𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒅𝒆𝒄𝒊𝒎𝒐𝒕𝒆𝒓𝒄𝒆𝒓𝒐.
El tic-tac del reloj de pared ponía aún más ansioso a Angus, quien movía una de sus piernas de arriba a abajo para intentar estar tranquilo. Ellen se encontraba sentada a su lado, leía una revista que había tomado de la mesita frente a ellos en la sala de espera.
Ella se sobresaltó al sentir como una de sus manos era tomada por su amigo. —¿Estás bien? Te ves muy nervioso.
—Lo estoy —respiraba un poco agitado. Tenía miedo de lo que sea que ocurriría dentro del consultorio. Esta sería su primera visita con un ginecólogo para hombres omegas. Su médico de cabecera lo había enviado a verlo para estar seguro de que todo iba bien con su cuerpo.
—No es tan terrible, Ang. Sólo van a revisarte un poco ahí abajo.
Ambos miraron hacia la puerta cuando se abrió, del otro lado había una mujer joven que vestía un uniforme rojo parecido al de los enfermeros. —Young, puedes pasar. —el más bajo se puso de pie, sabía que tenía que entrar solo.
—Te espero aquí, ve tranquilo. —habló la chica, tenía varias revistas más para seguir leyendo. Podría mantenerse entretenida por, al menos, media hora.
El guitarrista entró al consultorio un tanto asustado. La doctora saludó con un apretón de manos y le pidió que se sentara frente al escritorio. Ella también tomó asiento delante de él. —Bien, así que eres Angus Young, 26 años y casado. Un omega transexual con un tratamiento ya terminado, incluyendo una modificación de tu sistema reproductor, ¿No es así?
—Sí, todo eso es cierto. —se cruzó de piernas colocando sus manos sobre ellas. —Ya he terminado con todo.
—En general sí; pero en tu informe dice que eres sexualmente activo, así que a partir de ahora tendrás que venir a consultas aquí una vez al mes. —se puso de pie para ir directo a la camilla detrás del muchacho. —Y supongo que sabes que tendrás que seguir recibiendo inyecciones de hormonas una vez por semana durante el resto de tu vida.
Angus se removió un tanto incómodo, esa mujer le parecía demasiado fría con su forma de hablar. Sabía bien que lo del consumo de hormonas era cierto pero no estaba consciente de las visitas frecuentes que haría al ginecólogo. —Tengo una prima que es enfermera, ella vive cerca de mi casa y me visita para inyectarme.
—Eso está muy bien, te evitará tener que moverte hasta un hospital público. —ella tomó asiento en una silla frente a las perneras de acero, a un lado de una mesa de metal para colocar objetos quirúrgicos. —Necesiro que te quites los pantalones y la ropa interior. Cuando termines acuéstate sobre la camilla y pon tus piernas sobre estos. —le indicó refiriéndose a las perneras.
El menor se deshizo de sus zapatillas, para quitarse también sus jeans luego. Miró un segundo a la doctora, quien aguardaba mientras se colocaba un barbijo.
—¿Puedo preguntarle cuál es su casta?
—Soy una beta, pero soy una profesional. Sé sobre omegas. —se colocó un par de guantes de látex. Parecía un poco molesta gracias a la pregunta. Posiblemente se le habían hecho ya varias veces.
Young asintió, sentía que estaba molestando a esa mujer. Se apuró a quitarse sus bóxers y dejarlos junto con el sus pantalones encima de la silla donde estaba antes. Con bastante timidez se recostó sobre la camilla antes de acomodar sus piernas. La doctora colocó una manta encima de su regazo para que él no tuviera que ver todo el proceso y así poder estar más tranquilo.
Los siguientes minutos fueron más que incómodos. Sentía el metal frío dentro tocando en zonas que le parecían muy íntimas. Aquellos lugares sólo habían sido revisados por médicos durante su estadía en el hospital luego de la cirugía y otras veces más ya en la clínica; pero él no había sentido su nuevo interior aún, mucho menos su esposo.
—Bien, voy a tener que usar un pequeño espéculo para ver mejor tu cérvix. —le mostró el objeto brillante. Angus asintió y cerró sus ojos un poco fuerte, tenía algo de miedo.
Cinco minutos después ya podía vestirse nuevamente. Se colocó bastante rápido su ropa. No había experimentado mucho dolor en realidad, pero de todas formas fue algo extraño.
—Espera, no puedes irte aún. —le dijo la ginecóloga al ver cómo estaba dispuesto a irse ya mismo. Ella se quitó sus guantes y barbijo para tirarlos a la basura. Luego tomó asiento en su escritorio otra vez. —Parece ser que en pocos días vas a tener tu primer celo. Además, te lubricas muy bien solo y puedes dilatarte sin problemas. Estaría bien que esperes a tu celo para mantener relaciones con penetración, tu cuerpo tiene que adaptarse a eso.
El guitarrista imitó su última acción, sentandose también. —Haré eso entonces.
—Recuerda que no debes tomar ningún tipo de inhibidor de aroma o supresores. Tampoco afrodisíacos, esos están totalmente contraindicados para omegas. —se puso de pie otra vez. —Aunque las cicatrices ya estén sanadas, evita introducir juguetes y cualquier fluido que no sea tuyo.
Se levantó de su lugar, esperaba poder volver a casa de una vez. —Sí, todo eso está bien. —de cualquier forma no pensaba hacer nada extraño, sólo disfrutar de su cuerpo en compañía de su esposo.
Ambos se despidieron luego de agendar un nuevo turno y Angus no pudo sentirse más aliviado al cruzar la puerta. Ellen de inmediato se paró, la sala de espera se había llenado rápido en esos minutos.
—Vamos por un helado, ¿Sí? Necesito uno ya mismo. —aseguró el de rulos, tenía ganas de despejarse lo más pronto posible.
—Por mí no hay problema.
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Su rostro estaba hirviendo, tan rojo como un tomate maduro. Temblaba como si un maldito sismo se hubiese apoderado de su pequeño cuerpo. Percibía el sudor bajando por sus sienes hasta su mentón. Sus manos sudaban de igual forma y se aferraban a la taza de té que intentaba beber.
Sintió como una toalla húmeda con agua helada era puesta en su cabeza. Brian creía que eso iba a ayudarlo a bajar su calentura. Su esposo se sentó a su lado para terminar con su desayuno. No importaba que tantas ganas tenía de estar todo el día en la cama con él, lo necesitaban en el estudio para organizar una presentación en vivo que sería muy pronto.
Angus había despertado sintiéndose jodidamente enfermo y en lo primero en lo que había pensado había sido en su visita con la ginecóloga días atrás. Por lo tanto, había llamado a su médico de cabecera, quien fue a visitarlo temprano por la mañana sólo para confirmarle que estaba experimentando su primer celo. Apenas había pasado poco más de un mes y medio desde su cirugía y su cuerpo parecía haber aceptado perfectamente sus nuevos órganos. El doctor le había dado muy pocas indicaciones en realidad, todo era sobre quedarse en casa y buscar maneras de satisfacer su deseo, sobre todo con la compañía de su pareja; lo más importante que le había dicho era lo mismo que ya le había indicado la otra doctora: nada de supresores o inhibidores, pues estos afectarían el tratamiento hormonal que estaba haciendo.
Estaba contento de poder experimentar todas las sensaciones que se apoderaban de él. Sin embargo, a pesar de sentirse completo, no estaba satisfecho; había pasado muy poco tiempo con su alfa debajo de las sábanas y eyacular una vez no le bastaba para sentirse bien. Además, aquellos orgasmos a través de su pene le provocaban muy poco placer; en su lugar anhelaba la penetración, cosa que no había conseguido todavía.
—Ya tengo que irme, nene. ¿Estás seguro de que estarás bien solo? —habló su esposo mientras acomodaba su blazer negro.
—¿Qué hora es, amor?
Brian miró su reloj de pulsera. —Son las ocho de la mañana.
Angus pensó por un momento, su esposo volvería sobre el mediodía. Aunque no quería quedarse solo, esas horas le servirían para calmar un poco su calentura y poder preparar un almuerzo. —Voy a estar bien, no va a pasarme nada.
El mayor se acercó para dejar un beso pesado sobre los labios del escocés, quien colocó sus manos al rededor de su cuello con la ilusión de que su alfa no se marchara.
—Nos vemos más tarde. —besó por última vez una de sus mejillas rosas.
—Dile a todos que me siento mal, no les cuentes de esto. —le pidió a su pareja. Sabía que su hermano se lo contaría a sus padres y no quería recibir ninguna llamada incómoda más tarde.
—Tranquilo, nadie tiene por qué saberlo. —acaricio un poco sus rizos antes de marcharse al trabajo.
Young sólo pudo escuchar como la puerta principal era cerrada despacio. Se levantó de su silla. Dejó la taza junto con la de su esposo y el plato que este había usado para comer huevos revueltos en el lavaplatos, luego limpiaría todo. Fue a la habitación y se echó bocarriba en la cama matrimonial. Se quitó todo lo que llevaba puesto, todavía sin hacerlo con su ropa interior.
Miró hasta encontrar una prenda de su esposo. Había una camiseta sobre la cómoda que tomó. La olió con ganas, tenía aquel aroma de su alfa que lo reconfortaba tanto. Se tiró otra vez encima de la cama sin tender y frotó aquella prenda cerca de su rostro, ese olor hacia que se mojara. Despacito metió su mano libre dentro de sus bragas, la otra todavía presionaba aquella remera sobre su mejilla. Coló despacio uno de sus dedos sobre su agujero, se sentía muy dilatado. Pudo sentir un líquido pegajoso encima de la punta de sus dedos, aquello lo motivo a introducirlos con paciencia en él. No llegó a acostumbrarse y ya necesitaba más.
Arrojó sus húmedos panties lejos y tomó una almohada que estaba dentro del armario, una que nunca usaban en la cama. No lo pensó dos veces, abrió sus piernas y la colocó entre estas. Empezó a frotarse de forma frenética. Su boca soltaba gemidos agudos sin problemas. Sentía bien sus testículos y pene apresados contra la tela. Una de sus manos apretó su pecho izquierdo, ambos senos estaban hinchados gracias a su celo. Pasó pocos minutos haciendo eso hasta sentir una presión fuerte en su abdomen. —Ugh, aah~ —quería seguir, estaba seguro de que estaba guiandose a un climax.
—Ooh, m-mierda, sí —empezó a moverse más rápido. Cada vez estaba más mojado y abierto. La deliciosa fricción sobre los labios hinchados lo motivaron a seguir hasta que una sensación liberadora se apoderó de él. Dejó salir un grito escandaloso mientras sus paredes vaginales se contraían y todo su interior palpitaba. Las piernas le temblaban mucho, incluso su visión se tornó borrosa por un momento.
Se sintió jodidamente bien poder deshacerse de esa sentimiento de estar privandose del placer. Lástima que así como bajó, el calor empezó a subir otra vez.
Sabía que seguir significaba no prestarle atención al resto de cosas que debía hacer. Tuvo que obligarse a tomar una ducha para continuar su mañana.
Para su fortuna, pocas horas después, Brian volvió a casa. Él estaba muy contento de haberse encontrado con un almuerzo de pasta llena de salsa casera y un omega caliente que rogaba por su atención.
Aunque Angus insistiera mucho, su alfa no podía sólo dejar aquel plato sin terminar. Así que el escocés debió aguardar expectante a que el mayor terminara de comer para cargarlo de forma nupcial hasta la cama. El alfa no perdió el tiempo en desnudarse, se quitó todo velozmente; claro que quería probar a su chico.
El más bajo lo hizo igual. Ya conocían los juegos donde se tomaban su tiempo antes de la acción, pero ninguno quería seguirlos ahora.
—Acuéstate boca arriba sobre la cama, de esto sí que me encargo yo. —habló Johnson cuando vio como su esposo comenzaba a bajar sus bragas.
El guitarrista no dijo nada, sólo hizo caso. Brian se sentó a su lado y con cuidado fue retirando sus panties hasta dejar descubierto todo. —Veo que estás todo húmedo y algo abierto también, ¿Eh? —esa voz que hacía sólo lograba que el de rulos abriera más sus piernas.
—M-Me toqué más temprano.
—Ya lo suponía. —le enseñó sus dedos mayor e índice. —Voy a explorar un poco yo ahora.
Angus se removió de satisfacción cuando ambos dígitos empezaron a entrar en él. En pocos segundos estaba siendo tocado por tres y luego por cuatro. Al igual que cualquier otro omega, su celo lo ponía completamente desesperado. Algunos minutos después ya estaba viendo como el mayor recubría su miembro con un condón especial para alfas, aprovechó ese momento para deshacerse de su sostén.
—Ow, quería quitartelo yo —habló mientras se colocaba en la entrepierna de su esposo. Acarició un poco sus muslos, amaba los suaves que se sentían.
—Ya me estaba molestando demasiado. —dejó que el inglés jugara un poco con sus tetillas erectas. Le gustaban mucho los estímulos en sus pezones.
—¿Estás listo, nene? Esto te va a gustar mucho. —puso ambas piernas sobre sus hombros. Iba a hacer que su esposo sintiera placer desde el primer momento.
—Claro que sí. —acariciaba las sábanas debajo de él con sus manos sudadas. La punta entrando en él fue suficiente para retorcerse. Abrió su boca, dejando salir un jadeo ahogado.
Brian no quiso esperar más, sentía muchas ganas de anudar dentro de su omega. Se introdujo despacio, haciendo que el más bajo se moviera de un lado al otro gracias al placer. Los gemidos suaves lo calentaban, así que empezó a embestirlo sin más.
—Aah~, carajo, B-Brian —enredó sus piernas en la espalda del más alto. Quería que siguiera, lo necesitaba. —¡Oow! ¡Dame más, vamos!
—A eso voy, amor —comenzó a besarlo a la vez que aumentaba la velocidad.
Young gritaba durante el beso, sentía perfectamente su cérvix siendo tocada una y otra vez. Todo su cuerpo temblaba de placer. Se sacudía frenético debajo de su esposo. En un momento tuvo que separarse de Brian, sentía que iba a ahogarse si no lo hacía.
—A-Amor~ Me quiero correr ¡Ugh~! p-puedo hacerlo por mi coño...
—Voy a hacer que llegues entonces. —clavó sus uñas encima de las caderas amplias. No pudo evitar fijar su vista en los pechos, le encantaba ver cómo rebotaban.
Angus apretó el cabello de su pareja, él también meneaba sus caderas para intensificar la sensación. Chilló con desespero mientras escalaba a su orgasmo, el tercero del día. —¡AAH, B-BRI! ¡E-Estoy muy cerca! —gritaba con una voz muy aguda. Sabía que pasaría pronto, estaba respirando muy agitado. Todo su cuerpo se contraía, su vientre bajo ardía y apretaba en un nudo caliente.
—Shh, sólo hazlo. —dejaba salir todas sus feromonas para estimular todavía más al otro. Le hacía reír la forma en la que se dejaba llevar por todas sus sensaciones, justo como su primera vez juntos. Consideraba que esta era también una primera vez, un encuentro íntimo importante sobre todo para Angus, después de todo, estaba probando su nueva vagina con él.
Esa última oración fue suficiente para llevarlo al límite. Estalló en un fantástico climax que parecía nunca acabar. Con sus manos quitó sus propios cabellos de su rostro. Sintió como Brian pegaba su pelvis a la suya, acabando en el preservativo. Esperaba algún día poder sentir su esperma así como ahora sentía por primera vez el nudo creciendo dentro de él. Nunca había podido experimentar aquello, podría haberse hecho mucho daño dentro de su recto pero ahora era muy diferente.
—¿Cómo vas, bebé? —preguntó el manager, estaba agotado pero todavía le faltaba esperar a terminar de eyacular.
—De maravilla, aah~ —la cabeza le daba vueltas. Se sentía muy unido a su pareja. Seguía teniendo espasmos que no podía controlar, además de que no podía ver bien nada de lo que lo rodeaba. Sus paredes apretaban con fuerza a su pareja.
Brian lo besó una vez más, quería sentir mejor ese delicioso aroma a fresas con crema. También deseaba seguir saboreando esos carnosos labios. —Te amo muchísimo.
—Y yo a ti —se retorció un poco cuando el pene fue retirado de su interior. Sus fluidos comenzaron a escurrirse por sus muslos de a montones.
—Vamos a darnos una ducha, ¿Sí, amor? Necesitas limpiar todo eso antes de ir a dormir. —le dijo a la vez que se quitaba el condón para arrojarlo al cesto de basura en el baño.
El guitarrista extendió sus brazos en alto cuando su alfa regresó al cuarto. —Cargame otra vez, por fis —sonrió alegre, estaba satisfecho por el resto del día. Su hombre lo levantó sin problemas otra vez, iba a dejarlo parado en la bañera antes de entrar él también y ducharse juntos. Claro que luego dormirían un rato.
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