𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒔𝒆𝒑𝒕𝒊𝒎𝒐.
El reloj despertador resonó en el cuarto. Cliff se apresuró a apagarlo, luego se desperezó sobre la cama. Angus se removió molesto colocandose de costado y cubriendo casi todo su cuerpo con las mantas; había tenido una noche pesada y apenas pudo descansar.
—Buenos días —canturreó dulcemente el inglés mientras abría las persianas de la ventana. Estaba acostumbrado a despertar así a sus pequeñas gemelas, aunque también lo hacía con su hijo mayor.
El más bajo se quejó en pequeños murmuros, realmente sentía que no tenía fuerzas. Había llorado toda la noche. El agujero que le creaba ese sentimiento de soledad no estaba siendo llenado. Ahora que hacía dos semanas que no estaba en casa, apenas había recibido llamadas. Sentirse rechazado por una parte de su familia y tener poca comunicación con los escasos amigos que tenía lo lastimaba profundamente.
—Ang, llegaremos tarde si no te levantas de la cama. Iré a darme una ducha, tú también prepárate para salir. —habló. Buscó ropa limpia antes de encerrarse en el baño.
Young se colocó boca arriba, desde que Cliff compartía cuarto con él que era un poco más sencillo despertar por las mañanas. Además, este lo había animado a usar el pequeño espacio de cocina (el cual contaba con un anafe) que se encontraba en la habitación y habían estado preparando la cena ellos mismos las últimas noches, por lo que todos estaban comiendo más saludable.
Nada de eso dejaba de lado el hecho de que estaba harto. No sabía de qué concretamente, aunque podía asegurar que lo estaba. Quería una vida feliz, una vida normal. No comprendía por qué no había nacido omega. Todo sería mucho mejor. Suspiró pesado, su cuerpo le molestaba. Sus testículos le dolían, su pecho igual. Sabía que era parte del tratamiento, pero le gustaría tanto no estar pasando por ese dolor, haberlo sentido sólo en su pubertad como cualquier otro omega.
Escuchó como el agua dejaba de caer en la ducha, así que decidió ponerse de pie. Buscó entre su ropa una camiseta sin mangas blancas y un jean de campana junto con ropa interior limpia. Cliff salió del cuarto de baño, sentandose en su cama para peinar sus cabellos. Angus se sintió deslumbrado por ese lindo short de tiro alto que se ceñía en su cintura; la blusa roja con el logo de Coca-Cola en letras blancas lo hacían ver muy bien.
No se detuvo a ver y se apresuró al baño. Se dio una ducha rápida sin lavar su cabello. Luego de sacar su cuerpo, se colocó delante del espejo para comenzar a vestirse. Se dio cuenta de que los tirantes de su brasier se notaban encima de sus hombros por el corte de su camiseta. No le importó, se le veía bien.
Pronto ambos omegas se encontraban en la parte de abajo del hotel, listos para desayunar. Phil, Bon y Malcolm ya estaban ahí comiendo. Williams no perdió el tiempo para sentarse a un lado de su esposo, se dieron un corto beso en los labios; luego el alfa se levantó a buscar algo de comida para su pareja.
Young decidió que primero debía buscar algo para comer antes de sentarse, su estómago le dolía del hambre. Se sintió un poco perdido por la cantidad de olores que había en el lugar. Todos esos platos llenos de comida lo hacían sentirse extraño. Recordaba perfectamente como en su adolescencia solía darse atracones durante la madrugada para calmar esa horrible disforia que sentía. Fue atrapado una noche por Alex, pero apenas podía recordar que había pasado.
En este momento, realmente sentía que podría servirse mucho en su plato de no ser por que sus amigos estaban ahí, además de otras personas ajenas a ellos. Negó con la cabeza para despejar sus pensamientos, sólo buscó un pastelito de vainilla y arándanos... o mejor dos; saldría a correr luego.
Sintió como alguien le tocaba el hombro, se sobresalto levemente. Brian estaba detrás de él. Besó sus labios despacio. —¿Cómo amaneciste, nene?
—Un poco cansado, Brimi.
—¿Pasó algo anoche?
—Sólo no pude dormir bien. Me duele todo el cuerpo y no puedo parar de pensar en algunas cosas. Me siento solo, Brimi.
—¡Angus! ¿Podrías traerme algo de jamón, por favor? —Scott los interrumpió. El guitarrista le hizo una seña afirmativa.
—Salgamos a hacer algo esta noche, así podremos hablar. —Johnson besó su frente antes de alejarse para prepararse un café y empezar el día.
Las horas pasaron rápidas. La mañana fue dedicada en su totalidad a grabar, por la tarde trabajaron en modificaciones sencillas de las canciones. Ahora se encontraban volviendo al hotel. Todos, a excepción de Brian, estaban regresando a descansar luego de un día un poco pesado. Cliff iba de la mano con su esposo, pero charlaba con Malcolm. Bon caminaba un poco más atrás a un lado de Angus.
El vocalista encendió un cigarrillo. Luego miró a su compañero. —¿Quieres uno? —le ofreció la cajetilla sonriéndole.
—No puedo fumar mientras esté con el tratamiento.
—¿Ni siquiera uno? —se sorprendió un poco. Normalmente el guitarrista solía consumir bastante tabaco en el día.
—Prefiero no arriesgarme, Bon, realmente no sé si existen efectos secundarios. Pero gracias.
—Está bien, entiendo. —guardó otra vez la cajita junto con el encendedor. —Así que, ¿Todavía te queda mucho del tratamiento?
—Bastante, algunos meses más. Quizás un año. —vaciló un poco intentando recordar cuanto tiempo le había dicho el médico. —Aunque debo seguir usando parches de hormonas por un tiempo luego de terminar con las pastillas y las inyecciones.
—Esas cosas deben ser dolorosas.
—Lo son, pero sé que todo esto valdrá la pena.
—Veo que estás muy convencido. —dio una calada a su cigarrillo.
—Sí, bueno, siempre quise esto. —se sentía bien poder ser honesto con él y no ser juzgado cruelmente a cambio.
—Si de algo sirve saberlo, te ves bastante bien. Además hueles muy dulce. —aquel comentario hizo que Malcolm dejara de caminar y se diera la media vuelta para observar a ambos. El omega no perdió el tiempo en tomar a su esposo por el lóbulo de su oreja derecha.
—Eres un idiota. —murmuró, comenzando otra vez a andar sin soltar al mayor. Bon se quejó, incluso le soltó un pequeño gruñido pero el más bajo no se inmutó para nada.
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Las calles estaban bastante iluminadas. Aunque hubiera bastante gente, Angus se sentía tranquilo gracias al aroma de su esposo y la forma en la que este sostenía su mano. Habían tenido una cena tranquila en un pequeño restaurante de pescado y ahora iban por un helado antes de volver al hotel. Compraron sus postres antes de sentarse en una banca fuera del local, desde allí se veía la costa. A pesar de tener el mar en frente, Brian no podía dejar de ver a su pareja, se había acostumbrado al aroma. Sentía tantas ganas de marcarlo, de hacerlo suyo otra vez. Pero sabía que no era posible todavía. No podían mantener relaciones hasta volver a Londres.
Young se había percatado de la mirada cariñosa del mayor, así que besó sus labios despacio luego de tomar otra cucharada de su helado de chocolate. —Te amo.
—Yo también te amo, nene. —tomó la mano de su esposo con su mano libre.
—Brimi, quiero preguntarte algo.
—Dime, bebé.
—¿Crees que debería intentar hablar con mi padres? —hizo una pequeña pausa. —Y también, Alex llamó hace unas noches, no sé cómo consiguió el número de la habitación. Quiere que nos veamos apenas vuelva a casa y charlemos sobre todo esto.
Johnson se quedó callado un momento. —Sé que tienes una buena relación con él, y no parece la clase de persona que va a enfadarse contigo fuerte.
—Lo conozco, así que no creo que lo haga.
—Y sobre tus padres, —le dio el ultimo bocado al cucurucho. —Ellos no parecen estar muy abiertos a seguir escuchandote, ya lo viste.
—No quiero perderlos, es lo mismo con Malcolm.
—Lo entiendo, amor, pero no sé que tanto les importa a ellos perderte a ti. Ojalá me esté equivocando, pero sabes que ninguno a tratado de interactuar contigo por ahora.
El guitarrista no dijo nada más. La verdad le dolía bastante. Bajó su cabeza, se sentía abrumado todavía. Pudo sentir como su helado se derretía entre sus dedos dejándolos pegajosos mientras las lágrimas caían desde sus ojos hasta su jean ceñido, mojando sus muslos.
—No llores, cielo. —lo envolvió entre sus brazos. —No tiene sentido hacerlo. —le quitó el dulce despacio para arrojarlo a la basura, esa cosa ya no servia. Volvió a acurrucarlo contra su pecho, sus brazos fornidos lo hacían sentir a salvo. Estaba protegido de todo el mundo allí.
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