ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴜ́ɴɪᴄᴏ
Era un día caluroso de verano, uno de los más fuertes en Abril. Había gente que podía jurar que el pavimento de las calles estaba tan caliente, que si dejabas unos huevos ahí, se cocinaban en unos minutos.
Y como era época de calor, inevitablemente era necesario ir en prendas cortas.
Hoy era el infierno para Endoyuki, no por el alarmante clima caluroso, sino porque había tenido que recurrir a unos shorts ajustados con cintura alta, ya que era una de las pocas prendas cortas que tenía.
Aunque no culpen al peliazúl, el chico había estado viviendo en zonas frías gran parte de su vida, por lo que tener este tipo de ropa era algo raro para él.
El ojiazul tenía ganas de encerrarse en su cuarto y no salir hasta que lleguen las lluvias o el otoño.
Detestaba el sudor de su cara, las leves quemaduras en sus brazos y piernas a causa del Sol, ese maldito pantalón corto que le apretaba todo y sus horribles muslos.
Y para empeorar todo, se iba a encontrar con Chompuro, el mismo chico pervertido que siempre hace comentarios innecesarios sobre la apariencia de los demás, sea chico o chica.
Endoyuki estaba aterrado de solo pensar que el pelimorado vería sus muslos y piernas descubiertas, dándole la sorpresa a su amigo de que el chico es algo lampiño y de piel sensible al Sol.
Sabía que el chico de ojos cubiertos era su mejor amigo, y que no lo iba a juzgar por respeto, pero no podía evitar el hecho de que, al menos, le dedicará una que otra mirada incómoda.
“Espero que esto no sea un problema...” pensó nuestro querido ojiazul, antes de seguir caminando en dirección hacia la casa de su mejor amigo, algo nervioso por la situación.
(...)
Por fin pudo divisar la pequeña casa del pelimorado a unos pocos pasos.
El menor estaba aliviado. Juraba que si no llegaba a tiempo, no sólo se le iban a derretir las paletas de helado que había comprado, sino que ya se hubiera quemado directamente.
Endoyuki pasó su mano por su frente sudada para limpiarla un poco, luego fijó su vista en sus muslos, los cuales no paraban de rozarse entre sí.
“Qué asquerosos se ven...” piensa para sí mismo el peliazúl.
Al llegar a la casa del pelimorado, se dirige a la puerta y saca un manojo de llaves de uno de sus bolsillos, sabía que la tercera llave pertenecía a la de esa entrada, pues su amigo le había dado una copia en caso de que pasara algo malo.
Al abrir la puerta y entrar, fue recibido con las ráfagas frescas del aire acondicionado, causando que un suspiro de placer saliera de sus labios ante tal agradable frescura.
Por estas cosas, prefiero el frío. - Dice en voz baja el peliazúl. - Chompu-san, ya llegué. - Saluda el menor, esperando escuchar la voz del mayor, pero no hubo respuesta.
A paso lento y cuidadoso, se acerca hacia la cocina, donde colocó las frías paletas en el congelador, no sin antes tomar una para él.
Debe de estar dormido. - Dice Endoyuki, saliendo de la cocina con cuidado.
El chico decide ir a ver a su amigo allá arriba, pues tampoco se quería quedar aquí o esperarlo afuera de su casa como un acosador.
De puntillas, subió al segundo piso de la casa, y con cuidado, se acercó al cuarto del pelimorado. Su sorpresa fue tal al encontrarse la puerta del cuarto de su amigo entreabierta.
Al asomarse, se sorprendió aún más al encontrar la figura dormida de Chompuro.
El chico sólo tenía puestos unos simples bóxers, su cabello estaba algo despeinado y se encontraba con una manta que sólo lo cubría un poco, dejando sus marcados abdominales al descubierto. Endoyuki sólo pudo ver cómo el marcado pecho del contrario subía y bajaba con calma.
El peliazúl decide acercarse poco a poco hasta el mayor y sentarse en el filo de la cama, pues quería molestarlo cuando despertara de su sueño, como este lo acostumbra hacer. Por un momento, el chico decide darle la espalda a su amigo, en lo que termina de comer su deliciosa paleta.
Mientras el menor estaba comiendo su paleta, Chompuro se despierta, viendo poco a poco la vista que tenía a su lado.
Para el pelimorado, era como ver a un ángel: Piel blanca, algo delgado pero sin ser exagerado, cabello celeste algo largo y una espalda fina.
Y lo más importante: Esa cintura delgada que poseía aquel chico.
Chompuro se estaba volviendo loco, juraba que la imagen angelical que estaba reflejada ahí en frente suyo era de un ser celestial. Pero no, se trataba de su "amigo" Endoyuki.
“¿Vaya que tenías esa figura bien escondida, eh? Supongo que no estaría mal... Probarte~ ” piensa el mayor.
Endoyuki estaba tan distraído mordiendo su paleta, que se asustó cuando una mano lo tiró contra el colchón de la cama, sacándole un leve susto. Sin embargo, en vez de caer en las sábanas, cayó en el pecho de Chompuro.
¿Chompuro? ¿Qué haces? - Preguntó el menor, ante la inesperada actitud de su mejor amigo.
El de ojos cubiertos siempre ha sido más una persona de acción que de palabras, por lo que sus movimientos siempre eran algo impredecibles.
Chompuro recostó al menor sobre su pecho, pasando una pierna entre las suyas, sujeto la blanca piel del contrario. El helado del ojiazul se había empezado a derretirse y recorrer su muñeca, algo que el pelimorado notó, y no dudó en lamerla.
Endoyuki no pudo evitar sonrojarse de la vergüenza, mientras sentía escalofríos al sentir la húmeda lengua del mayor recorriendo el rastro de helado derretido.
Prefiero el helado de fresa, realmente el sabor quedaría contigo. - Afirma Chompuro, haciendo una obvia referencia al apodo de "niño fresa" que tenía su amigo.
Después de unos minutos, Chompuro terminó dándole la última mordida a la paleta, dejando a Endoyuki sólo con el palo, este último frunce sus cejas y hace un puchero en señal de molestia.
Chompuro, al darse cuenta de eso, voltea a ver algo divertido al menor. - ¿No me digas que te ofendiste?
Literalmente casi te comes mi mano y te acabas mi helado. - Se queja el contrario.
El pelimorado movió su cuerpo, causando que su pierna tocara el muslo del ojiazul, Chompuro abrió los ojos ante la suave piel del chico, y fue ahí cuando su mirada se dirigió hacia sus piernas.
La expresión de Endoyuki cambió drásticamente al darse cuenta dónde había acabado la mirada del pelimorado. Intentó encogerse sobre sí mismo y esconder sus piernas para que no sobresalieran tanto, pero eso solo causó que la pierna de Chompuro quedara atrapada entre los dos muslos del menor.
Un corto silencio hubo entre ambos chicos, hasta que Endoyuki sintió cómo estaban manoseando poco a poco sus piernas.
¡¿Qué haces Chom-... - No terminó de hablar el peliazúl cuando sintió una manos apretando sus muslos fuertemente. - Ah~
Chompuro sonrió malévolamente ante aquella reacción.
Tus muslos son realmente encantadores~... - Piensa el chico de cabello morado, volteando a ver la cara del menor.
No mientas, son horribles. - Dijo en voz baja el de cabello celeste, sonrojándose de vergüenza ante dicho comentario.
¿De qué mierda hablas? - Pregunta confundido Chompuro.
Veo que estás más ciego de lo que pensaba. - Responde algo sarcástico Endoyuki, mientras trata de quitarse de encima a su "amigo".
Mi vista está fenomenal eres tú el que está ciego, copito. - Responde el pelimorado, mientras poco a poco se comienza a acercar su rostro al cuello del menor. - Vaya que tenías bien escondido ese cuerpo~
Endoyuki se sonrojó ante dichas palabras que le había dicho Chompuro, pero se puso aún más nervioso cuando vió que se estaba acercando a su cuello.
El peliazúl sólo pudo escuchar una palabras antes de sentir el contacto del mayor nuevamente.
- Si no te gusta tu cuerpo, haré que te encante... Y mucho~
Luego de eso, el mayor procedió a masajear sus piernas de arriba hacia abajo, Endoyuki no sabía en el lío que se había metido. El pobre no paraba de temblar debido al repentino contacto del pelimorado, estaba entre una espiral de vergüenza y excitación.
Chompuro relamió sus labios y acercó sus dientes a las piernas que había
abierto para que quedaran frente a él de manera cómoda.
O-oye... - Se quejó Endoyuki cuando siente que el contrario muerde uno de sus muslos, haciendo que el peliazúl se pusiera aún más colorado de lo que estaba. - Ahg~...
Pero ahí no terminó.
Chompuro decide inclinarse nuevamente hacia donde está el menor, y comienza a "marcarlo" con sus dientes.
Ah~... - Gimió el menor.
Mordisco tras mordisco, Chompuro estaba marcando lo que él considera que le pertenece, mientras los jadeos y gemidos del ojiazul resonaban por la habitación.
Su cuello, antes blanquecino, ahora estaba con chupetones y con gotas de sangre en las marcas de dientes que le dejaba.
¡Ah~! - Seguía gimiendo el chico, pero esta vez de placer.
Chompuro sentía que todos su ser pedía por más, no podía evitarlo, quería tener a ese chico para él, poseer su angelical cuerpo y hacerle cosas pecaminosas, porque Endoyuki le pertenecía.
Sin perder el tiempo, el mayor sacó su
miembro de su bóxer, y con delicadeza, colocó las dos finas piernas del menor en sus hombros.
Endoyuki sólo pudo sentir cómo el contrario le quita sus shorts de mezclilla y su ropa interior, mientras se inclina sobre su cuerpo.
No lo quería admitir, pero el peliazúl se sentía arrinconado entre el colchón y el ardiente cuerpo de su amigo, todo se sentía demasiado caliente y placentero en su (no) tan inocente conciencia.
¿Estás bien? - Pregunta el pelimorado al ver las reacciones del ojiazul.
Creo que sí... - Respondió Endoyuki.
La gran mano de Chompuro levantó el rostro del peliazúl por su mentón, causando que sus miradas se encontraran. Endoyuki no sabía si pedirle a Dios que lo salve o que le dé dinero para una silla de ruedas, porque sabía que con el tremendo hombre que estaba frente suyo, vírgen no iba a salir.
S-solo estoy un po-poco nervioso. - El ojiazul intentaba no ver de manera directa al contrario, ya no tanto por pena, sino para controlar sus hormonas.
Endoyuki muy en el fondo, quería gritarle que lo hiciera suyo las veces que quiera, sin importarle que los vecinos los escucharan.
Eres tan lindo, copito~... - Le coquetea el mayor, mientras apretaba su trasero de manera lujuriosa.
Sin previo aviso, Chompuro comienza a penetrar la entrada del menor, haciendo que sea un proceso algo lento para torturarlo.
Ah, ah, ah~ - El ojiazul soltaba gemidos de dolor y desesperación, pues sabía que el otro estaba jugando con su calentura. - M-metelo ya~
Después de sus súplicas, Chompuro lo penetra por completo, en un movimiento algo brusco
No pasó mucho tiempo cuando los dos comenzaron a moverse lentamente, haciendo que cada uno se excitara mucho.
La fricción, el sudor de ambos, las grandes y expertas manos de Chompuro, la privacidad del momento, los besos apasionados del pelimorado...
Para Endoyuki, tal vez esta no hubiera sido que fuera su primera vez, pero no se podía quejar. Lo estaba disfrutando mucho.
Los dos se movían buscando un mayor placer. En los bellos ojos cristalinos azules del menor, se reflejaban la figura jadeante de Chompuro, quien embestía impaciente, buscando el orgasmo de ambos.
Las penetraciones eran cada vez más rápidas y violentas, causando que el chico de cabello celeste gimiera de placer y comenzara a cansarse poco a poco.
Chompuro no podía creer aún lo que estaba pasando, pero no se quejaba; con la tremenda belleza que tenía enfrente, siendo algo sumiso y disfrutando de este acto tanto como él, sentía que estaba en el paraíso.
Chompu-san~... - El peliazúl gimió el nombre de aquel chico cuando el anhelado orgasmo sacudió su cuerpo. - Voy a-...
No terminó la oración cuando siente que el contrario toca por última vez su punto dulce, haciendo que este tenga un orgasmo.
El pelimorado no tardó mucho en venirse también, soltando un pequeño gruñido. Lentamente, decide salir con cuidado de la entrada del menor para no lastimarlo.
Ah~ - Endoyuki suelta un último gemido, algo suave a comparación de los demás.
Endoyuki... - Llama el pelimorado. - Que hermoso te ves así~
Endoyuki estaba rojo de pies a cabeza sin saber a dónde mirar, con la respiración algo agitada, lleno de leves mordidas dadas por parte del mayor y con las piernas algo temblorosas.
Chompuro decide darle una sonrisa algo coqueta, mientras se inclina para besar su cuello.
Mientras voy por un helado, quiero que te prepares para la siguiente ronda, bebe~. - Dice el pelimorado, quien decide ponerse sus bóxers y levantarse de la cama rápidamente.
Después de eso abandona la habitación, no sin antes darle una sutil nalgada al peliazúl.
¡¿E-eh!? - Exclamó entre emoción y vergüenza el menor, al parecer lo de la silla de ruedas no es una mala idea.
- ℛℴ𝓈ℯ𝓏ℴ𝓃ℯ𝓈.
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