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The hidden viewpoint

FOUR.
★. el mirador oculto ⭑ ⋆










Lydia estaba acostada en su cama boca arriba escuchando música, todo fue paz hasta que oyó un ruido proveniente de la ventana.

Se levantó de golpe y frunció el ceño confundida.

—¿Qué carajos ha sido eso? —se preguntó a si misma.

Justo cuando se volvió a escuchar ese ruido. La castaña se acercó a la ventana para averiguar de qué o de quién se trataba. Cuando abrió la ventana y salió a su balcón una sonrisa divertida se formó en su boca.

—¿Qué estás haciendo? —le preguntó entre divertida y confundida a la persona responsable del ruido.

Desde su jardín un joven pelinegro con ojos azules había lanzado dos piedras hacia la ventana de su habitación —con cuidado para no romper el vidrio y para que los demás habitantes de la casa no se dieran cuenta—. Y ese joven obviamente era; Charlie Baker.

Este la miró con una sonrisa. —Vengo por ti, así que ponte un abrigo y baja.

Lydia arqueó una ceja. —¿Por qué razón, motivo o circunstancia yo dejaría mi cómoda cama?

—Descubrí un lugar muy bonito y te lo quiero mostrar, ¿vamos?

Lydia hizo como la que lo estaba pensando, Charlie al ver esto alzó la canasta que tenía en sus manos y le dijo:

—Traigo fresas y uvas verdes.

—Bien, me convenciste con eso. —le dijo Lydia con una gran sonrisa, haciendo que Charlie riera —ahorita bajo.

—Acá te espero.

Lydia volvió a entrar a su habitación, fue a su clóset y tomó un suéter, poniéndoselo enseguida para abrigarse del frío, agarró sus pantuflas. Luego se acercó a su cama tomando una pequeña cobija que se encontraba en esta.

Salió de su habitación con cuidado y sin hacer ruido, para no despertar a sus tíos y hermano, y se dirigió hacia la cocina para después salir por la puerta trasera.

Charlie al verla salir se acercó a ella con una sonrisa, que fue devuelta por la chica.

—¿Lista? —Lydia solo asintió con una sonrisa.

Ambos se dirigieron hacia el carro de Charlie, ya cuando ambos estaban dentro del vehículo, Charlie condujo hasta las afueras de la ciudad.

—¿No me estarás secuestrando verdad?
—preguntó Lydia viéndolo con una ceja arqueada, Charlie sonrió divertido.

—¿Qué secuestrador traería las frutas favoritas de su victima? —ahora fue el turno de él preguntar.

—Pensé que no te ibas acordar de eso —le dijo Lydia.

—Como no me voy acordar de algo importante —la miró de reojo y formó una sonrisa divertida —además siempre que vas a la casa te acabas las cajas de las fresas y de las uvas.

Lydia soltó una risa irónicamente y sin mucha fuerza lo golpeó en el brazo. Charlie soltó una carcajada haciendo que Lydia se contagiara.

—¿Entonces a dónde vamos? —una vez que pararon de reírse, volvió a preguntar la misma pregunta por octava vez.

—Ya te dije, a un lugar bonito que encontré.

—¿Pero qué lugar?

Charlie la volteó a ver unos segundos con una sonrisa divertida.

—Uno por ahí —Lydia bufó y se cruzó de brazos con un puchero, que a los ojos de Charlie le parecía adorable y tierno.

Una media hora después Charlie se adentró al bosque que está a las afueras de la ciudad, condujo hasta llegar a un tipo mirador pero oculto entre árboles grandes y oyamel. La vista desde el mirador es hermosa, aparte que se mira toda la ciudad, tiene una vista al cielo oscuro estrellado, que uno mismo queda admirado por tal vista.

Lydia se bajó del carro y miró todo con una sonrisa, estaba encantada con el lugar.

—¿Y? ¿Qué tal? —le preguntó Charlie cuando se puso al lado de ella, quien tenía la vista a la hermosa ciudad iluminada.

—Me encanta —respondió en un susurro casi inaudible.

Pero Charlie si escuchó con claridad lo que dijo, haciendo que en su cara apareciera una sonrisa orgullosa. Pues quería hacerla sentir mejor, entonces pensó que llevándola a ese lugar tan hermoso iba a funcionar y así fue.



━━ ♡ ♡ ♡ ━━



Lydia le dio un mordisco a una de las fresas que Charlie le había traído. Estas estaban rojas y dulces como le gustan, al igual las uvas —verdes y tan dulces— que también le trajo.

Ambos estaban sentados en una manta larga que pusieron en el suelo, para que sea menos incómodo.

—¿Cómo vas con la psicóloga?

Charlie vio la pequeña mueca que hizo Lydia.

—Estoy bien, en serio.

—Lyd.

—Ya sucedió —dijo como si nada
—Y si lo superé una vez, lo haré de nuevo.

Se llevó una uva a la boca, tratando de evitar a toda costa los ojos azules de Charlie. Por alguna extraña razón, se le dificultaba hablar del tema. Simplemente no podía.

—No has dormido bien últimamente,
¿verdad?

Lydia soltó un suspiro y dejó que sus manos reposaran sobre su regazo. Charlie no le gustaba meterse en los asuntos de otros, odiaba eso, pero no podía evitar preocuparse por ella. Lydia se ha estado guardando todo para ella. Y no es bueno.

—Tengo pesadillas —confesó Lydia —y eso provoca noches de insomnio.

—¿Pesadillas de qué?

Lydia soltó un suspiro. —¿Sabes quién fue la persona que encontró el cuerpo sin vida de mi mamá?

Charlie se quedó callado haciendo que Lydia girara su cabeza un poco hacia la derecha, tan solo para darse cuenta que el chico la estaba mirando.

—Fui yo —volvió su mirada a sus manos en su regazo —una tarde saliendo de la escuela decidí visitarla. No había nadie, así que, fui a su habitación a buscarla —sollozo y lágrimas bajaban por sus mejillas —y la encontré acostada en su cama con un frasco de Melatonina vacío.

Charlie lo único que pudo hacer en ese momento fue acercarla hacia el abrazándola, dejándola desahogarse todo lo que necesitaba, todo aquello que por mucho tiempo se guardó para si misma.

Al cabo de unos minutos, donde Lydia lloró todo lo que pudo en el hombro de Charlie, mientras este acariciaba su espalda suavemente, se separaron un poco.

—A partir de hoy estaré para ti cuando me necesites. No importa la hora, la situación o la hora, no importa si así sean las tres, cuatro o cinco de la madrugada. Estaré para ti Lydia. Te lo prometo.

Lydia se quedó callada y no supo qué decir al respecto, generando un silencio. Fue cuando ambos se percataron de la poca distancia que había entre los dos. Quizás ahora se hallaban demasiado concentrados en el otro como para pensar con claridad lo que estaba sucediendo en ese preciso momento. O quizás solo se dejaron llevar por todos los sentimientos que están sintiendo en ese momento.

Tan solo bastó un segundo donde sintió la respiración de Charlie mezclándose con la suya mientras la yemas de sus dedos se posaban en su mejilla. Lo único que supo fue que la sensación de los labios de Charlie sobre los de ella era demasiado agradable, al momento en el que el pelinegro decidió romper la poca distancia que había entre ellos. Lydia siguió el ritmo de los labios de Charlie; lento y delicado.

Se encontraban ahí, sentados sobre aquella manta bajo la luz de la luna y las estrellas, en aquel mirador escondido entre árboles grandes y viejos. Lydia había posado sus manos a la altura del cuello del chico, mientras que él mantenía una en su cintura y otra en su mejilla.

Y al separarse tan solo un minuto y verse a los ojos, fue cuando ambos se dieron cuenta en la forma en la que se miraban, con un brillo especial en sus ojos.




















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