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ⅷ. Changeling

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Capítulo ocho| Cambiantes

Me sentía una ilusa y una idiota, incluso culpable por el caos que había provocado en el museo. Estaba convencida de que había visto el puente, de que lo estaban construyendo. Jim confió en mí y no dudó en contárselo a Vendel, o más bien a Blinky, para que él se lo transmitiera a Vendel. Sin embargo, ¿de qué servía? Al llegar allí, no encontramos nada. La decepción en el rostro de Vendel era evidente, aunque Blinky seguía creyendo en nosotros, y Jim aún confiaba en mí.

Solté un suspiro mientras practicaba mi magia en la biblioteca de mi mentora. Toby se ofreció a acompañarme pero me negué; desde que le conté la verdad, lo único que le emocionó fue el hecho de que yo tuviera magia. Me sentí aliviada de que no mencionara el incendio ni mostrara demasiado interés por Farah. Aunque, en la escuela, solía murmurarme que su actitud allí era idéntica a la que tenía en el Mercado Troll. Sacudí esos pensamientos y extendí mis manos, cerrando los ojos. Sentí un leve cosquilleo en los dedos y, al abrirlos, vi cómo una pequeña ráfaga de fuego envolvía las varas de madera frente a mí.

Había mejorado en el manejo de mi magia, aunque sabía que debía aprender a controlar mis emociones, ya que eran la clave para dominarla. Cada vez que me enfadaba, respiraba profundamente y hacía todo lo posible por calmarme. De esa forma, evitaba provocar un incendio que pudiera arrasar con todo. Bajé las manos y dirigí la mirada al libro que tenía frente a mí. Era el mismo que hablaba sobre la llamarada. No había leído mucho de su contenido, pero algo dentro de mí insistía en que debía hacerlo.

Suspiré nuevamente y fijé mi atención en una imagen que sobresalía del estante. Intrigada, me acerqué y tomé el pergamino. La ilustración mostraba a una mujer de cabellera pelirroja, ojos verdes y pecas que adornaban su rostro. A su lado, la acompañaba un hombre de cabello castaño y ojos azules. Ambos sonreían, pero lo que más captó mi atención fue que la mujer sostenía en brazos a una bebé.

"La Reina Marion Mellark, el Rey Oritel Nilsen y su hija, la princesa Bloom Mellark."

Aunque no podía distinguir con claridad el rostro de la bebé, sentí una conexión inexplicable con ella. Bajé la mirada mientras los recuerdos me invadían: estas mismas personas eran las que había visto aquel día en las audiciones, e incluso en mis sueños. Ahora conocía sus nombres, y esa familiaridad comenzó a resonar en mi interior. Marion se parecía tanto a mí que mis pensamientos comenzaron a revolotear en mi mente.

"¿Es posible que...?"

—¿Qué haces aquí?.

Dejé escapar un grito ahogado, soltando el pergamino de golpe, y me giré de inmediato. Al tragar saliva, me encontré frente a Vendel, quien me observaba con una ceja arqueada. Sin decir palabra, avanzó hacia la biblioteca, su mirada cargada de seriedad.

—Y-Yo solo estaba intentando entrenar —balbuceé avergonzada, encogiéndome de hombros mientras escondía el pergamino tras de mí.

—¿Sin la supervisión de la señorita Faradonga? —inquirió con tono inquisitivo. No supe qué responder. Mis ojos se movían nerviosamente de un lado a otro, buscando desesperadamente una excusa que no llegaba.

—Sé lo que ocultas, Bridget. Entrégamelo —ordenó, extendiendo la mano con firmeza.

Solté un suspiro resignado y le entregué el pergamino. Vendel lo examinó brevemente antes de dirigirse hacia los estantes de la biblioteca para colocarlo en su lugar.

—¿Qué tanto sabes sobre los Reyes de Antaño? —preguntó de repente. Sorprendida, levanté la mirada para encontrarme con sus ojos expectantes.ar la mirada

—N-no mucho, de hecho —respondí nerviosa, encogiéndome de hombros—. Los vi en un sueño. De hecho, siempre los veo en mis sueños —suspiré—. A ellos y a su hija, Bloom.

Noté la sorpresa en los ojos de Vendel. Me observó con curiosidad antes de colocar ambas manos detrás de su espalda.

—Los Mellark siempre fueron una familia peculiar, tanto para los humanos como para los troles —comenzó Vendel, tras un largo silencio. Sus ojos recorrieron la biblioteca antes de posar su atención en mí—. Se decía que estaban malditos. Dondequiera que fueran, les seguía el caos. Sus campos se secaban, sus cosechas se pudrían, y aquellos que se cruzaban en su camino sufrían desgracias inexplicables.

Fruncí el ceño, tratando de procesar la información. La imagen de la mujer pelirroja del pergamino se mantenía grabada en mi mente.

—Entonces... ¿esa maldición terminó con Marion? —pregunté con cautela.

—Eso es lo que se dice —respondió—. Marion Mellark fue la única esperanza de redención para la familia. Según las leyendas, poseía una luz interior que contrarrestaba las sombras que habían perseguido a su linaje durante generaciones. Algunos creían que había sido bendecida por los antiguos dioses, otros pensaban que su nacimiento fue una señal de que la maldición finalmente se desvanecía.

—¿Y qué hay del Rey Oritel? —pregunté, mi curiosidad superando la cautela.

Vendel dejó escapar un suspiro, como si lo que iba a decir fuera demasiado pesado incluso para él.

—Oritel Nilsen fue un guerrero valiente, pero terco. Provenía de un linaje completamente distinto, uno conocido por su conexión con ja familia de los Valerious. Fue su unión con Marion lo que marcó una era de esperanza para los Mellark. Juntos gobernaron con sabiduría, aunque su reinado no estuvo exento de conflictos.

Intenté lo mismo. Cada detalle parecía encajar con los fragmentos que había visto en sueños, pero la incertidumbre seguía atormentándome.

— ¿Qué pasó con ellos? ¿Con su hija? —pregunté en voz baja, sin apartar la mirada de Vendel.

El anciano troll me observará con una mezcla de compasión y precaución.

—Desaparecieron hace décadas. Algunas historias dicen que fueron traicionados por aquellos en quienes confiaban; otras aseguran que la maldición de los Mellark volvió para reclamar lo que consideraba suyo. Lo único que se sabe con certeza es que Bloom Mellark nunca fue encontrada.

Mi corazón latía con fuerza, un eco de cada palabra que acababa de escuchar. Por alguna razón, sentía que esta historia no era ajena a mí.

—¿Crees que yo podría estar conectada con ellos? —murmuré, mi voz apenas un susurro.

Vendel me miró fijamente, con una seriedad que me heló el alma, antes de responder en un tono cargado de significado.

—Eso es algo que solo el tiempo podrá revelar. Pero si los sueños te han llevado hasta esta historia, quizás no sea mera coincidencia.

El anciano troll se giró hacia la puerta, como si lo dicho fuera suficiente. Antes de salir, se detuvo y añadió con voz grave:

—La verdad siempre encuentra su camino, Bridget. Pero recuerda, las respuestas que buscas podrían no ser las que esperas.

Me quedé sola en la biblioteca, rodeada de libros cuyos secretos parecían susurrar en mi mente. Las imágenes de Marion, Oritel y Bloom seguían flotando en mi memoria, ahora con un peso más profundo, mientras las palabras de Vendel se repetían como un eco en mi interior.

・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *

Antes de que terminara la noche, Bridget se dirigió a la casa de los Lake con la intención de ayudar a Jim a localizar el puente. Pasaron casi dos horas buscando, pero no lograron mucho éxito.

—No tiene caso —suspiró la chica mientras enredaba un hilo rojo entre sus dedos.

—Oye, Bree'... —Jim se acercó a ella, inclinándose un poco para estar a su altura, ya que ella estaba recostada en su cama—. Has tenido razón, no dudes de ti misma cada vez que algo así pase.

—Sin pruebas, sin una fotografía de buena calidad que lo demuestre... —murmuró con una mueca mientras bajaba la mirada—. Y encima te metí en problemas —añadió en voz baja.

—Escucha... El puente estaba allí, ¿de acuerdo? —respondió el azabache, tomando sus manos con delicadeza mientras intentaba desenredar el hilo de sus dedos—. Tú lo sabías, tú lo viste. ¿Está bien? —levantó su barbilla con cuidado, buscando sus ojos—. Y, si eso es lo que quieres, volveré al museo y lo buscaré toda la noche para demostrarlo —dijo con una sonrisa, mirándola directamente a sus hermosos ojos azules.

Bridget también sonrió, sintiendo cómo el chico jugaba suavemente con sus dedos. Un pequeño sentimiento empezó a crecer dentro de ella, uno que al principio intentó ignorar, pero que finalmente dejó florecer en su interior.

・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *

¿Quién hubiera dicho que las clases de álgebra se convertirían en mi peor pesadilla? Al parecer, la señorita Janeth no solo había designado a Jim como el reemplazo de Steve, sino que además parecía haberme declarado la guerra fría. Los problemas eran cada vez más complicados; incluso a mí me costó comprender algunos, aunque logré resolverlos al instante.

—Sigo sin entender —me susurró Jim, observando el problema resuelto en mi cuaderno. Yo sonreí mientras tomaba otra hoja.

—Todo es cuestión de saber qué fórmula usar. La señorita Janeth nos dio como diez fórmulas, pero cada una está explicada. Normalmente, en figuras como este pentágono y este triángulo, podemos aplicar estas dos fórmulas —dije, esforzándome por explicarme mientras desarrollaba el ejercicio.

Jim frunció el ceño, claramente frustrado.

—Eso suena fácil cuando lo dices tú —murmuró, apoyando la cabeza en su mano y mirando fijamente la hoja.

Decidí intentar otra táctica.

—Mira, no pienses en las fórmulas como algo que tienes que memorizar. Piensa en ellas como herramientas. Cada problema es como un rompecabezas, y las fórmulas son las piezas que necesitas para completarlo. Por ejemplo, en este caso, ¿Qué te pide el problema?

Él leyó en voz baja el enunciado, moviendo los labios como si intentara descifrar un idioma extranjero.

—Quiere que calculemos el área del pentágono... pero no sé por dónde empezar.

—Por eso es importante identificar qué información ya tienes. Mira, aquí te dan la longitud de los lados y la apotema. ¿Recuerdas qué fórmula usa esos valores?.

Me miró, pensativo, y luego sus ojos se iluminaron.

—¡Ah! La del área del polígono regular. Es... base por altura dividido entre dos, ¿no?

Negué con la cabeza, pero con una sonrisa mirándolo divertida.

—No exactamente. Esa es para triángulos. Para polígonos regulares usamos: perímetro por apotema dividido entre dos.

Mientras escribíamos los pasos en la hoja, vi cómo poco a poco Jim comenzaba a relajarse. Aunque seguía confundido en algunos momentos, al menos ya no parecía tan desanimado.

—¿Sabes? —dijo de repente, mientras terminábamos el ejercicio—. Creo que la señorita Janeth debería dejarte dar las clases. Eres mucho mejor explicando.

Me reí, sacudiendo la cabeza.

—Gracias, pero no creo que quiera compartir su pizarra conmigo.

Ambos nos sonreímos por un instante, pero la señorita Janeth nos interrumpió nuevamente. Al notar que habíamos elevado demasiado la voz, decidió cambiarnos de lugar, además de que no quería que lo ayudara. Desde lejos, él me miró y me susurró un "lo siento". Yo le respondí con una sonrisa, restándole importancia.

Mientras la clase continuaba, él parecía distraído, girando de vez en cuando para buscar mi mirada. Yo, por mi parte, trataba de concentrarme en lo que decía la señorita Janeth, aunque sentía el peso de su atención desde el otro lado del aula.

Cuando sonó el timbre, recogí mis cosas lentamente, esperando que él se acercara. Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso hacia mí, la señorita Janeth lo llamó para hablar con ella. Aproveché el momento para salir rápidamente, sintiendo un extraño nudo en el estómago.

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—Bueno, al menos sobrevivimos a las matemáticas de la perdición —canturreó Bridget mientras ambos se dirigían hacia la salida.

—Tú eres su alumna estrella, al menos no te dejó una montaña de tareas imposibles de entender —respondió el azabache, soltando un suspiro pesado. La pelirroja dejó escapar una leve risa.

—Oye, ¿qué te parece si te ayudo? —preguntó, deteniéndose con una sonrisa—. Daphne y Clara vendrán a mi casa para que las ayude con algunos temas de álgebra. Si puedo con ellas, seguro puedo contigo —lo codeó de manera amistosa—. A menos que te incomode estar rodeado de chicas —bromeó, retomando el paso.

—¿Qué? ¡No! Es decir... —balbuceó mientras intentaba alcanzarla—. En serio me gustaría tu ayuda —admitió finalmente, con una mueca.

—Solo tenías que decir eso —respondió ella, negando con un gesto burlón y encogiéndose de hombros—. Te espero en mi casa a las seis —lo señaló mientras caminaba de espaldas, antes de darse la vuelta.

—Sí, seguro —murmuró él, soltando un profundo suspiro, mientras una sonrisa boba se dibujaba en sus labios.

・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *

Una cacería de cambiantes había comenzado. Toby y Jim la iniciaron utilizando una herradura como arma para revelar a los cambiantes. El primero en intentarlo fue el entrenador Lawrence, luego Lake lo probó con Eli, e incluso con Steve, quien terminó con un golpe en la cabeza.

Cuando lo intentaron con Daphne, lanzaron la herradura, pero esta cambió de curso de forma inesperada, impactando en el rostro de otro estudiante. La castaña simplemente alzó los hombros, cerró su casillero y se dirigió a su siguiente clase.

Domzalski, por su parte, continuó con la misión organizando un concurso con la herradura, pero nadie se animó a participar. Al final, pasó todo el día tocando a estudiantes y profesores con el objeto.

—¿Tuviste suerte? —preguntó Jim al llegar a su lado. 

 —Nada. 

 —Yo tampoco encontré a ninguno.

 De repente, escucharon la voz de Strickler a sus espaldas. —No me parece una vestimenta adecuada —comentó el maestro, quien aún no había sido puesto a prueba. 

 —¿Quieres intentarlo con el señor Strickler? —sugirió Toby. 

 —¿En serio crees que él podría ser uno? —respondió Jim con incredulidad. Toby hizo una mueca mientras miraba la herradura. Decidido, dio unos pasos hacia Strickler, pero Jim lo detuvo. 

 —¿No quieres admitir que Strickler podría ser un cambiante?.

 —No quiero incomodar a quien califica nuestros exámenes finales.

El azabache intentó tomar la herradura, pero Toby no se lo permitió. Ambos forcejearon hasta que el objeto salió volando, cayendo a los pies de Strickler. —Disculpa... 

 —¿Le importaría pasarnos eso, señor S.? —preguntó el de frenos con aparente inocencia. 

 —¿Y desperdiciar unas manos como las suyas, señor Domzalski? —respondió Strickler con otra pregunta. 

 —Espaldas —intervino Lake rápidamente—. El entrenador Lawrence nos exprimió mucho esta mañana —añadió, fingiendo algo de dolor. 

Bridget se acercó para recoger la herradura, pero al tocarla soltó un quejido, dejando caer el objeto al instante. —¡Bree! —Jim corrió hacia ella y tomó su mano lastimada—. ¿Estás bien? —preguntó preocupado, examinando su mano. 

 —Sí, solo me quemé un poco —respondió ella con una mueca, mirando su palma confundida. 

 —Cuide sus manos, señorita Hart —intervino Strickler nuevamente—. Y también su espalda, joven Atlas. Ese es el peligro de cargar el mundo en los hombros —añadió antes de marcharse. 

 —Muy sospechoso —murmuró.. 

 —¿Sospechoso? —preguntó Bridget, algo aturdida. 

 —Tobes cree que es un cambiante —explicó Lake con un suspiro—. ¿Tu mano está bien? —volvió a preguntar mientras acariciaba el dorso de su mano. 

 —Sí, bueno, creo que las hadas somos sensibles al hierro o al acero —respondió Bridget con una sonrisa nerviosa, encogiéndose de hombros. 

 —¿Quieres que te lleve a la enfermería?.

 —No es necesario, en serio —le sonrió con tranquilidad, retirando su mano de forma amable—. ¿Vas a venir a mi casa, cierto?

—Sí, claro —respondió él, algo nervioso. Luego se giró hacia Toby y le entregó la herradura—. Bree y yo iremos a su casa. 

・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *

Casi dos horas después, Daphne y Clara fueron las primeras en llegar a la casa de Bridget, quien había dedicado tiempo a preparar algunos bocadillos. —Gracias por dejarme traer a Enrique —agradeció la chica de mechón azul, acomodándolo en la pequeña cuna que había llevado consigo. 

 —No te preocupes, me encantan los bebés —respondió la pelirroja, dejando un par de bebidas en la mesa de centro. 

Daphne se acomodó en uno de los sillones mientras buscaba en su celular ideas para el proyecto de ciencias que debía realizar junto a Bridget. —También podríamos hacer un auto impulsado por H2O —mencionó pensativa, tomando un sorbo de su refresco—. Conozco a otra estudiante que también está catalogada como una de las mejores. Está en su último año, creo que se llama... Allison. 

 Al escuchar ese nombre, Bridget dejó caer un tenedor por accidente. En ese instante, su mente viajó al día en que su clase visitó el museo. Ese día, aquella chica le había hablado sobre los suplentes, y fue entonces cuando descubrió que ella misma era una. 

 ¿Cómo sabía tanto Allison sobre los suplentes? Bridget había intentado buscar información en internet, pero no encontró casi nada. De hecho, apenas había datos disponibles sobre ellos. 

" ¿Acaso Allison...?".

 —¡Bridget! —el grito de Daphne la devolvió a la realidad—. Jim ya llegó —avisó mientras abría la puerta.

—Ah, sí, claro. Iré por los bocadillos —respondió aturdida, sacudiendo la cabeza. Se dirigió a la cocina y dejó el tenedor en el lavamanos—. Deja de pensar en eso, Bridget. Concéntrate —se dijo a sí misma mientras se daba un pequeño golpe en la frente. 

・ ゚ ゚・ ✧ 。.。.: *

—La ecuación solo contiene potencias de x que son enteros no negativos —explicó la pelirroja mientras finalizaba algunos ejercicios—. Aunque también puede ocurrir que un exponente sea negativo, pero para eso se aplica una ley que lo convierte en positivo. ¿Tiene sentido? —preguntó apartando la vista de su libro.

—¿Debería tenerlo? —cuestionó el azabache, visiblemente confundido.

—Se supone que sí —respondió la castaña dejando de escribir—. Solo es cuestión de aprenderse la ley de signos —añadió encogiéndose de hombros.

—¿Hay una ley de signos? —preguntó Jim alzando una ceja.

—Es fácil de aprender, en realidad —contestó la pelinegra mientras tomaba un bocadito—. Más por más es más, más por menos es menos, menos por menos es más y menos por más es menos —intentó explicar mientras lo escribía en una hoja.

—De acuerdo, ahora sí que me perdieron —admitió el de chaqueta azul, soltando un suspiro cansado.

El teléfono de Bridget empezó a sonar. Ella lo tomó, algo desconcertada, y se levantó para dirigirse a la cocina.

—Iré a buscar partes de auto en el garaje de Bridget —avisó la castaña poniéndose de pie—. No se coman mis bocaditos —los señaló con un dedo antes de salir.

—Gracias por enseñarme un poco tú también —agradeció el ojiazul, rompiendo el silencio que había quedado—. Me siento muy mal por lo que pasó con la obra. Sé que es muy importante para ti.

—¿Sabes? Estaba súper enojada contigo —admitió la chica del mechón azul—. Pero luego supe que lidias con más cosas de las que las personas imaginan —agregó, mirándolo con compasión.

—Es cierto —suspiró el azabache—. ¿Es cierto? —repitió, mirándola algo alarmado.

—Vamos, Jim, no pensarías que vine a esta noche de estudio solo para estudiar álgebra, ¿verdad? —dijo mientras sacaba una carta de su mochila—. No puedes escribir algo así y no esperar una conversación.

—Puedo explicarlo.

—¿Tienes que pelear con monstruos? ¿Salvar el mundo conocido? ¿Qué monstruos estás enfrentando? —lo llenó de preguntas, frunciendo el ceño—. Es decir, todos tenemos problemas, pero... ¿estás metido en algo grave?.

—Yo... sí. ¡Metafóricos! —exclamó Lake rápidamente—. Estaba... en exploración sin éxito —admitió con una mueca—. ¿Vamos al problema cuarenta y dos? —propuso, tomando nuevamente su libro.

Clara lo observó con el ceño fruncido, intentando una vez más atrapar su mirada, pero él la esquivaba deliberadamente, fingiendo concentrarse en cualquier otra cosa. La sospecha de Clara crecía, y aquello podía terminar metiéndolos en problemas.

—¡Jim! —lo llamó Bridget, apareciendo desde la cocina—. Tenemos que hablar —lo tomó de la mano, arrastrándolo antes de que pudiera responder. La de mechón azul alzó una ceja, observándolos marcharse hacia la cocina.

—¿Qué sucede, Bree'? —preguntó en voz baja, viendo cómo la chica sacaba su celular.

—Toby está en problemas, en grandes problemas —respondió la pelirroja, mostrándole el registro de la llamada que había recibido minutos antes—. Me llamó, pero apenas pude entenderlo. Sé que está metido en algo grave.

—¿Crees que haya descubierto a un cambiante? —preguntó alarmado, con los ojos bien abiertos.

—¿¡Tú qué crees?! —exclamó en un susurro, llevándose las manos al rostro—. ¿Y si le hicieron algo? ¿Y si un cambiante lo atrapó y...?.

—Está bien, relájate, Bree' —dijo tomándola por los hombros, para luego abrazarla al notar lo desesperada y angustiada que estaba.

Sin que ambos lo notaran, Nuñez los había seguido sigilosamente y ahora escuchaba todo desde detrás del muro que daba a la cocina.

—Voy a buscarlo, y lo mejor será que te quedes aquí para no levantar sospechas —murmuró cerca de su oído mientras acariciaba su cabello con delicadeza.

—Solo, por favor, cuídate, ¿sí? —pidió la chica soltando un suspiro con los ojos cerrados—. Y si pasa cualquier cosa, llámame. Estaré ahí enseguida, ¿de acuerdo? —añadió con firmeza una vez que se separaron.

—Siempre —respondió él con una sonrisa, dejando una suave caricia en su mejilla—. Te llamaré si ocurre algo —aseguró mientras se dirigía hacia la salida de la cocina, tomando su mochila. Ni siquiera se habían dado cuenta de la presencia de Clara o Daphne—. Y gracias por todo, por esto... y por los bocadillos —agradeció antes de marcharse.

La pelirroja se apoyó en el marco de la puerta, observándolo mientras se alejaba. Daphne intercambió miradas confusas con Clara, quien simplemente alzó los hombros sin abandonar su expresión de desconcierto.

—¿Peleando con monstruos otra vez? —murmuró la de mechón azul, entrecerrando los ojos—. ¿Quién te crees que eres, Jim Lake?.

Editado.

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