Diecisiete❈
Cuando terminó la velada por fin, Jeongyeon parecía tan ansiosa como ella por escapar. Con un mínimo de protestas, se despidieron y salieron de allí, pero una vez en el auto, la alfa no habló en todo el trayecto hasta su casa.
Para cuando estacionó el coche se volteó en su dirección, por primera vez en su búsqueda.
—Invítame a tomar café. —Dijo después de apagar el motor, con tono apacible.
Nayeon estuvo a punto de decirle que le dolía la cabeza, pero de nada serviría retardar lo inevitable, y sabía que no podían postergar la conversación que aún tenían pendiente.
—Está bien —Murmuró.
La casa estaba silenciosa y la joven Sana, la niñera de las jovencitas, estaba dormida en el sofá. Cuando despertó, Nayeon le pagó y esperó en la entrada mientras la adolescente cruzaba la calle hacia su casa.
Haciendo acopio de su valor, la omega se encaminó a la cocina al fin. Jeongyeon había puesto el agua y el café molido en la cafetera eléctrica, y sacó dos tazas de la alacena.
—Está bien —Habló, volviéndose a confrontarla —Quiero saber qué sucede contigo.
La omega se asombró de que Jeongyeon hubiera adivinado que algo la perturbaba. Creía haber ocultado muy bien su desazón.
—Creo que no me había percatado de lo importante que eres —Susurró, tratando de encontrar su voz —Siempre te he visto como la madre de Ryu, una tierna alfa lo bastante loca como para acceder a una fiesta en pijamas para su hija y sus muchas amiguitas de escuela. La mujer que llamó por teléfono disfrazando la voz para que Yuna no la reconociera. Esa es la mujer que conozco, no la que esta noche pronunció un discurso ante mucha gente importante, diciendo que prometía una compañía en desarrollo y prosperidad. No a la que casi que puede decidir sobre la suerte de la economía de toda la ciudad...
Jeongyeon la miró con seriedad y Nayeon pudo ver su enfado.
—¿Y eso qué tiene que ver con nada, Nayeon?
—Tú juegas en las ligas mayores, Yoo. Me sentí intimidada, más aún, y no estoy acostumbrada.
Jeongyeon hizo un gesto de extraña confusión.
—¡Estoy hablando de nuestra relación, no de béisbol! ¡Omega, por favor!
Nayeon se acercó a una silla y se dejó caer en ella, suspirando.
—Debes comprender que salí de mi relación anterior con algunos... rasguños, que me crearon... miedos...
Jeongyeon comenzó a caminar de un lado a otro.
—¿Rasguños? ¿Acaso llamas a lo sucedido con Jeon un rasguño? Llámalo una tontería, Nayeon. A esa omega apenas la conozco y me importa un soberano comino, si me dejas agregar.
Nayeon se puso de pie y fue a servir el café. Le entregó su taza y, sosteniendo la suya entre las dos manos, se apoyó contra el fregadero y dió un sorbo tentativo.
—Bien, esa mujer a quien apenas conozco y que me importa un rábano se me acerca con intenciones claramente indecentes, y te comportas como si no pudieras esperar para mandarme al demonio.
—Actuaste como si quisieras que yo fuera en tu rescate. —Desaprobó —Realmente, Jeongyeon, ya estás mayor. Pensé que podrías cuidarte muy bien tu sola.
—Parecías muy consternada de verme ir con ella.
—Eso no es cierto. Yo estaba muy a gusto —La omega supo que se estaban desviando del asunto importante.
—Claro, muy a gusto, ¿Y por eso fuiste a esconderte?
—Si estás buscando alguien que haga una escena de celos cada vez que otra omega te guiñe el ojo, más vale que busques en otra parte alfa, porque hay asuntos mucho más importantes por lo que discutir...
Jeongyeon volvió a recorrer la cocina como loba enjaulada.
—Explícame lo que quisiste decir con eso de que saliste de tu relación anterior con algunos rasguños.
—Es muy sencillo. Mina solía divertirse presentándome a sus "amigas". Todo mundo en las reuniones sabía lo que me estaba haciendo, excepto la ingenua de mí, pero cuando la venda cayó de mis ojos quedé asombrada de mi propia estupidez y cuando me di cuenta de sus jueguitos, fue mucho peor. —Su voz se oyó trémula —Cada vez que me presentaba a alguna mujer, me llenaba de suspicacia. '¿Tenía alguna aventura con ella también?' Lo único que me quedaba era mantener la cabeza alta y sonreír —Entonces la voz se tornaba más tensa a cada palabra y estalló al concluir.
Jeongyeon caminó hacia ella y rodeó sus manos en torno a la taza, intentando confortarla.
—Nay, por favor, escúchame...
—No. —Dejó su taza a un lado y cruzó los brazos al pecho, lejos de ella —Me sentí verdaderamente afortunada de que me pidieras asistir contigo a esa importante fiesta, Jeongyeon. Creo que ambas aprendimos algo valioso de la experiencia. Al menos yo aprendí algo.
—Nayeon... —Lloriqueó la alfa.
—¡Que no! —La volvió a interrumpir —Déjame terminar, por favor. Aunque es difícil decir esto, es necesario decirlo. No somos la una para la otra. Estábamos tan entusiasmadas con todo lo que tenemos en común, lo buenas amigas que son nuestras hijas y lo maravilloso que es... estar juntas —Hizo una pausa, aspiró a hondo y continuó —Conocerte ha sido muy agradable, pero nada más allá de eso va a resultar bien entre las dos y este tipo de situaciones son un claro ejemplo de ello.
—Lo único que me entusiasma eres tú, Nayeon, nuestras hijas nada tienen que ver con lo que siento por ti, yo me enamoré de ti yo sola, como una tonta. —Bramó con la voz grazna y las lágrimas se acumularon en sus hermosos ojos.
—Me da gusto que digas eso —Sonrió con tristeza —Pero perdimos de vista el hecho de que ninguna de las dos quería comprometerse en algo serio en un principio. Esa nunca fue nuestra intención, Jeongyeon. Algo sucedió y no estoy segura de cuándo o por qué, pero de repente todo se volvió más intenso entre nosotras. Debemos poner un alto antes de terminar dañándonos profundamente.
Jeongyeon parecía reflexionar cada una de sus palabras.
—Tienes tanto miedo de dar a otra alfa el poder de hacerte daño que no puedes ver más allá, ¿verdad, Nayeon? —Sonrió con la misma expresión de melancolía —Ya te dije esto antes, pero parece que no penetró en tu linda cabecita. Nunca haré las cosas que ella te hizo, omega. Somos dos alfas completamente diferentes y es hora de que te des cuenta de ello.
—Lo que dices puede ser verdad, pero no veo qué puede cambiar por eso. Porque yo no tengo intención de comprometerme en otra relación amorosa. Patinar como pareja no me parece estar comprometidas, ¿Sabes? —Replicó ella en un vano intento por tomar las cosas en broma.
Jeongyeon fue la primera en romper el pesado silencio que siguió.
—Es obvio que necesitas pensar bien las cosas, cariño —Susurró la alfa con voz agotada —Y yo también, por cierto. Cuando hayas entrado en razón, llámame por favor.
Una vez dejó las palabras en el aire, dejó la taza y se fue en búsqueda de su pequeña hija, para regresar a casa.
Habían pasado unos días desde esa conversación. Nayeon había mantenido el silencio desde entonces y, aunque quisiera creer que era posible hacer de cuenta como si Yoo Jeongyeon no hubiera pasado por su vida, para Yuna, eso parecía ser una clara torpeza de parte de su madre
—Hola, mami —Saludó, dejándose caer en el sofá, a su lado —Espero que te des cuenta de que estoy muerta de aburrimiento —Añadió, con un profundo suspiro
Nayeon estaba ocupada limpiando y no se detuvo a responder hasta que finalmente pensó en sí decir aquella pregunta.
—¿Por qué? ¿No tienes tarea?
—Qué simpática eres, mami. Estamos en vacaciones de verano... no tengo tarea pendiente. ¿Quién puede hacer tarea con este calor? —Se abanicaba el rostro.
—Es cierto, lo siento me distraje. Entonces llama a Ryu, estoy segura de que ella te ayudará a salir de tu aburrimiento —Y podría darle alguna información sobre Jeongyeon, pensó.
Jeongyeon había salido a paso firme de la casa aquella noche y, aunque Nayeon pensó que se le rompería el corazón a la mitad, la dejó ir. Desde entonces, había pensado las cosas. Se moría por saber algo de la alfa, lo que sea. Cualquier cosa. Pero no sabía nada desde la noche de la fiesta, y cada día que pasaba le parecía una maldita eternidad.
—No tengo deseos de llamar a Ryu...
—Podría sugerirte que limpies tu habitación...
—Eres muy graciosa, mami. Muy graciosa.
—Cielos Yuna, soy simpática y graciosa en una sola noche. Qué suerte he tenido.
Sin replicar nada, Yuna tomó una revista y la hojeó distraídamente, sin encontrar una sola ilustración del artículo que llamara su atención. Dejó a un lado la revista y tomó la otra. Cuando terminó de hojear las cuatro revistas que estaban en la mesita para el café, Nayeon estaba perdiendo la paciencia.
—Llama a Ryu...
—No puedo.
—¿Por qué no?
—¡Porque no puedo!
Eso no tuvo sentido para Nayeon. Y el sugerir que Yuna llamara a Ryujin era otra señal de que quería solucionar la desavenencia con Jeongyeon.
Diez interminables días y con cada uno que pasaba la extrañaba más. Había dudado en llamarla, presa de la indecisión, en lucha interna con su orgullo. Lo que ella le había dicho aquella noche era cierto, pero había reaccionado con exageración en la fiesta y ahora se sentía avergonzada y culpable.
Cuando se fue de la casa, Jeongyeon le sugirió que la llamara cuando entrara en razón. Bien, a la mañana siguiente ya estaba dispuesta a reconocer su culpa y su necesidad, pero el orgullo la retuvo. Y con cada día que pasaba, le resultaba más difícil tragarse su orgullo.
—Sabes que no puedo llamar a Ryu —Se quejó Yuna
—¿Por qué no? ¿Volvieron a disgustarse? —preguntó sin mirar a su hija.
Su mente estaba ocupada y divagaba en su relación con la madre de tal niña.
—Ya nunca peleamos o discutimos, pero Ryu está en Busan.
Nayeon alzó la mirada.
—¿Sí? ¿Y qué hace allá?
—Creo que fue a visitar a su abuela.
—¿Su abuela?
—Si fue por una semana a visitarla ya que hacía varios meses que no la veía.
—No, no lo sabía.
—Sí lo sabías, mami. Te dije que Ryu se iba el domingo pasado. ¿Recuerdas?
Vagamente, Nayeon recordó la conversación; ella había estado pelando papitas fritas en la cocina, pero durante la semana anterior, cada vez que su hija mencionaba a Ryujin o su madre, hacía un esfuerzo para no escuchar lo que decía. Ahora estaba hambrienta de información.
Su hija se irguió en su asiento y la miró.
—¿No te dijo Jeongyeon unnie que Ryu se iría?
—Am... no.
Yuna suspiró y se reclinó en el sofá.
—Hace mucho que no la ves, ¿verdad?
—Am... no.
Yuna tomó la mano de su madre y la palmeó con suavidad.
—¿Discutieron?
—No exactamente.
La mano de la pequeña omega continuó su acción apaciguadora.
—Está bien, cuéntamelo todo. No te guardes nada, necesitas sacarlo de ti, mami. Desnuda tu alma.
—¡Pero Yuna! —La omega la miró con los ojos muy abiertos, extrañada.
—Mami, lo necesitas. Expresar tu enfado y tu frustración te ayudará. Tienes que desahogar tus inquietudes. Deja aflorar tu subconsciente.
—¿Desahogar mis inquietudes? ¿Aflorar mi subconsciente? ¿De dónde has sacado tú ese lenguaje? —Cuestionó la omega mayor, tomando las cintura como gesto de regañó. Yuna parpadeó y ladeó la cabeza, analizando qué pensar.
—U-una amiga me prestó un libro de psicología aplicada... —Tarareó.
—¡Ahg! Ya entiendo —Murmuró y alzó los ojos al techo. —Pretenderé que tu y Ryujin no han estado leyendo sobre psicología aplicada para seguir manipulandonos a su madre y a mi. —Gruñó la omega en su dirección.
—¿Estás segura de que no me lo quieres contar todo? —insistió la jovencita, pretendiendo que su madre no las había descubierto, una vez más.
—No, no te contaré nada cachorra, pero eso fue un buen intento... —Le dijo levantando una ceja y sonriéndole, su hija era el único ser capaz de subir su ánimo y hacerla reír hasta que le doliera la barriga con sus ocurrencias.
—Eso supuse. —soltó un suspiro y se alzó de hombros. —Cuando se trata de unnie, nunca quieres decir nada. Es como un oscuro secreto que quieres ocultar de Ryu y de mí. —Pretendía verse ofendida por ambas —Bien, no importa, estamos haciendo lo mejor por entenderlas. Sabemos que ustedes no quieren que nos hagamos ilusiones. Puedo entenderlo, aunque me parece muy injusto —La niña se puso de pie y miró a su madre con evidente anhelo, luego se palmeó los costados con las manos —Estoy contenta con seguir viviendo como vivimos... aunque sería muy lindo tener un hermanito, un bebé al cual cambiarle los pañales. Y tú sabes que siempre he querido tener un hermanito.
—Ay Yuna... —Se quejó la madre, agobiada del mismo reclamo.
—No, mami —Yuna alzó una mano dramáticamente como para detener el tren en marcha de sus palabras —De verdad, comprendo. Tú y yo nos llevamos bien así solas y creo que no habría necesidad de complicar las cosas con Ryu y su mamá. Eso podría causar verdaderos problemas. —Por primera vez, su cachorra estaba hablando con sensatez. —Aunque sería muy, muy, muy genial sentirme parte de una familia completa, una de verdad.
—¡Yuna, ya es suficiente! —Exclamó, sacudiendo la cabeza. Su hija estaba provocándole tanta culpabilidad, que ya hasta comenzaba a escuchar violines de fondo —Tú y yo formamos una verdadera familia.
—Sí, mami, pero podría ser mucho mejor —Yuna volvió a sentarse al lado de su madre y cruzó las piernas.
Obviamente sus razonamientos habían sido preparados con bastante anticipación y, sin detenerse a respirar entre una frase y otra, procedió a enumerar las ventajas de unir las dos familias.
—Yuna...
Una vez más, su hija la detuvo con una mano extendida cuando Nayeon inició su enumeración de las posibles desventajas. La rubia poco pudo hacer para contener el bien planeado discurso de su hija, y con paciencia esperó a que Yuna concluyera.
—No quiero volver a hablar sobre esa mujer —Dijo con firmeza —Ni una sola palabra más ¿Entendido?
—Está bien, si eso es lo que realmente quieres. —Murmuró cuando miró a su madre con ojos tristes.
—Lo es, Yuna. No quiero que vuelvas a mencionar el nombre de Yoo Jeongyeon en esta casa. Y punto.
Pero prohibir el nombre de la alfa de los labios de su hija y prohibirlo de su propia mente eran dos cosas diferentes, decidió Nayeon, una hora después. Le tomó otra hora hacer acopio de valor para, ridículamente y cuando ya se había encargado de que Yuna cenara, llamar por teléfono a Jeongyeon. Por gracia, ella contestó al segundo timbrazo.
—Hola, Jeongyeon-ah... habla Nayeon —Incluso eso era casi más de lo que ella podía decir.
—Nayeon... —La forma como dijo su nombre reveló su placer al escucharla.
La omega agradeció para sí, que no mencionara de inmediato la fiesta y la discusión subsecuente.
—¿Cómo has estado?
—¿Y tú?
—Bien —Contestó ella con cierta timidez. Se apoyó contra la pared, cruzando y descruzando los tobillos —Escucha, la razón por la que llamé es porque Yuna me dijo que Ryu estaba con su abuela y pensé que estarías deprimida por la ausencia de tu hija y supuse que una conversación amistosa te vendría bien.
—Lo que necesito en realidad, es volver a verte —Habló directamente —Cielos, omega, ¿Como te llevó todo ese tiempo decidirte a llamar? Pensé que me harías esperar por siempre. Diez días es como... mucho tiempo, Nay. ¡Diez largos días!
—Jeongyeon...
—¿Podemos vernos en alguna parte? Por favor... —Susurró de inmediato y Nayeon sintió que se quedaba sin respiración, una vez su loba aulló ante su desesperado pedido.
—No estoy segura —La mente buscó una docena de excusas, pero no pudo negar lo solitaria y desdichada que se había sentido, cuanto necesitaba sentirse rodeada por los brazos de su alfa —Tendría que buscar quién cuide a Yuna y eso podría ser difícil a esta hora.
—Entonces yo iré a tu casa. —Determinó la alfa.
—Está bien —Murmuró, era irresistible.
Hubo un breve silencio. Cuando Jeongyeon volvió a hablar, su voz estaba enronquecida de emoción.
—Me alegra que hayas hablado, Nay.
—Yo también me alegro... —Repuso ella con voz trémula y nerviosa.
—Estaré allí dentro de un momento, ¿Está bien?
—Tendré café listo.
—Y Nay...
—¿Si...?
—Estuve esperando cada segundo por ti.
Cuando Nayeon colgó, la mano le temblaba y era como si tuviera otra vez quince años. El corazón le palpitaba con violencia sólo por haber escuchado la voz de aquella alfa, y la cabeza le daba vueltas al pensar que dentro de poco la vería. Qué equivocada había estado al creer que si la alejaba de su vista y su mente, también la alejaría de su corazón. Qué tonta había sido al negar sus propios sentimientos y emociones. La amaba, mucho, y eso es lo único que le debía importar.
Apenas tuvo tiempo de darse unos toques de maquillaje y pasarse un cepillo por el pelo. Yuna había estado en su habitación durante la pasada hora sin hacer ningún ruido, Nayeon esperaba que estuviese dormida.
Apenas acababa de poner agua en la cafetera cuando sonó el timbre de la puerta.
La puerta del dormitorio se abrió de par en par y la niña apareció en pijama, completamente despierta.
—¡Yo abro! —Gritó
Nayeon quiso detenerla, pero fue demasiado tarde. Con un suspiro resignado, permaneció en segundo plano y permitió que su hija recibiera a Jeongyeon.
Yuna se volvió a mirar a su madre, mostrando una sonrisa tan ancha como el río Mississippi.
—Es esa mujer cuyo nombre se supone no debo pronunciar, mami. —Anunció la jovencita, tomándose las manos en la espalda.
—Sí, lo sé, bebé.
—¿Lo sabes?
Nayeon asintió.
—Bien. Resuelve las cosas con ella, mami. Alíviate de toda esa presión interna. Libérate de la turbulencia antes de que te coma viva.
Nayeon dirigió una lánguida sonrisa a la recién llegada junto a la puerta, luego volvió su atención a Yuna.
—Por lo visto también has estado leyendo novelas románticas ¿Verdad? Bien, jovencita, ¿no es hora de que te vayas a acostar?
—No lo creo.
—Sí lo creo, bebé —Entrecerró los ojos.
—Pero, mami, estamos en vacaciones, así que me puedo dormir hasta tarde mañana... —Corrió su mirada hacia donde se dirigía la de su madre y se encontró con la alfa —Ah, ya entiendo, quieres que me desaparezca.
—Podrías leer en tu habitación tus tantos libros de nutrición verbal o escuchar música con tus audífonos.
—Buenas noches, mami... —ofreció a su madre otra sonrisa luminosa y luego una a su unnie.
—Buenas noches bebé.
—Buenas noches unnie... —Musitó sonriéndose como si compartiera una broma privada consigo misma.
—Buenas noches nena —Respondió la alfa y le regaló una suave sonrisa.
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