Capítulo 12
Allí estaba Jennie Kim, en medio de un avión privado, volando hacia un rumbo desconocido, y siendo totalmente observada por los pasajeros. Quería gritar, llorar, y volver a aquella habitación a dormir junto a Roseanne, pero no, seguían en aquel vuelo.
Desde su lugar, tenía visión a los demás asientos del avión. Por un lado, estaban omegas y betas. Por el otro, bastantes alfas de aspecto intimidante, y por último, los rostros conocidos. Las únicas personas que no estaban fulminándola con la mirada, eran los padres de Roseanne. Ellos le habían sonreído alegremente, y a pesar de no haber cruzado palabras, Jennie podía sentirse ligeramente respaldada por ellos.
Frente a su asiento en el avión, estaba Lisa, junto a Yeri. La omega ni siquiera se había inmutado por su presencia. Pintaba un paisaje bastante interesante, pero Lisa, no le había quitado los ojos de encima.
Y luego estaba ella. Park Roseanne. La misma alfa que era conocida por todas las personas externas e internas, como calculadora, brillante, audaz y lógica, siendo guiada completamente por sus sentimientos por aquella omega de cabello castaño.
Estaba más que hundida.
Sus manos no se habían soltado en ningún momento. No tenían la capacidad física para hacerlo. La necesidad de contacto entre ambas era más que inhumana.
El vuelo parecía ser eterno. Entre muchos periodos, los pasajeros se dedicaron a dormir, comer y volver a dormir. Cuando aterrizaron en aquella cuidad, la luz parecía ser totalmente insoportable. El cambio de horario había afectado a todo el mundo, pero debían acostumbrarse.
Había un escuadrón completo en el aeropuerto privado en el que había acabado el avión. Jennie y Roseanne subieron a un vehículo, junto con Yeri.
La omega intentó adivinar el lugar al que se dirigían, pero estaba siendo una tarea demasiado complicada. No había logrado dormir en muchísimas horas, y de la ansiedad, su organismo le impidió alimentarse. Era un desastre de pies a cabeza.
—¿Dónde... Dónde estamos?
—Barcelona. ¿Habías venido?
—No. Claro que no. Con suerte tengo dinero para utilizar un taxi.
—Es una linda ciudad. Si quieres, pueden mostrarte parte de ella. ¿Bueno?
—Creo que dormiré una eternidad.
—Yo también. Tengo tanto sueño. Los alfas son espantosos. ¿Acaso todos roncan? ¿Roseanne también ronca así? Pobre de tus oídos que tienen que soportarla. Pobre de ti que tienes que soportarla.
—No la he escuchado —respondió a la pregunta de la pequeña con una sonrisa en su rostro— ¿Roncas?
—No lo creo. Y yo también tengo sueño. Desearía dormir en estos momentos.
—¿Saben que más tengo? Hambre. Tengo tanta hambre, que me comería una olla completa. Comería como desquiciada. No siempre se tienen platillos deliciosos. Amo la comida de este país. Espero que al menos me dejes comer.
—No lo creo. Tenemos que irnos de inmediato. Tienes una hora para comer. No creo que te alcance. Voy a tomar una ducha, y ya. Ni siquiera podré comer.
La conversación entre Yeri y Roseanne se desarrolló entre los tópicos de comer y dormir. No hablaban de absolutamente nada más. Al menos, eso dejaba un poco tranquila a la omega. No había nada de qué preocuparse.
El hotel al que llegaron era espectacular, y lo mejor de todo, es que estaba prácticamente frente al mar Mediterráneo. Jennie no podía más de la impresión, hasta que ingresó a la habitación. Era espaciosa, lujosa y moderna. De colores neutrales, y una cama enorme. El baño tenía una vista espectacular hacia el mar.
—Ponte cómoda.
—¿Q-qué tengo que hacer?
—Puedes dormir, o no sé. Lo que quieras. Puedes hacer lo que tú quieras. Yo no te ordeno nada. Sólo veo un problema. Tienes que ir a comprar ropa. ¿Prefieres ir por tu cuenta, o que alguien se encargue?
La omega recordó el pequeño gran detalle que había olvidado en Seúl. Lo único que tenía junto a ella, era lo que llevaba puesto. No tuvo la oportunidad de hacer una maleta, o de prepararse para ese viaje. Realmente, estaba siendo un viaje inesperado.
Jennie no tenía ganas de salir a ningún lugar. Quería dormir entre los brazos de Roseanne, y no separarse de ella. Tendría que esperarla hasta el anochecer. Esperarla en un lugar que no conocía.
—Yo... No quiero salir. Prefiero quedarme aquí.
—Entiendo, pero no estás obligada a quedarte aquí. Puedes salir todo lo que quieras. La ciudad es bonita, y hay muchas tiendas —Roseanne lanzó su chaqueta por los aires, y antes de desaparecer por la puerta del baño, empezó a desabotonar la camisa blanca— Lisa conoce muchos lugares. Te diría que lleves a Yeri o a Jisoo contigo, pero no puedo darme el lujo de ir sin ellas. Si quieres salir, pregunta por John. Es de confianza.
Sin más, desapareció por la puerta del baño. No le había puesto la suficiente atención a sus palabras. A penas tres botones, y Jennie se había sonrojado completamente. Se sentía un poco aprovechadora por la situación, pero no se arrepentía de nada.
Suaves golpes en la puerta la sacaron de su trance. Caminó hasta ella, y la abrió, mostrando a una apresurada y al parecer, molesta Lisa. Dejó todo a un lado de la habitación, para encarar a Jennie.
En todos los días que llevaban de convivir, jamás la había visto de esa manera. Estaba seria. Tan seria que Jennie sintió miedo en esos momentos. No deseaba discutir con nadie de esa casa, y mucho menos con la persona en la que más confiaba después de Roseanne.
—¿Qué mierda creen que están haciendo? Par de hormonales. ¿Es un juego para ti? ¿Crees que es bonito estar en este modo de vida? Si alguien te ve, se acabó, Jennie. Se acabó. ¿Roseanne te hizo algo? ¿Te... Te mordió?
La beta se acercó a inspeccionar a Jennie por todos lados. No podía creer que fuera la misma persona de hace un par de días atrás. La misma que tenía un pensamiento claro frente a lo que hacían en esa casa. Eran pocos días, para mucho cambio. Eso era lo sorprendente.
—Lisa...
—No, nada de Lisa, ni de estupideces. Vuelve a Seúl, Jennie. Vuelve, porque es la única manera de estar tranquila. Te prometo que volveremos pronto, pero no puedes estar aquí. Tu vida es bonita, y aún puede ser más bonita que antes.
No puedo irme y dejarla. No puedo.
—Mira, sé que estoy haciendo todo mal desde tu punto de vista, pero realmente es mi decisión. Yo le pedí venir.
—¡Y la estúpida que piensa con el nudo no fue capaz de decirte que no. Roseanne, te odio. Maldita hormonal!
Gritó lo más fuerte posible, para que la alfa que estaba en la ducha, la escuchase. Para Lisa, la única persona digna de detener aquella locura era Roseanne, pero había permitido que Jennie fuera.
—Yo lo pedí.
—Jennie, no es bueno lo que hacemos.
—Lo sé, pero, es mi alfa. Es mi alfa, y la estoy conociendo. No puedo alejarme de ella, Lisa. No puedo. Estoy dispuesta a aceptar las consecuencias.
—No digas eso. No es un puto juego en el que retrocedes espacios, o pierdes dinero. Todo esto, es crimen organizado. Vendemos toneladas de drogas, y armas por montones. Eso es lo que hacemos. La familia se dedica a eso. Al tráfico de armas y droga. Matan, torturan, extorsionan. La persona que está en el baño hace eso. ¿Sabes por qué estamos aquí? —la beta estaba tan desesperada por sacar a Jennie de allí, que no le importaba revelar ciertos secretos— Heroína. Muchísima heroína. Tienen que controlar ese negocio desde cerca porque los amenazaron con mandar todo a la mierda. Una familia de la zona. ¿Realmente quieres meterte en esto? ¿Esto es lo que quieres para tu vida?
No, claramente eso no era lo que Jennie quería para su vida, pero no podía hacer escoger a Roseanne entre su familia y ella. Sería un acto egoísta y cruel. Tampoco tenía el poder suficiente para convencer a Roseanne de alejarse de ese mundo, y no estaba dispuesta a arriesgar la integridad de su alfa.
¿Qué era una insignificante omega en la vida de una alfa como Roseanne? ¿Qué podía darle Jennie que fuera bueno para ella? ¿Por qué no valía lo suficiente?
Jamás seré suficiente. Ella tiene muchas preocupaciones. Muchísimas. Una familia. Negocios. Problemas.
—Jennie, ¿Por qué hiciste todo esto?
—Porque soy estúpida, y no puedo estar lejos de ella. A pesar de las drogas y las armas. No puedo. Soy tan estúpida, que le estoy entregando mi vida en bandeja de plata. Todo. Estoy... Estoy dispuesta a darle todo de mí. Lo que ella quiera. Es mi alfa. Lo siento en el pecho. Nunca lo había sentido tanto. Roseanne es mi alfa. No puedo estar lejos de ella.
Lisa deseaba sacarles esas ideas a cachetadas si fuera necesario, pero no podía hacerlo. Por más rabia que sintiera. No podía. Jennie y Roseanne. Roseanne y Jennie. Eran un par de idiotas que estaban cayendo por la otra. No podía culparlas por sentir. Ese era el destino. Ella debía cuidar de que la persona novata no sufriera tanto las consecuencias de la mala vida de Roseanne. Eran su par de idiotas hormonales. Iba a cuidarlas.
—Bien. Mira, mientras no conozcas a ninguna persona importante, creo que sobrevivirás. Jennie, tienes que hacerme caso a mí, porque Roseanne piensa con el nudo. Va a decirte, "no te preocupes, yo te cuido".
—Ella... No me ha dicho eso.
—Espera un tiempo. Una semana, y la tendrás repitiendo ese diálogo como disco rayado.
—¿Lisa?
La voz de Roseanne resonó desde el baño, hasta el lugar donde el par conversaba. La beta rodó los ojos, y tomó la maleta que había armado en Seúl. Con rabia, la llevó hasta el baño, del cual salió rápidamente.
—No entres, acaba de terminar su ducha.
Tampoco planeaba hacerlo.
—No tienes ropa. Hay que ir a comprar muchas cosas. Entre Roseanne y tú, me van a matar. Jung-Ki cree que vamos a quedarnos unas tres semanas. ¿Sabes lo que son tres semanas en Barcelona? Hay que comprar de todo.
—¿Tres semanas? ¿Tanto?
—Sí. Este negocio es así. Voy a buscar algo para ti. Tienes un rostro opaco. Comida y ropa express. Dile a Roseanne que voy a cortarle las bolas.
Jennie quedó a solas mirando el suelo de la habitación. Se sentía demasiado ajena para quedarse por tres semanas allí. Aunque sonara a locura, ya se había acostumbrado a esa casa. A las habitación sorprendentes y clásicas, o a la habitación de Roseanne. Levantarse todos los días, y ordenarla con cuidado. Estaba acostumbrada a esa cocina, en la que almorzaba junto a Lisa. Serían tres largas semanas.
Por la puerta del baño, apareció una persona de cabello húmedo y desordenado. Estaba completamente vestida, pero en sus ojos, se veía el cansancio.
—Lisa dijo que te iba a cortar las bolas.
—Siempre dice eso cuando se enoja. Ya no me preocupa —una sonrisa se coló por el rostro de la omega, y suspiró pesado— ¿Bien?
—Estoy cansada. Sigo sin creer que estoy aquí. Con ustedes.
—¿T-te arrepientes?
—No. No me arrepiento, pero las personas de tu familia pueden odiarme.
—No importan ellos. No importan. Sólo importas tú, y lo que quieras hacer.
Jennie negó con la cabeza, y se acercó a la alfa, que la observaba con intensidad. Apoyó su cabeza en el hombro de Roseanne, y buscó unirse a ella en un abrazo. Los brazos que se enrollaron en su cintura le sacaron una sonrisa. Roseanne con gestos como esos, le sacaba sonrisas, y le transmitía tantas cosas.
—Roseanne, me agrada tu compañía.
—¿Mi compañía? Yo creía que me odiabas.
—¿Aún crees eso?
Salió de su escondite, quedando frente a frente a Roseanne. Estaban cerca. Volvían a estar igual de cerca que hace unas horas. Los ojos de Jennie, estaban completamente fijos en aquellos labios rosados.
—¿No lo haces? ¿No me odias?
—Ni en un millón de años podría odiarte. Tengo muchas cosas por las cuales disculparme contigo —por instinto, trago saliva, sin dejar de mirarla con intensidad— ¿Puedo hacer algo por ti?
—No. Yo... Yo... Nada. Es ridículo.
Roseanne tenía una idea. Desde el primer día tenía esa idea, pero no lo diría. Aún no se encontraba segura con respecto a los sentimientos que tenía la omega por ella. No deseaba presionarla a nada. No podría ser tan egoísta, y dejarse llevar únicamente por los instintos animales. Si ella deseaba un beso de Jennie, tendría que esperar a que la omega le diera su consentimiento.
—¿Segura?
—Sí. No tienes que disculparte conmigo por nada. Yo te entiendo.
—Fui demasiado idiota. Lo sigo siendo, pero tú nunca me has hecho nada malo, y te juzgue sin conocerte. Quiero compensarte.
—Descuida. Todo bien.
Las miradas de Jennie no eran discretas, por el contrario, quería darle a entender, que deseaba besarla. Quería besarla con todas sus fuerzas, pero Roseanne estaba nerviosa, esperando a que Jennie la dejase de mirar de esa manera. No sabía cómo actuar, o que hacer. La omega, esperaba que su alfa tomase la iniciativa, pero nada, seguía estática frente a ella.
La puerta se abrió repentinamente, provocando un susto en Jennie, mientras un pequeño gruñido salía de del cuerpo de Roseanne, sin dejar de mantener a la omega entre sus brazos.
—Te voy a cortar las bolas.
Lisa ingresaba con una bandeja repleta de alimentos, y una bolsa de una tienda de diseñador.
—¿Sí? ¿Por qué?
—Eres tan descarada que preguntas por qué. Debería darte vergüenza. Jennie, a comer.
Alejó a la omega de Roseanne, y la dejó sentarse en la pequeña mesa de dos sillas. Era un desayuno completo para ella. Llamó con la mirada a la beta. No quería comer sola, pero parecía ser una costumbre de Lisa, dejarle cosas imposibles de comer sólo para ella.
—Yo tengo muchos asuntos que atender, y tú también. Fuera de mi vista, alfa idiota. Tu padre te espera.
Roseanne entendió el mensaje que su amiga le estaba dando, y se acercó a Jennie, para agacharse frente a la omega. Le mostró una sonrisa tímida, y bajó el rostro cuando fue sobrepasada por la intensidad en la mirada de la castaña.
—Volveré por la tarde. Lisa y tú pueden hacer muchas cosas.
—¿V-volverás muy tarde?
—Intentaré terminar todo pronto, pero, no lo sé. Depende mucho de qué tan mal estén las cosas —tomó la mano de Jennie entre la suya, y le dejó un beso en los nudillos. Una beso que agitó el corazón de la omega— Cuídate mucho, ¿Sí?
—Claro. Me cuidaré, pero tú cuídate más. ¿Bueno?
—Tranquila. Con Jisoo y Yeri, me basta y me sobra. Saben cuidar mi espalda. Mucha suerte.
Depositó un beso en la coronilla de la omega, y abandonó la habitación, cerrando la puerta con cuidado.
Jennie sintió ese pequeño vacío en su pecho, y la sensación de desprotección e inseguridad creciendo con fuerza. Roseanne le entregaba tantas cosas con su simple presencia, que terminaba siendo doloroso para ella. Cada vez que Roseanne se alejaba, algo ocurría con ella. La extrañaba como condenada.
—Te ves idiotizada.
—¿Qué?
—No puedo creer que eres la misma chica que conocí el primer día. Te pegó muy fuerte. El amor te pegó fuerte. Sólo falta que Roseanne te muerda. Estas siendo sumisa, obediente, tranquila. La omega perfecta.
Las palabras de Lisa hicieron eco en su mente. Jennie había olvidado un gran detalle de todo lo que sucedía. La mordida. Jamás había imaginado dejándose marcar por un alfa. En primer lugar, jamás imaginó encontrar a un alfa, pero existía Park Roseanne. El segundo problema, era la mordida. Jennie le daría todo a Roseanne. Todo lo que le pidiese, pero ¿La mordida también? ¿También estaba incluida?
Pertenecería a Roseanne en todo el sentido de la palabra. Sería su omega. Sería la omega de una criminal. Tendrían una conexión totalmente directa. Serían una pareja.
¡Ni siquiera la estaban cortejando!
—Ve a la ducha. Tenemos una ciudad que recorrer.
Lisa ordenó, mientras observaba a su amiga con curiosidad. Jennie estaba actuando de maneras sospechosas, extrañas. Se perdía constantemente en sus pensamientos. Roseanne estaba dejándola loca.
[🌠]
Recorrer tiendas, y tiendas, y tiendas, nunca había sido algo que le gustase, pero allí estaba, siendo escoltada por más de seis alfas. Lisa se había tomado en serio aquello de la seguridad.
La beta, poseía tanta energía en su cuerpo, que Jennie deseaba robarle un poco. Quería de esa energía. Llevaban la misma cantidad de horas despiertas, pero Lisa se movía de la lado a lado, y nada era suficiente para ella. Simplemente, estaba en su territorio.
Jennie no estaba disfrutando de eso. Lisa estaba gastando dinero. Gastando muchísimo dinero. No sabía cuántos miles de euros, pero tenía un cálculo que iba cercano a las cinco cifras.
Tenía bastantes sentimientos encontrados. Muchísimos. Las cosas no eran como parecían. El dinero, el viaje, y Roseanne. Todo eso, le provocaban un dolor gigantesco de cabeza. Estaba cansada.
Terminaron tarde de realizar todas las compras. No sólo eran para Roseanne y ella, sino, que todos los miembros de la familia necesitaban cosas importantes. Lisa los conocía a la perfección. A todos. Ningún detalle se le había escapado.
Cuando subieron a una de las camionetas de vidrios oscuros, Jennie se apoyó contra el vidrio, y abrazó su propio cuerpo. No hacía frío, pero ella se sentía triste, desprotegida. Deseaba la mirada tímida y brillante sobre ella. O las manos cálidas y fuertes que la tomaban de manera segura. Quería esa melodía suave y calmada que salía de Roseanne. Quería a Roseanne.
No había dejado de pensar en Roseanne. Todo lo relacionaba estúpidamente con la alfa. Desde las palabras de Lisa, hasta ciertas expresiones.
Su alfa, la tenía a sus pies.
—¿Quieres ir a cenar?
Preguntó la beta a su lado. El paisaje se llevaba gran parte de su atención, pero no era lo más interesante. Lisa moría de hambre, y deseaba una velada con Jennie.
—No lo sé. Estoy cansada. No tengo hambre, en realidad.
—¿Estás cansada o no tienes hambre?
—Las dos. Estoy las dos. Quiero llegar a dormir, y relajarme.
—Quieres llegar con Roseanne y pegarte a ella. Lo entiendo. Yo también quiero hacer eso con Roseanne. Te dije que era demasiado cómodo dormir con ella al lado.
—Oh —aquel sentimiento amargo se extendió por su cuerpo, y tensó su mandíbula— Entiendo.
No volverás a dormir con ella. Jamás. Ni el mil años.
—Jennie, ¿Estás segura de lo que quieres con Roseanne? Después de algunas cosas, no hay vuelta atrás.
—Sí.
De todas las cosas que Lisa podía preguntarle, se fue por la única pregunta, a la cual, tenía una respuesta. Estaba completamente segura de lo que quería con Roseanne. No había más historia. La quería a ella, y ya.
—Cuídense mucho. Ambas son buenas personas. Se merecen una relación de sueños. Roseanne va a darte mucho amor. Lo prometo. Sino le cortamos las bolas entre las dos.
Llegaron al lujoso hotel, y con pasos lentos, Lisa escoltó a Jennie hasta la habitación. Le extendió una de las llaves, y después de muchos abrazos y besos por parte de la beta, se despidió de la chica.
La habitación estaba a oscuras. Completamente a oscuras. Al momento en el cual iba a encender la luz, unas manos se aferraron a su cintura, y sonrió por el tacto. Era familia. Era el tacto con el que había fantaseado toda la tarde.
—Te extrañé muchísimo. Pensé en ti toda la tarde. Todo el tiempo. Me tienes a tus pies.
—No es así. No te tengo.
—Me tienes detrás de ti. Literalmente. ¿Cómo estuvo la tarde? ¿Bien? ¿Mal? ¿La odiaste?
Roseanne alejó el cuerpo de Jennie del interruptor, evitando que encendiera la luz, para llevarla a la cama de la habitación. Era mejor que no se encontrase con esa imagen. Se sentó, y dejó que la omega se sentase a su lado.
—Estoy cansada. Demasiado. Tú también suenas cansada. Vamos a dormir. ¿Quieres dormir?
—Sí. Yo estoy lista para hacerlo.
—Oh, ¿Ya tienes pijama?
—Sí. ¿Puedes... Puedes dormir conmigo?
La omega no quería sonreír, pero con ese tipo de peticiones, era demasiado difícil ser fuerte.
—Sí, tengo que buscar ropa. No sé. Una pijama, para dormir.
—Oh, yo... Yo te puedo prestar algo. Tengo una polera limpia, y un par de pantalones. ¿Te sirve?
—Estaría perfecto.
—En el baño. Te espero aquí.
Jennie se deshizo del agarre de Roseanne, y fue directamente hasta el baño. Había visto la ropa que estaba sobre la cubierta del baño alguna que otra vez. No sólo estaba eso, sino que había un montón de artículos de aseo personal. Los mismos que Jennie había dejado en Seúl.
Se vistió con expectación. Había esperado este momento durante todo el día. Estaba loca por ir a la cama con Roseanne, pero algo llamó su atención. La alfa tenía manías, bastantes manías, y una de esas, era dejar la ropa a un lado de la bañera cada vez que se cambiaba. Eso no estaba. No había nada, y comenzó a sospechar que pasaba algo que no había notado.
Terminó su rutina nocturna, sin dejar de pensar lo que pasaba. Abrió la puerta con cuidado, y suspiró.
—¿Roseanne?
—¿Sí?
—¿Puedes venir un poquito?
El corazón de la omega empezó a latir con extrema violencia. No había recibido ninguna respuesta. Eso era la señal perfecta para entender que sus suposiciones no estaban erróneas.
Por la puerta, ingresó la alfa, y Jennie retrocedió varios pasos debido a la impresión. Estaba impresionada, y dolía ver a alguien así. Su rostro estaba completamente golpeado, destrozado, y se notaba que la paliza que recibió había sido contundente.
—¿Q-quién...
—Estoy bien. Lo merezco de cierta manera.
—¿Quién te hizo esto?
—Fue una emboscada. No quieres saber detalles. Estamos bien. No pasará nada más después de esto. Resolvimos el problemas.
—Te golpearon. ¿Cómo vas a estar bien?
—Lo sé, pero soy fuerte, pequeña. No pasará nada más. Mírame, estoy muy bien. Estoy perfectamente.
Una sonrisa se formó en el rostro de la alfa. Jennie lamentó el estado de su compañera, a tal punto, que sintió lágrimas inundando sus ojos. Se acercó a Roseanne, y tomó el rostro destrozado entre sus manos. Mordió su labio con fuerza. Tenía que ser fuerte, pero era difícil. Su alfa. Era su alfa, y la habían dejado mal.
—¿Qué vas a hacer?
—Nada. Pasar el tiempo aquí. Tenemos varios asuntos que arreglar.
—Roseanne...
Sus palabras se estancaron, cuando notó la marca de los dedos en su cuello. No sólo la habían golpeado, sino, que prácticamente, querían matarla. Temió por la integridad de la chica frente a ella.
Con cuidado, llevó sus manos hasta el borde de aquella polera amplia, y exploró el abdomen caliente con la yema de los dedos. Esa acción, estaba despertando cosas en Roseanne. Era inevitable, no mirarla con los ojos llenos de sorpresa. Cuando tocó una parte sensible, la mueca en la alfa fue presente.
—¿Puedo ver?
—¿Ver?
Se alejó un poco de Roseanne, y buscó su consentimiento a través de la mirada de la mayor. Asintió despacio, y elevó la prenda. Tenía un gran hematoma en su costado, y parte de su abdomen bajo. Cerró los ojos, intentado imaginar el dolor que podía haber sentido.
—No tienes que seguir con esto. No pasó nada.
—¿Tienes... Tienes más?
—Jennie, no vale la pena. En tres días, no habrá nada, lo prometo.
—Dijiste que te ibas a cuidar —miró de manera acusatoria a la mujer frente a ella, que asintió con vergüenza— ¿No cumples tus promesas?
—Me cuidaré de ahora en adelante. Lo prometo. Nunca más me verás así.
—Tus promesas son en vano, Park.
—No. No lo son. Yo iba muy tranquila, y pasó esto. No volverá a pasar.
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