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Capítulo 11

Roseanne y Jennie caminaban en la oscuridad del jardín, con un silencio impresionante. Todo se encontraba tan oscuro, que la alfa, tuvo que guiar en muchas parte a la omega, para que no terminara en el suelo.

Llegaron al punto exacto en el que Roseanne había planeado, aunque estaba nerviosa por lo que iba a hacer esa noche.

Estaban debajo de la casa del árbol que Jennie había observado hace muchas noches. En la oscuridad, se podía observar lo grande que era la casita.

No había una escalera para subir, ni un camino posible. Lo único que había, era una cuerda, que se perdía en el interior de la casa.

—Espero que no te burles de nosotras. Éramos jóvenes.

—¿Qué voy a encontrarme allí?

—Ya lo veras. Tendrás que subirte a mi espalda.

Jennie no estaba segura de lo que deseaba lograr Roseanne, pero sin protestar, subió a su espalda, y se aferró al cuerpo de la chica con toda su fuerza.

—Ni se te ocurra soltarme. Es un orden.

La omega iba a contradecir las palabras de Roseanne, pero cuando comenzó a elevarse por aquella cuerda, soltó un grito. No entendía de dónde sacó Roseanne la fuerza para elevarse por los aires, sobre todo si sostenía su peso a sus espaldas. Se mantuvieron suspendidas mientras la alfa, abría la puerta. Una vez dentro, volvió a cerrar, dejándolas seguras en las alturas. Jennie seguía aferrada a su espaldas, y al sentirse segura en aquel lugar, se bajó y empujó a Roseanne con molestia.

—¿Qué te pasa? Pude haber muerto. Pudimos haber muerto.

—Oh, lo siento mucho. Creí que sería divertido.

—¿Divertido? ¿Jugar con la muerte es divertido?

—No, quería probarme. Hace mucho tiempo no subía. Con Mina hacíamos competencias. Siempre le ganaba. Lamento mucho esto, pero no hay escaleras. Fue mi idea. Estar en esa casita es un privilegio.

—Casi muero.

—No, yo nunca dejaré que te pase algo malo. Jamás. Para la próxima, usamos el tubo.

Quería preguntar lo que era el tubo, pero Roseanne encendió las luces del lugar. Seguía sonriendo con felicidad, y eso, relajó su cuerpo enormemente. La sonrisa de Roseanne, transmitía demasiada paz.

Había muchos juguetes por el lugar. Muchísimo. Balones, autos, cartas, y uno que otro póster de películas anticuadas. También había una foto de Mina y Roseanne de pequeñas, pegada en una de las paredes. Era una imagen adorable.

—Esta era la guarida. ¿Te gusta?

—¿Por qué se llama la guarida? ¿Hacían muchas cosas malas aquí?

—Pues, no quieres saber eso —respondió con una sonrisa burlona en su rostro— Es secreto.

—No quiero ni imaginar a cuantas personas trajeron a este lugar. ¿Subías a todas tus conquistas así?

—Yo no, pero Mina sí. No le cuentes a Nayeon. Se supone que no podían venir omegas a esta guarida de alfas. La única que ingresaba cuando desaparecíamos por muchas horas, era mi mamá.

—Guarida de alfas...

—Sí. Alfas.

—¿Y qué hago aquí?

—Sorpresa.

Roseanne comenzó a remover las repisas de aquella casa del árbol. Se encontró con muchos juguetes que había creído como perdidos. Era un lugar lleno de recuerdos bonitos junto a su hermana.

Jennie siguió el ejemplo de Roseanne, y revisó cada una de las repisas con cuidado. Había tantas cosas, que se sintió perdida. Era como ingresar a un lugar sagrado. Ella podía notar la sonrisa nostálgica de Roseanne en su rostro. Observaba cada rincón, como si escondieron cosas sagradas. Tal vez escondía muchos secretos de las hermanas, pero ella no lo sabría.

Al llegar a la última repisa, se encontró con una caja, que aparentemente debía estar cerrada con llave, pero no lo estaba. En su interior, había muchas fotos de Roseanne, Mina y lo que parecía, una pequeña Lisa. También podía distinguir a Tzuyu, o así creía que se llamaba la chica.

—Hicimos una promesa. Cuando tuviéramos cuarenta, veríamos esas fotos, y nos tomaríamos más. Tal vez era una forma de prometernos compañía. Crecer en la mafia no es fácil.

—Te falta poco para cumplir cuarenta.

—En ese momento, no creímos que llegaríamos. Había muchos problemas.

—¿Por qué?

Deseaba saber con todo su ser, pero tampoco quería entrometerse en la vida de Roseanne si ella no lo deseaba.

—Mi familia no siempre tuvo tanto poder. Atacaron nuestra casa muchas veces. En la madrugada. Íbamos a morir, y después de ese ataque, recibíamos muchas amenazas. Con el tiempo, las cosas cambiaron, pero para niñas, es difícil borrar esas cosas.

Roseanne rodeó el cuerpo de Jennie por la espalda. A pesar de temerle al rechazo, no pudo contenerse, al igual que Jennie. Ella tampoco podría contenerse más. Entrelazo sus dedos con los de Roseanne, y acarició el dorso de su mano lastimada.

—Cuando cumplas cuarenta, podrías invitarme.

—Espero despertar a tu lado.

La omega giró su cuerpo, sin alejarse de Roseanne. La sonrisa de embobada que tenía su alfa era impagable. Estaban tan cerca, que podía sentir la respiración de Roseanne contra su rostro, y eso, la hacía sentirse mucho más nerviosa.

—¿Por qué me coqueteas de esa manera?

—Porque me gustas. Muy fácil y simple. ¿No te gusta que lo haga? Si no te gusta, no digo nada más.

—¿Yo te gusto a ti?

—Mucho.

La omega comenzó a negar con la cabeza ante las palabras de Roseanne. No sabía si creerle o no creerle. Estando tan cerca de ella, le creería cualquier, cosa, pero nadie se había declarado a Jennie en toda su vida. Era imposible llamar la atención de alguien como Roseanne.

—No me crees...

—Es difícil hacerlo. Nunca he llamado la atención de nadie, tampoco me han cortejado, ni nada. Las personas no se fijan en mí. ¿Por qué lo harías tú? No tiene sentido.

—Porque yo tengo buen gusto, y quieras creerme o no, me gustas. Si me dices que no me crees, vas a gustarme más y más.

Te vas a cansar. Vas a odiarme. No puedo llamar tu atención.

—Roseanne, no digas eso. Hay muchas omegas en el mundo. Muchas omegas bonitas, buenas y que pueden darte lo que quieras. Serías capaz de tener a cualquiera a tus pies. Yo no puedo ofrecerte nada.

Problema tras problema. Es lo único que obtendrías de mí. No puedo darte nada bueno. Podrías tener a cualquiera. Incluso a mí.

—¿Sabes lo que yo quiero? —sus ojos brillaban a pesar de las palabras de Jennie, y la omega negó embelesada por el par de orbes— Quiero conocerte a ti, porque no me interesan en resto de omegas en este mundo.

—Lo dices porque...

—Lo digo porque lo siento. Quiero conocerte, pero tú eres libre de decidir lo que deseas hacer. Yo no te voy a obligar a hacer nada que no quieras. Podría hacerlo, pero no lo haré. Eres libre. Ya sabes que me gustas, y que me gustaras por mucho tiempo más. Es un avance. Habían apostado en mi contra.

Jennie se abrazó al cuerpo de Roseanne, y dedicó gran parte de sus sentidos a disfrutar de la compañía de la alfa. Todo se sentía diferente estando junto a ella. Para Jennie, estar junto a Roseanne, se estaba transformando en una especie de adicción. Se veía imposibilitada de no soltar sonrisas cada vez que veía a Roseanne, o estaba junto a ella. Era tan inconsciente del sentimiento que crecía con velocidad y fuerza. No tenía consciencia de sus sentimientos.

Una omega ingenua, había perdido lo único que podía salvarla en esa casa. Su cordura. Jennie había perdido su habilidad pensante, y ahora simplemente, se movía por instinto. A Roseanne no le costó conseguir aquella hazaña. Menos de un año. Menos de un mes. Menos de dos semanas.

—Tu sorpresa te está esperando.

Habló después de varios minutos de estar junto a Jennie. La omega se separó de ella, y la observó con intriga. No se imagina que tipo de sorpresa podría darle Roseanne, estando en una casa del árbol. ¿Juguetes?

—¿Nos vamos a tomar una nave a las estrellas? No veo otra manera de ir.

—No, pero estaremos cerca.

Roseanne abrió una de las ventanas del lugar, y se encontraron con un balcón bastante amplio para ser una casa del árbol. Salieron por allí, y lo único que se observaba, era oscuridad y oscuridad.

Había bastantes árboles cercanos a esa casa. Lo único que era difícil de ver, era el cielo nocturno.

—Mira. Ese es el tubo.

Apuntó a una estructura muy parecida a un tubo de bomberos en la esquina del balcón. Aún no entendía porque no había una escalera. Era lo más común.

—¿No te asusta tanta oscuridad?

—No. Es peor acampar en invierno. Ya lo hicimos, y terminó mal. Todo fue culpa de Lisa. Yo quería dormir.

—¿Y qué pasó?

—Quería subir al techo, pero estaba oscuro, y por salvarla, casi terminamos cayendo por el balcón. Mina en ese tiempo creía que era muy fuerte, pero terminó con una muñeca fracturada. Mi madre casi nos clausura la guarida. ¿Te imaginas a preadolescentes sin un espacio seguro para hacer estupideces? Terrible.

—No quiero imaginarme las cochinadas que hacían aquí. ¿Las hacían?

—¿A qué te refieres con cochinadas?

—¿Besaron a alguien aquí?

El rostro de Roseanne cambió de un tono neutral, a un sonrojo extremo. Jennie había dado en el clavo.

—Mi primer beso fue aquí. Y fue asqueroso. Irrepetible.

—¿Fue con alguien de la casa?

—Sí.

—¿Y con quién?

—Con Lisa. Ella estaba triste porque nunca había dado un beso. Yo tampoco había dado uno, pero quería esperar. Para sacarle una sonrisa, la besé, y después nos besamos y ya. Me da asquito de sólo recordarlo, pero lo hice por ella. Es como mi hermana.

Claro. Como tu hermana. La besaste. Besaste a Lisa.

—¿Sólo a ella?

—He dado algún que otro beso, pero no me sale hacerlo. Aunque no lo creas, soy bastante vergonzosa.

—Tan vergonzosa que besas a tus amigas. A mí me daría vergüenza besar a mis amigas. No es como que un día me levante y vaya a ver a...

—¿A? ¿A tu amiga alfa? ¿La vas a besar?

—No. Yo si tengo decencia. No me meto con mis amigas.

—Yo tampoco.

—Ya lo hiciste. La besaste. A Lisa. A la misma persona que está en tu casa y trabaja para ti.

—Bueno, lo hice. Pasado. No volvería a besar a Lisa ni aunque me ofrezca todo el oro del mundo. Fue tan vergonzoso.

—Claro. Ahora es vergonzoso, pero me imagino que en ese tiempo, estabas saltando de alegría. Lisa tenía razón, ustedes solo piensan con...

Jennie logró detener sus palabras, al darse cuenta la estupidez que iba a decir. No podía estar diciendo libremente palabras como esas. Ya era suficiente con saber que Roseanne y Lisa se habían besado.

—¿Con? ¿Con el nudo? Me lo dice todo el tiempo. No de una manera agradable, claramente. Cuando se enoja porque hago algo que no le gusta.

—Pues, tu versión pequeña, pensaba con el nudo.

—No. Mi versión pequeña era inocente. Mi versión actual, sigue siendo inocente. La que piensa con el nudo es Mina. Si supieras...

—No quiero saber, gracias.

Jennie, aunque no quisiera admitirlo, fue lastimada al saber que Lisa y Roseanne se habían besado. Aunque haya sido hace muchos años, le dolía un poco. Ella ni siquiera se había besado con alguien, y Roseanne, le había regalado su primer beso a Lisa.

Buscó la mirada de la alfa, que estaba clavada en ella, y rodó los ojos con molestia. Quería decirle lo mucho que le molestaba toda esa situación, pero no estaba en posición de reclamar. No tenían nada.

—¿Y mi sorpresa?

—¿E-estás enojada? ¿Conmigo?

—No.

—¿No? ¿Segura? ¿Dije algo malo?

Besaste a Lisa. Eso ya es muy malo. La misma persona que ha dormido contigo. En tu cama. En la misma cama en la que yo he estado...

—Tranquila. No pasa nada. Sigo esperando mi viaje a las estrellas.

Roseanne se acercó a ella, y le mostró una sonrisa llena, con la cual se olvidó de todas las personas que podían estar complicando su existencia.

La tomó por la mano, y recorrieron una parte del balcón. Había una escalera que le daba una posible subida al techo. No era una escalera pequeña, y Roseanne, temió por su vida.

—¿Tengo que subir?

—Sí. Tienes que subir.

—¿Y si me caigo?

—Pues, si te caes, yo me caigo contigo. Ven aquí.

Ordenó con suave voz, y la ayudó a subir a su espalda. Jennie cerró los ojos cuando sintió que comenzaban a moverse por la escalera. No supo en qué momento llegaron al techo de aquella casa del árbol.

—Dijiste... Tú dijiste que querías cazar estrellas. No se pueden cazar estrellas, pero si podemos verlas de cerca. Al menos por esta noche —la omega se soltó del agarre férreo que tenía en Roseanne y abrió los ojos maravillándose con el cielo estrellado. Jamás había estado tan cerca de aquella maravilla. Roseanne la abrazó por la espalda y dejó descansar su cabeza en el hombro de la omega— Sorpresa.

—Estoy viendo estrellas.

—Sí. Por una noche.

—Si no me estuvieras abrazando, creería que esto no es real. Esto no es real.

—Lo es. Estamos en el techo de una casa del árbol, mirando las estrellas. Es loco, pero estamos aquí.

Jennie comenzó a reír por las palabras de Roseanne. Jamás habría imaginado que podía lograrse algo así. Todo era perfecto. Aquella masa oscura, iluminada por muchas estrellas y una luna brillante. Había luna llena. Parecía que la alfa hubiera planeado todo lo que estaba ocurriendo esa noche.

Se sentaron a observar las estrellas en un silencio tan cómodo, que parecía irreal. El único conducto que Jennie tenía a la realidad, era la mano de Roseanne. No había podido soltarla en ningún momento. No quería soltarse jamás.

Nadie había hecho algo así por ella. Lo máximo que había recibido, era un póster con un cielo estrellado hecho con photoshop. Fue un regalo que le agradeció a Irene, pero lo que estaba presenciando en ese momento, era irreal, mágico y único. Roseanne había hecho que Jennie viera las estrellas de la manera más única posible. En el techo de una casita del árbol.

—Gracias. Por esto. Gracias por todo. No sé... No sé cómo agradecerte.

—No tienes que agradecerme nada. Lo hago porque me gusta verte sonriendo. Tu sonrisa es bonita, y tierna, y me causa muchas sensaciones buenas. Me gusta verte sonreír.

La mirada de Roseanne estaba fija en Jennie. No había dejado de observar el rostro perfecto a su izquierda. Su corazón retumbaba con fuerza, y por su mente sólo pasaba una idea. Esa sonrisa, debía ser eterna, sin importar si ella era la causante o no. Jennie tenía que sonreír por siempre.

—Roseanne, deja de decir eso, por favor.

Escondió su rostro sonrojado, pero la risa suave de la alfa, la sacó de su misión fallida. Roseanne era totalmente consciente de las cosas que generaba en ella. Su nerviosismo era palpable en el aire.

—¿No te gusta? ¿Te incomoda?

Me fascina, pero vas a terminar matándome.

—No, no es eso. Sabes que me pones nerviosa. Los alfas parecen disfrutar poner a los omegas nerviosos.

—Y tú disfrutas de ponerme nerviosa. También lo haces. ¿No lo ves?

Jennie buscó la mirada de Roseanne, y la encontró observándola con detención. No sabía porque los labios de Roseanne, en ese momento, parecían ser los más apetecibles.

—¿Yo... Yo te pongo nerviosa?

—Sí. Mucho. Demasiado nerviosa.

—No te creo. Eres alfa. Ustedes tienen el poder en todas las situaciones. En el mundo, en su familia, en sus relaciones.

—Tu mandas aquí. Yo sólo hago lo que me permites hacer. Tienes el control, y puedes hacer lo que quieras.

—¿Lo que yo quiera? —Roseanne asintió con fervor. Quería que realmente Jennie se sintiera que tenía el poder. La alfa era una pieza, que ella controlaba como quisiera— Eso es mucha responsabilidad.

—Lo es.

—Y si yo puedo hacer lo que quiera, ¿También puedo irme cuando quiera?

Automáticamente, el ambiente cambió a uno muy tenso. Esa no era una pregunta que esperaba Roseanne. Podía esperar cualquier cosa, menos eso. De sólo imaginar a Jennie lejos, deseaba llorar y gritar.

—Asumo que sí. Eres libre. Nadie... Nadie va a impedir que te vayas si deseas hacerlo. ¿Quieres irte? Yo puedo hablar con mis padres si deseas hacerlo.

La omega negó con la cabeza rápidamente. No estaba en sus planes irse. No por ahora. Tenía muchas cosas por aclarar antes de pensar en la idea de irse.

—¿Tú quieres que me vaya?

—No. Por supuesto que no. Si pudiera convencerte de que te quedaras indefinidamente lo haría, pero no lo sé. Es tu decisión. Si en algún momento quieres irte, puedes hacerlo.

El teléfono de la mayor comenzó a sonar en el peor momento. Sacó el dispositivo de su chaqueta, y suspiró molesta por tener una hermana tan impertinente.

—¿Qué? Estoy ocupada. Te dije que no me llamaras.

—Tenemos problemas.

—¿Qué tipo de problemas?

—Barcelona.

Roseanne comprendió automáticamente de lo que hablaba Mina, y se lamentó por las cosas que pasarían. Cortó la llamada, y se encontró con la mirada de confusión en el rostro de la omega.

—Lamento informarte esto, pero debemos irnos. Surgió un inconveniente.

Jennie asintió lentamente, y se aferró al cuerpo de la alfa, para descender del lugar. Al tocar el suelo, fue un completo alivio para la omega. Aún estaba confundida ante la fuerza de Roseanne, pero no podía cuestionar a un alfa. Después de todo, estaban hechos para eso.

En vez de bajarse de su espalda, continuó todo el camino de la misma manera, riendo por las ocurrencias de Roseanne.

Todo el buen ambiente que tenían entre las dos desapareció cuando ingresaron a la casa. Las personas se movían de lado a lado, en especial en la habitación de la alfa.

Lisa se encontraba preparando maletas. En realidad, lo básico para partir esa misma noche.

—Tu padre y Mina están en la oficina. Deberías ir a hablar con ellos. Te necesitan.

Jennie soltó a Roseanne, que rápidamente dejó la habitación, dejando al par a solas. Lisa trabajaba con rapidez, pero esa vez, estaba muchísimo más apurada de lo normal. Como si las cosas estuvieran muy mal.

La omega tenía curiosidad con respecto a eso. Quería saber el motivo de tanta prisa, o de tanta preocupación. No era normal todo lo que estaba ocurriendo. Podía sentirlo.

—Lisa, ¿Puedo hacerte una pregunta?

—No lo sé. Si te cuento, Roseanne va a sacarme los pezones y los dientes. No puedo decirte sobre esto. Es peligroso.

—¿Tú sabes lo que ocurre?

—Sí, pero te conviene no saberlo. De verdad. ¿Quieres ayudarme? El vuelo está programado para las dos.

Al escuchar la palabra vuelo, un golpe de realidad azotó a Jennie. Roseanne iba a irse, a un lugar desconocido para ella. Estaría lejos por lo que parecían varios días, y ella, se quedaría sola en esa casa. Sin su compañía. Sin la compañía de su alfa.

Cuando todo parecía empezar a tomar forma, ocurría eso. Un viaje totalmente inesperado por parte de Jennie. No quería que Roseanne estuviera en un país lejano. No quería que tuviera problemas con otros mafiosos.

—¿S-se va por muchos días?

—No lo sabemos. Viajaremos de emergencia. No es planeado. Si debemos quedarnos un mes, lo haremos. Tzuyu estará a cargo de la casa. Jung-Ki y Jihyo también viajarán con nosotros, y es obvio que Mina y Nayeon no se van a perder el espectáculo.

Mierda. Es grave. Muy grave. Y Roseanne se irá con ellos. ¿Por una semana? ¿O dos? ¿Un mes?

—Entiendo.

—Lamento esto, Jennie. Ustedes, parecían comenzar a llevarse bien, y que corten toda la magia, debe ser jodido.

—Bueno, es el trabajo de Roseanne después de todo. No puedo hacer nada.

Se sentó en el suelo del vestidor, mientras observaba como Lisa cerraba aquella maleta. No deseaba verse débil, pero se sentía una idiota. Había sido una gran noche, y que todo culminase de esa manera, dolía.

Sin notarlo, sus ojos se llenaron de lágrimas. Roseanne no había puesto un pie fuera de la casa, y ya la extrañaba a su lado. Su aroma, su mirada, su sonrisa. ¿Podría soportar tanto tiempo sin ella? ¿Podría soportar un mes sin ver a Roseanne? La idea le parecía inconcebible.

Una molesta alfa, ingresó a su habitación, con dirección al vestidor, y al notar a Jennie mirando el suelo con entretenimiento, se tranquilizó por algunos segundos, hasta que su hermana tomó su brazo con fuerza.

—¿Qué mierda tienes en la cabeza?

La atención de Lisa y Jennie, fue hasta el par de hermanas, que parecían querer soltar chispas.

—Si vuelves a tocarme, te reviento a tiros.

—Roseanne, no puede pretender que todo estará bien. Tienes que viajar. Estamos en problemas. Problemas en los que tú misma nos metiste. Deberías estar allí. Tú debías viajar en un principio. Es tu maldito negocio y todo se está cayendo. Perderemos mucho.

—No me importa. No voy a viajar. Tú y papá lo resuelven. No me muevo de aquí.

Mina estaba perdiendo la poca paciencia que solía tener. En ese momento, Roseanne no estaba pensando claramente. En su cabeza, sólo existía Jennie, y no la dejaría sola por semanas, mientras ella está en Barcelona, resolviendo problemas. No le importaba perder dinero, o ganarse el odio de su familia. Su decisión estaba tomada.

—Roseanne, no seas infantil. Es lo único que te pido. Eres la persona con el cerebro más grande de esta casa, y la familia te necesita. El vuelo es a las dos.

La mujer, sin ánimos de continuar con esa discusión, salió de la habitación, y Lisa, sabiendo el estado de Roseanne en esos momentos, también abandonó el lugar. La única persona capaz de calmar a Roseanne y darle seguridad, era Jennie.

Una parte de Jennie celebraba que Roseanne no quisiera ir, pero otra, sentía que era netamente su culpa. Y claro que lo era.

Se levantó del suelo, e intentó llamar la atención de su alfa con un gesto discreto. No quería ser invasiva de inmediato. Podía sentir la tensión de Roseanne. Su expresión relajada y pacífica, estaba opacada por la tensión los músculos de su mandíbula, y por aquel ceño fruncido, que le daba un aspecto aterrador.

—¿Bien?

—No.

La voz de Roseanne estaba ronca, demasiado ronca e irradiaba molestia. Mucha molestia. Jennie tembló en su lugar, pero no deseaba retroceder, por el contrario, quería alegrar esa expresión sombría.

—¿Quieres... Desahogarte?

El primer contacto que tuvieron fue un choque de manos, que la alfa cambió rápidamente, al atraer el cuerpo de Jennie, contra el suyo, dejándola pegada a ella. Lo único que faltaba por unir, eran sus labios, pero no existía tanta distancia. La omega podía sentir la respiración de Roseanne perfectamente, y temblaba de expectación.

—No me voy. No... Yo no quiero estar lejos. Quiero quedarme contigo. Aquí. En casa. No quiero ir.

—Roseanne, es tu familia.

—No importan.

—Tienes que ir. Con ellos. Tienes que ir. Es tu deber.

—¿Q-quieres que me vaya? ¿No... No quieres que me quede aquí?

La expresión de dolor en el rostro de Roseanne lastimó de tanta manera a Jennie, que la abrazó contra ella. Quería borrar esa expresión, y haría lo que fuera por hacerlo.

—Claro que quiero que te quedes, pero tu familia es muy importante. Tus negocios, el dinero, todo. Cuando vuelvas, estaré esperando por ti. Aquí.

—Puede... Puede ser mucho tiempo. Yo no quiero separarme de ti mucho tiempo. Lisa viene con nosotros, y ella... Te llevas bien con ella, te cuida mucho. Jisoo también vendrá. No quiero que te quedes sola.

—Será poco tiempo.

—No lo sé. Es un problema delicado. Es mi culpa, pero no te dejaré aquí. Me quedaré.

—Roseanne, por favor, es tu familia. No puedes dejarlos de lado.

Aunque Jennie odiara admitirlo, estaba tan ansiosa por mantener a la alfa a su lado, que una idea descabellada cruzó por su cabeza. Si daba ese paso, todo el juego habría acabado. Todo cambiaría en su vida. Todo se transformaría. Si Jennie decidía a entregarse a Roseanne, era su fin.

El esclarecimiento de la muerte de su padre. La academia, y su carrera como detective se vería estancada sin ni siquiera haber empezado. La investigación que tantas personas estaban llevando a cabo contra la familia Park por años, llegaría a su fin. Jennie nunca sintió la verdadera presión de su relación con Roseanne, hasta ese momento.

De ella, dependían tantas personas, que provocó el sentimiento de culpa apoderándose de ella. Se alejó de Roseanne, y la observó directamente a los ojos.

Frente a ella, tenía a la heredera de la familia más criminal de todo el continente. Una persona que había hecho mucho daño al mundo, y a ella. Es familia había asesinado a su padre. Al hombre que tanto amor le dio. Tendría que sentir asco, rabia, repulsión o un ápice de remordimiento, pero no, no lo sentía. Lo único que veía Jennie, era a una alfa de lindos y brillantes ojos. De personalidad misteriosa, profunda e interesante. Con una sonrisa y una amabilidad que podría derretir cualquier barrera, y lo más importante, es que veía al corazón más puro y bueno a través de todos aquellos gestos. Roseanne no era lo que la gente podría creer de ella. Roseanne era muchísimo mejor que cualquier persona del exterior.

El primer día en el que se encontraron, a las afueras de la habitación de la alfa, Jennie había cavado su propia tumba. El juego había finalizado ese día. El juego nunca había empezado, porque Jennie, no sabía cómo jugar. Jennie, jamás estuvo dispuesta a jugar. Y Jennie, estaba tan entregada al sentimiento que fluía por su cuerpo, que era imposible volver a reiniciar la partida.

—Llévame contigo. Sé que es peligroso, que es arriesgado, y que no somos nada, pero llévame contigo. Aceptaré todas las consecuencias. Aceptaré todo.

Roseanne sintió que se llevaban todo el aire de su cuerpo, y observó con preocupación a la omega frente a ella. Lo que estaba diciendo, era lo suficientemente grave, como para observarlo con un psiquiatra. Jennie le estaba pidiendo que la llevase con ella. Que la llevase a un lugar repleto de peligro, de mala vida, de personas malas.

—Dijiste que podía hacer lo que quiera, y que tenía el poder. Quiero ir, y estoy consciente de que posiblemente ingrese a algo de lo que desconozco completamente, pero no me importa. Quiero que le lleves contigo. Quiero que me tomes de la mano, y me lleves contigo a ese lugar. No importa el que sea. Te lo suplico.

—Escúchame claramente, no puedes hacer eso. Tienes... Tú eres joven. Tienes una vida por delante. Una vida buena, tranquila, y preciosa. No... No puedes. No hagas esto. No vale la pena.

—No quiero separarme de ti. Sea un día, o un año. No quiero hacerlo.

—Jennie, por favor. Tienes cosas por hacer. Puedes salir de aquí, y vivir. Aún estás a tiempo de vivir. Mientras las personas no te vean, puedes irte. Querrás hacerlo. Puedes salir a cazar estrellas, o visitar planetas. Vive tu vida.

He perdido la cabeza. He perdido la cabeza por ti. Estoy completamente loca.

—Prometo ser obediente. Lo prometo. No te causare ningún problema. Yo quiero estar allí. A tu lado. Por favor, Roseanne. Por favor. Si después de ese viaje, quieres que me vaya, lo haré, pero no me dejes fuera.

Sí, Jennie había perdido la partida de aquel juego, lo que habían hecho con Roseanne... Era de otro planeta.

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