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Funko Pops!

Thalía estaba orgullosa de sí misma. 

Realmente no debería estarlo, múltiples dioses probablemente la maldecirían por esto, pero era una oportunidad demasiado buena para resistirse. 

Además, se sentía bien cabrear a los dioses de vez en cuando.

La primera persona ante la que decidió presumir fue Percy. En parte porque él encontraría esto tan divertido como ella y en parte para poder quedárselos. No podía llevárselos con ella y las cazadoras y Percy era la segunda mejor opción.

Lo que significaba que ahora estaba llamando a la puerta de su apartamento. Ella espera que él esté en casa. 

Si no, Sally estaría bien, siempre y cuando no fuera nadie. O Paul. Eso sería simplemente incómodo. 

Por suerte, Sally abrió la puerta.

—¡Thalia! ¡Qué linda sorpresa! ¡Entra!

Thalía entró en el acogedor apartamento, pensando en cuánto tiempo había pasado desde que había estado allí.

—¿Thals?— Percy entró en la sala y la miró con curiosidad —. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Tengo algo que mostrarte y espero que puedas conservarlo para mí.— Thalía levantó el bolso que tenía en la mano para mostrárselo.

—Será mejor que esto sea bueno entonces. Nunca vendrías de visita por algo menor. 

Thalia sonrió y lo siguió de regreso a su habitación. Percy se sentó en el borde de su cama y Thalia se unió a él, vaciando el contenido de la bolsa.

Los ojos de Percy se desorbitaron.

—¡De ninguna manera!— Jadeó, levantando una de las cajas. 

Había un muñeco de un hombre mayor con una larga barba blanca y cabello blanco rizado, con el torso desnudo y una túnica envuelta alrededor de su ingle. En su mano sostenía un tridente dorado. 

La caja llamó al juguete, Poseidón.

—Impresionante, ¿no?— Dijo Thalía, dándole un codazo a su primo.

Percy asintió. 

—Es sorprendente lo imprecisos que pueden ser los mortales.— Percy abrió la caja, liberando al muñeco de sus confines plásticos. 

Apoyó el juguete en su palma, recorriendo con la mirada toda la figura.

—Siempre tan anticuado. ¿Por qué no pueden creer que Poseidón usaría un traje de baño y una camisa tropical en lugar de una toga?— Percy preguntó con incredulidad.

—Porque los mortales no pueden creer que los dioses griegos estuvieran vivos en tiempos mortales— se burló Thalía —. ¿Quieres decirles que Poseidón viste ropa tropical caribeña a diario?

—No— murmuró Percy, abriendo la caja de Zeus. 

Thalía encontró la recreación de su ama y se rió de lo mucho que fallaron los mortales. 

El muñeco la mostraba con un vestido largo plateado con cabello largo y brillante a juego. Su piel era blanca como el papel, y aunque Artemis era bastante pálida, no estaba ni cerca de lo que se veían aquí. Había un cervatillo acurrucado alrededor de sus piernas, la cabeza acariciando la palma de su diosa.

—¿Así que quieres que te guarde esto?— Preguntó Percy, sacando a Demeter de su jaula de plástico.

—No es como si pudiera, así que sí, lo hago. Lo harás, ¿verdad?

Percy se rió. 

—¡Por supuesto! ¿Cómo podría dejar pasar la oportunidad de poseer estas terribles recreaciones?

—Todos los demás que se me ocurren lo habrían hecho por miedo a ser maldecidos— respondió Thalía.

—Hay que patear a los dioses en la cara de vez en cuando— respondió Percy —. Zeus necesita aprender a no hacer berrinches cuando las cosas no salen como él quiere.

—Lo haces sonar como un niño pequeño— comentó Thalía mientras extraía a Apolo.

—Actúa como un niño pequeño con un rayo la mayor parte del tiempo. 

Un trueno retumbó y Percy se acercó a la ventana, la abrió y mostró al cielo su dedo medio en el signo universal de "vete a la mierda".

—Maldita sea, tienes casi tantas agallas como yo— comentó Thalia después de que Percy se hubo retirado al interior.

—¿Qué, estás retándome?— Percy sonrió.

Thalía le devolvió en gesto.

—Ahora si. ¿Dónde está el lugar más cercano donde los mortales no nos escucharán?

—Probablemente algún lugar dentro de Central Park sería la mejor opción. ¿Por qué?

—El primero que moleste a los dioses gana. ¿Te apuntas?

—Joder, sí. Vamos.

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