xxviii. You finally know my name
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Capítulo Veintiocho| Por fin conoces mi nombre
¿Cómo pude ser tan estúpida? ¿Tan ingenua, tan ciega? Era evidente que Angor Rot buscaría venganza atacando el lugar donde los troles habían encontrado refugio durante años. Todo esto es mi culpa, completamente mi culpa. Cualquiera en mi lugar habría huido, habría buscado una excusa o culpado a otro. Pero yo no soy así. He combatido mis propios demonios, he enfrentado la verdad sobre quién soy, y he lidiado con los monstruos que habitaban en mi hogar. Ahora enfrentaré a Angor. Después de todo, fui yo quien provocó que esto sucediera.
Al llegar al Mercado Troll y revelarle la verdad a Vendel, su reacción no fue precisamente favorable. Jim intentó defenderme, argumentando que él era el responsable por no haber asistido a la escuela por el hechizo. Sin embargo, decidí no culparlo y asumí la responsabilidad por completo.
—La llave estaba en mi bolso, pero no lo noté hasta después. Si necesitan culpar a alguien, háganlo conmigo —dije, enderezando mi postura mientras enfrentaba las miradas acusadoras de Vendel. Mi mentora me observó de reojo antes de cruzar una mirada significativa con el troll.
—Era una bolsa perfecta para el día a día —intervino Toby, posando una mano en mi hombro—. Combinaba con todo.
Clara se acercó también, situándose a mi lado.
—Nosotros también tenemos parte de la culpa —admitió con firmeza. Koki saltó hasta mi hombro, inflando su pequeño pecho con orgullo, dejando claro que él también asumía su responsabilidad.
De reojo, noté la pequeña sonrisa que se dibujó en los labios de Farah, aunque la borró casi al instante al volverse hacia Vendel.
—No podemos culparlos a todos. Sabíamos que, tarde o temprano, algo como esto ocurriría —dijo con un tono serio, el mismo que solía usar casi siempre—. Ahora, lo que realmente debe preocuparnos es Angor Rot.
—Quizás tengamos algo de tiempo —intervino Jim—. Angor Rot rara vez ataca durante el día.
—Angor Rot es impredecible —respondió Vendel con firmeza—. Y si no hay nada que lo detenga de causar estragos en el Mercado Troll, entonces habrán puesto en peligro mucho más que sus propias vidas.
Bajé la mirada de nuevo, sintiendo esa molesta urgencia de querer arrancarme las uñas. De hecho, comencé a hacerlo. Mientras Farah discutía con Vendel, Clara y Toby se alejaron junto a Kiko, pero yo solo me limité a sentarme. Esta vez, llevé las uñas a mi boca y empecé a morderlas. No me detuve hasta que el sabor metálico de la sangre invadió mi lengua. Mis uñas estaban completamente destrozadas, y algunas ya comenzaban a sangrar.
Una mano cálida cubrió la mía, deteniendo el temblor de mis dedos antes de que pudiera seguir haciéndome más daño.
—Bree'... —La voz de Jim era suave, un susurro apenas audible en el medio del bullicio del Mercado Troll. Me obligué a levantar la mirada, encontrándome con sus ojos azules que me observaban con preocupación.
Quise apartar la mano, pero él no me dejó. Sus dedos se entrelazaron con los míos, con una delicadeza que me hizo sentir frágil y protegida al mismo tiempo.
—No hagas eso —murmuró, llevando mi mano hasta su pecho, justo donde su corazón latía con fuerza—. No quiero verte lastimarte así.
Una punzada de culpa me atravesó. Me sentí tan inútil, tan insignificante ante lo que estaba por venir. Angor Rot era mi culpa, el peligro que ahora acechaba a todos era mi culpa. Pero él estaba ahí, mirándome como si yo no fuera un desastre, como si aún creyera en mí.
Me mordí el labio y aparté la mirada.
—No puedo evitarlo —confesé en voz baja—. Todo esto es culpa mía. Si hubiera sido más cuidadosa...
—De todas maneras hubiera sucedido —me interrumpió encogiéndose de hombros—. No es tu culpa y lo sabes.
Suspiré cerrando los ojos por unos segundos. Odiaba que él tuviera la costumbre de justificarme siempre. Sabía que lo hacía para que no me sintiera mal, y se lo agradecía, pero había ocasiones en las que yo no tenía la razón. Intenté esbozar una sonrisa mientras asentía, mirándolo, al tiempo que trataba de detener el sangrado en una de mis uñas.
—Deberías aprender a mentir, eres pésima fingiendo una sonrisa —dijo sin mirarme. Yo solo rodé los ojos, detestando lo bien que me conocía.
—Y tú deberías aprender a no decir siempre lo que piensas —respondí con un tono de falsa molestia, aunque ambos sabíamos que no lo decía en serio.
Él sonrió de lado, esa sonrisa que siempre me desarmaba, y finalmente levantó la vista para encontrarse con la mía.
—Si no lo hiciera, no seríamos nosotros, ¿verdad? —replicó, apoyándose con confianza en el respaldo de la roca donde estábamos sentados.
Negué con la cabeza, dejando escapar una risa suave. Era frustrante lo mucho que me entendía, pero al mismo tiempo, esa complicidad era lo que hacía que nuestras discusiones nunca fueran realmente serias.
—¿Y ahora qué? —pregunté, rompiendo el silencio mientras seguía presionando mi uña con un pañuelo.
—Ahora, esperas a que deje de sangrar y luego hablamos de por qué sigues lastimándote de esta forma —dijo con un tono más sereno, aunque su mirada reflejaba una mezcla de preocupación y ternura.
—No fue a propósito —me apresuré a decir, aunque sabía que no me creería.
—Lo sé, pero eso no significa que no me preocupe.
Su respuesta me dejó sin palabras, y por un momento, el peso de su sinceridad hizo que desviara la mirada. Había algo en su forma de decir las cosas que siempre lograba desarmarme, incluso cuando no quería admitirlo.
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
El hermoso momento que compartieron ambos fue abruptamente interrumpido. Strickler llamó al Cazatroles, visiblemente alterado, tras haber sido llevado por dos troles hacia las afueras, donde había permanecido encerrado. Al llegar, lo encontraron colgado de una de las manos del troll que lo sostenía. James intentó ordenarles que lo bajaran, argumentando que gracias a él habían podido salvar a su madre.
Sin embargo, los troles ignoraron su petición y comenzaron a culpar al cambiante por su fallido intento de liberar a Gunmar, ordenando que lo expulsaran de inmediato. Farah apareció segundos después, alertada por el alboroto que se había formado.
—No hará ninguna diferencia —intervino el azabache con firmeza—. Angor Rot también me quiere a mí, y la barrera protectora no lo detendrá.
Los habitantes del Mercado Troll se mostraron confundidos, pues aún desconocían que Angor poseía el horganzel que había arrebatado del bolso de la pelirroja.
—¿De qué habla? —preguntó Blinky, intrigado.
—Él tiene un horganzel.
Las reacciones no se hicieron esperar. Los presentes comenzaron a lanzar basura hacia los dos jóvenes. Jim, con cuidado, tomó la mano de la pecosa y la colocó detrás de él para protegerla de posibles heridas. Farah, decidida, se interpuso entre ellos, logrando que los ataques cesaran.
—Tienen derecho a saber la verdad —declaró, colocando ambas manos tras su espalda—. Pero no permitiré esta falta de respeto hacia mis alumnos.
—¡Debemos expulsarlos! —gritó uno de los troles.
Una de las troles intentó avanzar hacia Bridget, pero se detuvo al encontrarse con la mirada fulminante de Farah. Los ojos de la mujer brillaban con un tono plateado, señal de que sus intentos de acercarse a los jóvenes eran inútiles. Una barrera psíquica impedía el paso.
—¡Si se atreven a expulsarlos, tendrán que hacerlo también conmigo! —exclamó Farah, elevando la voz. Sus ojos recuperaron su color normal segundos después—. Ustedes decidirán cómo enfrentarse a Angor sin nuestra ayuda.
Algunos troles dudaron, intercambiando miradas de incertidumbre, mientras otros insistían en la expulsión. En ese momento, Vendel apareció, subiéndose al auto de Strickler para hacerse escuchar.
—El muchacho ha cometido errores graves, pero nos ha defendido más veces de las que puedo contar —aseguró con firmeza—. El Mercado Troll está en peligro, y nuestra mejor defensa siempre ha sido nuestro Cazatroles. Él ha ganado mi confianza, y debería tener la suya.
Toby y Clara se unieron al apoyo, seguidos por Blinky y AAARRRGGHH. Incluso Kiko, encaramado en la cabeza de su dueña, levantó las orejas con un aire de valentía, aunque por dentro temblaba de miedo. Bridget, decidida, se separó del agarre de Jim y se colocó al lado de su mentora.
—Si deciden expulsarnos, no puedo garantizar que Angor Rot deje de perseguirnos. Vendrá aquí, estemos o no presentes, y en lugar de perder el tiempo discutiendo, deberíamos estar preparándonos para su llegada —declaró Bridget con seriedad, dejando atrás el miedo que por un momento la había invadido—. Hemos luchado por este lugar. El Cazatroles venció a Bular, el troll que todos ustedes temían, , por los que ahora nos lanzan piedras y basura como si fuéramos sus enemigos. Pero no soy yo quien los ha traicionado. Permití que Angor Rot se hiciera con un horganzel. Pero no fui yo quien permitió que la sombra de Angor cayera sobre su hogar. ¡Pero sí soy yo quien está dispuesta a luchar para protegerlos!.
Las murmuraciones se intensificaron, algunos trolls desviaron la mirada con vergüenza, otros la observaron con recelo. Bridget levantó el mentón, desafiante.
—Pueden expulsarnos, pueden darnos la espalda, pero no podrán escapar del destino que se avecina. Angor Rot no se detendrá en las puertas del Mercado Troll solo porque nos hayamos ido. Vendrá por ustedes, los destruirá uno por uno. ¡Y cuando sus hogares ardan, cuando sus familias griten pidiendo ayuda, entonces recordarán este día y las decisiones que tomaron!
Farah dio un paso al frente, su presencia imponiendo respeto.
—No subestimen la sangre que corre por sus venas —advirtió con voz firme—. Bridget no es solo una de mis alumnas. Es la hija de los reyes de antaño. Su linaje es más antiguo que cualquier piedra de este mercado, más fuerte que cualquier hechizo que pueda conjurar. Si creen que pueden enfrentar solos la furia de Angor Rot, adelante. Pero sepan que al dar la espalda a la última heredera de un linaje de guerreros, al Cazatroles y a quienes aún luchan por ustedes, estarán firmando su propia sentencia.
Hubo un profundo silencio. Nadie se atrevió a hablar, ni a moverse. Finalmente, el troll que sostenía a Strickler, lo dejó a caer.
—Tenemos que aceptarlo es cierto.
Bridget soltó un profundo suspiro, intercambiando miradas de alivio con su mejor amigo, quien le dedicó una sonrisa agradecida tras escuchar su discurso.
—¿Y ahora qué, líder infalible? —inquirió Strickler mientras subía un par de escalones.
—¡Ahora nos prepararemos para darle a Angor Rot la batalla de su vida! —proclamó el ojiazul, provocando que todo el Mercado Troll estallara en vítores.
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El Mercado Troll se preparaba para la inminente guerra. Los troles afilaban sus armas con determinación, algunos reforzaban sus tiendas con maderas y cuerdas, mientras otros preferían esconderse, temerosos de participar en la batalla. Bridget, con una mezcla de urgencia y serenidad, ayudaba a construir fuertes y refugios improvisados, además de idear trampas para defender el territorio.
Por un momento, su mirada se dirigió hacia el lado opuesto del bullicioso mercado. El característico alboroto de los troles intentando vender sus mercancías había desaparecido. Tampoco se escuchaban las habituales maldiciones de Badgwella cuando los Gnomos invadían su tienda. Todo se había transformado en un escenario de guerra.
El corazón de Bridget se encogió al escuchar los gritos desesperados de los niños troles, que corrían buscando a sus padres entre el caos, intentando hallar un lugar seguro para esconderse. Sus labios se apretaron con fuerza mientras luchaba por controlar sus emociones. Finalmente, soltó un profundo suspiro y, dejando de lado sus miedos, continuó ayudando al resto.
Kiko llegó apresuradamente hacia ella, dando pequeños saltos con la clara intención de llamar su atención. Al notar que ella no le prestaba atención, ocupada repartiendo algunas armas, decidió tomar unas pequeñas piedras y comenzó a lanzárselas.
—¿No habíamos quedado en que no me tirarías piedras en la cabeza? —se quejó Bridget, sobándose la parte trasera de esta.
La criatura no respondió, limitándose a hacer gestos para que lo siguiera, antes de salir corriendo. Bridget dejó escapar un suspiro, abandonó la caja que había tomado y decidió seguirlo. Al acercarse a la biblioteca, se sorprendió al encontrarse también con Lake.
—¿Acaso...? —empezó a decir.
—Sí, yo también recibí esa "señal" de Kiko —respondió, mientras se sobaba la cabeza con una mueca de dolor.
Bridget rodó los ojos con una mezcla de burla y resignación antes de entrar a la biblioteca de Blinky. Allí, Clara y Toby estaban de espaldas, murmurando en voz baja, como si intentaran ocultar algo.
—Toby, tenemos que decírselo a Jim —susurró Clara.
—¿Decirme qué? —preguntó el aludido, arqueando una ceja. Ambos jóvenes se tensaron al escucharlo, pero finalmente se giraron hacia él.
Los ojos de Bridget se abrieron de par en par, y una enorme sonrisa iluminó su rostro. ¡Chompsky había regresado!
—¡Chompsky! —exclamó eufórica, apartando a No-Enrique de su camino. Sin dudarlo, tomó al pequeño gnomo entre sus manos y lo abrazó con fuerza.
Chompsky dejó escapar un suspiro embelesado mientras correspondía el abrazo lo mejor que podía, acurrucándose contra su mejilla. Había extrañado tanto la calidez de las suaves manos de la chica y las hermosas pecas que adornaban su rostro.
—¿Cómo salió? —preguntó Jim, mirando a sus dos amigos.
—Hace tiempo, pero con lo de tu mamá... —respondió la de chaqueta morada, esquivando su mirada.
—¿Por qué guardaron las buenas noticias? —inquirió el de chaqueta azul—. Escapó de las tierras oscuras.
—Técnicamente no escapó —intervino el de frenos, soltando una pequeña risa nerviosa—. Gunmar lo dejó salir para que entregara un mensaje.
Ese comentario hizo que la pecosa dejara al gnomo bruscamente sobre la mesa de piedra, frunciendo el ceño mientras lo apartaba.
—Jim, Gunmar sabe que mataste a su hijo —informó la chica de mechón azul, con un tono grave.
—Y prometió hacer un río... no —No Enrique se interrumpió a sí mismo, tratando de traducir lo que decía Chompsky—. Más bien, un océano de sangre con todos tus seres queridos y construir un trono... creo que dijo de huesos.
La pelirroja arqueó una ceja, su semblante endureciéndose.
—Son sus palabras, no las mías, Flamita —se excusó señalando al gnomo, quien lo miró ofendido.
—Ehhh, incluyó una lista.
—Tobias, Clara, Flamita... —el gnomo le dio un golpe—. Es decir, Bridget —se corrigió rápidamente—. Bárbara, Blinkous... —continuó enumerando.
El corazón de Bridget dio un vuelco al escuchar su nombre en esa lista. Sus hombros se tensaron, y enterró lo poco que quedaba de sus uñas en las palmas. Jim sintió algo similar; su preocupación creció al oír los nombres de casi todos sus seres queridos, especialmente el de Bridget. El consejo ya se lo había advertido: no debió haberla involucrado desde el principio, y ahora lo lamentaba profundamente.
"Si no nos hubieras acompañado a casa ese día...".
—Sabía en lo que nos metíamos —la voz de Clara lo sacó de sus pensamientos—. Después de encontrar la última roca, iremos por mi hermano y acabaremos con esto de una vez por todas.
—Muy bien, ¿quién fue el soplón que le dio todos los nombres de los conocidos de Jim? —preguntó la pelirroja, fulminando con la mirada al cambiante que seguía leyendo la lista.
—Es bastante larga, no tienes que escuchar esto —repuso Toby, intentando calmarlo.
—Como dijiste, no hay que enfocarnos en la pelea de mañana, sino en la de hoy —musitó Clara, con determinación.
—El problema es que perdimos el tiempo buscando las rocas para matar a Gunmar y no a Angor Rot —masculló el de frenos, visiblemente alterado.
La mente de Jim empezó a llenarse de dudas. Tenía razón: habían dedicado casi todo su tiempo a buscar formas de derrotar a Gunmar y habían descuidado por completo la amenaza de Angor. No pensaron en las batallas del mañana, solo en las de hoy. Se apartó un poco, intentando ordenar sus pensamientos. Después de todo, las vidas que se perdieran en la batalla de hoy recaerían sobre sus hombros.
"¿Cómo podemos vencer a un troll que acabó con tantos Cazatroles antes que yo?"
Se preguntaba, mientras escuchaba los murmullos de sus amigos. Desde lejos llegaban las súplicas y lamentos de algunos trolls que rogaban por sus vidas. Pasó una mano por su cabello, completamente desesperado. Le sorprendía no estar teniendo un ataque de pánico en ese momento. Se sentía desarmado, inútil y aterrorizado, aunque se esforzaba por no demostrarlo. No quería que los demás vieran lo vulnerable que estaba.
De repente, sintió cómo su cuerpo se relajaba al notar la calidez de la mano de Bridget sobre la suya. Jim levantó la mirada, encontrándose con los ojos de Bridget. Había algo reconfortante en su expresión, una calma que parecía contagiarse. Aunque no dijo nada, su presencia era suficiente para recordarle que no estaba solo en esto.
—No podemos darnos el lujo de dudar ahora— dijo en voz baja, pero lo suficiente para que pudiera escucharla—. Todos estamos aquí porque creemos en ti. Si alguien puede encontrar una forma de derrotarlo, eres tú. Estoy contigo —finalizo dando un último apretón en su mano
Las palabras de Bridget resonaron en su mente. Por un momento, el peso de la responsabilidad pareció disminuir. Respiró hondo, intentando recuperar el control de sus pensamientos. No podía permitirse caer en la desesperación. Había vidas en juego, y aunque tenía miedo, sabía que ese no era el momento para rendirse.
—Lo sé —respondió, regalándole una de esas sonrisas que dejaban embelesada a la pelirroja.
—Tal vez si tengan una roca —la voz de Strickler los hizo girarse—. El ojo de Angor —mostró el frasco que traía consigo.
—¿Ósea que puedo usar esto en mi amuleto? —pregunto con incredulidad, frunciendo el ceño.
—Si se corta con la guía adecuada.
James bajó la mirada por un instante antes de alzarla con seguridad. No había espacio para dudas; si esa era su única oportunidad de derrotar a Angor Rot, la aprovecharía sin titubear. Apretó la mano de Bridget una última vez antes de soltarla y dar un paso adelante.
—Enséñeme donde cortar.
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Las flechas que salían de su arco surcaban el aire como ráfagas de luz ardiente, impactando con precisión milimétrica en el centro de las dianas dispuestas frente a ella. Sin embargo, a diferencia de los proyectiles comunes, los suyos no solo atravesaban la madera con fuerza letal, sino que, al menor roce de la punta con la superficie, las dianas se estallaban en llamas, consumidas por el fuego mágico que fluía a través de su esencia.
Bridget exhaló lentamente, sintiendo la energía del fuego vibrar en su interior como un segundo corazón. Sujetó otra flecha y tensó la cuerda de su arco, dejando que el calor de su magia se filtrara desde la yema de sus dedos hasta la madera encantada del arma. Esta vez, en lugar de disparar de inmediato, cerró los ojos y concentró su poder. Sintió el ardor crecer dentro de ella, el fuego revolverse en su pecho como una bestia dormida despertando de su letargo.
Cuando abrieron los ojos, estos brillaban con un resplandor anaranjado. Soltó la cuerda.
La flecha voló con la velocidad de un relámpago y, antes de impactar en su objetivo, explotó en una lluvia de chispas incandescentes, reduciendo la diana a cenizas en cuestión de segundos.
Farah, que observaba desde la distancia con los brazos cruzados, arqueó una ceja, evaluando su progreso.
—El poder es inútil sin control —sentencia, caminando hasta quedar a unos pasos de la joven—. Puedes reducir un objetivo a cenizas, pero si no dominas la energía que liberas, podrías terminar quemando algo más que una simple diana.
Bridget apretó los labios, pero se acercó. Sabía que su mentora tenía razón. Su fuego era poderoso, pero también peligroso.
—De nuevo —ordenó Farah.
Ella respiró hondo y levantó el arco, esta vez concentrándose en canalizar su magia de forma más controlada. Visualizó su energía fluyendo en una línea recta, enfocada, sin dejar que su fuego se desbordara sin propósito.
La siguiente flecha no explotó en llamas descontroladas, sino que ardió con una llama estable y precisa. Al impactar en la diana, el fuego la consumió lentamente en lugar de estallar.
Farah se acercó con aprobación.
—Mejor. Pero aún puedes mejorar.
Bridget bajó el arco lentamente, aún sintiendo la vibración del último disparo en sus dedos.
—Tu técnica ha mejorado, pero aún deja que tus emociones te dominen —comentó con tono firme, aunque sin dureza.
La menor exhaló y bajó la mirada.
—Es difícil no dejar que me dominen —confesó en voz baja—. Leí en uno de los libros que me diste, que mi padre solía decir que un verdadero guerrero debía pelear con el corazón, pero también con la cabeza.
—Oritel fue uno de los mejores guerreros que han existido —admitió—. Su destreza con la espada era admirable, pero lo que realmente lo hacía fuerte era su voluntad inquebrantable.
La pelirroja jugueteaba con los guantes que llevaba puestos mientras bajaba la mirada. Había escuchado muchas historias sobre su madre, pero casi ninguna sobre su padre. Era la primera vez que en una conversación se destacaba a Oritel en lugar de Marion.
—Tu padre no nació siendo el guerrero que todos recuerdan. Él también tuvo que aprender, tuvo que fallar, tuvo que controlar su propio impulso. Y tú no eres solo llamas descontroladas, Bridget. Eres la heredera de un linaje de reyes y guerreros, y dentro de ti arde la misma fuerza que hizo de Oritel una leyenda.
Ella alzó la vista, esbozando una pequeña sonrisa en su rostro.
—Entonces haré honor a su legado —dijo con convicción
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Cuando salió de la forja, quitándose los guantes, sintió los fuertes golpes que resonaban hacía las afueras de Mercado Troll. Varios troles salieron gritando con temor de que Angor Rot ya hubiera entrado por la brecha. Le ordenó a varios que se escondieras en los refugios y los que quedaron les ordenó que preparan sus armas.
—¡Arqueros, tomen sus posiciones designadas! —ordenó, dirigiéndose a los troles frente a él. Estos asintieron en silencio y se dispersaron hacia sus lugares estratégicos.
—Está esperando que nos escondamos —comentó James, colocándose a su lado, ya con la armadura completamente ajustada—. Yo digo que llevemos la pelea hasta él —sugirió—. Draal, vigila la escalera. Blinky, Clara y Tobes, protejan el Mercado Troll. Bridget, organiza a los arqueros.
La pelirroja asintió rápidamente. Kiko se acercó a ella con agilidad, subiendo a su hombro mientras ajustaba su pequeño arco, una creación conjunta con la ayuda de AAARRRGGHH.
—AAARRRGGHH, NoEnrique, vengan conmigo —ordenó Jim con firmeza, comenzando a subir las escaleras.
—Estoy muy cómodo donde estoy—respondió el cambiante, la de ojos azules lo tomó por el lomo y lo lanzo—. ¡Te hubiera maldecido hace tiempo Flamita, solo por que eres linda no lo he hecho!.
Ella negó con una sonrisa divertida y corrió hacia la posición que se le había asignado. Un grupo de troles la acompañaba, atentos y listos para obedecer sus órdenes. Los estruendos no cesaban; por el contrario, aumentaban con cada segundo que pasaba.
—¡Arqueros, estén listos! —ordenó.
Tomó su arco y preparó una flecha junto a los demás. Su corazón latía con fuerza cuando vio regresar a Jim. No había señales de Angor en la entrada; los había conducido directamente hacia la trampa. Un rugido desgarrador resonó cuando, finalmente, Angor Rot apareció a la vista. Un pequeño grupo se lanzó a enfrentarlo, pero pronto fueron convertidos en piedra.
—¡Angor! —lo llamó el azabache, blandiendo su espada.
—Cazatroles, tengo unos amigos que quiero que conozcas —respondió Angor con una sonrisa siniestra.
Bridget apretó con fuerza el arco entre sus manos al ver cómo varios gólems avanzaban junto a él.
—¡Dirijan sus arcos! —gritó, tensando la cuerda al unísono con el resto del grupo—. ¡Visualicen el centro de sus pechos!.
La batalla había comenzado. Draal y AAARRRGGHH arrasaban con facilidad, destruyendo a varios enemigos mientras los tres adolescentes se tomaban un momento para preparar su ataque.
—¡Ahora!.
Desde lo alto, una lluvia de flechas salió disparada, impactando en su mayoría los tótems incrustados en los golems. Kiko bufó con frustración al ver que su pequeña flecha no había llegado tan lejos como esperaba. Su dueña, con una sonrisa comprensiva, le acarició suavemente para consolarlo.
—¿Cuándo aprenderás que la luz del día está bajo mi control? —arguyó Angor mientras invocaba la espada de la luz. En ese instante, tanto la espada como la armadura de Lake se vieron envueltas en llamas anaranjadas, lo que provocó que la espada regresara a las manos de Jim.
—Tengo que agradecerte por darme el mal de ojo.
Una feroz batalla se desató entre ambos. Bridget tensó nuevamente la cuerda de su arco, disparando una lluvia de flechas junto al resto. Una de sus flechas, ardiente y precisa, logró quemar parte del brazo de Angor Rot, quien, furioso, soltó una maldición. Sin esperar respuesta, lanzó un ataque en forma de aureolas que destruyó gran parte de la estructura donde la chica estaba posicionada. Los trolls que la acompañaban comenzaron a caer al vacío, y en un momento de descuido, Bridget tropezó.
Kiko reaccionó al instante, haciendo todo lo posible para sujetarla. Con un gesto rápido, Bridget indicó a su conejo que la soltara, permitiéndole deslizarse hábilmente por las rocas hasta llegar al suelo sin un rasguño. Kiko, sin dudarlo, se lanzó tras ella y aterrizó directamente en los brazos de su dueña.
—Ayuda a No-Enrique —ordenó Bridget. La criatura asintió y salió corriendo, esquivando con agilidad a los golems que se interponían en su camino.
Uno de los golems estuvo a punto de atacar a Bagdwella, pero, de forma inesperada, quedó incinerado. Bridget apareció, apartándose un mechón de cabello con indiferencia. Bagdwella la miró con los ojos y la boca abiertos de par en par.
—¿Qué? —exclamó encogiéndose de hombros—. Las mujeres también tienen derecho a pelear —dijo mientras le tendía un bate.
—Gracias, niñita —murmuró Bagdwella, aceptando el arma con cierta torpeza.
—Aunque no me agrades, eres parte del Mercado Troll —admitió Bridget con frialdad—. Y del grupo —añadió en voz baja mientras se alejaba.
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Farah alzó las manos y, con un movimiento rápido, creó una oleada de energía que golpeó con fuerza a Angor, obligándolo a retroceder unos pasos. El suelo tembló cuando su magia se expandió por el área, formando una barrera luminosa que impidió que más Golems se acercaran.
—¡Arqueros, disparen de nuevo! ¡A los gólems primero! —ordenó la pelirroja a los que estaban a su lado, tensó una flecha impregnada de magia ígnea y termino lanzándola con precisión.
Gritos, estruendos y el chisporroteo de la magia llenaban el aire mientras el caos se desataba en el Mercado Troll. Bridget apenas había alcanzado a Blinky cuando el vehículo fue lanzado por Angor Rot, estrellándose contra las escaleras en un estrépito de metal y piedra.
—¡Blinky! —exclamó, arrodillándose a su lado y ayudándolo a incorporarse.
El troll de cuatro brazos sacudió la cabeza, aturdido pero intacto.
—¡Por Deya, fue una experiencia fascinante! Aunque aterradora... —masculló, sacudiendo el polvo—. Creo que prefiero la lectura a la conducción.
Bridget suspiró con alivio, pero su atención volvió rápidamente a la batalla. Angor Rot se alzaba con más ferocidad, convocando a una nueva oleada de gólems para reforzar su ataque. Farah hizo lo que pudo, levanto una barrera psíquica que trato de impedirles el paso.
— ¿Creíste que me derrotarías tan fácilmente? —indagó el troll hechicero, burlón—. Que tu máquina humana podría acabar conmigo.
Algunos de los troles que estaban combatiendo contra los gólems giraron sus armas hacia él, pero Angor los despachó con una rapidez despiadada, deslizándose entre ellos como una sombra letal.
Fue entonces cuando Bridget aprovechó su distracción.
—Te olvidas de algo, Angor Rot —su voz cortó el aire como una daga—. No estás solo en esta pelea.
Tomó su arco y canalizó su fuego a través de la flecha, transformándola en una lanza de llamas puras. Sus dedos tensaron la cuerda, su mirada se afiló, y con un solo disparo, la flecha se incrustó en el suelo a los pies de Angor, desatando una explosión de fuego.
El hechicero troll gruñó, cubriéndose el rostro cuando la llamarada lo envolvió. Jim aprovechó la apertura y le asestó un golpe directo al pecho, lanzándolo hacia atrás.
De repente, una areola atrapó a la pelirroja y la arrojó contra el suelo con violencia. Bridget sintió una presión en su pecho, como si la estuvieran aplastando, y cayó de rodillas con un jadeo.
—¡AAARRRGGHH, necesitamos tu fuerza! —exclamó Blinky desde el interior del auto, luchando por salir con la ayuda de Farah, quien empleaba su magia.
El mencionado se quitó la venda de los ojos y corrió hacia ellos, dejando atrás al troll de piel quemada que enfrentaba a otros troles, destruyéndolos con facilidad.
—¡Auxilio! —se escuchó el grito de Toby, quien flotaba junto a su martillo—. ¡Detente, por favor, no! —suplicó mientras caía al suelo, intentando levantar su arma.
Angor se detuvo, girándose hacia el joven con una sonrisa burlona, desenfundando su cuchilla adornada con enredaderas de sol.
—¡TOBY! —gritó Lake desesperado. Antes de que Angor pudiera hacer algo más, un golem lo golpeó con fuerza, lanzándolo contra uno de los puestos del Mercado Troll.
AAARRRGGHH, al escuchar el grito, dejó de ayudar al troll de seis ojos y corrió hacia su copiloto, interponiéndose en el camino y recibiendo el golpe del troll. El impacto provocó que su cuerpo comenzara a convertirse en piedra.
—¡NO! —exclamó Domzalski, observando con horror cómo su amigo se petrificaba poco a poco.
—Copiloto... —fue lo último que dijo AAARRRGGHH antes de quedar completamente inmóvil.
El corazón de Bridget se encogió de dolor, y sus ojos pronto se llenaron de lágrimas. Sus iris, que solían brillar con un hermoso destello azulino, cambiaron repentinamente a un intenso color anaranjado. Las llamas envolvieron sus brazos, haciendo que su arco cayera al suelo. El aire a su alrededor se volvió sofocante, distorsionado por el calor abrumador que emanaba de su cuerpo. Sus puños se cerraron con fuerza, y cuando alzó la vista, su mirada era la de una guerrilla encendida por la venganza.
Extendió sus brazos y una explosión ígnea brotó de su cuerpo, envolviendo a los gólems más cercanos. Sus figuras de piedra se agrietaron de inmediato, y en cuestión de segundos, se desmoronaron como si fueran cenizas arrastradas por el viento.
Giró sobre sí misma y, con un movimiento de su mano, proyectó un látigo de llamas que cortó a los gólems en dos. Uno de los gólems más grandes rugió y cargó contra ella, alzando su puño de piedra para aplastarla. Bridget lo vio venir y, en lugar de esquivarlo, extendió ambas manos y canalizó todo su poder en una sola ráfaga de fuego. La llamada impactó de lleno en el centro del gólem, haciendo arder desde dentro.
El monstruo se retorció, su cuerpo brilló con un resplandor anaranjado antes de explotar en una lluvia de escombros.
—¡VOY A MATARTE! —sentenció Toby, empuñando su martillo mientras corría hacia Angor.
El troll esquivaba con agilidad los golpes furiosos del joven, quien no cesaba en su intento por vengar la muerte de su copiloto. La rabia de Toby era un torrente imparable, cada golpe cargado de dolor y determinación. Angor, imperturbable, comenzó a invocar aureolas moradas que flotaban ominosamente a su alrededor.
—¡Yo destruí tu alma! —intervino James, apareciendo de improviso—. ¡Tu pelea es conmigo, no con ellos!
Con movimientos rápidos, esquivó las aureolas que el troll le lanzó con violencia.
—Como desees, Cazatroles —murmuró Angor, esbozando una sonrisa oscura mientras comenzaba a seguirlo en dirección a la forja.
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Ya casi no quedaban gólems en pie; la mayoría habían sido incinerados por Bridget, reducidos a cenizas por su furia desatada. El resplandor de las llamas aún danzaba a su alrededor, reflejándose en sus ojos como brasas ardientes. Sin embargo, su respiración agitada no se debía a la batalla, sino a la creciente inquietud que la invadía.
No había rastro de Jim.
Llevaba varios minutos desde que él se había llevado a Angor Rot a la forja, y la incertidumbre empezó a enredarse en su pecho como una garra opresiva. Ignorando el dolor en sus músculos y el cansancio que amenazaba con doblegarla, se separó del grupo y corrió a toda velocidad hacia la forja.
El calor sofocante del lugar la recibió de golpe cuando cruzó la entrada. Su mirada se expandió con horror al presenciar la escena ante ella.
Jim yacía en el suelo, el cuerpo tenso por el dolor, mientras Angor Rot lo levantaba por el cuello con una facilidad escalofriante. Con una fuerza brutal, el hechicero troll lo lanzó contra una de las paredes de piedra. El estruendo del impacto retumbó en la forja.
El azabache jadeó, obligándose a reincorporarse, pero su cuerpo temblaba. Sin embargo, lo que realmente hizo que su corazón se acelerara no fue el dolor, sino la figura de Bridget en la entrada.
—¡Bridget, vete de aquí! —gritó con desesperación.
La advertencia de Jim atrajo la atención de Angor Rot, quien en un solo parpadeo apareció frente a la pelirroja.
Bridget apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando el troll hechicero la estudió con una mirada burlona.
—La débil princesita cree que puede derrotarme fácilmente —se mofó con una sonrisa gélida, su voz goteando desprecio.
El comentario hizo que la mandíbula de la joven se tensara. Sus manos se cerraron en puños, y una llama furiosa se encendió en su palma, crepitando con un calor abrasador.
—Te mataré por lo que le hiciste a AAARRRGGHH —murmuró con un tono letal, su energía ígnea aumentando en intensidad.
Angor soltó una carcajada seca, entrelazando sus garras con despreocupación antes de conjurar una aureola de magia oscura que flotó a su alrededor.
—Quiero ver que lo intentes... princesita —escupió con burla.
El aire entre ellos se cargó con una tensión explosiva. Sin dudarlo, Bridget lanzó la esfera de fuego con toda su fuerza, pero Angor la bloqueó con un movimiento rápido de su cuchilla encantada, disipando parte del ataque.
Pero ella no se detuvo.
Se impulsó hacia adelante, esquivando su contraataque con una agilidad feroz. Las llamas envolvieron sus brazos mientras giraba sobre sí misma y, con un movimiento devastador, descargó un latigazo ígneo contra Angor.
El impacto lo hizo retroceder unos pasos, gruñendo con irritación al sentir el calor abrasador sobre su piel maldita.
—Interesante... —murmuró con una sonrisa ladeada—. Tienes más fuerza de la que aparentas.
Bridget no le dio tiempo de reaccionar. Saltó sobre él, acumulando energía en sus palmas y liberando una explosión de fuego directo a su rostro. Angor soltó un gruñido de furia, tambaleándose hacia atrás. Aprovecho su distracción para acercarse hacía James.
—¿Estás bien? —preguntó ella, visiblemente preocupada.
—¿Qué haces aquí? —respondió el ojiazul mientras se reincorporaba lentamente.
—Se dice "gracias", desgraciado —replicó la chica, dándole un ligero golpe en el brazo.
—Tienes que irte ahora —ordenó él, señalando con firmeza la salida de la forja.
—¿Adivina qué? No lo haré —contestó Bridget, girándose para enfrentarse al troll.
—¡Bridget, estoy hablando en serio! —exclamó, tomándola del brazo para obligarla a mirarlo—. ¡Tienes que irte, y es una orden!
—¡Tú no decides por mí! —se soltó de su agarre con evidente molestia—. ¡Me quedo porque quiero!
—¡No quiero perderte! —dijo él, sujetándola de los hombros. La chica abrió los ojos, sorprendida—. Ya... ya perdí a AAARRRGGHH —murmuró con dolor—. No quiero perderte a ti también.
Bridget lo miró fijamente, su expresión suavizándose al escuchar la confesión. Por un momento, el silencio entre ambos fue más fuerte que cualquier palabra.
—No vas a perderme —respondió finalmente, con un tono firme pero cálido. Colocó una mano sobre la de él, que seguía en su hombro—. Pero no me pidas que me vaya cuando sé que puedo ayudarte.
—Esto no es un juego, Bridget —insistió él, aunque su voz ahora sonaba más quebrada que autoritaria—. Si algo te pasa, no podría soportarlo.
—¿Y crees que yo podría soportar quedarme de brazos cruzados mientras tú te enfrentas a todo esto solo? —replicó ella, dando un paso más cerca—. Somos un equipo, ¿recuerdas? No importa lo que venga, lo enfrentaremos juntos.
El ojiazul bajó la mirada, luchando contra el torbellino de emociones que lo invadía. Sabía que tenía razón, pero el miedo seguía atenazando su pecho. Finalmente, soltó un suspiro pesado y asintió levemente.
—Está bien... —murmuró, aunque la preocupación seguía reflejada en su rostro—. Pero prométeme que si las cosas se ponen mal, harás lo que sea necesario para estar a salvo.
Bridget sonrió.
—Lo prometo... siempre y cuando tú hagas lo mismo.
Él no pudo evitar soltar una risa breve y amarga, pero asintió una vez más. Tal vez no podía protegerla de todo, pero en ese momento, decidió confiar en ella.
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
Se podría decir que aquella pelea no iba precisamente bien. Bridget había logrado conectar algunos golpes, pero Angor Rot era implacable. La derribó una y otra vez, cada impacto haciéndola retroceder con más dificultad. Pero lo peor no era el dolor físico, sino el odio que había encendido en el troll.
Antes de que pudiera reaccionar, una aureola de energía oscura la golpeó de lleno en el pecho. Un grito desgarrador escapó de sus labios mientras era lanzada contra el suelo con brutalidad.
—¡Bridget! —Jim intentó correr hacia ella, pero Rot lo interceptó con un movimiento veloz.
El hechicero troll le lanzó otra ráfaga de su magia, arrastrándolo por el suelo sin piedad. Jim apenas tuvo tiempo de recuperar el aliento cuando la fría voz de Angor resonó en la forja.
—¿Alguna vez te preguntaste por qué sigues con vida? —se burló, ignorando los gritos de los amigos del Cazatroles. Jim lo miró con rabia mientras trataba de incorporarse—. La única razón por la que sigues aquí... es porque permitiste que los que te rodeaban cayeran en tu lugar.
James sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando Angor levantó una mano, señalando a Bridget, quien miraba sus dedos con horror. La punta de cada uno se había oscurecido, como si la maldición del troll estuviera devorándola.
—Tu maestro... el Cambiante... tu madre... —enumeró con crueldad, atacándolo con otra oleada de magia oscura—. Y ahora, tu torpe amigo AAARRRGGHH está muerto.
Bridget intentó moverse, pero su cuerpo estaba demasiado débil. Apenas pudo alzar una mano antes de que su propia fuerza la traicionara.
—¡NOO! —el grito de Jim fue desgarrador. La furia y el dolor se entrelazaron en su pecho mientras su cuerpo cedía, forzándolo a caer de rodillas.
Angor Rot sonrió, disfrutando de la desesperación reflejada en su rostro. Se acercó lentamente, desenfundando su cuchilla con una satisfacción cruel.
—Pero dime, Cazatroles... ¿Dónde están tus amigos ahora?
—¡Aquí arriba, seso podrido!
La voz de Toby retumbó en la forja segundos antes de que él cayera desde un portal que Clara había abierto sobre ellos. Jim apenas tuvo tiempo de procesarlo antes de ver cómo su mejor amigo aterrizaba con un golpe seco, usando la inercia para patear la cuchilla de Angor.
Bridget, reuniendo lo último de su fuerza, conjuró una aureola de fuego y la lanzó con precisión mortal. Al mismo tiempo, Toby alzó su martillo con un rugido y lo dejó caer con toda su fuerza sobre el troll.
El impacto fue devastador.
El cuerpo de Angor se desmoronó en una lluvia de piedra y sombras. Sus restos se dispersaron por la forja, dejando tras de sí un silencio denso y opresivo.
Entre los tres observaron la cuchilla maldita caer entre los fragmentos de lo que alguna vez fue Angor Rot.
—Bridget... —Jim susurró su nombre antes de correr hacia ella, ayudándola a ponerse de pie—. Dime que estás bien.
La pelirroja soltó una risa débil, tratando de ignorar el dolor que le recorría el cuerpo.
—Contando esta, ya tengo varios huesos rotos. Pero nada nuevo.
El azabache soltó un suspiro aliviado, pero algo en su mano lo hizo tensarse.
—Tu mano... —susurró, observando con asombro cómo los dedos ennegrecidos de Bridget volvían lentamente a la normalidad.
—Eso es nuevo —intervino, frunciendo el ceño—. Y, ¿sabes qué? Ya ni siquiera me sorprende.
Se acercó con una sonrisa cansada, pasando un brazo por los hombros de su amiga.
—¿En verdad se fue? —preguntó Clara, abrazando a Bridget con fuerza.
—Más le vale —respondió Jim, apretando los dientes.
—Sí... más le vale —arguyó Toby, dándole una patada a las piedras esparcidas en el suelo.
Al hacerlo, unas esferas azules emergieron de los restos de Angor. Voces susurrantes flotaron en el aire, llenando la forja con un aura etérea y solemne.
—¿Y estos...? —murmuró Bridget, mirando las luces con el ceño fruncido.
Una figura apareció entonces, surgiendo de la penumbra con la dignidad de un guerrero caído.
—Son las almas de los Cazatroles que perdieron su vida y espíritu ante Angor Rot —anunció Kanjigar, su voz firme pero llena de gratitud—. Nuestros hermanos y hermanas finalmente tomarán su lugar en el vacío y descansarán en paz... gracias a ti, James Lake Jr.
Él levantó la mirada, sorprendido.
—¡Y gracias a tus amigos! —continuó Kanjigar, mirándolos a todos con orgullo—. Tenías razón, son más fuertes juntos. Estamos en deuda.
Por un instante, la satisfacción brilló en los ojos del Cazatroles. Pero luego, Kanjigar se tornó serio.
—Sin embargo, llegará el día, Cazatroles, en que debas terminar la batalla... solo.
Jim sintió que esas palabras pesaban sobre él más de lo que quería admitir. Antes de que pudiera responder, Kanjigar giró la vista hacia su hijo.
—Hijo mío... siento mucho haberte apartado.
Draal parpadeó con sorpresa.
—Padre...
—Estoy tan orgulloso de ti.
La voz de Kanjigar se desvaneció con el viento. Su forma espectral comenzó a disiparse, las luces de las almas ascendiendo junto a él.
Draal trató de alcanzarlo, extendiendo una mano desesperada.
—Padre... ¡padre!
Pero ya no quedaba nadie.
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
El cuerpo petrificado de AAARRRGGHH yacía frente a ellos. Toby y Bridget no podían contener las lágrimas que rodaban por sus mejillas; habían perdido a un gran amigo. Kiko sorbió su pequeña nariz mientras bajaba la mirada, tratando de contener su tristeza. Farah dejó escapar un profundo suspiro y también inclinó la cabeza, sumida en el dolor
—Toby, aférrate a esa rabia—le dijo Clara—. y guárdalas para las tierras oscuras.
Bridget sintió un intenso nudo en el pecho. Al buscar con la mirada al Cazatroles, se dio cuenta de que ya se había alejado. Frunció el ceño, confundida, hasta que las palabras que él le había dicho en la forja resonaron en su mente: no quería perder a nadie más.
—Jim, no... —murmuró la pelirroja con un hilo de voz.
—¿Qué sucede? —preguntó su mentora.
—¡Tenemos que ir por Jim, ahora mismo! —exclamó con desesperación, el miedo reflejado en su rostro mientras comenzaba a correr junto a los demás. Ya había perdido a AAARRRGGHH y no iba a permitir perderlo a él también.
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
—En la marea oscura, cuando la luz del día amengua, el Myrridin Wylt oculto de las sombras su ruina—murmuró Jim mientras descendía hacia los restos del puente. Sus palabras resonaron en el aire pesado—. Tres fuerzas elementales debéis buscar, en pantanos, cavernas profundas, y picos de montañas... —colocó la última roca en su amuleto—. Donde los dignos perecen, prevaleceréis en la noche y eclipsaréis a quien vuestra fuerza encare.
El amuleto en su mano vibró y un resplandor rojizo lo envolvió. Su armadura comenzó a materializarse, pero no era la misma. El azul metálico desapareció, dando paso a una oscuridad profunda con detalles carmesíes que latían como venas de fuego. En su palma, su antiguo amuleto resplandecía con una energía desconocida.
—Por la perdición de Gunmar... —leyó con voz temblorosa—. El eclipse está bajo mi mando.
Unas esferas rojizas emergieron del amuleto y lo rodearon. Jim apretó la mandíbula. Sabía lo que tenía que hacer.
—¡MAESE JIM!—el grito de Blinky lo sacudió.
El muchacho corrió hacia la entrada y, con un último vistazo a sus amigos, la cerró de golpe.
—¡¿Qué demonios estás haciendo?!—gritó Toby, corriendo hacia la enorme puerta de piedra.
—¡Jim, detente!—exclamó Bridget, tropezando con los escalones en su desesperación.
—¡Jim, no lo hagas!.
—¡Prometiste que iríamos juntos!—Bridget golpeó la puerta con los puños, ignorando el ardor en sus nudillos—. ¡Abre esta maldita puerta, por favor!—su voz se quebró y sus ojos se llenaron de lágrimas.
—¡El amuleto me eligió!—la voz de Jim retumbó del otro lado—. No puedo perder a ninguno de ustedes... No otra vez.
Bridget sintió su pecho apretarse con dolor. Su cuerpo temblaba, su garganta ardía por los sollozos que intentaba contener.
—No lo hagas... —su voz apenas fue un susurro mientras apoyaba la frente contra la fría piedra—. No me dejes...
Del otro lado, la voz de James bajó de intensidad.
—Quiero que recuerdes que fuiste la primera chica con la que bailé.
El corazón de Bridget dio un vuelco.
—Recuerda que me gustaste desde el primer momento en que te vi... Que salvaste mi vida.
La pelirroja apretó los dientes.
—Y tú salvaste la mía... —su voz se quebró en un sollozo ahogado.
Hubo un silencio. Un momento donde el mundo pareció detenerse.
—No olvides... No olvides que te amo.
Bridget cerró los ojos con fuerza, sintiendo las lágrimas deslizarse por su rostro.
—¡Somos un equipo, Jimbo, no hagas esto!—Toby golpeó la puerta con desesperación.
—¡Lo lamento, debo terminar la pelea!—fue lo último que dijo antes de alejarse—. Solo.
—¡Ábrete, maldita sea!
Segundos después, la puerta logró abrirse. Bridget no esperó. Corrió escaleras abajo con el corazón desbocado.
—¡JIM, ESPERA!
Pero cuando alcanzó el umbral, lo vio al otro lado del puente. Sus miradas se encontraron solo por un instante.
—Lo lamento—susurró antes de que la entrada se cerrara.
Bridget cayó de rodillas. Su respiración era errática, sus lágrimas caían sin control. Golpeó el suelo con los puños, sintiendo la impotencia arder en su pecho.
—¡ERES UN IDIOTA, UN MALDITO IDIOTA!—gritó con la voz desgarrada.
—Maese Jim... ¿Qué es lo que ha hecho?—Blinky miró la puerta con tristeza.
—Lo prometiste... —Clara apartó la mirada, incapaz de ocultar las lágrimas en sus ojos.
Bridget se abrazó a sí misma. Sentía su cuerpo temblar, como si el suelo bajo ella se hubiese vuelto inestable. Un vacío se extendía en su pecho, una sombra oscura que amenazaba con consumirla.
Pero no permitiría que terminara así.
Se secó las lágrimas con la manga y, con una mirada llena de determinación, susurró:
—Jim... prometo encontrarte, aunque eso signifique arriesgar mi vida.
Respiró hondo, sintiendo la herida en su corazón arder.
—No me voy a rendir así de fácil.
No dejaría que esta fuera su despedida.
AHUEVOOOO YA INICIAMOS LA SEGUNDA TEMPORADA MUAJAJAJAJAJAJ.
Esta chida la portada ¿No?. Obvio que esta hermosa, si la bella de @mirajen12 fue quien la hizo. Gracias Muakatela.
Haber chicxs díganme su opinión de este nuevo capituló. ¿Lloraron? Yo si y mucho. Y prepárense por que vienen cosas peores.
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