Capítulo 23
Enamorarse de un alfa diez años mayor que ella, nunca había sido un problema para la omega más codiciada de la academia de detectives. Ella, pudo considerarse una mujer feliz, a pesar de los conflictos que tenían todas las parejas.
Ambos, eran consumidos por un amor muy pasional, y bastante intenso. La sensación de una necesidad constante por poseer al otro estaba presente en todo momento. A pesar de eso, ellos, no estaban destinados a estar juntos. Lo que actuaba en ellos, era amor. No era el destino.
Al momento en el que cumplió veintiún años, se casó con él, y fueron a vivir a un pequeño, pero confortable departamento. Uno, en el cual iniciarían su vida.
Los primeros meses de aquel matrimonio, habían sido los mejores en la vida de ambos. Sexo, sexo y más sexo, y claramente, entre tanto sexo, siempre existía la posibilidad de procrear. Es así, como el matrimonio Kim, le daba la bienvenida a su única hija. Una pequeña omega, de cabello castaño, y mejillas redondas.
Eran felices, pero como nada es eterno, el espejismo de felicidad comenzó a caer por su lado. Ella, ya no se sentía llena junto a un alfa al cual no amaba realmente. Su calentura no le había permitido ver, que el sentimiento que operaba constantemente en ella era el miedo.
Siempre se llenaba del miedo que le producía el regreso de aquel alfa al hogar, o en los momentos de tensión, que comenzaban a crecer entre ambos. La relación, nunca había sido algo constructivo o sano. Después de todo, la calentura, se mataba, y el libido sexual, podía ser aumentado por cualquiera.
Lo que menos pensaba esa joven omega, era que el hombre que le juraba amor eterno fuera capaz de engañarla con sus compañeras de trabajo. Lo había pillado de la manera más descarada posible, y el alfa, había tenido la descendencia de negarlo.
Esa noche, frente a una pequeña Jennie de ocho meses, recibió su primera golpiza. Su marido, la dejó inconsciente por más de veinte minutos. Recibió puntos, y una licencia que tuvo que extender por un mes. Era el comienzo de una pesadilla.
Cada vez la situación era más y más insostenible. Los insultos, los golpes, las humillaciones comenzaron a ser parte de la vida de esa omega, que temía por su vida.
La gota que rebasó el vaso fue la noche previa al día que cambió sus vidas para siempre.
La mujer que había perdido la vitalidad que tanto la había caracterizado en su vida, lloraba desconsoladamente. Tenía marcas de dedos por todos lados, y su nariz sangraba a más no poder. Ella sabía que necesitaba ayuda, pero su hija, era el único motivo por el cual continuaba en esa casa.
Podía reclamarle de todo a su esposo, pero algo que nadie podía negar, era su buen desempeño como padre. Jennie, adoraba al hombre que le dio la vida, y ese hombre, de acciones repudiables, amaba a su hija. Se había prometido ser el mejor padre del mundo, por todo el daño que causaba a las personas a su al rededor. Nunca le haría daño a su hija.
Después de curar sus heridas, caminó hasta la habitación, en la cual yacía el pequeño cuerpo de Jennie. La omega menor, dormía tranquilamente. Se había prometido a sí misma, nunca mostrarle esa faceta a su hija, del hombre que tanto amaba y admiraba.
Su vida sin Jennie, no tendría el mínimo sentido, pero tenía que salir de ese hogar, o terminaría muerta. Ella, no era bienvenida allí, en cambio Jennie, era la única persona que podía estar segura en las garras de ese alfa. Estaba cien por ciento segura, de que nunca le haría daño a su hija, porque notaba el amor que le tenía, y aunque le doliera admitirlo, anhelaba un poco de ese amor y respeto que recibía únicamente su hija. Si las cosas fueran diferentes, ella, podría estar segura en esa casa.
En ese momento comprendió lo que debía hacer. Abandonar a Jennie, era lo más difícil que le tocaría hacer, pero, ya no estaba en condiciones de seguir recibiendo todos esos maltratos. Por su hija, y por ella, tenía que salir de ese lugar.
Después de la noche más difícil de su vida, le prometió en reiteradas ocasiones a la pequeña, que la amaba, y que volvería a buscarla en algún momento.
Cuando llegó el momento de soltar a la niña, fue consciente de la muerte. Había muerto al escuchar a Jennie implorar por ella, y pedirle que no se fuera. Los gritos de desesperación de su hija le habían quitado la vida. El hombre que le juró amor y protección había contribuido a ese final.
[🌠]
La verdad, siempre terminaba saliendo a la luz, y por más que la madre de Jennie Kim se hubiera prometido llevarse ese secreto a la tumba, la pregunta de su hija claramente tenía un enfoque negativo.
¿Quién era su padre?
Su padre había sido el causante de mucho sufrimiento entre omegas, incluida la mujer que le había dado la vida. Indirectamente, era el culpable del abandono que había sufrido.
¿Cómo podía seguir protegiendo al hombre que tanto daño le había hecho?
Aún no entendía porque era tan cobarde. Su mayor miedo, era que el odio de su hija aumentase, o que no le creyera sus palabras. Jennie tenía a su padre en un altar.
La verdad, debía salir a la luz...
—¿Desconfías del hombre que te cuidó?
Para la omega, esa pregunta era exactamente lo mismo que una cachetada directa al rostro, sin ningún tipo de preparación.
—Sí. Desconfío de él. ¿Soy una... Una mala hija?
Preguntó con lágrimas desbordando por su mejilla, mientras comenzaba a sentirse abrumada por sus propios pensamientos. Todo parecía doler y pesar. Su pecho dolía, creando la sensación de que en cual momento moriría.
¿Iba a morir esa tarde?
—No eres una mala hija por cuestionarte la calidad humana de tu padre. Es algo que todos deberían hacer. Seguía siendo una persona, aunque tú lo vieras como un santo. No lo era. Nadie lo es.
Las náuseas debido al pánico aumentaban con fuerza en Jennie. Limpiaba sus lágrimas, con el puño de su chaleco, analizando las palabras de la mujer a su lado.
Estaba claro que no era una santo, y por supuesto, ninguna persona rozaba esa categoría de santo, pero las cosas por las cuales lo mataron iban mucho más allá de un error. Eran delitos graves contra inocentes.
Una cosa era comprar la fruta equivocada en el supermercado, o confundirse con los signos en un problema de matemáticas. Otra cosa, era ser un abusador de omegas. Aprovecharte de la posición en la que naciste, y abusar de otras personas.
¿Su padre podía ser esa clase de ser humano?
—N-nunca... Nunca te he pedido nada... Nunca planeaba hacerlo, pero necesito que me digas la verdad.
Pidió con voz quebrada, mientras lloraba con rabia e impotencia. No entendía en qué momento había llegado a estar tan mal, y convencida de que su padre, no era la persona que ella creía.
Los sentimientos encontrados en la omega se comenzaban a transformar poco a poco, en algo tremendamente común. Las personas siempre la iban a decepcionar. Tarde o temprano, sería decepcionada.
—Tu padre... Era difícil.
—¿Por qué?
—Porque tenía exigencias. Era un alfa exigente en todos los aspectos de la vida. Convivir con él, era complicado. Creo que la única persona con la que sacaba su lado humano, eras tú.
Jennie se removió incómoda en su lugar, esperando que eso fuera un sueño. Ella no recordaba a su padre como alguien difícil, por el contrario, era un hombre amable, de buenos valores y agradable.
Mentiras...
¿Podría vivir engañada tanto tiempo? ¿Su padre podría haberle mentido y fingido tanto? Toda su vida llevaba creyendo que ese hombre, era la mejor persona, y un total ejemplo a seguir.
¿Cuánto me has mentido?
—Yo... Yo siento que no me mientes. S-sé que no me estás mintiendo, pero necesito saber más.
La mujer a su lado no pudo evitar sonreír entre lágrimas. Que Jennie le creyera sus palabras, era la mejor noticia que podría recibir en mil años. Eso significaba, que en el fondo, aún confiaba un poco en ella.
—Te... Te voy a decir toda la verdad, pero quiero que te quede algo claro antes —la omega asintió rápidamente con la cabeza, aceptando la condición que le ponía su madre— Ese hombre, a pesar de todo lo malo que le hizo al mundo, fue tu padre. Puede que haya sido un gran padre, pero una persona terrible. Eso es lo que fue, y no puedes tapar el sol con un dedo. Si entiendes mi punto, responderé a todas tus preguntas.
Un gran padre, pero una terrible persona. Eso había sido ese hombre. Un gran padre con ella, pero una persona terrible.
La confirmación de esa noticia golpeó a Jennie directamente. Deseaba llorar, gritar, e insultarlo, pero lo único que salía de su cuerpo, eran lágrimas silenciosas.
—Tu padre, era un abusador. En todo el sentido de la palabra. Abusaba de sus compañeros de trabajo en menor rango, abusaba de desconocidos, y de todo lo que podrías pensar.
—¿De ti también?
Temía por la respuesta a esa pregunta. Temía saber que su madre había sido abusada por él, aunque en el fondo, sabía la respuesta a esa pregunta.
La mujer levantó la manga de su sudadera, y le mostró las marcas de los cigarrillos que tenía en su piel. Eran cicatrices de quemaduras.
—Me golpeaba. No sólo me golpeaba, sino, que me humillaba. Sufrí muchos años.
La omega mordía el interior de su mejilla, para no quebrarse completamente frente a su madre. Podía ver las cicatrices, y la rabia crecía en su interior. Habían lastimado a su madre en sus narices, y ella no tenía un mínimo recuerdo de eso. Nunca lo habría imaginado.
"Perdóname por todo el daño que te estoy haciendo."
Jennie nunca había entendido en trasfondo de esa frase que le repetía constantemente, pero en ese momento, las piezas parecían reacomodarse.
Le pedía disculpas por todo el daño que le había hecho a su madre. Todo ese daño, la había obligado a irse, a marcharse y a dejarla sola. Había destrozado en culpa, a una persona que no era la culpable de todo el daño.
—¿Te fuiste por su culpa?
La mujer, giró su cuerpo, para enfrentar a su hija. Tomó una de las manos de Jennie, y a pesar de estar temblando, la sostuvo con cuidado.
—Me fui porque iba a morir en esa casa. Tarde o temprano, iba a morir. Prefería que me recordases como una madre fugitiva, antes de tener que pasar por un duelo de esas características. Dejarte... Dejarte fue lo más difícil que hice en toda mi vida.
—Me dejaste con un abusador. Con el hombre que te golpeaba. M-me... Me dejaste con él.
—Con tu padre. Nunca te hizo daño, y nunca lo iba a hacer. Lo veía en él. Veía el amor que te tenía.
Jennie se soltó del agarre de la mujer, levantando su cuerpo de la silla frente al mostrador. Debía decir que la mezcla de sensaciones en su cuerpo estaba siendo una extrema.
La ansiedad fluía al igual que la sangre. La rabia se había aferrado a su cuerpo, al igual que la impotencia de nunca haber notado esos actos. Tenía miedo, confusión, pero sobre todas las cosas, odio. Sentía el odio hacia su padre como el más vívido de todos los sentimientos. El odio que vibraba en el pecho, como un recordatorio de la basura que había sido su padre.
Lo odiaba con todas las células de su ser. Lo odiaba por golpear a su madre, por abusar de sus compañeros de trabajos, o de omegas indefensas. Después de la confesión de su madre, era totalmente obvio que su padre, no sólo era un golpeador, sino, que un depredador sexual.
No sólo odiaba a su padre por todos esos motivos, también se odiaba a sí misma por nunca notar esos comportamientos. Ella estaba en la misma casa que su madre, en los momentos que le pegaban. Lo había defendido, y le había mostrado al mundo, que ese hombre era bueno.
—¿P-por qué nunca lo denunciaste?
—La academia lo encubrió. Muchos años. Incluso, después de su muerte. Hasta el día de hoy, lo sigue encubriendo.
La respiración de Jennie se detuvo, y sintió como sus piernas temblaban, llevándola directamente al suelo. No hizo esfuerzos por ponerse de pie, porque no podría hacerlo, aunque no intentase mil veces.
Todo en la vida de Jennie Kim caía como una mentira. El recuerdo de su padre, el odio que le tenía a su madre, y la convicción que alguna vez tuvo para ser la mejor detective del país. Ese lugar estaba lleno de encubridores a delitos terribles.
¿Cómo había sido tan ciega? Nunca lo sospechó, nunca lo cuestionó, nunca lo notó.
"Mira, los adultos... Los adultos cometemos errores, pero sé que tú, no serás la misma basura que yo. Espero que puedas perdonarme todo el daño que te estoy haciendo, Jennie."
Llevó sus manos hasta su pecho, mientras respiraba de manera errática. Sentía que el aire escaseaba, y que no podía respirar. Intentó levantarse del suelo, pero su madre se sentó a su lado.
—No puedo respirar.
La sensación de opresión en su pecho era terriblemente aplastante, y desesperante. Quería gritar, pero la sensación de ahogo estaba presente.
Comenzó a sollozar audiblemente, mientras los espasmos de dolor se apoderaban de su cuerpo, haciéndola temblar. Su madre tomó a la chica por los hombros, y la observó con preocupación.
—Es un ataque de pánico. Tienes que seguir mi respiración.
—No... No puedo... No puedo respirar.
Sus ojos estaban plagados en lágrimas, mientras un puchero triste se apoderaba de sus labios, sin dejar de temblar violentamente.
—Sigue mi respiración. Inhala, mantén el aire, y después exhala.
Estuvieron controlando la respiración de Jennie durante varios minutos. Le fue muy difícil aplacar la sensación de ahogo, pero gracias a su madre, lo había logrado.
A pesar de volver medianamente a la normalidad, su pecho seguía doliendo intensamente. Le dolía muchísimo, y deseaba llorar por una eternidad. Todos sus sentimientos, estaban masificados.
Estalló por segunda vez en llanto, y escondió su rostro entre sus manos. Necesitaba desahogarse mediante aquel comportamiento. No conocía otra manera de desahogo, que no fuera llorando.
Irene observaba el cuerpo de su mejor amiga descansando en su habitación. Había sido definitivamente, la noche más difícil. Jennie sufrió tres crisis de pánico, y la única manera que tuvo para calmarla, fue dándole medicamentos. Llevaba horas durmiendo, pero la alfa presentía que su tranquilidad, se iría.
A su lado, la madre de la omega observaba el cuerpo de su hija con una sensación extraña en su cuerpo. Al igual que la chica, ella también estaba preocupada. Su hija recibió demasiada información en poco tiempo.
—¿No cree que lleva mucho tiempo durmiendo?
—Tiene que descansar. Es mejor dejarla tranquila.
Abandonaron la habitación, para llegar al área del comedor. Irene había preparado un desayuno bastante improvisado, pero que le servía para recuperar un poco de fuerzas.
La mayor tenía muchísimas dudas con respecto a la vida de Jennie, y no tenía la personalidad para hacerle esas preguntas a su hija. La única persona que podía ayudarle un poco era la alfa frente a ella.
No sabía nada de lo que hacía, ni donde pasaba la mayoría del tiempo. No sabía absolutamente nada. Quería llegar a conectar con su hija nuevamente, y que Jennie pudiera darse la oportunidad de conectar con ella.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—¿Otra?
—Sí, otra.
—Bueno —le dio un sorbo a la taza de café, antes de fijar su mirada en aquella mujer— La escucho.
—Quiero saber cosas sobre Jennie. Su trabajo, su vida y demás. Necesito recuperar el tiempo con mi hija.
Irene asintió lentamente con la cabeza. Entendía el punto de la mujer, pero también pensaba en el estado de su mejor amiga. Ella la había visto sufrir, llorar y gritar por esa mujer. La alfa, sabía que todo el mundo merecía una segunda oportunidad, si realmente se arrepentía. La madre de Jennie se arrepentía.
—Jennie, al igual que usted, y su padre, ingresó a la academia. Está en una misión...
—¿Y de qué trata?
Esa misión era algo clasificado, y bastante privado, pero Irene no sentía desconfianza hacia la mujer, por el contrario, le transmitía bastante paz.
—Pues, ¿Conoce a la familia Park?
Pocas personas sabían la existencia de aquella familia. Era demasiado difícil confirmar su existencia, pero la mujer comenzó a removerse en su lugar.
En sus tiempos, ellos también habían tenido la vaga idea de involucrarse con esas personas, pero había terminado terriblemente mal, y después, tuvo que dejar su trabajo, a causa de las peticiones de su ex marido.
—No van a lograr nada con esa familia. Es imposible. Nunca les vimos la cara. Pueden ser mil personas, o una.
—Jennie... Logramos infiltrar a una chica, y a Jennie. Ella... Ella vive con esa familia.
La sorpresa se apoderó por el rostro de la mujer, abriendo sus ojos con impresión. Su hija, estaba inmersa en la casa de una familia que era altamente poderosa, y que poseía una mala fama increíble. ¿Cómo Jennie sobrevivía tranquilamente en ese lugar?
Ella había notado el aroma de un alfa entre su cuerpo, y aunque le costase admitirlo, su hija, ya no era una pequeña de cuatro años. Jennie era una adulta, que poseía sus propias decisiones, y sabía lo que era correcto o incorrecto. Tenía buenos valores, y tomaría la decisión correcta.
Tal vez, su hija se había enamorado de alguien.
—Bien, asumo que está investigando a la familia.
—Lo está haciendo, pero es peligroso. Usted... Usted sabe a lo que se dedican. La mafia no es un juego.
—Jennie, es inteligente, siempre ha sido inteligente. Sabe cuidarse, aunque sea omega, y no lo sé. Tendemos a juzgar a las personas sin conocerlas. Puede que las personas de esa familia vendan drogas y armas, pero que en el fondo, no sean malos.
—¿Cree que son buenos? Tenemos la sospecha de que trafican personas.
—No lo hacen. Jennie no estaría tan tranquila si lo hiciera. Mira, si realmente fueran malas personas, mi hija no estaría tranquila en ese aspecto de la vida, y como tú lo dijiste, ella misma volvió por su propia decisión. Volvió a esa casa llena de mafiosos, por su decisión. Algo bueno ocurre allí.
Irene mordió el interior de su mejilla ante las palabras de la madre de Jennie. En el fondo, sabía que estaba diciendo la verdad. Si esas personas fueran tan malas, Jennie no hubiera regresado, y tampoco estaría tan tranquila.
¿Cómo calmaba la desconfianza que tenía? ¿Cómo le explicaba a su mejor amiga que alguien planeaba acabar con la familia que tanto quería?
Habían cosas que Jennie aún desconocía, pero tener la identidad de la hija de Park Jung-Ki, había servido de mucho. Se tenía la foto de muchos otros miembros de la familia. Los encontraban por las calles de Seúl tranquilamente. Eso significaba una cosa; actuaban como personas normales. Vivían impunes frente a los crímenes que cometían, y ella, tenía que sacar a Jennie del medio.
Por el pasillo del departamento, una mareada y confundida omega apareció. Antes de que pudiera caer al suelo, los brazos de Irene rodearon su cuerpo.
Jennie estaba muy confundida, debido al medicamento, y murmuraba cosas sin sentido aparente. Más bien, parecía buscar a alguien. El aroma de alguien.
—Amiga, calma. Estás bien aquí. Tienes que volver a dormir.
—Sácame de aquí. Quiero... Quiero a mi alfa. No puedo seguir aquí. Llévame con ella.
Irene se separó abruptamente de la omega, dejándola aún más desprotegida de lo que ya estaba. Los brazos de su madre rodearon su cuerpo, evitando que cayera al suelo.
Su mayor miedo se había hecho realidad. La persona de la cual llevaba enamorada todos esos años había encontrado a su alfa. Ella no era su alfa, pero la amaba de todas las maneras posibles. La amaba más que a su propia vida, y no aguantaba que tuviera sentimientos por otra persona.
—¿Alfa? ¿De qué estás hablando?
—Roseanne. Quiero estar con ella —Jennie estaba entrando en un episodio de desesperación y pánico. No se sentía segura en otro lugar. No se sentía segura con Irene, o con su madre. La única persona que provocaba ese sentimiento de seguridad en ella era su alfa, y la estaba necesitando— Necesito un teléfono.
La mujer que la sostenía le extendió su teléfono, y vio cómo su hija, se escapó de su agarre, yendo directamente al sofá. Jennie se había asegurado de recordar el número de alguien importante. La única persona que podía sacarla de allí. Después de varios segundos de incertidumbre y desesperación, recibió la respuesta.
—¿Hola?
—Jisoo, sácame de aquí. Ven a buscarme, te lo suplico.
—Estúpida. Tienes a todo el mundo detrás de ti. Estoy en cinco minutos en la puerta de esa pocilga. Necesito que vengas rapidito hasta la camioneta.
—Estaré atenta.
Escuchó como el vehículo se ponía en marcha rápidamente. Sabía que Jisoo aún tenía algo que decirle, pero estaba muy ocupada atropellando personas. La beta no era muy buena manejando en estado de nerviosismo.
—Creemos que ya saben todo...
—¿Eh?
—Llegó un paquete con fotos de todos los miembros importantes de la familia, directamente a casa. No sabemos si es broma de algún idiota, o realmente es Seulgi. No quiero asustar, pero mi intuición dice que es Seulgi.
Mantuvo su expresión facial lo más tranquila posible, y cortó la llamada. Frente a ella, tenía a una de las personas que trabajaban con Seulgi. No sería difícil que hiciera algo en su contra en esos momentos. La amistad entre ambas no podía seguir existiendo.
Irene comenzó a juntar todas las piezas del puzzle que había armado. Desde el extraño comportamiento de Jennie, hasta el último nombre que recibió. Roseanne, debía ser la única persona que no tenían identificada. Roseanne era la otra hija de Park Jung-Ki. Eso dejaba a Jennie en un problema demasiado grande.
—¿Quién es Roseanne?
—Mi alfa.
—¿Y es hija de ese criminal, cierto?
El silencio era la mejor respuesta a ese tipo de preguntas. El silencio hablaba más de lo que parecía. En ese momento, el mejor aliado de Irene, fue el silencio de su mejor amiga.
—No es quién tú crees.
—Son criminales, Jennie. No puedo creer que intentes defender algo así. A una criminal.
—No la conoces.
En ese punto de la conversación, Irene había dejado de pensar con claridad, y simplemente, se dejó llevar por las sensaciones que comenzaron a fluir por su cuerpo. Quería acabar con el amor que Jennie le tenía a Roseanne. Quería acabar con Roseanne.
—¿Cómo eres tan estúpida? Esas personas son malas. No son buenas personas. Creí que lo entendías.
—No puedes decir eso. Ella es una buena persona. Yo lo sé. La conozco.
—Que te acuestes con ella, no significa que sea una buena persona —escupió con rabia, observando directamente a su lastimada amiga. No sentía pena por ella. No sentía nada más que rabia contra la omega— Eres igual que todos los otros omegas. Débil, idiota, y sumisa. Te dejaste llevar por el amor hacia esa idiota. Ella no te ama.
Jennie podía aguantar muchas cosas por parte de las personas, pero que Irene dijera que Roseanne no la amaba, era algo que no podía soportar. Simplemente, no podía.
Ella veía amor en los ojos de Roseanne cada vez que la observaba, o cada vez que hablaba con ella. Veía amor en sus gestos, en su manera de tratarla, de ser. Sentía el amor en sus besos, o en sus abrazos, incluso en gestos tan básicos como dormir abrazada a ella, podía sentir amor. El mismo amor que fluía por su cuerpo. Ella también lo sentía, y no podía seguir ocultando ese sentimiento que Park Roseanne provocaba en ella. Estaba perdidamente enamorada de Roseanne, y lo estaría hasta que su corazón dejase de latir.
—La amo.
Esas simples palabras, desataron a la alfa frente a ella, que comenzó a reír amargamente, intentando despertar de esa pesadilla, pero era una realidad. Jennie Kim amaba a una persona que no era ella.
—No.
—Irene, sé que puedes creer que es una locura, pero no lo es. Lo siento aquí —apuntó al centro de su pecho, y sonrió como idiota. Se había tardado demasiado para darse cuenta o aceptar sus sentimientos. Esperaba que no fuera tarde— Estoy enamorada de Roseanne. No es por capricho, ni por miedo, o por lo que sea que pienses que puede ser. Estoy enamorada de Roseanne.
—No lo estás. Realmente no lo estás. Lo dicen porque pasas mucho tiempo con ella, pero no puedes amar a una persona que lastima a otras. No puedes amar a esa idiota.
—La amo tanto como ella me ama a mí.
El claxon de una camioneta conocida resonó por todo el departamento, sacando a Roseanne de su trance. Observó el lugar, y se encontró con la figura de su madre.
—Aún nos debemos muchas conversaciones.
—Tienes que irte. Cuídate mucho. Sé que estás haciendo lo correcto.
—I-intentaré buscarte.... Para hablar.
Esas palabras, eran lo mejor que la omega mayor podía escuchar. Que su hija, planeara buscarla en algún futuro, le daba esperanzas para seguir esperando por ella.
La atención de Jennie cambió desde su madre, hasta Irene, que estaba perdida en un punto muerto en el suelo. Estaba atónita ante la revelación que su mejor amiga había tenido con ella.
—Creo... Creo que también tenemos muchas cosas que hablar en un futuro cercano.
La omega no deseaba ganarse el odio eterno de su mejor amiga, por haber escogido una vida junto a la persona que amaba. Sentía que no lo merecía. No merecía ser odiaba por escoger su felicidad. Su felicidad, tenía nombre y apellido. Ella, era la única que conocía el corazón de Park Roseanne. El corazón más puro y noble que jamás conocería.
—Jennie...
—No digas nada. No necesito que me insultes por mis decisiones —soltó con amargura, recordando las palabras que le había brindado hace varios minutos— Realmente la amo, y como mi mejor amiga, deberías entenderlo.
Jennie estaba dispuesta a marcharse y no volver. Después de cruzar el umbral de la puerta, no pudo evitar sentir como latía su corazón desenfrenado.
Detrás de ella, una alfa desesperada, seguía sus pasos. Nunca pensó perder el control de sus impulsos con su mejor amiga. Nunca creyó que cometería tantos errores en un solo día, pero allí estaba, en la entrada del edificio, dejándose llevar simplemente por su lado animal.
Cuando tomó el brazo de Jennie, la omega se removió de su agarre con una expresión de miedo, que le llegó hasta el final de su pecho. Los celos fluían por su cuerpo. Sólo imaginaba el rostro de satisfacción que tenía Jennie cuando era tomada de esa manera por su alfa.
Sin más, agarró el rostro de Jennie con algo de fuerza, y aprisiono sus labios contra los de la chica, que permanecía como una estatua frente a ese acto. Lo que menos esperaba por parte de Irene, era un beso.
Comenzó a removerse rápidamente al notar lo estúpido que era. Ella no deseaba un beso de su mejor amiga, o lo poco que quedaba de ella. Deseaba con todas su fuerza empujarle, pero los dedos de la alfa se presionaban de manera fuerte contra su rostro. Tan fuerte, que comenzaba a doler.
En una recuperación de sus sentidos básicos, se alejó de Jennie, y se encontró con la expresión más dolorosa de toda su vida. Podía ver el miedo. Podía oler el miedo. Ella, había pasado a llevar a su mejor amiga con sus actos. Jennie no la deseaba. No deseaba sus besos, ni su contacto. Después de eso, ni siquiera desearía su amistad. La había besado a la fuerza, sin su consentimiento. Irene rápidamente, se transformó en una persona indeseada en la vida de Jennie Kim.
—Lo siento.
Amagó con acercarse a ella, pero al ver los desesperados orbes llenos de lágrimas, se retractó, poniendo distancia con Jennie, que temblaba de miedo. Había arruinado el mejor vínculo que crearía en toda su vida.
—Estoy enamorada de ti. Estoy terriblemente enamorada de ti, y no quiero que la escoges a ella. No quiero que vuelvas con ella. Quédate conmigo.
Esa confesión golpeó a Jennie automáticamente. Después de besarla a la fuerza, estaba confesando sus sentimientos hacia ella. Quería correr, pero se sentía muy débil para hacerlo. Su rostro dolía, y aún podía sentir la presión de los dedos de Irene en sus mejillas.
La dejaba en una posición extraña. Su corazón tenía una dueña. Había nacido para estar con Roseanne. Eso no cambiaría por nada del mundo, pero no quería perder la amistad que había creado con Irene durante todos esos años. Eran una familia.
—No puedo corresponderte.
—Pero te amo. Te amo tanto como lo hace ella. Te amo más de lo que esa persona podría amarte. ¿Crees que exponiendo tu vida te demuestra lo mucho que te ama? ¿Eso es lo que quieres? Tenías sueños, metas, todo. Una vida. Estando con esa mujer, no lograrás nada. Problemas. Es todo lo que puede ofrecerte. Querías transformarte en una buena detective, viajar, tener hijos. Con ella, no puedes hacer nada. ¿Estás dispuesta a dejar todo de lado?
La respuesta estaba clara. Estaba completamente clara para Jennie. Dejaría toda su vida atrás, por estar con Roseanne. Su vida era Roseanne. No pensaba en otra cosa que no sea en ella. No le importaban sus planes pasados, o lo que alguna vez deseo. Lo único que se repetía en su cabeza, era la alfa de voz suave y sonrisa amable.
—Ya dejé todo eso en el pasado. Aunque no exista un enfrentamiento, yo escogí mi lado. Y mi lado está junto al de mi alfa.
—No quiero que dejes nada de lado. Quiero que sigas tu vida. Que vivas. Puedes vivir.
—Siempre será ella, Irene. Nací para estar con ella, y moriré junto a ella.
Envió una sonrisa triste hacia la persona con la cual había compartido tantos lindos recuerdos, pero ese era el último punto que le faltaba. Sus caminos ya habían tomado rumbos diferentes desde que ingresó a la casa de la familia Park.
Una vez más, Jennie había escogido a Roseanne. Siempre sería Roseanne.
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