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𝘊𝘢𝘱𝘪́𝘵𝘶𝘭𝘰 𝘶́𝘯𝘪𝘤𝘰

Era una mañana muy bella, el invierno se apoderó de todo mundo mágico en un santiamén, incluyendo Hogwarts que era uno de los tantos lugares que se encontraba repleto de nieve, en la que uno podría armar el muñeco más gigante de la historia.

Aún así, la diversión en aquella escuela de magia no duraría lo suficiente. Las clases debían continuar con las enseñanzas, es por ello que los estudiantes no dudaron en prepararse, ocupándose de sus aseos personales para finalmente colocar sus capas y recoger sus útiles.

Esa mañana había sido encantadora para cierta joven de cabello revuelto, Hermione Granger había despertado una hora antes que su reloj sonara, como todos los días. Se encontraba sentada en uno de los sillones de la sala común de Gryffindor y estaba dispuesta a esperar a sus amigos mientras terminaba de leer su libro de encantamientos.

Algo fuera de lo común iba a pasar esta vez, puesto que algunas de las clases habían sido canceladas y sustituidas por la profesora McGonagall, quien se encontraba muy alterada el día anterior.

No era de esperarse que incluso el más paciente enloqueciera en estos momentos; la llegada de estudiantes y profesores de Durmstrang y de la Academia Mágica Beauxbatons fue un espectáculo para todos. Las tres escuelas competirán para el Torneo de los tres magos, con la condición que cada una tuviera a un mago elegido por El cáliz del fuego para representarla.

Hermione pensó en lo que sucedería en ese día por la gran tensión que llevaban los profesores en las últimas semanas. Tal vez estaban ideando la próxima prueba o por otro lado, el accidente ocurrido por su amigo Harry Potter está atormentandolos nuevamente.

Pero lo ocurrido con el joven no tenía una explicación, ni siquiera los magos más poderosos se atrevían a dar respuestas.

Granger aburrida ya consigo misma, optó por abandonar la sala y dirigirse al gran comedor, desechando por completo la idea de encontrar respuestas hacia estos misterios.

Pensó mejor en el muchacho con el que se encontró en la biblioteca, encantador y amable aunque su hablar no era del todo entendible, pero aun así hacía un gran esfuerzo para acercarse a ella. Hermione no podía dejar de pensar en el encuentro que había tenido en la tarde: Viktor Krum, era la distracción que más le maravillaba en esos momentos.

Su mente era un completo caos al igual que su cabello, por suerte al bajar las escaleras cambiantes, llegando al segundo piso se encontró con Ginny Weasley, la hermana pequeña de su amigo Ron Weasley.

Al verse, la pelirroja no dudó en sonreír y saludar:

-Buenos días Hermione.

-¡Ginny! Buenos días.

-Que sorpresa encontrarte aquí. -Miro hacia arriba de los hombros. -¿Y los otros dos?

-Están durmiendo aún. Será mejor irnos al gran comedor, las lechuzas no tardarán en aparecer.

Ambas caminaron hasta llegar allí, su plática había sido entretenida en el transcurso del camino.

Escuchar las quejas de Hermione sobre Ron y Harry era gracioso para Ginny. No había un día en donde Granger pudiera no estar molesta con ellos. Y era de esperar, a la vista de Ginny, solo es cuestión de tiempo para que esos dos estallen la paciencia de su amiga. Aún así, aconsejar a su amiga que la próxima vez utilice el maleficio de mocomurciélagos, no le vendría nada mal.

Una vez dentro del sitio, ambas se separaron, Ginny tomó asiento cerca de Neville Logbotton y Hermione tomó asiento un poco apartado de ellos para esperar una vez más a sus amigos. Minutos después, las lechuzas y el banquete comenzaban a aparecer.

Tan solo había pasado una hora, cuando Harry y Ron llegaron al gran comedor, sus apariencias mostraban agotamiento aún que durmieron más que los demás. Sin dudar, tomaron asiento con una Hermione no muy contenta.

Ron supuso que su actitud se debía a que habían tardado mucho, y como todos los días, Ron pensaba que se ahogaba en un pequeño vaso de agua.

Por otro lado, Harry se dispuso a comenzar su desayuno para recuperar la energía que había perdido en la anterior prueba, no sin antes, dirigirle una pequeña mirada a Cho Chang, una muchacha de Ravenclaw que enamoró por completo a Potter con sólo dedicarle una sonrisa.

-¡Es increíble! -Bufó enfadada Hermione, quien leía el periódico "El Profeta". -No puedo creer que haya escrito esto.

Ron al percatarse de su reacción, casi salta de la alegría pues por primera vez en su vida no estaba enojada por él.

Ambos muchachos giraron su vista hacia la joven, que acomodo el periódico, y comenzó a leerlo en voz alta:

La señorita Granger, una ambiciosa chica, parece tener cierto gusto por los magos famosos.
Su última presa, según nuestras fuentes, es nada menos que el bombom búlgaro Viktor Krum...

...Aún no se sabe, como Potter ha tomado esta decepción amorosa.

Finalizó indignada al observar las fotos que portaba el papel.

Harry alzó sus ojos en forma de disgusto, tal parece que esa reacción alegro un poco a Hermione.

Poco antes de que volviera a hablar, otro joven pequeño apareció con un paquete en brazos e interrumpió la conversación.

-Para usted señor Weasley. -Dijo sonriente.

-Oh, Gracias. -Acepto Ron el paquete con una pequeña sonrisa.

Sin embargo, el joven aún no se retiraba de aquella mesa. Dejó su vista fijada en Harry, como si se tratara de oro. Granger al ver tal expresión, aclaró su garganta en forma de pregunta.

Ron lo echó de forma rápida logrando una desilusión abrumadora al niño y una cara de disgusto a Hermione.

-Le dije que le conseguiría un autógrafo de Harry -Respondió al notar la cara de la chica.

Sin más, Ron con entusiasmo leyó que su madre le había llevado el paquete. Lo abrió, y su disgusto fue más grande que la cara que había hecho Hermione hace algunos momentos.

-Me envío un vestido. -Comentó indignado.

Hermione y Harry no aguantaron las risas. Y por supuesto, llamaron la atención de los demás.

-Combina con tus ojos. Y mira aquí hay más. -Burló Harry.

-Ya déjalo. -Respondió irritado. Giro la vista hacia su hermana pequeña, pensando que tal vez se equivocaron al entregarlo.

-Ginny, debe ser para ti. -Comentó llevando el "vestido" marrón y peludo hacia la chica.

-No voy a usarlo ¡Es horrendo! -Respondió enfadada y disgustada.

Hermione estalló de la risa al igual que Harry, Ron se giró ahora hacia ellos sin entender en absoluto lo que sucedía.

-¡¿De qué se ríen?! -Alzó la voz molesto y preocupado.

-No es para Ginny. Es para tí.

Todos comenzaron a reírse por la vestimenta que llevaba Ron en sus manos.

-Es un traje de gala. -agregó Hermione con una sonrisa burlona.

-¿Está bromeando? ¿Para qué? -preguntó Ron desorientado.

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Las horas pasaron, la mañana terminó siendo estupenda por el espectáculo que había causado Weasley con su nuevo traje. Sin embargo, tuvieron que vigilarlo la mayor parte del tiempo puesto que estaba decidido a quemarlo o dárselo a los gemelos Weasley para que hagan una travesura con él.

Aún así, no logró deshacerse de él.

Hermione intentaba encontrar alguna pista sobre la clase que tendrían con McGonagall, pero era imposible, las quejas agotadoras de Ron y su nueva prenda, junto a los gemelos que no paraban de bromear con él diciéndole que se parecería a Filch, no le dejaban pensar con claridad.

Y por más que lo intentara, ya era demasiado tarde. La hora ya había llegado.

Todos se dirigieron a un salón nuevo, jamás antes visto, en el que llamó por completo la atención ver un gran Tocadisco, sillas en los costados y a la profesora McGonagall junto a Filch en medio de la misma.

-¿Ves, Ron? tu vestimenta no pasó de moda como tú piensas. -Murmuró Fred fijando su vista en Filch.

-¿Quieres que te consigamos un gato? Hasta podrían ser gemelos. -Continuó George murmurando y dejando a Ron completamente enfadado.

Harry, Seamus y Dean venían detrás de ellos, intentando ocultar sus risas por los comentarios.

La profesora saludó amablemente a todos y les indicó que tomaran asiento o que se colocarán a los costados con la condición de que las mujeres fueran del lado izquierdo y los hombres del lado derecho.

Minutos después, McGonagall comenzó su clase:

-El baile de Navidad... Ha sido una tradición del torneo de los tres magos, desde que se estableció.

La profesora comenzó a caminar hacia adelante mientras su explicación seguía su ritmo: Lento y cuidadoso a la vez para que todos lo entendieran.

-La víspera de navidad junto con nuestros invitados, nos reunimos en el gran salón para una noche de recatada frivolidad. Como representantes del colegio sede, espero que todos y cada uno de ustedes se esfuercen para dar un buen paso.

Observó a cada uno de los Gryffindors que estaban en aquella habitación, todos escuchaban con atención y eso calmó un poco a la profesora.

-Y lo digo literalmente porque el baile de Navidad es eso justamente... Un baile.

Todos comenzaron a hablar y susurrar, las chicas se encontraban ansiosas y felices por el evento mientras que los chicos sentían una completa vergüenza y enfado por la situación.

-¡Silencio! -Grito McGonagall volviendo a estar alterada. -La casa de Godric Gryffindor ha tenido el respeto del mundo mágico por casi diez siglos. ¡Y no permitiré que en una noche manchen ese nombre por comportarse como un montón de brutos barbajanes! -cesó gritando enfadada y fijando su vista hacia los dos gemelos que murmuraban "brutos barbajanes" con una sonrisa burlona.

McGonagall respiró nuevamente y con la mayor amabilidad que pudo, retomó su explicación:

-Bailar, es dejar que el cuerpo respire. -Giró su vista hacia las mujeres. -Dentro de cada chica, duerme un delicado cisne anhelando emerger y retomar el vuelo.

McGonagall escuchó risas detrás suya, y con enfado giró a la dirección de los chicos; a primera vista logró identificar a Ron, Seamus y Harry echando unas pequeñas risitas mientras el pelirrojo murmuraba en tono de burla.

-Y dentro de cada chico hay un león preparado para saltar. -Siguió, fijando la vista hacia los tres jóvenes quienes la miraron con temor. - ¿Señor Weasley?

-¿Si? -Respondió con voz temblorosa.

-¿Me permite por favor? -preguntó extendiendo la mano para invitarlo a bailar.

Mientras Ron caminaba con la profesora frente a todos, los hombres emitían pequeñas risas anticipando lo que iba a pasar:

-Coloque su mano derecha en mi cintura.

-¿En dónde? -preguntó Ron desorientado por el pedido de la profesora.

-En mi cintura. -Respondió nuevamente.

Ron hizo caso a la profesora, sin embargo fue interrumpido por algunos silbidos provenientes de sus hermanos. El pelirrojo molesto giró su mirada con intenciones de golpearlos.

-Extienda el brazo. -habló tomando la mano del muchacho mientras la guiaba a su cintura.

Ya posicionados, preparados para la pequeña demostración de lo que sería el baile, la profesora le indicó a Filch que colocará la música del tocadiscos.

-1,2,3... 1,2,3... 1,2,3...-Contó la profesora mientras comenzaban a moverse de un lado a otro.

Los pasos eran sencillos, Ron seguía molesto, era vergonzoso escuchar como sus amigos y hermanos se reían de él, sobre todo si se trataba de Harry susurrando hacia Fred y George:

-No permitan que me olvidé de esto. - con una sonrisa.

-Jamás -oyó al unísono.

La profesora y Weasley bailaron unos minutos más para demostrarles cómo debían hacerlo. Luego lo soltó y gritó con elegancia:

-Muy bien, ahora todos acérquense.

Las mujeres inmediatamente caminaron al frente emocionadas ya por la idea de lucirse en el movimiento. Pero por otro lado, los hombres estaban pegados hacia la otra pared provocando un disgusto total a McGonagall.

Ron estaba dispuesto a volver a su silla, luego de recibir tantas miradas se sentía realmente agotado.

Pasaron algunos minutos, y algunos caballeros pasaron al frente a bailar con una dama. McGonagall ya se encontraba de buen ánimo, corrigiendo un poco los pasos de Neville sobre todo y alentando algún que otro alumno para que bailará.

Y uno de ellos era el mismo Ron Weasley.

-Pero profesora, yo bailé con usted.

-¿Bailará conmigo en el baile? Lo dudo mucho Weasley. -Respondió apresuradamente McGonagall. -Levantese y baile con una dama. ¡Sin protestar!

Ron fue empujado por la profesora, antes de que él abriera la boca. Y minutos después, Harry chocó con él empujado por la misma persona. Ambos se miraron y decidieron buscar a alguien con quien bailar, antes de que McGonagall los obligue a bailar con Filch.

Harry caminó hacia la izquierda llamando la atención de todas las jóvenes, pero por otro lado Ron fue a la derecha consiguiendo que todas las mujeres salieran huyendo de él. Ron al borde de la desesperación por la mirada cínica que tiraba McGonagall, echó un vistazo rápido hacia todos lados hasta que al fin encontró a la persona que necesitaba: Hermione Granger.

Una chica de cabello revuelto, se encontraba alejada del resto y con los ojos llorosos. Ron se sorprendió al verla, creía que sería la primera a la que la invitaran a bailar por lo brillante que es. Pero verla de esa forma, realmente era... no tenía palabras para rellenar la frase.

Hermione ya estaba cansada de esperar, ningún joven venía hacia ella ni siquiera para ofrecerle un pañuelo.

Algunas lágrimas salieron de sus ojos, sentía vergüenza por estar allí sola, parecía que estaba de adorno.

Granger pensó que lo mejor era rechazar la idea de practicar esta clase, lo que habían escrito en "El Profeta" le afectó en demasía y al parecer la noticia cruzó los pasillos del castillo como si se tratase de un rayo, anunciándose a todo Hogwarts que estaba saliendo con uno de sus mejores amigos y al mismo tiempo con Viktor Krum. No era de extrañarse que nadie quisiera mirarla, es decir: ¿Quién bailaría con una mujer que está saliendo con dos jóvenes al mismo tiempo? ¿Quien diablos se atrevería a tal ocurrencia?

Y aun así...

¿Quién les diría a esas ideas y bocas equivocadas que todo eso era mentira?

Por supuesto que nadie, ni la más mínima lechuza que volaría con un sobre en su pico y ni siquiera el Vociferador más chillante y enojón hablaría por ella. Agachó su mirada, fijándose en sus pies. Detestaba que sus opiniones y palabras más desgarradoras tuvieran tanta lógica.

La joven, con un suspiro camino hacia una de las sillas apartadas secándose algunas lágrimas. De todas formas las horas pasarían, y la clase debía llegar a su fin. Sin embargo, antes de que pudiera sentarse alguien sostuvo su mano para mostrarle lo contrario: Ron Weasley.

Hermione se paralizó, de todas las personas que esperaba nunca pensó en él. Ron en cambio, sacó un pequeño pañuelo blanco y se lo dio a Hermione, para luego preguntar:

-¿Quieres bailar? -Extendió su mano derecha hacia ella.

Hermione fijó una mirada sorprendida en él, sin saber qué responder. No es que no quisiera, simplemente que viniera de ése pelirrojo la dulce invitación le parecía casi imposible de asimilar, ¿estaba soñando o solo se trataba de una broma pesada? Sea lo que sea, allí estaban, dos jóvenes esperando la aceptación del otro como si el mundo dependiera de ello.

Ron comenzaba a irritarse, necesitaba alguna respuesta y no un simple silencio. Al diablo con que lo rechace o acepte, solo una simple respuesta bastaría para que él se marchara o terminará bailando con la chica que tenía enfrente. No obstante, toda su confianza se fue al suelo cuando Hermione ni siquiera lo miró. ¿acaso era vergüenza? ¿o tal vez ella...? Su pregunta era indecisa y complicada de terminar, aun así, arrepentirse era una opción ¿no?

-- Sabes que olvidalo, es una pe-

Dos manos se posaron en su brazo con bastante delicadeza, Hermione Granger no le permitió continuar su frase. Estaba decidida a aprovechar la oportunidad que tal vez no volvería a ver jamás en su vida, no será con la persona que ella esperaba pero aun así ¿qué pasaría si ella no respondía? No quería por nada en el mundo averiguar una respuesta o soñar con el rechazo.

Sin más que pensar, levantó su cabeza y con algunas lágrimas pequeñas... respondió:

-- Sí, quiero bailar contigo.

Ron Weasley giro su vista hacia aquella persona especial; su gran amiga había aceptado y hasta casi grita de emoción. Ron solo asintió, pensando en que tal vez ella lo aceptó por lastima pero podía pensar de aquella forma viendo a Hermione tan feliz.

Ella jamás haría algo asi.

Y ante tal idea, Ron no pudo evitar tener un leve sonrojo a ello.

Caminaron entre medio de todos los alumnos que se balanceaban de un lado a otro. Era divertido para el pelirrojo observar las caras amargadas que llevaban algunos de sus amigos, aunque otros sonreían de oreja a oreja, como uno de ellos: Neville, quien bailaba como si su vida dependiera de ello.

Por otro lado, frente a Ron pasaban cosas divertidísimas: McGonagall corría detrás de los gemelos Weasley, tal parece que la profesora se estaba hostigando a ella misma persiguiendo a los dos muchachos quienes no paraban de reír y burlarse. La voz de la profesora logró un eco en la sala:

- ¡40 puntos menos a Gryffindor!, Weasleys vuelvan al salón en este instante!

Pero sin importar que, Hermione se posicionó al frente de él llamando la atención del pelirrojo llevando sus nervios a otro nivel, tanto que comenzó a temblar olvidando por completo las instrucciones y pasos que había explicado McGonagall. Ni siquiera cuando estaban en clase de pociones o hablando con el director, Albus Dumbledor, se encontraba tan tímida como ahora.

Ron notó aquello, pensaba que exageraba la situación, es decir ¡Es un maldito baile! Y peor aún, ¡Es una práctica, por la barba de Merlín!. Impaciente por ver a la castaña intentando explicarse a sí misma como bailar, Ron se acercó. Hermione se sorprendió dando un pequeño salto, puesto que él pelirrojo había posicionado no solo su mano derecha en la cintura, tambien tomo la mano izquierda de Granger, y con solo un paso logró acercar a ambos cuerpos como caras, que con solo hablar con susurros las palabras se entendían a la perfección.

- Tranquilízate, temblando de esa forma solo lograras asustarme a mí y al resto.

- Lo siento. - Lamentó la muchacha con la mirada pegada en los ojos de Ron. - Tal vez, estoy muy ansiosa.

- Solo relájate y sígueme. - concluyó Weasley para empezar a balancearse.

Los pasos eran sencillos, aunque Hermione no podía evitar agachar la cabeza para observar donde se posicionaron los zapatos de Ron. "Eran tan grandes, puntiagudos y pisables" pensaba Hermione con un gran temor de mandar a Weasley a la enfermería. No sería la primera vez, o alumna, que lo haga, pero aun así no debería tener por qué ir.

Sin embargo, Ron la observaba curioso. "¿Por qué bajaba la cabeza?" Ron al principio pensó que era porque había pisado chicle o alguna decoración como una cinta que se habría desprendido del techo. Pero ¿era más interesante lo que piso que él? Por solo curiosidad intentó bajar un poco la cabeza, donde lo que recibió no fue nada más ni nada menos que un cabezazo de Hermione al intentar levantar la suya.

Ron se sostuvo la nariz, ni siquiera el golpe con la escoba de primer año se comparaba con el recién llegado. Otro golpe para agregar en la lista de "Los mejores golpes" como diría Fred.

- Lo siento, creí que tu cabeza estaba lejos de la mía. - respondió Hermione al ver como el chico sostenía la nariz.

- Estoy bien, pero ¿podrías dejar de mirar abajo?, se te caerá la nariz si sigues así. - Bufó Ron con la zona golpeada un poco roja.

Continuaron su baile sin antes tener una pequeña discusión, a lo lejos Harry observó la escena poniendo un poco nerviosa a Ginny.

- ¿Otra vez pelean? - Preguntó preocupada.

- Si, pero se soluciona más rápido de lo que crees. - Contestó con una pequeña sonrisa hacia su compañera de baile: Ginny Weasley.

Hermione y Ron retomaron una vez más su baile, esta vez iba perfecto, ambos se miraban a los ojos fijamente. Para McGonagall verlos a ambos, le hicieron sentir orgullosa de sí misma "Logre formar una pareja" dijo a sus adentros con emoción.

Sin embargo, nadie era testigo del silencio que había entre ellos: No era tenso, pero le faltaba comodidad. Parecía que el silencio duraría para siempre hasta que Hermione decidió romper el hielo.

- Ron Weasley, me sorprende que tengas dones para el baile. - Comentó burlona por la concentración que llevaba el contrario con la mirada.

- No te sorprendas demasiado, acabo de aprender en estos mismos instantes gracias a la profesora.

- Así que ¿McGonagall es mejor que yo en el baile?

- Por supuesto que no, su mano me estaba aplastando mi hombro, era como si tuviera una manaza de Hagrid encima. - Murmuró burlón, logrando que Hermione largara unas pequeñas risitas de las que Ron se sintió orgulloso.

- Y su mirada no era del todo agradable. -Continuó el pelirrojo

- ¿Su mirada? - preguntó Hermione curiosa.

- Me refiero a que sus ojos no brillan como otros.

Hermione pensó en las palabras de su compañero, ¿a que se refería con el brillo de los ojos? Era extraño escucharlo, ni siquiera Viktor podía llegar a decir esa bonita frase, Pero ¿alguien como Weasley si?

Hermione estaba sorprendida y con su curiosidad al borde de estallar pero se permitió por única vez disfrutar del momento sin pensar demasiado.

Su querido amigo Ron no era alguien fácil para hacerle preguntas, sobre todo si las preguntas trataban sobre ojos.

Hermione agitó su cabeza de lado a lado, retomando su mirada y baile junto a Ron que parecía sorprendido por la gran cercanía que existía entre ellos. Ahora, él temía pisar a Hermione.

- Y ¿Qué harás con el traje que envió tu madre?

Una vez más, tocaron el tema del traje. Era un completo fastidio para el joven, puesto que no solo debía soportar las bromas de sus hermanos y sus amigos, ahora también debía hacerlo por Hermione.

Ron con un poco de fastidio respondió:
- Oh, tal vez se lo dé a Hagrid o a alguien que lo necesite.

Bajo su rostro hacia el rostro de Hermione, quien la esperaba con una cara amargada, supuso que no eran las palabras que ella quería escuchar.

- O solo alguien que lo quiera. - Agregó levemente avergonzado.

Terminó desviando la mirada, antes de que Hermione comenzará con sus quejas y reproches. Los oídos de Ron ya estaban cansados por el volumen alto de la música y también por el volumen de su propia voz

A los ojos de cualquiera parecían una pareja que peleaba por primera vez.

Cuando McGonagall llamó la atención de todos nuevamente, era Seamus Finnegan el nuevo compañero de baile de la profesora. Ron intentaba ocultar su risa; de no ser por la cara amargada del muchacho o como los gemelos Weasley silbaban y reían a una increíble distancia, ya hubiera descontado más puntos que los demás.

La música cambió en un santiamén, sorprendiendo a todos por supuesto, era una melodía más alegre y llamativa que la anterior. McGonagall comenzó su demostración, los pasos eran un poco más rápidos al igual que los giros. Aún así, nadie podía creer lo que harían en instantes:

- Bien, eso fue demasiada demostración. -Comento mientras arreglaba su túnica. - Ahora es el turno para los jóvenes.

-¿Yo tengo que bailar también? - Habló Seamus agotado por los anteriores movimientos.

- Claro que sí, ¡ahora consiga una pareja antes de que yo elija por usted! - Finalizó causando risas al resto de los alumnos.

Filch, colocó de nuevo aquella melodía maravillosa. Para después sujetar a su gata y danzar con ella en brazos. Los alumnos, al igual que él, no esperaron demasiado y buscaron una vez más a sus parejas para bailar con ellas.

Ron y Hermione adoptaron la postura para bailar que los demás. El pelirrojo sostenía la mano y cadera de su compañera, mientras la castaña presionaba una de sus manos en el hombro de su compañero. Ambos comenzaron a moverse como los demás.

Algunos pasos detrás, otros delante y unas pequeñas vueltas lentas en las que nadie podría marearse.

El baile era magnífico, todos los estudiantes, por primera vez dentro de la clase, sonreían y reían como nunca antes. McGonagall, sorprendida, dejó que los estudiantes disfrutaran el momento al igual que ella lo hacía viéndolos bailar.

Una pareja en especial era donde su mirada se posaba. Hermione y Ron bailaban con tanta gracia que era imposible no tener envidia. Ambos se miraban a los ojos con un gran cariño, sus pies parecían disfrutar de la melodía y lo demostraban con tímidas sonrisas. Ver al joven Weasley finalmente sin quejarse ni con cara de amargura, era un verdadero milagro para todos en la sala.

- Muy bien, ¡todos lo están haciendo espléndido! - Gritó con amabilidad McGonagall, al ver que nadie había ido a la enfermería como había sucedido en Slytherin.

La canción ya casi acababa, eso significaba que el paso final se aproximaba. La profesora que les había explicado de la mejor manera, no logró deshacer las preocupaciones de sus alumnos. Y una de ellas era Hermione, quien se encontraba temblando en los brazos de Ron.

- Te puedes tranquilizar, te sujetaré bien, te lo prometo. - Finalizó agotado, por la cara espantada de Hermione.

- Tu dices eso, ¡porque no serás el que vuele! - Bufó indignada.

- ¡Claro que no! Además si te llegara a soltar caerías arriba mio. ¡Yo sufriría más que tú! - Habló enojado.

Hermione lo fulminó con la mirada, tan solo esos ojos llenos de ira, fueron las señales correctas para que Ron pudiera salvarse.

- Estoy bromeando, estoy bromeando. - corrigió rápidamente.

- Solo... Solo no me sueltes, ¿De acuerdo? - Dijo Hermione suspirando.

Cómo quedaban pocos minutos, Weasley tranquilizó a Granger como podía. Ginny Weasley quien los miraba de lejos, al fin se sentía tranquila al ver que la pareja no estaban peleando. Una gran sonrisa surgió en sus labios, en la que solo una persona pudo ser testigo, Harry Potter, que la miraba con gran cariño. Aunque se sentía frustrado por su brazo quebrado, de no ser por ello, tal vez el baile que ambos hacían, hubiera sido más entretenido.

- Ginny, lo siento - Hablo, mientras generaba una gran sorpresa en la menor. -Si mi brazo no hubiera terminado así, juro que-

- Harry no te preocupes - interrumpió amablemente - Me estoy divirtiendo, créeme.

Ginny no dudó en sonreír hacia el de lentes para tranquilizarlo.

- Si quieres, yo te puedo levantar - Bromeó la pelirroja logrando sacar algunas risas al azabache.

La música llegaba a su fin, los estudiantes se preparaban para el gran paso, Ron llevó sus manos a la cintura de una Hermione más tranquila, ambos habían platicado de forma calmada y dulce para quien escuchara su conversación. Sus ojos al igual que sus sonrisas no dejaban de brillar. Y fue allí el momento, tal vez Hermione pueda tener un bello sueño, en el que no desearía despertar jamás. Ron, al igual que los demás estudiantes, alzaron a sus parejas, dieron una vuelta y los pies de aquellas damas aterrizaron en aquel piso deslumbrante. Todos estaban agotados, fue una danza muy bella e intensa. O eso creía la mayoría.

No obstante solo una pareja no podría describir aquel momento, Hermione pensaba que con la palabra "magnífica" sería suficiente pero, al parecer era más que eso. Se sentían felices, con un cariño inmenso por el otro y al igual que los demás un gran cansancio. Pero había algo más, no era incomodo ni molesto aquel sentimiento sin nombre, que tal vez estaba relacionado con la "gran amistad" que tenían.

La situación era extraña para ambos, no solo era por que estaban demasiado cerca del otro, sino porque compartían un abrazo un tanto extraño: Hermione tenía sus brazos alrededor del cuello de Ron y el contrario sostenía aún la cadera de su compañera.

Ron buscaba una explicación en sus pensamientos, cuando alzó a Hermione temía demasiado a que ella sufriera algún daño por su culpa y por ello que la había abrazado en cuanto bajó.

Tal vez esa explicación hubiera servido en esta ocasión pero...

¿Cómo explicaría el porqué sus labios se rozaban? ¿Cómo le diría que su corazón estaba latiendo demasiado rápido, y no era por el baile? Y ¿Qué le diría al respecto, con aquellos ojos marrones y esa sonrisa brillante que lo estaban volviendo loco?

Demasiadas preguntas sin respuestas para su pobre cabeza mientras observaba a Hermione con atención: ella reía y sus mejillas se volvían más rojas que antes.

- Te lo dije - dijo Ron sin pensarlo.

- ¿Qué me dijiste? - pregunta Hermione entre risas.

- Que te sostendría hasta el final

Hermione se sorprendió, y segundos después sus pequeñas mejillas se tiñeron de un leve rojo. ¿Acaso estaba soñando? Porque si es así, desearía que no lo fuera. ¿Cuándo se volvió tan dulce? ¿Por qué ahora?
¿Porque estaba abrazando a uno de sus amigos? ¿Por qué la cercanía tan de repente?

La cabeza de Hermione, a diferencia de Ron, tenía más preguntas que un examen y lo más frustrante de ello era no poder responderlas. No había explicación, la vergüenza coloreaba las mejillas de Hermione como si de pintura se tratase. Nadie jamás le advirtió que su misma mirada quedaría perdida bajo los ojos azules de su amigo.

él aún estaba allí, solo que su mirada también se fijaba en ella de una manera especial. Parecía que lo de atrás, ni siquiera lo que dice la profesora, les interesaba un poco.

Solo ellos dos.

Ron sonrió y trató de decirle algo a su amiga, los nervios vinieron a su boca logrando que la mayoría de las palabras se atoraran. Odiaba sentirse así, es como cuando intentaba hablar con Fleur Delacour, totalmente imposible, pero a la vez irresistible de no hacerlo.

La voz de McGonagall los sorprendió.

- Muy bien, espero que la clase de hoy les haya servido de algo... - Anunció con su voz rígida y seria.

- Godric gryffindor estaría orgulloso al ver bailar a estudiantes como ustedes. Aunque, deberemos tomar medidas severas con algunos pasos. - y dirigió su mirada hacia Neville Longbotton, quien accidentalmente pisó a su pareja y empujó a otros.

- Ya pueden irse, les informaré cuando será la siguiente clase. Hasta entonces, deberán practicar por sus cuentas.

McGonagall con una muy pequeña y delicada sonrisa exclamó:

- No olviden que será un baile inolvidable, por lo que deberán ir con pareja y lucir perfectos.

Los alumnos se retiraron de la sala, algunos estaban emocionados por las nuevas noticias, otros preocupados y por último los que ni siquiera querían saber sobre el baile de navidad.

- ¿Cómo fue su baile de práctica caballeros? - preguntó Fred a Harry, Ron y Seamus desde atrás.

- ¿No me digas que dejaste plantado a Filch, o si Ron? - preguntó George a Ron, quien recibió una mirada furiosa de regreso.

Harry y Seamus reían por lo bajo, definitivamente de esto no se olvidará jamás.

- Por supuesto que no - Respondió amargado.

- ¿Y ustedes Harry y Seamus? - Pregunto Fred entusiasmado

- Harry bailó con Ginny y Seamus bailó con McGonagall - Respondió Ron apresuradamente.

- ¡Por supuesto que no! Baile con Parvati Patil. Me ha pisado los pies en toda la clase y no ha dejado de ver a Harry - bufó enfadado por la envidia y por el gran dolor que lleva en sus pies.

- Mira, tus admiradoras siguen subiendo Harry - Halago George entre risas.

- ¿Y entonces con quién bailaste Ron? - preguntó Fred volviendo al asunto más importante.

Los gemelos se miraron con diversión. Sea cual sea su respuesta, tenían un comentario ya listo sobre el baile entre su hermano y McGonagall. No obstante la respuesta que dio dejó a boquiabiertos a todos, menos a Harry claro, gracias a Ginny él sabía con quien bailó cada uno.

- Baile con Hermione Granger.

Ron estaba feliz de que la nombrada no estuviera presente en esos momentos, de lo contrario, hubiera muerto de la vergüenza. El silencio duró algunos minutos, Ron pensó que era su día de buena suerte, al fin las bromas sobre él y Filch se detuvieron. Aunque, lamentablemente solo duró unos segundos. Las voces de Fred y George comenzaron a escucharse de la peor forma posible.

- Hermione te amo... - Cantó Fred

- Eres mi heroína... - Siguió George

- ¡Ya cállense! - Gritó Ron irritado y avergonzado

- Te extraño mucho cuando no puedo estar junto a ti - cantaron al unísono George, Fred y Harry mientras Seamus reía como nunca antes.

Por otro lado, Hermione y Ginny caminaron hacia la biblioteca mientras hablaban de sus parejas; Ginny estaba perdida totalmente bajo la amabilidad y el encanto que mostró Harry cuando bailó con ella, y Hermione esperaba con ansias su turno para hablar de su pareja.

Tal vez fue algo que jamás imaginó pero aun así aquellas sonrisas, palabras dulces y alentadoras y sobre todo esos ojos azules, cautivaron por primera vez a Hermione.

Ahora tal vez ese sentimiento estaba creciendo aún más y en algún futuro entendería lo que sentía por aquel pelirrojo.

Hasta entonces, todo quedará como un momento, el baile, miradas y sobre todo ciertas palabras que las soñaría por el resto de su vida:

- "... Te sostendría hasta el final".

Tal vez, solo por esta vez, haría una excepción en su cabeza.

No podía impedirlo, ni mucho menos dejarlo abandonar la imagen de su cara.

Solo por esta vez, Ron Weasley sería la distracción que más le maravillaba.

F I N

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