Trece✾
Esa noche, ya de madrugada, Sana y Jihyo decidieron no decirles aún a sus hijas de su nueva relación, pues querían que se afianzara más, explorarse como pareja y ver como se encaminaban, pero sobre todo para no darles a sus pequeñas falsas expectativas y que su amistad se viera afectada por un problema amoroso entre ellas, si llegaran a fracasar.
Pasaron varios días desde entonces.
De rodillas en el suelo de su cocina, Sana contenía el aliento y asomaba tentativamente la cabeza en el horno cubierto de espuma. Hizo una mueca ante el olor del detergente mientras pasaba la esponja por los lados. Una inusitada oleada de energía la había impulsado a trabajar en la casa esa mañana de sábado.
—Mami ya estoy esperando a unnie y Hae, pronto llegarán por mi —Anunció Yoona con entusiasmo, detrás de ella.
Sana sacó la cabeza del horno y se volvió a mirar a su hija.
—¿A qué hora terminarán su trabajo en la biblioteca?
Sullyoon y Haewon estaban trabajando juntas en un proyecto escolar y, aunque se quejaron porque debían hacer investigaciones, habían llegado a disfrutarlo. Quizás en parte por la cantidad de estudiantes de secundaria que asistían a la biblioteca en el horario.
—No lo sé, mami, pero te llamaré. Y recuerda, Hae vendrá a casa luego, ¿Está bien?
—Lo recuerdo bebé, tranquila.
Sullyoon vaciló, pero al final decidió hacer la pregunta.
—¿Cuándo volverás a salir con Jihyo unnie? —La curiosidad apelaba por ella.
Sana consultó el calendario mentalmente, antes de responder a su pequeña omega.
—El próximo fin de semana iremos a una fiesta de su compañía.
—Oh...
Sana se pasó un brazo por la mejilla y miró a su hija con suspicacia.
—¿Qué quiere decir con "Oh"?
—¿Qué?
—Escucha cielo...
Sullyoon se encogió de hombros, antes de detener las advertencias de su madre.
—No significa nada mami... lo que pasa es que no estás saliendo con ella tanto como deberías. Unnie te gusta, ¿verdad?
—Unnie es muy agradable —dijo Sana con cautela. Si admitía algo más, su hija deduciría mucho más y no era momento para presiones.
—¿Agradable? —Exclamó la pequeña menor, exasperada —¿Es todo lo que puedes decir sobre unnie? Creo que ella es mucho más que agradable, mami. —Comentó la jovencita, sin intentar simular su indignación ante el comentario de su madre.
Vaya que era mucho más que agradable, eso era muy poco de lo que Sana sentía cuando de Park Jihyo se trataba. Ella era dulce, divertida, considerada y la trataba con tanta ternura que su corazón parecía derretirse cada vez que la besaba o la acariciaba. Pero Sullyoon no tenía porqué saber sobre ese detalle, aún.
Suspirando con fuerza, Sana volvió a meter la cabeza en el horno, como un avestruz en su hoyo, y talló con fuerza los costados.
—¿Vas a ignorarme? —preguntó su hija, aún indignada.
Sana volvió a sacar la cabeza y miró sin pestañear a su hija.
—Sí. A menos que te ofrezcas a limpiar tú misma el horno por mi. —Señaló con una sonrisa divertida.
—Lo haría mami, pero tengo que ir a la biblioteca con Hae.
Sana hizo una mueca escéptica y cuando iba a volver a su tarea, oyó la bocina del inconfundible auto de Jihyo, afuera en la entrada.
—Ahí llegaron por mí —Indicó la chiquilla, mirando hacia la sala —Te llamaré cuando hayamos terminado.
—De acuerdo, nena. Trabaja mucho, no salgan solitas de la biblioteca y tengan mucho cuidado ¿Está bien?
—Lo haremos mami.
Con una agilidad que habría sido envidiada por un corredor olímpico, Sullyoon salió de la cocina, y dos segundos después sonó con fuerza la puerta del frente al cerrarse.
Sana estaba un poco decepcionada de que la alfa no hubiera pasado a saludarla. Ella había llamado antes para explicar que, después de dejar a las niñas en la biblioteca, iría a su oficina para estar allí un par de horas pues, había surgido un problema inesperado y necesitaba afrontarlo de inmediato.
En realidad Sana tenía que admitir que estaba más agradecida que decepcionada de que Jihyo no hubiera entrado. Necesitaban esa breve distancia de sus besos y ese exquisito aroma, para poner en orden sus sentimientos pues, inmediatamente después de haber hecho el amor con ella, supo que estaba completamente enamorada de ella, que no había retorno alguno, y aquello la había colmado de miedos otra vez. Cada vez que pensaba en ella la asaltaba una oleada de calor y felicidad que temía perder.
Por primera vez, desde su separación, se permitía el lujo de volver a soñar, de amar y aunque la posibilidad de casarse y formar una gran familia con la alfa la excitaba y emocionaba demasiado, también la aterraba.
Quince minutos después, con el sudor perlándole la frente y el labio superior, Sana lanzó un suspiro y se sentó sobre los talones. El cabello castaño, que se había tomado en un moño sobre su cabeza, se le había soltado. Se apartó con una mano los sueltos, luego vació la cubeta de agua sucia y la volvió a llenar para dar una última pasada al horno. Se había acuclillado recién, cuando sonó el timbre de la puerta.
—¡Vaya! —Se quejó, bajando la mirada de su propio aspecto. Parecía alguien que había escapado de la ciénaga en una película de terror. Forzando una sonrisa cínica, se quitó los guantes de látex y fue hacia la puerta.
Su loba se inquietó mientras daba algunos pasos, e inmediatamente pensó que podría ser Jihyo, pero rápidamente analizó que hacía muy poco había llevado a las niñas y aún debería estar de regreso a su oficina. Su loba gruñó cuando ella dudó en abrir la puerta y se obligó a controlar su repentino ataque de ansiedad.
Cuando abrió al fin, un silencio latente colmó el umbral de su casa, impregnado de ese inconfundible aroma. Ese aroma otra vez...
—Momo —Susurró con azoro, al ver a su ex pareja en la entrada.
—Sana-chan, ¿Puedo entrar? —Consultó desplegando su característica sonrisa y aquel atractivo aroma a menta la invadió de recuerdos, nostalgias y una extraña melancolía que hizo gruñir a su loba con recelo.
—Por-por supuesto —Farfulló la omega, pasándose una mano por los cabellos y apartándose para dejar a la alfa pasar.
Momo tenía muy buena apariencia, como siempre, aunque sí se notaba el paso de los años, se veía como una mujer mucho más madura.
—Me da gusto verte, Sana-chan. —Musitó la alfa japonesa, con gentileza retratada en su sonrisa.
—¿Qué te trae por aquí? —Habló la omega, tratando de mantener la voz tranquila y controlada, procurando ocultar el descontrol que le había causado la inesperada visita a su loba recelosa.
—Debo asistir a una conferencia en el centro de la ciudad. Perdona por haber venido sin avisar, pero ya que vine a Seúl, me pareció que podía pasar a ver cómo están Yoona y tú.
Era válido. Momo fue parte de la crianza de Sullyoon en su niñez, era entendible que quisiera verla después de tantos años.
—Me hubiera gustado que llamaras antes. Yoona está en la biblioteca ahora.
—Oh, vaya. Debí haber llamado, pero no sabía si tendría el tiempo para venir entonces no quise hacer una promesa.
Sana no creyó eso en lo absoluto. No le habría tomado mucho tiempo ni le habría sido engorroso hablarle antes de salir del hotel, pero ella no comentó nada, pensando que sería inútil. ¿Siquiera le importaba? La omega solo creí que deseaba que Momo no hubiera llegado, ante la incomodidad latente.
—¿Tomas un café, un vaso de agua? —Habló Sana, mientras la condujo a la cocina.
Le sirvió una taza, que ella le recompensó con una sonrisa deslumbrante.
Cuando quería, Momo podía ser encantadora, atenta y hasta generosa. Desconcertadamente, su ex pareja no era del todo una mala persona. La había herido con su infidelidad, pero a su manera la había querido y a Yoona también; tanto como podía amar una narcisista inmadura. Tuvieron que pasar varios años para que Sana tuviera la suficiente perspectiva para apreciar las cualidades de Momo y perdonarle el dolor que le causó en un pasado.
—Está muy bonita tu casa —Comentó la alfa, mirando a su alrededor —¿Cuánto hace que vives aquí?
—Hace varios años ya, la verdad... —Comentó Sana, poco interesada en hablar de su intimidad con ella.
—¿Cómo está la bebé Yoona?
—Bueno, ya no es una bebé. Cumplirá trece años pronto. —Se alegró de que la conversación se desviara un poco a Yoona.
Momo escuchaba y reía sobre las aventuras de la pequeña que había visto crecer con tanto cariño, y luego su expresión se suavizó al estudiar a Sana.
—Te ves radiante, siendo mamá y ama de casa.
Sana hizo una mueca irónica.
—Seguro. Sobre todo justo ahora que acabo de trabajar en el jardín y de darle una profunda limpieza al horno, debo de estar espléndida. —ironizó con humor. La alfa rió.
—Ya me preguntaba yo sobre tu nuevo perfume a detergente de limón. —La alfa se unió al chiste.
Ambas rieron.
Momo comenzó a bromear con ella respecto a sus primeros años juntas y sobre los platillos experimentales que le había cocinado, esperando alabanzas.
Sana disfrutó los comentarios, pues descubrió que Momo sabía ser graciosa y divertida cuando quería.
El timbre de la puerta sonó y, todavía riendo, Sana se puso de pie para atender al llamado.
—Debe de ser uno de los chicos del vecindario. No tardaré.
La omega aún no cesaba de asombrarse de lo agradable que podía ser estar en compañía de esta Momo. Ella había hecho que su tensión cesara con tanta facilidad.
Le había desgarrado el corazón, le había mentido sin compasión, le fue infiel sin piedad y, sin embargo, no podía estar con ella sin reír. Era una de esas personas a las que podía catalogar como "simpática".
Sí, Sana era lo bastante madura para reconocer los defectos de su ex pareja, pero sin dejar de notar sus cualidades. Estaba muy segura que Momo dejaría un nuevo recuerdo antes de regresar a Osaka.
Por segunda vez en ese día, la loba de Sana se puso hiperactiva, pero esta vez emocionada y a la expectativa, del gran impacto de ver a una alfa aguardando en el umbral de su casa.
—¡Unnie! —Jadeó asombrada de verla ante sus ojos. Su loba aulló de emoción, pues no la veía después de que la besó hasta dejarla lánguida en su despedida, la noche que descubrió cuan enamorada estaba de ella. La noche en la que esa alfa se la devoró hasta con sus ojos.
—Hola cariño —Saludó ella con una sonrisa dulce y traviesa —Pensé en que nuestras niñas se quedaron en la biblioteca toda la tarde y me pareció que podría pasar por una taza de café antes de ir a la oficina. Sé que no dije nada, ¿Estás ocupada? ¿Quieres que regrese después? —Consultó amablemente, dejando un suave beso corto sobre su comisura antes de apartarse rápidamente.
—No... No, no estoy ocupada. Pasa. —Susurró con el pulso acelerado ante lo que sentía en su sola presencia. Rayos, ¡No podía sentir un deseo tan hambriento! Su omega se ofendió ridículamente de que no la tomara y la besara sin más demora y temió por ello.
Bajando la mirada, se apartó automáticamente para darle paso y la alfa pelicorta ingresó a la sala e hizo una pausa, luego alzó una mano y tocó con suavidad la mejilla de Sana, inesperadamente. Aquel gesto tan tierno y amoroso, encendió todos sus sentidos, que deseó arrojarse a sus brazos y besarla durante horas.
Jihyo la miró con atención, pero a ella le costó trabajo sostenerle la mirada, apenada de recordar lo que estaba sucediendo en su casa en ese preciso instante. Momo estaba allí.
Jihyo arrugó el ceño y sus ojos se ensombrecieron ante su huida.
—Es mal momento para visitarte, ¿Verdad? —Consultó la alta y Sana supo que percibió la presencia adicional en la casa.
—No... —Murmuró —De verdad que no. —Continuó cuando se volvió y Momo estaba parado en el umbral de la cocina, viéndolas.
La sonrisa de Sana era trémula, casi una mueca, mientras hacía las respectivas presentaciones.
—Momo, te presento a Park Jihyo. Jihyo, esta es Hirai Momo... mi ex pareja. —Susurró aquella verdad, y la opresión no fue por el pasado, sino por el inminente futuro que pendía de la reacción de la alfa que ocupaba su corazón.
Por un momento, las dos alfas se miraron como dos lobas iracundas reclamando su territorio. Cuando se acercaron una a la otra, Sana contuvo el aliento por temor de que ninguna hiciera el esfuerzo por ser civilizadas.
Azorada, Sana las observó intercambiar apretones de mano como un saludo cortés y el pequeño instante se puso tan tenso que pensó que se quebraría hasta con una cuchara.
—Momo vino a Seúl para una conferencia sobre bienes raíces y quiso pasar a saludar a Yoona —Explicó la omega, casi barbotando las palabras.
—También vine a saludarte a ti, Sanari... —Agregó la pelinegra, en tono sugerente.
Ella le dirigió una mirada de enfado antes de entrar a la cocina, seguida por ambas. Sana caminó directo a la alacena, sacó otra taza, la llenó con café y se la llevó a Jihyo, a la mesa.
—Sullyoon y mi hija están en la biblioteca —Anunció Jihyo en tono muy cortés, pero la omega percibió la corriente oculta.
—Sí, Sanari ya lo había mencionado —Replicó Momo, despreocupada al dar un nuevo sorbo a su café.
Sana contuvo la respiración cuando lo escuchó decir ese apodo que tanto utilizaba para referirse a ella en un pasado, ella no tenía buenos recuerdos de ese entonces.
Las alfas permanecieron de pie, sonriéndose amablemente. Jihyo se sentó primero y Momo hizo lo mismo en seguida.
—¿A qué se dedica? —preguntó la nipona, fingiendo un interés inexistente.
—Uh, soy socia mayoritaria de Extreme Sports en Corea.
Fue obvio para Sana que Momo no se dignó a escuchar la respuesta de Jihyo, porque casi de inmediato irrumpió en tono petulante.
—Hace poco abrí mi propia agencia de bienes raíces en Tokio y tengo planes de expandirme en Corea en los próximos dos años.
Sana quiso reír al observar el cambio en la expresión de su ex pareja, cuando fue penetrando en su conciencia la identidad de Jihyo. Sí, apenas pudo contener la risa, ¿Por qué se sintió tan satisfecha? Su loba ronroneó y ella se removió, evitando encogerse de satisfacción.
—E-extreme Sport —Murmuró Momo, casi boquiabierta —Recuerdo haber leído en el periódico que John Becky se había asociado con alguien en Corea.
Sana casi sintió lástima por la ridícula necesidad de Momo, de competir con Jihyo. Era absurdo, pero estaba orgullosa de que Momo descubriera que podía rodearse de personas exitosas sin su ayuda e intervención.
—Yoona y la hija de Jihyo, Haewon, son muy buenas amigas. Participaron juntas en el festival artístico de la escuela... del que te estaba hablando —Comentó la omega intentando dejar de sentirse incómoda, lo que parecía ser misión imposible.
—Siendo tan buenas amigas nuestras hijas, lo más natural fue que Sana-ssi y yo comenzáramos a conocernos mejor... —Manifestó Park, dirigiendo a Sana la más cálida de las sonrisas.
—Oh, entiendo —Murmuró Momo, sorprendida con esa información.
—De verdad espero que entienda —Replicó la pelicorta, con una amable sonrisita cínica, que ocultaba su frialdad.
Momo la miró fijo, su aroma a menta se expandió evidenciando su fastidio por su inoportuna irrupción. Jihyo correspondió sin diligencia y el duelo parecía a muerte entre ese par, agresivo y descuartizante.
Sana resistió el impulso de alzar los ojos al techo, mas no lo logró haciéndolo sin pena alguna. Las dos se estaban comportando como dos cachorras inmaduras, entablando un duelo de miradas y palabras como colegiales, compitiendo por una chica.
—Creo que será mejor si me retiro —Determinó Momo, luego de un momento.
La alfa nipona se puso de pie, como ansiosa por iniciar su retirada y como buena anfitriona, la omega se levantó cuando ella lo hizo.
—Te acompaño a la puerta —Señaló y dirigió a la coreana una sonrisa cautelosa.
—No es necesario, de verdad. —Musitó Momo, tomando sus pertenencias.
—Por supuesto que sí lo es.
Para consternación de Sana, Jihyo también se puso en pie, las siguió hasta la puerta y permaneció allí en segundo plano.
Mientras Momo hablaba, Sana podía sentir la mirada de Jihyo, quemándole la espalda. No entendía por qué las había seguido a la puerta, era una muestra de desconfianza terrible y eso la irritó en sobremanera.
En cuanto su ex pareja se fue tan pronto como pudo, la omega pudo oír un bajo gruñido cuando dejó un beso sobre su mejilla como saludo. Sana cerró la puerta con demasiado impulso, evidenciando su desencanto antes de volverse a mirar a la alfa con enfado.
—Pensé que te había roto el corazón y te había dañado sin compasión. —Musitó con voz seca y de modo cortante.
Sana se preguntó si debía responderle o no, luego decidió que lo mejor sería aclarar la atmósfera.
—Lo hizo. Vaya que sí me rompió. —Comentó sarcástica y petulante.
—Te escuché reír cuando llamé a la puerta. ¿Pasas con frecuencia tan buenos ratos con las alfas que se supone que odias?
—¡No odio a Momo, Jihyo! —Determinó, pasando junto a ella, para ir hacia la cocina.
—Eso es obvio. —Comentó como si fuera una desfachatez no hacerlo.
—Oye, ¿qué sucede contigo? —Masculló ante su ironía.
—¿Qué me sucede? ¿A mi? —Sobrectuó —Nada. No me sucede nada. Resulta que me encuentro a mi omega, en una plática animada con su ex pareja, y no tengo problema en decir que estoy enfadada. Pero no me sucede nada, cariño. A quien le sucede algo es a ti.
Sana hizo un esfuerzo por conservar la calma al oírla nombrarla como su omega.
—Oye, antes de que comencemos a discutir, sentémonos y hablemos de este asunto —Tomó la taza de Momo y la depositó en el fregadero. Deseando borrar toda evidencia de la visita de su ex pareja.
Quería mostrarle sutilmente a la alfa que Momo ya no significaba nada para ella, pero también quería hacerle entender que no eran enemigas. Vaya, ¡Es que Sana ya no pensaba en Momo, hasta que llegó ella a recordarle sus miedos e intensificarlos!
—Primero que nada, —Declaró la japonesa, con tanta calma como le permitía su acelerado corazón y su alterada loba — nunca podría odiar a Momo, como pareces suponer que debo odiarla. —Respiró al atender de reojo su mirada de fuego —Por lo que a mí respecta, creo que eso sería contraproducente. Momo es incapaz de serle fiel a una sola mujer, por lo que prefiero mantener con ella una relación amistosa y eso es todo.
—¡Pero ella te engañó... y utilizó! —Replicó Jihyo, como si aquello fuera motivo suficiente para tener toda la razón.
Y quizás la tuviese, pero Sana no era rencorosa y no comenzaría a serlo a esa altura de su vida.
—Sí —Tuvo que admitir —Pero viví muchos años con Momo. No es del todo mala, nadie lo es, y también hubo algunos buenos momentos en nuestra relación, no mentiré diciendo que todo fue una mierda. Ahora estamos separadas. ¿De qué serviría abrigar resentimiento contra ella si vive tan lejos de aquí? —Concientiza la omega.
—¿No lo entiendes? Desde el momento que entré aquí, la actitud que mostró esa alfa fue de que podría recuperarte en el momento en que quisiera sin suponer un conflicto con eso. —Gruñó con desprecio ante la idea.
Sana no estaba ciega, por supuesto que había reconocido las miradas que su ex pareja había dirigido a Jihyo y las insinuaciones constantes.
—Entonces eso le gustaría creer. Eso le ayuda a sostener su ego, supongo. —Se sonrió la omega. Sería típico en Momo.
—¿Y se lo permites así como así? ¿Sin más? —Agudizó, con los ojos extendidos de consternación.
—No. No de la manera que tu imaginas alfa, simplemente no me importa y ya. —Desestimó Sana.
Jihyo meditó aquello unos momentos.
—¿Con qué frecuencia se presenta sin anunciarse, como en está ocasión?
Sana vaciló, preguntándose si debería responder esa pregunta. El tono de Jihyo se había suavizado, pero era obvio que aún estaba enfadada.
—Hacía más de cinco años que no la veía, Jihyo. Esta es la primera vez que viene a esta casa. —Señaló, la omega.
Las manos de Jihyo se aferraron con dedos crispados a la taza frente a ella.
—Todavía sientes cosas por ella, ¿verdad?
La pregunta golpeó a Sana en medio de los ojos. Abrió la boca y la cerró varias veces mientras buscaba las palabras para negar tal sugerencia con ahínco. Luego comprendió que no podía. Sería fácil mentir a Jihyo respecto a esto para conservar la paz, pero sería un engaño mutuo.
—Supongo que en cierta forma la quiero —Susurró con voz suave —Aunque me gustaría decirte que ya no siento nada por ella, no puedo hacerlo con absoluta honestidad. Pero, por favor, trata de entender que no se trata de...
—Oh ya comprendo muy bien. —Musitó la alfa con la voz demasiado grave y el rostro demasiado inexpresivo —No necesitas decir más.
Sana se puso de pie con la espalda rígida de improviso, una vez ella lo hizo primero. Su corazón latía con tanta prisa, esta vez de aquel modo en el que se le dañaría en su interior y su loba aulló anticipando lo peor.
—Yo, te agradezco que me hayas dicho la verdad. No te quitaré más tu tiempo. Deseo profundamente que tú y Yoona sean felices —Con esto, salió de la cocina a grandes zancadas, deseando salir corriendo de allí.
Sana creyó que los oídos le zumbarían, estaba consternada.
—Jihyo... hablas como si no quisieras volver a verme... —Musitó llegando detrás de ella. Alcanzó una de sus manos y ella se apartó suavemente, como si la hubiera dañado con su toque.
—Creo que sería lo mejor para todos —Replicó la alfa, sin volverse a mirarla.
—Pero... esto es una tontería. Nada ha cambiado entre tu y yo —Cerró la boca con firmeza.
Si la alfa quería comportarse de manera infantil y arruinarlo todo, no estaba dispuesta a discutir por ello. Fue ella quien insistió en que existía algo especial entre ellas ¿Y abruptamente se comportaba así? ¿Por qué? ¿Por unos tontos celos? Bien. Si así lo quería... Más vale descubrir a tiempo lo irrazonable que podía llegar a ser. Era mejor saber que podía volverse tan iracunda y ofensiva.
—No tengo intenciones de relacionarme con una omega que todavía anida sentimientos por su ex pareja irresponsable, Sana. —Anunció ella con voz controlada, pero teñida de opresión interior —Lo siento.
Sin poder contener por más tiempo su furia, Sana cruzó con paso firme la sala, para abrir la puerta principal para ella.
—Es una admirable decisión, Jihyo —Habló con voz llena de sarcasmo —Has cometido un terrible error al relacionarte con una omega que se niega a odiar —Ahora que la miraba mejor, decidió quizás que había idealizado un cuento de hadas con ella, después de todo, se oscureció como una escena digna de un drama.
La alfa no dijo una palabra al pasar delante de ella, con pasos llenos de determinación.
Sana cerró la puerta y se apoyó contra ella. Las lágrimas quemaron sus párpados y le cerraron la garganta casi de inmediato, pero mantuvo la cabeza alta y se apresuró a regresar a la cocina, decidida a no ceder a las poderosas emociones con las que su loba la torturaba ante la inminente partida de su alfa.
Jihyo apoyó la frente contra el volante sintiendo la rápida culpabilidad invocando en su pecho por haber huido de ese modo, detallando el momento específico en el que decidió que no podría soportar la idea de compartir el corazón de la mujer que amaba una vez más, que la despreciaran a causa de alguien más como la última vez. Sollozó en un titubeo, pero rápidamente se negó a dejarse derrumbar. Eso ya había sucedido y no permitiría que sucediera en una segunda oportunidad, así supusiera perder el amor, una vez más.
Terminó de limpiar la cocina y después se dio una larga ducha caliente para relajar el cuerpo.
Cuando se sentó a la mesa, esperando que Sullyoon la llamara para pasar por ella y Haewon a la biblioteca, la llamada llegó media hora después, pero para entonces Sana ya había alcanzado las galletas, dispuesta a la autodestrucción.
En el camino de regreso de la biblioteca a casa, no fue diferente, Sana se detuvo en una casa de comida rápida y le compró a las jovencitas hamburguesas con queso y malteadas de chocolate para cenar en la casa. Tenía la mente llena de dudas. En retrospectiva, deseaba haber hecho un esfuerzo por explicar bien las cosas a Jihyo, porque al parecer ella había comprendido que aún tenía sentimientos por Momo y la idea de no volver a verla era demasiado dolorosa para ella y para su loba.
—¿No vas a pedir algo para ti, mami? —Quiso saber Sullyoon, cuando esperaban su pedido.
—No esta noche, cariño. Estoy bien así.
Intentó sonreír y su hija correspondió aunque poco segura de la credibilidad de sus palabras pues, aunque quisiera evitarlo lo podía percibir fácilmente e incluso Haewon, su madre olía a tristeza.
Sana logró mantener una apariencia alegre y serena mientras las chicas cenaban y comentaban sobre a quienes se habían encontrado en la biblioteca y sobre cómo iban a sorprender a la profesora con su magnífica labor de investigación.
—¿Te sientes bien, Ma? —preguntó Yoona, apareciendo de repente.
—Claro bebé —Mintió buscando con la mirada algo en qué ocupar sus temblorosas manos. Se decidió por sacudir con energía el mostrador de la cocina.
En realidad sentía una especie de náusea, pero no podía culpar a Jihyo por eso pues ella misma se lo había causado con esas estúpidas galletas.
Fue cuando estaba echando al cesto de basura las cajas vacías de la cena, que las tontas lágrimas amenazaron con brotar de sus ojos. Hizo lo posible por ocultarlas y tomó el cesto con presteza para llevarlo al traspatio. Haewon fue al cuarto de Sullyoon por un álbum, pero esta última siguió a su madre afuera.
—Mami, ¿Qué te sucede? Estás rara... —insistió la pequeña omega a su madre.
—Nada, bebé. Estoy bien —Intentó sonreír una vez más.
—Tienes lágrimas en los ojos. —indicó la jovencita, con el entrecejo profundamente fruncido.
—No es nada, cariño...
—Y tú nunca lloras... —Prosiguió, evidenciando su preocupación.
—Debo de tener los ojos irritados por algo, el polvo... no sé —se rindió sacudiendo la cabeza. El esfuerzo por sonreír era demasiado para ella que le temblaron los labios. Se irguió y puso las manos sobre los hombros de su hija, luego aspiró profundamente —Yoona, quiero que no te decepciones si no vuelvo a ver a Jihyo unnie, ¿Está bien? —Murmuró preocupada por sus sentimientos, los de Haewon, y en cuanto podría afectarles aquella distancia.
—Ella te hizo llorar, ¿verdad? —inquirió Sullyoon con voz alarmada.
—No, claro que no bebé —Se apresuró a negar —Ya te lo dije, algo debió de irritarme los ojos.
Sullyoon la observó con ceño fruncido y Sana trató de sostenerle la mirada. Si, había sido tan tonta de volver a ponerse a merced de una alfa, entonces merecía este dolor. Su loba aulló y la lágrima se deslizó cuando su hija regresó con su amiga.
Hola buenas noches Tu Ü
¿Me extrañabas por aquí?
En un rato publicaré uno más. Tqm, gracias por tu paciencia♡
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