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Capítulo 20

Una pequeña de cuatro años lloraba desesperadamente, a causa de los gritos de molestia que provenían del borracho hombre. Observaba con curiosidad el papel que tenía entre sus manos, sin entender nada de lo que decía la carta de despedida.

Era la primera noche que pasaba lejos de la mujer que le había dado la vida, y ya la extrañaba. Las últimas palabras de su madre habían sido una muestra total de su amor por ella.

"Eres todo lo que tengo, Jennie. Volveré a buscarte. Perdóname por ser cobarde. Te amo muchísimo."

El trasfondo de esas palabras no era el más digerible para una niña, que simplemente, se quedó con los sentimientos que le profesaba su madre. Ella también la amaba de la misma manera, pero ver a su padre, llorarle a un pedazo de papel, era extraño.

—¿Pá?

Llamó la atención del hombre sumido en el alcohol, que limpió sus lágrimas rápidamente, intentando ocultar el hecho de que había estado llorando, pero la niña llevaba más de veinte minutos observándolo.

Pequeña Jennie, deberías estar dormida. Ve a la cama. Mañana tienes que ir con tus compañeritos.

¿Má?

El hombre fue en busca de la pequeña de mejillas llenas, y la sentó en su regazo, para olisquear su castaño y lacio cabello. Suspiró con pesadez, mientras recordaba a la mujer que tanto amaba, pero que había destruido por completo.

Mamá tuvo que irse, pequeña. Yo te voy a cuidar desde ahora.

¿Má?

Mira, los adultos... Los adultos cometemos errores, pero sé que tú, no serás la misma basura que yo. Espero que puedas perdonarme todo el daño que te estoy haciendo, Jennie.

¿Me quieres?

El hombre, con los ojos plagados de lágrimas, asintió de manera triste. Amaba a su hija con todas las células de su cuerpo, pero eso no le quitaba la maldad de su ser. Seguía siendo un monstruo.

Yo.... Yo te amo. Con todo mi corazón, y mamá también te ama. Nunca lo olvides, Jennie. Mamá siempre te va a amar. Siempre, siempre, siempre. Si ella decidió irse, es por su bien.

Papá, corazón...

La niña, le mostró un corazón al hombre, que se derrumbó en lágrimas, mientras sostenía el pequeño cuerpo de su hija contra su pecho. Jennie nunca había disfrutado de ver a las personas llorar, así que al igual que solía hacer su madre con ella, lo abrazó con sus pequeños brazos, intentando consolar su dolor.

Perdóname, pequeña. Perdón por todo el daño que te estoy haciendo. No sabes cuanto desearía estar muerto.

[🌠]

La noche en el pequeño departamento, fue todo un drama, sobre todo para Irene, que estuvo en todo momento, intentando consolar a su mejor amiga.

Le dolía ver a una persona tan sonriente, alegre y llena de vitalidad en ese estado. Estaba triste, apagada, y destrozada. Muy destrozada. Podía verlo en su rostro. Jennie sufría a medida que pasaban las horas.

Cuando logró devolverla a la calma, eran las diez de la mañana. La luz del gris del día ingresaba con fuerza al departamento. El otoño, impactaba de tal manera la ciudad, que Jennie se veía reflejada en aquel clima.

El cielo se veía gris, triste, opaco, al igual que ella. Ella también se sentía triste, y deseaba desaparecer por muchos días. Deseaba desaparecer para siempre, y dejar atrás la vida que le había tocado.

La mujer que la vida le había asignado como madre, se había retirado hace varias horas, pero la omega, las sentía como si fuera hace muy poco. Aún podía sentir su aroma en el aire, al igual que el pánico que la acompañaba. Podía sentir su presencia en el lugar.

Recibió una taza de café con un semblante completamente serio. No tenía ni fuerza, para agradecerle a Irene todo lo que estaba haciendo por ella.

Estaban sentadas en el sofá. La omega, tenía la vista fija en la ventana, mientras jugaba con la taza entre sus delicadas manos. No tenía ganas, ni fuerzas para beber el contenido de la taza. La alfa, miraba con adoración a su mejor amiga, que se encontraba totalmente absorta de la realidad. Sus pensamientos tenían toda su atención.

—Jennie... Creo que debemos hablar.

Irene habló con un tono suave. No deseaba ponerle presión a la omega, sobre todo con la situación que estaba viviendo en aquellos momentos. Ella, era de las pocas personas que conocían del real daño que le había causado su madre.

Jennie en múltiples ocasiones, había abierto su corazón con su mejor amiga. En ocasiones como el día de la madre, o navidad, la omega, se había sacado la máscara que utilizaba respecto a ese tema, y con confianza, le contó todas las cosas que le causaba recordar a su madre, o la situación que vivió.

—Jennie...

—¿Cómo la dejaste entrar? Es nuestra casa. De las dos. Sabes todo el daño que me ha hecho esa mujer. ¿Cómo mierda la dejaste entrar?

—Es tu madre.

—No digas esa palabra —espetó con molestia, fulminando a la chica a su izquierda. De sólo escuchar esa palabra, su rabia crecía de manera vertiginosa— Se supone que eres mi amiga. Mi mejor amiga...

—Lo soy. Por eso la dejé entrar. Necesitas hablar con ella.

—Me abandonó. Me dejó sola.

—Lo sé, pero no puedes vivir del rencor eternamente, Jennie. Tienes que hablar con tu madre. Te duela o no, será tu madre por siempre.

La omega dejó la taza en la mesa de cristal, para alejarse de la persona que consideraba su mejor amiga. No entendía como Irene, se había dejado manipular por aquella mujer. Su madre que había hecho muchísimo daño.

—Me abandonó. ¿Lo olvidas?

—No, pero nunca le has dado la oportunidad de explicarse.

Soltó una risa amarga, llena de cinismo, y dolor. Le dolía escuchar esas palabras. Sus ojos estaban completamente hinchados, y cuando creyó que no podía volver a soltar una lágrima en mil años, sintió como las gotas calientes avanzaban por su rostro.

Luchó por ocultarlas, y por evitar formar un puchero cargado de tristeza, pero falló en ambos intentos. La alfa quería acercarse a Jennie, y volver a consolarla, pero sabía que necesitaba su espacio, y que posiblemente, sería rechazada por Jennie.

—Nunca... Nunca me buscó. Nunca volvió por mí. Dijo que iba a volver, pero no lo hizo, me dejó sola.

—Pequeña, tienes que hablar con ella.

—No quiero. No quiero verla, ni escucharla. No quiero nada de esa mujer. Me ha hecho mucho daño. ¿No lo entiendes? Ella debía quererme, cuidarme, protegerme, pero me dejó sola —la omega volvía a temblar de pies a cabeza, y para tranquilizar su cuerpo, se abrazó a sí misma, causando una sensación de culpa en Irene— Mi madre nunca me quiso. La persona que más debería quererme, no lo hizo.

—Jennie....

—¿No era suficiente para ella? ¿No fui buena hija? ¿Hice algo malo para que me dejase? Tenía pocos años, y si hice algo malo, no...no me dio la oportunidad de remediarlo. Ella.... Simplemente se fue. ¿Es mi culpa?

Irene negó con la cabeza, y abrió sus brazos, para ser invadida por su mejor amiga, que lloraba con fuerza, mientras se aferraba a su camisa de color blanco.

—Es mi culpa...

—No, pequeña. Nada de esto es tu culpa. Tranquila.

—Ella no me quería. Nunca me quiso. Yo podía hacer las cosas mejor, pero no me dio la oportunidad. Es mi culpa...

—No digas eso. Tu madre es la responsable de sus actos. Nada de esto es tu culpa. Ella te dejó, pero estoy segura que tiene un motivo, y si volvió, fue para explicarte.

Jennie no deseaba escuchar a su madre, no podía escuchar las excusas que iba a darle por haberla abandonado. Para un abandono, no había ningún tipo de excusa, y pensar en las cosas que diría la mujer, su pecho se contraía con fuerza.

Todos esos años llorando por la mujer que le dio la vida, parecían en vano. Seguía siendo débil ante su madre. Esa daga que tenía clavada en su corazón volvía a sangrar a borbotones, esa vez, dejándola mucho más débil. Era consciente de que su madre había vuelto, en el peor momento. Ella quería tener tranquilidad, quería continuar y seguir con sus planes, pero la presencia de su madre cambiaba todo el tablero y las piezas del juego.

Quince años. Quince años para volver. No aprendí nada en quince años.

Cuando logró calmar sus lágrimas, bebió rápidamente la taza de café, y se lanzó al sofá, para cerrar los ojos con cansancio. Necesitaba dormir, descansar y pensar las cosas con tranquilidad. Una tranquilidad que no poseía en esa casa.

Varias dudas atacaban su mente, pero la que más se repetía, era cómo. ¿Cómo su madre dio con ella después de todos esos años?

Sus abuelos, podrían tener mucho que ver, pero el lugar en donde trabajaba, también. Irene, claramente, era la principal causante entre el encuentro de madre e hija.

La puerta del departamento fue golpeada sin mucho cuidado. Más bien, eran toques bastante violentos. La omega tenía la esperanza de que Jisoo apareciera en el lugar.

—¿Quieres saber quién es?

—Si es Jisoo, dile que pase.

La alfa, tensó su mandíbula, al imaginar a Jennie lejos nuevamente. No quería que se fuera hasta esa casa, lejos de ella, sobre todo en el estado en el que estaba, y contando que podía ganarse problemas por su culpa.

—Jennie, deberías pensarlo todo de mejor manera.

Los golpes en la puerta volvieron a interrumpir el ambiente entre el par de mejores amigas, y la alfa suspiró pesado. Jennie parecía totalmente convencida de irse.

En la puerta de la casa, una desesperada Jisoo, miraba los pasillos del lugar. Tenían demasiados problemas como para estar jugando al gato y al ratón. Ingresó al departamento, y se sorprendió el estado en el cual encontró a Jennie. En lo único que podía pensar, era lo mucho que extrañaría sus pezones.

Para aumentar su sorpresa, los brazos de la omega se enrollaron en su cuello, y por inercia, rodeó su cuerpo de manera protectora. Ella le debía lealtad a la familia Park por sobre todas las cosas, y Jennie, era la omega de su futura jefa. Observó con algo de recelo a Irene, que se mantenía seria y tensa.

—Sácame de aquí. Te lo suplico.

—No tenemos mucho tiempo para llegar a un lugar. Roseanne tiene a todo el mundo buscándote.

La alfa suspiró al notar que por segunda vez, Jennie se escapaba de sus brazos. Su mejor amiga se separó de Jisoo, para darle una orden no verbal. La beta salió del departamento, para dejar solas al par.

La omega observó el cuerpo tenso de Irene, y le sonrió. No deseaba sentirse más triste de lo que estaba, pero algo dentro de su ser, le daba a entender ese momento como una despedida real. El camino que había tomado Jennie, era muy diferente al que tenía Irene. Jennie estaba completamente entregada al amor que Roseanne producía en su ser, y estaba dispuesta a aceptar las consecuencias de ese amor. Una de las consecuencias, era dejar su vida atrás. Dejar a Irene.

—No tienes que irte. Esa investigación no va a llegar a ningún lado. Es imposible acabar con esa familia. Jennie, no te vayas...

—Tengo que irme.

—No vas a llegar a nada. Estas en peligro en esa casa. Hablemos con Seulgi. Deja eso.

—Irene, este es mi trabajo. Es más que mi trabajo. Y-yo quiero irme.

—Es una locura —se acercó a la omega, y tomó una de sus manos. Acarició el rostro de Jennie con cuidado, y se maldijo por no ser valiente— Por favor, quédate conmigo. No tienes que irte. Yo te voy a cuidar de lo que sea. De cualquier cosa, pero quédate.

—Hay... Hay algo que tengo que resolver. No puedo irme sin dar una explicación. Volveremos a vernos...

—Ese es el problema. ¿Qué pasa si alguien te hace daño? ¿Qué pasa si en esa familia te hacen daño?

No hay lugar más seguro que al lado de Roseanne. Es mi alfa. Mi alfa, y tengo que estar con ella.

—Mira, en un par de meses, hablaremos con calma sobre esto. Sé que confías en mí. Ellos no me harán daño. Por el contrario, estaré protegida allí.

Irene deseaba aferrarse al cuerpo de la omega frente a ella, pero era demasiado débil para confesarle sus sentimientos. Podía notar la determinación en los ojos de Jennie. Su mejor amiga, quería irse. Ir a esa casa.

—Te quiero, Jennie. Te quiero muchísimo.

—Yo también te quiero, y te querré siempre. Por favor, cuídate mucho. Nos veremos pronto. Cuando resuelva ciertos inconvenientes, nos veremos.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.

—¿Qué harás con el tema de tu madre?

La omega se removió incómoda en su lugar, sabía que debía tratar aquella situación, pero necesitaba tiempo. Muchísimo tiempo y apoyo, para asimilar lo que estaba ocurriendo.

—Tengo otros problemas ahora. No le digas nada sobre mí, por favor.

—Sólo si me prometes que volverás a mí, de que volverás a casa, y que después de esto, no te irás nuevamente. Promete eso.

—Lo prometo, Irene. Volveré. Eres mi mejor amiga, mi hermana.

Se fundieron en un abrazo fuerte. Jennie pedía internamente, recibir el perdón de su mejor amiga. Sabía que después de que la alfa supiera la verdad, iba a odiarla. Iba a odiarla por haberse dejado convencer por aquella familia. Sus sentimientos ya habían escogido un bando.

—Te quiero tanto, Irene. Nos veremos pronto.

Soltó su agarre, y se separó de la chica, para observarla a detalle por última vez. Estaba haciendo un gran esfuerzo por no llorar frente a su mejor amiga. Tenía un pesado nudo en el centro de su pecho, que mantenía con dificultad.

—Yo también, pequeña. Te quiero.

Jennie salió del departamento con pasos temblorosos, y caminó hasta el final del pasillo, en donde Jisoo parecía despejar el área.

La beta, tomó el brazo de Jennie, para sacarla lo más rápido posible del edificio, saliendo por las escaleras de manera rápida. Llegaron hasta el lado menos concurrido de las salidas del edificio, y subieron a la camioneta.

Jisoo comenzó a manejar, alejándose de la avenida principal, y yendo hacia el lado contrario con bastante miedo. Tenía la mirada fija en el camino, y no había pronunciado ninguna palabra en cinco minutos.

—¿Todo bien?

—Nos buscan. Por todos lados. Voy a perder mis pezones.

—¿Cómo sabes que nos buscan?

—Llamé a Lisa, y bueno, tu alfa me maldijo en todos los idiomas que conoce. Son muchos. Llevan buscándonos por horas —sus manos se aferraban al volante con fuerza, mientras avanzaba con velocidad— Desperté a la bestia.

—¿Qué le dijiste?

—Que iríamos a casa, pero ya nos buscan. Quieren saber dónde y con quién estábamos. Vas a tener que arreglar esa carita de perro muerto, y mostrar tus mejores atributos.

Jennie asintió un poco atontada. Su cuerpo aclamaba los brazos y el contacto con su alfa, sabía que terminaría cayendo bajo sus encantos sin poder evitarlo.

A diferencia de otros días, la omega sentía un pequeño tirón en su abdomen bajo, que a medidas avanzaban por la carretera, crecía con fuerza. A pesar de estar al lado de Jisoo, no podía controlar sus hormonas alocadas.

La beta estaba haciendo su mejor esfuerzo por llegar a la casa lo más pronto posible. Manejaba bastante rápido por la ciudad, y con algo de desesperación. Lo mejor para su integridad, era entregar a la omega en los brazos de su alfa, o todo se podía complicar.

Llevaban varios minutos en silencio, ninguna de las dos, deseaba romper aquella atmósfera de tranquilidad. Jisoo miraba de reojo a su compañera, deseando que su expresión mejorase. Le mostró una sonrisa, para sacarle una débil mueca.

—Tienes que hacer más esfuerzos. Podrías quitarte la ropa. Eso me salvará.

—¿Q-quitarme la ropa? ¿Ahora?

—No. Si nos ven juntas, mientras estás sin ropa, me matan. Hoy es la cena con los rusos. ¿Vas a ir?

Jennie, recordó aquella cena que la madre de Roseanne había mencionado el día anterior, y suspiró con pesadez, por haber olvidado un compromiso tan importante.

—No creo. ¿Vas a ir?

—Yeri y yo, somos las guardaespaldas de Roseanne. Obviamente vamos a ir. Sus vidas, dependen de nosotras.

—¿Cómo llegaste a eso?

—Pues, soy muy buena haciendo ciertas cosas, y le salvé la vida a tu alfa en un tiroteo. Casi no la cuenta. Quería ayudar a un herido, que recibió un balazo en el tórax. Corría hacia él, y no notó que las balas llovían en su dirección. Disparé contra ellos, y listo, cambiaron mi lugar.

—Creo que debo agradecerte.

—Sí, no tendrías alfa en estos momentos. Deberías ir. Empieza a involucrarte en los negocios. Servirá mucho que sepas un poco más. El contrato que se firma hoy es importante para la familia. Es el primer contrato que se firma a nombre de Roseanne. El primero de muchos.

Jennie asintió rápidamente, sintiéndose un poco intimidada por la mirada que le lanzó la beta. Aún no se sentía lista para asistir a esos lugares, pero podía hacer un esfuerzo por poner su mejor cara, y acompañar a Roseanne.

Cuando divisó la masiva construcción que ya sentía como su casa, se tranquilizó bastante, y a pesar de la tensión que llenaba su cuerpo, soltó una sonrisa soñadora. Extrañaba a su alfa.

En el lujoso recibidor, se encontró directamente con Manobal Lisa, que poseía una sonrisa pícara y un poco extraña en su rostro. Tomó a Jennie del brazo, y la guio por las escaleras, sin importarle las palabras que tenía para decirle.

Jennie no estaba en posición para negarse a nada, y simplemente, se dejó guiar por el lugar. A medidas que se acercaba al lugar, su corazón tomaba fuerza, para retumbar contra su pecho. Estaba más que nerviosa. Creía que sería recibida por Roseanne, pero no era así. Cuando llegaron a la puerta de la habitación, Lisa buscó la mirada de la omega, y volvió a mostrarle aquella sonrisa pícara.

—Vas a encontrarte con una situación difícil de manejar. Roseanne está en celo. Anoche empezó.

La respiración de la omega se cortó totalmente de golpe, y la saliva comenzaba a ser mucho más pesada. Su alfa estaba en celo. Estaba en celo, y Lisa planeaba que ella ingresara a esa habitación.

—No.

—Sí. Me di cuenta, cuando vine a hablar con ella. Nadie puede entrar cuando ella está en celo, pero me ha dado las órdenes de buscarte por toda la ciudad.

—Roseanne está en celo...

—¿Sabes lo qué significa? Estás protegida ante cualquier bendición. Tienes que hacer un esfuerzo.

—Soy... Yo nunca he estado con nadie. Menos en su celo. Va a matarme.

—Máximo, va a partirte a la mitad. Tranquila. En algún momento pasaría esto.

Jennie buscó escapar del lugar, pero Lisa impidió que su andar tuviera éxito, tomándola por el brazo, y jalando su cuerpo, para dejarla frente a la puerta.

—¿Qué pasará con la reunión?

—Esperamos que en la tarde, el celo se vaya. Tienes que entrar.

—No puedo.

—Cuando estés en celo, ella va a ayudarte. Una mano lava a la otra, y las dos, lavan la cara. No seas cobarde. Entra. Sé que Roseanne puede tener algo... Algo un poco grande, pero cálmate. Confía en tus habilidades. Tienes todo lo que necesitas adentro. Condones, supresores, y a tu alfa. Estaré aquí en un par de horas. Cuida a mi amiga.

La beta dejó un beso en la nuca de Jennie, y abandonó el pasillo. No había nadie cerca, eso, la hacía sentirse mucho más nerviosa.

Tu alfa está en celo. No seas cobarde. No seas cobarde. No va a hacerte daño. Ya lo hubiera hecho. Es Roseanne. Es Roseanne en celo.

La mano de Jennie, fue directamente a la manilla de la puerta, y después de tomar aire repetidas veces, abrió la puerta, para ingresar al lugar. Después de estar dentro, cerró la puerta a sus espaldas.

En la habitación, podía sentirse el aroma de alfa en toda su expresión. Mordió su labio inferior con fuerza, intentando calmar su nerviosismo.

Había rastro de la camisa blanca, con la cual la había encontrado la noche anterior. La cama seguía en perfecto orden, pero la ropa esparcida en el suelo tenía su atención.

Tragó el nudo que se había formado en su garganta, cuando una inquieta pelinegra se hizo presente en su campo de visión. Nunca había visto a Roseanne sin camisa, pero la imagen, era definitivamente, lo más tentador de toda su vida. Su abdomen estaba marcado, plano, y su piel, era pálida y tersa. Lo más parecido a la porcelana. Contrastaba con el sujetador oscuro que escondía sus pechos. Tenía el pantalón de tela cubriendo su tren inferior, y se encontraba descalza.

Desde su lugar, podía ver los ojos vidriosos y las mejillas sonrojadas de la alfa. Quería acercarse, pero Roseanne, parecía luchar contra sus instintos más primitivos.

—Jennie...

Gimoteo en voz baja, generando un baile de hormonas en la omega. La corriente que recorrió su espina dorsal fue a pasar directamente al calor que comenzaba a expandirse en su abdomen bajo.

Podía oler el celo en su máxima expresión. No le servía ese estado de Roseanne, para mantener su calma. Sus pasos avanzaron lentamente, hasta quedar frente a la alfa.

—Estás en celo.

—Sí... Yo...

—Perdón por irme. Tenía algo importante... No volveré a irme. Jisoo....

Al momento de nombrar a la beta, un gruñido profundo, ronco y tenso resonó por la habitación, afectando directamente a la omega, que tembló en su lugar, acercándose un poco más a su alfa. Si bien, el gruñido de Roseanne, siempre le afectaba, estando en celo, se notaba muchísimo más poderoso y potente. Sentía la posesividad goteando en su propio ser, como si fuera una emoción propia. Sentía la posesividad de Roseanne, llegarle a la médula.

—Mía.

—Oh, claro que soy tuya...

—Mía.

Repitió para sí misma, mientras sus manos llegaban a la cadera de la omega, sacándole un gemido agudo. La había tomado por completa sorpresa. Sus manos apretaban la zona, con algo de rudeza, sin hacerle daño. Poco a poco, las suaves manos de la alfa se aventuraron hacia abajo, y cuando se encontró con aquella zona, volvió a soltar un gruñido.

—Mía.

—Sí...

Juntaron sus labios en un beso húmedo, que le hacía difícil a Jennie controlar a sus últimas neuronas funcionales, sobre todo cuando tenía a Roseanne, jugando con una zona que eran tan íntima, pero que parecía gustarle demasiado.

En menos de dos segundos, sus piernas se enrollaron en la cadera de la alfa, que caminaba con expectación a la cama. Cuando Jennie sintió el suave colchón en su espalda, soltó un jadeo involuntario. Toda la situación, estaba siendo totalmente irreal.

Se separaron de aquel beso, y la omega podía sentir su corazón alocado, y su respiración errática. El aroma de Roseanne estaba causando estragos en su interior. Podía sentir la humedad de su centro, comenzar a arruinar su ropa interior.

—Quiero hacerlo. Déjame... Por favor. Voy despacio. Lento. Como tú lo prefieras. Quiero hacerlo...

Yo quiero que lo hagas. Como tú quieras. Hazlo. Soy toda tuya.

—¿Lento?

—Muy lento —murmuró en voz baja, mientras observaba el rostro de la omega que la volvía loca— ¿No quieres?

Las mejillas de Jennie se encendieron automáticamente, y suspiró pesado. La mirada que tenía sobre ella era demasiado intensa, y le estaba trayendo problemas para concentrarse.

—Q-quiero, pero tengo miedo. Eres... Mierda, eres demasiado....

—Puedo hacer algo diferente...

—¿Diferente?

—¿Me dejas?

La omega sentía la expectación subiendo por su cuerpo, y simplemente, se entregó a disposición de su alfa. Ya no había manera de frenar esos sentimientos, sobre todo, cuando ella moría por ser tocada y recorrida por Roseanne.

—Te dejo... Soy tuya. Todo es tuyo.

—Vas a matarme.

Roseanne volvió a atacar los labios de Jennie, tomando completamente el control de ese beso húmedo, pasional y posesivo. La lengua de la alfa recorría por completo la cavidad bucal de la menor, tocando a su antojo todos los rincones de ella.

Dejó sus labios, para besar su barbilla con gentileza, y luego, descender hasta la curva de su cuello. Era el punto débil de la omega, no sólo por lo que causaba en ella, sino, porque si lo deseaba, podría morderla en cualquier momento.

Soy suya. Suya en cuerpo y alma. Suya, hasta que mi corazón deje de latir. Suya en todas las vidas que me quedan. Suya.

—Mía.

—Sí, tuya.

—Toda mía. Completamente.

Asintió con fervor, mientras disfrutaba y se deleitaba por el camino que estaba creando Roseanne hasta sus clavículas. La blusa de la omega estaba interviniendo con su cometido, y aunque la calentura estuviera en su máxima expresión, buscó la aprobación Jennie.

—Sí, sácala.

Con manos ansiosas, se deshizo de la blusa floreada, y sintió el paraíso abrirse lugar frente a ella. El cuerpo de Jennie, era lo más hermoso que habían visto sus ojos, en toda su vida. Nunca vería algo más hermoso que eso. La piel expuesta, dejaba a Roseanne con muchísima expectación, y con más calor corporal del que ya tenía. Estaba hirviendo.

—Amor de mi vida, eres perfecta. Eres más que perfecta. Voy... Voy a morir. No puedo creer...

—Roseanne...

—Mía, mía, mía.

—Sí, hasta el final.

—Hasta el final.

Sus labios se juntaron en un beso mucho más lento. A pesar de que la erección en los pantalones de la alfa estuviera aclamando algo de atención, Roseanne no tenía prisa. Quería quedarse toda la eternidad mirando y besando a Jennie.

Con miedo e inexperiencia, llevó sus manos, hasta los pechos cubiertos, y con suavidad, los apretó suavemente. Jennie gimió en su boca, y se separó con algo de vergüenza por lo que había hecho. Roseanne le envió la mirada más oscura de toda su vida. Desbordaba placer con sólo mirarla.

—Voy...

—Hazlo, confío en ti...

Asintió embobada, y suspiró contra el pecho de la omega. Sus dedos jugaban con el broche del sujetador, y cuando lo deshizo, buscó la mirada nerviosa de Jennie. Quería estar segura de lo que hacía. Cuando el sujetador dejó de molestar, lo lanzó por los aires de la habitación.

—Voy...

Roseanne, observó los pequeños, pero redondos pechos de su omega, y aunque fuera imposible, su erección creció más. Con una de sus manos, acunó uno de los senos con cuidado, y dejándose llevar por el placer, acercó su boca hasta el pecho libre.

Jennie gimió al sentir la lengua ajena recorriendo cada centímetro de su pecho. Con esos simples roces, ya se sentía en un éxtasis total. Mordió su labio, para atrapar el gemido que deseaba salir. Sufría con el roce. Roseanne estaba jugando con ella.

La alfa, realmente quería hacer las cosas bien. No se encontraba apurada. Grababa todas las expresiones que se formaban en el rostro de su omega. Era la imagen más excitante y provocativa del mundo.

Besaba, lamía, y jugaba con ambos pechos, dándoles la debida atención. Le gustaba darle ese placer a Jennie, y lo mejor, era que ella también lo disfrutaba. Disfrutaba llevar a su omega hasta el borde de la locura y la pasión.

Se separó, observando a la omega de cabello revuelto, y respiración agitada. Sus mejillas estaban completamente sonrojadas, y la sonrisa tímida en su rostro, generaba cosas en Roseanne.

Bajó sus manos hasta los zapatos de Jennie, y se deshizo de ambos, sin quitarle la mirada de encima. Con cuidado, llevó sus manos hasta el botón del pantalón de la omega, y espero la señal para poder bajarlo. No pasaría a llevar a la omega por la calentura.

No hay vuelta a atrás. Ya no hay vuelta a atrás.

—¿Puedo?

—¿Q-quieres sacarlo?

Asintió lentamente, mientras tragaba saliva con dificultad. Tener que escuchar la voz de su omega, realizando preguntas de ese tipo, la llevaba hasta el borde de su lado más primitivo. Le costaba controlarse, sobre todo, cuando el aroma de Jennie se sentía tan presente, e intenso.

—Hazlo...

Sonrió con nerviosismo, y después de deshacerse del botón, comenzó a bajar el pantalón con cuidado.

Las piernas de Jennie, eran largas, pálidas, pero sorpresivamente firmes. Le gustaba bastante, y quería besar cada rincón que escondía el cuerpo de su omega. Era totalmente perfecta para ella.

El pantalón cayó al suelo, y Roseanne intentó regular su respiración. La imagen frente a ella, la estaba torturando placenteramente. Iba a explotar en cualquier momento, pero mientras esperaba eso, podría observar a la omega que el destino había puesto en su camino.

—Jennie... Eres preciosa, y eres mía.

—Tuya.

—Siento que voy a morir en cualquier momento....

—¿Duele?

—Un poco, pero quiero verte. Quiero hacerte... Hacerte de todo. Hacerte delirar.

Jennie tragó saliva, mientras soportaba la mirada intensa que caía en su cuerpo. Roseanne acariciaba sus piernas, pero sabía que terminaría con las manos en otros lugar.

Comenzó besando nuevamente los labios de la omega. Acariciaba con devoción su boca, y le robaba el aliento con cada roce. Bajó sus besos, hasta el cuello de la omega, y dejó pequeños chupetones, con los cuales esperaba marcar ligeramente la piel de Jennie.

Recorrió todo su cuerpo con un camino de besos, hasta llegar a su abdomen bajo. Jennie rodó los ojos al saber en qué terminaría ese momento. Tenía una calentura, con la cual, ya no podía lidiar, y tampoco sabía cómo controlar la calentura en su alfa. Estaba rogando por atención.

—¿Puedo?

La voz suave y tranquila de Roseanne, había cambiado por una muchísimo más profunda, ronca, y demandante. Podía temblar de sólo escucharla.

La idea de quedar desnuda frente a una persona tan perfecta, le generaba una sensación extraña. Ella no era tan bonita como el resto de omegas que Roseanne podría conocer, pero ya no había marcha atrás a lo que estaba ocurriendo. El dolor en su abdomen bajo la tenía desesperada, y podría llegar a un orgasmo con sólo un roce.

—No... No soy tan bonita...

—Eres perfecta. Déjame mostrarte... Me tienes... Me tienes loca por ti. Muero por tocarte.

Yo también muerto por tocarte. Déjame tocarte, por favor.

Jennie, asintió ante pregunta que había generado Roseanne, dándole la posibilidad de retirar la última prenda. Mantuvieron unidas sus miradas en todo momento, y aunque la alfa deseaba lanzarse en contra de Jennie, y hacerla ver estrellas, sabía que era la primera vez en un punto tan íntimo como ese, y quería disfrutar al máximo de la obra de arte frente a ella.

—Jennie, eres la persona más hermosa en todo el mundo. Dios mío. Hueles... Hueles tan bien...

La omega soltó una suave risa, intentando ignorar la humedad que goteaba por su zona baja. Arruinaría el edredón de la cama, y de sólo pensar en los retos de Lisa, su mente le jugaba malas pasadas.

—V-ve por una toalla...

—¿Eh?

—Una toalla... Para... Ya sabes....

La expresión de confusión de Roseanne no tenía absolutamente nada que ver, con la expresión que tenía hace varios segundos atrás. Antes, parecía un león, observando a su presa, y ahora, un cachorro confundido.

—¿Q-quieres hacerlo en el baño?

—Es... Estoy muy, muy, muy excitada, y voy a arruinar tu cama. Lisa va a matarnos, y posiblemente personas tengan que lavar esto. No quiero imaginarme...

—Yo quiero eso... Quiero que todos sepan que hicimos esto. Que toda la casa lo sepa.

—Me muero de la vergüenza...

—No. Te vas a morir de lo que voy a hacer...

Había vuelto a su lado del deseo, que observaba a Jennie como una presa, y la omega, deseaba detener a Roseanne, pero no podía. Sus impulsos no se lo permitían.

Inició con un beso suave, en la cara interna de sus pantorrillas, y con devoción infinita, comenzó a subir el camino de besos. Cuando llegó a sus muslos, la omega suspiró pesado, y se removió en su lugar.

Se entretuvo, besando la cara interna de sus muslos, mientras disfrutaba de la imagen de Jennie retorciéndose bajo sus caricias. Al momento de llegar al lugar que tanto la enloquecía, buscó con la mirada, algún signo de arrepentimiento.

—Mierda, hazlo. Por favor. Haz algo.

—Mía.

—Tuya.

Los ojos de la omega se abrieron con sorpresa, para luego rodar, mientras mordía su labio inferior con fuerza, y su respiración se agitaba. En sus cortos diecinueve años de vida, jamás había sentido esa muestra de placer tan grande. Iba a explotar.

Roseanne estaba completamente segura de sus movimientos, sobre todo, por las reacciones que causaba en Jennie. Podía sentirla temblar ante cualquier roce, y sentía el goteo salir de su interior.

Recorrió con su mano izquierda, todo el torso de la omega, hasta llegar a su cuello, y rodearlo con cuidado. Buscó los labios de la omega, que estaban siendo torturados, y deshizo el agarre. Necesitaba escucharla.

El gemido que soltó sólo sirvió para aumentar sus ganas de más, y después de varios minutos entre sus piernas, se separó con cuidado, y sonrió para sí misma.

—Voy...

—¿Con...

Le mostró sus dedos, y Jennie asintió con la cabeza. Las veces que había intentado calmar el dolor de sus celos, nunca había sido algo placentero, pero Roseanne, estaba haciendo cosas demasiado intensas, que le estaban gustando.

—¿Nunca...

—No, nunca.

—Dios mío. Lo hago lento, no te preocupes.

—¿Va a doler?

—No. Despacio. Si no quieres, me dices, ¿bueno?

—Sí...

Roseanne observó a la omega de mejillas enrojecidas, labios húmedos, y respiración errática, e invadió su cavidad bucal, para relajar la situación.

Con su mano hábil, recorrió la zona en cuestión, sacándole un gemido agudo a la omega, que se retorcía bajo sus caricias, y necesitaba más.

Tomando algo de valentía, Jennie llegó a la hebilla del cinturón ajeno, y lo deshizo. Se separó del beso, debido a la corriente que pasó por todo su cuerpo. Los gemidos que soltaba la omega, simplemente, merecían ser escuchados por toda la casa, y Roseanne, comenzaba a desear un megáfono. Era su omega, y todo el mundo debía saberlo.

Con cuidado y sin dejar de mirarla, comenzó a introducir un dedo en su interior, haciendo que la omega, entrara en un estado de éxtasis total. Era la sensación más placentera que había experimentado en toda su vida. Nada más, parecía tener sentido. Sólo era Roseanne, y ella. Nada más.

Jennie continuó luchando con el pantalón de la alfa, y cuando rozó la erección con su mano, sonrió para sus adentros. La expresión en el rostro de Roseanne era todo un poema.

—Quiero...

—Vas a matarme. ¿Disfrutas de esto?

—Sí.

Roseanne comenzó a mover el único dedo en el interior de la omega, comenzando una ola de gemidos, y una que otra grosería, que servían para darle a entender que lo hacía bien.

Jennie encontró la erección, y con inexperiencia, acarició el miembro ajeno, que parecía explotar en cualquier momento. La alfa había soltado un gemido ronco, pero continuó con su trabajo.

Se acomodaron hasta quedar recostadas, una al lado de la otra. Roseanne introdujo un segundo dedo, y la omega, comenzó a subir y bajar su mano, en un ritmo constante. No había salido de su impresión, debido al tamaño de aquel miembro.

[🌠]

en fin amén... de milagro esa vez tenía los capítulos (casi todos)

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