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𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒔𝒆𝒈𝒖𝒏𝒅𝒐.

Ya hacia poco más de un mes y medio que Angus se las venía ingeniando para poder levantarse antes que su esposo y tomar sus pastillas los días que le tocaban; siempre lograba volver a esconder el frasco en su cajón sin que Brian se percatara de nada por el momento. Ya había acabado el primer frasco y no había cambios muy notorios aún, pero últimamente su vientre bajo le dolía y estaba seguro de que su piel se sentía más suave.

En ese momento se encontraba solo en la casa, esperando a que fuera la hora para ir a su turno. Aunque afuera soplaba un viento frio, iría a su visita con el médico. Mataba el tiempo estando casi desnudo frente al espejo, imaginaba la forma en la que su cuerpo cambiaría. Pasó sus manos por toda su figura, haciendo especial énfasis en su cintura y caderas. Se preguntaba cómo se verían en algunos meses; no quería tener un cuerpo voluptuoso, sólo el de un omega real. El doctor le había dicho que las hormonas lo harían subir de peso, así que ya estaba listo para comenzar una rutina de ejercicios. Su cabello lleno de rulos apenas pasaba sus orejas, aunque él había decidido que lo dejaría crecer hasta por debajo de sus hombros.

Escuchó la puerta principal ser abierta y se apresuró a vestirse, subiendo rápidamente sus pantalones y camiseta.

—¿Dónde estás, nene? —escuchó que preguntó Brian en la sala.

—En el cuarto.

Johnson entró a la habitación, llevaba algunos papeles en su mano. —Tengo buenas noticias, está todo autorizado. —le dijo con una sonrisa. —Faltaría que la banda firme y ya podrán viajar para grabar

El menor sonrió, arrojándose sobre él para tomar los papeles. —Ah, esto es maravilloso, amor. —habló dándole la vuelta a un par de documentos. Habían estado trabajando hasta el cansancio en "Back in Black", por lo que aquella noticia era sencillamente lo mejor que le habían dicho en semanas.

—Tú eres maravilloso. —contestó, abrazándolo desde su cintura con cierta fuerza.

Angus besó sus labios con dulzura. Todavía recordaba muy bien aquel día cuando se conocieron, lo último que hubiese esperado era encontrar al amor de su vida en su nuevo manager. Su emoción se desvaneció lentamente al recordar el gran secreto que le estaba ocultando.

—Brimi. —dijo en un tono suave, tenía que hablar con él de una vez.

—Dime, cielo. —acariciaba su espalda.

—Yo... t-tengo que confesarte algo. —empezaba a ponerse muy nervioso, pero tenía que decírselo. Si se amaban de verdad, no podía ocultarle algo así.

—Puedes decirme lo que sea, lo sabes. —le sonrió. No importaba que tantas feromonas se esforzara por soltar, sabía que el guitarrista no las sentía... o eso pensaba él por el momento.

Young suspiró un poco abrumado, un fuerte olor a menta y chocolate amargo había invadido sus fosas nasales. ¿Acaso ese era el olor de su pareja?. Aquel aroma se fue tan pronto como llegó, aunque sabía que algún día podría sentirlo siempre. —Sientate, ¿Sí? —le pidió a la vez que tomaba sus manos y lo guiaba hasta la cama.

El más alto asintió, lo observaba con cierta ilusión. —Ya dime, dulzura, no puede ser nada tan malo.

—Espera aquí —pidió. Caminó lentamente hasta el cajón donde guardaba el envase vacío. —. Extiende tus manos, por favor.

El inglés acató, formando una cuna con sus manos. Angus colocó el frasco rosa sobre las palmas de su pareja. Brian lo tomó, moviéndolo un poco para observar su etiqueta.

—¿Hormonas... de omega? —susurró.

—Son mías —declaró. —. No me siento bien siendo beta, n-nunca me sentí cómodo... y y-yo sólo quiero ser feliz. —bajó su vista, quería llorar de los nervios. —Entiendo si quieres dejarme, p-puedo armar mis maletas e irme. —su labio inferior temblaba. Podía sentir su corazón palpitar con fuerza en su boca, un nudo en su garganta hacia que se le dificultara respirar y tragar.

Escuchó como Johnson se ponia de pie, acercándose hasta quedar frente de él. Cerró sus ojos, apretando sus puños sobre sus costados, estaba preparado para cualquier reacción.

Los brazos del mayor lo rodearon con fuerza, pegándolo a su pecho con amor. Puso una de sus manos en su cabeza, presionandolo contra su hombro para que no se alejara. —Ya lo sabía, nene. Siempre lo supe. —afirmó, acariciándolo para calmarlo. Podía sentir las lágrimas de su pareja mojando su espalda. El guitarrista se aferró sus ropas, sollozando despacio entre el calor del cuerpo ajeno. Se sentía protegido allí. —Y sin embargo sigo amandote, dulzura, no importa qué. Además, me hace muy feliz que hayas podido compartilo finalmente.

—¿L-Lo dices en serio? —preguntó, levantado su vista para hacer contacto visual con él. Sus ojos llorosos hacian que lo viera de forma borrosa.

—Claro que sí. Yo te apoyo y voy a ayudarte en lo que necesites. —besó su frente, limpiando con su pulgar algunas de las lágrimas de su esposo. —Estoy contigo porque te amo, porque eres lo más importante para mí. —movió algunos cabellos de su rostro. —Pero quiero que me digas algo, ¿De dónde sacaste esas pastillas?

—Hace más de un mes, cuando te dije que iría al supermercado, en realidad fui a mi primera cita con el médico y lo ví tres veces desde entonces. —sabia que en algún momento tendría que decirle la verdad.

—Está bien, cielo. —seguía sonriendo y aún no quería soltarlo. No podía reclamarle nada, entendía que él necesitaba su tiempo para contarle la situación. —Yo voy a amarte de todas formas, siempre. —besó sus labios con ternura.

—Yo también te amo. Te amo muchísimo. —le devolvió el suave beso. —En media hora tengo que ir con el doctor otra vez. —le dijo para separarse y buscar su gabardina negra corta en el armario.

—Yo te llevo. —fue hasta su pareja para sacar una chaqueta de lana.

—Pero tienes trabajo por hacer en el estudio. —trató de detenerlo cuando vio que tomaba las llaves del auto.

—Puedo hacerlo mañana por la mañana. —se quedó en el cuarto esperando a que su novio tomara todo lo que debía llevar al médico y lo metiera en una mochila. Sus registros médicos, su billetera y las pastillas.

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—Angus Young. —ambos oyeron la voz del doctor resonar en la sala de espera casi vacía. Casi, porque esta vez había una joven muchacha cerca de ellos, quien se había negado a entablar cualquier tipo de conversación con alguno de los dos.

—Buenas tardes. —saludó el guitarrista mientras tomaba asiento. Su cónyuge repitio las palabras y se sentó también.

—Veo que vienes acompañado. —dijo el médico con una sonrisa. —Soy el doctor Collins, especialista en reasignación de jerarquía y cambio de sexo. —se presentó ofreciéndole su mano a través del escritorio. Brian la tomo de inmediato. —¿Y usted es?

—Brian Johnson, soy su esposo.

—¿Cuál es su casta? —preguntó.

—Soy un alfa puro.

—Excelente, ¿Hace cuánto están casados? —cuestionó con una pequeña sonrisa en la cara mientras anotaba algunas cosas en el registro que llevaba de Angus.

—Desde hace poco más de dos años. —intervino el guitarrista.

—Esas son buenas noticias. —dijo el galeno mientas miraba al menor, quien imito su sonrisa esperando algo realmente bueno. —Tu organismo ya está acostumbrado a convivir con un alfa, por lo que las hormonas trabajarán más rápido al sentir el olor de tu esposo.

Angus miró a su esposo antes de tomar su mano con suavidad. Brian sonrió, a pesar de que siempre sintió que algo estaba mal con su pareja, ahora se sentía confundido. Cómo sea, quería que el amor de su vida fuera feliz.

—Bien. ¿Ha experimentado algún malestar físico? ¿Náuseas, dolores de cabeza o en tu pelvis.

—Sólo de estómago y un poco más abajo.

—Esa es buena señal también. —declaró, volviendo a tomar nota. —Pasaste bien el primer mes y la primera fase del tratamiento, así que podremos hablar de otras cosas ahora. —hizo una pequeña pausa. —Como ya te dije antes, habrá que hacer algunas intervenciones quirúrgicas además de las inyecciones de hormonas.

—Quiero hacer todo el proceso, pero ¿Cuándo podré comenzar a inyectarme?

—Justo ahora si estás de acuerdo. —el chico asintió rápidamente. —Bien, entonces acuéstate sobre la camilla boca abajo.

El guitarrista obedeció y se acostó como el médico le indico. Desde su lugar no podía ver mucho pero sabía que su esposo estaba sonriendo.

—Las inyecciones ayudarán a que la grasa se distribuya hacia tus caderas y glúteos más rápido. —explicó el doctor. —Con permiso. —dijo al levantar un poco su camiseta y suéter, también bajó sus pantalones y ropa interior. —Sentirás un pequeño pinchazo.

Angus se mordió el labio inferior al sentir la aguja enterrarse en su piel. Rápidamente salió y pudo respirar tranquilo. Sintió el algodón sobre la zona y como las manos del galeno colocaban cinta para que no se saliera.

—Ya puedes levantarte. —el escocés volvió despacio a su lugar. —Haremos esto en cada consulta, pero ahora necesitas ir y comprar más pastillas. Recuerda tomarlas tres veces por semana, no más que eso. —firmó una receta sobre su escritorio.

—De acuerdo.

Luego de la consulta, pasaron por la farmacia antes de ir a casa.

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