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Capítulo 32

Aquellas palabras paralizaron completamente a Roseanne. No sabía si era parte de sus mejores sueños, o de sus peores pesadillas.

Había soñado muchas veces con Jennie diciéndole aquellas palabras, pero escucharlo directamente, no sabía si tomarlo bien o mal.

Tenía un gran problema encima.

—¿Q-qué?

Se atrevió a preguntar después de varios minutos en silencio, con Jennie respirando contra su cuello, no era una tarea fácil de responder. Había perdido cierta habilidad del control de sus propios actos.

—Que te amo, boba.

Alejó ligeramente el cuerpo de la omega, ganándose una mirada de tristeza de su parte. Ella era una fracasada totalmente. No sabía cómo actuar, ni lo que hacer. Esos meses en distancia de Jennie, le estaban pensando demasiado.

Le pesaba haberle causado mucho daño. Le pesaba no ser la alfa ideal. Le pesaba el hecho de no sentirse digna de una persona como Jennie.

¿Por qué decidiría estar con ella después de todo el daño que le causó?

Jennie sintió el rechazo directamente, y no pudo evitar fruncir el ceño ante la actitud de Roseanne. Estaba pegada en las baldosas de cerámica de la pared justo al lado de ella.

Jennie continúa con su idiotez. Punto para Jennie.

—Yo... Yo no soy suficiente...no soy suficiente para ti. No después de lo que hice.

La omega comprendió el trasfondo de ese actuar por parte de Roseanne, y suspiró con alivio. Era más fácil que se expresara de esa manera, antes que aguantar el silencio eterno.

—Lo eres. Me lo demostraste por muchas semanas. Y te escogí a ti. No puedes escapar de esto.

—No quiero hacerlo, pero...

Agachó su rostro, quitando la mirada de encima de Jennie, para concentrarse en el suelo. Le costaba decir aquellas palabras. Le costaban muchas cosas, en especial, esas.

—¿Me amas?

Asintió al instante, sintiéndose una completa fracasada en la vida. La culpabilidad de sus acciones, nunca la dejarían vivir tranquila.

Casi había perdido al amor de su vida, por la terquedad. Casi lo perdió todo aquel día, y nunca olvidaría esa sensación en su pecho. Era la culpa, que la atacaba todos los días, al observar lo que había hecho con Jennie. Si la bala no la mataba, terminaría haciéndolo ella.

—Roseanne, eres todo lo que puedo desear. Siempre lo fuiste, y estoy más que segura de querer compartir mi vida contigo —aclaró despacio, atrapando las suaves y firmes manos de la alfa. Roseanne estuvo a punto de reclamar ante esas palabras, pero Jennie colocó su dedo sobre los labios de la contraria— Quiero estar contigo...

Ella también deseaba estar con Jennie. Lo deseaba más que nada en ese mundo, pero la idea de volver a hacerle daño, no la dejaba tranquila.

—Te amo.

Retiró suavemente la mano de la omega, para tomarla entre sus brazos, y devolver aquel abrazo que tanta falta le hacía. No pudo evitar olfatear el cuello de la omega, y sin querer, paso sus labios por la zona, provocando una corriente automática en Jennie.

—Quiero que lo hagas.

Recordó las palabras iniciales de la omega, y un vacío violento se creó en su estómago. Aquel sentimiento, muy pocas veces lo experimentaba.

—¿Qué cosa?

Esperó una respuesta verbal por parte de Jennie, pero a diferencia de lo que pensaba, simplemente negó con la cabeza, para sacarla del baño, y llevarla hasta quedar frente a la gran cama.

—Estoy... Me siento lista. Dijiste...

Tener la mirada intensa de la alfa sobre ella, y aquel dolor en su abdomen bajo, no estaba siendo una buena combinación. No era una buena combinación.

Podía sentir como todo sus sentidos cambiaban a una sonrojada Roseanne, que iba de la cama, hasta Jennie, y así sucesivamente. Deseo gritarle, pero sabía que no podría hacerlo.

—Aún tomo supresores. No... No tienes que...

—¿No tengo que controlarme?

Negó suavemente, notando como el color suave de los ojos de su alfa, comenzaban a oscurecer, como la noche más intensa de la galaxia.

Iba a reclamar, pero antes de que pudiera soltar una palabra, los suaves labios de Roseanne, se estamparon contra los suyos, explotando aquel sentimiento tan adictivo.

No pudo evitar soltar un jadeo suave ante el choque de sus lenguas, que sólo sirvió para aumentar el creciente deseo. Las manos de su alfa fueron directamente a su cadera, juntándose totalmente. Había un gran problema que resolver.

La suavidad del colchón a sus espaldas, le sacaron un suspiro, y los labios de Roseanne, fueron directamente a su cuello, comenzando a besar su delicada zona.

—Mía.

Deseaba afirmar sus palabras, pero se sentía hecho un completo desastre. Con un par de besos, ya sentía la humedad formándose entre sus piernas.

Precoz. Precoz y sumisa.

—¿E-estás segura?

Su voz sonaba ronca, pero también asustada. Sabía que Roseanne, al igual que ella, jamás había estado con absolutamente nadie, y le estaba entregando una gran responsabilidad. No quería que el miedo se apoderase de su alfa.

—Muy segura. Nunca tan segura como ahora.

No quería hacer las cosas mal, y para su propio convencimiento de esa situación, necesitaba escuchar aquellas palabras por parte de Jennie.

Por más que la excitación fuera parte de ella en esos momentos, no podía dejar de pensar en el deseo de la omega. Ella tenía el control de todo.

—Jennie...

—Eres la única persona que deseo en mi vida. Quiero que me muerdas. Quiero ser tuya, y quiero que seas mía. Nunca me voy a arrepentir de nada —aclaró lentamente, notando como la expresión de Roseanne decaída al escuchar las palabras, y se sintió como una idiota— ¿Tienes miedo?

—M-mucho... Mucho miedo. Aquí —apuntó directamente al centro de su pecho, sacándole una sonrisa a la omega, que notaba la excitación de Roseanne, pero al mismo tiempo, notaba su miedo— ¿Soy suficiente para ti?

—Eres más que suficiente, Roseanne. Por favor, no tengas miedo. No tengas miedo...

—Soy... Soy muy inexperta. No...

Sabía que debía tomar la iniciativa nuevamente en aquella situación. Iba a demostrarle que la amaba más que a su propia vida.

Tomó su rostro, y la atrajo hacia ella, transformando los besos que antes eran pasionales, en suaves, intentado darle a entender que podían equivocarse, podían fallar.

—Te amo. Te amo. Te amo.

—Y yo te amo más, mucho más. Muchísimo más.

Jennie sonrió ante el recibimiento de esas palabras. La danza que había comenzado suave volvía a tomar aquellas aristas eróticas y sensuales.

Cuando las manos de Roseanne llegaron al borde de aquella amplia polera, se separó ligeramente de los labios hinchados y rojizos de la omega, que le mostró una sonrisa de aprobación.

—¿Puedo quitarla?

—Sí, pero hay algunos cambios. No... No soy tan bonita como antes.

—Lo eres más.

Con cuidado, notó como la polera abandonó aquella parte de su cuerpo, dejándola al descubierto, e intentó taparse, pero el amor con el que la observaba fue suficiente para ser valiente en aquella situación.

Cayó nuevamente de espaldas al colchón, y la alfa se posicionó sobre ella. Dejó un beso en su frente, para luego, besar ambas mejillas, la punta de su nariz, y culminar en un suave beso en sus labios. Avanzó con el camino de besos, hasta llegar a su pecho izquierdo.

Mordió su labio inferior, frenando el gemido involuntario que deseaba salir de su cuerpo, al sentir la boca de Roseanne acariciando su pecho con devoción. Se sentía en el paraíso.

No entendía como un par de besos la llevaban al paraíso. Los besos de Roseanne eran la gloria absoluta.

Realizó la misma acción con su pecho derecho, tomándose la misma cantidad de minutos en ambos, sin dejar de tratarla con tanto cuidado y amor, que la omega no sabía si moriría de amor, o de calentura.

Dios. ¿Por qué se siente tan bien?

Cuando los suaves besos comenzaron a bajar en dirección a la zona de su cuerpo que más irradiaba calor en esos momentos, comenzó a sentir vergüenza de todo lo que su alfa causaba en ella.

Con un mirada de súplica, Roseanne observó a Jennie por algunos segundos, que parecían totalmente eternos. No podía sentirse tan expuesta ante esa mirada.

—¿Qué quieres?

—A ti. Todo de ti.

Mandó toda su timidez a otro lugar, y en aquellos minutos, sólo tenía una cosa en mente. Quería a Jennie completamente para ella. Quería que gritas su nombre, y la escucharan hasta el otro lado del continente. Quería hundirse hasta el fondo, y olvidar al mundo que las rodeaba.

—¿Todo?

—Todo.

Sus mejillas tomaron un color precioso bajo los ojos de Roseanne, que estaba más que emocionada por volver a escuchar a su omega delirar de placer. Ella quería volver a causar ese efecto en Jennie.

—¿Me dejas?

No habían palabras para describir las emociones que experimentaba nuevamente su cuerpo. Se dedicó a asentir con la cabeza, para darle permiso para mandar a volar su pantalón por los aires.

Nuevamente estaba desnuda frente a su alfa, que no perdió el tiempo, y recorrió el cuerpo de Jennie de pies a cabeza. Era perfecta. Era la persona más perfecta que conocería en toda su vida, y nunca se cansaría de decirlo.

—No sabes cuanto te extrañé.

—No más que yo. Te lo aseguro.

Deslizó su mano entre medio de las piernas de la omega, sin dejar de observarla en ningún momento. Deseaba sonreír al sentir la creciente humedad que goteaba de su centro, pero se contuvo al observar su sonrojo.

—¿Necesitas una toalla?

Preguntó de manera burlesca, y con cuidado, introdujo un dedo en su interior. La expresión de Jennie era poesía pura. La manera en la que sus mejillas brillaban, o sus expresiones de placer, simplemente, eran perfectas.

—No muerdas tu labio. Déjame escucharte.

Negó rápidamente con la intención de insultarla por burlarse de ella, pero con aquellas manos expertas, tomándola con cuidado y dedicación era difícil.

Contuvo sus ganas de gritar, y encorvó su espalda, buscando más contando con los dedos de la alfa, que salían y entraban lentamente. Roseanne era cuidadosa, pasional y excitante. Lo era, y demasiado como para controlar los gemidos que salían de su cuerpo. La manera en la que recorría su zona sensible, con tanta experiencia y facilidad, no tenía una explicación lógica. Roseanne dejaba de lado la lógica a la hora de amar. Se dejaba dominar por sus impulsos.

—Mierda.

Roseanne se acercó a ella, para besar su cuello, y morder en repetidas ocasiones el lóbulo de su oreja. Había encontrado varios puntos sensibles en Jennie. Uno de ellos, claramente, era su cuello.

—Te amo.

—Y-yo... Yo te amo más.

—¿Mucho, mucho, mucho?

Se aferró a las sábanas con una fuerza incontrolable y desmedida. No entendía como carajos Roseanne lograba ese efecto tan primitivo y lleno de deseo en ella.

—Demasiado.

Sabía que no le faltaría mucho para acabar si la alfa continuaba con sus maniobras, y aunque le costase demasiado, retiró la mano de Roseanne de su centro.

Creyó que estaba haciendo todo erróneamente, y por un sólo segundo, deseo llorar a mares, pero al tener los labios de Jennie contra los suyos, calmaron aquel sentimiento rápidamente.

—N-necesito que te quites la ropa.

Pidió con dificultad en medio de aquel beso, y logró separarse de la alfa. A los pocos segundos, el cuerpo de Roseanne, se presentaba ante ella sin ningún tipo de vergüenza.

La primera prenda en volar fue aquella polera gris, que escondía el paraíso. Sabía que su alfa poseía un cuerpo envidiable, pero parecía que estaba redescubriendo ciertas cosas.

Lo segundo, fue aquel pantalón amplio y suelto, que no dejaba muchas cosas a la imaginación. Contuvo la respiración, y simplemente, imaginó todas las posibilidades. Su garganta comenzó a secarse automáticamente, y cuando creyó que no podía gotear aún más, allí estaba su cuerpo, traicionando sus pensamientos.

¿Dolerá? Definitivamente va a doler.

Notó como Roseanne cayó a su lado, ubicándose detrás de ella. Sintió el besó entre la unión de su hombro y su clavícula, y se estremeció en su lugar.

Llevó su mano hasta el miembro hinchado y totalmente erecto. No podía describir con palabras la excitación que sentía en esos momentos. Roseanne era enorme, y aunque posiblemente iba a doler, no pensaba con la cabeza. La necesitaba. A pesar de que doliera, no iba a detenerse. El nudo de Roseanne. Eso obtendría.

—Jennie, ¿Aún estás segura?

Preguntó contra su cuello, a esperas de su respuesta. Sabía que podía arrepentirse de todo, y ella, la dejaría libre, pero si no lo hacía, no podría detenerse, no cuando tenía su cuello tan cerca.

—Estoy muy segura. Te necesito. Te necesito demasiado y ahora.

—No hay vuelta atrás después de que inicie con esto. S-si empiezo, no puedo parar, no porque no quiera hacerlo, sino, porque no puedo.

—No quiero eso. Te deseo. Lo sabes. Lo notas, y yo también puedo notarlo —comentó en un tono burlesco, tomando en cuenta que aún tenía sujeto aquel miembro en su mano— Te amo.

—Y yo a ti. Te amo mucho.

Se fundieron en un beso suave, sintiéndose por primera vez piel contra piel. Aquel contacto, provocó un jadeo suave por parte de Jennie, que ubicaba a Roseanne sobre su cuerpo, sin ningún tipo de vergüenza. Estaba segura de lo que quería.

Sus piernas se enredaron contra la cintura de Roseanne, dejándolas prácticamente unidas. Sólo debía comenzar a empujar hacia adentro. Sólo faltaba eso.

Pudo disfrutar la calidez de su tersa y suave piel. Jennie llevaba a Roseanne a un punto de delirio completo. Necesitaba tantas cosas de ella, necesitaba sentir que ese cuerpo, le pertenecía al cien por ciento. Jennie tomaría todo de ella, sin dejarle nada. No le importaba, porque su alma, le pertenecía a esa omega. No le temía entregarse, porque desde que la conoció, perdió el sentimiento de pertenencia, dejándole el control total a Jennie Kim.

—¿Lista?

—¿D-dolerá?

—Voy lento. Si duele, lo dejamos allí. No quiero que duela.

Jennie asintió lentamente, dejándose llevar por las caricias que Roseanne comenzó a repartir en su cadera. Era una buena forma de llevarse su atención.

Maldita alfa.

Cerró los ojos automáticamente cuando sintió que comenzaba a empujar contra ella. Dolía como el infierno, dolía demasiado, y casi logró sacarle alguna que otra lágrima en el proceso. Sentía que había tardado una eternidad completa en entrar a ella. Roseanne era enorme. Se sentía mareada, incluso, débil de lo tan grande que era. Tenía que acostumbrarse a ese ajeno, que no dejaba de palpitar despacio.

Le quitó el aliento cuando por fin estuvo en su interior por completo. Iba a partirse a la mitad, y a pesar de ser una sensación dolorosa, no quitaba que su cuerpo, deseara ese repetir ese momento por la eternidad.

—Respira, amor. Respira —susurró contra su oído, sin dejar de acariciar su cadera con tanto amor, que terminaría derritiendo a Jennie. Sintió besos húmedos en su cuello. Sabía que en pocos minutos, obtendría una marca allí. Un lazo que había esperado por mucho tiempo— Te amo.

Oyó murmurar a la alfa, que se encontraba totalmente inmóvil en su interior. No podía dejar de pensar en lo mucho que le llenaba aquella situación, a pesar de que doliera debido a su tamaño. Se sentía tan llena, que no deseaba ninguna otra cosa en la vida, que no fuera Roseanne.

Buscó con desespero los labios de la alfa, y se fundieron en un beso lento. Extremadamente lento, que comenzó a remplazar el dolor, por una necesidad animal de moverse.

Esto es el maldito paraíso.

—Muévete.

Ordenó a una inquieta Roseanne, que deseaba escuchar aquella palabras con todo su ser. Le costaba estar en el interior de su omega, y no moverse, ni tocarla.

Todo comenzó con suaves movimientos. Extremadamente suaves y delicados. Aún no se sentía completamente acostumbrada a aquel tamaño, pero a medida que pasaban los segundos, todo mejoraba. Todo se sentía más caliente y húmedo, incluso sus sentidos se habían intensificado únicamente para grabar en su memoria, los jadeos roncos que provenían de Roseanne.

Su interior pedía mucho más. Necesitaba llenarse de Roseanne. De todo lo que significaba ser su omega.

No duraría mucho. No cuando tenía aquellas embestidas llenas de placer, que resonaban en la habitación sin ningún tipo de vergüenza. Ni siquiera podía controlar sus gemidos, y no podía controlar la sensación de placer desbordante que producía hacer el amor con Roseanne.

—M-mierda.

Sintió como el calor se transformaba en uno tan sofocante, que sentía que terminaría ahogándose de placer. Besó el cuello de su alfa, dejando un rastro con su caliente lengua, que no podía controlarse de ninguna manera.

Pasó sus uñas por la espalda sudorosa de la persona que le estaba enseñando el paraíso. No pudo evitar realizar aquel acto tan primitivo, y tan posesivo. Necesitaba marcarla de alguna manera. Roseanne era suya. Sería suya hasta el final, y su posesividad sobre la persona que estaba sobre su cuerpo, no tendría límites.

—R-Roseanne...

—Te amo.

—Y yo a ti. Te amo.

Jennie no tenía experiencia en eso. Su cuerpo actuaba tan extraño, tan diferente, tan desconocido ante esa situación. Se estaba dejando llevar por el animal que vivía en su interior. Ese animal sediento de placer, que acabaría destrozando su cuerpo. Explotaría en cualquier momento. Todas sus extremidades comenzaban a contraerse, y el dolor en su estómago parecía tan irreal, que terminaría llevándola al borde del placer.

Después de varias estocadas profundas y una estimulación placentera en Jennie, el gemido de placer desenfrenado resonó en todas las paredes de la habitación, y dejando a Roseanne en un estado de alerta. Había llegado al ansiado orgasmo.

Besó en repetidas veces la zona de su cuello, mientras continuaba embistiendo contra el tembloroso cuerpo de Jennie, que experimentaba aquella sensación de placer avasallante. No lo aguantaría por mucho, no cuando en su interior, el calor había explotado.

Cuando creyó que aquella situación no podía empeorar, notó la tensión abandonar el cuerpo de Roseanne. Sus músculos de la espalda dejaban de marcarse, para dejar la suave piel, como nueva, y con una última embestida profunda, comenzaba a derramarse al interior de su omega. Podía sentirse llena, con su alfa en su interior. Se sentía llena de ella.

El nudo comenzó a crecer en su interior, a la misma media en la que sentía una mordida en su clavícula. Gritó por la sensación arrasadora que pasaba por su cuerpo. Nunca podría estar en un lugar con tantas sensaciones como en aquel momento.

Jennie cayó nuevamente en cuenta de su propia realidad. Roseanne lo sería todo. Desde siempre lo había sido todo. Su vida volvió a tomar sentido con una mordida. La mordida que le daba un sentido a su propia existencia. Las piezas encajaban nuevamente, dejando a ese par de almas, unidas firmemente hasta el final de sus vidas.

Soy suya. Soy suya. Seré suya siempre. Es mía. Es mía. Es mía. Nunca dejará de ser mía. Me pertenece y le pertenezco. Somos una.

—R-Roseanne.

La alfa estaba completamente viviendo un éxtasis. No tenía palabras para describir lo mucho que sentía en aquellos momentos. Iba más allá del amor. Iba más allá de la adoración. Su vida le pertenecía completamente a Jennie Kim. Todo tenía sentido en esos momentos. Su pecho desbordante de una alegría infinita, mientras intentaba controlar la manera de no dañar a su omega. Desde ese día, era suya, y Roseanne, le pertenecía de la misma manera.

—¿D-duele?

Preguntó en un tono bajo, pero seguro. Seguían unidas por el nudo, que tardaría varios minutos en bajar. Podrían estar una eternidad de esa manera.

Para Jennie, su vida completa recobraba el sentido que había perdido aquellos meses sin la presencia de su alfa. Sus vidas estaban hechas para ser compartidas.

—Un poco, pero nunca había estado tan feliz.

Roseanne había caído contra su pecho, y respiraba tranquilamente, mientras sonreía de manera embobada. No pudo evitar que sus ojos se llenasen de lágrimas. Lágrimas de una felicidad absoluta.

Había estado a punto de perder al amor de su vida. Había estado a punto de perderlo todo. Su vida no tenía sentido sin Jennie. Su omega que había ingresado a su hogar de infiltrada. La misma que había robado su corazón al instante de verla por primera vez.

—Te amo. Te amo tanto.

—Yo te amo más, Roseanne. Te amo mucho más. Mi vida sin ti no tiene ningún tipo de sentido.

Compartieron media hora de todo tipo de besos. Media hora que estuvieron completamente unidas por el nudo. Ambas estaban más que agotadas por aquella situación.

Se acomodaron en la posición que tanto extrañaban. Era la posición perfecta para ellas. Roseanne dejó varios besos en la perfecta mordida en el cuello de su omega, y susurró lo mucho que la amaba contra su oído, hasta que ambas cayeron en un sueño profundo.

Todo se sentía diferente. Se sentía muy diferente aquella mañana.

[🌠]

Su cuello dolía como el infierno. Dolía más de lo que podía admitir, pero al recordar los hechos de la madrugada anterior, no pudo hacer otra cosa que no fuera sonreír.

Por fin podía llamarse la omega de Park Roseanne.

Los brazos protectores, aún se aferraban a su cintura, y la respiración de Roseanne era demasiado suave. A pesar de eso, podía sentir el amor, la comodidad, y la protección emanando de Roseanne. Podía sentir sus emociones, como si fueran las suyas.

Su alfa la amaba más que a nada en el planeta.

Quería moverse, pero el dolor aumentó de nivel, provocando que cerrase los ojos con mucha fuerza, y en menos de dos segundos, tenía a Roseanne observándola con detención.

Notó la mordida en el cuello de Jennie, y sonrió automáticamente, pero al sentir el dolor que atravesaba el cuerpo de su omega, frunció el ceño con cuidado.

Acercó su boca hasta la herida, y con suaves lamidas, comenzó a apaciguar el dolor en su cuello. No había necesidad de expresarlo con palabras. Podía sentir la relajación de Jennie. Después de que la herida, estuviera completamente cerrada, volvió a mostrarle la misma sonrisa de satisfacción a la omega.

—Buenos días, amor de mi vida.

Habló con su característica voz de mañana, sacándole una sonrisa de embobada a Jennie, que se limitó a lanzarse contra ella, para llenarse de besos su rostro. Pasó desde sus mejillas, hasta llegar a los rosados labios, que atacó sin ningún tipo de consideración.

Podía morir de felicidad.

—¿C-cómo te sientes?

Preguntó devolviendo el beso que comenzaba que atontar sus sentidos, y dejándole con ganas de más.

—Bien. Demasiado bien. Pase la mejor noche de mi vida.

—Yo también.

Comenzaron una batalla de besos, en los cuales, comenzaba a crecer la excitación en ambos cuerpos.

Jennie jadeo gustosa al sentir la erección de Roseanne. Le gustaba tener ese efecto en ella. Podría estar recibiendo a su alfa, tantas veces como ella quisiera. No había una sensación de freno. Con sólo un toque, podía encenderla tan rápido.

La noche anterior se llenó de ella. Quería hacerlo siempre.

—Amor...

No escuchaba ningún pensamiento que no fuera uno totalmente relacionado con su alfa, y el nudo que la dejase otra media hora junto a ella.

Nudo. Alfa. Nudo.

—Trabajo...

Comentó con un gemido de su parte. Jennie tenía la intención clara de volver a compartir aquel ámbito íntimo junto a ella. También lo deseaba con las mismas ansias, pero tenía muchos pendientes. Tantos, que de sólo pensarlo, su cabeza dolía.

—No. No te vas. Te quedas aquí.

—No puedo faltar. Estoy... Estoy con demasiado trabajo.

Quería quejarse fuerte, pero frunció el ceño, separando su cuerpo del tentador cuerpo de su alfa. Si tan sólo supiera lo mucho que la necesitaba en aquellos momentos, no se iría.

—¿Volverás tarde?

—Volveremos temprano. No te preocupes por eso. Yo... Yo también te deseo...

Sentía sus mejillas enrojecer con violencia, pero ignoró aquello, cuando Jennie volvió a llenar su rostro de suaves y tiernos besos.

—Te amo.

—Te amo. Mucho, mucho, mucho.

La puerta comenzó a sonar suavemente, pero ninguna de las dos se encontraba en las condiciones para atender a la persona detrás de la puerta.

Roseanne tuvo que cargar con el cuerpo delicado de la omega hasta el baño, que observó las marcas de sus propias uñas, enterrarse en la piel pálida de su alfa. Sonrió para sus adentros.

Estuvieron en su mundo por mucho tiempo, más del que les gustaría admitir. No podían estar cinco minutos, sin dejar de besarse, abrazarse, o susurrar lo mucho que se amaban. Se sentían como un par de adolescentes enamoradas.

Cuando por fin abrieron la puerta, se encontraron con una indignada Lisa, que estaba por entrar a la habitación de la pareja, pero a diferencia de las veces anteriores, quien le evitó la entrada a la habitación, fue Jennie.

Había una sensación de posesividad con las cosas de su alfa. No deseaba que nadie más ingresara a la que era su habitación. La habitación que únicamente debían compartir ellas.

La beta observó confundida a su amiga, para intentar volver a ingresar, ganándose la misma reacción por parte de la omega, que la fulminaba con la mirada, como si de una amenaza se tratase. Jennie la sentía como una amenaza en esos momentos.

—Una noche con esta idiota, y te comportas como ella. Las malas costumbres se aprenden.

—No le digas así —soltó con rabia contenida, apoyándose contra el cuerpo seguro, tranquilo y protector de su alfa— Mi alfa.

Con sólo esa frase, Lisa comprendió todo lo que sucedía. Intentó acercarse al cuerpo de Jennie, pero el gruñido posesivo por parte de Roseanne sacó todas sus ideas.

No era la primera vez que se ganaba un gruñido por parte de su amiga, pero esa vez, realmente retrocedió por aquel sonido intimidante. Pocas cosas lograban intimidar a Lisa. Los gruñidos de Roseanne pasarían a ocupar el primer lugar después de ruido posesivo.

—¿Quieres ver a un médico? ¿Te sientes bien? ¿No te duele nada? ¿Sangras?

—Estoy perfectamente.

—Díganme por favor que lo hicieron sin ningún tipo de protección. Por favor.

Jennie podía sentir la molesta y la incomodidad de Roseanne, y con sólo tomarle la mano, notó como aquello disminuía. Dejó un beso en la comisura de sus labios, para luego, rodear el brazo de su alfa en su propia cintura, apoyándose contra su pecho.

Sonrió notablemente, cuando sintió como los labios de Roseanne se presionaban contra su cabello.

—Parecen un chicle. ¿Lo hicieron o no?

—Sigo tomando supresores.

—Carajo. Cuando más necesitamos un bebé, no tienen la cabeza para pensar las cosas con claridad —Lisa negó con molestia en su ser. El día anterior habían conversado mucho sobre lo que debían hacer. La familia necesitaba de un heredero lo más pronto posible— Tienes que dejar los supresores.

—No quiero dejarlos. Es un tema que no te incumbe.

Sabía que los primeros días después de la mordida, podían ser complejos, y con sólo observar la manera que se estaban comportando, comprendió que serían días difíciles. Sobre todo para ella.

—Roseanne, por favor, sabes que necesitamos que deje los supresores. Quiero un bebé por la casa.

Frunció el ceño con molestia, y decidió ignorar las palabras de Lisa. Sabía perfectamente que su omega, aún no deseaba tener hijos, y ella, se encontraba en la misma posición. No obligaría a Jennie a cargar con un cachorro, únicamente para suplir puestos dentro de la familia.

Automáticamente, los recuerdos de su tío fueron a su mente, y suspiró con pesadez. No quería que su ánimo se arruinase por aquello, pero era inevitable. Necesitaba acabar con él.

—Tienen que saber algo.

La omega apretó el cuerpo de Roseanne, aún más contra ella, y esperó las palabras de Lisa, descansando su cabeza contra su pecho. Sentía que aquella posición le encantaba, tanto como a ella. El lazo, era una maravilla completamente.

—¿Qué?

—Tu tío al parecer, visitaría Seúl pronto. Tiene muchas cosas aparentes para hablar con ustedes. Más bien contigo. Sabes que eso no significa nada bueno.

Jisoo apareció por el pasillo, para fulminar a Roseanne con la mirada. A pesar de estar recién llegada, notaba la manera en la que la alfa, intimidaba a su novia. Ella también podía defender a su pareja. Defendería a Lisa.

—¿Cómo sabes eso?

—Mientras te dedicabas a tus cosas, llamó. Lo que Lisa te dice, es algo serio. Tu padre está al tanto de la situación. Dales un nieto a tus padres, por favor.

—No vamos a tener hijos para el trabajo, Jisoo —Jennie se encontraba tan sumida por las consecuencias de la unión con su alfa, que no le interesaba cosas como esas. Lo sentía todo tan suyo, incluso la palabra cachorro. Debía proteger a su cachorro, aunque aún no estuviera embarazada. No lo estaba, pero la idea, sacaba su lado más posesivo. Ese cachorro pequeño, le pertenecía a ella, y a Roseanne— Sólo es trabajo.

—Jennie, no es sólo trabajo, es una familia completa. Te dije que estar con la persona más influyente del continente no sería bueno —comentó la beta, ganándose un gruñido de Roseanne, cuando intento acercarse a la omega. Podía notar la marca en su cuello, y también podía notar como Jennie brillaba de felicidad— Todos los organismos están en juego.

—No te metas en esto.

—Por favor. Utiliza tu rango de alfa. Con sólo una gota, podrías embarazar a cualquier persona. Eres más que fértil, y estoy segura que anoche le diste más que una gota.

Volvió a gruñir de manera mucho más molesta. Sentía que estaban sobrepasando los límites de la intimidad. No le agradaban los comentarios por parte de Lisa o Jisoo, que parecían encantadas de la situación.

—Roseanne, piensa la situación, por favor, y vete a trabajar, que tienes a todo el mundo paralizado.

Lisa intentó acercarse por tercera vez a Jennie, y al igual que había pasado en otros momentos, salió Roseanne a su defensa. Tendría que esperar varios días para poder hacer las cosas bien.

Caminaron tranquilamente, hasta llegar al vehículo que las llevaría al trabajo de Roseanne. No pudieron evitar estar compartiendo besos y abrazos como si su vida dependiera de eso. En parte, lo hacía. La necesidad física de estar constantemente juntas era inhumana. Se pertenecían.

Había una gran duda golpeando a Jennie. Prácticamente ya estaban juntas, no había otro motivo por el cual esperar tener hijos. ¿Por qué parecía ser un problema aquello? Estaría feliz con esa situación. Ambas los habían conversado, y ambas deseaban tenerlos.

El problema caía en el ámbito laboral. Sus hijos, lo desearan o no, estarían a cargo de una red de mafia. No la misma mafia que las películas, pero seguirían a cargo de eso. A pesar de ser una persona perteneciente a la mafia, Roseanne tenía las características de un ser humano ideal. No podía encontrar a un mejor alfa.

—¿Por qué estás preocupada?

Preguntó contra su cuello, que parecía ser el nuevo punto favorito. Había repartido muchos besos contra su mordida.

—No es nada.

—Puedo sentirlo.

Tomó su mano con suavidad, y negó con la cabeza. Le avergonzaba de cierta manera sonar como una ridícula frente a su alfa.

—Estaba pensando en las palabras de Lisa. Tal vez... No lo sé.

—Tal vez es un bueno momento para intentarlo —comentó despacio, observando el rostro sonrojado de la omega, que simplemente asintió ante sus palabras— ¿Quieres... Quieres un cachorro?

Jennie sonrió con amplitud ante el nerviosismo de su alfa. Era demasiado divertido jugar con ese lado escondido de Roseanne. O bueno, no tan escondido. La timidez, era de sus mayores cualidades.

—No lo sé. Lo quiero todo contigo, y si eso implica un cachorro...

—No tenemos que hacer las cosas porque nos obliguen. Nos tienen que nacer. Yo nunca te obligaría a nada. U-un... Un bebé es pequeño, y delicado, y debemos darle mucho, mucho, mucho amor. Y también es muy pequeño. Será pequeño. También son delicados, y yo soy muy bruta. Y también dices que soy enorme. Lo voy a asustar.

¿Qué hice para merecer una persona tan bella como Park Roseanne?

—No me siento obligada —aclaró rápidamente, dejando a Roseanne un poco más relajada. No quería que las palabras de ajenos pudieran influenciar en las decisiones de Jennie— Pero si tengo muchas dudas.

—¿Por qué?

—¿Te sientes lista? Son muchas responsabilidades. Sé que serás una madre asombrosa, pero un embarazo es complejo. Seré gorda y fea. Y hay muchas omegas que te quieren, y te van a desear. ¿Soy suficiente para ti?

—Lo eres, amor. Siempre lo has sido, y siempre lo serás. Nunca me gustó alguien, hasta que llegaste tú. ¿Por qué cambiarían las cosas ahora? —dejó otro beso en la mordida de Jennie, para luego, depositar muchos besos en los abultados y rosados labios de su omega. Roseanne jamás tendría ojos para otra persona— Y si engordas, es por el bebé. Crece dentro de ti. No me importa si lo haces o no. Te amaría de todas las maneras.

Jennie buscó especialmente fundirse en un apasionante beso con la mujer de su vida. Todo se sentía tan perfecto, tan único y íntimo, a pesar de que el conductor estuviera allí. Podían perder la noción del tiempo, sin ningún tipo de problema.

No supieron en qué momento llegaron al edificio del centro de aquella ciudad. Bajaron del vehículo, para ir directamente al ascensor. Tenían una gran conversación pendiente.

Todo el ambiente tranquilo y romántico que rodeaba a la pareja cambió cuando salieron del ascensor, para llegar a la oficina de Roseanne. En la puerta, se encontraron con la persona más desagradable que podían en aquellos momentos.

¿Qué mierda hace aquí?

[🌠]

joder, como amo está historia 

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