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xxiv. I would never hurt you Freckles

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Capítulo Veinticuatro| Jamás te lastimaría Pecas

La pequeña Hart se agitaba inquieta en su cama, creyendo que estaba atrapada en una pesadilla. Sin embargo, en realidad se trataba de un recuerdo.

En el fragmento borroso de su memoria, Marion caminaba apresurada a través de un bosque oscuro

—Tranquila, pequeña —murmuraba Marion con la voz quebrada, apretándola contra su pecho mientras caminaba apresurada entre los árboles—. Esto es por tu bien... por nuestro bien.

Marion se detenía de vez en cuando, mirando por encima del hombro, como si temiera ser seguida.

—Nunca entenderás por qué hice esto, pero espero que algún día me perdones —susurró con lágrimas que corrían silenciosas por sus mejillas. Miró a la bebé una última vez, acariciando suavemente su mejilla con la punta de sus dedos—. Lo siento, mi pequeña Bloom.

Frente a Marion, las brujas de sangre surgieron de las sombras y comenzaron a rodearla. La mujer exhaló un profundo suspiro mientras avanzaba unos pasos con esfuerzo, sintiendo cómo las lágrimas surcaban sus mejillas. Finalmente, tragó con dificultad y, con manos temblorosas, entregó a su bebé a la bruja que estaba más cerca.

La bruja tocó suavemente la frente de la pequeña, mientras las demás retrocedían en silencio, desvaneciéndose entre los árboles del bosque. La que sostenía al bebé fijó su mirada en Marion durante unos segundos, una mirada cargada de un significado que la madre no pudo descifrar.

—¡Llévatela ya! —gritó Marion, su voz quebrada por el dolor que se agolpaba en su garganta—. Por favor, llévatela... —suplicó, ahogando un sollozo desesperado.

La bruja cubrió el rostro de la bebé con delicadeza. Tras una última mirada hacia Marion, giró sobre sus talones y desapareció entre las sombras, llevándose consigo a la pequeña.

Marion cayó de rodillas, apretando su collar entre sus manos, se hacía la pregunta de que si había hecho lo correcto. Arriesgar su reino por el bienestar de su única hija. No, no se arrepentía, ella ya lo había perdido a él, no podía perderla a ella también.

El fuerte viento de un frió helado, rodeo el ambiente en dónde se encontraba y ella en vez de escapar, tan solo se levantó, limpiando sus lagrimas mientras acomodaba su vestido.

—Decidiste sacrificar la vida de tu hija, en vez de salvar la tuya—dice una voz, una voz que Marion supo reconocer al instante.

—Nunca conseguirán la Llamarada—aseguró, blandiendo la espada que llevaba con ella, el ser que tenía delante extendió su báculo, aumentando la temperatura del lugar.

—Tal vez no por ahora, pero el tiempo será quien lo diga. Su alteza.

La reina, con su último respiro, lanzo su primer ataque iniciando una de las últimas batallas que se había dado aquel día. Solamente uno salió victorioso, y eso se entendió con el grito desgarrador que se oyó en el bosque.

Cuando Bridget abrió los ojos, las aureolas rojas que la envolvían se desvanecieron. Había estado flotando en un sueño profundo todo este tiempo. Al caer sobre su cama, llevó las manos a su cabeza, tratando de aclarar sus pensamientos.

¿Aquello que había visto era un recuerdo o simplemente su imaginación jugándole una mala pasada?

Al dirigir la mirada al reloj, notó que el amanecer estaba cerca. Apenas le quedaban dos horas antes de que el día comenzara, así que decidió aprovecharlas para descansar un poco. O al menos, intentarlo.

・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *

Cuando Bridget llegó a la escuela, lo primero que hizo fue dirigirse a la oficina de Faradonga. Sin embargo, al llegar, se encontró con la inesperada presencia de Daphne, que la miró desde el umbral de la puerta. Sin darle tiempo a la pelirroja para hablar, la joven se giró y se alejó rápidamente, dejándola sola con sus pensamientos.

Bridget soltó un suspiro, encogiendo los hombros, y entró en la oficina, cerrando la puerta tras de sí con un leve golpe.

—Bridget —Farah la miró con sorpresa, levantándose de su escritorio—. ¿No deberías estar en clases de álgebra?.

—No tienes idea de lo que me pasó anoche —respondió Bridget, mientras se sentaba en la silla y comenzaba a juguetear nerviosamente con su pie—. Tuve un sueño... o algo así, no sé cómo explicarlo. Nunca me había pasado algo como esto antes. O sea, sí me pasó una vez, pero pensaba que era parálisis del sueño, y bueno...

—Bridget —Faradonga la interrumpió, acercándose y tomando una de sus manos con suavidad, como para tranquilizarla—. Despacio.

Bridget sonriendo de manera nerviosa, asintiendo con la cabeza mientras tomaba un profundo respiro. Cerró los ojos por un momento, buscando centrado, y luego continuó:

—Vi otra vez a... bueno, a mi madre —susurró, con una mueca en el rostro, levantándose de nuevo con una expresión de incomodidad.

Justo en ese momento, entre los libros de la mesa de Faradonga, una pequeña criatura salió revoloteando. Bridget no pudo evitar sonreír al ver a su pequeño amigo.

—Creí que te habías escapado de mí —dijo, levantando a Kiko entre sus manos, sintiendo cómo el conejito se aferraba a ella con una sonrisa traviesa.

—Tiene la costumbre de desaparecer cuando le da la gana —comentó su mentora, alzando los hombros con una ligera sonrisa—. Es algo normal en su especie. —Luego la miró con atención—. ¿Qué sucedió en el recuerdo, Bridget?.

La susodicha encogió los hombros nuevamente, dejando a Kiko en el estante, mientras se abrazaba a sí misma como si intentara protegerse del dolor que sentía.

—Ella no quería entregarme a las brujas, solo lo hizo para protegerme... y... murió por mi culpa —dijo, dejando escapar el aire que había estado conteniendo en sus pulmones.

Farah, con la mirada triste, se acercó lentamente y colocó una mano reconfortante sobre su hombro. Bridget, sin previo aviso, se lanzó hacia ella, sorprendiendo por unos segundos a la mujer. Sin embargo, correspondió el abrazo, sabiendo que la joven lo necesitaba, más que nunca.

El calor del abrazo derritió algo dentro de Bridget, y finalmente, las lágrimas comenzaron a brotar en silencio, empapando el hombro de su maestra. Bridget se aferró a ella como si temiera que también desapareciera, con un sentimiento desconocido y aterrador que la invasión, un miedo que había mantenido oculto durante tanto tiempo, pensando que todo estaba bajo control.

—A veces, las personas que nos aman hacen sacrificios que no podemos comprender del todo, Bridget —susurró, acariciando suavemente su cabello, ofreciendo consuelo con su voz cálida.

Kiko, al ver que su dueña se separaba lentamente para secarse las lágrimas, se acercó y la tocó con su pequeña patita, como si intentara reconfortarla. La pecosa lo cogió en sus brazos y, aunque las lágrimas seguían deslizándose por sus mejillas, una pequeña sonrisa apareció en su rostro.

—Gracias —susurró, acariciando a Kiko, con la voz quebrada—. Gracias por no dejarme sola.

Faradonga le devolvió la sonrisa, colocando su mano en el hombro de Bridget con firmeza y cariño.

—Siempre estaré aquí para ti, Bridget. No importa lo que pase.

El momento quedó suspendido en el aire, envuelto en un amor maternal que Bridget no había experimentado desde hacía mucho tiempo. Por primera vez en mucho tiempo, comenzó a creer que no estaba sola, que podía encontrar un refugio en alguien más. Un pequeño rayo de esperanza brilló en su corazón, despejando la oscuridad que la rodeaba.

・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *

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La presión le pesaba demasiado. No solo tenía que lidiar con la posibilidad de ir a la escuela de verano, sino también con el constante acoso de Angor Rot, los reclamos de sus amigos sobre el anillo o el trato con el troll, y encima, el caos de los gnomos en la tienda de Bagdwella y el reto de baile de primavera.

Pero todo eso se desvanecía cuando pensaba en Bridget.

Su respiración se aceleraba, sus problemas se volvían pequeños en comparación con el miedo que sentía por la distancia entre ellos. No entendía por qué ella se había alejado, y comenzaba a sentirse culpable. Sintió como si todo se le desmoronara.

Se alejó de sus amigos y de Steve, ignorando sus llamados. Sus manos temblaban, su visión se volvía borrosa, y el peso en su pecho era cada vez más insoportable.

Al llegar a los casilleros, cayó en uno de ellos, apoyándose en el frío metal mientras la angustia lo envolvía. Algunos de sus compañeros pasaban sin mirarlo, otros lo observaban con preocupación.

—¿Jim?.

La voz que reconoció le llegó como un susurro, y al alzar la mirada, se encontró con los hermosos ojos azules que tanto extrañaba. Las pecas de Bridget brillaban a la luz, y algo en su estómago se revolvió al verla.

—Jim, ¿Qué pasa?—Bridget se acercó con rapidez, tomándolo de los hombros, tratando de mantenerse estable.

—Siento que estoy teniendo un ataque de pánico—respondió, apenas capaz de articular palabra, su voz quebrada por la dificultad.

Bridget, sin dudarlo, lo guió hacia los vestuarios vacíos. Le quitó la mochila y la dejó a un lado, mientras lo ayudaba a caminar, el chico tambaleando en su esfuerzo por mantenerse erguido.

Cuando intentó sentarse, las fuerzas lo abandonaron y terminaron cayendo al suelo.

—¡Jim!—se agachó junto a él, sus manos sobre sus hombros.

Él se recargó en los casilleros, tratando de calmarse, pero las palabras de ella le llegaron como un respiro de alivio.

—Solo intenta pensar en algo más, lo que sea—sugirió, su voz nerviosa, pero decidida.

—C-¿Cómo qué?—respondió él, intentando frenar el temblor en sus manos.

—Cosas felices—chasqueó sus dedos con una sonrisa nerviosa—. Amigos, familia, magia.

Jim la miró, confundido y Bridget, al ver su rostro, se arrepintió de inmediato.

—Ay, en la magia mejor no—se regañó a sí misma—. ¡Ay, Dios! Ya sé, solo intenta respirar despacio.

—No puedo... No puedo—murmuró él, cerrando los ojos, apretando los puños en sus rodillas.

Bridget lo miró fijamente, luego se inclinó hacia él y tomó su rostro entre sus manos.

—Jim, mírame—le pidió, con voz suave—. Solo mírame.

Acarició sus mejillas, sus ojos reflejando una mezcla de preocupación y algo más profundo, un dolor que también compartía. En ese instante, algo dentro de ella cambió, y sin pensarlo más, lo besó.

El mundo parecía detenerse. James abrió los ojos, sorprendido, sintiendo el calor de sus labios sobre los suyos. Poco a poco, cerró los ojos, respondiendo al beso con la misma intensidad, acariciando su mejilla mientras el temblor en sus manos desaparecía. La respiración se volvió más tranquila, el miedo y la ansiedad se disolvieron, al menos por un momento.

Cuando se separaron, Bridget no quiso abrir los ojos, pero lo hizo, bajando su mano, mirándolo.

—¿Por qué lo hiciste?—preguntó él, con la voz cargada de asombro.

La pelirroja, aún un poco aturdida, nerviosa, quitándose un mechón de cabello detrás de la oreja.

—Yo, eh... Una vez leí que... contener la respiración detiene los ataques—respondió, impidiendo su mirada—. Así que, cuando te besé... dejaste de respirar.

—¿En serio?—preguntó, claramente sorprendido, su mirada fija en ella.

—Sí, en serio—afirmó, sonriendo tímidamente—. Fue lo primero que se me ocurrió.

—Gracias—respondió él, sonriendo de vuelta—. Muy inteligente.

Bridget se encogió de hombros, aunque sus mejillas seguían rojas.

—Solo... no sé, lo leí por ahí—dijo, tomando el valor de sentarse junto a él—. Y si fuera más inteligente, te diría... que te debo una disculpa. Por haberte alejado tan de repente.

Jim la miró, sorprendido por su sinceridad, pero antes de que pudiera decir algo, ella lo detuvo.

—No, no, no—negó rápidamente, mirándolo fijamente—. Tú no hiciste nada. Es solo que...

Soltó un suspiro y abrazó sus piernas, mirando hacia el suelo. Él, sin decir una palabra, tomó su mano con firmeza, dándole apoyo sin presionarla.

—No me lo digas si no quieres—murmuró, con los hombros caídos—. No quiero obligarte.

—No, yo...—tomó aire, preparándose para lo que iba a decir—. Cada vez que veía cómo mi papá se refería a mi mamá, pensaba: "¿Yo también tendré que pasar por eso?". Mi mamá decía que el amor traía desgracia, que solo traía miseria. Claro, lo decía cuando estaba borracha, pero al principio no le creía. Intenté despejar esos pensamientos... pero...

Bridget cerró los ojos, sintiendo el peso de la verdad que estaba a punto de soltar.

—Mi papá volvió, Jim—dijo, su voz quebrándose ligeramente.

James la miró con sorpresa, y un sentimiento de placer comenzó a subir dentro de él, pero se obligó a calmarse.

—Volvió hace unas semanas—continuó, sin mirarlo, con la mirada perdida—. Al principio pensé que tal vez las cosas serían diferentes... Pero no lo fueron. Sigue siendo el mismo hombre que hizo miserable a mi mamá. Cuando volvió, trató de acercarse a mí... "Quiero arreglar las cosas", dijo. Pero lo único que hizo fue despertar esos viejos miedos. Miedos de que el amor solo termina lastimándote.

Jim sintió una mezcla de tristeza y rabia, pero se quedó en silencio, esperando a que ella siguiera.

—Por eso me alejé—murmuró ella, su voz temblando—. Porque me di cuenta de que tú... tú eres alguien que me importa tanto. Y el simple pensamiento de arruinar algo contigo me asusta más que cualquier otra cosa.

Lake tragó con dificultad, mirándola fijamente. No esperaba que ella fuera tan honesta, pero en sus ojos vio la vulnerabilidad que tan pocas veces mostraba. Le sonreía, suave, casi como si al sonreírle estuviera asegurándole que todo estaría bien.

—Nunca te lastimaría, Pecas—susurró, acariciando suavemente su mentón.

Bridget lo miró sorprendida, la calidez de su caricia recorriéndole la piel. Por un momento, olvidó todas las dudas que la habían atormentado.

—Y si tiene razón?—susurró, su voz casi quebrándose—.¿Y si el amor solo trae dolor?

James negó—El amor no siempre es fácil, Bridget. Pero si algo he aprendido... es que vale la pena intentarlo, especialmente cuando es con alguien que significa tanto para ti—replica en voz baja, mirándola nuevamente a sus hipnotizantes ojos azules—. Cada quien tiene su primer amor —sonrió bajando la mirada—. Yo pretendo ser tu ultimo amor... No importa el tiempo que me tome.

Bridget lo miró, sus ojos estaban llenos de incertidumbre, pero también de una chispa de esperanza. Tal vez no todas las historias de amor tenían que terminar como la de sus padres. Tal vez esta vez, las cosas podrían ser diferentes.

・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *

—¿Entonces fuiste a ver a Gato para conseguir un objeto que, con tres oportunidades, puede detener el tiempo?—preguntó Bridget mientras ambos salían de los vestuarios, después de que Lake le pusiera al tanto.

—Sí, pero Blinky desperdició las dos primeras oportunidades, así que ahora solo nos queda una para quitarle el anillo a Strickler—dijo, arrugando la nariz con una mueca de frustración.

—¿Y qué harás cuando consigas el anillo?.

—Eso es lo que me tiene dando vueltas—suspiró, sintiéndose abrumado por todos los problemas que se acumulaban, pero luego sonriente cuando sintió la calidez de la mano de Bridget tomándola con la suya.

—No te preocupes, encontraremos la forma de hacerlo—respondió ella, entrelazando sus dedos con los de él y sonriendo con cierto aire de diversión.

—¡Ahí están!—se oyó la voz de Toby, quien se acercaba con Clara. Al instante, ambos soltaron sus manos, poniéndose rígidos y notando el rubor en sus mejillas.

—¡Ey, volviste, JR! Ya te extrañábamos—saludó Toby, dándole un choque de manos a Bridget.

—Por favor... ¿Ahora qué quieren?—se quejó el azabache, al escuchar el tono de su celular.

—¡Maese Jim, desastre! —se oyó la voz de Blinky a través de la línea—. ¡Estoy volviendo a mi forma troll!.

—Eso es genial, Blinky—respondió Jim con una sonrisa irónica.

—¿No era eso lo que querías?—preguntó la pelirroja, confundida.

—Sí, pero no en un baño público con tu mamá tocando la puerta—dijo escuchando de fondo la voz de la señora Lake.

—¡¿Qué?! ¿¡Cómo?!—preguntó el azabache, claramente alarmado.

—Esas preguntas no son las más pertinentes—respondió Blinky, sabiendo que el caos no se iba a detener. Hubo una pausa, antes de que el troll continuara—¿Qué tan rápido pueden llegar?

—No te muevas, llegaremos cuanto antes—dijo, cortando la llamada para mirar al grupo—. Blinky está en Arcadia y se está convirtiendo en troll.

—Yo tengo mi bicicleta—dijo Bridget, sonriendo confiada—. Aplicaré la de Rápidos y Furiosos y llegaré en un dos por tres—corrió hacia su bicicleta, se colocó el casco y comenzó a pedalear, gritando mientras lo hacía—. ¡Dile que su Ángel ¡De la Guarda está en camino!

Sin embargo, frenó abruptamente cuando una roca atascó una de sus ruedas. Maldijo en voz baja, bajándose sin notar que un camión se acercaba rápidamente hacia ella.

—¡BRIDGET!.

La pelirroja cerró los ojos, esperando lo peor, pero en ese instante, todo se detuvo. Jim había usado su última oportunidad para detener el tiempo, salvándola justo antes del impacto.

"Solo tengo cuarenta y tres minutos y nueve segundos..."

James la cargó cuidadosamente, aliviado de que ya no la sintiera tan liviana como antes. La colocó suavemente en el césped, con los ojos llenos de preocupación al ver que Bridget mantenía los ojos cerrados.

"En verdad quería ver otra vez esos hermosos ojos, Pecas..."

Agh, ¿por qué tuve que meterte en esto, Bree' ?—se dijo a sí mismo, sintiendo una punzada en su pecho al ver cómo ella no reaccionaba. Maldecía en voz baja, sin saber cómo explicar lo que sentía. Rápidamente, subió a su vespa y comenzó a ponerse al día con las tareas pendientes.

Pero no podía dejar de pensar en lo que acababa de suceder.

・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *

El grito de Darci continuó resonando, pero su ceño se frunció al ver que la pelirroja ya no estaba a punto de ser atropellada por el camión. Daphne miró a su alrededor, confundida, hasta que finalmente vio a Bridget sentada en el césped.

—¡Usó esa cosa del tiempo!—exclamó la pelirroja, saliendo de su estado de shock.

—¿Dónde está?—preguntó Clara, acercándose para ayudarla a levantarse.

Bridget se quedó pensando por unos segundos. Entonces recordé el anillo de Strickler. Era obvio que Jim había aprovechado la oportunidad para obtenerlo, pero su mente también recordó la roca muerta.

Conocía a Lake, estaba segura de que también habría aprovechado para recuperar la roca, lo que significaba que ahora él debía estar con Angor.

—Tengo que ir con él—dijo Bridget, levantándose rápidamente y corriendo.

Rezó a Cedric para que el Cazatroles hubiera logrado escapar del troll asesino y que no estuviera en peligro de muerte. Mientras corría, una sensación extraña comenzó a crecer en su interior. Sus ojos se tornaron de un color escarlata, y sus brazos comenzaron a encenderse con leves llamas. De repente, un portal apareció frente a ella, el mismo portal que se había abierto cuando quedó atrapada en el Reino de las Sombras.

Sin dudarlo, cruzó el portal, llegando a la entrada de las alcantarillas. Soltó un bufido, dándose cuenta de que el portal no había funcionado como esperaba, y la había llevado a cualquier lugar de Arcadia.

—¡Bree'!—gritó la voz de Jim, haciendo que se girara. Él estaba allí, tratando de salir por las rejillas, pero la armadura le impedía moverse.

—¡Jim!—respondió, acercándose rápidamente. El gruñido de Angor les erizó la piel—¡Quítate la armadura!—ordenó.

James, obedeciendo, se quitó el amuleto mientras Bridget lo jalaba, logrando sacarlo de allí. Él la colocó detrás de él, justo cuando Angor apareció, mirando con furia, consciente de que no podía cruzar la barandilla.

—Vamos, vamos, vamos—la urgió Bridget, tomando su brazo mientras comenzaban a correr.

Cuando finalmente hubo una salva, la pecosa no pudo contenerse. Le dio un golpe en el hombro, provocando un quejido de dolor del chico.

—¡¿En qué estabas pensando?!—cruzó los brazos, observándolo con desaprobación—. ¿¡Acaso quieres morir?!.

—En mi defensa, no calculé muy bien mi tiempo— intentó excusarse, sonriendo nervioso—. Pero al menos conseguí la roca—dijo, mostrando la gema que había recuperado.

—¿Por esta cosa arriesgaste tu vida?—Bridget suspiro, negando con la cabeza, claramente frustrada. Luego notó el ceño fruncido del azabache, su mirada pensativa. —. Pasó algo, ¿verdad?

Jim giró la cabeza hacia ella, y con los hombros encogidos, asintiendo.

—Yo... Destruí su alma por accidente—admitió, riendo nervioso—. Y probablemente ahora me quiera muerto.

Ella lo miró fijamente por un momento, pero, para sorpresa del chico, no lo regañó ni le dio un golpe. En lugar de eso, lo abrazó con fuerza, dejando que él la rodeara con sus brazos. 

Estaba cansado, se sentía agotado, Sentía que toda esa responsabilidad que cargaba en sus hombros lo estaba destruyendo. El nunca había pedido esto, tan solo quería vivir como un adolescente normal, que sus preocupaciones solamente tuvieran que verse con los estudios y con las chicas. 

Un pequeño sollozo salió de sus labios, ya no podía contenerlo tanto tiempo. Bridget solo lo dejó desahogarse con ella, así como Jim la había dejado desahogarse con él.

EDITADO.

Yo soy capaz de ponerle cualquier canción de Taylor Swift a estos dos

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