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Capítulo 19

Después de algunos días acompañando a Roseanne, y estando cerca de ella, Jennie volvió a quedarse en casa, coincidiendo con el regreso de Mina desde el hospital.

A pesar de la gravedad del asunto, seguía con su sonrisa contagiosa, y eso calmó varios de los nervios de la omega. Tendría que tomar reposo por varias semanas, lo que se traducía en muchísimo trabajo para Roseanne, más del doble que ya tenía.

Eso le generaba una sensación incómoda. Despedirse de su alfa, cada vez estaba siendo más complejo, al punto, que deseaba ir hasta su trabajo, y quedarse junto a ella. Lo malo, es que por las mismas órdenes de Jung-Ki, nadie podía salir de casa.

El ambiente estaba tenso. Muchísimo más tenso de lo que Jennie imaginaría. La seguridad parecía haberse triplicado, y encontraba a rostros nuevos en cada esquina de la casa. Eso la ponía un poco inquieta. Eran personas que no conocía. Podían ser enviados por Seulgi. Ese era el mayor miedo de Jennie. Que alguno de los alfas o betas recién llegados, fueran enviados directamente por Seulgi, y tuvieran órdenes estrictas de hacerle daño a otro miembro de la familia. No quería caer en la paranoia, pero en su situación, nada podía ser una locura.

Jennie no había podido abandonar las opciones que le presentó Jisoo aquel día, y mientras avanzaba el momento de decidir, peor parecían las cosas.

Su destino era encontrarse con Roseanne, pero formar una relación seria y formal con ella, en esos momentos, era algo terriblemente lejano. No porque no quisiera, sino, porque las condiciones no eran óptimas para tener una relación. La falta de honestidad en un vínculo arruinaba todo. Eso le daba pie a Jennie para una última cosa por hacer. Confesar la verdad.

Confesar la verdad, debió ser su plan desde que empezó a crear sentimientos por Roseanne, pero había sido cobarde, y esperó hasta el último momento. Estaba pagando las consecuencias de su irresponsabilidad.

—¿Ocupada?

Jennie estaba tan pendiente de su taza de té, que había olvidado el mundo real. Frente a ella, tenía a Jihyo. Por primera vez, tenía frente a ella, a la madre de Roseanne sin la presencia de nadie más. Sólo estaban ellas dos.

—N-no...

—Que bien. ¿Puedo sentarte a conversar contigo? No quiero quitarte mucho de tu tiempo.

—Sí...

La mujer le mostró una sonrisa amable, para sentarse a su izquierda con un aire de confianza que dejaba a Jennie totalmente sorprendida. A pesar de ser una omega, su personalidad era avasalladora, y vibrante. Poseía una confianza digna de un alfa. Digna de alguien que trabaja en la mafia.

—Estos días han sido difíciles. ¿Cómo estás tú?

—B-bien... Un poco confundida, pero bien. ¿Usted está bien?

—Mejor. Tener a mi hija en casa siempre es mejor. Un poco preocupada por su terquedad, pero bueno, los alfas son así. No hay nada mejor que el hogar, dicen por allí.

—Su casa... Su casa es un lugar muy lindo.

La omega no mentía en lo absoluto. Esa casa, sólo le daba buenas sorpresas, y todas las barbaridades que creyó que podían pasar, no estaban allí. Sólo vivía una familia. Una gran familia, y bastante peculiar.

—Lo sé. Roseanne siempre me dice lo mismo. Este lugar es mágico. Las personas de afuera creen que no hay cosas buenas aquí, pero se equivocan.

—Sí...

—No te voy a dar muchas vueltas. Creo que sabes de quién quiero hablar específicamente.

Las mejillas de Jennie tomaron un color bastante intenso, y agachó al mirada, al escuchar la melodiosa risa de Jihyo. Ella dormía en la misma cama que su hija menor, era un poco vergonzoso.

—Roseanne.

—Roseanne te quiere mucho, ¿lo sabes?

—Yo también la quiero mucho.

—Lo sé. Puedo notarlo. Como la miras, o como ella te mira. Eso es difícil de encontrar. Tienen suerte de tenerse. Ambas. Eso me pone feliz —realizó una pausa, mientras observaba a Jennie, que la escuchaba atentamente— A Roseanne siempre le costó llegar a las personas. Es muy tímida. Siempre ha sido tímida. Contigo, puedo ver a Roseanne muchísimo más suelta, relajada, y confiada en lo que es. Ella siempre ha cargado con cosas que lamentablemente, no le corresponden. No es culpa de ella, ser nuestra hija. A pesar de que ahora acepte a la familia como parte de su vida, esto siempre la ha limitado. Cree que es una persona que merece el sufrimiento eterno.

—Roseanne... Es un sol.

—Lo es, y contigo brilla. No sé qué es estás haciendo con ella, pero tengo que agradecerte por abrirle las puertas del mundo. Te ha esperado por mucho tiempo. Muchísimo tiempo.

Jennie se sentía un poco intimidada por la madre de Roseanne, pero escuchar esas palabras, le movían el corazón de una manera impresionante.

Su hija me tiene loca por ella.

—Y-yo no hice nada, en realidad.

—Le entregas herramientas para que ella pueda explorar, salir y mostrarse. Con otra persona, no podría hacerlo. Ustedes tienen esos lazos que son automáticos. Estoy segura que ni siquiera supiste cuando terminaron en esto. Las cosas se dan solas. Fluyen sola. ¿No es así?

—Sí.

—Tienes todo el apoyo de la familia en lo que decidan hacer. Todo el apoyo.

Sonrió de manera amable, cosa que no pasó desapercibida por la mujer. Una grata sensación de tranquilidad se extendía por su pecho. Era muy diferente escuchar a la madre de Roseanne hablar de esa manera. Le gustaba, y la hacía sentir segura de sus decisiones.

Tenían el apoyo de la familia. En su relación, era tranquilizador, pero siempre se alarmaba por las circunstancias en las que estaba. Podía tener el apoyo en esos momentos, pero después, todos se volverían en su contra.

—Señora, ¿Puedo hacerle una pregunta?

—Eso estaba esperando, muchacha.

—¿Es difícil la vida aquí? Usted, siendo quien es...

—¿Es difícil ser la omega del jefe de la mafia? Sí, obviamente. En esta vida, todo es difícil. Yo, al igual que Roseanne o Mina, también trabajo aquí. Negocios, clientes y demás. Me gusta, me dan mi lugar y me respetan por eso. No sólo soy la omega de alguien, nadie es simplemente la omega de, tenemos virtudes que nos distinguen como personas.

—Si yo... Si yo dejo que Roseanne me marque, inmediatamente pasaré a ser la omega de la heredera del jefe de la mafia. No voy a ser otra cosa.

—Nayeon es simplemente Nayeon. Es más que la omega de Mina, es una persona conocida por cerrar grandes tratos. ¿No lo sabías?

La sorpresa de Jennie llegó a tal punto, que negó rápidamente con la cabeza. Todas las personas se veían inmersas en aquel mundo, y por lo que entendía la omega, hacían las cosas bien.

Se imaginó a sí misma en un negocio de drogas o armas, y con miedo, se estremeció en su lugar. Ella no tenía la valentía suficiente para realizar algo tan importante como eso.

—Sé que Roseanne te ofreció trabajar con ella, de lleno en el negocio familiar. ¿Lo tomarás?

—Yo.... Yo no tengo ninguna habilidad para aportar. Es algo demasiado importante, y no creo que lo mejor es eso.

—Tendrás a la mejor profesora, todos te podemos enseñar un poco. Para nosotros, ya eres parte de la familia.

—Pero, no lo soy. Aún no...

—Lo sé. No estás marcada, pero, el cariño y el amor que te tiene Roseanne es suficiente para querer ser parte de la familia. Aquí, no te va a faltar nada. Jamás. Ese es uno de los códigos más importantes. La familia siempre es primero.

Jennie sonrió de manera nerviosa, pero, agradecía escuchar esas palabras. Le hacía bien, saber que al menos, tenía una parte de la familia ganada.

En la cocina, la figura de Jisoo se hizo presente, llamando la atención de ambas. La beta, parecía un poco urgida por lo que debía conversar con Jennie, pero al ver que estaba junto a Jihyo, abandonó el lugar.

Pasaron el resto de la tarde conversando de la vida, y un poco del trabajo. La omega menor aprendió ciertos códigos que se manejaban en la familia Park.

El primero y más importante, la familia era esencial. No había nada más importante que la familia. El segundo, era la lealtad, en cualquier ambiente. Profesional, amoroso, amistoso. Las personas debían ser leales siempre. Y el tercero, el respeto por el resto de personas. Jennie aprendió sobre los motivos por los cuales se respetaban a las personas. Para la familia, todo el mundo, merecía un mínimo respeto por el simple hecho de existir.

Cuando la figura de una cansada alfa apareció por la cocina, una sonrisa se implantó en el rostro de Jennie. La había extrañado demasiado, aunque no lo admitiría en voz alta, menos si tenía a la madre de Roseanne a su lado.

—Buenas noches, má.

—Hola, te ves cansada.

—Estoy cansada. Muy cansada. Tengo sueño y hambre. Mañana es la cena con los rusos. ¿Vas a ir?

La voz de Roseanne estaba completamente afónica, y con sólo escucharla, la omega, sentía deseos de llevarla hasta su habitación, para dejarla dormir. Podía ver las ojeras en su rostro.

—Obviamente, y ya que lo mencionas, ¿Por qué no invitas a Jennie?

—No lo sé...

—Mañana, cerramos un negocio con unos clientes rusos. Roseanne suele aburrirse mucho en esos lugares, y ya que ni Mina, ni Nayeon asistirán, podrías ir tú. ¿Qué te parece?

Jennie quedó sorprendida ante la petición, pero no estaba segura de aceptar una invitación de ese tipo. Era algo demasiado complicado y grande, como para verse involucrada en algo así.

No imaginaba que negocio iban a cerrar, ni a las personas que se presentarían en ese lugar. Estaría lleno de alfas, con sus omegas glamorosas y perfectas. Ella no era eso, ni glamorosa, y mucho menos perfecta.

—No creo que sea lo mejor, prefiero quedarme aquí.

—Piénsalo, mañana lo hablamos con más calma. Las dejo. Alguien se ve un poco...desesperada. Límpiate la baba, Roseanne.

La mujer bromeó por el estado de desesperación de su hija, la cual estaba haciendo un gran esfuerzo por no lanzarse a los brazos de la omega. Con esa broma por parte de su madre, sus mejillas se encendieron, tomando un color rojizo intenso.

Cuando estuvieron a solas, suspiró, y le mostró una sonrisa tímida a Jennie, que la observaba con curiosidad, pero con la misma necesidad de cercanía que recorría su pecho.

Se acercó despacio, y ocupó el lugar que dejó su madre vacío. El aroma de Roseanne golpeó a Jennie como un martillo invisible, y sin soportarlo más, se lanzó a los brazos ajenos, que la recibieron alegres.

—Hola, mi pequeña omega. Te extrañé muchísimo. Mucho, mucho, mucho.

—Yo también. Llegas muy tarde, y te fuiste muy temprano —respondió con un tono acusatorio, no le gustaba estar tantas horas lejos de su alfa— ¿Estás cansada? Te escuchas muy cansada.

—Un poco. Tenía que arreglar muchos pendientes, pero mañana, es mi día libre.

Una sonrisa se instaló en el rostro de la omega, que estaba embobada observando el rostro de Roseanne con dedicación. Atrapó su labio inferior en una danza suave y tranquila, para separarse a los segundos, por la falta de aire en sus pulmones.

—¿Día libre?

—Sí, o moriré por sobrecarga de trabajo.

Las manos de la alfa, se ubicación en la pequeña cintura de Jennie, y la pegaron mucho más a su cuerpo. Escondió su rostro en el hueco que dejaba el cuello de la omega, y aspiró el aroma que desprendía. Aunque Roseanne, no lo confesará constantemente, el aroma de Jennie, le encantaba a tal punto, que deseaba morderla, y marcarla. La enloquecía completamente.

Por la cocina, una fila de omegas cansados, comenzaron a ingresar a la cocina, y todos quedaron paralizados, al ver a la persona que sería quien los llevaría en el futuro, siendo completamente derrotada por los brazos de una omega recién llegada.

Una de las omegas que más llevaban tiempo en la casa, llamó la atención de la pareja, sacándolas de su burbuja. Ambas se separaron con un sonrojo de culpabilidad.

La vista de los presentes iba de Jennie, para luego quedarse pegada en Roseanne. Ese era el efecto que tenía en otros omegas. Estaban paralizados, atentos a cualquier movimiento, y observando a la chica, como su fuera un pedazo de carne. A diferencia de otros alfas, ella no era consciente de lo que generaba en los omegas, pero Jennie, lo había notado.

—Hola.

Saludó Roseanne a los omegas alterados por su presencia, y uno por uno, soltaron un suave hola. Se les estaba dificultando lidiar con su presencia.

—Ven.

La alfa llegó hasta la ubicación de su omega, que observaba al resto con desconfianza, y sin más, la sacó de ese lugar. Nunca había experimentado esa sensación de territorialidad y posesividad, pero con Roseanne, florecían aquellos sentimientos.

Estaban caminando en silencio que través de los últimos pasillos, hasta que se cruzaron con Jisoo.

En la expresión de la beta, Jennie podía leer que algo malo estaba sucediendo, y si era la segunda vez en el día, que se cruzaba con ella, realmente pasaban cosas.

—Buenas noches, Jisoo. ¿Cómo estás?

Ignoró olímpicamente las palabras amables de Roseanne, para poner toda su atención en la omega. Tragó saliva, y se acomodó en su lugar.

—Tenemos que irnos.

—¿Eh?

—Irene, es urgente. Serán unas horas. Pocas horas, pero tenemos que irnos.

Jennie observó a la beta con algo de confusión, y negó con la cabeza. Para ella, no habían posibilidades de ir y luego volver como si nada hubiera pasado, tendría que dar muchas explicaciones.

—No... No podemos.

—Roseanne, ¿Nos das cinco minutos?

—No te llevas a mi omega.

Gruñó con molesta, y acercó a Jennie hacia ella, de manera posesiva. No dejaba de mirar a Jisoo con recelo, pero la beta, no estaba pendiente de Roseanne. Tomó la mano de la omega, y escuchó un gruñido mucho más fuerte.

—Por favor, cinco minutos. Es urgente.

—Roseanne, dame cinco minutos.

Pidió en voz baja, girando su cuerpo, para enfrentar a una confundida y molesta alfa. Podía ver en sus ojos, los sentimientos encontrados. Le estaba suplicando que no se fuera.

—Cinco minutos. Nada más.

—N-no te vayas... Por favor. Eres... Eres muy especial, y mi corazón late muy fuerte por ti, y siento cosas aquí —apuntó al centro de su pecho— C-contigo me siento viva, y puedo ser yo misma. No te vayas....

—Amor, aunque quisiera, no podría irme. Yo también siento cosas aquí —imitó el gesto de Roseanne, sacándole un suspiro de alivio— Y mi corazón también late muy fuerte. Sólo cinco minutos.

—Cinco minutos...

—Por reloj, te lo prometo.

Depositó un beso casto, en los rosados labios contrarios, para dejarla ir, con una sonrisa soñadora, que cambió al notar la tensa mirada de Jisoo.

La beta, después de que Roseanne desapareciera por los pasillos, tomó la manos de Jennie, y la llevó por los pasillos, hasta llegar a la primera planta. Sin más, abrió la puerta principal, y salieron de la casa. Jennie comprendió que esos cinco minutos, realmente serían más.

Comenzó a forcejear el agarre en su muñeca, pero fue completamente inútil. Pensó en gritar, pero no quería problemas, y tampoco quería que Jisoo los tuviera.

Se subió a empujones a uno de los vehículos, y antes de reclamar, recibió la puerta. Jisoo se sentó en el lugar del conductor, y puso en marcha el vehículo.

—¿A dónde crees que me llevas?

—Necesitas irte. Ahora.

—No, sabes que no puedo irme —Jennie comenzaba a creer que su compañera estaba exagerando— Jisoo, detén el auto.

—No. Hay algo.

—¿Qué es?

—No lo sé, pero es algo muy importante. Irene... Me llamó. No sé cómo mierda consiguió mi número, y dice que tienes que ir a casa.

—¿Y Roseanne? ¿Qué mierda crees que le voy a decir? ¿Fui a ver a una amiga?

—Exactamente eso. Fuimos a ver a una amiga, y se acabó. No sabe nada sobre Irene.

Jennie negó con la cabeza, y suspiró. Ella no quería estar alejada de Roseanne, y mucho menos ir a la que era su casa. Ya no la sentía como tal, sino, como un lugar terriblemente impropio, que no tenía ninguna relación con ella.

[🌠]

El viaje, era terriblemente tenso. Jennie lo estaba pasando muy mal. Un vacío comenzaba a formarse en su pecho, y su cuerpo, ya le pedía a Roseanne. Su alfa de lindos ojos, y suave voz. La extrañaba, y en esos momentos, deseaba su compañía. Tenía un presentimiento terrible.

Irene, a pesar de ser muy preocupada por ella, si no fuera realmente grave, no pondría la misión en riesgo. Realmente algo grave estaba pasando en casa, y la omega no tenía ni la mínima idea de lo que se trataba. Esperaba que no tuviera relación con el trabajo.

Se detuvieron en una gasolinera, y sin decir una palabra, la beta salió del vehículo. Aún le faltaba al menos, una hora de viaje, hasta llegar al centro de Seúl.

Entre los espacios del vehículo, buscó algún dispositivo, pero lo que se encontró, fue un arma, junto al cargador, y varias municiones. Dejó el objeto en su lugar, y suspiró. Necesitaba hablar con Roseanne.

Perdóname, alfa. Perdóname por esto.

—Falta poco para llegar, te quedarás en casa, hasta que Irene te explique la situación. Yo iré mañana a buscarte, y veremos cómo volver.

—¿Puedes llamar a Roseanne?

—Nada de teléfonos. No lo tengo. Le he pedido a Lisa que hable con ella. Sabrá que decirle para tranquilizarla.

—Me va a odiar, y a ti también.

Jisoo soltó una carcajada, antes de poner nuevamente el vehículo en marcha. No parecía preocupada por las consecuencias de sus actos.

—A ti, no te van a odiar. En mi caso, posiblemente me corten los pezones, y los exponga por toda la casa. Relájate. Tu alfa te quiere mucho.

Jennie se sonrojo ante esas palabras, que tenían un deje de burla escondido. No podía actuar de manera indiferente ante esas palabras.

—Yo... Yo también la quiero mucho.

—Puedo notarlo. Tienes cara de enamorada. Sólo te falta darte cuenta, y decirlo.

—¿Qué?

Jisoo miró a Jennie con una sonrisa burlesca en su rostro, para luego, volver su atención al camino. Sabía que la omega iba a negar ese sentimiento por un tiempo, hasta que fuera el momento indicado de soltarlo.

—Olvídalo.

—La quiero, pero eso, a estar enamorada, es... Diferente.

—¿Por?

—Porque el estar enamorado, por lo general, arrastra un sentimiento de amor, que es más intenso que el querer. Yo la quiero, pero no la amo.

—¿Y cómo lo sabes? —cuestionó con un tono difícil de interpretar— Tu terquedad, va a decirte que sólo la quieres, pero todas las personas a tu alrededor, te vemos interactuar con ella, y la vemos interactuar contigo. Ustedes, son demasiado lentas. Otras parejas ya estarían unidas, y con cachorritos.

—No es tan fácil construir una relación.

—Es tu pareja. ¿Qué tan difícil puede ser dejarse llevar?

Jennie quedó un tanto sorprendida ante esas pregunta. ¿Qué tan difícil era dejarse llevar? No era difícil, sin embargo, en su situación, le había costado bastante dejar de pensar en lo que hacía sobre todo al principio de la relación.

Después de cierto tiempo, había olvidado utilizar sus neuronas, y simplemente, dejó que las cosas fluyan entre ambas.

Cuando menos lo notó, el vehículo ya estaba estacionado frente al edificio en donde había pasado tres largos años de su vida. Lo sentía diferente, con sólo mirarlo. Lejano, desconocido, peligroso.

Miró por última vez a Jisoo, que le mostró una sonrisa de apoyo, pero que también, estaba cargada de preocupación.

—Vendré mañana por ti, y bueno, veremos que hacemos. Cuídate mucho, Jennie.

Observó como la camioneta desaparecía por las calles en las cuales tantos pasos había dado.

Ingresó al edificio, para subir hasta el séptimo piso. El aroma a humedad continuaba en los pasillos, al igual que el eco que se formaba cada vez que se avanzaba.

No entendía porque su cuerpo, le pedía dar la vuelta, y escapar de ese lugar, pero lo hacía. Su corazón latía fuerte, sus piernas y cuerpo completo, temblaba de miedo, y sus manos, estaban llenas de sudor. Tenía miedo, y no había nadie para protegerla. Se sentía insegura, desprotegida, y nerviosa.

Frente a ella, tenía la puerta que la separaba del humilde y pequeño departamento. Tomó aire repetidas veces, antes de armarse de valor, y tocar la puerta. Tres toques fueron necesarios para atraer la atención de las personas presentes en el lugar.

Allí estaba su mejor amiga, la persona que más la había apoyado en toda su vida. Bae Irene. Esperaba un abrazo, una sonrisa o algo parecido, pero nada, estaba paralizada.

—Hola...

—Jennie.

—Sí. ¿Puedo pasar?

La alfa, observó al interior del departamento, y después de varios segundos, dejó pasar a la omega.

El interior del departamento seguía igual de lo que Jennie recordaba. Seguían estando los mismos muebles, y la misma decoración que habían comprado por internet.

Lo extraño que se encontró Jennie, era un aroma terriblemente peculiar, diferente y parcialmente conocido. Sentía que conocía ese aroma, pero no lo recordaba al cien por ciento. Irene no se encontraba sola en el lugar.

—¿Qué pasa?

Preguntó curiosa, buscando al dueño o dueña de ese característico aroma. Podría jurar que era una omega. Olía a omega, y a pánico.

—Jennie... Es mejor que te sientes. Lo que pasa, es un poco difícil de explicar.

—Dime. Si no fuera realmente importante, no arriesgarías mi vida, o eso quiero creer. No puedo estar aquí por mucho tiempo.

Se sentó en el sofá, y a su lado, su mejor amiga la acompañó. Tomó sus manos, y tragó saliva con dificultad.

Irene tenía ganas de decirle la verdad a su mejor amiga, pero el aroma a alfa que desprendía el cuerpo de Jennie, le llamó la atención. Ella sabía el rechazo que solía tener la omega, por los alfas, y sentir el aroma de un desconocido en su cuerpo, era extraño, y curioso al mismo tiempo.

—Hueles a alfa.

—¿Sí?

—Demasiado. ¿Quién es?

Jennie se removió en su lugar, ante aquella pregunta que le parecía tan íntima y personal. Nunca le comentaría a Irene sobre Roseanne, hasta que el momento sea realmente necesario.

Soltó las manos de su mejor amiga, y se alejó de ella, para prestarle atención al par de tazas que estaban en la mesa de centro. Se encontró con un par de capuchinos, y miró a Irene extrañada. Ella no bebía eso. No había conocido a alguien que bebiera capuchinos, desde la marcha de su madre.

Era totalmente imposible que esa mujer estuviera allí. Era más que imposible. Para Jennie, estaba totalmente muerta.

—Tu compañía de esta noche, dile que venga. Asumo que tiene que ver con ella.

—Jennie...

Las alarmas se encendieron en la omega, y probó una de las tazas. El capuchino caliente ingresó a su cuerpo, desatando todos sus recuerdos.

Buscó nuevamente la mirada de Irene, antes de levantarse del sofá, y comenzar a buscar por su cuenta en el pequeño departamento.

Su mente estaba totalmente desbocada, intentando despertar de aquella pesadilla, pero a medida que avanzaban los minutos, se daba cuenta de que era real, que estaba consciente de lo que ocurría, y que no era una pesadilla.

El último lugar por revisar era el baño. Tocó la puerta de manera desesperada, esperando que una desconocida abriera la puerta, pero el aroma se intensificó, al igual que la sensación de dolor que se extendía por todo su cuerpo.

Se encontró frente a frente con un fantasma. El fantasma que la atormentaba en sus peores pesadillas. No era un demonio, ni un payaso asesino. Era una mujer, de apariencia joven, que tenía increíbles parecidos con ella. Podía recordar su rostro a detalle. Seguía siendo la misma risueña, joven y atractiva mujer, sólo que esa vez, sus ojos estaban plagados en lágrimas.

Jennie podía sentir como el aire se escapaba de su cuerpo, y comenzaba a sentirse ahogada. Por su piel tersa y suave, corrían lágrimas de amargura, tristeza y rabia. Tenía a su progenitora frente a ella. A la mujer que tantas noches le había llorado, la mujer que tantas inseguridades le había provocado. La persona que más dolor causó había vuelto a su vida, en el peor momento posible.

—Mi pequeña...

La mujer estaba igual de paralizada que la omega, y la única sensación que cruzaba por su cuerpo, era la felicidad, a diferencia de su hija, que experimentaba el dolor más grande de su vida.

Jennie sintió sus piernas temblar, pero de todas maneras, intentó salir del departamento. Sus pies se movían solos, hasta que chocó con el cuerpo de Irene, que la observaba con preocupación.

—Jennie, ella tiene que hablar contigo.

La omega se removió de los brazos de su mejor amiga, con un intento de escape, pero era inútil. Explotó en un sollozo desgarrador, mientras Irene sostenía su cuerpo. Sus piernas habían perdido toda la fuerza, llevándolas a caer al suelo.

La alfa se mantuvo al lado de la omega temblorosa, mientras le enviaba miradas de tristeza a la madre de su mejor amiga, que se sentía culpable por el estado de su hija. Ella estaba consciente de que no sería recibida de la mejor manera, pero tampoco esperaba esa reacción.

—Aleja a esa mujer de mí. Me ha hecho mucho daño en mi vida.

Pidió, con súplica a la alfa que la abrazaba con fuerza. Salió del escondite en el cual se había desahogado, mostrando sus ojos hinchados y tristes. Podía verse a través de ellos, todos los sentimientos negativos que pasaban a través de su cuerpo.

—Irene, quiero que se vaya de mi casa. Ahora.

—Amiga...

—Ahora. No la quiero cerca. Me arruinó la vida.

—Hija...

Jennie se levantó del suelo, para enfrentar a su madre. Aún no salía de su estado de impresión, pero era consciente de que debía alejarse de esa mujer. No podía tenerla cerca. No después de que la abandonase.

—Perdiste la posibilidad de nombrarme así hace mucho tiempo. Vete de mi casa.

Escupió aquellas palabras con rabia y furia. Quería salir corriendo de ese lugar, y volver a los brazos de su alfa. Necesitaba deshacerse de aquel problema, del cual nunca sospecho que volvería a aparecer.

Su madre, era por definitiva, uno de sus mayores problemas. Una persona que había causado demasiadas cosas, no sólo en ella, sino que también en su padre. Al mismo hombre que abandonó dejándola sola con él.

—Jennie, tengo que explicarte mi punto de vista.

—¡No quiero saber nada de ti. Quiero que te vayas. Quiero que te mueras. Me abandonaste. Me dejaste sola. Te odio con todas mis fuerzas. Vete!

—Respira —pidió Irene tomado sus manos. La omega estaba perdiendo cualquier punto de cordura, y simplemente, estaba siendo controlada por la ira— Respira profundo.

—¡Eres lo peor que me ha pasado. Te odio. Quiero que te mueras. Deberías estar muerta!

Irene abrazó el cuerpo de la omega por la espalda, y la alejó de la mujer que la miraba con dolor, mientras aceptaba las palabras que tenía que escuchar por parte de su hija.

Le dolía verla así, tan frágil, tan triste y destrozada, pero sabía que ella, era la causante de ese dolor que la atacaba.

Jennie sollozaba en silencio, con los ojos cerrados, murmurando algo hacia Irene, que intentaba darle todo su apoyo a través de palabras tranquilizadoras, que no estaban sirviendo. La omega volvía a sentirse débil, y por segunda vez en la noche, se dejó tomar por su mejor amiga, cayendo ambas al suelo.

—¡Te odio. Te odio con todas mis fuerzas. Te odio!

El daño que había causado su madre en ella no tenía manera de arreglarse, ni de cambiarse. Siempre estaría latente, punzante, lastimando su corazón. No había manera de reparar el vacío que dejó con su partida.

Se detestaba porque una parte de ella deseaba lanzarse a los brazos de la mujer. Esa parte de su niñez, que convivía constantemente con ella, hubiera saltado encima de la mujer, y la hubiera recibido con palabras de amor, pero el resto de su cuerpo sentía odio por su madre.

—¡Me abandonaste! Yo no te hice nada. Me dejaste sola.

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