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𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒕𝒆𝒓𝒄𝒆𝒓𝒐.

La puerta principal de la casa fue abierta, Angus ingresó mientras bebía agua de su botella plástica. Acababa de volver del gimnasio luego de casi dos horas, así que se sentía muy cansado. Ya era febrero, por lo que ya habían pasado dos meses y medio desde que había comenzado el tratamiento. En ese tiempo se había vuelto evidente que tenía unos pocos pero molestos kilos extra, aquella era la razón por la que comenzó a ejercitarse casi todos los días.

Se dio cuenta rápidamente de que Brian no estaba en casa, eso quería decir que tendría tiempo de relajarse mientras se daba un baño. Lavó su botella vacia antes de secarla y guardarla en la repisa.

Fue hasta la habitación, dónde se deshizo rápido de su ropa deportiva. Buscó algo de ropa interior limpia y su pijama, el cual constaba de unos pantalones de tela azules y una camiseta vieja de algodón que ya no usaba. Una vez que estuvo sólo con su braga puesta, se quedó quieto mirando el espejo por unos pocos minutos. —Se ve bien... —habló para si mismo mientras frotaba despacio sus caderas, las cuales habían aumentado lo que quizá sería una talla. Luego se puso de espaldas e hizo un pequeño esfuerzo para ver su trasero. Era cierto que aún no tenía curvas como otros omegas pero al menos comenzaban a formarse. Al estar en esa posición, pudo ver lo largo y sedosos que se veían sus rizos castaños.

Se decidió a ir hacia el baño, quería afeitar su cuerpo antes de descansar. Encendió el pequeño caloventor que estaba en aquel cuarto para poder estar más tranquilo y no pasar frío.

En el mueble contiguo al lavamanos guardaba dos rastrillos de acero inoxidable. El vello que tenía su cuerpo era demasiado grueso todavía, cosa que le impedía utilizar aquellos que se comercializaban para omegas, por lo tanto se veía obligado a utilizar la misma marca que su esposo solia usar para afeitar su vello facial. En la misma repisa descansaban un gel junto con una crema hidrante; tomó el primero, el otro lo necesitaría después.

Se quitó su ropa interior. Subió su pierna derecha hasta el borde de la bañera que estaba a su alcance, pues esta se encontraba encerrada entre tres de las cuatro paredes del cuarto, y untó el gel hasta lo más alto de su muslo. Lentamente comenzó a pasar el rastrillo, limpiaba las hojas brillantes luego de cada pasada. Repitió el mismo proceso en el lado izquierdo. Cuando terminó con sus piernas, siguió por su estómago.

Una vez que acabó con todo se miró en el pequeño espejo sobre el lavamanos, aquello le facilitaba deshacerse del vello en sus axilas. Odiaba el pelo en su pecho también, así que aquel lugar fue su próximo destino. —Cuando me crezcan los pechos, ¿Seguiré teniendo tanto pelo aquí? —se preguntó en sus pensamientos. Sus senos aún no habían comenzando a formarse, ni siquiera parecían estar en los planes todavía. Sin embargo sabía que debía esperar puesto que comenzarían a desarrollarse recién sobre el sexto mes con el tratamiento, eso le había dicho el doctor. De todas formas, sí había estado sintiendo sus pezones más sensibles que antes.

Cuando por fin terminó con todo su trabajo, abrió la ducha para poder limpiar los restos de vello en su cuerpo. Se aseguró de que estaba limpio y abrió ambos grifos de agua. La bañera se llenó en poco tiempo con agua tibia, así que cerró las canillas. Se metió ahí, suspiró cómodo al sentir como sus músculos se relajaban finalmente.

Mientras planeaba en su mente la cena que prepararía, escucho la entrada principal ser abierta. Seguro su pareja ya había llegado. Poco después, la puerta del baño fue tocada.

—¿Eres tú, Brimi? —preguntó. Tanto la madre de Brian como la propia tenían las llaves de su casa y aunque ninguna de ellas tenía razones para ir hasta ahí, quería estar seguro.

—Sí, bebé. ¿Estás duchandote? —respondió su pareja del otro lado.

—Estoy en la bañera, pasa —le dijo, esperó con una sonrisa a que su esposo ingresara a la habitación. —. ¿Cómo te fue hoy, cielo? —preguntó, él aún no había pisado el estudio, pero Johnson iba y venía todos los días. Tenía sentido, en sólo unas semanas tendrían que viajar a las Bahamas pues comenzarían a grabar "Back in Black" de una buena vez por todas.

—Muy bien, pero estoy agotado. —se apoyó en el marco de la puerta.

—No te preocupes, preparé la cena en poco tiempo. —el inglés asintió antes de marcharse y cerrar la puerta detrás suyo para no dejar escapar el aire caliente de ahí dentro.

Pocos minutos después el menor había terminado de bañarse y se encontraba en la cocina hirviendo agua en una olla para poder colocar carne de res luego. A su lado, el alfa cortaba un tomate para agregarlo a un par de hojas de lechuga.

Brian daba pequeños y tímidos vistazos hacia Angus cada pocos segundos. Estaba convencido de que podía sentir un olor especialmente dulce que provenía de su pareja. Quizá había pasado una semana desde que podía sentir aquel aroma un tanto suave, como si se fuera y volviera a cada rato; pero desde hacía unos tres días atrás este se había estado intensificando. Si no había tratado el tema aún con su pareja era únicamente porque no estaba seguro acerca de cómo debería hacerlo.

—Ve a poner la mesa, cielo. Yo termino con esto —le pidió sonriendo. El mayor asintió, tomó un mantel para ponerlo en la mesa que estaba en la cocina, no tenía sentido usar el comedor si sólo serían ellos dos.

No pasó mucho tiempo hasta que ambos ya se encontraban sentados a la mesa cenando. Johnson no podía parar de observar a su pareja, ese dulce aroma estaba levemente presente en el ambiente.

—¿Ya has pensando en decirle esto a tu familia? —preguntó Brian tratando de distraer un poco los pensamientos un poco sucios que se cruzaban por su cabeza. Su instinto era jodidamente traicionero cuando se trataba de omegas, o sea, cualquier cosa levantaba su libido.

—Aún no —contestó Angus antes de beber de su vaso con agua. A decir verdad, le preocupaba muchísimo la forma en la que iría a reaccionar su familia. Algo dentro de él le hacia afirmar que sus padres iban a rechazarlo, además nada le podía asegurar que al menos Malcolm y George no harían lo mismo. —. Tengo algo de miedo porque no sé que dirían. Mis padres van a odiarme, seguramente.

—No te adelantes a los hechos, amor —dijo. —. Odiarte sería demasiado exagerado, no creo que podrían hacer algo así. Después de todo, eres su hijo. -intentó calmarlo.

—Brimi, tú no sabes hasta que punto podrían llegar. Quizá mi familia cortaría totalmente su relación conmigo. ¿Y si Malcolm deja la banda?

—No es el único guitarrista del mundo. —le recordó ya algo fastidiado por el tema. Además, aquel dulce aroma estaba volviéndose más fuerte y eso hacia que su vientre bajo comenzara a arder un poco.

—Pero es mi hermano —intentó excusarse. —. No podría sólo pelear con él, lo mismo pasa con todos los demás en mi familia y-

—Ya cálmate —lo interrumpió levantando un poco la voz—. Nada de eso pasó todavía. No tiene sentido que te alteres.

El escocés suspiró, volvió a concentrarse en su comida por algunos segundos. —Tienes razón —dijo después de tranquilizarse. —. Tal vez no sea para tanto.

—No lo será. Si te quieren de verdad, te querrán de cualquier manera. —la sonrisa que esbozo el guitarrista lo calmo bastante. Aún lo notaba decaído, así que un pequeño pensamiento cruzó su mente. Comentarle a su pareja acerca del olor que estaba sintiendo seguro lo animaría un poco. —Sabes, Angy, últimamente hueles muy dulce.

—¿Lo dices en serio? —preguntó entusiasmado. De verdad deseaba que fuera así, anhelaba desarrollar un aroma propio como el resto de los omegas.

—Claro que sí, es como fresas con crema.

Angus se alegró muchísimo al escuchar aquello. Sentía su estómago revolverse en felicidad. Esas palabras fueron más que una buena noticia, puesto que quería decir las hormonas estaban creando cambios que iban más allá de su físico. Estar desarrollando su propio aroma era signo de que el tratamiento estaba dando resultado.

Esa noche, el omega se iría a dormir con el miedo que le generaba la incertidumbre de no saber cómo reaccionarian sus amigos y familiares más cercanos al conocer la decisión acerca de cambiar su vida de manera tan drástica que había tomado; aunque también con el consuelo de que su esposo le había dado a conocer un cambio del que no se había percatado aún, pero que era muy significativo para él.

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