01: "Celio Briand".
Miró fijamente al chico alto, rubio y de gran cuerpo. No le asustaba, no le incomodaba su presencia, pero sí le molestaba su constante curiosidad. Aunque, él ya casi no recordaba lo que pasó aquella noche. (Capítulos 41-42 NDSXXI). Solo tenía el borroso recuerdo de unas intensas luces de neón.
—¿Qué? —cuestionó el pelinegro, deteniéndose ante la imponente presencia de aquel chico.
—¿Regresaste a ese lugar? —inquirió el rubio y arrinconó al chico contra la pared. Este último lo observó con una expresión relajada.
—No responderé eso, aunque te preguntaré: en el hipotético caso de que haya ido, ¿por qué te interesa? —renegó el pelinegro, frunciendo el ceño y elevando un poco su tono de voz—. Entiende algo, Frank; no porque nos hayamos topado por casualidad en aquella situación, ahora somos amigos. No confundas las cosas —agregó y empujó el cuerpo de Frank para poder seguir su camino. Sin embargo, el rubio no se movió.
—Me interesa porque se trata de ti, Celio. Y me importa muy poco si me consideras un amigo o no —respondió Frank con molestia.
Celio, de repente, sonrió, sorprendiendo a Frank. Este tipo realmente...
—Haz lo que quieras. —Celio siguió su camino luego de soltar aquellas palabras que, dentro de aquel angosto pasillo, sonaron estruendosas y carente de empatía.
Frank lo observó alejarse; su pequeña figura se desvaneció al girar en una esquina. No podía explicar muy bien por qué se preocupaba por una situación de hace unos meses. Aunque, ambos ya se habían graduado, por alguna razón, seguían topándose en cualquier lugar.
Celio Briand, era un joven Duque-príncipe, con grandes habilidades como líder y una inteligencia extraordinaria. Eso no era extraño, siendo que la familia Briand era famosa por poseer una larga línea de sucesores dotados de una mente superior y gran belleza. Y, claramente, Celio, era uno de esos sucesores.
Su cabello era negro, como la oscuridad misma. Su piel totalmente blanca, pulcra y reluciente, con un bello lunar debajo del ojo izquierdo, aunque no podía apreciarse del todo por los anteojos de marco negro y dorado que solía llevar todo el tiempo, acomodados en una pequeña y respingada nariz que se teñía de un rojo suave muy fácilmente. Y sus ojos, eran ellos los que más llamaban la atención por su color carmín y su elegante forma alargada, con abundantes pestañas. Era muy típico oír que a muchos le asustaba la mirada del Duque por sus cualidades, sin embargo, para muchos otros, eso era una belleza inigualable, exótica y llamativa. Claro que tampoco era de ayuda la personalidad tosca y arisca de Celio; detestando a las personas y juzgándolas sin un ápice de remordimiento. Por esto, es que el joven heredero se ganó el sobrenombre de "Duque infernal", aunque para él, no era más que una inútil forma de escudarse de la dura verdad.
A pesar de toda esa mala reputación, Celio era reconocido por su serenidad a la hora de tomar decisiones, sus habilidades para el liderazgo y la gran voz de la que era dueño. Otra cualidad típica de la familia, pues Jerome, su padre, también tenía un don especial para el canto. Sin embargo, era incapaz de cantar en público, como lo hizo su padre en su juventud. Aunque no le molestaba, su padre era un hombre tranquilo y mucho más cordial, pero jamás le decía mentiras.
"No tienes que parecerte a mí ni a tu madre, solo sé tú mismo", "no importa cómo te vea el mundo, importa cómo te ves tú mismo", "que no quieras ir a la universidad, siendo que ya puedes hacerlo, no quiere decir que no seas un Briand. Ese juicio que posees es lo que la sangre por tus venas te ha dado. Ser un Briand no significa ir a la universidad a temprana edad ni verse bonito frente a todos, significa tener un criterio propio y elegir lo que tú quieras ser y hacer. Nosotros, siempre tenemos algo que refutarle a esta sociedad".
Eran algunas de las palabras que lo marcaron desde joven. Todas dichas por su padre, Jerome Briand. Mientras crecía, empezó a notar que esas palabras no eran simplemente basura vacía, al contrario, tenían toda la razón. Siempre fue visto como un adorno que podía pararse en cualquier evento social grande y sonreír sin decir nada, pero no, los Briand siempre demostraron que eso no era así, tanto mujeres como hombres poseedores de dicho apellido, tenían algo que decir y se hacían escuchar. Eso era la familia Briand.
Su primera reunión social fue a los diez años, aunque no era la primera a la que lo invitaban, pero su madre se negaba a dejarlo ir, hasta ese día. Al llegar, notó rápidamente que era la comidilla de muchos hombres y mujeres de renombre, algo que odió en su momento, pero luego adoró.
—Mucho gusto. Tú debes ser el hijo del Duque Briand —le habló una mujer alta y de grandes proporciones. Llevaba un vestido despampánate que lo hizo querer sacarse los ojos, y hablaba de una forma extraña. Había perdido a su padre y ahora se topaba con ella, estaba disgustado—. ¿Cuántos años tienes? ¿Seis? Eres pequeño y muy adorable, te ves bien para ser solo un niño.
—¡Pero mira! Si es el niño de los Briand y Klein —habló otro sujeto—. Sí, esos ojos solo son de tu madre, pero esos rasgos son solo de un Briand puro como tu padre. —Celio frunció el ceño ante aquellas palabras. ¿Puro? ¿Qué demonios significa eso, bastardo? Se quejó internamente mientras observaba al rubio de ojos cafés que llamaba a otros tipos—. Te digo que es el hijo de Jerome, solo mira ese rostro. Podría ser un excelente recurso para la revista —dijo el tipo y giró para mirarlo nuevamente. Cuando lo miró, frunció el ceño—. No, no, así no. ¿Por qué haces esa cara? Tu rostro es bonito, como el de tu padre, solo que él tiene una boca muy floja. Entiende algo, chico: los rostros bonitos no hablan, solo sirven para verse bien —explicó y estiró la mano para tocarle el rostro al menor, sin embargo, no pudo porque el pequeño pelinegro había tomado su brazo con mucha rudeza y lo apretó mientras miraba fijamente a los ojos marrones de aquel tipo.
—Si quieres algo que se vea bonito todo el tiempo y no diga absolutamente nada, búscate un trofeo, maldito, bastardo. Y ni siquiera pienses en tocarme —protestó Celio y soltó abruptamente el brazo de aquel hombre. Todos quedaron perplejos ante las duras palabras del chico. Entonces, su padre llegó y lo tomó en brazos.
—¡Debí suponer que tu pequeño bastardo sería exactamente igual que tú, Briand! —bramó el hombre rubio, escupiendo y desparramando maldiciones cada que abría la boca.
—Bueno, es un Briand, lo lleva en la sangre. Sabe muy bien qué responder a este tipo de situaciones tan arcaicas. Además, ¿qué derecho tiene usted de tocar a mi hijo? Déjeme decirle que él solo se defendió de usted —replicó Jerome. La gente del lugar susurraba. No era muy frecuente ver al Duque en eventos de ese tipo, pero siempre daba de qué hablar. Siempre aparecía una "víctima" en el radar de Jerome, a la cual, destruía completamente sin tener que levantar un dedo.
—¡Así nunca conseguirá nada, ustedes nunca aprovechan lo que les fue dado y pasan todo el tiempo hablando demás!
—¿Conseguir qué? ¿Ser invitado a este circo de monos con joyería costosa? Por favor, tengo mejores cosas en las que perder el tiempo. Estoy aquí por solo una razón, enseñarle a mi hijo la clase de gente que lo rodeará a lo largo de su vida, aunque, claro, ya debió darse cuenta. No hubiera respondido de no ser así. —Sonrió Jerome, acomodando a Celio en sus brazos. Luego lo miró y le dedicó una cálida sonrisita—. ¿Entiendes por qué tu madre se negaba a venir a este lugar?
—Sí, ya quiero irme a casa. Es molesto estarrodeado de estúpidos —masculló Celio, abrazando a su padre por el cuello.
¡Eh! Por fin tengo tiempo de hacer esto xdxd. Gente, esto de las licenciaturas es difícil xd. En fin, ¿qué les pareció este primer capítulo de LDN? Jsjsjsjs, dentro de poco estará el segundo capítulo disponible UwU.
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