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𝑻𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚-𝒔𝒊𝒙 𝒄𝒆𝒏𝒕𝒊𝒎𝒆𝒕𝒆𝒓𝒔

—A-ah... uf, mierda, Sana... —Tzuyu suspira entrecortado, apretando la sábana bajo su cuerpo entre sus dedos. Sana la mira, atenta, hambrienta, deleitándose con la excitada expresión que poseía Tzuyu en su rostro. Por su frente descendían gruesas gotas de sudor, sus ojos estaban entreabiertos, más oscuros de lo usual, sus labios se encontraban muy húmedos y con porciones rojizas por las mordidas que ella misma se proporcionaba. Estaba hecha un auténtico y hermoso desastre, y ella era la causante y eso le encantaba.

Acuna en el interior de su boca los testículos de Tzuyu, succionando intensamente fuerte y haciéndole apretar la expresión de su rostro soltando una maldición al aire, bastante fuerte.

Los lamió un poco antes de arrastrar su lengua por la larga extensión del miembro hasta llegar a la punta y mimarla con devoción, dándole pequeños besos calientes y un par de succiones que hicieron levantar a Tzuyu las caderas del colchón.

—Trágatela toda. —Demanda la pelinegra, llevando sus manos al cabello de Sana. Ésta sonríe levemente e ingresa solo una pequeña parte en el interior de su boca, haciendo sisear a la mayor. —Sé que puedes meterla más profundo, vamos.

Sana gime alrededor del grueso falo en su cavidad bucal, aumentando la profundidad con la que lo succiona. Los sonidos húmedos hacen que, para Tzuyu, todo sea casi demasiado. Sana sumerge el gran miembro hinchado del mayor en su boca, hasta donde más puede, y, con las dos manos abarca lo que no alcanza a entrar, masajeando con esmero y buscando hacer acabar a la mayor en su boca lo más pronto posible.

Se moría por sentir el orgasmo de la taiwanesa en su boca, viajando por su garganta e inundando sus papilas gustativas con el amargo sabor de su esencia. Quería sentir esa caliente semilla derramándose a lo largo de su lengua y quería que fuese abundante.

La sensación de ahogo y mareo al no poder respirar correctamente por las furiosas y nada complacientes embestidas de Tzuyu a su garganta la hacían sentir como si fuese una puta, pues sólo se excitaba mucho más.

Intentó llevar una de sus manos a su centro, buscando un poco de alivio, sin embargo, al notar aquel detalle, la mayor gruñó, mirando a Sana con los ojos líquidos en lascivia y muy enojados.

—Si quieres correrte, hazme correr primero. —Le advierte, con la voz ronca como el infierno. Sana gimió en desaprobación, pero aquello la hizo querer hacerla terminar mucho más rápido, así que, tomando aire profundamente, logró meter un poco más de la mitad en su boca, sintiendo arcadas. La saliva se acumulaba en abundancia en sus manos, las cuales masturbaban a Tzuyu efusivamente.

Siguió chupando más fuerte y empalando su boca en la gran dureza de la mayor hasta que ésta movió abusivamente las caderas, dejándose caer del todo en la cama. Sana pensó, entonces, que se correría, pero Tzuyu se sentó de repente y la empujó de los hombros, apartándola por completo de su erección.

Sana la miró confundida. Tzuyu se limitó a besarle en los labios con necesidad. Una vez logró juntar suficiente fuerza de voluntad para apartarse de la boca de la coreana, Tzuyu la obligó a ponerse de espaldas.

—Ponte en cuatro. —Ordenó, con la voz grave. Ella obedeció, un poco aturdida. La mayor se ubicó debajo del cuerpo de Sana, completamente acostada con su cabeza en la almohada y dejando el coño empapado de esta justo en su rostro. Sana entendió lo que la mayor pretendía hacer cuando ésta empujó su erección contra su boca, indicándole silenciosamente que siguiese chupándolo.

Y estuvo a punto de hacerlo, pero, en ese momento, Tzuyu ahondó en su entrada con su lengua de repente, como en la madrugada, y Sana se retorció, arqueando la espalda.

—¡A-ah, Tzuyu!— Grita la menor, pues la mayor no solo la prepara con su lengua, moviéndola expertamente en su apretado interior, sino que también acerca sus largos y talentosos dedos a su clítoris, atendiéndolo como se merece.

Sana intenta seguir con la felación que estaba llevando a cabo anteriormente, volviendo a meter el pene de Tzuyu en su boca y embistiendo su propia garganta mientras juega traviesa y escuetamente con los calientes y cargados testículos de la pelinegra.

En ese momento, ambas escuchan como la puerta principal se abre y un par de voces ingresan, riéndose, a la casa. Sana frena en seco, de inmediato, intentando ponerse de pie. Tzuyu, al darse cuenta de aquello, masturba más rápido y mete uno de sus dedos en la entrada de la menor.

—¡T-Tzuyu! Ah... m-mierda... —Reclama la menor con temblorosos gemidos saliendo de su garganta. —¿E-es tu... o-oh, demonios... t-tu hermano?

—Supongo. —Murmura la mayor, concentrada en su trabajo. A Sana le tiemblan los brazos y los muslos, quiere detener todo, temiendo que su hermano y sus acompañantes les escuchen, pero no puede. Tzuyu sabe más que a la perfección dónde tocarle para que su clímax se expanda por todo el cuerpo, haciéndole erizar cada vello y que después se vaya, pero la vuelve a llevar allí tan fácilmente. Y lo peor, era que Tzuyu se estaba esforzando cada vez más por hacerla gritar.

—¡Tzuyu... m-me... me van a oír!—Suplica Sana aferrándose desesperadamente a los muslos de la mayor y empujando contra el rostro de ésta inconscientemente.

—No sabes lo mucho que eso me pone.

Sana tira la cabeza hacia adelante, buscando respirar con más tranquilidad.

—P-pervertida... —Murmura la menor, apretando los ojos y soltando jadeos desesperados —Rápido, m-más rápido...

—¿Te gusta que te oigan?— Le pregunta la mayor, esbozando una maléfica sonrisa, dejando caer duramente su palma abierta en una de las nalgas de Sana. —Te encanta la posibilidad de que ellos te oigan mientras te hago correrte.

—N-no... No es verdad... —Miente la menor, su voz se perdía por momentos, debido a que debía respirar por la boca para no ahogarse.

—Mentirosa. —Tzuyu murmura y vuelve a nalguearla. Sana pierde la fuerza en sus brazos y cae, al tiempo que su estómago se revuelve y su cuerpo se relaja, pues el orgasmo la toma desprevenida y se corre en la cara de la mayor, gimiendo su nombre.

Tzuyu suelta un gemido ahogado y Sana se da cuenta de que lo ha provocado ella, pues está acostada sobre su erección, aplastando su miembro contra sus pechos.

La menor sonríe y gatea de modo que su otra entrada queda sobre la gran longitud erecta de Chou y se deja caer sobre ella, embistiéndose.

—Te juro que nunca me cansaré de sentirte entrar, Tzuyu... —Confiesa Sana, cerrando los ojos. Tzuyu hubiese contestado de no ser porque se encontraba completamente consumida en la sensación de estar dentro de la más pequeña nuevamente.

Se tomó la libertad de apretar entre sus dedos las nalgas de Sana, separándolas para observar el preciso momento en que ese exigente y exquisito culo se tragaba enteramente su enorme miembro, calentándose más de lo humanamente posible con la imagen.

La voz de su hermano y sus acompañantes seguía rondando por la casa, solo que ya no era tan fuerte y podía entenderlo ¿Quién demonios se concentraría en otra cosa que no fuese Minatozaki Sana, si en esos precisos momentos la tenía saltando febrilmente sobre su polla?

Palmeó la piel de Sana un par de veces más, divirtiéndose de sobremanera ante la forma en que la menor se estremecía por la fuerza de sus golpes, pero aquello le incitaba a saltar más fuerte, empalarse más rápido. Tzuyu estuvo más que a punto de agradecer a quien quiera que le hubiese dado tanta resistencia a Sana en las piernas, pues le estaba cabalgando como si tuviese toda la energía del mundo.

—¡Tzuyu! ¡Ah, mmh!

—Muévete más rápido, Sanake, vamos... muéstrame todo lo que tienes.

Sana se detuvo con el pene de Tzuyu completamente adentro, meneando sus caderas lenta y cautivadoramente, sin sacarlo ni un poco, dejando a Tzuyu sentir con detalle su apretado interior, dejándole inundarse de ese distintivo v exquisito calor que envolvía por completo su polla y le tenia a punto de correrse.

Sin embargo, Sana tenía otros planes y, aunque le gustase demasiado la idea de tener goteando el semen de la mayor en su interior, justo en ese momento, anhelaba exprimirlo con sus labios hasta la última gota.

Salta un par de veces más sobre la poderosa erección, sintiendo como se estremece en el interior de su culo, lo que le indica que no está a demasiado de correrse. Así que, sin dudarlo, se levanta del empalme de Tzuyu y se aleja, haciéndola gruñir.

Sana se apresura a apresar el pene de Tzuyu entre sus labios para que esta no tenga forma de tomarlo y obligarla a montarla de nuevo y simplemente se rinda a sus caprichos y se venga en su boca.

Sana succiona fuertemente, haciendo a Tzuyu arquearse por completo. Lame el glande húmedo y con sabor a pre-semen por dentro de su boca, acariciándolo delicadamente con su lengua, como si mereciese mucho cuidado. Y, de este modo, consigue hacer que el orgasmo de Tzuyu se dispare y chorree por toda su cara en su descuido. Se lo mete a la boca y lo succiona, como si de leche tibia se tratase. Siente el calor que emana la semilla de la mayor y gime alrededor de la extensión cuando la polla palpita contra su lengua y suelta todo lo que había estado aguantando.

Sana lo traga con una mueca de satisfacción que Tzuyu no observa al tener los ojos cerrados, intentando recuperarse del orgasmo.

—Tan abundante, Tzuyu unnie... —Ronronea Sana, limpiando sus mejillas con el semen caliente y llevándolo a su boca, chupando sus dedos. —Joder, he querido tragarme tu semen desde la primera vez que vi tu polla.

Tzuyu suelta una risita ronca.

—Eso me quedó claro desde la primera vez que hablamos. —Murmura, aún con los ojos cerrados. Siente a Sana sentarse sobre su abdomen y agarrar sus manos para posarlas en sus pechos. Tzuyu abre los ojos y comienza a acariciar a la menor por su cuenta, llegando a su entrepierna y masturbando rápidamente.

—A-ah... mmh... Oh, Tzuyu, me encanta cómo me tocas... —Gime Sana, moviendo sus caderas contra la mano de la japonesa.

La mayor empuja el culo de Sana, incitándola a acercarse a su boca y, una vez su vagina está acariciándose contra los labios del mayor, se sujeta del cabecero de la cama, viniéndose en la boca entreabierta de Tzuyu.

Tzuyu no tiene la oportunidad de terminar de limpiar más que un poco del orgasmo de la rubia, pues la mayoría se esparció por el camino de sus muslos.

—Agh, demonios, está caliente y tan exquisito. —Se queja Chou pasando un dedo por el goteo del muslo de la japonesa para posteriormente posarlos en la boca de ésta, quien no dudó en chuparlo. Sana ríe flojamente ante la queja de Tzuyu y frota sus dedos contra su propia vagina, llevándolos después a la boca de la mayor y haciéndola succionarlos.

Ambas se besan una vez se han recuperado de la euforia del orgasmo, tirándose en la cama y abrazándose como una pareja.

Sana se aparta del acalorado beso, dejando pequeños piquitos en los labios de Tzuyu y haciéndola esbozar una bobalicona sonrisa.

—Sana, quiero salir contigo. —Suelta la mayor de repente, acariciando la cintura desnuda de la rubia con sus dedos.

—Eso debiste pedírmelo antes de estar revolcándonos en tu cama y la encimera de tu cocina. —Se burla la menor, pellizcando la mejilla de la más alta.

—¿Eso es un no?— Pregunta la pelinegra, desilusionada.

—Eso es un "si sigues dándome orgasmos como los cuatro últimos, me caso contigo".

Tzuyu ríe y besa la punta de la nariz de Sana.

—¡Chou Tzuyu! —Grita alguien desde afuera. Unos pasos apresurados se oyen a la distancia y Sana y Tzuyu se apresuran a cubrir sus cuerpos con un par de sábanas.

—Es tu hermano, mierda... qué vergüenza... — Murmura Sana, metiéndose bajo las cobijas, con las mejillas completamente rojas.

—Relájate, Squirrel, Yang Yang ya está acostumbrado. —La tranquiliza Tzuyu, haciendo un ademán con la mano para restarle importancia. Sana se indigna profundamente.

—¡¿Quién demonios crees que soy?! ¡¿Otra de tus putas?! ¿Eh? ¿Eso crees? ¿Así me ves? —Empezó a gritar la menor, saliendo de debajo de las sábanas para golpear a Tzuyu con la almohada en el rostro. —¿Y cómo infiernos es eso de que está acostumbrado? ¿Haces esto cada fin de semana? ¡Me usaste!

—Claro que no, Sana. —Exclama Tzuyu deteniendo los almohadazos de Sana. — Me refería al hecho de oír gemidos y eso. Pero no por mi parte. Te recuerdo que hace más de dos años que no tenía sexo con nadie...

Sana está a punto de hablar, pero la puerta es abierta abruptamente.

—¡Chou Tzuyu! ¿Qué demonios...? —Yang Yang se detiene de golpe al ver el rostro familiar —¿Minatozaki Sana?

—Hola, Yang Yang... —Saluda Sana con la mano sonriendo de forma incómoda.

—Oh, vaya. No sabía que tú y mi hermana...

—Es reciente. —Le interrumpe Tzuyu, acariciando la espalda desnuda de la más baja con una de sus manos.

—Oh...eh, vale. Está bien, creo. —Articula el mayor rascándose la nuca. —Oh, por cierto, Jaehyun y Doyoung han salido volando al escuchar su pequeño espectáculo.

La cara de Sana se pone roja por completo.

—Busca dónde quedarte esta noche, hermano. —Tzuyu sonríe ampliamente al decir aquello, haciendo a Yang Yang y Sana abrir los ojos desmesuradamente.

—Es... bueno saberlo. Bien, suerte Sana. Adiós, hermanita. —Yang Yang se despide rápidamente y, segundos después de que ha cerrado la puerta de la habitación de Sana, se oye como se cierra la puerta principal.

—¿Qué pensará de mí tu hermano ahora? — Se queja Sana, dándole la espalda a la pelinegra. Ésta sonríe y la abraza por la espalda, besando sus hombros.

—Qué importa lo que Yang Yang piense.

—Es importante para mí porque ahora salimos. —Farfulla la menor.

—Le caes bien.

—No sé qué pensaría yo si lo primero que oyese salir de la boca de la pareja de mi hermana menor fuese: "Oh, sí, más fuerte"— Exclama Sana, tapándose hasta la cabeza con la sábana, nuevamente. Tzuyu suspira.

—¿Que tu hermana menor es bueno en la cama y por lo tanto hará feliz a su pareja? — Articula Chou, encogiéndose de hombros. La rubia le golpea en la cabeza.

—Mejor deja de hablar.

Tzuyu sonríe.

—Sí... mejor hagamos otras cosas. — Ronronea la mayor en el oído de su menor, apretando una de sus nalgas.

—Relaja el pene un momento, amiga, te recuerdo que no eres tú la que recibe. —Le frena Sana, poniéndose cara a cara con la mayor para evitar que esta haga algo indecente con su trasero mientras está distraída. —Oh, por cierto, tengo curiosidad ¿Cuánto mide?

—¿A qué te refieres? —Inquiere la mayor, enarcando una ceja.

—A este amigo de aquí. —Murmura Sana, dándole un caluroso apretón a la polla de la mayor.

—Veintiséis. —Gruñe Tzuyu, a mitad de un gemido.

—Santo infierno... qué delicia, Tzuyu.— Canturrea la menor, acariciando con más vehemencia.

—Ah, Sana... a-acabas de decir que esperara p-porque no soy yo quien recibe... p-pero estás...

—Shh, bebé... hay más de una manera de correrse... —Murmura la rubia, dirigiendo su pulgar al glande y dándole prolongadas caricias. —Demos por finalizada oficialmente tu ridícula abstinencia. —Sana se sube a horcajadas sobre el estómago de la mayor. —Dile hola al sexo nuevamente, Tzuyu unnie.

Esa noche, Tzuyu tuvo que cambiar las sábanas de su cama y Sana no logró caminar correctamente hasta tres días después.

Fin.

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