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𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒐𝒄𝒕𝒂𝒗𝒐.

La luna llena iluminaba el cuarto, Angus estaba apoyado sobre el marco de la ventana intentando relajarse un poco para lograr conciliar el sueño. Desde donde estaba, podía ver perfectamente una parte de la ciudad y detrás el mar que parecía una manta infinita de oscuridad, encima de este las estrellas relucían.

Escuchaba la televisión encendida que reproducía una película romántica. Cliff y él la estaban viendo antes de que el bajista se quedara dormido. Se separó de su lugar para tirar a la basura los envoltorios de dulces que ambos habían comido mientras el inglés le contaba algunas anécdotas sobre sus tres hijos. Las valijas ya estaban hechas, partirían de regreso a casa temprano por la mañana. Sabía que necesitaba descansar, sin embargo no lograba dormirse; no importaba que tan cansado estuviera ni que tan tarde fuera. Salió del cuarto, tenía ganas de sentir el aire fresco en todo su cuerpo.

Se dirigió a la planta baja para salir al jardín bastante iluminado. Aunque fuese tarde, había un par de personas en el living del hotel y algunas más en el pequeño bar.

Una de las sillas de caña estaba ocupada por una silueta que fumaba y se le hizo familiar a pesar de estar dándole la espalda. No le cabían dudas de que era Malcolm. Tomó todo del poco valor que tenía para acercarsele. No preguntó antes de ocupar el otro lugar, estaba seguro de que él estaba solo. ¿Quien más lo acompañaría siendo que mañana tenía que viajar? De inmediato, su hermano se percató de su presencia.

—¿Qué haces aquí? —lo cuestionó el guitarrista rítmico. Le dio una calada nueva a su cigarrillo casi terminado. —Deberías estar durmiendo.

—Tú igual.

—No necesito que me digas que hacer.

—Yo tampoco, Malcolm. No puedes decirme que hacer, ni que pensar. Y no sé por qué sigues enojado conmigo.

El otro chico se quedó callado. —No entiendo dónde le ves el gusto. ¿Por qué quieres ser un omega? Es como darte tres disparos en cada rodilla, la vida es una mierda.

—No me importa, sé que me gustará.

—No te gustará que te silben en la calle o que extraños te den nalgadas. No es divertido.

—Bueno, no creo que eso lo sea. Peo en serio necesito hacer esto. Estuve toda mi vida atrapado en este cuerpo y finalmente puedo liberarme. —tomó aire, era una forma de animarse a seguir hablando. —Y no necesito que me apoyes, sólo que me respetes igual que yo lo hago contigo. —hizo una pausa. —Yo solía admirarte cuando comenzamos con la banda y siempre te quise mucho, pero en estos meses aprendí que no todos los sentimientos entre familiares son mutuos. ¿Aunque sabes? Eso a mí me da igual, voy a seguir queriéndote a pesar de que tú me odies. —se puso de pie, estaba listo para irse. Sentía que finalmente había podido decir todo lo que necesitaba.

—Yo también te quiero, Ang. Pero no puedo entenderte. —habló para intentar detenerlo, no quería que se marchara aún.

—No tienes que entenderlo tampoco, sólo deja de comportarte como un cretino conmigo.

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Angus apagó la contestadora del teléfono de la sala. Tenía varios mensajes de sus padres y de su única hermana intentando comunicarse con él, también de algún par de amigos con los que no hablaba desde hace un tiempo. Se sentía confundido respecto a sus padres, no tenía sentido que ellos quisieran hablarle después de haberle hecho sentir tan miserable.

—Bebé, ayúdame con esto. —pidió Brian, quien cargaba con un bolso de mano de su esposo y las maletas de ambos.

El guitarrista se apuró a ir hacia él. Tomó su maleta para llevarla a su habitación no sin antes cerrar la puerta principal con llave. El alfa entró detrás de él. —Ah, estoy tan cansado. —suspiró, luego se echó a la cama boca arriba. Extrañaba dormir en su propio colchón con su esposo haciéndole compañía, esa noche por fin podría hacerlo.

El más alto dejó la valija a un lado de la otra y el bolso encima de la cama. —¿Entonces no irás con Alex hoy? —se sentó a su lado, moviendo algunos cabellos de su rostro.

—Seh, quiero verlo. Tenemos muchas cosas por hablar. —se puso de lado, para mirar a los ojos a su pareja.

Brian se echó con él, de inmediato besó sus labios carnosos de forma caliente. —Te amo.

—Yo también te amo.

Pocas horas más tarde se encontraba sentado en una pequeña cafetería frente a una plaza, bastante cerca del centro de la ciudad. Ya casi serían las cinco de la tarde, la hora a la que habían acordado con su hermano. Estaba un poco nervioso pero realmente era algo que tenía que hacer. Una mesera se acercó a dónde a la mesa donde él estaba sentado.

—¿Ya decidió que va a ordenar, señorito?

Sonrió ampliamente al oír aquella palabra, era la primera vez que alguien lo llamaba así. Estaba seguro de que realmente estaba logrando verse como uno entonces. —Estoy esperando a alguien, pero gracias.

—No hay problema, llámeme cuando me necesite. —se retiró despacio.

La puerta del local fue abierta despacio al ser de cristal. El guitarrista pudo divisar a Alex entrar al lugar, así que levantó su mano para que lo viera. El alfa no tardó nada en ir hasta él. Se levantó de su silla, quería saludarlo como sentía que era debido. No pudo acercarse lo suficiente cuando el mayor casi se lanzó encima suyo para abrazarlo.

—Me alivia tanto poder estar contigo finalmente.

El omega sintió sus ojos llenarse de lágrimas, todo se sentía como un déjà vu. Lo golpeó repentinamente el recuerdo del cálido abrazo que su hermano le había dado esa noche que lo encontró solo en la cocina con un ataque de nervios. Sabía que ese día seguiría presente en su memoria por toda su vida.

—No puedo creer que esto esté pasando. Te ves en serio diferente... pero muy bonito. —admitió cuando se separaron, conocía sus sentimientos desde hacia años y le causa cierta felicidad que pudiera dejarlos salir de una vez por todas. Se tomó un momento para observar mejor el cuerpo frente a él, los jeans y esa blusa le daban una apariencia que realmente lo hacían ver como un omega. —¿Acaso creciste o...?

—No, son sólo los zapatos. —movió un poco su pierna para mostrarle las chatitas negras con algo de plataforma que estaba usando.

—Ya veo —rio suave, sabía que había dicho una estupidez. —. Sentemonos, ¿Sí? Tenemos que hablar de muchas cosas.

El de rulos asintió, sabía que podía ser honesto con él. La idea de abrirse con alguien más que no lo trataría mal luego de eso le hacia relajarse un poco, aunque el sentimiento de una leve ansiedad seguía alli. En seguida ambos pidieron un café antes de comenzar a charlar.

—¿Qué tal el viaje, eh?

—Estuvo bien, sólo que hubo algunos problemas con Mal. Apenas anoche pudimos hablar. —bebió de su taza. —Él no estaba muy contento con esto, pero creo que viene desde dentro. Yo no recuerdo haberle hecho nada, y no me parece que le afecte seriamente lo que yo hago con mi vida.

—Tal vez sea por la casa en la que crecimos. De alguna forma siento que todavía está un poco resentido.

—¿A qué te refieres?

—Bueno, sabes que mamá y papá lo criaron de forma muy estricta y ellos siempre lo trataron como a una niña por ser un omega. Eso nunca le gustó. —recordó un poco su infancia. A pesar de ser mayor que Angus y Malcolm, siempre les puso mucha atención; sobre todo porque notaba comportamientos extraños en los dos y su instinto de alfa no podía dejarlos pasar como si nada. —Tengo que admitir que George, William y yo solíamos burlarnos de su ropa o sus juguetes. Pero mamá también tiene la culpa de eso, ella era quien le hacía esas coletas y le ponía esos zapatos.

El de rulos se quedó callado. Cuando eran niños, solía envidiar un poco las cosas que el otro guitarrista tenía. Él también quería esas muñecas, esas calcetas con flores, ese juego de té. —Supongo que sólo hicieron lo mismo que con Margarete y esperaron a que eso funcionara.

—Ja, Malcolm siempre detestó todo eso. —bebió un poco de su café. —Y tú solías decirle que fuera más agradecido aún cuando éramos bastante pequeños y jugabas con algunas de sus cosas. Creo que siempre te sentiste como un omega.

—Sí, sé que es así.

—Ah, y ya que mencionamos a Margarete. Ella quiere hablar contigo y George también tiene algunas cosas que decirte. No creo que vayan a tratarte mal. —le comentó. Era algo que debía comunicarle, aunque no estaba seguro de como se lo iba a tomar el otro.

—No lo sé, Alex. Parece que todos están en mi contra últimamente.

—Por favor, no creas que todos en la familia te odian o algo así. —hizo una pequeña pausa para pensar sus próximas palabras. —Ellos siempre te quisieron y yo igual. Eres el más pequeño de nosotros y sin embargo, siempre estuviste ahí para todos. Así que no tendría ningún sentido que te odiaran por mostrarte como eres en realidad.

Angus asintió. Aquello le parecía perfectamente lógico a él y a otros más, pero no podía estar seguro de que todas las personas alrededor suyo pensaran así. Sólo quería seguir con su vida feliz; después de todo, no se estaba metiendo con nadie.

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