xxvi. Angor's Grudge
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Capítulo Veintiséis| El rencor de Angor
Los rayos de luz iluminaron las pequeñas pecas de Bridget. Instintivamente, su cuerpo reaccionó girándose para evitar la claridad, pero su mente se llenó rápidamente con las imágenes de la noche anterior: el juego que llevaron a cabo para asegurar la estabilidad de AAARRRGGHH en el Mercado Troll, la súplica de Strickler pidiéndoles ayuda para salvarse de Angor Rot, y el recuerdo que hizo que sus mejillas se tiñeran de rojo. Jim le había ofrecido quedarse a dormir si ella lo deseaba, y aunque sabía que podría ser regañada por su madre, aceptó quedarse.
Se incorporó de inmediato, pasando las manos por su rostro, evitando mirar al lugar donde alguien había dormido a su lado. No sintió nada ni escuchó ningún ruido. Lentamente bajó las manos y, al girarse, notó que el espacio junto a ella estaba vacío. No sabía si sentirse aliviada o preocupada, aunque tampoco recordaba haber sentido a Jim acostarse con ella. Retiró las cobijas con cuidado y se levantó para mirarse en el espejo. Llevaba puesta una de las camisas del azabache y un pequeño short azul. Hizo una mueca antes de sacar un cárdigan de su mochila para cubrirse. No quería que sus moretones fueran visibles.
Bajó con cuidado los escalones y lo primero que vio fue a su exmaestro atado a una silla, aún inconsciente. Una sonrisa traviesa apareció en su rostro al percibir un olor peculiar que la guió hacia la cocina.
—¿Preparas un desayuno delicioso para tu enemigo? —preguntó con tono burlón mientras se sentaba en la barra. James, sobresaltado al principio, se giró con una sonrisa divertida.
—¿Dormiste bien? —evadió la pregunta mientras le extendía un plato con los panqueques favoritos de la pelirroja.
—Eso debería preguntártelo yo a ti —respondió Bridget, señalando el mueble donde había una almohada y una sábana, evidencia de que el chico había pasado la noche allí.
—No eres tú quien tiene que lidiar con un rehén en la sala de mi casa —respondió con un encogimiento de hombros, mientras volvía a centrarse en la sartén—. Aparte, no quería incomodarte y no me habías dado el permiso de dormir contigo —agregó mirándola de reojo
Bridget arqueó una ceja con una sonrisa juguetona tomando un bocado de su desayuno.
—Vaya, qué caballeroso. ¿Acaso temías que me enamorara perdidamente de ti si despertaba y te veía ahí?
Lake soltó una risa suave, pero no negó nada. Solo ladeó la cabeza con una expresión burlona antes de volver su atención en el cambiante.
—No quise correr el riesgo —respondió con un tono relajado, aunque una leve sonrisa traicionaba su aparente indiferencia.
La pelirroja sintió un cosquilleo en el estómago, pero disimuló mordiéndose el labio y tomando otro bocado.
—Lastima. Hubieras tenido una oportunidad si no estuviera más interesada en estos panqueques —bromeó, levantando el tenedor con un trozo esponjoso empapado en miel.
—Bien, entonces tendré que mejorar mi técnica culinaria para superarlos.
Bridget fingio pensarlo mientras lo miraba de reojo. Había algo encantador en la forma en que este chico intentaba mantener la calma, como si no quisiera que ella notara el ligero rubor en sus mejillas.
—No te preocupes —dijo al fin, con una sonrisa traviesa—. Ya me tienes medio enamorada.
James desvió la mirada con una sonrisa y se encogió de hombros, tratando de disimular el rubor que teñía sus mejillas. Sin perder más tiempo, se dirigió a la sala donde guardaba su amuleto. Allí, invocó su armadura y, con rapidez, tomó un calcetín que lanzó directamente al rostro de Strickler.
—Iugh, ¿qué es esto? —cuestionó el cambiante, despertándose con una expresión de desagrado.
—El desayuno —exclamó Bridget con indiferencia, tomando un sorbo de su jugo.
Strickler intentó moverse en su silla, probando las ataduras que lo mantenían sujeto.
—No como calcetines —se quejó—. Y no me gusta que me aten. Te pedí que me protegieras, no que me torturaras.
Bridget soltó un suspiro exagerado y, después de un momento de deliberación, terminó desatándole las manos.
—Y yo dije que lo mantendría seguro, no cómodo —le recordó el azabache, alzando una ceja.
Strickler rodó los ojos con fastidio.
—Esto no es un hotel de cinco estrellas. ¿Sabes? —añadió la pelirroja, cruzándose de brazos.
El cambiante le dedicó una mirada gélida antes de ponerse de pie y estirarse.
—El sol ya salió —anunció con calma—. Tenemos hasta el anochecer para llevarme lo más lejos posible.
Bridget apoyó los codos en la barra y se mostró con malicia.
—Con gusto lo llevo a conocer a Stefan Salvatore.
Jim resopló y negó con la cabeza.
—Uno: No lo vamos a calcinar vivo, Bree'. Dos: No empieces con tus spoilers, que apenas voy a terminar la tercera temporada de Diario de Vampiros .
La pelirroja se encogió de hombros con una sonrisa traviesa.
—Spoilers o no, sigue siendo una opción.
El chico ignoró su comentario y tomó su walkie-talkie.
—Cazatroles a Martillo de Guerra.
La respuesta llegó segundos después.
—Martillo de Guerra, ¿qué hay, Jimbo? —se oyó la voz de Toby al otro lado de la línea.
Antes de que pudiera contestar, Strickler le arrebató el aparato con una expresión severa.
—¿De verdad crees que tus amigos tienen oportunidad contra Angor Rot? Solo serán un mero lastre. Te recuerdo que tú destruiste su alma. Va a querer sangre, ya sea la tuya... o la de ella —señaló a Bridget.
La pelirroja entrecerró los ojos y tomó una cuchara, apuntándosela al cambiante como si fuera un arma.
—Somos nosotros o que Angor te corta por la mitad. Tú decides.
Strickler sospechó, sin responder.
—Jim, ¿hola? —insistió Toby al otro lado del walkie-talkie.
—Sí, reúne a todos. Vean qué pueden descubrir para encontrar la última roca.
— ¿La que los Gumm-Gumms robaron?.
—Exacto. Nos encontraremos en el Mercado Troll en cuanto podamos.
—Eso explica por qué Kiko está con nosotros.
El cambiante se sirvió una taza de café con aire indiferente, pero antes de que pudiera darle un sorbo, Jim se la arrebató y le entregó una caja de cereal.
—Para que conste, Angor Rot destruyó su propia alma.
Draal emergió del sótano unos minutos más tarde, intrigado por la presencia del cambiante; sin embargo, los jóvenes lograron explicarle la situación con facilidad.
—¿Por qué, por desgracia, debo hacerlo? —contestó mientras revisaba en su alacena, buscando algo más que comida enlatada. —¿Es toda la comida enlatada que hay?
—¿Necesitas más? —la cabeza de Draal apareció en la entrada de la cocina, acompañada de una risilla burlona—. Deberíamos cortarlo en pedacitos y enlatarlo ahora mismo.
Bridget se giró hacia él, con una sonrisa en su rostro, aunque un brillo de preocupación destellaba en sus ojos.
—Cuánto apoyo a esa idea, Draal —dijo, intentando mantener el humor—. Pero está el hechizo de unión... —suspiró, sintiéndose agobiada por la situación.
Draal frunció el ceño, pensativo.
—Digamos que logran sacarlo de la ciudad —retomó la palabra, su voz grave—. ¿Qué evitará que Angor Rot lo encuentre?
—No sé, lo disfrazaremos —respondió Lake, tratando de ser ingenioso.
—¿Un disfraz? —Draal lo miró con una ceja alzada, esbozando una sonrisa sarcástica—. Angor Rot es un asesino astuto y despiadado. ¿Crees que será engañado con un sombrero y un bigote?.
—Entonces pelearemos con él, muy lejos de aquí —interfirió Bridget, cruzándose de brazos, su determinación creciendo.
—No me gusta este plan —replicó Draal, volviendo al tema—. Podría atacar en cualquier momento. En cualquier lugar, él tendría la ventaja táctica.
—No lo sé. ¿Okey? No tengo todas las respuestas —Jim soltó un suspiro, arrepintiéndose de haber alzado la voz—. Lo siento, sé que no es un plan bien pensado, pero tenemos que irnos.
De repente, se vio interrumpido por una llamada de su madre. Fingió un bostezo y se apartó un poco del grupo, intentando no mostrar su frustración.
—Bonito brazo. ¿Lo compraste en una tienda de juguetes? —la broma de Strickler resonó en la habitación, pero solo logró enfurecer a Draal.
—¡Ya basta! —intervino la pelirroja—. O yo los callaré.
Formó una leve llama en su mano, un destello de poder que se desvaneció tan pronto como Jim terminó de hablar con su madre.
—¿Estará afuera de la casa todo el fin de semana? —preguntó Strickler.
—Sí, la casa va a estar vacía —respondió el chico, intercambiando una mirada de confianza con Draal. Los tres comenzaron a idear un plan en sus mentes,
—Se me reinicia el Windows —murmuró la pecosa, parpadeando confundida—. ¿Qué está pasando?
—Que hay que resguardar este fuerte-
—Sobrevivimos una noche, él no sobrevivirá la siguiente —añadió Strickler.
—Cierto, pelearemos aquí, recuperaremos la ventaja táctica —comprendió Draal, su mirada llena de determinación—. Una emboscada, me gusta.
—¿De qué estamos hablando? —preguntó la pecosa, todavía perdida en sus pensamientos, mirando un punto en específico en la pared como si allí estuviera la respuesta.
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Bridget abrió las cajas que había traído y sacó unas sogas y campanas que servirían como sistema de alerta en caso de que Angor Rot intentara entrar. Con una pequeña escalera, se subió para colocar las sogas estratégicamente, usando su magia para ajustarlas con precisión. Al terminar, bajó de la escalera sacudiendo las manos, satisfecha
Luego, se dirigió a la cocina, donde una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro al darse cuenta de que tendría que improvisar algunas defensas. Comenzó moviendo el refrigerador hacia un costado, transformándolo en un refugio improvisado.
Después, colgó los utensilios más afilados en la parte superior, organizándolos como armas de emergencia. Con un ligero movimiento de su mano, hizo levitar otros utensilios de cocina, distribuyéndolos como si fueran herramientas
—Bree'...—Jim abrió los ojos de par en par al ver su cocina convertida en un caos—. Creo que lo que habíamos hecho era suficiente
La pelirroja, con el ceño fruncido, ladeó la cabeza.
—Nunca es suficiente cuando hablamos de un asesino que quiere matarnos—contestó sin detenerse, reorganizando los utensilios flotantes.
—Al menos ten un poco de piedad con mi cocina.
—Nuestras vidas son más importantes que la cocina—replicó sin inmutarse. Sin embargo, tras un suspiro, comenzó a devolver cucharones y platos a sus lugares—. Pero tendré un poco de compasión—añadió con un encogimiento
Con una mueca en el rostro, Lake se recargó en la barra
—Creo que deberías regresar a Mercado Troll—suelta un suspiro. No quería que su pelirroja terminara lastimada por su culpa—. No es seguro que tú...
—No me iré—lo interrumpió, cruzándose de brazos decidida—. Ese troll me debe una por casi arrancarme un pie—recordó, rodando los ojos con un bufido
James suelta una risa, mirándola posicionarse a su lado—. Si pasa algo antes de que pueda encontrarte, y Angor te atrapa, incinéralo Bombón—le guiño un ojo
Bridget agrandó los ojos, girándose a verlo—¿Tu también ves las Chicas Superpoderosas?—pregunta inocente
El ojiazul sonrió divertido, había dicho el comentario como un intento torpe de coqueteo, pero no pudo evitar sonreír al verla tan intrigada. Aunque no había sido su intención inicial, decidió seguirle el juego; solo si trataba de verla sonreír.
—¿Quién no ha visto tremenda obra maestra?—devolvió la pregunta, haciéndose el ofendido—. Te pareces a ella.
Bridget lo abrazó con entusiasmo, sintiendo un alivio reconfortante al saber que él no la hacía sentir como una niña ingenua ni desesperada por atención. Con él, podía buscar su lugar en el mundo sin temer convertirse en el blanco de burlas.
El joven de cabello azabache le devolvió el gesto en silencio, cuidando que nadie más lo notara. Aunque no lo reconocía abiertamente, había comenzado a leer Harry Potter solo para poder seguir sus conversaciones y comprender aquello que tanto la fascinaba.
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—¿Trajiste la Calamita?—la voz de Strickler resonó de repente, haciendo que Bridget se sobresaltara y soltara las cajas que llevaba en las manos.
Antes de que pudiera reaccionar, herramientas y piezas de metal comenzaron a volar descontroladamente por el aire, pasando por encima de su cabeza y dirigiéndose directamente hacia Draal.
El troll reaccionó al instante, separando las rocas cercanas con fuerza para desviar los objetos metálicos, que cayeron al suelo con un estruendo.
La pecosa se levantó rápidamente, mirando alrededor con el ceño fruncido al notar el desastre que se había formado a su alrededor.
—Lo tomaré como un si.
—¿Qué demonios está pasando?.
—Ya casi es de noche, vamos hay mas trabajo que hacer—informo Strickler
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—Está bien, es la última. Ahora solo nos queda esperar —comentó Lake, observando cómo Strickler colocaba la última trampa.
—¿Sabes? Me sorprende lo bien que trabajamos juntos —admitió el cambiante, justo antes de que Jim tirara de la cuerda, apretando el lazo alrededor del cuello de Strickler.
—No se equivoque, aún voy a acabar con usted —aclaró con frialdad—. Cuando todo esto termine.
Draal soltó una carcajada profunda, rompiendo la tensión en el ambiente, Bridget, que afilaba su navaja con calma, observó la escena con interés.
—Tal vez, si salimos de esta, podría hablar con mis seguidores sobre el ojo de Gunmar —dijo Strickler, recomponiéndose con elegancia—. Supongo que todavía te interesa encontrar la última roca triúmbrica.
—¿Sabe dónde está? —preguntó el chico, sin ocultar su desconfianza.
—Personalmente no, pero mi red de contactos es amplia y eficiente —respondió el cambiante, con una media sonrisa—. Cuando se quiere, se puede.
Bridget levantó la mirada de su navaja, sus ojos brillando con curiosidad.—¿Por qué querría ayudarlo a destruir a Gunmar? —preguntó, jugueteando con la hoja entre sus dedos.
—Digamos que siempre procuro cuidar mis propios intereses —replicó Strickler, con un tono enigmático.
Draal, mientras pulía su hacha, notó algo extraño reflejado en el metal. Giró rápidamente.—¿Qué es eso? —inquirió, señalando una esfera que flotaba detrás de ellos.
—¡Es su ojo! —exclamó Strickler, poniéndose de pie de inmediato.
—¿El ojo de Gunmar? —preguntó Jim, alarmado.
—No, el de Angor —corrigió el mayor, con el ceño fruncido—. Nos estaba observando. ¡Atrápalo! —ordenó, señalando a Draal.
—¡No dejes que escape! —gritó el azabache, comenzando a correr tras la esfera.
—Ojo de Gunmar, ojo de Angor... ¡Ya basta de ojos! —murmuró el troll de piel azul, frustrado, mientras se unía a la persecución.
Bridget esbozó una sonrisa al notar un vaso vacío. Se dirigió rápidamente al fregadero justo cuando el ojo intentaba escapar, pero logró atraparlo a tiempo.
—¿Cuánto tiempo llevabas observando? —preguntó, fijando la mirada en el ojo que forcejeaba inútilmente bajo el peso del plato que lo mantenía prisionero.
De repente, unos sonidos inquietantes comenzaron a resonar.—¡Está aquí! ¡Todos a sus posiciones! —ordenó con firmeza.
Draal corrió hasta esconderse en el sótano con movimientos torpes pero rápidos, mientras Strickler se deslizó detrás de la mesa del comedor, que en ese momento parecía un escudo improvisado con picos sobresaliendo de su superficie. Bridget, se ocultó tras el refrigerador, apenas asomando la cabeza para observar la situación. Jim, por su parte, se pegó contra los muebles de la escalera, tratando de no hacer el más mínimo ruido.
El silencio fue roto abruptamente por la voz familiar de Barbara al entrar en la casa.
—¡Hola, hijo! ¿Estás en casa?—exclamó con la naturalidad de quien no tenía idea del caos que se desataba a su alrededor. Su voz se oyó más clara cuando cerró la puerta con un suave golpe y colgó su bolso en el perchero—. Wanda se equivocó con mi horario otra vez, tendré el día libre después de todo.
El menor sintió una punzada de alarma recorrer su espalda justo cuando el mecanismo de la trampa del hacha se activó. Sin dudarlo, salió de su escondite y se lanzó hacia su madre, empujándola fuera del alcance de la afilada hoja que descendió con violencia. Un chasquido metálico resonó en la estancia cuando el arma se clavó en la madera.
—¡Mamá, cuidado!—logró exclamar justo a tiempo.
Barbara apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de ver el filo del hacha pasar a centímetros de su rostro. Cayó de espaldas, con los ojos muy abiertos y el corazón latiéndole con fuerza. La sorpresa inicial pronto dio paso al desconcierto cuando notó la presencia de Strickler, quien emergía con cautela de su escondite.
—¿¡Por qué hay un hacha en la puerta?!—preguntó, sin aliento.
El mayor trató de recomponer su expresión, adoptando su habitual máscara de serenidad.
—¿Barbara, te encuentras bien?—preguntó con fingida preocupación mientras daba un paso al frente.
Bridget salió de su escondite junto al refrigerador con el ceño fruncido, murmurando entre dientes:
—Esto no estaba en nuestros planes.
Jim ayudó a su madre a incorporarse, notando el temblor leve en sus manos. Justo cuando iba a preguntarle si estaba bien, ella se fijó en él por completo y abrió los ojos de par en par. La armadura que cubría su cuerpo relucía con la luz de la sala, haciendo imposible que pasara desapercibido.
—¡Wow, cielo... ¿Qué es eso?!—murmuró, intentando procesar lo que veía.
El chico, atrapado entre la necesidad de explicarse y el impulso de ocultar la verdad, sonrió de forma nerviosa y puso sus manos detrás de la espalda, como si eso pudiera hacer desaparecer la armadura.
Pero Barbara no tuvo tiempo de insistir en su pregunta, porque sus ojos se desviaron a Strickler, quien, para su horror, sostenía una ballesta.
—Walt—dijo con incredulidad—, ¿por qué estás aquí? ¿Y por qué estás sujetando una ballesta?
Strickler, atrapado en la mirada inquisitiva de la mujer, intentó improvisar.
—¿Yo? Eh, sí, ¿sabes?—balbuceó con una sonrisa tensa—. Es un proyecto de la escuela que les dejé a Jim y a Bridget.
La última parpadeó, sorprendida por la excusa, pero al notar la mirada de advertencia del cambiante, asintió rápidamente.
—¡Ah, sí, sí, sí!—respondió con una sonrisa exagerada.
El destino, sin embargo, no estaba de su lado. Antes de que alguien pudiera reaccionar, un sonido seco llenó la sala cuando una flecha se soltó accidentalmente de la ballesta de Strickler, rompiendo una lámpara que colgaba del techo. Los restos de vidrio cayeron al suelo con un tintineo.
—Ese regalo me costó setecientos dólares, ¿sabía?—murmuró la pecosa entre dientes, cruzándose de brazos.
En ese momento, Draal, que había permanecido oculto hasta entonces, decidió que era su momento de actuar. Salió corriendo de su escondite con el hacha en mano, su grito de batalla resonando por la estancia.
—¡Muere, Angor!.
James sintió cómo el pánico lo invadía.
—¡No, Draal, retrocede!—intentó advertirle, pero ya era demasiado tarde.
Barbara apenas tuvo tiempo de girarse antes de que el troll estuviera a escasos centímetros de ella. Sus ojos se encontraron con los del enorme ser, y su rostro se desfiguró en un grito de puro terror. Su instinto tomó el control, y sin pensarlo, sacó un frasco de gas pimienta de su bolso y lo roció directamente en los ojos de Draal y de Jim.
Ambos gritaron al unísono, llevándose las manos a la cara mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
—¡La próxima vez usaremos la idea del disfraz!—Bridget murmuró para sí misma, observando con resignación cómo Draal era golpeado en la cabeza con una llave inglesa, luego con un martillo y, finalmente, acababa sepultado bajo un librero.
Barbara gritó una vez más antes de que su propio cuerpo cediera ante la conmoción y cayera desmayada.
Strickler suspiró pesadamente mientras miraba la escena. Draal, inconsciente en el suelo. Jim frotándose los ojos. Barbara desplomada sobre la alfombra.
—Era un amigo—señaló Strickler con calma—. Ahora está inconsciente. Al igual que ella.
Bridget sacó un pequeño vial de su bolsillo, observando la caótica escena frente a ella con una expresión cansada.
—Parece que tendremos que hacer algunos ajustes en el plan—murmuró para sí, recordando las estrategias de Bonnie cuando intentaba ocultar un hechizo fallido. Su mente divagó un momento antes de volver a la situación actual. El azabache se acercó a ella con un suspiro, frotándose la cara todavía enrojecida.
—Sí, necesitamos un enfoque más cuidadoso—murmuró, recordando otra historia en la que alguien se ocultó con éxito—. Como cuando Harry usó la capa de invisibilidad para escabullirse en la biblioteca prohibida.
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Barbara apenas podía sostener la jarra con sus manos temblorosas. Bridget, notando su nerviosismo, le sugirió con amabilidad que bebiera un poco de agua. Sin embargo, la mujer no esperó más y se la arrebató, inclinando el recipiente hasta vaciarlo por completo. Un leve temblor aún sacudía sus manos cuando lo dejó sobre la mesa.
—Igual no tenía sed —murmuró la menor, poniéndose de pie.
Barbara se secó los labios con el dorso de la mano, todavía intentando procesar lo que acababa de escuchar.
—Déjame entenderlo —dijo con voz tensa, respirando hondo como si el aire le faltara—. Hay troles buenos y troles malos, y de algún modo tú... —sus palabras se enredaron en su propia incredulidad.
Strickler tomó la palabra antes de que Jim pudiera responder.
—Si me permites, hay un vasto mundo bajo nuestros pies, Barbara —explicó, con un deje de ironía en su tono—. Y estos dos han agitado toda una pila de problemas.
Bridget, que hasta el momento había permanecido en silencio, abrió la boca indignada y alzó una ceja, ofendida por la acusación.
—Oiga... —se quejaron ella y Jim al unísono, pero Strickler los ignoró con una sonrisa divertida.
La mujer suspiró y se dejó caer nuevamente sobre el sillón, masajeando sus sienes con los dedos.
—Esto es difícil de procesar —admitió en un murmullo.
Strickler intercambió una mirada con Bridget antes de hacer un leve gesto con la cabeza. Sin decir más, se dirigió a la cocina, seguido de la pelirroja, quien agitó su mano en un torpe intento de despedida. James observó a su madre, intentando encontrar las palabras adecuadas para explicarse.
—No logro comprenderlo —susurró ella después de un momento, su mirada perdida en la mesa—. ¿Esto es lo que estabas haciendo todas las noches? ¿Por esto te arrestaron? ¿Por esto terminaste en el hospital? —Su voz se fue apagando conforme las piezas del rompecabezas encajaban en su mente—. Todo esto por ser... ¿un peleador de troles?.
Jim tragó saliva antes de responder.
—De hecho, es Cazatroles.
Barbara lo miró con incredulidad, pero no respondió. Su expresión se tornó sombría cuando su mirada se desvió involuntariamente hacia la cocina. Bridget y Strickler estaban sentados frente a frente, absortos en una partida de naipes. La pelirroja barajaba con destreza, mientras el cambiante la observaba con desconfianza.
—¡Oh, vamos, niña! —exclamó Strickler al ver cómo la joven le quitaba todas las cartas—. ¿Desde cuándo eres tan buena en esto?.
Bridget sonrió con autosuficiencia.
—Solía jugar con los vecinos de mi abuela —comentó, reorganizando los naipes con rapidez—. Ellos me enseñaron todo lo que sé.
A pesar de la aparente despreocupación en su actitud, su mirada se desvió disimuladamente hacia Barbara y Jim. Un atisbo de preocupación cruzó su rostro.
—¿Cree que estará bien? —preguntó en voz baja, repartiéndose las cartas con calma.
Strickler suspiró y tomó las suyas.
—No todos los días una madre descubre que su hijo pelea contra troles malignos bajo un mundo que ni siquiera creíamos que existía —dijo con ironía—. Ni que se haya enamorado de la última de los Mellark.
Bridget frunció el ceño y lo miró con confusión.
—¿Cómo dices que dijiste? —preguntó, arqueando una ceja.
Strickler desvió la mirada con aparente indiferencia, tomando una nueva carta.
—El apellido de la familia real de tu madre —explicó—. Creí que sabías más acerca de tu linaje.
Bridget chasqueó la lengua, removiéndose en su asiento.
—Bueno... todavía me cuesta acostumbrarme —murmuró, lanzando una carta sobre la mesa—. Pero la señorita Faradonga me ha estado ayudando con eso.
El cambiante levantó la vista con interés.
—Faradonga siempre fue superficial —musitó—. No me sorprende que haya estado protegiéndote de nosotros.
La pecosa se inclinó ligeramente hacia adelante, entrecerrando los ojos.
—Usted debe conocerla mucho, ¿verdad?.
Strickler sonrió de lado.
—Tuvimos nuestra historia, pero eso no es asunto suyo —respondió, colocando sus cartas en la mesa.
La pelirroja parpadeó, intrigada.
—¿Historia? —murmuró para sí misma, pero no tuvo tiempo de profundizar más en el tema.
Un estruendo proveniente del sótano los alertó. Strickler se tensó al instante.
—Barbara, tienes que marcharte. Es... —Las palabras murieron en su garganta cuando un fuerte estallido resonó por toda la casa. Las latas de advertencia explotaron en una ráfaga de luz fucsia, obligándolos a cubrirse.
—¡El sótano! —exclamó Bridget, incorporándose rápidamente.
—¿Qué hay en el sótano? —preguntó Barbara, pero su respuesta llegó en forma de una esfera negra que rodó hasta sus pies.
Un escalofrío recorrió la espalda de ambos jóvenes cuando los susurros ominosos de Angor llenaron el aire.
De repente, las luces se apagaron.
—Maravillosa jugada —murmuró Bridget, formando una pequeña llama en su palma para iluminar el lugar.
Barbara la miró con asombro.
—¿Cómo estás haciendo eso? —preguntó con un deje de pánico.
Bridget no tuvo tiempo de responder. A su alrededor, pequeñas explosiones resonaron y Strickler se apresuró a llevar a Barbara tras una valla improvisada.
—Mamá, quédate cerca —ordenó Jim, tensando la mandíbula.
—Pero no puedo verte... —respondió ella con un hilo de voz.
La presencia de Angor se materializó en todas direcciones. La risa del troll resonó en la oscuridad, y antes de que pudieran reaccionar, la linterna de Jim fue arrancada de su mano.
—Está en todas partes —murmuró Bridget con el ceño fruncido.
—Por la gloria de Merlín, la luz del día está bajo mi mando —declaró y al instante su armadura emitió un resplandor azulado.
Barbara lo observó con la boca entreabierta.
—Jim, estás brillando —susurró, sin poder apartar la vista de su hijo.
—Es parte del trabajo —respondió él, sacando su espada.
Bridget conjuró llamas más intensas en sus manos, pero antes de poder atacar, una ráfaga de magia oscura la golpeó de lleno, lanzándola contra el televisor. Jim gritó su nombre, pero Angor ya estaba sobre él.
—No corriste, cazador valiente —susurró el troll con crueldad—. Pero los valientes son los primeros en morir.
Jim apretó los dientes y alzó su espada.
—Lo que no te mata, te hace más fuerte —murmuró Bridget, reincorporándose con esfuerzo.
Y con un último impulso, lanzó una de sus aureolas llameantes.
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
Mientras Jim y Angor combatían con fiereza en la sala, Bridget se deslizó con sigilo hacia la cocina, decidida a activar las trampas y salvar al chico. Observó con horror cómo el azabache era lanzado brutalmente contra un mueble caído, pero no perdió tiempo. Con movimientos rápidos, ensambló la calamita a la ballesta que había encontrado en el garaje.
Oculta detrás de la barra, escuchó los pasos pesados del troll acercándose lentamente. En un arranque de valentía, se incorporó de golpe, sorprendiendo a Angor, y disparó la calamita. Sin embargo, el troll de piel gris atrapó el proyectil al vuelo, con una sonrisa de burla.
—Tendrás que hacerlo mejor que eso —se mofó Angor, su tono cargado de malicia.
Bridget esbozó una sonrisa tranquila y se agachó justo a tiempo. En ese instante, todos los objetos metálicos de la cocina, incluido el refrigerador, salieron disparados hacia el troll, atraídos por la fuerza de la calamita.
—Buena jugada —elogió Jim, acercándose a ella con admiración.
—Funcionó, pero dudo que haya sido suficiente para detenerlo —respondió Bridget, dejando la ballesta a un lado y materializando su arco. Preparó una flecha con rapidez, su mirada fija en los escombros.
—¿De verdad creen que unas simples trampas pueden detenerme? —retumbó la voz de Angor mientras emergía, imponente, de entre los restos del refrigerador.
—No, pero espero que esto sí lo haga —replicó la pelirroja, apuntándole con precisión antes de soltar la flecha.
Angor reaccionó con agilidad, esquivándola con un salto lateral. La flecha desapareció en el aire, regresando a la empuñadura del arco.
—¿Qué pasa? ¿Acaso estuvo en gimnasia o qué? —ironizó la chica, sin poder contener una sonrisa nerviosa.
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Jim y Bridget peleaban sincronizadamente contra el troll, sus movimientos reflejaban la confianza y el entrenamiento que habían desarrollado juntos. Aun así, Rot demostró ser un oponente formidable. Con una rapidez inhumana, esquivó un tajo de la espada del Cazatroles y, antes de que Bridget pudiera reaccionar, la tomó por el cabello y la lanzó violentamente hacia las escaleras. La pelirroja rodó por los escalones, golpeando el suelo con un quejido ahogado, quedando semiinconsciente.
James intentó moverse para ayudarla, pero una ráfaga oscura lo atrapó, empujándolo contra la pared con un hechizo paralizante. Su cuerpo quedó inmovilizado, la espada aún en su mano, pero sin posibilidad de defenderse. Intentó liberarse, luchando contra la magia que lo aprisionaba, pero la presión era insoportable.
Bridget, con la visión borrosa y el cuerpo adolorido, forzó su magia una vez más, reuniendo toda la energía que le quedaba para lanzar una aureola de fuego hacia Angor. Sin embargo, su debilitado estado hizo que la luz apenas chisporroteara antes de desvanecerse. Antes de que el troll pudiera aprovecharse de su vulnerabilidad, Strickler intervino con rapidez. Su cuerpo adoptó su forma cambiante y, con una precisión mortal, lanzó varias cuchillas que hicieron tambalear a Rot. Aprovechando la distracción, derribó un mueble que cayó sobre el troll, desvaneciendo la magia que mantenía a Jim atrapado.
El Cazatroles aterrizó de rodillas al recuperar el control de su cuerpo, respirando con dificultad antes de impulsarse hacia Bridget. Su preocupación era evidente en su rostro mientras tomaba su cara con suavidad, obligándola a mirarlo.
—Bree'—su voz fue un susurro desesperado al ver cómo la chica luchaba por mantenerse despierta—. Estarás bien, ¿sí? Solo quédate conmigo—murmuró, rodeándola con un brazo para darle apoyo—. Quédate conmigo, Bree', por favor—repitió, su preocupación creciendo ante la falta de respuesta inmediata.
Bridget parpadeó con esfuerzo antes de asentir levemente.
—Tenemos que ir arriba—susurró con voz débil.
Jim asintió, ayudándola a ponerse de pie. No habían dado dos pasos cuando, de repente, algo tomó al chico por el tobillo, haciéndolo caer de bruces. Bridget sintió una oleada de adrenalina recorriendo su cuerpo y, sin dudarlo, invocó una ráfaga de fuego que impactó directamente en Rot, obligándolo a soltar a James. Él se incorporó con rapidez y la sostuvo con más fuerza.
—Llévatela de aquí—ordenó Strickler antes de lanzarse contra Angor. El enfrentamiento entre ambos fue feroz, y pronto un nuevo mueble cayó sobre ellos en medio de la lucha.
Bridget trató de levantarse por sí sola, pero el dolor la hizo tambalearse. El azabache la sostuvo de inmediato, con el ceño fruncido.
—Estás lastimada, Bree'—le recordó con un tono preocupado, ayudándola a apoyarse en la pared.
—He estado peor—respondió ella con terquedad, obligándose a mantenerse en pie—. Tenemos que seguir con el plan.
—Bridget...—la miró con desaprobación, pero ella sostuvo su mirada.
—Jim, por favor—susurró con urgencia.
El chico la observó por un momento antes de soltar un suspiro de derrota.
—Está bien—cedió, aunque su voz aún reflejaba su preocupación—. Pero si te vuelve a lastimar, prométeme que te irás.
Bridget abrió la boca para protestar, pero su tono dejaba claro que no iba a aceptar un no por respuesta. Con un suspiro, bajó la mirada antes de asentir.
—Te lo prometo—murmuró, aunque, a escondidas, cruzó los dedos detrás de su espalda.
Jim no notó el gesto y, confiando en su palabra, se preparó para lo que vendría a continuación.
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
Bridget se ocultaba tras la puerta del baño, su corazón palpitando con fuerza mientras esperaba el momento oportuno. Cuando la puerta se abrió con un rechinido, su sonrisa se ensanchó.
—¡Sorpresa!—exclamó con energía.
Antes de que Angor Rot pudiera reaccionar, las llamas envolvieron los brazos de la pelirroja y salieron disparadas hacia él. El troll gruñó al recibir las quemaduras, su piel crepitando con el calor. Se tambaleó hacia atrás, apartando el fuego con un movimiento furioso antes de lanzarse sobre ella con una velocidad aterradora.
—¿Esto te parece divertido, no?—inquirió, su voz grave cargada de amenaza mientras cerraba sus dedos alrededor del cuello de la chica, elevándola del suelo sin esfuerzo.
Bridget forcejeó, sintiendo cómo el aire le faltaba. Su vista comenzaba a nublarse, pero aún así, esbozó una sonrisa débil.
—Tienes razón—balbuceó entre jadeos—. Divirtámonos.
Con un movimiento rápido, levantó la pierna y golpeó con fuerza la parte baja del troll. Angor soltó un gruñido ahogado, su agarre debilitándose lo suficiente para que la joven cayera al suelo. Sin perder un segundo, salió disparada hacia la salida.
—Regla número tres—dijo entre dientes mientras corría.
El troll, aún recuperándose del golpe, soltó un rugido de furia.
—Niña miserable.
—¡Alcánzame si puedes, Angor Rot!—se burló la pelirroja mientras se escabullía en un cuarto cercano.
Angor irrumpió en la habitación con un estruendo, pateando la puerta con violencia. Sus ojos recorrieron cada rincón del lugar, pero Bridget no estaba a la vista.
—No tienes a dónde correr, niñita—dijo con burla mientras sacaba su daga—. Te asesinaré como ella fue asesinada—su sonrisa maliciosa se ensanchó.
Desde su escondite, Bridget sintió un nudo en el estómago. Sabía a quién se refería. Su madre.
—A sangre fría—agregó el troll con tono burlón.
La rabia sustituyó al miedo en la joven, quien emergió de su escondite con la mirada encendida.
—Aquí estoy, Angor—dijo con calma, alzando la mano en un gesto de saludo.
El troll no perdió tiempo y se lanzó hacia ella, pero en cuanto dio el primer paso, su cuerpo se vio sacudido por una descarga. La trampa estática se activó, inmovilizándolo.
—Caíste en tu propia trampa—canturreó Bridget con diversión.
En ese momento, Lake y Strickler entraron en la habitación, evaluando la escena. La pelirroja les dedicó una sonrisa traviesa.
—Bueno, gracias por la idea.
Strickler, sin perder tiempo, accionó un interruptor. Luces violetas inundaron la habitación, proyectando un resplandor antinatural sobre Angor Rot.
—Focos ultravioleta, Angor Rot—anunció el cambiante—. Iguales al sol.
Antes de que el troll pudiera reaccionar, Barbara irrumpió en la habitación armada con una pala y sin pensarlo dos veces, le asestó un golpe en la cabeza.
—¡Aléjate de mis muchachos!—gritó con fiereza.
—¡Mamá, no! ¡Sal de aquí!—Jim exclamó alarmado.
El descuido costó caro. Con un rápido movimiento, la daga de Angor cortó el cuello de Strickler. En el mismo instante, Barbara sintió un ardor punzante en el suyo y se tambaleó. Su hijo corrió hacia ella con los ojos llenos de pánico.
—Bueno, eso no salió como planeábamos—gruñó Strickler, presionando la herida con una mueca de dolor.
Pero antes de que el troll pudiera lanzar otro ataque, un estruendo sacudió la habitación. Draal apareció, embistiendo a Angor con sus cuernos y aprisionándolo contra la pared.
Bridget, sin dudarlo, se alejó de Jim y corrió hacia Strickler, ayudándolo a incorporarse.
—¡Yo me encargo de él, frambuesa! ¡Llévatelo!—ordenó Draal, manteniendo el agarre sobre el troll.
La pelirroja exhaló pesadamente y colocó el brazo del cambiante alrededor de sus hombros. Salió de la habitación con esfuerzo, escuchando los quejidos de Strickler y los de Barbara a la distancia. Su corazón latía con fuerza, pero no tenía tiempo para detenerse.
・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *
—¿Va a poder conducir?—preguntó Jim al entrar junto a su madre en el auto de Strickler.
—Estoy bastante motivado, puedo hacer lo que sea—contestó el mayor, subiendo al asiento del conductor mientras Bridget tomaba el lugar del copiloto.
—Tenemos que ir al hospital.
—No, nuestras heridas no se curarán con medicinas modernas—explicó mientras encendía el auto—. Necesitamos llegar a Mercado Troll.
—Siento haber estropeado tu plan—la voz entrecortada de Barbara se escuchó desde el asiento trasero.
—No, mamá, yo lo siento. Debí decirte, debí contarte lo que pasaba—se reprochó Jim, con la culpa reflejada en su voz—. Solo resiste, todo va a estar bien.
—¡A tu izquierda!—advirtió Bridget a Strickler, pero él comenzaba a desvanecerse por el dolor—. ¡Ojos a la carretera!—exclamó, tomando el volante y girándolo con fuerza.
—Eso intento—murmuró Strickler, reincorporándose justo cuando una explosión de magia de Angor estalló a su lado—. Eso despierta a cualquiera.
Frenó el auto de golpe.
—¡¿Por qué paras?!—exclamó Bridget, con los ojos abiertos por la incredulidad.
—Hay luz roja.
—¡NO HAY LUCES ROJAS EN UNA PERSECUCIÓN!—gritó la menor con obviedad. El auto avanzó cuando el semáforo cambió a verde.
—Ya olvidé por qué quiere asesinarnos...—murmuró Bridget, bajando la ventana y asomando la cabeza—. Ahh, ¿por qué quieres asesinarnos?
No recibió respuesta. Volvió a su asiento.
—No concluyamos nada—dijo Jim, intentando tranquilizarla—. No es seguro que trate de asesinarnos.
Un carro voló por los aires directo hacia ellos.
—¡Trata de asesinarnos!—gritó Bridget, mientras Strickler giraba el volante bruscamente, desviándolos hacia el bosque.
El auto chocó contra un tronco. Bridget suspiró aliviada y se dejó caer en el asiento. Por el retrovisor, vio a Barbara luchando por mantenerse despierta y a Jim completamente preocupado.
—¿Dónde aprendiste a pelear?.
—Shhh, te contaré todo una vez que estés a salvo.
—Tal vez ahora sea momento de llamar a tus amigos. Creo que los perdimos—sugirió Strickler.
La calma duró poco. Angor Rot apareció frente a ellos.
Encendieron el auto de nuevo, retrocediendo rápidamente para volver a la carretera, con el troll pisándoles los talones.
—¿Acaba de poner la direccional?—murmuró Bridget, viendo las luces titilar.
—Debes indicar cuando giras, es la ley—respondió Strickler con naturalidad.
La expresión de Bridget se endureció. Se quitó la goma de mascar y la pegó en la cajuela.
—Hasta aquí...—susurró, desabrochándose el cinturón y subiendo sobre Strickler. Movió la palanca y pisó el acelerador con fuerza, tomando el control del auto.
Angor apareció de nuevo frente a ellos. Bridget giró el volante bruscamente, llevándolos por un callejón angosto. Chocaron botes de basura y rebotaron sobre las veredas, mientras la manija de velocidad se movía descontroladamente.
Strickler cerró los ojos, su miedo evidente. James sujetó con fuerza a su madre para evitar que se lastimara con los bruscos movimientos.
—Toby, responde, responde, responde...—murmuró Jim, mirando su teléfono con desesperación—. ¡Bree', a tu derecha!—gritó, viendo cómo Angor tomaba la delantera.
—¡Sé lo que hago!—respondó Bridget con un grito. Gíró hacia otra carretera—. Eso espero...—susurró, apretando el volante.
—Hola, Jimbo. No creerás quién volvió—se escuchó la voz de Toby por la línea.
—¡Toby, abre la puerta de Mercado Troll ahora, ahora! ¡Viene atrás de nosotros!.
—¡Malditos baches!—maldijo Bridget cuando el teléfono de Jim se le resbaló y la llamada se cortó.
Sin pensarlo, giró el auto bruscamente, sacándolos de la carretera. Saltaron por un desnivel, cayendo sobre el puente.
—Ve debajo del puente—ordenó Jim. Bridget asintió—. Mamá, quédate conmigo, ya casi llegamos...—murmuró.
—¡Jim!—Strickler lo llamó. Angor había alcanzado el techo del auto.
—¡Quieres jugar, Angor?!—gritó Bridget con una sonrisa temeraria—. Pues juguemos...—Movió el volante de un lado a otro violentamente. El auto zigzagueó sin control.
La ventana de Bridget se hizo añicos. Angor intentó atraparla, pero Lake se interpuso, saliendo de la ventana y volviendo a entrar con ayuda de su escudo.
—¡Gira ahora!.
La pecosa obedeció. Angor clavó su daga en el techo.
—¡Por un demonio!—exclamó Bridget—. ¡Me tienes harta, maldito troll!
Giró el volante bruscamente, logrando hacer caer a Angor.
Llegaron a la barrera del Mercado Troll.
—¡Vamos, Toby, vamos, vamos!.
La barrera se abrió justo a tiempo. Entraron a toda velocidad.
—¡Jim, Bridget!.
Jim salió con su madre en brazos, junto a Strickler.
Bridget permaneció inmóvil, la mirada perdida, su respiración errática. Su mente revivía cada momento reciente. Temblorosa, se aferró a su pecho, intentando contener la opresión que la consumía.
Estaba teniendo un ataque de pánico.
EDITADO.
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