III
Vanitas cayó al suelo sin previsión para cubrirse su rostro o torso, sin embargo y aún dándose un buen golpe, no fue para tanto. Apoyando sus manos en el suelo, lo notó frío y helado, con la aspereza de este, se irguió asustado. La puerta se había cerrado, ¿ahora qué demonios iba a hacer?, divagó en su confusión. Noé no podría encontrarlo de esa forma, no si la puerta estaba cerrada.
Observando a su alrededor se fijo en el espacio en el que se encontraba. Era la habitación que había visto junto al moreno desde la puerta del palacio; paredes negras y unas ventanas gigantescas al frente. No pudo evitar acercarse a ella, y rozar el cristal al quedar aún más impresionado con lo que veía. Un cielo teñido en sangre con una luna bordó. Edificaciones por doquier, y un extenso río que se repartía por el lugar.
Aún dejándose embaucar ante tal belleza, el temblor en sus manos no tardó en aparecer, y la ansiedad se instaló en su pecho. «¿Ahora cómo le voy a explicar a Noé que una fuerza mayor me ha secuestrado y obligado en mis sueños a entrar a este mundo extraño, y que además, alguien me cerró la puerta?», pensó descabelladamente.
Sintiendo que sus piernas temblaban, se arrodilló abrazándose con fuerza. Deseaba con todas sus esperanzas que fuera únicamente una pesadilla, que nada de esto hubiera pasado, que no lo hubieran obligado a separarse de Noé.
Sin quererlo, la conversación con el moreno regresó a sus memorias:
"—Según mi abuelo —comenzó el albino, sosteniendo sus manos entre las propias—, este lugar es muy extraño. Como primera instancia, el tiempo transcurre de forma diferente dependiendo de cómo se encuentre la puerta.
—¿La puerta? —recordó cuestionar Vanitas.
—Sí. La puerta que se encuentra aquí en palacio. Esta es la única entrada para la realeza y, nadie más que nosotros podemos usarla. Una vez dentro, somos los únicos que pueden encontrar la puerta de regreso, todos aquellos de sangre real.
» Cuando entras cerrando la puerta..., no solo el tiempo sucede de forma distinta a como lo hace en este mundo, sino que también desapareces de este lugar por completo. —Tras decirlo, recordó como Noé observaba su rostro confundido y, no tardó en aclararse: —Es decir, pongamos un ejemplo. Si tú entrases solo, y cerrases esta puerta, todo lo que eres tú se evaporaría, tanto tu esencia como el rastro de tu sangre..., más sin embargo, si la dejas abierta, tu existencia permanecería en ambos mundos, por lo que podría encontrarte con facilidad. ¿Lo entiendes?
Vanitas asintió. —Todo es muy mágico contigo, ¿No, Noé? —bromeó el humano con cariño, tratando de calmar la preocupación en su amado.
Recordó ver sonreír a Noé con sutileza. —Ahora, según como había iniciado hablando respecto al tiempo..., este es aún más extraño dependiendo de la posición de la puerta. Tiene sus diferencias de igual forma si se encuentra cerrada o abierta, pero esto no logré entenderlo del todo".
«Estoy muerto», no tardó en pensar. Experimentando una presión en su pecho, negó con fuerza. «¡No! ¡No seas tan negativo Vanitas! ¡Habéis superado mucho juntos y, seguro que cuando Noé se levanté, y vea que no estoy, vendrá a buscarme! Si...eso, y aún cuando la puerta se hubiera cerrado y todo rastro de su olor haya desaparecido del mundo en el que vivían, estoy seguro de que Noé me encontrará. No desistas, Vanitas, solo debes sobrevivir en este mundo de vampiros hasta que Noé llegue», declaró con determinación en su mente.
Así que tomando confianza y fortaleza en su cuerpo y mente, se irguió observando a su alrededor nuevamente. Buscando una solución, imaginó que si tanteaba las paredes aunque no fuera de sangre real, podría encontrar la puerta, por ende, se dispuso a ello. Tras unos minutos en los que inspeccionó cada centímetro, desistió ante la idea. Nada, no encontró nada; más que una pared fría.
Sentía que sus manos comenzaban a temblar. No quería separarse de Noé, desde que lo conoció en aquella celebración de la mansión Ruthven, su corazón y alma habían quedado completamente enlazadas al hombre de piel morena y cabello albino. Tenía que hacer algo, debía encontrar ayuda. Sin embargo, ¿en un mundo de vampiros? Era algo imposible, divagó nuevamente, golpeándose la cabeza al no ser capaz de formular alguna otra solución.
De repente y de forma inesperada aquella fuerza que lo había extraída de la seguridad del cuarto y del preciado castillo que compartía con Noé, regresó y tiró de forma agresiva de él. Lo hizo atravesar las ventanas de cristal, rompiéndolas con la fuerza, para seguido tirar de su cuerpo por todo aquel vacío que se presentaba desde el piso de aquel edificio. No pudo evitar gritar y tratar de sostenerse con todas sus fuerzas de cualquier cosa que pudiera cruzar sus manos, sin embargo, fue en vano.
Algunas lágrimas de impotencia sobresalieron de sus ojos, si en la habitación donde se encontraba —fuera de la vista de sus ojos humanos— la puerta de regreso, y cuya no pudo encontrar, ahora en aquel lugar, conocido como "Altus Paris" podía irse olvidando de regresar junto al rey de Francia.
Trató de patalear y gritar pero nada conseguía que pudiera zafarse de aquellas manos que tiraban de su persona. Al llegar al suelo, en el cuál no fue golpeado sino dejado sutilmente, comenzó a ser arrastrado por todas las callejuelas del lugar. Apenas podía visualizar los edificios de piedra que cruzaban su vista a toda prisa.
Cerró los ojos ante la rabia e impotencia y solo esperó hasta que aquel movimiento se detuviera; para cuando lo hizo, todo su cabello se había revuelto, y el sudor y la mugre del suelo estaba impregnado en su persona.
—¡¿Qué demonios?! —vociferó tras abrir sus ojos y enfocar lo que estaba frente a sus pies.
Dos siluetas encapuchadas se presentaron ante sus zafiros algo asustados. Tratando de incorporarse, apoyó sus delgadas manos en un charco cerca de su lugar; y con un ligero temblor, tragó grueso. —¿Sois vosotros lo que me habéis traído aquí?
Parecía que la oscuridad se cernía sobre ellos y la luz carmesí de la luna que aclarecía todo el lugar, parecía engullir toda luz que hubiera conocido con Noé. No había respuesta por ninguno de ellos. Seguidamente el más alto de los dos, elevó su mano hacia el rostro y musitó las siguientes palabras: —Huele mucho a sangre —añadió la voz de un hombre.
Vanitas tragó grueso y replicó sin esperar. —¡No podéis herirme! ¡Soy alguien muy importante para el rey de la mismísima Francia y, además es uno de los vampiros más poderosos! ¡Cómo sé entere de que me habéis hecho algo, os aplastará como a unas simples hormigas! —dijo tratando de encontrar fortaleza.
«Eso, eso, escuchad mis palabras y sentid miedo. Obviamente no puedo decir que soy la pareja de Noé y que él es un vampiro primordial para no comprometerlo y ponerlo en peligro, pero con esto, seguro haré que se lo hagan encima», pensó con rapidez sacudiendo su pantalón y echándose para atrás aún en el suelo.
Estos se miraron en la plenitud de la oscuridad y dejaron unas sonoras risas ante sus palabras. Prontamente la aguda voz de una mujer se escuchó: —Ese rey no podrá hacer nada en contra de nosotros —añadió, para hacer descender su capucha y dejar ver su piel de porcelana, bajo un cabello corto y blanco—. Sin embargo, eso ahora no es de importancia. Debes venir con nosotros.
«Como si tuviera otra opción», pensó para si mismo, para con ello, observar a los dos personajes, ahora pudiendo vislumbrar el rostro del varón también. Este tenía una piel blanca, cabello oscuro y como la mujer, ambos compartían los ojos rojizos propios de los vampiros.
¿En qué lío se había metido?, pensó irguiéndose y siguiendo a aquella pareja de vampiros, que aunque le producían cierta desconfianza, también eran los únicos que podrían protegerlo en aquel lugar lleno de sedientes de sangre, al menos, hasta que consiguieran lo que buscaban.
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¡Nueva actualización mis corazones!
Espero que les guste tanto como a mí el avance, aunque algo lento, de mis queridos amores. Quédense con el misterio y esperen pacientes por la siguiente actualización. Como siempre disculpen cualquier falta de ortografía.
¡All the love, Ella!
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