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Capítulo 33

Tener frente a frente a Ji-hu, no era algo grato para nadie, mucho menos para Jennie, que recordó automáticamente todo lo sucedido con él.

El aroma del hombre denotaba una gran tensión. Estaba esperando el primer movimiento por parte de Roseanne. No iba de conversar. No iba de hablar, sino, estaba dispuesto a golpear a su alfa.

Notó que estaban rodeadas alfas, que protegían a Ji-hu de cualquier cosa. Reconoció automáticamente el hombre que ingresó un día a su habitación en el hospital.

Estamos muy jodidas.

—¿Aún tienes la cara de venir hasta aquí?

Roseanne estaba enojada. Estaba más que enojada. Se había adelantado algunos pasos, hasta quedar más cerca de Ji-hu. Jennie podía sentir el enojo fluir por su cuerpo. Lo sentía claro como el agua. Sabía que esperaba el primer movimiento por parte de Ji-hu.

—Por lo que veo, la putita sigue aquí. Después de dos meses, volviste con ella. Montaron todo un espectáculo, y por poco muere. Tienes suerte.

Apretó su mandíbula con fuerza, respirando profundamente. Nunca le había costado controlar sus ganas de asesinar a una persona, pero en esos momentos, después de todo, no podía actuar tranquilamente.

Desde que conoció a Jennie, el instinto protector que nacía de su pecho, era automático, y después de la mordida, parecía ser mucho más intenso. No dudaría en matar a su primo si volvía a referirse de esas manera a su omega.

—Tu padre también está aquí. Por qué no lo llamas y acabamos con todo esto —Roseanne observó uno de sus propios guardias, que tomaba una posición que la defensiva. Con un gesto, agradeció y tal cual lo había pedido en su momento, el hombre tenía la misión de proteger específicamente a Jennie— Llámalo.

—Tiene cosas realmente importantes que hacer —comentó con una sonrisa socarrona— Sigue siendo una omega muy bonita. Te felicito por eso.

—¿Qué quieres?

Murmuró con molestia, podía sentir la mirada llena lascivia con la que estaba recorriendo el cuerpo de Jennie. También sentía la incomodidad de su omega.

Era una situación extremadamente tensa por los dos lados. Ji-hu realizaba todo lo que pudiera afectar tanto a Roseanne, como a Jennie. Lo hacía directamente para provocarla.

La omega observó claramente la lascivia en la mirada de Ji-hu, y no pudo hacer otra cosa que no fuera encogerse en su lugar. La sensación de asco y náuseas comenzaban a hacerse presente.

—¿Recuerdas ese día, Jennie? Aquel día de nuestra fallida primera cita. Lo íbamos a pasar tan bien. Iba a hacerte gritar.

Intentó retroceder, y darse la vuelta, para ignorar las palabras de Ji-hu, pero estaba totalmente paralizada. No podía moverse hacia ningún lugar. El hecho de que Roseanne estuviera conteniendo toda su rabia, no ayudaba mucho.

—Ibas a ser mía. Una y otra vez. Hasta que me cansara de hacerlo. Hasta que me suplicaras que parase. No iba a detenerme de todas maneras.

—Cállate.

—Omega, podrías haber tenido las mejores noches de tu vida conmigo. Puedo imaginar tus gritos. Carajo. Realmente deben ser excitantes —se adelantó unos pasos, quedando frente a Roseanne. Sabía que nadie más iba a escuchar aquellas palabras. Le mostró su sonrisa cínica a la alfa que contenía su ira con dificultad— ¿Cómo se le dice en tu familia a aquellos alfas que toman omegas a la fuerza? Exactamente iba a hacer eso con Jennie. Tuviste suerte de llegar, porque lo haría con tanta fuerza, que no ibas a volver a verla.

Roseanne vio rojo en ese momento.

Se abalanzó contra el indefenso cuerpo de Ji-hu, y comenzó a llenar su rostro de puñetazos en esos momentos. No le importaba nada. No le importaba perder a su familia, o recibir castigos eternos por haber hecho aquello. No podía controlar su ira.

Mataría a su primo. Mataría a la persona que había pensado en violar a su omega. Sin ningún tipo de pudor, ni de remordimiento. Había imaginado aquella situación.

—Roseanne.

Escuchó a lo lejos a Jennie llamando su nombre, pero en ese momento no le importaba absolutamente nada. Podía notar como la sangre comenzaba a abandonar el cuerpo de Ji-hu.

Su mano derecha terminaría completamente destrozada. Estaba destrozada, y dolía como el infierno, pero no le importaba nada en esos momentos. Sólo tenía un objetivo en mente. Todos sus sentidos estaban en Ji-hu.

Cuando un par de brazos intentaron alejarla de aquel cuerpo, sintió toda la rabia acumulada en ella.

Por inercia, giró su cuerpo, encontrándose con una nerviosa omega, que la observaba con terror, pero no por lo que había hecho Roseanne. El lazo le había permitido escuchar aquellas palabras. Aquellas palabras que sonaron tan claras, tan nítidas, que la habían llevado a las lágrimas.

Se sentía mareada, asqueada, y confundida. Ella misma podría haber matado a Ji-hu si Roseanne no estuviera en ese lugar. Sentía rabia contra él, contra sus palabras. Lo quería muerto.

Lo quería muerto, no sólo por aquellas palabras, sino, porque estaba convencida que si una persona tenía pensamientos de esa índole, lo más posible, es que los hubiera llevado a la práctica.

Ya no había miedo, ni culpa, ni nada. Era por su bien, por el bien de su alfa, por el bien de la familia. No sentiría culpa si Ji-hu moría aquella tarde.

—Vete.

Por primera vez, Roseanne le daba una orden. Una orden lo suficientemente intimidante, como para desear salir corriendo, pero continuaba anclada al suelo.

La alfa observó a todos los hombres que estaban en compañía de Ji-hu, tragar saliva. Su naturaleza dominante estaba saliendo a flote, y le agradecía al universo, ser lo suficientemente intimidante para frenar a esos tipos.

Su mirada cayó en el cuerpo casi inerte de su primo, que estaba totalmente destrozado en el suelo. Se arrastraba intentando alejarse de Roseanne, pero no era muy fácil. No dejaría que se escapase de aquel lugar. La única manera que tenía de salir era en un ataúd.

—Llévate a Jennie de aquí.

Uno de los hombres que había conducido el vehículo, asintió con cuidado, y le extendió el arma de servicio.

Con sumo cuidado, comenzó a empujar el cuerpo de la omega, alejándose de la situación junto a ella.

Cayó en cuenta de todo lo que estaba ocurriendo. Vio la locura que significaba asesinar a un miembro de su familia. Le daba a su tío, vía libre para tomar la justicia por sus propias manos, pero nada importaba. Los violadores siempre debían morir, y en ese momento, estaba segura de que su primo lo era.

—No... No vas a llegar a nada, defendiendo a omegas...

—Lo que hiciste, no tiene perdón, y no sabes lo mucho que voy a disfrutar con tu muerte.

—Estas... Estas dándole permiso a mi... A mi padre para... Para matarte.

—Que lo haga. También lo reviento de un par de tiros.

[🌠]

Jennie vació su estómago cuando ingresó al baño en la oficina de Roseanne. Fue una reacción totalmente ligada al pánico. Sentía pánico por las palabras que había soltado Ji-hu.

Lloró en posición fetal. Lloró sintiéndose el ser humano más débil y asqueroso del mundo. No podía evitar sentirse un estorbo. Era un estorbo para su alfa.

Sólo deseaba una cosa. Quería ser feliz con la persona que amaba, pero todo lucía como un problema en sus vidas. Todo se sentía complicado, difícil, pesado.

Lavó su rostro, y utilizó el cepillo de dientes que pertenecía a Roseanne. No pudo calmar sus ganas de llorar. No podía tranquilizar a su desesperado omega.

Las palabras que quería escuchar en aquellos momentos eran asquerosamente bajas, y en algún punto de su vida, podría arrepentirse por desearlo, pero en esos momentos, no lo hacía. Quería que Roseanne ingresara por esa puerta, y que le dijera que Ji-hu estaba muerto.

También necesitaba que el tío de Roseanne estuviera muerto.

Tomó el teléfono oscuro, e ingresó el único número que recordaba con mucha facilidad. Después de cinco tonos que parecían eternos, la persona contestó.

—¿Roseanne?

—Lisa, soy yo.

—Jennie, creí que no me querías cerca, pero que me llames es una buena señal.

Escuchar la tranquila, amistosa, y cariñosa voz de Lisa, sólo la hacía sentir mucho peor de lo que estaba. Un sollozo bajo se escapó de su cuerpo, y no pudo disimular que continuaba llorando desconsoladamente.

—¿Qué pasó?

—Nosotras... Llegamos y él....

Desde el otro lado, se escucharon un par de voces. Lisa estaba corriendo por la casa, en busca de Jisoo. La mejor persona para sacar información en momentos de tensión.

La encontró junto a Yeri, hablando sobre una de las entregas que tenía la familia en el continente americano. Jisoo al observar la cara de preocupación de Lisa, entendió que tenía que ver automáticamente con Jennie.

—¿Qué pasó?

La omega contuvo su llanto, al escuchar la voz tensa de Jisoo. Respiró profundamente antes de comenzar a hablar.

—Roseanne... Roseanne y Ji-hu....

—¿Roseanne está herida?

—No...

Volvió a llorar como una niña pequeña. Se sentía indefensa. Débil. Mucho más débil que un recién nacido. Necesitaba la voz de su alfa. Necesitaba sus palabras tranquilizadoras. Necesitaba sus manos alrededor de su cintura.

—¿Ella está contigo?

—No. Ji-hu está aquí. O sea... Estuvo aquí. No sé...

—¿Qué no sabes?

Un disparo resonó en todo el edificio, sobresaltando a la omega. Podía sentir la tensión abandonar el cuerpo de Roseanne, y suspiró con pesadez. Si las cosas eran tal cual las sentía, Ji-hu estaba muerto.

—Está muerto.

El silencio reinó del otro lado por una cantidad eterna de segundos. En ese momento, Jennie comprendió que la situación en la que estaban era mucho más crítica de la que podían pensar.

Para ella, Ji-hu podía ser importante, pero la manera en la que realmente tenía relevancia, ella no lo conocía. No conocía muchas cosas que para sus amigas, eran completamente obvias.

—Roseanne acaba de matar al hijo de su tío. A su propio primo. Ji-hu controla muchas cosas. Clientes, cuentas bancarias, y puntos estratégicos. Iremos a buscarte.

Mierda.

La llamada fue acabada desde el otro lado, debido a que Jennie se encontraba demasiado sorprendida ante esa noticia. Por lo que imaginaba, eso no iba que ser tan sencillo. Nada sería sencillo.

Comenzó a caminar de lado a lado, imaginando todas las cosas que podía ocurrir en la familia debido a la muerte de Ji-hu.

Van a matarnos.

Después de aquello, no imaginaba a Roseanne tomando el puesto de su padre. No creía que matar a alguien no trajera repercusiones. Claro que debían existir.

Roseanne se había preparado toda su vida para ser la jefa de esa familia. Había dejado de lado una de sus pasiones, por hacerse cargo del negocio familiar. No podían castigarla quitándole aquello por lo que tantas cosas dejó. Nadie podía hacer eso.

¿Nadie podía hacer eso?

Sentía nuevamente el pánico avanzando con fuerza por su torrente sanguíneo. No quería vomitar otra vez. No quería llorar otra vez, pero no ocurrió.

Cuando la figura de su alfa ingresó a la habitación, todo su cuerpo reaccionó ante aquello, y sin esperar, se lanzó contra su cuerpo. Sus brazos se aferraron completamente a su cuello, deseando nunca tener que soltarse.

Estamos bien. Ella está bien. Estaremos bien.

Sostuvo el cuerpo tembloroso de la omega, y procuro mantenerla contra ella, para que sus niveles de estrés y preocupación bajarán. Llegó al área de la mordida, y repartió besos suaves. Lo suficientemente suaves para tranquilizar.

—Todo va a acabar pronto. Lo prometo.

—No me dejes. Por favor. No me dejes sola.

—Nunca. Nunca más.

Se besaron con la necesidad de aquel momento. Juntaron automáticamente sus labios, y Jennie se derritió entre el contacto suave y pasional que le estaba proporcionando.

Por instinto, comenzó a caminar hasta el sofá de cuero, y apoyó el cuerpo de la omega contra este.

¿Cómo podían sentirse de esa manera después aquel momento de tensión?

—Te necesito... Ahora.

—¿Ahora?

—Ahora.

No hicieron falta muchas palabras después de esas. Roseanne comenzó a desvestir a la omega con su característica delicadeza y devoción.

Con labios expertos, recorrió su cuerpo completamente, arrancando jadeos, gemidos y un sinfín de palabras amorosas de su parte. Habían olvidado al resto del mundo. Habían olvidado que continuaban en aquel edificio de muchos pisos, en el podía ingresar cualquier persona a esa oficina.

Ni siquiera tenía seguro la puerta.

Jennie colocó los ojos en blanco cuando Roseanne atendió su zona más delicada en esos momentos. Sus labios estaban entreabiertos, y respiraba con una dificultad enorme.

El placer nublaba sus pensamientos, y poder sentir, que su alfa también estaba a punto de desbordarse a causa del placer, únicamente la llevaba hasta un límite insostenible.

Jennie sabía que olvidaba una cosa. Una cosa demasiado importante. Los supresores debían tomarse diariamente. A la misma hora todos los días. Antes de tener relaciones. Antes de que comenzara a fluir en placer en su cuerpo. Nada iba a detener ese momento.

—D-dios mío.

Roseanne llevaba todos sus sentimientos a la hora de acariciar su piel. Sentía la pasión desenfrenada apoderarse del cuerpo de su alfa.

—T-te... Te necesito.

El dolor en su bajo vientre no la dejaba pensar con claridad. No dejaba de pensar en llenarse nuevamente de su alfa.

Cuando sintió los labios de Roseanne contra su cuerpo, volvió a jadear con desesperación. Sin ningún tipo de cuidado, arrancó la camisa que se encontraba totalmente arruinada después de aquello. Los botones volaron.

Después de lo que pareció una eternidad, las temblorosas manos de la omega, llegaron hasta la hebilla del cinturón de cuero, y de un sólo jalón, lo quitó de su cuerpo. Roseanne sonrió para sus adentros.

Cuando ambas quedaron en las mismas condiciones, Jennie empujó el cuerpo de su alfa, hasta que quedó completamente debajo de ella. Quería tener el control, y lo iba a tomar.

Nunca se había considerado una exploradora del cuerpo ajeno, pero haría las cosas que deseaba. Deseaba probar algo más allá.

Jennie iba a descender, pero los ojos llenos de terror por parte de Roseanne la detuvieron. ¿Acaso era algo malo?

—¿Q-qué haces?

—No... No te contengas.

Recorrió todo su torso con besos, y chupetones, que dejarían alguna marca. La alfa, no había despejado su mirada de los movimientos de la omega. Cuando comprendió lo que realmente estaba a punto de suceder, intentó evitarlo.

Estaba apoyada sobre sus codos, con la mirada fija en Jennie. Su corazón latía con fuerza, y su excitación dolía.

—No... No tienes que hacer eso.

Cuando la tibia y suave lengua acarició el glande rosado y húmedo, sus mejillas fueron atacadas por un violento sonrojo.

Jennie se estaba dejando guiar por sus instintos. Su omega le decía lo que hacer, y como hacerlo. No sabía ni siquiera porque había salido la necesidad de ponerse en aquella posición, pero no le disgustaba. Era otra manera de llenarse por parte de su alfa.

Se encontraba avergonzada, tan avergonzada, que no podía ver directamente a Roseanne. Notaba y sentía lo mucho que le gustaba aquella sensación. Al menos estaba haciendo algo bien.

—Amor...

Cerró sus ojos con fuerza debido a las maravillas que Jennie estaba haciendo. Sus manos en forma de puños, sus labios entreabiertos, y sus mejillas coloradas. Era una imagen demasiado tentadora.

La omega agradecía que Roseanne no la tomase por el cabello para obligarla a ir más profundo, o que tampoco elevase su cadera hasta llegar al final de su garganta. Parecía conformarse con suaves caricias en el glande. Después de todo, era su parte más sensible. Lo conocía gracias a todas las conversaciones con Lisa.

Aunque lo intentase, aquel miembro no entraría jamás en su boca.

—D-detente...

Pidió con el rostro lleno de vergüenza, y cuando por fin dejaron de torturar su cabeza húmeda, besó sin ningún tipo de reparación a la omega.

¿Las parejas hacen esto? ¿Besarse después de los orales?

Ignoró las ideas locas que pasaban por su mente, al sentir la erección de Roseanne contra su centro. No entendía como encendía su chispa, pero al igual que el día anterior, goteaba de la excitación. Haber realizado aquel acto, mezclándolo con los gemidos y jadeos por parte de Roseanne, y también, la habilidad de sentir lo que pasaba por su cuerpo. Todo eso, había provocado aquello.

—Estoy... Estoy lista.

Asintió lentamente, respirando profundamente. Tomó su propio miembro, y después de tres sacudidas, comenzó a frotar la punta de este, contra los pliegues de Jennie.

La espalda de la omega se arqueo inevitablemente ante aquella sensación terriblemente placentera. Mordió su labio inferior, callando los gemidos involuntarios.

Podría hacer esto todos los días. A todas horas.

El momento en el que comenzó a empujar hacia su interior, Roseanne se lanzó a besarla automáticamente. Aquel dolor punzante, se tranquilizaba con aquellos besos pasionales y suaves, que le demostraban todo el amor que su alfa le tenía. Era amor.

Tuvo que esperar algunos minutos para acostumbrarse al tamaño de Roseanne. Se dedicaron a besarse, y cuando el dolor desapareció, la propia omega comenzó a elevar su cadera en busca de más y más contacto.

El movimiento era tan lento y terriblemente erótico, que mordió el cuello de su alfa, para acallar sus gemidos.

—Te amo.

—Yo te amo más.

Aquellas palabras sólo sirvieron para acrecentar el placer que inundaba su cuerpo. Salía de ella, para ingresar profundamente, y para luego, volver a salir.

Las embestidas comenzaron a aumentar de intensidad. No llegaban a rozar lo violento, pero si tenían una frecuencia mucho mayor a las iniciales, y aquello, le gustaba muchísimo. Que todo iniciara lento, para culminar en un acto rápido, intenso, y caluroso.

Cuando los hábiles dedos de Roseanne, encontraron el lugar perfecto para acariciar, sintió como sus músculos comenzaban a contraerse.

A los pocos minutos, el dolor en su abdomen bajo explotó, llevándola nuevamente al orgasmo que no contuvo. Mediante un pequeño grito de placer, avisó a su alfa que podía acompañarla en eso.

Roseanne después de dos embestidas, llegó hasta su propia liberación.

Jennie sonrió satisfecha. Se llenó de su alfa, que se liberaba sin ningún tipo de control en su interior.

El nudo volvió a hincharse, como si tuviera vida propia, y realmente se necesitará en aquella situación. El nudo sólo serviría para dejarlas mucho tiempo unidas.

Después de aquel momento lleno de tensión y miedo, Jennie necesitaba estar con Roseanne. Había pasado todo extremadamente rápido, y con una intensidad que no sabía manejar. Pasar de estar temblando de miedo, a temblar de excitación, podía considerarse demasiado diferente.

—¿Estás bien?

Preguntó contra su cuello, mientras hacia todos los esfuerzos posibles por no caer contra la omega, y que tuviera que soportar todo su peso.

La sonrisa de satisfacción de Jennie no cabía en aquella habitación. Estaba feliz por todo eso. El mundo completo desaparecía al tener a Roseanne junto a ella.

—Muy bien.

Se apoyó de manera que pudiera controlar los espasmos que aún la atacaban. Continuaba temblando, y por inercia, Jennie la dejó apoyarse en su pecho, y comenzó a repartir caricias contra su espalda maltratada por ella misma.

Roseanne se encontraba sudorosa, despeinada y realmente agotada. Había sido algo totalmente intenso, y tan único que necesitaría de una grúa para poder salir de ese lugar.

Tener a su alfa entre sus brazos, era la mejor sensación del mundo, después de hacer el amor junto a ella. Podía mirarla, acariciarla, besarla, y sentirla.

La realidad en un momento u otro debía volver a ellas. Lo que las sacó de su burbuja, fue un teléfono. El teléfono de Roseanne.

No había posibilidad de moverse debido al nudo, y tampoco deseaba que su momento tan íntimo y personal se arruinase con aquello. Cualquiera debía esperar, aunque fuera su mismísimo padre.

[🌠]

El ambiente en la casa de la familia Park podía definirse perfectamente con una sola palabra; tensión.

Todo el mundo estaba a la espera de una sola persona. De la causante de todos esos problemas. De la persona que más necesitaba resolver sus propios problemas.

Una agitada Lisa, que se movía de lado a lado en la sala de estar, fue la primera en recibir a la pareja. Murmuró un par de palabras con poca coherencia, para posteriormente, abrazar a Jennie, y luego a Roseanne.

Cuando Roseanne cruzó el umbral de la puerta, junto a una sonriente Jennie, entendió que debía explicaciones. Muchas explicaciones.

Guio a la omega hasta llegar a la oficina de su padre, en la cual, reinaba el silencio. Al ingresar, se encontró con sus progenitores, y su hermana. Las personas con las cuales debía conversar después de haber hecho todo lo que hizo.

—No sabes lo preocupado que estaba por ti. Debemos hablar contigo. Es muy urgente.

Muy pocas veces había urgencia en las palabras de su padre. Esa era una de ellas. Notaba la tensión del hombre mayor, y también notaba a su propia madre, intentado calmarlo.

—Lo imagino, lo que pasó...

—Vas a tomar mi lugar ahora. No voy a esperar más para eso. Todo el mundo debe saber que en la familia hay nueva jefa. Es la única manera de garantizar tu seguridad y la seguridad de Jennie.

Fue un balde de agua fría completamente para la alfa. Esperaba un reto, un regaño, incluso, una charla mostrándole lo mucho que había fallado ese día, pero no, no tuvo ninguna de las cosas que esperó.

No estaba lista.

No estaba lista para nada. No estaba lista para tomar las riendas de un negocio tan complicado como lo era la mafia. Tampoco estaba lista para enfrentar a su tío, y pagar las consecuencia de lo que significaba matar a su primo. Y mucho menos estaba lista para trabajar en los cimientos de su propia familia.

Esperaba que su padre le diera una solución coherente a ese problema. No quería ser la jefa de nadie. No quería.

Roseanne irradiaba pánico.

—Papá...

—No hay negaciones. Lo que mi hermano siempre quiso, es el poder. Tardé demasiado en darme cuenta. Si no fuera por Jennie, lo hubiera ignorado eternamente.

—No puedo.

Park Jung-Ki se caracterizaba por ser un hombre correcto, dentro de lo que era un mafioso. Y también se caracterizaba por una gran habilidad para hablar. Para decir las palabras correctas, a las personas correctas. En aquella situación en la que su hija corría peligro, no tenía ninguna palabra para darle. Por el contrario, tenía muchísimo miedo.

—Roseanne, estás más que lista. Necesito que firmemos todos los traspasos de poderes, de todo lo necesario. Esta semana es la firma con los Alemanes. Tu segundo negocio oficial. El primero en tu lugar —habló tan rápido como la situación le permitía, mientras la alfa continuaba atónita en su lugar. El hombre se acercó hasta quedar frente a su hija, y tomarla por los hombros— Puedes hacerlo.

Sus ojos comenzaron a picar, y sin quererlo, las lágrimas corrían sin control por su rostro. Iba a entrar en pánico. Iba a caer en desesperación por la situación límite. No estaba lista para nada.

—No puedo. Voy... Voy a fracasar. No me siento lista.

—Tú me has ayudado a que esta familia sea lo que es. Ustedes son las que deben continuar con esto. Mi tiempo acabó.

—Papá, es mi culpa. Voy a aceptar las consecuencias...

De tan sólo imaginar las consecuencia que podía tener Roseanne, todo el cuerpo de Jennie temblaba de manera violenta. No quería que aceptase ninguna consecuencia. La quería con vida, sana y salva. La quería a su lado en todo momento.

Sabía que pedirle que firmara los documentos, y que aceptase su destino cuando no se sentía lista, era un acto egoísta, casi inhumano y terriblemente asqueroso, pero no se arriesgaría a perderla. No cuando recién comenzaba su real historia de amor.

Tienes que firmar.

Roseanne negó con la cabeza, mientras se alejaba de su padre, y se apoyaba contra el sofá de cuero de aquella oficina. No podía más con la tensión.

No se arrepentiría jamás de haber matado a su primo, pero si aquellas eran las consecuencias, lo hubiera pensado un poco más, para después volver a darle un tiro en la cabeza. Tenía la presión de su padre, pero también la de su tío. Iría a buscarla. Iría a vengar a su hijo.

Había roto demasiadas reglas ese día. Las reglas que había estudiado de memoria. Mató a alguien de su familia. A un miembro muy importante. Dejó a su familia de lado, por amor. Por su omega. Por su razón de existir y vivir.

—Si aceptas las consecuencias, todo será peor. Puedes morir, y yo no estoy dispuesta a perder a mi hermana. Como hermana mayor, te prohíbo escapar de tu destino —Mina llegó a su lado, y se sentó junto a su hermanita. Su frágil y compleja hermanita, de la cual, admiraba muchas cosas. En especial, su valentía— Lo haremos bien.

—Debo enfrentarlo.

—Y es mucho mejor que lo enfrentes siendo la jefa legalmente de todo esto. Si falla, él habrá cometido el acto de mayor traición, y tendrá a mayor número de personas en su contra.

Volvió a negar con la cabeza sobre esa situación. Había sido un día lleno de altibajos emocionales, que no tenía fuerza para absolutamente nada. Ni siquiera para pensar.

A pesar de haberse preparado toda la vida para tomar aquel lugar por el cual había nacido, realmente no estaba preparada emocionalmente para una carga así. Muchas cosas y personas dependerían de ella. Sólo quería ser una persona de veintiún años, que vivía su vida, junto a sus seres queridos.

—¿No hay otra opción?

—Te vienen a matar, no van a hablar contigo. ¿Entiendes la gravedad de la situación ahora?

Park Jihyo estaba igual de nerviosa que su esposo, y su hija mayor, pero no podía hablarle de otra manera que no fuera esa. No culpaba a Roseanne por matar a Ji-hu. Su instinto siempre le advirtió sobre él.

—¿P-por... Por qué te matarían?

Todas las miradas cayeron en el cuerpo de Jennie, que observaba la situación de manera confundida. Odiaba que todos mencionaran la muerte como si fuera la única opción.

¿Acaso los mafiosos no tienen la capacidad de comunicarse?

—Atentar directamente contra un miembro de la familia es una falta grave. Matarlo, es aún más grave. Te da las facultades como padre del fallecido, para buscar la misma venganza en su contra —la voz profunda de Jung-Ki, le producía escalofríos, y aumentaba su miedos con respecto a todo lo que estaba ocurriendo— Ojo por ojo. Se puede atentar contra cualquier miembro...

—Menos contra el jefe.

Terminó agregando la omega, sin dejar de observar y analizar a Roseanne. No podía dejar que Roseanne, rechazara su destino. Era la única manera de estar completamente seguras.

—Exacto. Por eso mi hermano estaba siguiendo a Roseanne. Siendo mi hija, puede atacarla cuantas veces quiera, y viceversa. No le conviene que Roseanne quede con mi lugar. No después de haber matado a Ji-hu. No le importa nada. Posiblemente su plan era ese. Llevar a Roseanne hasta un punto irreversible, y poder tener ese pretexto.

Mordió su labio inferior, y no contuvo el suspiro pesado que deseaba salir de su cuerpo. Tenía que encontrar la manera correcta de convencer a Roseanne.

Pero algo cruzó por su mente.

¿Qué pasaría con Jung-Ki y Jihyo? ¿En qué posición quedan ellos? ¿Podrían ser tomados como un miembro más? ¿También pueden ser atacados?

—Por eso no quiero firmar. No dejaré que mis padres carguen con mis errores.

Respondió en voz baja, sintiéndose aún más culpable. No podía arriesgar la vida de sus padres. No podía arriesgarlos a ser atacados a causa de sus actos. Iba a dar la cara. Iba a hacer lo correcto. Y lo correcto, era esperar pacientemente hasta que su tío llegase a casa.

Nunca había sido fanática de los problemas, pero haría cualquier cosa con tal de salir de aquello. Aunque significaba matar a otro miembro importante de su familia.

Jihyo no estaba dispuesta a poner en riesgo la vida de su hija. Prefería morir en su lugar.

—Firma. Te lo suplico.

—Mamá, no voy a hacer eso.

—No lo hagas por ti, hazlo por la familia. Te necesitan con vida.

—Y yo te necesito a ti con vida. Los necesito a todos con vida —se pronunció de manera segura, intentado calmar a su familia. Roseanne solía titubear con frecuencia, incluso callarse por miedo, pero en esos momentos, debía ser valiente— Lo que ustedes me han enseñado, es que debo ser valiente, y aunque tenga miedo, debo enfrentar esto. Yo... Yo... Yo siempre fui una alfa débil, miedosa. De todo. Incluso de mí misma. Nunca tuve un motivo... Un motivo para ser valiente. Y evadir el problema, no es ser valiente.

—No quiero que seas valiente, Roseanne. Esto no se trata de estatus. No se trata de quien tiene más valentía, o quien es más débil. Te necesito con vida porque eres mi hija —tomó las mejillas pálidas y húmedas de Roseanne, y observó los orbes que la habían cautivado desde el día uno. Recordaba cada momento con su hija, y el nudo en su garganta aumentaba— Eres mi hija, y te quiero con vida. Las personas que están aquí te aman, y necesitan que hagas eso. Firma.

Abrazó a su madre con tanta fuerza, que parecía que iba a ahogarla, pero necesitaba sentirse segura de lo que iba a hacer. Su decisión realmente estaba tomada, y no había ninguna manera de cambiarla.

Roseanne tenía un motivo para hacerlo, a pesar de poner su vida en riesgo. No le interesaba eso. Debía tener control sobre sus actos. Esa era una buena característica de un líder.

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