𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟖
¿𝐏𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞́ 𝐮𝐧𝐚 𝐢𝐥𝐮𝐬𝐢𝐨́𝐧 𝐞𝐬 𝐮𝐧𝐚 𝐦𝐞𝐧𝐭𝐢𝐫𝐚?
—Ron me ha estado enseñando ajedrez, creo que he mejorado, pero aún no logro vencerlo —habló Harry, mirando la chimenea de la sala común—. También estoy intentando resolver un misterio, es algo secreto, pero no creo que pase nada si se lo cuento a usted.
Habían pasado un par de días desde que recibió su capa de invisibilidad, y Harry la había usado exclusivamente para sentarse frente a la chimenea durante horas, escapando toda la noche para hablar.
—¿No está usted aquí, verdad? —dijo Harry, aunque sabía la respuesta. Los dioses tenían la capacidad de verlos, de hablar con los mestizos, pero a veces simplemente no querían. Aunque también sentía algo reconfortante al hablarle al fuego, encontraba seguridad en ello—. Sabe, he usado esta capa para hablar con usted. No quiero que vuelva a pasar lo de Hermione; es una gran herramienta, parecida a la gorra de Annabeth... y también sé que pertenecía a mi padre.
Harry no sabía nada, pero quería tanto saber sobre sus padres. Pero incluso si la misma Artemisa estuviera enfrente de él, la única capaz de darle respuestas, no se atrevería a hacer la pregunta. Había un trato con la diosa que lo incluía, y él tenía que cumplir.
Harry miró su mano, sostenía un pedazo de pan que guardó de la festividad de Navidad. Lo iba a usar de ofrenda, pero no tenía el ánimo para fingir más, por lo que simplemente le dio un mordisco mientras miraba al fuego. Solamente pensando, intentando alejarse de malos pensamientos, decidió dirigir sus pensamientos hacia Nicolas Flamel. Ron y él no habían encontrado nada en los libros, por más que buscaran en la biblioteca. Había tantas preguntas: ¿Quién era Nicolas Flamel? ¿De qué forma estaba involucrado en esa cosa en el tercer piso? ¿Y por qué Snape estaba tan interesado en buscarla? Tantas preguntas y ni siquiera habían encontrado algo en toda la biblioteca.
¡Porque no habían buscado en toda la biblioteca!
—¡Ya sé qué hacer! —exclamó, corriendo a su cuarto hasta tumbarse al lado de Ron, empezando a agitarlo— Ron, Ron, Ron, Ron.
—¿Qué...? ¿Qué pasa? —preguntó, sentándose en su cama. Su cabello estaba revuelto y parecía no saber dónde estaba— ¿Ya empezaron las clases? Dile a McGonagall que voy enseguida.
—Ron, despierta —siguió intentando evitar que se volviera a acostar— Tenemos que ir a la biblioteca, a la sección restringida.
—Espera, ¿A qué cosa? —ya más despierto, el pelirrojo empezó a tallarse los ojos, mirando una muy borrosa imagen de su amigo de lentes sentado en su cama— Está bien. Uno, es de madrugada. Dos, es peligroso ya que nos pueden atrapar. Y tres, ¿puedes dejar de usar ese jersey? En serio, no lo tienes que usar.
—Para empezar, prometí que lo usaría con honor —se excusó Harry, cruzándose de brazos— Y sobre la biblioteca, es necesario. Hemos buscado por todas partes y el único lugar sin revisar es la sección prohibida. Con mi capa, podemos revisar de noche y no nos atraparán.
—Compañero, normalmente odio escucharme como Hermione, pero en serio no creo que sea buena idea. Será muy difícil investigar si nos tenemos que ocultar de Filch.
—Pero es eso o no saber nada —contestó, intentando convencerlo, pero Ron no parecía para nada convencido— Bien, iré yo solo.
—... ¿Sabes qué? Hazlo, solo quiero dormir.
Con eso dicho, Ron se volvió a acostar, y Harry volvió a usar la capa para ocultarse, tomando camino hacia la biblioteca. No tardó mucho en llegar. Cuando entró, todo estaba oscuro, y se le dificultó algo encontrar el pasillo. Bueno, al menos hasta que vio el lúgubre lugar al que debía entrar. Con pasos lentos, empezó a recorrer los grandes estantes de la biblioteca, observando los libros. Solo que muchos eran raros, por decirlo de alguna forma. Algunas eran de piel, tenían marcas que rezaban que no fuera sangre, y además se oían murmullos que parecían salir de los estantes.
—Debí traer una vela o algo —murmuró Harry, sacando su varita del bolsillo— ¿Cómo era? Amm, ¡Brillo! —y por supuesto no sucedió nada. Cada vez más frustrado, intentó repasar los hechizos que aprendió, pero todo lo que venía a su mente eran las lecciones de herbología. Suspirando, dirigió la mirada a su varita, examinándola— ¿Por qué la magia es tan complicada? Solo, ¡Enciende!
Y así lo hizo. Vaya que lo hizo, toda la habitación se iluminó, como si la varita de Harry fuera un faro de luz, la biblioteca entera se iluminó con una ardiente luz blanca.
—¡Ya entendí! ¡Ya, basta!
—¡¿Quién está ahí?! —gritó Filch.
—Apágate, apágate, apágate —milagrosamente, esta vez la varita obedeció, y con una rapidez que Hermes envidiaría, Harry se metió debajo de su capa y se echó a correr. Con la oscuridad, apenas veía por dónde corría, pero poco importaba, sabía lo que pasaría si lo encontraban: se enfrentaría a Filch. Solo se detuvo cuando sus piernas ya no podían correr más. Examinó su alrededor sin saber en qué parte del castillo se encontraba— Creo que estoy lejos de la sala común.
—Profesor, me pidió que le avisará directamente si había alguien merodeando por la noche, y había alguien, en la sección prohibida.
¡Dioses, Dioses!, ¡DIOSES!
Filch, de alguna forma, muy seguramente malévola como todo él, logró llegar hasta Harry en segundos, y no solo eso.
—¿La sección prohibida? No debe estar lejos —dijo Snape. Harry no los veía tras toda la oscuridad, pero sus voces se escuchaban más cerca de lo que le gustaría, y si se acercaban un poco más, muy seguramente lo atraparían. Casi podía oír el regaño de Hermione cuando se enterara. Intentó retroceder de la forma más lenta que podía, tratando de pensar cómo huir. Sus gritos internos parecieron finalmente ser escuchados por su Diosa porque la luz de luna salía de un salón con la puerta entreabierta. Se deslizó a duras penas, intentando no hacer ruido. Cuando entró, esperó tras la puerta hasta que escuchó cómo los hombres se marchaban. Finalmente, con un poco de paz, se dio la vuelta, mirando el salón de clase, que si Harry era sincero consigo mismo, parecía que no se usaba en décadas. Parecía más como una bodega improvisada, con varios pupitres amontonados y varias cajas acumulando polvo, lo que solo hizo notar aún más el espejo en el centro del salón. Era grande, llegaba casi al techo del salón, y parecía limpio y elegante. Harry, sin poder evitarlo, se acercó, esperando encontrar su reflejo. En cambio, se encontró con la cara de un hombre adulto.
—¡Ahhh! —se separó, apuntando su varita atrás de él, esperando ver al invasor, pero no había nada. Con confusión, Harry se apresuró a mirar una vez más al espejo. Quizás solo era su imaginación, pero el extraño hombre seguía ahí, y se estaba riendo. No salía ningún sonido, pero era obvio que lo estaba haciendo. Parecía estar agachado para estar a su altura, tenía cabello desordenado y unos lentes redondos. Se parecía a él.
—No puede ser —dijo Harry, observando más detenidamente cada vez, hallando más semejanzas que tenía con el hombre. Sintió cómo sus ojos lagrimeaban, a pesar del shock— ¿Papá?
El hombre pareció sonreír al oírlo, levantándose mostrando ser grande en altura. Fue en ese momento que Harry notó que no solo estaba el que parecía ser su padre en el espejo, había al menos una decena de personas. Todos parecían compartir, al menos, una característica con él. Desde una pareja de ancianos que murmuraban con una sonrisa mientras lo observaban, hasta unos tipos que no parecían tener más de veinte años. Harry observó a cada uno de ellos con fascinación, hasta que su mirada se posó en una cabellera rubia.
—¡Sam! —gritó con alegría, ahora sintiendo cómo sus lágrimas, que intentaba contener, bajaban por sus mejillas. La chica parecía sonreír, la misma sonrisa curvada de hace años. Sam sonrió, con lo que parecía ternura, y Harry no podía evitar avanzar hacia ella— ¡Estás aquí! Ha pasado tanto, sabía que volverías.
A ese punto, las lágrimas de Harry ya no tenían control alguno. El niño avanzó hacia su amiga, quería abrazarla, quería contarle todo lo que había pasado esos años en los que no estuvo, quería contarle cuánta falta le hizo. Pero cuando alzó su mano, esta tocó una superficie que le impedía avanzar. Su mano quedó en el espejo, ese simple acto pareció romper con la fantasía. La imagen de Sam lo miró con lo que parecía lástima.
¿Por qué no podía pasar?
꒷꒦˚꒦꒷
—Amigo, ¿por qué haces un ritual de invocación en medio del comedor? —le dijo Ron, quien parecía que no podía tener una comida tranquila. Estaban en la mesa del comedor junto con los otros estudiantes que se habían quedado en el castillo por Navidad; la mayoría de los profesores también estaban a pesar que eran pocos los que estaban en el castillo.
—¿Ritual...? Es lenguaje de señas —se excusó el de lentes para después colocar una mano en su frente, seguido de otras señas— te dije: "Hola, ¿cómo estás?"
—Creí que me estabas insultando —murmuró Ron. Antes de que Harry pudiera decir algo, Harper ya se había sentado a su lado.
—Harry, ¿por qué insultaste a Ron? ¿Se comió tu comida mientras no mirabas? —dijo Harper sentándose sobre la mesa del comedor. Él también se quedó por Navidad ya que: "tendrá la sala común para él solo y dormirá en la cama de Malfoy".
—¡No lo estaba insultando! Es lenguaje de señas, ¿ven? —replicó, mostrando un libro que seguramente fue sacado de la sección de muggles de la biblioteca.
—Mmm, sería una buena forma de burlarse de Snape sin que él se dé cuenta —mencionó Harper pensativo. Ron asintió como si hubiera sido la mejor idea.
—No insultaré a nadie, es para comunicarme con la gente del espejo.
—Compañero, ya hablamos de eso —le dijo Ron, ya cansado de repetirlo.
—¿Qué gente del espejo?
—Anoche en un salón encontré un espejo, y había gente en él; ellos no podían hablar, pero lo estoy resolviendo —Harry aún recordaba la sensación de ver a su padre, observarlo por primera vez, y quería hablar, decir tantas cosas.
—Wow, eso es...
—Imposible —lo interrumpió Ron, mirando irritado a los dos. Harry no había parado de hablarle al pelirrojo sobre el increíble espejo que había encontrado desde que despertó.
—Grosero —se quejó Harper.
—Es cierto, mi mamá me contaba que hay artefactos que te muestran ilusiones para atraparte, incluso personas muertas, pero es eso. Una ilusión —aseguró Ron, con toda la certeza que Harry no podía evitar cuestionar.
—Pero existen los fantasmas en Hogwarts, hablamos con personas muertas prácticamente todos los días —dijo Harry sin rendirse— Se supone que la magia puede hacerlo todo; quizás el espejo sea diferente, solo tengo que enseñarles a hablar.
—¡Es Hogwarts! ¿Qué nos garantiza que no es una broma extraña de Peeves? —Ron apartó su plato para mirar fijamente a su amigo— No quiero que te ilusiones.
—Entonces ve con él —sugirió Harper, para después ser observado por el par de Gryffindors— ¿En serio no se les ocurrió antes?
—Así podría presentarlos —sugirió el de lentes emocionado por presentar a su padre y a Sam a su primer amigo, y una vez que pueda hablar con Sam, le diría cómo funcionaron sus consejos y qué hizo más de un amigo— Después llevaré a Hermione cuando llegue, me pregunto si ella sabe lengua de señas, aunque aprende rápido. ¡A ti también te tengo que enseñar!
—Ni siquiera he dicho que sí —habló Ron alzando una mano para detener la diatriba de su amigo, quien lo miró con cara de niño al que se le negó un juguete— Pero sí iré.
—¿También puedo ir? Suena misterioso.
—Claro, iremos a medianoche —contestó el de lentes con su característica y enorme sonrisa.
—Ya no quiero ir, las ojeras no van conmigo —les dijo levantándose de la mesa tomando una manzana de esta— Me avisan si mueren.
La organización no era el fuerte de Harry, nunca lo había sido. No era irresponsable, más bien era algo "explosivo", o eso le habían dicho varias veces, Ron sin duda está de acuerdo con esa descripción.
Después de convencer a su amigo de ir, e intentar obligarlo a tomar una clases de lengua de señas, lograron esperar a medianoche para tomar camino fuera de la sala común y el pelirrojo aprendió que cuando Harry Potter se emocionaba era emoción pura y fuerte.
—Harry, despacio —en ese momento los dos niños estaban rondando los pasillos del castillo bajo la capa de invisibilidad, la que sorprendentemente lograba ocultarlos a ambos. Aunque era una tarea difícil cuando parecía que Harry iba a salir corriendo en cualquier momento con todo y capa.
—Perdón, necesito recordar en dónde era, estoy seguro que era por la derecha —aclaró el de lentes moviéndose en esa dirección, deteniéndose precipitadamente segundos después haciendo que Ron chocara en su espalda— ¿O era a la izquierda?
—Harry, si seguimos así nos atraparán —intentó decir Ron aunque no hizo gran efecto.
—No, debe ser por la derecha. No puedo esperar para mostrártelos, simplemente es- ¡No puedo esperar a mostrártelos! —Harry iba a hacer una presentación, su primer amigo a su familia. Se encontraba haciendo pequeños saltos ahora, así que Ron lo sostuvo por los hombros.
—Compañero.
—¿Mande?
—Shhh —emitió Ron a lo que Harry simplemente asintió abriendo los ojos.
—Ah, cierto, cierto. Medianoche, castigo. Juro que no se me olvidó —se excusó dándose la vuelta siguiendo el camino, Ron suspiró siguiéndolo a pesar de que el de lentes seguía murmurando sobre cómo "la magia es increíble".
Finalmente Harry se detuvo en la puerta, Ron le preguntó si ahí era pero Harry estaba demasiado ocupado pensando en todas las preguntas que haría, en cómo Hogwarts de cierto modo le dio lo que tanto le pidió a los dioses, finalmente tomando un fuerte respiro abrió la puerta.
—Oh, es un lindo espejo —fue lo que dijo Ron al ver la evidente figura en medio de la habitación vacía.
—No es solo un espejo —reclamó Harry acercándose verificando que siguieran ahí, fue recibido por todos los rostros ya conocidos que le saludaron— Esperen quietos, bueno no parecen poder irse, pero ya saben a lo que me refiero ¡Ron! —Fue tras su amigo que lo miraba como si un minotauro cocinando galletitas estuviera frente a él. Lo tomó del brazo y lo guió enfrente del espejo— Este es Ron, y ellos son la gente del espejo... mi familia —Harry mentiría si dijera que no lo ensayó, era una situación importante y cada aspecto lo repasó por su mente, en el escenario de su cabeza Ron iba a quedar impactado e iba a admitir que Harry tenía razón, iba a presentarlos incluso le contaría sobre Sam, quizás podrían tendrían picnics a lado del espejo— Este es mi padre, se parece bastante a mí, parece que los lentes son de familia, y también el cabello, y la forma de la nariz. Como sea, la que está a su lado es Sam, ella era...Ron, ¿me escuchas?
Eso no estaba en su escenario mental.
—Ron, amigo —empezó a moverlo del brazo, el pelirrojo solo miraba fijamente al espejo como si fuera su pastel favorito. A Harry le habían dicho varias veces que hacer eso era grosero. Se dirigió a la gente del espejo esperando expresar disculpas—Les juro que no siempre es así ¡Ron, reacciona!
—Harry, ¿por qué no me lo dijiste? —susurró Ron antes de mirarlo con una sonrisa—Este lugar es fan-tas-ti-co.
—Te lo dije, mi familia está aquí y... Pareces más feliz de lo que esperaba.
—¿Tu familia? ¡Ahí estoy yo! —exclamó acercándose al espejo casi pegándose a él, su rostro mostraba felicidad que Harry solo podía comparar cuando hablaba de la Navidad—Estamos en el campo de Quidditch, y yo tengo la copa mientras todos festejan ¡Me están alzando! Hay fuegos artificiales.
—¿Qué? —volteó a mirar una vez más al espejo para asegurarse, viendo otra vez a Sam saludando con la mano—Ron, no veo ningún fuego artificial.
A Ron no parecía importarle, no se apartó por más que Harry le insistió.
—Soy capitán del equipo de Quidditch ¡Y prefecto al mismo tiempo! —Cada palabra que salía de la boca de Ron era como una cuchilla rasgando en la realidad de Harry. Todas las preguntas cambiaron, ¿Por qué Harry era el único que podía verlos? ¿Era intencional? ¿El espejo mostraba diferentes realidades? ¿Cómo era posible? ¿Por qué Ron no los veía? ¿Eran reales? ¿Y si no lo eran?
—Harry.
—Ah, ¿qué? —reaccionó mirando a Ron que aún tenía una sonrisa aunque más ligera.
—Te pregunté si crees que muestra el futuro —dijo el pelirrojo, Harry solo negó la cabeza—Oh vamos, no seas pesimista, debe serlo, debe de mostrarnos situaciones futuras.
—No, no es así —contestó el de lentes aún con preguntas rondando en su mente.
—¿Cómo estás tan seguro?
—¡Solo lo sé, ¿okey?! —levantó la voz para después notar la mirada impresionada de Ron—Sé que no es así... Hay una amiga ahí, está mi padre ahí. Y ninguno de los dos está vivo.
Harry ha tenido días incómodos, hay días lindos, hay días tristes y hay días donde solo quieres dejar de existir una hora pero seguir existiendo al mismo tiempo para comer. Es obvio qué tipo de día es ese.
—Caballo a E5 —dijo Ron en voz alta, se encontraban en la sala común, sentados sobre un sillón, el tablero en medio de los dos. Harry miraba fascinado cómo el caballo galopaba su peón destruyéndolo a pedazos—He estado pensando en ir a visitar a Hagrid, ¿te apuntas?
—¿Mm?
—Que si me acompañas a ver a Hagrid.
—No puedo, tengo mucha tarea —contestó el de lentes mirando al tablero. Después hizo una mueca al darse cuenta de que estaban de vacaciones.
—Harry —dijo Ron en un tono que usaban los campistas para regañarlo.
—¿Sí?
—Harry, mírame a los ojos —dijo Ron sosteniendo la mirada de Harry, este obedeció intentando ocultar su nerviosismo— ¿Vas a ir a observar el espejo?
—...No lo haré —dijo Harry, lo que en su mente sonaba como una afirmación muy contundente. Ron solo entrecerró los ojos y Harry sintió unas ganas inmensas de apartar esos ojos acusadores que parecían saber exactamente lo que haría esa noche, así que los movió solo un milímetro...
—Estás mintiendo —lo acusó el pelirrojo apuntándolo— Cuando mientes desvías la mirada.
—¡No es cierto! —exclamó sintiendo un sonrojo formarse en sus mejillas. Ron lo miró con decepción.
—Vas a ir al cuarto del espejo —esa no fue una pregunta— Amigo, no tengo un buen presentimiento.
—No lo entiendes —se quejó mirando a su amigo mientras se paraba del sillón— Cuando tú miras al espejo te enseña gloria, a mí me enseña a mi padre.
—Es extraño, no creo que sea bueno ir de nuevo —Ron también se levantó, probablemente para ir al comedor— Solo... prométeme que no irás.
Harry no dijo nada. No podía responder, pero parece que su silencio fue suficiente respuesta para su amigo. No vio a Ron el resto del día, tampoco lo buscó. Cuando cayó la noche, Harry tomó su mochila, guardando el libro de señas, algo de comida y tomó la capa de invisibilidad. Encontró el salón más rápido que las otras veces y se sentó frente al espejo. Todos le sonrieron al verlo, Harry intentó devolverles la sonrisa.
—Hola, perdón por irme tan rápido ayer —se disculpó mientras sacaba su libro de la mochila—. Mi amigo no pudo acompañarme, tenía cosas que hacer. Pero hoy traigo actividades —dijo tratando de sonar animado. Así comenzaron sus clases. Pasaron diez minutos, después fueron 20, después una hora y Harry apenas lograba que levantaran una mano—. Oigan, tienen que ayudarme con esto, no puedo hacer esto yo solo.
Sam volvió a saludar con la mano, lo que hacía repetidamente cada tanto. Harry empezó a sentirse cada vez más frustrado. Sam nunca saludaba así, ella siempre le gritaba cuando lo veía y él se quejaba porque lo asustaba. Y ella sonreía más. En el espejo, apenas separaba sus labios. Su cabello siempre estaba desordenado como el suyo, pero ahí adentro lo tenía tan pulcro como si lo acabara de cepillar. Cada vez que observaba a Sam, notaba una diferencia. Ella era diferente. Ella era su amiga. Ella le hablaría e intentaría de todo para poder abrazarlo. Harry sabía eso. Ella no era Sam.
—Háblame —dijo Harry parándose frente a ella. Los demás en el espejo borraron sus sonrisas, pero la de Sam nunca decayó—. Solo di algo, te di las señas. Di cualquier cosa, búrlate de mi uniforme. ¡Cualquier cosa!
Pero nada salió, solo la misma expresión. Harry sintió cómo ahora lágrimas ahogaban sus ojos y sollozos salían de su boca.
—¿Por qué no son reales, por qué aparecen si no son reales? —les cuestionó, todos estaban serios, mostrando expresiones de preocupación, pero ahora Harry sabía que eran falsos. No eran más que ilusiones. Y dolía. Dolía tener que conocer a su padre de esa forma. Dolía ver a la familia que pudo haber tenido y ni siquiera poder tocarla. Dolía que la primera vez que veía a Sam después de tanto no fuera real. Harry sintió cómo sus manos temblaban y los sollozos se convirtieron en lamentos de llanto. Se sentó y escondió su rostro entre sus rodillas, mientras con sus manos cubría sus ojos con lágrimas. Harry se sintió patético por creer que algo de eso fue real.
—No debiste volver, Harry —dijo una voz gentil aunque demasiado cercana. Harry ahogó un grito, dándose la vuelta. Parado tras de él estaba el director de la escuela, observándolo con intensidad.
—P-Perdón, volveré a mi cama... —intentó decir Harry, pero el director levantó una mano y por instinto guardó silencio. Se acercó junto a él, parándose cerca del espejo. Su presencia era abrumadora, Harry ni siquiera intentó levantarse del suelo.
—Harry, ¿podrías decirme lo que dice ahí arriba? —solicitó el director. Harry había observado varias veces la frase tallada en el espejo, era como si sus lentes ya no funcionaran.
—Oesed lenoz aro cut edon isara cut se onotse —leyó Harry con dificultad, volteando a mirar al director, quien le respondió con una suave sonrisa.
—No es otro idioma, ni un encantamiento. Es el nombre del espejo —Harry repasó el nombre en su mente y lo que el espejo hacía. A Ron le mostró gloria, le mostró felicidad, a Harry le mostró a su familia.
—Oesed. Deseo —dijo al fin Harry, entendiendo ahora el artefacto frente a él.
—Si el hombre más feliz del mundo se observa a sí mismo en este espejo, se verá tal como es —explicó el mago adulto, mirándose a sí mismo en el espejo, meditando—. Esto no es tu cara, sino de tu corazón, el deseo. A tu amigo Ron Weasley le mostró siendo capitán del equipo, siendo él un niño con muchos hermanos con que lidiar, solo queriendo destacar. En cambio, tú, que nunca has conocido a tu familia, te permite observarlos finalmente.
—Espera, ¿cómo supo lo de Ron? —le cuestionó Harry. Dumbledore solo sonrió más, sus ojos azules parecieron destellar.
—No necesito una capa para ser invisible —respondió, generando solo más preguntas en Harry, pero decidió no hacerlas. De pronto, la expresión del director cambió, la seriedad lo inundó y lo que parecía ser melancolía—. Fue negligente de mi parte traer el espejo aquí. Espero que me disculpes, Harry.
Harry no respondió, no sabía cómo responder. Nunca había escuchado a un adulto disculparse con él antes. Y el director parecía genuinamente arrepentido. La mente de Harry pareció desconectarse. En un momento estaba en camino a la torre de Gryffindor y al otro estaba entrando al cuarto. Los demás estaban dormidos. Harry no sabía cómo iba a lograr a hacer lo mismo, pero Ron lo detuvo.
—Hey, compañero —susurró en la cama a su lado. Ron lo miró con una leve sonrisa—. ¿Estás bien? ¿Quieres hablar?
Harry no respondió, solo fue y se tumbó en su cama, mirando el techo del cuarto.
—¿Qué pasó?
—... Dumbledore me descubrió. No me castigó, solo me explicó sobre el espejo —explicó antes de que Ron preguntara algo—. Tenías razón. Sobre todo, ellos no eran reales, eran mentiras —la frustración volvió a la mente de Harry, pero ahora era menos. Ya no tenía sentido—. Dumbledore me dijo que movería el espejo a un sitio seguro, que el salón solo era su sitio temporal. Ya no volveré a ir.
Ron no le respondió, solo se sentó junto con él. Harry aún tenía ese sentimiento atorado en su garganta, pero no sabía qué era, por lo que solo se quedó en silencio. Un silencio que los envolvió a los dos. Pero antes de que se volviera abrumador, Ron habló.
—Dijiste que tu padre estaba ahí y tu amiga, ¿qué le pasó a ella? —preguntó titubeante, parecía nervioso—. No tienes que responder si no quieres...
—Era como mi hermana —respondió Harry deteniendo a Ron—. Cuando llegué al orfanato, ella ya estaba ahí. No sé cómo pasó, solo recuerdo que de un momento a otro, yo estaba con Sam y en todos mis recuerdos, ella estaba a mi lado. En realidad, se llamaba Samantha. No le gustaba que le dijeran Sam, pero a mí me dejaba hacerlo —Harry recordó cómo rodaba los ojos cuando le preguntaba por qué detestaba el nombre de Sam—. Ella tuvo un accidente hace un par de años y ella... ya no está aquí.
—... Lo lamento —dijo Ron. Harry lo miró a los ojos—. Me siento inmaduro. Te obsesionaste con el espejo y no te escuché, solo te dije que ya no vuelvas. Yo estuve a punto de volver solo para verme como capitán, tú lo hiciste por ver a tu familia.
—No por eso estuve bien —respondió Harry, ya cansado de todo.
—...Llámalo lástima, pero mi mamá dijo que podías quedarte en el verano si quisieras. Parecía emocionada de conocerte —Harry lo miró y sonrió. Ron parecía avergonzado, y eso solo hizo que Harry sonriera más.
—No sé si podré... pero lo pensaré —dijo sentándose en la cama para darle una incómoda palmada en el hombro a Ron—. Gracias.
—De nada, amigo.
cxxx{}:;:;:;:;:;:;:;:;:;:;:;:;:;:;:;:;:;:;>
Digamos que jugare con las imágenes de la historia un tiempo ahora que descubrí las ias.
-ℋ𝓪𝓼𝓽𝓪 𝓺𝓾𝒆 𝓵𝓪 𝓞𝓼𝓬𝓾𝓻𝓲𝓭𝓪𝓭 𝓷𝓸𝓼 𝓵𝓵𝓪𝓶𝒆
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