La fiesta de cumpleaños de la emperatriz había pasado sin incidente alguno, para su suerte el duque la había ayudado a verificar que todo lo que bebía estaba en buen estado.

Al regresar a su habitación tomó un baño caliente y se recostó a pensar, ella no había deseado ser esposa de nadie, lo que una vez tuvo con Max ya era pasado, ahora solo tenía a su hijo y temía perderlo por culpa de la emperatriz.

—¿Se siente inquieta? ¿llamo al medico?

—Solo siento un poco de dolor en los pies, no te preocupes.

—Ya esta cerca de la fecha, debería de descansar - Isis suspiro.

—Tómalo con calma Hana, dile al duque que busque a una partera... que sea de confianza.

—¿No confía en los del palacio? - Isis negó —La emperatriz da miedo, es mejor así.

—Solo cuido a mi bebé... me da miedo - Hana tomó sus manos.

—Me aseguraré de que todo salga bien, no dejaré que nadie del lado de la emperatriz entre ese día - Isis asintió.

Regis debía de encontrar la solución para que la emperatriz y el emperador finalmente desaparecieran, quería que Isis viviera bien junto a su hijo, incluso si Maximilliam moría era bueno.

—¿A que vienes? - Regis tomó asiento- ¿Vas a robarte a mi esposa?

—Quisiera - Maximilliam le miró mal —Pero ese no es el caso ahora, la emperatriz ya hizo varios movimientos y ya atacó a Isis ¿Vas a dejarlo así? Puede que Isis no te importe, pero ese niño es tu hijo.

—Lo se duque - Max suspiro. —Debo encontrar la solución.

—Teníamos un plan originalmente, que lo que hiciste no lo detenga, avancemos con eso y acabemos de una vez con Darius.

—Bien, pero no podemos vernos ahora.

—Lo se, Hana es la doncella de Isis, ella podría entregar los mensajes -se puso de pié. —Y espero que comprendas que si Isis llora por ti, también te matare junto a Darius  -salió sin esperar respuesta.

Maximilliam tiro el escritorio y suspiro.

—¿¡Quién se cree que es!? ¡Isis es mía!

Isis dejo de balancearse en el columpio y vio jugar a Hana y a sus nuevas doncellas, en Shim siempre corría por el palacio jugando junto a Hana y sus doncellas, incluso las concubinas más jóvenes de su padre corrían junto a ella.

Extrañaba Shim, pero ahora veía lejano su hogar, temía que su padre la repudiara por haber perdido su doncellez sin haberse casado, pero ya estaba echo, no podía retroceder el tiempo o cambiar el pasado.

—¡Princesa! - Hana corrió hacia ella —Ha llegado una carta - Hana se la tendió, Isis la tomó en manos y sonrió al leer el nombre de su madre.

Al leerla su rostro se lleno de lágrimas, había olvidado cuanto extrañaba a sus padres, creció lejos de ellos y sin su amor y cariño había sufrido mucho.

Su madre le decía que su padre estaba enfadado pero que la extrañaba, que anhelaba que regresara, que sus hermanos estaban bien y que habían enviado una carta a Maximilliam para reprender lo y ordenarle que fuera tratada con dignidad.

—¿Envio algo más?

—Si, se enviaron dulces y comida, sus favoritos  - Isis sonrió.

—Traelos, trae todo, vamos a comer ahora mismo.

Hana regresó con las bandejas llenas de los dulces y platos favoritos de Isis. El aroma de los pastelillos de arroz y las frutas frescas llenó el jardín, transportándola a las tardes en Shim, cuando todo parecía más sencillo y menos oscuro. Aunque sonrió mientras probaba los primeros bocados, su mente no podía apartarse del peligro que acechaba. Aun así, se permitió un momento de calma. Los sabores le recordaban que aún había cosas buenas por las que luchar.

—Estos dulces siempre fueron tus favoritos  -comentó Hana mientras tomaba un asiento junto a ella.

—Sí, mi madre solía prepararlos cuando era pequeña, me decía que cada bocado era como un pedazo de su amor -Isis tragó con dificultad, la nostalgia oprimio su pecho— Me hace feliz saber que, a pesar de todo, no me han olvidado y que me aman como el primer día.

Hana le dio una sonrisa cálida, pero sus ojos reflejaban preocupación, sabía que la felicidad de Isis siempre iba acompañada de una sombra, como si el pasado estuviera a punto de alcanzarla y arrancarle cualquier alegría que lograra encontrar.

Isis, había decidido caminar por los jardines esa tarde, el aire fresco y el canto de los pájaros ofrecían un breve respiro de las tensiones que llenaban el palacio. Mientras recorría los senderos de flores, recordó las lecciones que su madre le había dado sobre resiliencia y paciencia.

—El bambú se dobla, pero no se quiebra -le había dicho su madre una vez, y esas palabras siempre volvían a ella en los momentos más difíciles.

Al detenerse junto al estanque, vio su reflejo distorsionado en el agua, u rostro parecía ajeno, como si la mujer que veía no fuera la misma que había llegado a este lugar llena de sueños y esperanzas.

Hana quiso decirle que se alejara del estanque debido a lo de la última vez pero Isis se veía tan perturbada que molestarla más era terrible para ella.

—¿En qué momento cambié tanto? - su susurro fue solo audible para Hana.

—Cambiar no siempre es malo, princesa -la voz de Hana la sobresaltó, seguía perdida en ella misma ,Hana le ofrecio una frusta, llevaba una cesta con frutas frescas.

Isis la miró, sorprendida, pero luego le sonrió con gratitud.

—Tienes razón, Hana, pero a veces desearía poder volver atrás, aunque solo fuera por un día.

Extrañaba el pasado, uno en donde Maximilliam no existía y solo un pequeño recuerdo de sus pocos días con sus padre había.

Regrese luego de un tiempo ¿les ha gustado?

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