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Quince: Just One Day

Cuando Yoongi termino de hablar al respecto, Jennie se sentía tan abrumada que solo pudo llorar, sin decir nada, cubrió su rostro con sus manos y se dobló sobre su cuerpo para esconder su rostro entre sus rodillas, el Oráculo la abrazó, prometiendo que todo iba a estar bien, que debía creer en él, debía confiar.

—Nada malo va a pasarte, Jennie, ni a ti ni a los que amas, en serio... Es la única opción —dijo a su oído, de alguna forma su voz siempre sonaba calmada, por más que todo sonara tan mal— Deberías volver con Roseanne, ella te está esperando —añadió, y aquello la había hecho reaccionar, asintió y se limpió las lágrimas rápidamente.

—¿Y ella? —preguntó la joven Diosa— ¿Ella estará bien?

Yoongi sonrió un poco, le daba ternura que la menor solo se preocupara de ella, porque Jennie nunca había hecho ninguna pregunta sobre sí misma, sólo había cuestionado sobre aquellos que amaba.

—Roseanne estará bien, lo prometo.

[🌠]

Jennie regresó aún con un vacío en el pecho, bajó del unicornio sólo está vez, y se despidió de Mina con pocas energías, no había nadie esperándola afuera de la cabaña, ni siquiera Jisoo, cuando entró la pelinegra la fue a buscar apresuradamente, agradeciéndole que volviera, por su expresión suponía que algo estaba mal.

Entró a la habitación apresuradamente, solo para encontrar a Roseanne abrazando a la gatita dorada que ella había dejado a cargo, estaba hecha una bolita en una esquina de la cama, al verla llegar sonrió y extendió sus brazos hacia ella, la gatita se separó para ir hacia ella pero no le dio importancia, y fue directamente a la Diosa dueña de su corazón, Jennie saltó a la cama para abrazarla con fuerza.

—Lo siento, lo siento, lo siento mucho, tardé demasiado, lo siento —murmuró, con un nudo en su garganta, sentía las húmedas lágrimas de Roseanne sobre la piel de su cuello y hombro, allí donde la Diosa estaba escondiendo su rostro.

—Y-ya estás aquí... ¿Qué más da? —habló con dificultad, su voz sonaba ronca y quebrada.

—¿Qué te duele? ¿Qué pasa?

—Y-ya está... Ya se fue —dijo, sus manos de aferraban a la pequeña cintura de aquella bella Diosa, y de nuevo, por su tacto, ya no sentía dolor— Sentía como si... Me golpearán por todos lados, y que me quemarán también.

—Qué maldito desgraciado —dijo Jisoo, muy molesta, pensando en el Creador.

—¿Qué te han dicho? —preguntó Roseanne— ¿Qué dijo el Oráculo? ¿Qué va a pasar?

Jennie se mordió el labio, sabía que Roseanne le preguntaría aquello y Yoongi también lo sabía, por lo que le había dado una respuesta para darle cuando preguntara.

—Dijo que Taehyung pronto iba a terminar con las Catástrofes, porque ya está llegando a un límite y él lo sabe —dijo— Todo va a terminar pronto, y todo va a estar bien.

La notó sonreír por más que no podía ver su rostro, Roseanne tenía esa forma adorable de sonreír con todo su cuerpo.

—Es una muy buena noticia, Amor.

Amor.

Qué bonita se sentía esa palabra salir de los labios de Roseanne.

Jennie sonrió de una forma tan sincera, que solo podía compararse a cuando llegó a aquel mundo por primera vez, misma ocasión en la que se habían conocido.

En un impulso de felicidad, tomó la mejilla de Roseanne para alzar su rostro, y besar suavemente sus labios, con la mayor de las delicadezas, un pequeño beso para sentir ese cosquilleo en sus almas para sentirse mejor.

Pasaron el resto del día juntas, como de costumbre, abrazadas hasta que Roseanne se sintió enormemente mejor, hasta que volvió a ser aquella linda y encantadora Diosa que hacía a Jennie ruborizarse con una sola mirada.

Y Jennie se quedó entre sus brazos disfrutando de su presencia, muchas veces en silencio, pero pudo comprender que el silencio vale millones cuando se está con la persona indicada.

Creía con todo su corazón que Roseanne era la indicada.

—Rosie... —cuando la noche calló, con Jisoo afuera, abrazando a su Sol, que ya brillaba un poco más que antes, en la privacidad del cuarto, Jennie se acercó a ella, tomando su nuca, enredando sus dedos en su cabello, sus mejillas estaban rojas cuál un atardecer y sus ojos brillan como mil estrellas, la Diosa de los Humanos la miró con pena al ver un dejo de tristeza en su expresión— Quiero darte algo... —murmuró en un pequeño susurro.

—Jen... ¿Estás bien? —preguntó, en una voz suave, mientras sus brazos rodeaban la cintura de la castaña.

Fue sorprendida cuando aquella joven y bella Diosa se sentó sobre su regazo, para luego acercarse hacía ella, presionándose sobre su vientre, aun así Roseanne no podía ignorar esa expresión preocupada de la castaña y esas pequeñas lágrimas en sus ojos que luchaban por no salir.

—Quiero darte todo de mí, Rosie... Porque desde que llegué aquí mi corazón ha latido por ti, he velado por ti incluso con los ojos cerrados, y no he soltado tu mano ni un segundo porque mi alma quiere estar a tu lado —murmuró y la rubia admiraba sus hermosos ojos mientras sus palabras llegaban hasta su corazón— Y he odiado con toda mi alma pertenecer a alguien más, y he llegado hasta aquí para ser libre pero... Todos mis sentimientos me han atado a ti, y solo quiero quedarme aquí contigo, para siempre, porque soy tuya... Y solo tuya.

—Jen... Tú no eres mía —acarició su mejilla suavemente, una lágrima escapó de aquellos pozos de estrellas que tanto le gustaban— Tú perteneces a los vientos que vuelan libres por las tierras, el vuelo de los pájaros y al agua que fluye hacía su propio camino sin que nada lo detenga... Tú eres libre y no tienes que encerrarte a nadie más; no tienes que encerrarte conmigo tampoco.

Jennie no tenía qué responder, y la miró con los ojos cargados de lágrimas mientras mordía con fuerza aquellos hermosos labios del más perfecto rosa.

—Yo te amo libre, Jennie... —murmuró en voz baja la Diosa de los Humanos, era la primera vez que escuchaba esas palabras, tan sinceras y llenadoras, se sentía tan bien— Te amo sin límites.

—Roseanne... —murmuró, sonaba como si en cualquier momento fuera a romper en llanto— Yo puedo elegir ir con el viento o que me lleve la corriente de un rio... Pero por sobre todas las cosas elijo estar a tu lado porque estando contigo... Siento que no hay un límite y que juntas podemos tener un infinito, porque estamos en nuestra propia infinidad.

>> Contigo encuentro la libertad, contigo me siento libre.

Se miraron un momento, la castaña vio sus labios con deseo y luego volvió a sus ojos.

—Te amo... Y quiero ser tuya.

Sin esperar nada, fue hacia los labios que tanto anhelaba, para ser correspondida con profundidad, sus belfos se encontraron en una maravillosa sensación de miles de explosiones en sus estómagos, sintiendo las costillas de mil constelaciones moverse en su propio universo, chocando para formar una unión entre los dos.

Sus manos recorrieron el cuerpo de la otra con devoción mientras sus labios no rompían su unión, dejando a sus pulmones sin aire pero buscando más, hasta que las lágrimas surgieron de sus ojos como une muestra de alivio, de felicidad, hasta la risa de la joven Diosa se escuchó entre sus labios, haciendo que la Diosa de los Humanos sonriera en el beso.

Al separase, buscando aire para sus pulmones, Jennie la abrazó son fuerza, escondiendo el rostro sobre su hombro.

—Por favor... Sé mía, solo por hoy... Hazme tuya está noche... Sólo una noche.

Roseanne sentía su corazón estrujarse por tanto dolor en la voz de la pequeña Diosa, así que decidió cumplir su deseo, sus manos recorrieron el escultural cuerpo de Jennie, apretando en su fina cintura, amando la curvatura de sus caderas y acariciando suavemente sus pechos, sintió aquel suspiró de placer que la castaña quiso esconder cuando sus dedos tocaron sus pezones, y luego de bajar suavemente la prenda que colgaba de sus hombros llevó sus besos hacia aquella sensible piel sobre sus pechos, para pasar su lengua por estos y sentir como todo el cuerpo de la castaña tembló de placer, y murmuró su nombre con adoración.

Con sus brazos rodeando su cintura, la dejó caer sobre las sábanas de aquella cama, mientras su boca se ocupaba de besar y succionar aquel pezón, haciendo que temblara.

Jennie escondía sus gemidos apretando sus labios, y Roseanne lo notó enseguida.

—Jennie... No lastimes esos hermosos labios que tienes —apretó sus mejillas hasta que la castaña separó sus labios, dejando un mohín con ambos que le pareció adorable— Si te gusta no temas en demostrarlo, mi amor, me encanta escucharte.

Jennie asintió, sus mejillas estaban rojas, por el apretón y por el calor, vio la sonrisa que puso Roseanne mientras llevaba su mano hacia su sensible pezón y lo apretaba, haciendo que su espalda se curvara y gimiera bajo.

Roseanne apretó un poco más, encantada de ver el hermoso cuerpo de la castaña retorcerse de placer, mientras cada vez se notaba la humedad entre sus ropajes.

—Eres bellísima... En serio bellísima —murmuró, su voz sonó tan cargada de emoción y de honestidad que por más que se lo habían dicho mil veces, Jennie se sintió especial.

—Soy bella solo para los ojos que miran... —dijo, en un susurro, mientras sus manos bajan los ropajes de la otro Diosa, para verla en su esplendor también— Y solo si son tus ojos... Quiero que me mires todo el día.

—Lo hago —admitió, mientras dejaba que las manos de la otra la desnudarán por completo, y luego hacer lo mismo ella con Jennie, apartando la última prenda que se sostenía de sus caderas.

Ya expuestas la una a la otra se dejaron llevar por sus besos, se conocieron con sus manos cada centímetro de piel, Jennie se dejó a merced de la rubia para conocer el placer, y dejó sus piernas sujetas a la cintura de la otra mientras Roseanne simulaba embestidas que la recorrían por completo, haciendo que su cuerpo temblara y que gimiera su nombre para pedir mucho más.

Primero fue con un dedo, deslizándose en su interior con delicadeza, mientras aquel dolor dormido por el placer la hacía ver estrellas que nunca había presenciado en su vida, cuando Roseanne pasó de uno, a dos solo podía pedir por más, hasta que la rubia deslizó tres dedos dentro de ella con suavidad, haciéndola sentir llena, vio galaxias completas.

Roseanne la tocó mientras estaba adentro, masajeando cada parte de la castaña, haciendo que el calor de su cuerpo se multiplicara por sentirse tan bien, no pudo decir nada coherente durante su primer orgasmo, mientras que de sus ojos lloraban lágrimas brillantes y la rubia se perdía en aquellos ruidos que salían de esos hermosos labios, gimiendo su nombre con veneración, dejando chupetones en su cuello y clavículas.

Jennie acabó primero, dejándose venir completamente aun cuando Roseanne estaba dentro de ella.

—S-sigue... Por favor... —rogó.

—Jen... Podría dolerte ¿Estás segura? —la voz de Roseanne sonaba grave contra su oído que podría venirse de nuevo con solo escucharla.

Asintió totalmente segura.

—Si estoy contigo... No hay dolor que no valga la pena —susurró, entre respiraciones cansadas.

Roseanne continuó entonces, los gemidos de Jennie se volvieron más fuertes que la rubia comenzó a sentirse que se vendría de solo escucharla, pero la castaña no quería parar, le rogó continuar hasta llorar, hasta que la Diosa de los Humanos sintió que ella también acabaría y la castaña se abrazó a su cuello mientras sentía aquella calidez en su interior descargarse completamente, mientras lloraba de alivio.

—Lo siento —se disculpó Roseanne al verla llorar, sentía que había hecho algo malo, si en algún momento había lastimado a la castaña no podría perdonarse a sí misma nunca.

—No... Fue hermoso... Porque fue contigo, gracias —dijo la castaña, limpiando sus lágrimas— E-en serio estoy tan agradecida de tenerte a mi lado Rosie... Y de todo lo que hiciste por mí... Te amo tanto, tanto...

—Hey, bonita... ¿Estás bien?

Roseanne la había notado mal desde hacía rato, pero de nuevo Jennie negó, mientras la abrazaba y escondía el rostro en su pecho.

—Es solo que... En serio te amo.

—Yo también, amor... —Roseanne acarició sus cabellos con suavidad.

Se convenció a si misma que era solo eso, que Jennie estaba tan conmovida con sus sentimientos de amor hacia ella que las lágrimas la inundaban, y que en verdad, no pasaba nada más.

Se dio cuenta de que estaba equivocada cuando despertó al otro día sin sus abrazos, sin sus besos, sin su sonrisa ni sus ojos llenos de luciérnagas... Despertó con la cama vacía como su toda su existencia y como si su amor fuera una cruel ilusión.

Como si fuera de solo un día, solo una noche, se abrigó en sus brazos solo una última vez para después imaginar que todo había sido un sueño sin sentido al despertar.

Jennie ya no estaba.    

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