontró con la recepcionista, deseándole buen viaje con una enorme sonrisa. Salió luego de sonreírle y buscó algún taxi. Mientras caminaba, sintió que su teléfono vibró y, obviamente, no era Frank. No reconoció el número, pero tomó la llamada igualmente.
Sus ojos se mostraron preocupados. Escuchaba la voz familiar detrás del audífono y estrujó el aparato en sus manos.
—De acuerdo. Iré para allá.
Waos, potente xd. ¿Quién creen que llamó a Celio? Zozpechozo.
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