04: "Objetivo: Hablar. Obstáculo: Postres".
Era una mañana agradable, cielo despejado y brisas veraniegas. Las personas circulaban en grupos, hablando entre ellos y riéndose. El campus era enorme, con bibliotecas, salas de descanso, cafeterías y demás, todo lo necesario para relajarse luego de clases.
Él estaba sentado en una banca de la cafetería, afuera y debajo de una sombrilla, junto a una mesita redonda. Había pedido té helado, acompañado de unos sándwiches tostados. Necesitaba desayunar luego de que se durmió y no lo hizo en casa. Suspiró y le dio un sorbo a su té. Lo saboreó y aprobó su gusto.
Mientras estaba en ello, recordó lo sucedido con Celio el día anterior. No lo había visto desde entonces y supuso que era lo mejor. Era consciente de que algo pasaba entre ambos, pero, por alguna razón, el Duque no cedía. Era cierto que él, en algún momento de su vida como estudiante de secundaria, estuvo enredándose con varias compañeras, aunque nunca fue nada serio. Sin embargo, pensaba que lo hacía discretamente, ni siquiera podía saber cómo Celio se había enterado. Sobre todo, no concebía la idea tan loca que tenía el chico sobre sí mismo y su persona.
Frank no sabía exactamente en qué momento fue ni como llegó a eso, pero, de un día a otro, estaba persiguiendo al Duque. Quería creer que era por su nulo interés en él o alguna cosa así. Aunque, muy en el fondo, conocía muy bien la razón. No obstante, ahora estaba en un lío del que no podía salir fácilmente. Tenía que aclarar ese malentendido con Celio y confesarle cómo se sentía porque el Duque nunca sería ningún sustituto.
No comprendía su mente ni corazón, pero no le importaba darle un nombre a esos sentimientos y pensamientos si solo bastaba con contarle todo al Duque, a quien, por cierto, no logró ver en ese tiempo. Creyó que se toparía con él en el campus o en algún lado, después de todo, tenían el mismo horario. A diferencia de Charlotte, que apuntó a la carrera de Administración Imperial, y Ava, quien eligió especializarse en Ciencias Políticas Reales, ellos optaron por la carrera de Liderazgo Imperial, la cual formaba a los estudiantes para el momento en que deban asumir los grandes puestos de sus padres. Era obvio, tanto él como Celio eran herederos de los puestos de sus padres como Reyes no Imperiales o Duques. En dicha carrera también se encontraba la futura Reina Imperial, Beth Fox, y quien, antiguamente, sería su prometida, pero sus acciones provocaron el rechazo del matrimonio por parte de Beth y su familia. Fue un golpe duro en ese entonces, pero no se arrepentía.
Beth era una chica realmente hermosa, independiente, fuerte y una líder innata. Estaba hecha para el trono desde el punto de partida. Y, como era costumbre, se le había elegido un marido, el cual, ella podía rechazar si no lo veía conveniente. Como primer candidato estaba el único hijo primogénito de la familia Briand, Celio, quien, sin dudarlo, rechazó el matrimonio. Pues, se decía, que no estaba dispuesto a hacer algo que ella ni él querían. Claro que, dadas las razones del Duque, se buscó otro candidato y fue ahí cuando pusieron los ojos sobre Frank, quien no aceptó, pero tampoco rechazó lo arreglado, y Beth hizo algo parecido, así que, desde el primer año de secundaria, ellos estuvieron comprometidos. Hasta lo sucedido con Benjamín. Aunque, según los rumores, se seguía buscando un candidato, pero por órdenes de Beth. Tal parecía que ella si ansiaba casarse. Qué extraño siendo que ella puede hacer todo sin la necesidad de tener un marido.
Y eso era cierto, Frank, si se hubiese casado con Beth, solo sería un adorno dentro de la familia Imperial. Después de todo, él era un incompetente al lado de Beth. Realmente no entendía el porqué de buscar pareja a esas alturas de la vida, pues le quedaba mucho tiempo para encontrar a la persona correcta, quien la apoye verdaderamente en el arduo trabajo Imperial. Pero Frank, aunque le pareciese raro, no le llevaría la contraria al Rey ni a la Reina.
Mientras divagaba, una silueta familiar se paseó frente suyo, en el campus. Iba junto a Beth, quien hablaba de un sinfín de cosas que Celio parecía escuchar atentamente. Rápidamente, pidió la cuenta, pagó y corrió detrás del par que caminaba relajado. Cuando los alcanzó, sorprendió a ambos, tomando al Duque por el brazo. No ejerció nada de fuerza, pues no buscaba lastimarlo, simplemente, lo detuvo.
—Tenemos que hablar —habló Frank, mirando al pelinegro, pero sin soltarlo. Beth frunció el ceño. Realmente le preocupaba que el rubio estuviera, de alguna forma, intimidando a su amigo—. Ah, hola, Beth...
—Nada de hola, déjalo ir —renegó la muchacha y empujó a Frank, aunque no logró nada.
—No —sentenció Frank—. Tengo que aclarar un malentendido con Celio, así que, me lo llevaré —explicó y empezó a caminar a un lugar más tranquilo para hablar. Debía hacerlo ya, pues las clases estaban por comenzar.
—¿Y si él no quiere hablar contigo? Déjalo tranquilo. No voy a consentir que le hagas daño —refutó la Princesa y sujetó la mano libre del pelinegro, quien estaba callado. A Celio le interesaba más el llamativo letrero de una cafetería, el cual hablaba sobre donas, muffins, tartas dulces y agridulces, en fin, un montón de delicias para el Duque. Estaba ansioso por probar algo porque, tal vez, no daba esa impresión, pero era amante de los postres, sobre todo, de aquellas masas esponjosas rellenas de jaleas o chocolate.
—Quiero comer —murmuró Celio. Tanto Frank como Beth, quienes discutían, se quedaron estupefactos al oír al más bajito. El chico se soltó y caminó hacia la cafetería, donde ordenó demasiados postres, tantos que Frank sintió malestar. Ambos siguieron al pelinegro hasta su destino y lo vieron ordenar pasteles, tartas, galletas, bizcochos dulces y demás postres.
—Celio, te he dicho que no comas tanto. Siempre haces lo mismo cuando ves este tipo de lugares —reprendió Beth mientras que el aludido seguía pidiendo.
—Y yo te he dicho que dejes de perder tu tiempo en algo inútil, sabes que no te haré caso. Ah, mira, son pastelitos en forma de conejos —murmuró Celio y agregó dos de esos pastelitos—. ¿Ustedes quieren algo? Elijan lo que quieran, yo pago —agregó y continuó con su tarea.
Frank estaba absorto en todo lo que pedía Celio, pero realmente quería arreglar las cosas con él, así que, decidió aceptar su oferta y pidió un batido de moras con algunas galletas de chocolate, tuvo que pedir un postre porque cuando solo mencionó el batido, la mirada de Celio casi le perfora el rostro, así que, agregó las galletas.
—Entonces, yo quiero una malteada de frutos rojos con una porción de cheesecake de limón —habló la castaña, dirigiéndose al dependiente de la tienda, quien estaba bastante sorprendido, pero alegre por lo que pedían.
—¿Y eso son Cupcakes Arcoíris? —preguntó el Duque, recibiendo un asentimiento risueño—. Quiero uno también.
—Demonios, ¿qué sucede contigo y los postres todo el tiempo? —musitó Beth.
Ay, el amor por las cositas dulces, algo que desconozco ajdnoqwwndioqnfiq. En fin, ¿qué piensan acerca de Frank ahora que conocen un poco más de él? Digo, problemas de rubios.
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